Etiqueta: Quiebra

  • Miguel Ángel Puente: ‘Con una quiebra pierden todos’

    Carolina Enriquez

    redaccion@revistalideres.ec (I)

    El jurista Miguel Ángel Puente habla sobre la posibilidad de lograr acuerdos entre empresas y acreedores para el pago de deudas, sin la necesidad de ir a la quiebra. También analiza el proyecto de Ley Humanitaria presentado a la Asamblea por el Ejecutivo.

    La emergencia sanitaria ha llevado a una grave situación financiera a muchas empresas en el país ¿Qué mecanismo legal existe para salvarlas de una quiebra, ante la imposibilidad de poder pagar sus obligaciones a diferentes acreedores?

    En Ecuador, desde 1997, existe la figura de Concurso Preventivo. Sirve para las empresas a las que les es imposible pagar sus acreencias en los términos fijados inicialmente. Se trata de una alternativa eficiente en momentos de crisis, para evitar una quiebra y la pérdida de puestos de trabajo.

    ¿Cómo se logra eso?

    La figura que le menciono busca que se llegue a un acuerdo entre el deudor y los acreedores. El convenio al que se llega se denomina concordato. Cuando una empresa quiebra pierden todos: los empleados van al desempleo, los acreedores no pueden cobrar el monto total, el Estado se queda sin un contribuyente, el accionista deja de contar con todo en lo que invirtió, etc.

    ¿Qué tipo de empresas pueden acceder a esta figura?

    Pueden hacerlo las que están sujetas a control de la Superintendencia de Compañías y que tienen activos superiores a USD 10 515 o un pasivo superior a USD 5 257. Son valores bajos, pero eso es porque la Ley data de la época cuando usábamos el sucre como moneda.

    A mediados de abril, el Ejecutivo remitió a la Asamblea el proyecto de Ley de Apoyo
    Humanitario para enfrentar los efectos económicos generados por covid-19, que incluye un mecanismo similar. ¿Por qué lo hace si ya existía una norma sobre el tema?

    El proyecto propone un Concurso Preventivo ‘excepcional’ por la crisis del covid-19. Este amplía el campo de acción. La idea es que se aplique no solo a las empresas sujetas a control por la Superintendencia de Compañías sino a las personas naturales que se dedican al ejercicio de actividades comerciales.

    ¿Qué otras diferencias existen entre la Ley actual y la nueva propuesta?

    La Ley de Concurso Preventivo de 1997 establece que la solicitud se debe hacer ante la Superintendencia y el proyecto nuevo propone que sería ante un juez. En este último caso, el deudor debe hacer una declaración juramentada indicando que el monto del pasivo no excede el 120% del activo. Otra diferencia es que el plazo que pueden dar los acreedores para la reestructuración es de tres años; la Ley vigente permite que sea hasta en siete años. Desde mi punto de visto creo que deben hacerse unos ajustes.

    ¿Cuáles?

    Lo ideal sería que la Asamblea permita una flexibilización de la Ley de Concurso Preventivo actual para que empresas y negocios accedan a sus beneficios. Una reestructuración en tres años, en la situación tan compleja en la que estamos, es insuficiente. Las empresas, para poder ser viables financieramente, van a necesitar reestructuraciones de largo plazo.

    Bajo el esquema de la actual Ley, ¿qué se puede negociar con los acreedores?

    El deudor, por ejemplo, puede indicarle al acreedor que no está vendiendo y por eso no puede pagar; entonces le propone que capitalice un porcentaje de la deuda. También le propone la posibilidad de nuevo créditos para seguir la operación; ampliación de plazos de pago; condonación de parte de intereses o de capital; período de gracia, etc.

    ¿Pueden aplicar a esta figura empresas que no están en problemas?

    Una empresa que no está en problemas no tiene la necesidad. Si lo está, sí. Sin embargo, no todas las compañías que enfrentan dificultades pueden aplicar, no son viables. Hay casos en los que la única salida es la liquidación.

    ¿En qué casos son viables?

    Cuando la liquidez e insolvencia es temporal. Además, debe poder mantenerse como negocio.

    ¿Qué pasa cuando la Superintendencia de Compañías admite el pedido de una empresa para Concurso Preventivo?

    Los juicios que se hubieran iniciado contra la compañía se suspenden y no se pueden iniciar nuevos. Se crea una especie de escudo protector contra el deudor mientras este negocia con los acreedores.

