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  • La sazón esmeraldeña tiene un nuevo espacio en la capital

    Patricia González

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    El mayor socio de Esmeraldas es Quito. Lo dice Rafael Erazo, oriundo de la provincia costeña.

    Para Erazo, los quiteños ayudan a dinamizar la economía de esa localidad porque les gusta la playa, la cultura y, especialmente, la comida esmeraldeña.

    Fue así que su familia se ideó la forma de llevar un “pedacito” de Esmeraldas al “corazón” de Quito, y el 26 de octubre pasado inauguraron El Esmeraldeño, un restaurante de comida típica de la provincia, localizado en las calles Luis Cordero y Juan León Mera, en el centro norte de Quito.

    En la adecuación del local se invirtieron unos USD 200 000. El plato estrella del lugar es el Cangremix, que incluye un encocado de cangrejo, ceviche de camarón, patacones, arroz y de bebida una pipa (agua de coco).

    Omar Dimitraki probó este plato el fin de semana pasado. Dice que quedó encantado: “El plato más rico que he probado hasta ahora. Llevaré a mi esposa la próxima semana para que lo pruebe”. También destaca la calidez del lugar y los precios de sus platos. Por el Cangremix pagó alrededor de USD 13.

    Dimitraki no es quiteño. Es de Guayaquil, pero la semana pasada se encontraba en la capital y le atrajo el lugar, además de las ganas de comer mariscos.

    En el local se exhiben los cangrejos azules vivos, por lo que los clientes pueden escoger, incluso, el que desean comer.

    Otro plato de El Esmeraldeño es el encocado en sus distintas variedades: de pescado, camarón, pata ‘e burro (caracol grande), concha, langosta, langostino o mixto. También, ofrecen ceviches de camarón, concha, pescado…

    Juan Fernando Almeida define su experiencia en el restaurante como “espectacular”. El plato que más le ha gustado es el encocado de camarón. “El sabor me hacía sentir en la playa de Esmeraldas”.

    Almeida ha visitado el lugar en unas cuatro ocasiones, junto a familia y amigos. También ha probado otros platos como el Encocado mixto, el Cangremix y el Ceviche.

    “Los precios son racionales. La gente es atenta y amable y sirven lo más pronto posible. Por supuesto que volvería a este lugar”.

    Los insumos para los platos costeños se traen directamente desde Esmeraldas. De esa tarea se encarga Rafael Erazo.

    La atención es de martes a domingo, a partir de las 11:00. Los días de mayores ventas son viernes, sábados y domingos. Los precios de los platos van desde USD 9 hasta USD 13.
    “Aún nos estamos posicionando, pero en ocasiones las expectativas de asistencia se han rebasado”, comenta Erazo. Al mes están facturando USD 14 000.

    Alex Erazo, hijo de Rafael, está a cargo del restaurante en Quito. Al mismo tiempo continúa ejerciendo su profesión de ingeniero en sistemas, en una empresa de software bancario. “Es algo nuevo para mí, un aprendizaje diario”, dice el joven de 28 años. En el local trabajan unas 10 personas.

    Alex está contento de la buena acogida que ha tenido el lugar en sus primeros meses. “Queremos transmitir nuestra cultura. Somos gente alegre”.

    La cultura esmeraldeña no solo la transmiten con la sazón de sus platos. Una vez por semana, El Esmeraldeño presenta un show musical en el que la marimba es protagonista, acompañada de otros instrumentos como el cununo, el guasá y el bombo.

    Los músicos invitados entonan y bailan al ritmo de populares canciones afroesmeraldeñas como “Caderona”, “Andarele” y “Fabriciano”.

    En el local de comida trabajan 10 personas. Para su adecuación se requirió una inversión de USD 200 000. Foto : Alfredo Lagla / LÍDERES
    En el local de comida trabajan 10 personas. Para su adecuación se requirió una inversión de USD 200 000. Foto : Alfredo Lagla / LÍDERES
  • En este restaurante se puede degustar la sazón nacional

    Redacción Santo Domingo (F) – Contenido Intercultural

    La gastronomía tradicional manabita y de la sierra se fusionó en El Señor de los Secos. Este negocio nació hace más de un año en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Los propietarios Daniel y Ronny Paucar buscaban implementar en el mercado local, un negocio que les permitiera recordar las raíces gastronómicas del país, especialmente las manabitas.

    En un terreno, que no era utilizado por la familia, adecuaron un pequeño local en el que empezaron a probar las recetas para rescatar los sabores ancestrales.

    Los hermanos Paucar contrataron a una manabita para que les ayudara a recrear el plato montuvio más tradicional de Manabí: el seco de gallina.

