Etiqueta: salasakas

  • Ropa para la mujer y el hombre salasaka

    Modesto Moreta

    (F)  
    Contenido Intercultural

    Relacionadas

    Las habilidades en el hilado, el tejido y el bordado hicieron que una familia de la comunidad Salasaka, en Tungurahua, funde su emprendimiento.

    Con una inversión de USD 3 000 instalaron ‘Runa Fashion’, una boutique especializada en la confección y la venta de ropa para las mujeres y hombres de esta parroquia indígena.

    Con el dinero adquirieron mesas, perchas, materia prima (lana de ovino) y los maniquíes. También bisutería como aretes y washkas o collares. Este almacén funciona en el centro de este pueblo localizado en la vía Ambato-Baños, en Tungurahua.

    Los diseños estilizados con cierto toque juvenil, sin perder la esencia de su cultura, las impone Soledad Chanco especialista en diseñar estas prendas con novedosos, llamativos y coloridos bordados hechos a mano.

    El emprendimiento familiar cimentó sus bases el año pasado; cuando los cinco integrantes (padres e hijos) decidieron montar el negocio de las prendas. La idea fue porque sus integrantes son expertos en el tejido lishtas, bayetas, anacos o tres varas y media, y fajas para las mujeres, y para los hombres pantalón blanco, camisa blanca y el poncho color negro.

    Todos son hechos a mano en los tres telares de madera que José Chango, padre de Soledad, tiene en su taller localizado en la comunidad Wasalata. Pero también los taitas y mamas tienen su espacio es este local con prendas autóctonas y sin cambios.

    Chango dice que no había un lugar donde se comercialice la vestimenta salasaka. “No se teje porque son prendas difíciles de confeccionar porque es todo un proceso que inicia desde el esquilado de los ovinos, lavado, limpieza de la lana y el hilado”.

    La joven explica que la gente de su comunidad ahora cuenta con un lugar exclusivo donde puede encontrar sus prendas de verter que les identifican. Su hermana Magdalena administra el negocio.

    Las ventas de los anacos, lishtas, bayetas y otras prendas están creciendo por la calidad, los diseños de los bordados con colores llamativos, especialmente por los ejecutivos de las cooperativas de ahorro y crédito que les ayuda a estar elegantes y a la moda. “Antes no existía un sitio donde los indígenas puedan comprar y donde la atención sea en el idioma kichwa”, menciona Chango.

    Además, se diseñan las blusas de color negro adornadas con bordados del pavo real, flor de papa y la naturaleza. “Cada prenda que confeccionamos es única, nuestra producción no es en serie, por eso es una prenda especial”.

    Eso permitió que las ventas crezcan. En lo que va del año las ventas llegaron a USD 10 000. También comercializan sandalias elaboradas con finos tejidos.

    Francisco cuenta que su madre le enseñó a hilar desde pequeña con el wango (madero grueso donde se almacena la lana).

    Chango explica que para confeccionar dos anacos, de tres varas y media cada uno, tarda un año en hilar. “Para tejer la principal prenda de vestir de la mujer se necesitan cuatro ovillos de lana, todo este proceso hace que la prenda pueda costar USD 200. Una lishta USD 150, un poncho USD 400”.

    Hace tres meses realizaron una nueva inversión de USD 3 000 para mejorar el local comercial. Ahí también vende los telares elaborados en madera que son como un recuerdo para los turistas que visitan el local. “En este emprendimiento familiar trabajamos cinco personas”, comenta Chango.

    Luzmila Masaquiza es una de los clientes frecuentes de ‘Runa Fashion’ en el centro de Salasaka. Conoce a la familia Chango hace más de cinco años. Por recomendación de sus amigos y familiares llegué al taller de José en la comuna Wasalata. El trabajo que efectúan es de calidad. “El tejido fino y como una especie de motas pequeñas demuestra que es una prenda especial y fina. Lo importante es que es a bajo precio”.

    Antes no teníamos que buscar a quien comprar la ropa o nosotros mismo tejer, pero ahora tenemos esta boutique que mantiene la identidad del pueblo salasaka.

    Tenga en cuenta

    En el taller de José Chango, en Wasalata, se confeccionan ponchos, lishtas, bayetas, ponchos, blusas con contenido intercultural. El emprendimiento inició con una inversión de USD 3 000.

