Etiqueta: Saraguro

  • Las joyas que mezclan diseño y tradición

    Patricia González

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    Angelina Paqui es oriunda de la comunidad indígena Saraguro, que habita principalmente en la provincia de Loja. Siguiendo las enseñanzas de su madre, Angelina aprendió desde niña sobre la elaboración de la joyería indígena, esencial para su vestimenta.

    Los saberes de su cultura han sido su principal fuente de empleo. Con 31 años de edad emigró a Quito, junto a su esposo y cuatro hijos pequeños.

    Mientras su esposo trabajaba como asesor para las Naciones Unidas, Angelina comenzó a recorrer las calles del Centro Histórico de Quito ofreciendo sus collares artesanales, en compañía de sus hijos.

    Fueron más de 10 años vendiendo en las calles del Centro, de manera informal. Inti, su único hijo varón, mantiene vivo el recuerdo, incluidas todas las veces que les tocó correr por la llegada de los policías municipales.

    Con el tiempo, las condiciones de trabajo fueron cambiando. Por dos años, arrendaron un local en el Centro Comercial La Merced, en el Centro Histórico.

    También, desde hace unos ocho años, comenzaron a participar en ferias para emprendedores y artesanos. En la Feria Texturas & Colores, organizada por la agencia Conquito, han participado por cuatro años seguidos.

    En el 2014, cruzaron fronteras, con su participación en la feria Micsur (Mercado de Industrias Culturales del Sur), celebrada en Mar del Plata, Argentina. A este evento llegaron con el apoyo del Ministerio de Turismo, en representación del Ecuador.

    Actualmente, la artesanía de Angelina y sus hijos se ofrece en un local del Centro Comercial Quitus, en el centro-norte de la ciudad. Desde que ocupan este espacio, hace unos cuatro años, el negocio fue bautizado con el nombre Arawy (poeta y cantor, en lengua quechua).

    El modelo de collar tradicional es circular, con los colores del arcoíris, simbolizando la diversidad cultural de los saraguros. Pero los diseños han ido variando con el tiempo, según la demanda del mercado. Los hay de un solo color, pero en diferentes tonalidades, largos multicolores e incluso con formas de flores.

    Gisela Vinueza es cliente de Angelina desde hace 10 años. En principio le compraba para proveer una tienda de artesanía, que mantuvo por 13 años. Luego, comenzó a adquirirlos para ella. Dice que les compra cada vez que sale un nuevo modelo. Hoy día tiene unos 30 collares.
    Esta cliente destaca la originalidad de los productos, la calidad de sus materiales, la durabilidad de sus colores y los módicos precios.

    El precio de los collares depende de sus dimensiones. Uno pequeño puede costar USD 20; mientras que uno de gran tamaño, cuya elaboración demora unas tres semanas, cuesta USD 120.

    En Arawy también se elaboran pulseras, aretes, llaveros y cinturones. Además, en el local ofrecen productos artesanales de Otavalo, como camisetas, ponchos, pantalones y alpargatas.
    María Sol Vallejo conoció los productos de Arawy en una feria artesanal y desde hace cinco años es cliente frecuente. Para ella ha comprado unos 10 collares; también los ha adquirido para regalar a amigos de diferentes países de la región.

    Adicional a la calidad del trabajo, lo que garantiza su durabilidad, María Sol considera que es de lo más económico que ha encontrado en el mercado, en joyería artesanal. “En otros lugares puede costar el doble o el triple”.

    El negocio factura alrededor de USD 700 al mes, siendo los meses más fuertes en ventas agosto (mes de las artes) y diciembre.

    Los productos además se venden en la tienda del hotel JW Marriot Quito, desde hace cinco años. También los adquieren otros distribuidores.

    Al igual que ella, los cuatro hijos de Angelina aprendieron a trabajar la joyería desde pequeños. A pesar de que hoy algunos son profesionales y otros estudian la universidad, aún se mantienen ligados al negocio familiar y le colaboran a su madre en la producción o en las ventas.

    Datos

    Los precios  de los collares de Arawy van desde USD 20 hasta USD 120, dependiendo de sus dimensiones.

    Los productos se venden en un local ubicado en el Centro Comercial Quitus, en el centro-norte de Quito. También se encuentran en la tienda del hotel JW Marriot, en Quito.

    El negocio factura alrededor de USD 700 al mes. Los mejores meses de ventas son agosto y diciembre.