    Para hacerlo debieron conseguir ollas de barro y condimentos manabitas como el cilantro de monte y oreganón.

    Este plato fue degustado por familiares y amigos para medir el nivel de aceptación. También lo hicieron con el nombre. “Buscábamos un nombre tradicional como achiote, pero El Señor de los Secos fue el que más acogida tuvo”, señaló Daniel Paucar.

    Los emprendedores continuaron descubriendo platos tradicionales, que fueran acogidos por la clientela santodomingueña. Hasta que probaron con la receta familiar del seco de chivo, que se acompaña con arroz, aguacate y plátano. Ese es uno de los platos más vendidos del local. “Es un plato que hacía mi abuelita, luego mi mami y ahora nosotros”.

    Entre semana se venden un promedio de 80 platos a diario. Mientras que los sábados y domingos las ventas aumentas hasta a 150 secos por día.

    El negocio inició con una inversión de entre USD 15 000 y 20 000,entre la adecuación del local, del parqueadero y el mobiliario. Daniel Paucar señala que en menos de un año ya debieron hacer dos modificaciones al local para agrandarlo.

    Junto al parqueadero adecuaron un espacio con mesas para captar a más clientes. Ese lugar también es utilizado para que los clientes festejen cumpleaños, baby showers, cenas familiares…

    La segunda modificación fue en la bodega. Ese espacio ahora es utilizado como un asadero de pollos. “La idea es que el cliente encuentre varias opciones en el restaurante. Si no desea un plato tradicional también hay combos de pollo asado”.

    José Verdezoto es cliente de este negocio. Él señaló que el restaurante ha logrado captar el sabor típico de cada plato. “Mientras sirven el seco, nos colocan en la mesa una porción de plátano maduro con maní o sal prieta. Son detalles que me recuerdan a mi Manabí”.

    Daniel Paucar señala que la idea de hacer comida tradicional nació en Canadá, donde vivió seis años.

    Ahí aprendió técnicas gastronómicas y añoró la comida ecuatoriana y las tradiciones.
    Por eso al regresar a Santo Domingo tuvo claro el tipo de negocio que abriría en sociedad con su hermano Ronny Paucar.

    En la actualidad han ampliado la oferta de platos típicos como la carne de cerdo punzada, fritada, pescado frito y las menestras manabitas de plátano. Los precios varían entre USD 3 y USD 5.

    Los hermanos Daniel y Ronny Paucar se asociaron para abrir un restaurante de comida tradicional llamado El Señor de los Secos. Foto: Juan Carlos Pérez para LIDERES
    Los hermanos Daniel y Ronny Paucar se asociaron para abrir un restaurante de comida tradicional llamado El Señor de los Secos. Foto: Juan Carlos Pérez para LIDERES
  • La sazón esmeraldeña le abrió oportunidades

    María Victoria Espinosa (F) Contenido Intercultural

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    El coco es el ingrediente principal en el restaurante La Comida de Zoila, ubicado en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Este emprendimiento, que nació hace 18 años, busca rescatar la tradición de la comida afroecuatoriana. Zoila Tamayo, propietaria de este negocio, señala que empezó a preparar comida esmeraldeña porque extrañaba su cultura. “Al conversar con los clientes, siempre me decían que conocían muy poco de las tradiciones gastronómicas esmeraldeñas y por eso le aposté a la comida típica”.

    Tamayo y su familia debieron trasladarse desde Esmeraldas a Santo Domingo, debido a un derrame de petróleo que afectó a la zona en la que vivían. “A una semana de ese accidente, en el que incluso hubo un gran incendio, yo ya estaba buscando trabajo en Santo Domingo”.
    Al principio trabajó por cuatro años en el restaurante de un hospital del cantón tsáchila. Ahí debía vender todo tipo de alimentos.

    Pero cuando su contrato terminó, Tamayo decidió mostrarles a los comensales santodomingueños cómo era la comida esmeraldeña. “Me siento orgullosa de ser afrodescendiente y de que la gente conozca mi comida”.

    Ella empezó su negocio con la cocina y la refrigeradora de su casa. Debía levantarse a las 05:00 y acostarse a las 00:00 para preparar los alimentos y asear el restaurante, porque no tenía empleados. “Debía hacer muchos esfuerzos, como lavar en la noche los manteles, para que estuvieran limpios al siguiente día. Debía hacer lo imposible para que se secaran a tiempo porque no tenía lavadora”.

    El local era pequeño y solo se ofrecían desayunos y almuerzos para ejecutivos y médicos del sector. Ahí invirtió unos USD 1 000.