    Para llegar a un acuerdo ¿qué condiciones se deben cumplir?

    Que el 75% de los acreedores apruebe el concordato. Si se aprueba es obligatorio para todos, incluso los que votaron en contra. Si no se llega a un acuerdo todo vuelve al estado anterior a la negociación.

    ¿Cuánto tiempo demora entre el inicio de la negociación y la firma de un acuerdo?

    El procedimiento toma entre cuatro y cinco meses. En ese tiempo la empresa tiene que cumplir con obligaciones de Ley como las laborales, tributarias y de seguridad social. Los trabajadores no son acreedores dentro del concurso preventivo. Antes de pagar los pasivos se debe siempre cancelar al personal.

    ¿Con qué tipo de acreedores se puede negociar?

    Financieros, proveedores, etc. Además, cualquier sector puede acceder a esta figura.

    ¿Qué pasa si se llega a un acuerdo y el deudor incumple con los pagos?

    Pasan dos cosas. Una es que se pueda renegociar una ampliación al Concurso Preventivo y la otra es que se proceda a declarar terminado todo y se ejecutan las acciones de cobro como estaban originalmente.

    ¿Hay un monto límite en el valor de las deudas que se pueden negociar?

    No.

    ¿Qué tan usada es la figura?

    En Ecuador no se ha usado mucho. Serán unos 120 casos. La mayor cantidad corresponde a la época del feriado bancario.

    De aprobarse el Concurso Preventivo Excepcional dentro del proyecto de Ley Humanitaria. ¿El proceso funcionaría de la misma manera o sería más rápido?

    Entiendo que sería más expedito. El tema se lo realiza en una sola audiencia. Si los acreedores, que representen el 50% más uno, aprueban el plan de reestructuración, el juez lo va a aprobar. En casos que no haya esos votos, pero el juez considera que el plan es viable, puede disponer por sentencia que se aplique sobre todos los acreedores.

    Miguel Ángel Puente es abogado de los Tribunales de Justicia y Licenciado en Ciencias Jurídicas de la PUCE
    Miguel Ángel Puente es abogado de los Tribunales de Justicia y Licenciado en Ciencias Jurídicas de la PUCE. Foto: Archivo Particular
  • Una quiebra dio paso a esta empresa de calzado

    Modesto Moreta

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    La relación de Fernando Moposita con la confección de calzado comenzó a los 7 años. Sus padres y tíos le trasmitieron esos conocimientos, sin embargo, en el 2005 decidió incursionar en la confección de pantalones jean. Los primeros años las ventas se movieron bien, hasta el 2011, en que se abrieron más talleres.

    Los precios bajos en cada prenda impidieron seguir compitiendo y quebró. A pesar de eso, en el 2012, con ayuda de su esposa Norma Maisancho resolvieron poner en práctica el dicho que dice: ‘Zapatero a tus zapatos’ y no se equivocaron. Con un crédito de USD 15 000 que consiguieron en una cooperativa de ahorro y crédito de Ambato abrieron el emprendimiento denominado J&M Factory.

    El dinero lo invirtieron en la compra de la materia prima (sintéticos), hormas, máquinas de coser y aparar, una troqueladora y contrataron a un empleado. Fernando Moposita, gerente de la empresa ambateña, recuerda confeccionaban 60 pares de zapatos semanales. “Introducir en el mercado los modelos tubulares para hombre fue más que difícil”.

    Luego elaboraron calzado de muñeca, pero las ganancias eran mínimas y no les alcanzaba para pagar las deudas. Una amiga de la familia les aconsejó que confeccionen zapatillas para mujer, que estaban de moda. Así iniciaron imitando un zapato de marca, les dieron otros acabados, varios cambios en los diseños y más colores a escoger.

    Las ventas crecieron y en el 2015 llegaron a producir 500 pares semanales y ya contaban con cuatro colaboradores. Con el crecimiento del taller efectuaron una inversión y un monto similar a la efectuada en sus inicios. Con los recursos equiparon mejor al taller y adquirieron nuevos materiales para la confección de su producto y otros equipos para el taller.

    En el 2019 lograron producir 16 000 pares y facturaron USD 180 000. El éxito de Moposita radica en mantenerse en la vanguardia de la moda, especialmente en la fabricación de zapatos deportivos para mujer, usando materiales sintéticos de alta calidad.