    Los artesanos permanecen entre 6 y hasta 8 horas diarias en el trabajo para diseñar cada una de sus creaciones, especialmente en los bordados. Están relacionados con la naturaleza.

    Los ríos, los chaquiñanes, la flor de maíz, las frutillas, las montañas, los animales andinos y las aves que son graficadas en las prendas de color blanco que visten con orgullo las niñas y las jóvenes.

    Magdalena y Soledad Chango son la administradoras y la diseñadora de los dibujos en las prendas autóctonas. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
    Magdalena y Soledad Chango son la administradoras y la diseñadora de los dibujos en las prendas autóctonas. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
  • Salasakas todavía hacen sogas con cabuya

    Redacción Sierra-Centro

    Relacionadas

    Las manos de Heriberto Chango son fuertes y hábiles. Prepara varias hebras de hilo de cabuya, las ajusta pisando con el pie y comienza a dar las vueltas con las palmas de sus manos toscas.

    A esa especie de técnica la llaman tursina (torcer o dar vueltas al hilo). Se ajustan y dan forma a la cuerda.

    Esta técnica ancestral, de más de 200 años, la aprendió de su madre Ramona, de 65 años. Utiliza este material para amarrar los borregos y una vaca que tiene en su charca. También para amarrar la hierba o los costales con cebada.

    Chango cuenta que el proceso para obtener la fibra tarda hasta 30 días. El ritual se inicia con la cosecha de las hojas del cabuyo de color verde.

    La planta debe haber cumplido siete años de maduración para su aprovechamiento. Las hojas alargadas y gruesas son cortadas verticalmente con una cuchilla elaborada con hueso de animal.

    La materia prima es introducida en tanques con agua, con el propósito de que se descomponga. Tres semanas más tarde, la materia prima se pudre y empieza el proceso al que le llama tzawar shikina (desmenuzar la hoja del penco verde, en español).

    Chango golpea en una piedra para que los hilos queden sueltos y finalmente los seca al aire libre. Esta tradición artesanal aún la practican los habitantes de la parroquia Salasaka. Este pueblo se encuentra a 12 kilómetros al oriente de Ambato, en Tungurahua.

    Raymy Chiliquinga, experto en temas de la comunidad, explica que en la antigüedad la soga confeccionada con la cabuya se usaba especialmente en los kipus, donde aprendían los niños a sumar y a contar a través de nudos. “En todas las casas elaboraban las sogas de cabuya. Ahora son pocas las familias salasakas que mantienen esta práctica. Está desapareciendo porque utilizan solo lo sintético”.

    Las sogas se comercializaban en las plazas y mercados de Ambato, Saquisilí y Pelileo. El proceso es complicado porque implica desde la siembra de las plantas de cabuya hasta la maduración, la cosecha y el procesamiento. Las que se usan son las cabuyas hembra y macho, de esta última se obtenían los hilos finos.

    “En la actualidad son pocas las familias que aún mantiene este tradición artesanal, pues se hacen los trenzados, de tres hilos, y las rumpanas, que son de cuatro hebras, el redondo y la puchika de una sola hebra o soguilla”, asegura Chiliquinga.

    Heriberto Chango es uno de los expertos en la elaboración de sogas de cabuya y además elabora artesanías. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
    Heriberto Chango es uno de los expertos en la elaboración de sogas de cabuya y además elabora artesanías. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
  • Los tapices salasakas llegan a Galápagos

    Modesto Moreta (F)  Contenido intercultural

    El taller de Toribio Masaquiza es colorido. Está adornado con una serie de tapices con diversas figuras que teje en los telares de madera. El emprendimiento lo instaló hace 10 años, pero esta habilidad la practica hace 30.

    Los conocimientos los heredó de sus abuelos y padres. Sus obras de arte las comercializa en Otavalo, Galápagos, Quito, Salasaka y otras ciudades.

    El local de Toribio funciona en la comunidad Manzanapamba, a cinco minutos del centro poblado de esta parroquia localizada en la vía AmbatoBaños. En sus tres telares da rienda suelta a su creatividad. Este indígena gráfica en los tapices paisajes, la vida andina como las chismosas, el volcán Tungurahua y la gente de su pueblo, Zamora, la Pacha Mama (Madre tierra en español) y la fauna de Galápagos, este último es uno de sus principales mercados.