    Ella recuerda que al principio quiso llamar a su emprendimiento el Rincón Esmeraldeño, pero desistió de la idea porque los clientes llamaban al restaurante por su nombre: Zoila.
    Sin embargo, Tamayo recuerda que la llegada de clientes fijos no fue fácil y tuvo dificultades para introducir la comida esmeraldeña en el mercado de Santo Domingo.

    Hace 15 años, las ventas eran bajas (20 platos al día) porque el santodomingueño no estaba acostumbrado a comer el encocado de pescado, por ejemplo.

    Pero Tamayo no desistió y fue la combinación del bolón de plátano verde con chicharrón, acompañado de un encocado de pescado o de camarón, lo que hizo que el restaurante empezara a tener clientela fija. Hace unos 10 años, se empezaron a vender unos 100 platos durante el día.

    Francisco Morocho es cliente desde hace siete años. Él señala que los bolones tuvieron tanta acogida porque era un plato innovador. “En Santo Domingo no había nada parecido, porque se vendían bolones con jugo de carne, pero nunca con encocado, y esa combinación es deliciosa”.

    Por eso, el bolón es ahora el producto estrella del restaurante. De hecho, una de las dos sucursales se llama Los Encocados de Zoila.

    Ahí solo se preparan desayunos. Porque en el local principal, Tamayo sigue cocinando para sus clientes. “La gente ya conoce mi sazón y si cocina alguien más, ellos se dan cuenta. Así que debo seguir”, afirma la mujer.

    Sin embargo, ahora cuenta con la ayuda de seis empleados en los dos locales. Ellos se encargan de atender a los clientes y limpiar los locales. También le ayudan a preparar los alimentos, pero el toque de sabor sigue dándolo Tamayo, porque ella conoce la receta original de ese plato típico.

    Los bolones y los encocados, especialmente, tienen clientes en varias partes del país. Eso debido a que unos 50 ejecutivos, que vienen de otras ciudades para hacer trámites en Santo Domingo, son sus clientes fijos desde hace más de cinco años.

    Carlos Andrade es uno de ellos. Él es esmeraldeño, pero vive en Quito hace 10 años. Cada vez que viaja a Santo Domingo visita a Tamayo. “Es una parada obligatoria, porque visitar el restaurante es como llegar a Esmeraldas. Se siente alegría, amabilidad y una comida deliciosa”.

    La esmeraldeña Zoila Tamayo es la propietaria de un restaurante con sello afroecuatoriano. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    La esmeraldeña Zoila Tamayo es la propietaria de un restaurante con sello afroecuatoriano. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • En Machachi se fusionan el horno de leña y la sazón del chagra

    Redacción Quito

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    Machachi tiene una tradición gastronómica: la preparación de platos “chagras”, como el cocinado chacarero, que lleva papa chaucha, choclo, habas, mellocos y queso.

    La receta de este y otros platillos los acogió La Posada del Chagra. El emprendimiento familiar prepara -desde hace cuatro generaciones- platos tradicionales de esta población, que es parte del cantón Mejía; su valor agregado es que todos alimentos se preparan en horno de leña, explica Rafael Centeno, gerente general del establecimiento.

    Él se unió al negocio familiar hace cuatro años, luego de dejar su profesión como ingeniero en Sistemas. Las recetas que se elaboran en La Posada del Chagra tienen una tradición familiar que se inició hace casi un siglo, en 1920, explica María Inés Altamirano, gestora del emprendimiento y madre de Rafael Centeno.

    Ella detalla que en ese año, su abuela, Carmen Aymacaña, empezó a preparar papas cocinadas para venderlas en el parque central de Machachi. La tradición la siguió su hija María Masapanta.

    Cuando María Inés Altamirano tenía 8 años, dice, también apoyó a este negocio familiar y aprendió los secretos de las recetas ­gastronómicas de su abuela y de su madre.

    En 1988, cuando Altamirano cumplió 25 años, puso su primer local de comida típica de Machachi llamada La Marujita. En ese mismo año, su esposo sufrió un accidente, por ello sus ansias de ayudarle a él y a su familia la obligaron a trabajar arduamente en el negocio. “Cocinaba hasta la una de la mañana detallando las recetas”.

    La demanda de sus platillos fue aceptable, por eso en julio de 1988 abrió un nuevo restaurante con el nombre de La Posada del Chagra. El capital inicial para el emprendimiento fue de 100 000 sucres, detalla María Altamirano.

    Este dinero sirvió para equipar el local que a la fecha se ubica en el centro de Machachi, y durante los 29 años que está en el mercado la familia ha expandido el restaurante. Incluso hace cuatro años estos emprendedores abrieron una sucursal en las afueras del cantón.
    Los otros platos fuertes del establecimiento son el caldo de gallina, el yahuarlocro, la fritada, el caldo de patas, las empanadas, entre otros.

    Para eso compra gallina de campo o la carne de cerdo y cordero a productores de Latacunga o Machachi; también utiliza productos importados, dice Centeno.

    Ángel Moreno, de la distribuidora MB, les entrega desde hace cinco años piernas, cuero y la lonja del cerdo para el chicharrón.

    David Altamirano, socio de la firma Genua Ecuador, es proveedor de carne de cordero desde hace cinco años. Cada semana entrega 70 kilos. Él explica que esto es para la preparación de platos fuertes y del yahuarlocro.

    Con este y otros insumos, el establecimiento prepara más de 200 platos por semana; y el número aumenta en el fin de semana.

    En todos estos años, el emprendimiento familiar trabaja para mejorar la calidad de sus productos. Por eso fue reconocido con algunas certificaciones desde el 2012 como el distintivo Smart Voyager, el de Patrimonio Gastronómico y de Reconocimiento Patrimonial, del Municipio de Quito y del ­Ministerio de Turismo, respec­tivamente.

    En este año, La Posada del Chagra tiene algunos proyectos, como la idea de convertir a la marca en una franquicia; así podrá abrir una sucursal en Quito. También innovará las recetas.

    La Insignia

    María del Carmen Chiguano, cocinera

    Trabajo en La Posada del Chagra desde el 2008, cuando tenía 17 años. Ya conocía a la familia de Rafael Centeno y cuando me contrataron empecé en el cargo de posillera, es decir, me encargaba de lavar la vajilla.

    Mi desempeño y ganas de aprender acerca del negocio también crecieron a través de capacitaciones. Y después de obtener buenos resultados, me ubicaron en otros cargos como mesera. Cuando me desempeñé en esa tarea aprendí algo muy importante: que el servicio al cliente es la primera carta de presentación de un negocio. Por eso me enfoqué en demostrar a todos nuestros clientes un trato cordial y les explicaba que los platos que preparamos con mucha dedicación y calidad. Mi esfuerzo me llevó a que desde hace un año me desempeñe como ayudante de cocina; ahora soy jefa de esta área en la matriz. Mi aspiración profesional es convertirme en la chef del establecimiento. Para eso estoy estudiando un curso.

    Rafael Centeno y a su madre, María Inés Altamirano, exhiben los principales platos que preparan en la Posada del Chagra. El establecimiento se inauguró hace 29 años en Machachi. Fotos: Armando Prado / LÍDERES
    Rafael Centeno y a su madre, María Inés Altamirano, exhiben los principales platos que preparan en la Posada del Chagra. El establecimiento se inauguró hace 29 años en Machachi. Fotos: Armando Prado / LÍDERES
  • En su menú brillan la sazón manabita y la ayuda social

    Sofía Ramirez

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    Édgar López heredó de su madre, Rosa Lascano, la habilidad de preparar platos del mar con la sazón de Manabí. Por eso, desde hace 26 años, este chef -oriundo del cantón San Vicente- inició con su emprendimiento El Antojo Manabita.

    El establecimiento ofrece diversas recetas “innovadoras” en mariscos como corvina, pargo invernal, ensalada de cangrejo, encebollados entre otros.

    La historia de este local comienza cuando Édgar López, ahora de 52 años, ayudaba desde su niñez a su madre en Manabí a preparar la comida del restaurante que manejaban. A sus 13 años, vino con su familia a radicarse en Quito.

    López detalla que a sus 20 años, luego de trabajar con su mamá, decidió independizarse. Entonces se puso su primer negocio: adquirió un pequeño carro para vender encebollados, guatitas, banderas y empanadas de verde en las calles Vancouver y Polonia, en el norte de Quito; sitio donde actualmente está el local de El ­Antojo Manabita.

    Entre 1984 y 1988 estuvo con este pequeño emprendimiento, y gracias a la confianza de sus clientes se aventuró a invertir sus ahorros, que en ese entonces eran 2 millones de sucres, más un crédito financiero para abrir el primer local de El Antojo Manabita, ubicado en el mismo sector antes mencionado.

    Luego, desde 1988 al 2006, El Antojo Manabita se mantuvo en un local arrendado, pero con una inversión cercana a los USD 250 000, López construyó su propio establecimiento.

    El dueño del negocio detalla que con la consigna de ofrecer productos de calidad estudió Gastronomía en el Chef Center en Quito. También cursó especializaciones en Argentina y Perú; además se graduó de ingeniero en Alimentos y Bebidas en la Pontificia Universidad Católica en Chile.

    El local principal de El Antojo Manabita cuenta con dos pisos y un aforo que supera las 90 personas. La decoración en madera le da el estilo playero. En proveedores, la mayoría son de Manabí y otros de Esmeraldas.

    Roberto Haro, hace 25 años, es proveedor del restaurante. El comerciante afirma que desde Esmeraldas le vende dos toneladas mensuales de diferentes pescados y mariscos, como picudo langostino, filete de corvina, almejas, entre otros.

    El menú de este local cuenta con 60 platos fuertes y en cocteles tradicionales ofrece una bebida elaborada con caña manabita, jugo de naranja, limón y hierbabuena. Para la compra de ingredientes, cada 15 días el establecimiento invierte USD 40 000.

    Pero a El Antojo Manabita no solo se lo conoce por su diversidad en platos tradicionales de la provincia costera. La ayuda social también es un distintivo del emprendimiento.

    López cuenta que hace cuatro años promovió una feria de mariscos. Esta actividad que se realiza dos veces al año y consiste en preparar una cena especial para personas indigentes del sector y de escasos recursos: “Yo también sufrí la falta de un techo, de comida, por eso me gusta ayudar a los más necesitados” dice.

    En número de clientes, el establecimiento tiene un promedio de 500 por día en fin de semana. Lenin Figueroa, comunicador social de una institución pública, es cliente de El Antojo Manabita desde hace 15 años. Él indica que no solo la sazón y la calidad en el servicio es lo que más le atrajo, sino la ayuda social que realiza con las personas de escasos recursos.

    El insignia:

    ‘El servicio al cliente es mi fortaleza’
    Giovanny Vaca, Jefe de Meseros

    Hace más de siete años trabajo en El Antojo Manabita. Antes de llegar a este local, yo ya tenía experiencia como mesero. Trabajaba en un bar en el que atendía mesas. Sin embargo, quería tener más experiencia en este campo. Cuando conocí a Édgar López, su ayuda en esos momentos fue vital para que mi vida cambiara radicalmente. Él me dio la mano no solo en lo personal sino en lo profesional. El cargo que me ofreció fue como mesero. Durante más de dos años atendía a los clientes en las mesas.

    Pero mi esfuerzo ayudó a que me promuevan como jefe de meseros hace más de dos años.
    Mis funciones en este cargo se encaminan en coordinar al personal; distribuirlos por áreas y supervisar que su atención sea de calidad. Además, estoy pendiente que las órdenes salgan a tiempo, con la finalidad de que los platos se sirvan pronto, sin que los clientes tengan que esperar más de 10 minutos. Atender a los clientes siempre me gustó y me ayuda a crecer en lo profesional.

    El equipo de El Antojo Manabita prepara platos costeños. Édgar López (centro) es el propietario de la firma, que tiene dos locales: uno en Quito y otro en Los Chillos. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    El equipo de El Antojo Manabita prepara platos costeños. Édgar López (centro) es el propietario de la firma, que tiene dos locales: uno en Quito y otro en Los Chillos. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • La tradición y la sazón montuvias les abre mercado

    Sofía Ramirez

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

    “Con una horma de esperanza y dedos de clavellina va tejiendo su sombrero la manabita más linda”. Esta estrofa del pasillo ecuatoriano Romance a una tejedora manabita, compuesto por los autores Filemón Macías y Joza y Francisco del Casti, dio vida al restaurante que lleva el mismo nombre.

    El objetivo del establecimiento, ubicado en el norte de Quito, es llevar un “pedacito” de la gastronomía montuvia al paladar más exquisito, señala Sonia Vera, gerente propietaria del local.

    Esta manabita de 34 años explica que la idiosincrasia de esta provincia es aprender los saberes culinarios desde pequeño: “a mis nueve años ya sabía hacer tortillas de yuca; era una tradición familiar el saber cocinar”. Por eso, en noviembre del año pasado, Vera dejó su trabajo en el sector público para cumplir con un sueño: tener un restaurante en el que se reúnan todos los sabores de la gastronomía montuvia en un solo lugar.

    Este emprendimiento familiar ofrece, entre sus principales platillos, bollo de pescado o chancho envueltos en hojas de plátano, hayaca de gallina criolla (masa de maíz con salsa de maní), etc.

    En bebidas, el portafolio del establecimiento ofrece cerveza artesanal manabita, ronpope, café tostado con panela y el tradicional “quemado”; que se refiere a licor de caña macerado con frutas y especies dulces.

    El restaurante vende la experiencia gastronómica manabita. Está decorado con artesanías tejidas en paja toquilla y tiene a un costado de la caja registradora una escultura de Eloy Alfaro, uno de los principales personajes manabitas de la historia del Ecuador.

    La mayoría de sus productos los llega directamente desde Manabí. Esto con la meta de mantener los sabores ancestrales de la gastronomía montuvia.

    Elías Cedeño, 59 años, provee de morcilla, longaniza, gallinas criollas, maní molido y plátanos a La Tejedora Manabita desde la parroquia Calderón (Portoviejo).

    Él afirma que su producto es elaborado de manera artesanal y en horno de leña, por lo que el sabor es “único”. Para el local, Cedeño entrega 60 libras de la morcilla rellena de arroz y otras especies y la longaniza a la semana.

    Los mariscos también los traen desde la provincia costera; en su preparación se utiliza el fogón manabita, ubicado en la parte trasera del local. Aquí se prepara, por ejemplo, el caldo de gallina, los cebiches, el encebollado, etc.

    En la cocina industrial, por su parte, se elaboran cerca 158 platos durante cada fin de semana.
    El número de clientes en La Tejedora Manabita varía de acuerdo a los días, pero en fin de semana pueden ser hasta 200 por día, indica la emprendedora.

    César Dávalos, de 41 años, asistió a este local el día de su inauguración en noviembre pasado. Conoció del restaurante a través de Facebook. El principal platillo que pide cada vez que va es el pescado hornado con salsa de maní. Dice que el sabor es especial cuando se preparan los alimentos en horno de leña. Además, la decoración del ambiente y la música manabita es acogedora.

    Para este año, La Tejedora Manabita está consolidando una nueva línea de negocio enfocada en crear productos como el ají y venderlos con esta marca. Sonia Vera afirma que aún no tiene cifras estimadas de inversión, pero el proyecto podría consolidarse para el próximo año. Además también desean abrir una sucursal en Quito. Por lo que ahora están revisando lugares propicios.

    Insignia

    “El sabor es nuestra insignia”

    María Dolores García. Administradora del local

    Desde octubre del año pasado iniciamos junto a Sonia Vera con este sueño. Yo ayudé a la emprendedora en tema logístico para que en noviembre pasado, La Tejedora Manabita abra sus puertas.

    Me encargo de la administración del local. Entre mis funciones se destacan el relacionamiento con los proveedores, el manejo del personal, controlar la calidad y producción de los platos montuvios. Y cuando tenemos demasiados clientes, que usualmente es en fin de semana, hago de anfitriona.

    El tema gastronómico siempre ha sido importante en nuestra familia procedente de Portoviejo. Y pese a que algunos años viví en Venezuela, las recetas montuvias siempre estuvieron presentes. Con este proyecto, la idea es posicionar la gastronomía de la provincia de Manabí. Para esto, y paso a paso se analiza pensar una nueva sucursal en Cumbayá o Guayaquil, y también la idea es mantener una marca registrada de algunos productos.

    Sonia Vera es gerente propietaria del local que funciona en el norte de Quito. Su estrategia es recuperar las recetas manabitas y ofrecerlas a los comensales de la capital. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Sonia Vera es gerente propietaria del local que funciona en el norte de Quito. Su estrategia es recuperar las recetas manabitas y ofrecerlas a los comensales de la capital. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Ahora, este sánduche tiene sazón mexicana

    Redacción Quito (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    A la hora de fusionar comida todo es posible. Por ejemplo, la gastronomía mexicana puede ir bien con los sánduches. Así pensó Eduardo Félix, presidente ejecutivo de Bazfex, empresa que se dedica al negocio de la comida.

    Esta firma, que desde hace dos años es dueña de La Vecindad de los Cuates, adquirió Yalo’s, un restaurante que se especializa en sánduches y que lleva 23 años en el mercado quiteño.

    Luego de un estudio de mercado que se realizó el año pasado, Bazfex decidió comprar el restaurante para ofrecer una opción que busca fusionar los sabores característicos de México y EE.UU. y que pueda convertirse en una franquicia con rápida expansión en el mercado.
    En agosto del 2015 se cerró la transacción de compra en la Superintendencia de Compañías y desde septiembre trabajaron en el rediseño y ampliación de los locales. En total, por adquisición y remodelación de los locales,

    Bazfex invirtió USD 400 000

    Luego de un estudio de imagen refrescaron la apariencia, eso implicó incorporar un personaje. Así, en enero de este año introdujeron la marca renovada: Yalo’s by Los Cuates. Uno de los objetivos es llegar a exportar la franquicia.

    Félix explica que el concepto de la franquicia es un lugar que ofrece comida rápida que se especializa en sánduches más comida mexicana, como nachos, flautas, burritos y más.
    “Es una alternativa más amplia. El cliente puede comerse unos tacos de pollos, tacos de carnitas y, asimismo, pedir un sánduche”, afirma el empresario.