    Norma Maisancho y Fernando Moposita son los propietarios de la empresa productora de Calzado en la ciudad de Ambato.
    Norma Maisancho y Fernando Moposita son los propietarios de la empresa productora de Calzado en la ciudad de Ambato.

    En la actualidad cuentan con más de 30 diseños, modelos y colores que ha comercializado en los mercados del país. Con ayuda de un diseñador colombiano obtienen nuevos modelos y los colores de tendencia en el mercado. “Es un zapato elaborado con materiales de calidad porque el pie no suda, es suave, cómodo, resistente y de bajo costo”, dice Moposita.

    En la actualidad se confeccionan 1 000 pares de zapatos semanales y los distribuyen en todo el país. Los principales mercados de la firma ambateña J&M Factory están en Quito, Sangolquí, Cuenca, Guayaquil, Riobamba, Latacunga y otras ciudades del país.

    El local de ventas funciona en la explanada del mercado Ferroviario. Ahí todos los lunes de feria, en Ambato, se muestran los nuevos diseños y colores para que los comerciantes escojan. “A nuestros clientes les gustan los nuevos modelos y los colores que tienen buena demanda. Nos hacen los pedidos y nosotros les entregamos en forma inmediata”.

    En la actualidad, 20 personas se dedican a la distribución de los productos a escala nacional, a pesar del ingreso de zapatillas de contrabando. “Debe haber más control de las Aduanas para no quebrar y dejar en la desocupación a 12 colaboradores directos y 13 indirectos, estos últimos trabajan a través de la maquila”, comenta Moposita.

    El año pasado, los emprendedores realizaron una nueva inversión de al menos USD 8 000 en la compra de nuevos equipos, como una máquina bordadora y una armadora de calzado. Y proyecta confeccionar zapatos para hombre en los próximos meses.

    Una de las distribuidoras es Narcisa Caisaluiza, propietaria de los almacenes Well, en Quito. Ella cuenta que desde hace cinco años trabaja con la pyme ambateña. El año pasado las ventas se incrementaron en un 90%. Eso se debe a la calidad del producto y la variedad de modelos y colores. “Es un zapato durable, resistente y de diseños que están a la moda y eso les gusta a nuestros clientes”, comenta Caisaluiza.

    La distribuidora comenta que otro atractivo para los clientes que compran el producto son los bajos precios.

    Insignia 

    El control de la calidad es clave para la marca

    Kleber Ortega, armador de calzado

    Empecé en el terminado del calzado hace cinco años. Luego con la experiencia adquirida ascendí al área de plantado y armado del zapato. Este paso es importante para la resistencia del calzado, por eso reviso que esté todo bien cocido y pegado para evitar daños y el producto sea de calidad en un mercado competitivo. En este oficio he ido creciendo en conocimientos a través de la preparación y capacitación constante de la mano de obra en esta rama. También reviso con paciencia cada uno de los detalles en los acabados. El objetivo es que nuestro producto llegue a su destino final con todos los controles. Cada uno en sus puertos de trabajo aporta con sus conocimientos y buena predisposición para producir. Eso hace que nuestra marca tenga una buena demanda en el mercado local y a escala nacional.

    Nuestra empresa se caracteriza por crear y estar a la vanguardia de las nuevas tendencias de la moda en el calzado, especialmente el deportivo para la mujer con más de 30 diseños, modelos y diversos colores.

    Los colaboradores de la empresa J&M Factory revisan  todos los detalles para que el calzado sea atractivo para los clientes de la firma. Fotos: Raúl Díaz para LÍDERES
    Los colaboradores de la empresa J&M Factory revisan todos los detalles para que el calzado sea atractivo para los clientes de la firma. Fotos: Raúl Díaz para LÍDERES
  • La declaración de quiebra de un país centroamericano cumple dos meses

    Agencia EFE

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    La declaración de quiebra de Puerto Rico con el objetivo de reestructurar una deuda impagable de cerca de USD 70.000 millones cumplió esta semana 2 meses, lo cual se convierte en el proceso de bancarrota más grande de un territorio bajo la jurisdicción de Estados Unidos.

    El Gobierno de Puerto Rico continúa, a día de hoy, sumido en graves problemas financieros y enfrentado a la Junta de Supervisión Fiscal (JSF), entidad de control federal impuesta por Washington, mientras la jueza Laura Taylor Swain se encarga de un proceso de quiebra que trata de conciliar los intereses del Ejecutivo y acreedores.

    La quiebra se rige bajo el capítulo III de la Ley para la Supervisión, Administración y Estabilidad Económica de Puerto Rico (Promesa, por sus siglas en inglés), aprobada hace un año por el Congreso en Washington para atender la llamada del Ejecutivo de San Juan ante el caos que se avecinaba.

    El capítulo III de Promesa es un híbrido entre los capítulos 9 y 11 del Código de Quiebras de EE.UU.

    Promesa estableció una moratoria que impedía a los acreedores interponer demandas judiciales por impago, pero ante el final de ese periodo y la amenaza de procesos judiciales interminables y el desgaste que eso supondría para el Gobierno que lidera Ricardo Rosselló, en el poder desde enero, se dio paso a la quiebra.

    Rosselló tomó la iniciativa al pedir a la JSF que presentará formalmente la petición ante la corte del distrito federal de Puerto Rico.

    La petición de acogerse al capítulo III de Promesa se hizo de forma similar a una bancarrota de una empresa, aunque bajo el diseño específico que prevé Promesa.

    El paso fue un último recurso al no poder Puerto Rico acogerse al código de bancarrota que establece la ley de EE.UU. debido a que la isla caribeña cuenta con un estatus de Estado Libre Asociado.

    El proceso de bancarrota en el que entró Puerto Rico hace 2 meses permitió al Gobierno local mantener operaciones, amenazadas ante la falta de liquidez.

    La quiebra ordenada permitirá a Puerto Rico renegociar su deuda bajo la supervisión de una corte federal, encargada de determinar que se pagará a los acreedores y poseedores de bonos de deuda pública.

    La quiebra de la isla está considerada la mayor bancarrota de un territorio bajo jurisdicción de EE.UU. en toda su historia.

    El Gobierno de Puerto Rico pudo financiar su déficit, presupuesto tras presupuesto, gracias al atractivo que suponía para los estadounidenses su deuda, al tratarse de bonos exentos del pago de impuestos sobre la renta para los compradores del país norteamericano.

    La magnitud de la deuda llegó a hacerse insostenible y fue en 2015, con Alejandro García Padilla al frente del Ejecutivo, cuando el Gobierno de Puerto Rico hizo público que la falta de liquidez hacía imposible afrontar el pago de los vencimientos.

    El título III de Promesa permite a Puerto Rico renegociar con los tenedores de su deuda pública y la que mantiene con sus acreedores de bienes y servicios.

    El proceso de quiebra que establece el título III de Promesa no ha significado en ningún caso el final de los problemas para el Gobierno de Puerto Rico, que sigue enfrentado a la JSF por los ajustes que exige y que amenazan a los funcionarios públicos.

    Puerto Rico sufre un desempleo que supera el 10 % y una tasa de pobreza que afecta a la mitad de la población, a lo que se suma una emigración rumbo a EE.UU. de más de 60.000 personas al año.

    La declaración de quiebra de Puerto Rico con el objetivo de reestructurar una deuda impagable de cerca de USD 70.000 millones cumplió esta semana 2 meses. Foto: Flickr
    La declaración de quiebra de Puerto Rico con el objetivo de reestructurar una deuda impagable de cerca de USD 70.000 millones cumplió esta semana 2 meses. Foto: Flickr
  • Una quiebra no detuvo el empuje de este equipo

    Evelyn Tapia (I)

    Hace diez años, Eduardo Vera y su esposa Saddy Tomalá renunciaron a sus empleos con el sueño de tener una empresa propia. La pareja, oriunda de Santa Elena, conocía de la creciente demanda en el mercado colombiano de materias primas derivadas del pescado, para la industria de balanceados.

    Tomalá había trabajado en una empresa pesquera y Vera tuvo la idea de ofrecer el servicio de representación de fábricas de harina y aceite de pescado.

    La idea fue brindarles asesoría para comercializar sus productos, encargándose de conseguir clientes nacionales o internacionales, así como manejar los trámites aduaneros y de la logística.

    Desde su casa y con el dinero de sus liquidaciones que sumaba unos USD 2 000, la pareja creó en el 2005 la firma Riveto. El primer paso fue buscar clientes nacionales e internacionales. Con una cartera de interesados en las materias primas derivadas del pescado, estos emprendedores comenzaron a buscar empresas fabricantes que necesitaran de sus servicios.

    “Eduardo se puso al frente, comenzó a tocar puertas, no nos conocían, pero así arrancamos”, recuerda Tomalá. Pero el entusiasmo de los emprendedores se apagó en el 2008, cuando producto de algunos malos negocios, cuenta Vera, la iniciativa quedó con una deuda de USD 100 000 que no podía pagar.

    “Estábamos en bancarrota, no teníamos dinero para nada. Mi esposa tuvo que salir a vender yuca rayada en la calle a los vecinos, todo para tener dinero para la comida mientras yo trataba de levantar lo que quedaba”, recuerda Vera, ahora, en la oficina de Riveto, ubicada en el edificio City Office, en Guayaquil.

    Fue un año duro, cuenta la pareja, pero ahora ambos están convencidos de que fue una prueba de fe. Los dos coinciden en que Dios les ayudó a levantar el negocio.

    “Yo siempre digo que Dios es nuestro capital, porque en la situación que estábamos ningún banco nos quería prestar dinero”, dice Tomalá, que se encarga del área financiera de esta empresa.

    En el 2009, luego de varios esfuerzos, Vera logró hacer nuevamente una venta de aproximadamente USD 3 000 a un cliente en Colombia: los engranajes se reactivaron y el negocio despegó. “Fue como una gota de agua en el desierto”, dice con una sonrisa.

    Actualmente Riveto genera 12 plazas de trabajo y tiene 24 clientes, de los cuales cuatro son multinacionales. Además, representan a cinco fábricas proveedoras de harina y aceite de pescado, así como otros insumos para la industria de los alimentos balanceados.

    Producto de la labor, las cinco fábricas a las que representan tuvieron el año pasado USD 5,5 millones en ventas con compradores que Riveto consiguió y gestionó. En lo que va del 2015 este emprendimiento gestionó ventas por USD 5,3 millones.

    Sus servicios llegan a empresas en Asia en países como China, Japón, Taiwán, Corea del Sur. En la región tiene compradores en Ecuador, Chile, Colombia, República Dominicana, Costa Rica, México, Guatemala, El Salvador y Panamá.

    Uno de sus clientes nacionales más importantes desde hace cinco años es Pronaca.  

    José Grijalva, gerente de compras de la empresa, dice que la gestión de Riveto ha sido clave en varios aspectos de optimización. “Nos agilita nuestros procesos, nos ha ayudado a acceder a proveedores de nuevos producto con gestiones de control, confiamos mucho en su apoyo y en su logística”.

    Hace cuatro años, por la creciente demanda de estas materias primas a Colombia, que representa el 30% de su mercado, la empresa abrió una oficina en Medellín y el año pasado, en alianza con la empresa Resoco, inauguró oficinas en Costa Rica y Guatemala, para atender a los clientes de manera personalizada.

    “Nuestro lema es ‘relaciones que perduran’ y por eso necesitamos estar cerca de nuestros clientes. Las oficinas en el exterior las abrimos por eso, porque nos permiten conocer mejor sus necesidades y dar la asesoría más adecuada”, explica Vera.

    Fortidex, fábrica de harina de pescado en Guayaquil, es una de las firmas que más tiempo lleva trabajando con Riveto. Lo hace desde el 2006.

    Fátima Alvear, directora del departamento de Ventas de Fortidex, en Guayaquil, destaca la seriedad de la empresa y asegura que gracias a los servicios que ofrecen, la fábrica ha alcanzado nuevos clientes. Ella fue testigo de cómo resurgió la empresa.

    “Es impresionante. Ellos empezaron desde abajo, se levantaron y hemos visto su gran crecimiento. Son muy emprendedores, tienen una visión muy clara del negocio”, destaca Alvear.

    Eduardo Vera nació en Santa Elena y dejó su empleo de reparación de computadoras para crear su empresa. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
    Eduardo Vera nació en Santa Elena y dejó su empleo de reparación de computadoras para crear su empresa. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
  • Ella superó una quiebra y hoy borda su propio negocio

    redacción guayaquil

    Olga María Balarezo aprendió a bordar hace 17 años. Lo hizo cuando trabajaba en una de las sucursales del desaparecido Filanbanco en Machala. Justo antes de que este banco cerrara, ella confeccionaba bolsos, camisas y manteles bordados que ofrecía a sus compañeros de trabajo y amigos.

    Al quedarse sin trabajo se radicó en Guayaquil, en el 2000. Ya en el Puerto Principal su hobbie se convirtió en algo que le daba ingresos, según cuenta esta emprendedora. «A mis amigas les gustaba mi trabajo y decidí aprender diferentes técnicas de bordado», recuerda.

    Así, ella se concentró en la fabricación de bolsos. «Vi que las carteras y bolsos tenían mayor demanda por eso me fui por esa línea», señala Balarezo.

    Para ello aprendió en cursos particulares las técnicas conocidas como bordado de cinta, español, rococó, con lentejuelas y con diferentes puntos e hilos.

    Aunque su negocio empezó desde que llegó a Guayaquil, fue en el 2010 cuando Balarezo le puso nombre y un logo a su marca. Para iniciar con el emprendimiento formal, invirtió alrededor de USD 500, con los que compró dos máquinas de coser, hilos, cintas, asas y tela para la fabricación de las carteras.

    Confeccionar un bolso le toma alrededor de ocho horas. Normalmente en las mañanas se dedica unas cuatro horas para elaborar los bolsos, que en su mayoría son pedidos especiales.

    Al mes produce unas 30 carteras, bolsos y monederos que oferta desde USD 8 hasta 60. La materia prima (hilos y telas) que usa para realizar los productos la adquiere en locales ubicados en el centro de Guayaquil.

    Todos los bolsos cuentan con diseños con una temática floral.

    Paralelo a la venta de carteras, Balarezo ofrece clases de bordados desde hace ocho años. Una de sus estudiantes es Mónica Minchala. Ella es contadora de profesión, pero su gusto por bordar la llevó a tomar clases. Diariamente acude a sus tutorías luego de su trabajo. «Lo aprendido hasta ahora me deja satisfecha y con la oportunidad de elaborar mis propias carteras», explica la estudiante.

    Balarezo factura alrededor de USD 700 en sus ventas de carteras y clases. Mensualmente recibe unas 15 estudiantes que reciben clases personalizadas.

    La marca Bolsos Bordados OM confecciona productos en diferentes modelos y colores. Balarezo incluye una línea de monederos y cosmetiqueras.

    En las ferias como Mujeres 365 y Handmade se promocionan estas creaciones; las redes sociales como Facebook también dan impulso a este negocio. En tres meses, Balarezo, tiene previsto inaugurar una isla en un centro comercial.

    El negocio en detalle
    Materia prima. La tela que usa es de origen nacional. Destacan las telas damasco, jeans, gabardina y pana.

    La oferta. Manteles con bordados, juegos para cubrir el baño, camisetas y souveniers son parte de su catálogo.

    LA CIFRA:
    USD 700 factura este negocio al mes, en promedio.

  • Disolver y liquidar compañías requiere tiempo y dinero

    Redacciones Quito y Guayaquil

    En el primer semestre de este año, 48 compañías fueron liquidadas y 4 404 fueron disueltas. Los datos son de la Superintendencia de Compañías.

    Y el año anterior, 150 compañías fueron liquidadas y 10 985 iniciaron sus trámites para disolverse.

    La otra cara de la moneda son las compañías recién constituidas. En el 2010 se formaron 8 032 compañías en el Ecuador, un año más tarde aquella cifra decreció a las 7 926 firmas y el año pasado la cifra creció a 8 320. El dato más reciente señala que entre enero y junio de este año 4 180 firmas se constituyeron en el Ecuador.

    El nacimiento y muerte de empresas, según los expertos, es un proceso que da dinamismo a la economía. La muerte empresarial, aunque parezca contradictorio, puede dar origen a emprendimientos con mayor potencial. Esto siempre que los procesos de disolución y liquidación no se alarguen.

    Según el informe Haciendo Negocios (Doing Business, por su nombre en inglés) 2013, elaborado por el Banco Mundial y publicado la semana pasada, cerrar una empresa es un trámite largo y costoso. El estudio presenta indicadores sobre el marco regulatorio, pago de impuestos, protección de los inversores, resolución de insolvencia (cierre de la compañía), entre otros factores.