    Tiene como protagonistas a lobos marinos, piqueros de patas azules, tortugas, focas, fragatas y otros. Mensualmente envía por correo entre 15 y 20 tapices. Además, dos docenas de bolsos tejidos en telares. Las ventas anuales ascienden bordean los USD 5 000.

    Él recuerda que en la instalación de su taller invirtió USD 1 500 para la compra de los cuatro telares y de la materia prima que es la lana de borrego para el hilado. Una de las principales conexiones para la comercialización son sus hermanos y familiares que están radicados en las ‘islas encantadas’. Ellos reciben la mercadería y la venden a los turistas.

    Toribio cuenta que la venta de sus productos se redujo en un 40%, en los últimos tres años, debido a que antes el mercado principal era el otavaleño. Sin embargo, dice, les copiaron sus diseños y ahora se elaboran en grandes telares eléctricos. Sin embargo, cuenta que la calidad de sus productos es un valor agregado, porque están hechos a mano.

    Elaborar una de estas prendas que sirven para decorar la sala, la oficina o el comedor, le lleva entre dos y tres meses, todo depende de la complejidad de los dibujos y del diseño. Los artesanos deben pasar sentados hasta seis horas diarias.

    Sus telares son rudimentarios, armados con madera atados con sogas de cabuya. Los finos hilos son templados y sujetados por largueros del mismo material. Luego se cruzan de un lado a otro los hilos de colores y se da forma al paisaje o figura. Se ajusta con otro madero que baja y golpea para unir las hebras.

    Los salasakas mantienen la técnica que se basa en el uso de herramientas ancestrales de madera. En el emprendimiento familiar también trabajan sus dos hijos que luego de asistir a clases y realizar sus tareas se sientan a tejer. “Con su ayuda por horas logramos cumplir con los pedidos que se realizan desde Galápagos y otras ciudades del país. Mis hermanos, que también son artesanos, nos ayudan en la comercialización del producto en las islas”.

    A Luis Baltazar, ecuatoriano radicado en Suiza, le gustó el colorido y el contenido de los tapices porque reflejan la cotidianidad de esta comunidad indígena. Al mirar los diseños de Toribio, se quedó sorprendido por la técnica que aplica, puesto que sin un patrón puede dan forma a un sinnúmero de figuras y con precisión. “Es un trabajo cuyo contenido es hermoso; por eso compré algunos de estos tejidos para obsequiarles a mis amigos en Suiza”.

    En Galápagos José Masaquiza comercializa los tejidos que Toribio envía desde Salasaka, en Ecuador. Cuenta que la técnica y la complejidad de los tejidos, al ser netamente a mano es lo que más aprecian los turistas de todo el mundo que visitan las islas. “Es un trabajo de calidad y resistente, por eso los tapices y bolsos tienen una gran demanda”.

    Hay más de 50 diseños que se tejen. Los contenidos son llamativos y en la mayoría se representa la naturaleza, la flora, la fauna y el paisaje de Galápagos. Asegura que antes en la isla había varios talleres de artesanía, pero se dedicaron a otras actividades. Por eso ese venden los 20 tapices y las dos docenas de bolsos que envía Toribio cada mes.

    Más diseños

    Los gráficos.  En los tejidos también se puede encontrar la representación de jardines con abundantes flores, colibríes y otras especies animales. También se grafica la minga que es la reunión de más de 8 figuras humanas y con herramientas trabajando en el campo.

    Turistas.  De Estados Unidos, Alemania, Suiza, España, Chile, Argentina y más países compran sus artesanías. Ellos, tras conocer esta técnica de tejido, la adquieren. Un tapiz puede costar de USD 30 a 600. Todo depende del tamaño y de su contenido. En los paisajes se incluyen las figuras humanas, vasijas, animales y utiliza colores café, amarillo, azul, blanco verde, azul, negro y más.

    Toribio Masaquiza, en su taller, teje en los telares los tapices que luego envía a Galápagos y a otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Toribio Masaquiza, en su taller, teje en los telares los tapices que luego envía a Galápagos y a otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES