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  • El chocho es el ingrediente secreto para su producto

    Redacción Quito

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    El chocho, grano andino que ofrece proteína, Omega 3 y 6, fibra, hierro, fósforo y zinc es el ingrediente estrella para María Dolores Escobar, propietaria de Soquina.

    El emprendimiento elabora panes y empanadas con harina de chocho y quinua; además prepara snacks como habas enconfitadas y de sal, y cupcakes de zanahoria.

    La quiteña, de 42 años, explica que Soquina nació en el 2007. Un año antes trabajaba en el área de limpieza de una empresa privada. Sin embargo, debido a su embarazo no le renovaron el contrato, por lo que se vio obligada a buscar nuevas opciones de trabajo para sustentar su hogar.

    María Dolores Escobar detalla que en su adolescencia no tuvo las posibilidades ni herramientas para continuar con sus estudios universitarios una vez que culminó el bachillerato; por lo que mientras buscaba trabajo “muchas puertas se cerraron”.

    No obstante, la emprendedora quiteña cuenta que siempre tuvo el sueño de tener un negocio propio en el que pueda aplicar las recetas familiares con harina de chocho y quinua.

    Así fue como hace 10 años inició el reto. En un inicio hacía habas de sal, pan con harina de soya y garbanzo como snacks. Su capital inicial fue de USD 0,45 -con lo que compró su primera libra de harina de soya-. Con eso comenzó a preparar las recetas de su familia en la cocina de su vivienda.

    Una vez que tenía listo el producto, buscó de puerta en puerta a clientes en empresas. Esto sucedió hasta que en el Municipio de Quito le permitieron comercializar los alimentos.
    En el 2014, Soquina inició con la producción de pan y empanadas con harina de chocho, productos estrella del emprendimiento.

    La materia prima la adquiere de productores en Imbabura.

    Para la elaboración de la harina de chocho se hace el siguiente proceso: cocina el grano, lo seca y luego lo muele en un molino manual. Posterior a eso prepara la masa para el pan y las empanadas. Su pequeña planta se encuentra ubicada en el sector de La Delicia, en el norte de Quito.

    Cada semana utiliza 15 libras de harina de chocho y 15 de quinua para sus productos.
    Con esto elabora 200 panes para vender los martes; y 250 empanadas para ofertar los viernes en ferias de ConQuito y de las administraciones zonales del Cabildo.

    Karina Guzmán, quiteña de 35 años, compró los panes de chocho en una feria del Municipio desarrollada la semana pasada en la Plaza Grande -centro de Quito-.

    Detalla que el sabor y la consistencia del chocho en el pan le da un toque especial. Además, considera que al ser elaborado de manera artesanal permite una mejor alimentación.
    El año pasado la meta de ventas del negocio se cumplió. Soquina facturó USD 2 000; mientras que en el 2015 fue de USD 1 800.

    La proyección a largo plazo de Soquina es tener una mejor presentación. Por eso, María Dolores Escobar asiste a las capacitaciones de ConQuito para mejorar sus procesos de manufactura.

    Quiere ingresar a tiendas y supermercados. Este año también incrementará su producción de panes y empanadas en 50%.

    María Dolores Escobar es la propietaria de Soquina. El emprendimiento nació en el 2007. Elabora panes y empanadas de chocho, quinua y otros. Foto: Julio Estrella/ LÍDERES
    María Dolores Escobar es la propietaria de Soquina. El emprendimiento nació en el 2007. Elabora panes y empanadas de chocho, quinua y otros. Foto: Julio Estrella/ LÍDERES
  • El Secreto de la Abuelita: Su exitoso secreto ya se exporta

    Evelyn Tapia

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    Hace 25 años, Mónica Buljubasich comenzó a elaborar, con una receta casera y en una lavacara de plástico, una masilla para ahuyentar cucarachas, que ahora se comercializa en las principales cadenas de supermercados de Ecuador y Perú con la marca: El Secreto de la Abuelita.

    Esta argentina, radicada en Ecuador desde los 7 años, recuerda que a inicios de los noventa caminaba por las calles de Guayaquil con su sobrino, Marcelo Naht, para promocionar esta “masilla milagrosa”, para combatir a las cucarachas de manera eficaz.

    “Marcelo tenía 12 años y le encantaba ayudarme; (con él) íbamos por las casas y locales dejando muestras de producto gratis para que nos conocieran”, recuerda esta emprendedora.
    Aunque además de su sobrino Marcelo, su hija Camila y sus hermanas Graciela y Ana ayudaban, las jornadas de trabajo de la principal de esta empresa se extendían desde las 07:00 hasta las 24:00 y a veces hasta la madrugada. “Producíamos en la noche y en el día distribuíamos”, cuenta.

    Actualmente, con una producción promedio de 300 000 unidades al mes, 15 empleados, Buljubasich dice que todo el esfuerzo no hubiera valido la pena sin la ayuda de Dios. “Él es mi principal socio”, comenta.

    Con la aceptación que fue ganando la masilla los primeros años, Buljubasich decidió apostar a una fuerza de ventas que no la decepcionó. Unas 40 mujeres de la tercera edad se sumaron como vendedoras del producto.

    “Pusimos un anuncio buscando señoras de la tercera edad. Fue excelente, porque estas abuelitas vendían muy bien el producto a sus familiares y ganaban su comisión. Ahí decidimos ponerle el nombre al producto, por estas abuelitas”, cuenta.

    Freddy Angulo, empleado del área de logística desde hace 18 años, recuerda que al principio tenía que hacer las entregas en bus, hasta que fue necesario tener vehículos propios por el volumen del producto.

    Fue en 1995 cuando la firma dio el paso más importante en su historia. Naht recuerda que estaba recién graduado del colegio cuando su tía comenzó a proveer el producto a Corporación El Rosado, que maneja los locales de Mi Comisariato. El primer pedido fue de 30 cajas y Naht diseñó el empaque para el producto.

    “El gerente en ese entonces era Jorge Franco (+), y cuando le ofrecí el producto se reía. Me dijo que su suegra se lo vendía y lo tenía en todos los cajones de su escritorio. Entonces yo le dije: ‘¿por qué no tenerlo en su supermercado?”, recuerda con una sonrisa la Gerenta de esta empresa.

    El Secreto de la Abuelita ha ido ampliando su oferta de manera paulatina y en respuesta a los requerimientos del mercado, cuenta Naht. Hace siete años, en la firma comenzaron a producir una fórmula para espantar moscas y luego implementaron cajas de incienso de palo santo.

    Mariana Escobar, artesana que provee las cajas de balsa en las que se vende el incienso, asegura que El Secreto de la Abuelita es su principal cliente. “Gracias a esto hemos podido sustentar nuestro hogar. Trabajamos con mi esposo y mis cinco hijas y esto representa nuestro mayor ingreso”, cuenta.

    Este año se suma la nueva línea de desinfectantes antibacteriales con fragancias exóticas y con fórmula patentada, que cuentan con el registro de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA). La meta a mediano plazo es seguir creciendo en el extranjero, en EE.UU., Argentina y México, comenta Buljubasich.

    Hace nueve años ya exportan sus productos a seis cadenas de Perú y en junio esperan comenzar a vender en Colombia.

    Las Cifras

    – 300 000 unidades de la masilla de El Secreto de la Abuelita se pueden producir cada mes.
    15 empleados trabajan en la empresa.

    – 6 cadenas de supermercados en Perú comercializan los productos de El Secreto de la Abuelita.

    – 25 años en el mercado tiene este negocio.

    35% se incrementó la producción del 2013 al 2014.

    – 4 variedades de productos ofrece la marca.

    Gestión

    A todos los emprendedores yo les digo que no tengan miedo a recibir un “no”. ¿Qué es lo peor que puede pasar después de recibir una negación? Hay que seguir intentando. Cuando me sugirieron comenzar a vender mi producto en un supermercado al principio tuve miedo y sé que no es fácil. Pero, ¿qué hubiera pasado si no lo hacía? Definitivamente no estaría aquí. Hoy estamos exportando a Perú y este año a Colombia.

    Este año, la empresa lanzó al mercado tres variedades de desinfectantes líquidos, con una fórmula con base en esencias naturales. La fórmula está patentada. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
    Este año, la empresa lanzó al mercado tres variedades de desinfectantes líquidos, con una fórmula con base en esencias naturales. La fórmula está patentada. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
    Este año, la empresa lanzó al mercado tres variedades de desinfectantes líquidos, con una fórmula con base en esencias naturales. La fórmula está patentada. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
    Este año, la empresa lanzó al mercado tres variedades de desinfectantes líquidos, con una fórmula con base en esencias naturales. La fórmula está patentada. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES.
  • El agua de páramo es el secreto de su pan

    Redacción Cuenca

    El parque Nacional Cajas tiene 232 lagunas y es una de las riquezas naturales de Cuenca. Su agua es el secreto del local El Pan de las Villacís, una panadería que funciona desde 1908 en el centro de la capital azuaya.

    Hace dos años, este emprendimiento empezó a usar el agua de esta reserva natural para la elaboración del pan, explica el gerente, Daniel Idrovo. Esta estrategia se sumó al trigo orgánico que ya utilizaban, para que sus clientes tengan la certeza de la procedencia natural de los ingredientes y estén tranquilos con lo que consumen.

    Ana Mejía, directora del centro Nutrición y Salud (Cuenca), señala que entre más puros sean los ingredientes, se obtienen mejores productos. Por ejemplo, el agua del Cajas no tiene cloro y cuando se mezcla con la levadura, el pan leuda o crece más, porque no hay sustancias que afecten la fermentación natural del pan.