    Yalo’s abrió dos nuevos locales en la avenida Brasil y otro en la Eloy Alfaro (norte de Quito) y se suman a los otros que tenían en la Guangüiltagua (norte) y de Cumbayá (nororiente).Están por abrir nuevos locales en la República de El Salvador (norte) y el valle de Los Chillos (suroriente). También incorporarán dos ‘food trucks’.

    La cadena cuenta con el servicio de entrega a domicilio y espera expandirse con nuevos locales a Guayaquil, Cuenca y Manta.

    El año pasado, Bazfex registró ingresos de alrededor de USD 2 millones. Con Yalo’s, la firma proyecta facturar, al cierre del 2016, USD 3 millones.

    Para fines de este año, esta empresa incorporará una línea de comida congelada que venderá en cadenas de supermercados. Félix sostiene que ya están en conversaciones con las dos cadenas más grandes del país.

    Belén Andrade, estudiante de medicina, es clienta frecuente de Yalo’s. Ella comenta que asiste a este restaurante por “la calidad y variedad” de su carta. Se puede comer de todo y el sabor es muy bueno”, dice Andrade.

    Camilo Castellanos, quien trabaja en una agencia de publicidad en el norte de Quito, cuenta que acude a Yalo’s cuando no lleva comida preparada desde su casa a su trabajo. “Es una opción rápida, con buen sabor y sana”, dice Castellanos. Este profesional acude a la cadena unas cinco veces al mes.

    Durante este año, la cadena abrió dos nuevos locales en el norte de Quito y Cumbayá; prevé abrir dos más. Foto: Cortesía Yalo´s by Los Cuates
    Durante este año, la cadena abrió dos nuevos locales en el norte de Quito y Cumbayá; prevé abrir dos más. Foto: Cortesía Yalo´s by Los Cuates
  • 18 mujeres emprenden con buena sazón

    Cristina Márquez  (F)
    F-Contenido intercultural

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    La música de Julio Jaramillo suena en la cocina de la Asociación Sumak Micuykuna Karanakuy cada vez que se inicia una nueva jornada de trabajo. Las risas, las bromas y los secretos culinarios heredados por las abuelas también son parte del ambiente.

    Las socias de esa agrupación son 18 amas de casa de Riobamba, Chambo, San Juan y Gatazo. A ellas las unió la necesidad de aportar económicamente a su hogar después de que perdieran sus empleos en diversas instituciones educativas, centros de cuidado infantil y fundaciones, en el 2012.

    “Pensábamos que por nuestra edad nadie nos iba a contratar. Estábamos muy tristes”, recuerda Gloria Bonifaz, administradora de la microempresa.

    Las mujeres, de entre 42 y 58 años, se conocieron en una capacitación dictada por el Instituto de Economía Popular y Solidaria (IEPS). El objetivo del taller era analizar las capacidades y potencialidades de cada una para promover la integración de emprendimientos comunitarios.

    Fue entonces cuando descubrieron que la asociatividad y la buena sazón eran una oportunidad para emprender. Los conocimientos que adquirieron en la capacitación sobre manejo administrativo de empresas, higiene alimentaria, salud y nutrición, se convirtieron en su primer capital.

    Cuando el emprendimiento se oficializó en febrero del 2014, ninguna estaba en posibilidades de aportar un capital monetario. Por eso contribuyeron con las hortalizas y legumbres de sus huertos familiares, las ollas y otros utensilios de sus propias cocinas, entre otros materiales, para iniciar un servicio de bufé.

    De hecho, esa iniciativa inspiró el nombre de la agrupación. Sumak Micuykuna Karanakuy es un término kichwa que significa, buena comida y buena alimentación, y está relacionado con la idea de ofertar comida sana y deliciosa para eventos institucionales, refrigerios para niños, talleres.

    Toda la comida del menú está pensada en la nutrición y en el uso de los productos ancestrales como la quinua, la oca, el chocho y los cereales andinos, que “mantenían fuertes a los abuelos para las tareas del campo”, pero con un toque gourmet para atraer a las nuevas generaciones.
    Los productos estrella son los que se recogen en las huertas orgánicas de sus comunidades, y se complementan con frutas y verduras frescas que adquieren de otros agricultores. Los desayunos, almuerzos y refrigerios nutritivos son su especialidad.

    “No teníamos capital cuando empezamos a ofrecer nuestros servicios. Cada una tuvo que aportar con sus ahorros y sacar pequeños préstamos cuando tuvimos nuestro primer pedido”, cuenta Bonifaz.

    Los 40 niños de un centro infantil fueron los primeros clientes. El desafío para las amas de casa fue convertir un listado de vegetales en platos atractivos a la vista y de excelente sabor para agradar a los pequeños.

