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  • Su sentido de la aventura salió de los libros

    Alexander García

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    En la adolescencia se enganchó con las aventuras de personajes de novelas fantásticas en sagas como ‘Harry Potter’ o ‘El señor de los anillos’. En la biblioteca de la aplicación de Kindle de su tableta, donde mantiene libros electrónicos en inglés, consta un volumen de ‘La isla del tesoro’, de Robert Louis Stevenson, la novela de aventuras por excelencia.

    Los inversionistas encarnan un buen modelo de aventurero contemporáneo para José Antonio Hidalgo Molina, presidente de la Cámara de Comercio Ecuatoriano-China, quien disfruta las vivencias de hombres de negocios, que comparten sus memorias o trazan parábolas sobre su trabajo.

    En ese marco, Hidalgo destaca entre sus lecturas al británico Tim Clissold, escritor de negocios y autor de ‘Mr. China’ y ‘Chinese Rules’. Los libros cuentan las vivencias modernas y contemporáneas por las que ha pasado Clissold como asesor de Wall Street en el gigante asiático, desde la época en la que las fábricas públicas del país se abrieron a la inversión extranjera directa.

    Hidalgo, quien realizó un masterado en Relaciones Internacionales en la Peking University, disfruta de las anécdotas, las experiencias negativas, los conflictos y también de las malas inversiones, que relatan estos libros, pero también del aprendizaje que surge de entender otra cultura.

    En ‘Mr. China’, un libro que recomienda a sus estudiantes de emprendimiento en la Universidad Católica de Guayaquil, los inversionistas aprenden a respetar y admirar a la nación que tratan de conquistar, con los “trabajadores más creativos y con más recursos que jamás conocerían”.
    En esa suerte de género sobre la aventura de hacer negocios, también menciona el libro ‘The Hard Thing about Hard Things’, (Lo difícil de las cosas difíciles) del empresario estadounidense Ben Horowitz, acerca de las dificultades de iniciar una empresa.

    Las biografías de gente que impulsa cambios en el mundo y los ‘libros de negocios’ son una fuente para entender nuevas ideas de inversión. Algo clave para Hidalgo, quien además de profesor universitario es cofundador de Annex Asia, una firma que audita y realiza inspecciones a fabricantes en China para clientes de países como Chile, Perú y Ecuador.

    Su estadía y relación con el país asiático –se fue de adolescente un año para aprender el idioma y luego cursó su maestría durante dos años y medio– han marcado sus preferencias, incluso en un género como la historia, otro de sus intereses.

    Entre los últimos libros físicos que Hidalgo ha comprado están ‘¡Que viva la música!’, una novela de iniciación del escritor colombiano Andrés Caicedo. Y en la biblioteca digital que tiene instalada en sus dispositivos electrónicos constan títulos como ‘Orgullo y prejuicio’, de Jane Austen.

    “He leído y recomiendo ‘El arte de la guerra’, del general y filósofo chino Sun Tzu’, también como un libro de estrategia de negocios -dice el director de la Cámara China-. Y cómo contraparte occidental está ‘De la guerra’, del general prusiano Karl von Clausewitz”.

    Hidalgo fue elegido hace dos semanas como presidente de la Cámara. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Hidalgo fue elegido hace dos semanas como presidente de la Cámara. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • ‘Un estado cuando todo pierde sentido’

    Arturo Castillo / Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes

    El lenguaje corriente usa de manera despreocupada expresiones como ‘neurótico’, ‘bipolar’, ‘paranoico’, ‘maniático’, ‘depresivo’, ‘compulsivo’, generalmente para caricaturizar ciertas conductas. Curiosamente, esas ‘ingenuas’ rotulaciones, aparentemente coloquiales, a veces delatan la condición psicológica de los aludidos. Existen dolencias del alma que pasan en la cotidianidad como normales y tolerables, a menos que se exacerben y cobren un carácter dramático.

    Se trata de la ‘patología de la normalidad’, como sostenía Erich Fromm; conductas que la sociedad pasa por alto y que se han vuelto habituales. La ambición, por ejemplo, se considera una virtud en la sociedad actual; quien quiere triunfar debe ser ambicioso. Su ambición, sin embargo, podría llevarle a ‘enloquecer’.

    De otra parte, la depresión, mal distintivo de la Era de la Informática, ataca a millones de personas, que se sienten mortalmente solas a pesar de que sus cuentas virtuales están repletas de ‘contactos’.

    El pensamiento común concibe la depresión como un estado anímico transitorio, fácil de superar con algo de entretenimiento. La consigna es: ‘si estás ‘bajoneado’, ¡diviértete!’.

    En el ámbito laboral, los signos de la depresión se presentan como desidia, absentismo, improductividad, desconcentración, comunicación errónea, entre otros.

    La empresa buscará librarse del trabajador ‘incompetente’. Difícilmente se interesará por el sujeto como tal, con sus problemas humanos.

    Síntomas como melancolía, tristeza, baja autoestima, desesperanza, pesimismo crónico, aislamiento, anuncian la depresión. ¿Está la persona inhabilitada para trabajar? La respuesta no la tiene la empresa, sino el profesional de la salud. La compañía debe tomar cartas en el asunto. RR.HH., debe canalizar la situación, a fin de que las presiones laborales no agraven el estado psicoemocional del trabajador.

    Lo que la medicina ocupacional y la psicología industrial entienden como ‘riesgos del trabajo’ no siempre les permite abordar adecuadamente las complejidades anímicas y psicológicas de los trabajadores. Tampoco han desarrollado suficientemente estrategias de salud preventiva. Pasa como con las políticas de salud pública, que concentran su atención en el tratamiento de enfermedades, mientras que el bienestar, que radica en lo preventivo, está totalmente ausente.

    La salud ocupacional no debiera consistir en el tratamiento de las dolencias ligadas a ambientes laborales altamente nocivos, sino en la generación de políticas y prácticas que hagan del trabajo una experiencia estimulante, gozosa.

    Email: arturo.castillo@catarsis.ec