    De un universo de 189 economías, el país se ubicó en el puesto 135, un sitio por debajo de la posición alcanzada hace un año. Esto, principalmente, debido a la dificultad de resolver la disolución (quiebra) de una firma. Según el estudio, en el país este proceso tarda 5,3 años, mientras que el promedio de la región es de 2,9 años y en países desarrollados, de 1,7 años (ver página 14).

    El proceso en Ecuador también es costoso, según el informe. En promedio puede costarle a una empresa el 18% de sus bienes, un poco más alto que el promedio regional que es del 16% y el doble de los costos en países desarrollados (9%). En países como Colombia, que ocupa el puesto 25 en este aspecto, el proceso tarda 1,7 años y cuesta solo un 6% de los bienes de la compañía.

    Paulina Guerrero, abogada experta en temas de compañías y seguros, señala que en todo el procedimiento para cerrar una empresa es necesaria la intervención de la Superintendencia de Compañías. En legislaciones de otros países, según Guerrero, aquello no sucede así y las empresas pueden quebrar automáticamente, por lo que el proceso es más acelerado.

    La especialista asegura que no existe un tiempo definido de cuánto demora el cierre de una firma. Todo depende del tamaño, la complejidad de su ejercicio empresarial y segmento al que se dedica. Por ejemplo, en las empresas grandes como las petroleras el proceso podría tomar hasta una década. En el caso de medianas o pequeñas, de uno a cinco años.

    Los cierres de compañías obedecen a situaciones externas, cambio en la estrategia de negocios, crisis internacionales, competencia desleal, demora en la toma de decisiones, entre otros factores. Empresarios como Juan Jáuregui o Fernando Moncayo, incluso consideran que es mejor dejar morir a la empresa para evitar mayores costos a los accionistas.

    El trámite para obtener ambas partidas, la de ‘nacimiento’ o la de ‘defunción’ de una compañía, inicia en la Superintendencia. Allí se registran las voluntades de los socios, accionistas o demás interesados en poner fin a la empresa. Existen dos figuras para la disolución: la voluntaria y la de oficio. Esta última se contempla cuando el Superintendente de Compañías declara disuelta a una compañía sin capital, por la finalización de las actividades para la que se fundó, por no incrementar su capital social…

    El proceso de disolución voluntaria es un trámite que puede resultar cansado y tedioso. Incluye una solicitud dirigida a la Superintendencia de Compañías, firmada por el representante legal y abogado, documenntos legales como escrituras y actas de la compañía, designación del liquidador, entre otros. Hay casos en los que el representante legal de la compañía en liquidación debe dejar en claro que no se mantienen contratos pendientes con el Estado ecuatoriano.

    En cuanto a lo operativo, en el caso de la disolución voluntaria, es la Dirección de Disolución y liquidación de la Superintendencia la que da luz verde al proceso de extinción y remite las resoluciones a los directivos de la compañía que fenece. Luego hay ocho días laborales para que se publique por tres días consecutivos en uno de los diarios de mayor circulación un extracto de aquella escritura pública.

    Todo este proceso se lo puede cumplir sin mayores problemas cuando una empresa no mantiene deudas a proveedores, bancos, organismos del Estado… Pero cuando existen estos pasivos el proceso puede ser más largo, según los expertos consultados. Puede ocurrir que el proceso de liquidación no se resuelva, generando un inconveniente mayor.

    Según el informe Doing Business, uno de los problemas en el país es la falta de una ley de quiebras. En otros países como Colombia o Chile se aplican legislaciones que plantean ayudas para facilitar los procesos de cierre. Incluso se reglamenta una suerte de ayuda para empresarios con deudas.

    Los procesos.

    Los jurisprudentes. El acompañamiento necesario es el de un especialista legal sobre la materia. El desconocimiento de los códices puede crear malentendimientos en la exposición de la disolución fortuita o voluntaria.

    El paso final. Con la resolución de la disolución aprobada por la Superintendencia, los representantes deben presentarse al Registro Mercantil y luego volver a la Super para finalizar el trámite.

    No se pierda los anexos de este artículo:

    La sobreoferta incidió en la competitividad

    ‘Hay que estar abierto a nuevas oportunidades’

    ‘Cuatro años me llevó quebrar mi proyecto’

    ‘Voy casi dos años en el cierre de mi empresa’

    5,3 años tarda resolver la insolvencia de las compañías