    Arawy no solo ofrece collares. También, aretes, pulseras, llaveros y cinturones. Además, en el local se pueden encontrar prendas de vestir, elaboradas en Otavalo.

    El collar tradicional saraguro es circular con los colores del arcoíris. Eso lo destaca Angelina Paqui, en su local. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    El collar tradicional saraguro es circular con los colores del arcoíris. Eso lo destaca Angelina Paqui, en su local. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Saraguro muestra todos sus atractivos

    Giovany Astudillo

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    El turismo ancestral beneficia a 80 familias indígenas del cantón lojano de Saraguro. Ellos muestran los paisajes, la cultura, la gastronomía, las artesanías y las costumbres de las comunidades de Ñamarín, Lagunas, Chamical, Ilincho, Gera y Oñacápac.

    Estas familias pertenecen a la Red de Turismo Comunitario de Saraguro Ricu y cuentan con el apoyo de la operadora de turismo Saraurku. Cada pueblo está especializado en una actividad para complementar la oferta turística.

    Así, por ejemplo, en Lagunas se muestra la música y danza andina de los saraguros. En cambio, Ñamarín promociona los tejidos ancestrales, mientras que Ilincho oferta los rituales ancestrales y los baños ceremoniales; Oñacápac, los atractivos naturales; y Gera, el guajango, que es una bebida procesada del penco. Los indígenas la beben en fiestas importantes como matrimonios o el Inti Raymi.

    Para preparar esta bebida se extrae el líquido dulce denominado mishqui, que brota de los pencos maduros. Son plantas que tienen un promedio de 12 años de vida y se identifican porque son grandes. A mayor tamaño más edad.

    El penco es escogido por esa condición y su tallo es perforado. Se deja el hueco durante dos o tres días para que el líquido natural brote. Posteriormente, se saca diariamente.

    Cada año cerca de 850 visitantes recorren estos atractivos, principalmente, los fines de semana. Siete de cada diez son extranjeros que llegan desde Estados Unidos, España, Francia, Alemania, entre otros países. El resto arriba desde Quito, Cuenca, Riobamba y otras ciudades ecuatorianas.

    Por lo general, son estudiantes universitarios de las escuelas de turismo, señala el gerente de la operadora de turismo Saraurku, Lauro Guayllas.

    En el caso de los extranjeros se hace los contactos a través del sitio web www.turismosaraguro.com, de las redes sociales como Facebook y “por recomendación de quienes ya visitaron y operadoras extranjeras”, agrega Guayllas.

    La agencia Saraurku fue creada hace cinco años y ofrece paquetes que van desde un día y medio de convivencia hasta 22 días. Esta se encarga de promocionar los atractivos de estas comunidades.

    En Saraguro el turismo comunitario se inició hace más de una década. El objetivo fue respetar la naturaleza, valorar el patrimonio y fortalecer costumbres y tradiciones. Según Guayllas, este proyecto empezó con el apoyo de la organización Hatún Kawfay. La organización, la capacitación, la identificación de atractivos, provisión de servicios de alojamiento y comida demoró cuatro años. También se delinearon las estrategias de sostenibilidad y financiar las inversiones.

    Según Guayllas, el costo de un paquete turístico va desde los USD 35 por persona y por día. Pero el precio depende de los días, los servicios que se requiere y de cuantas personas participen.

    La presentación de música andina vale USD 30 y las danzas ancestrales para los turistas cuestan USD 40. La noche de alojamiento tiene un costo de USD 10.

    Guayllas señala que la actividad turística representa un ingreso complementario para los habitantes de las comunidades Ñamarín, Lagunas, Chamical, Ilincho, Gera y Oñacápac, que se dedican principalmente a la agricultura, ganadería y artesanías.

    Él calcula que la llegada de turistas representa un ingreso anual de cerca de USD 20 000, que son distribuidos entre todas las familias dependiendo de los servicios que brindarán.

    Los habitantes de Ñamarín muestran a los visitantes cómo elaboran las mantas, chalinas, ponchos, bufandas de lanas. Su labor se cumple en telares artesanales y con técnicas ancestrales.

    En Gera, en cambio, el turista aprende sobre el cultivo de la tierra, las mingas y cómo compartir los alimentos. En este poblado también existe un museo que es administrado por las autoridades del plantel educativo San Francisco.

    En este espacio se recreó cómo vivían los antepasados saraguros. Además, en Gera se puede conocer el mirador natural del Cóndor.

    Guayllas señala que, en la actualidad, buscan incluir en este recorrido a los saraguros que viven en el cantón Yacuambi, en Zamora Chinchipe. Allí, se quiere promocionar el recorrido por el sendero que transitaron los antepasados indígenas hace 150 años.

    El indígena saraguro José Cartuche ofrece alojamiento en la comunidad de Ñamarín. La noche cuesta USD 10. Fotos: Lineida Castillo / LÍDERES
    El indígena saraguro José Cartuche ofrece alojamiento en la comunidad de Ñamarín. La noche cuesta USD 10. Fotos: Lineida Castillo / LÍDERES
  • Saraguro junta gastronomía y ecoturismo

    Lilia Arias (F) F – Contenido Intercultural / Redacción Loja

    En el cantón lojano de Saraguro, la gastronomía y el turismo impulsan una estrategia para mostrar los atractivos culturales de este cantón. Inversionistas, de Saraguro, en la provincia de Loja, y de Cuenca, en Azuay, suman esfuerzos para ofrecer al turista una fusión de servicios. Esta alianza permite brindar atención personalizada en un espacio natural.

    Desde octubre pasado, la hostería hacienda La Papaya, ubicada a 30 minutos de la cabecea cantonal, abrió sus puertas al ecoturismo. En este espacio se ofrece gastronomía, rutas con caballos de paso, producción y comercialización de café, picnic a campo abierto, visita a miradores y vestigios arqueológicos, etc. La capacidad de hospedaje es para 17 personas y los precios varían según el servicio.

    El inversionista cuencano Patricio Peña explica que durante 14 años se ha trabajado en edificar y remodelar espacios antiguos, para brindar comodidad al visitante. Además, dice, se colocaron detalles que permiten fusionar la historia colonial. Todo esto ha demandado una inversión de USD 500 000 en este emprendimiento familiar.

    Juan Francisco Peña explica que son 10 miembros de la familia que trabajan desde sus respectivas áreas y fortalezas para el desarrollo de los productos y la restauración de la Hacienda La Papaya. Así se consolida esta compañía de turismo ecológico. A este grupo se suma el trabajo del restaurante Shamuico de propiedad de Samuel Ortega, un indígena del Pueblo Quichua Saraguro.

    Son 60 hectáreas en donde el turista puede recorrer y compartir la experiencia gastronómica de un buen café de exportación, sembrado a cielo abierto. Se trata de un valor agregado en el proceso de preparación de un café de altura.

    La difusión del servicio de la hostería se realiza a través del ‘boca a boca’, redes sociales y página web. Así se registran las reservas y se ofrece el servicio según el interés y las necesidades de cada turista.

    Para Ortega, chef profesional, socio y responsable del servicio gastronómico, conocer las particularidades del cliente permite preparar recetas que no afecten su salud. Asimismo, indica, es prepararle recetas que contengan ingredientes andinos, como: trigos, ocas, mellocos, papa china, cuy, queso, etc.

    Según Ortega, la idea del servicio fusionado surgió hace un año, pero la alianza se consolidó a inicios de este. Su comida se destaca por ser recetas de autor. Esto significa que realiza fusiones de la cocina ancestral heredada de sus abuelos y la moderna, que la aprendió por 13 años en Europa.

    Para elaborar sus platillos utiliza el 80% de hortalizas, granos y tubérculos sembrados en los huertos de la hacienda. Mientras que las carnes y lácteos son adquiridos a comuneros del sector.

    La proyección de este emprendimiento ecoturístico es vincular a más personas de la comunidad La Papaya y convertirse en un destino turístico de la provincia de Loja. Actualmente, allí laboran 15 personas que viven en el sector.

    La iniciativa Un poco de historia. Esta hacienda, con más de cuatro siglos de existencia, es un reflejo del pasado, a través de su arquitectura y decoración. La casona acogió a personajes como Fray Vicente Solano, intelectual figura de la prosa ecuatoriana del siglo XIX, que escribió en ese espacio sus obras.

    La oferta ecoturística: Para conocer el sitio y hospedarse en la hostería hacienda La Papaya se debe hacer los contactos mediante la página web www.haciendalapapaya.com o en el restaurante Shamuico, que está ubicado en el centro de la ciudad de Saraguro.