    Las recetas de cocina que probaron tuvieron tanto éxito que después de unos meses, recibieron pedidos de más centros educativos. Hoy, ellas proveen cuatro comidas diarias a 200 niños de Riobamba y Chambo.

    Las mujeres se organizaron en comisiones para realizar las compras, planificar el menú diario y para las diversas tareas de cocina. Todas colaboran por turnos en varias funciones.

    Narciza Manzano, de 51 años, es la encargada de la nutrición. “Nunca nos imaginamos que después de estar desempleadas, nos convertiríamos en nuestras propias jefas. Es como un sueño hecho realidad”.

    Para las emprendedoras, equipar mejor su cocina para incrementar el menú de servicios es la principal prioridad. Por eso, ahorran la mayor parte de sus ingresos para reinvertir en menaje de cocina, como ollas, vajilla, cuchillos y otros implementos. Otro objetivo es capacitarse en alta cocina para ampliar y ofrecer banquetes.

    Más información
    Las emprendedoras
    Reciben el salario básico cada mes. El resto de sus ingresos se reservan en una cuenta de ahorros.
    Los insumos
    Los productos que utilizan para sus comidas son orgánicos y se cosechan en los páramos de la provincia.
    Los precios
    El servicio de catering cuesta entre USD 2,50 y 5, por persona. Se ofrece desde cafetería, bocaditos y refrigerios ligeros hasta almuerzos y platos fuertes.
    Planes
    Piensan en una empresa grande y crear fuentes de empleo para más personas.

    Laurita Ichiglema, Gloria Bonifaz, Elsa Narváez, Juana Huebla y Narciza Manzano pertenecen a la Asociación. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Laurita Ichiglema, Gloria Bonifaz, Elsa Narváez, Juana Huebla y Narciza Manzano pertenecen a la Asociación. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • La sazón manabita se moviliza en cuenca

    Redacción Cuenca

    La herencia de Diego Jaramillo, por parte de su abuela Blanca Carvallo, fue la receta para elaborar empanadas de verde con sazón manabita.

    En el 2010, este cuencano y su esposa Gabriela Tamayo iniciaron el emprendimiento Empanadas de Verde, que oferta esta preparación rellena de queso o carne con tres variedades de ají. Sus ventas promedian los USD 800 mensuales.

    Jaramillo recuerda que desde el 2007, junto a Tamayo, preparaba las empanadas de verde en su casa y los comensales “se asombraban con el sabor”. Esa admiración se volvió recurrente, por lo que esta pareja invirtió USD 400 para adquirir implementos de acero inoxidable y un ‘carrito’ para vender este producto en diferentes puntos en el sur de Cuenca.

    Jaramillo identificó que aunque en la capital azuaya sí existían negocios que ofertaban las empanadas de verde, en algunos faltaba formalidad. Por esa razón se concentró en el mercado de su negocio: desarrolló un logo, que imprimió en servilletas, papelería, uniformes de trabajo, entre otros artículos. También, contrató a una persona para atender el negocio. Al inicio, las ventas bordeaban los USD 300 al mes.

    En julio del 2011, Jaramillo y Tamayo abrieron un local en la zona de San Roque (centro de Cuenca), que mantuvieron durante más de un año. Pero, no funcionó. La pareja cree que quizá se debe a que las empanadas son “para llevar o ir comiendo en el camino”, por esa razón funciona mejor venderlas en el ‘carrito’.

    Para Sofía Chica, no importa cómo o dónde se comercializan estas empanadas mientras sean de esta firma. Esta guayaquileña destaca el sabor, textura crujiente, calidad y la atención. “Mis preferidas son las empanadas rellenas de queso”.

    Carlos Serrano es otro cliente. Según él, los tres tipos de ají (encebollado, jalapeño y salsa de chile) atraen al cliente. Este cuencano indica que los lugares donde ha comido este producto cambian el sabor, tamaño, ají… “He comido en este lugar por más de un año y los estándares en el sabor y calidad se mantienen”.

    Jaramillo dice que aunque el plátano verde casi ha duplicado su precio desde el 2010, su receta no modifica los ingredientes, para fidelizar a sus clientes.

    En la av. Remigio Crespo, durante las mañanas, Tamayo produce las empanadas que pueden ser hasta unas 50 al día, según la temporada. Desde las 16:00 hasta las 19:00, de lunes a viernes, Danny Villalta, el colaborador de Empanadas de Verde, las comercializa.

    Jaramillo indica que este año diversificarán la oferta. Venderán sánduches de pernil en otro ‘carrito’, con otro logo y colores distintos. “La idea es mantenerse en el negocio comercializando productos preparados con calidad”.