    Además, el uso de productos orgánicos favorece a la salud y sabor. Incluso, a los pacientes con complicaciones gastrointestinales se les recomienda consumir este tipo de pan. Para Miguel Jaramillo, cliente frecuente, el pan que elaboran es excelente por el sabor que da el horno de leña.

    Asimismo, ese cuidado en la selección de la materia prima genera confianza y fidelidad hacia el producto, por esa razón hace tres años camina siete cuadras para comprar el pan allí.

    Además de esa meticulosidad en la selección de ingredientes, Idrovo destinó USD 15 000 para ampliar el local. En los estantes de madera exhiben pan de maíz, mestizo (con harina integral), costra de dulce, cebolla y queso, entre otros sabores. Asimismo, ofertan mermeladas de fruta orgánica, mistelas, crema de café, bocadillos, melcochas, quesadillas, galletas…

    Idrovo reconoce que los negocios relacionados a la gastronomía están alineados con los colores, la presentación, el servicio al cliente y la calidad. Por esa razón, cada que un consumidor visita el local lo invita a probar nuevos productos para que conozca, también capacita a las vendedoras sobre servicio al cliente.

    El Pan de las Villacís conserva sus recetas centenarias y aún son apetecidas entre sus clientes. Por ejemplo, el pan de Pascua, Carnaval y dulce con queso son solicitados. También la leche de tigre (mezcla de leche de vaca, huevos, azúcar y puntas) y las mistelas que combinan frutas y licor de caña. Para Martha Jiménez, la modernidad del local y las nuevas estrategias de venta combinan con la tradición en la elaboración de los panes.

    El cuidado de la salud es un tema que preocupa al consumidor y eso lo sabe Idrovo. Por eso, este cuencano explora ingredientes para mejorar el producto, sin sacrificar el sabor. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, a escala nacional, existen 7 957 panaderías. El gerente de El Pan de la Villacís es consciente de esa competencia y por eso apunta hacia la diversificación.

    Sobre la receta

    Los precios.  Se encuentra pan desde los USD 0,15, según el sabor. Uno de los productos más comercializados es la leche de tigre que cuesta USD 7,95.

    La materia prima.  Esta familia tiene 15 hectáreas cultivadas con trigo orgánico en el cantón Nabón (en la parte oriental del Azuay) con el que elaboran el pan que luego se comercializa en el centro de la capital azuaya.

  • El secreto del aprendizaje es indagar

    Arturo Castillo / Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes

    EL ESPECIALISTA

    En un mundo preexistente, plagado de objetos ‘inteligentes’, la curiosidad y la posibilidad de preguntar se han convertido en actos desprovistos de auténtico interés; quizás porque el nuevo oráculo, Internet, tiene respuestas para absolutamente todo.

    A la vez, contradictoriamente, la nueva generación va perdiendo la capacidad para preguntar, que es el equivalente de la duda, del poder de asombro. Preguntarse es la antesala de la reflexión; da paso a la búsqueda apasionada de aquello que intriga, que acucia; pone en movimiento la imaginación, impulsa a buscar en el entorno las pistas que lleven a una respuesta satisfactoria.

    Pero cuando la respuesta está a la mano, cuando Wikipedia ahorra la fatiga de pensar, la capacidad para indagar se convierte en un hecho electrónico, en una acción fría, que tiene como protagonista a una máquina.

    Llevado esto al campo laboral, quien pregunte más de la cuenta, quien no ‘cache’ las cosas al paso, corre el riesgo de ser considerado lento, incapaz, tonto.

    Este prejuicio se desprende de la formación escolar, que, absurdamente, es un proceso que mata la capacidad para preguntar, la intriga. La uniformidad de la educación, que asume que todos los niños poseen la misma habilidad de aprendizaje, el mismo ritmo, relega a aquellos estudiantes que no entienden.

    Puntualmente, considerar un tiempo prudencial para que los nuevos trabajadores puedan preguntar acerca de sus tareas, para que manifiesten sus dudas e inseguridades, tiene mucho del esquema escolar. No les quedará, entonces, más remedio que quedarse callados, que ocultarse tras su ignorancia, tal como ocurre con sus hijos en las aulas.

    Nada es quizás más trágico que la vergüenza por causa de la curiosidad, de la ignorancia intrínseca. Más trágico aún que las personas escondan su ignorancia fingiendo erudición.

    Sin la libertad interior para preguntar, el individuo se ve obligado a aceptar verdades ajenas. Ninguna empresa debería poner barreras para que sus trabajadores pregunten, reflexionen, para que a partir de ello sean capaces de tomar iniciativas, de decidir creativamente.

    «NINGUNA FIRMA DEBERÍA PONER BARRERAS PARA  QUE SUS EMPLEADOS PREGUNTEN. LA REFLEXIÓN INCENTIVA LA CREATIVIDAD».