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  • La siembra de trigo toma impulso en Chimborazo

    Cristina Marquez

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    Los campos de Alausí lucen dorados en esta temporada del año. Entre julio y agosto las cerca de 1 000 hectáreas de trigo que sembraron unas 2 000 familias de las 10 parroquias de ese cantón, situado al sur de Chimborazo, están listas para la cosecha.

    Alausí tiene la mayor cantidad de hectáreas sembradas con ese cereal en la provincia; le siguen Chunchi y Guamote. Chimborazo, a su vez, es la primera productora de trigo a escala nacional.

    Esa provincia abastece el 0,98% de la demanda nacional de trigo; entre Imbabura, Carchi, Loja y Cañar abastecen el 1,02%. El 98% restante se importa desde Canadá, Chile y Argentina.

    “El trigo es una de las materias primas que más requiere la industria. Se destina para la fabricación de harina, que es uno de los alimentos que más se consume en el país. Sin embargo, a pesar de que la demanda se incrementó, el número de productores ha estado disminuyendo”, cuenta Danilo Basantes, director provincial del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) en Chimborazo.

    Algunas de las razones por las que los agricultores dejaron de sembrar trigo tienen que ver con los bajos precios que se pagaban en el mercado. Además, debido a un fuerte movimiento migratorio, escaseó la mano de obra.

    “Los jóvenes ya no quieren cultivar. Casi todos migraron a las ciudades a estudiar y ahora buscan trabajo en otras áreas. La agricultura ya no les interesa”, comenta Julio Sánchez, de la comunidad Guñac, en Alausí.

    Él, al igual que otros 26 agricultores de la zona, siembra trigo desde hace más de 30 años. Antes habían más productores, pero muchos abandonaron sus tierras por migrar a otros países.

    Según una investigación que hizo el MAG, la edad promedio de los agricultores es de 55 años y los jóvenes no demuestran continuidad con el oficio de sus padres.

    “Esa realidad nos motivó a diseñar una estrategia para motivar a la gente a volver a sembrar trigo. Se aplica con un enfoque de cadena productiva”, dice Basantes.

    El MAG se alió con la organización no gubernamental Codespa y a los gobiernos municipales para emprender la campaña. La ayuda consiste en capacitar y asesorar a los productores para que obtengan un mejor rendimiento en sus cultivos y prueben variedades idóneas para la industria panificadora – el pan es el alimento que más consumen los ecuatorianos – , pues las que actualmente se siembran (Vivar y Cojitambo), aún no cumplen con los parámetros de humedad, impureza y peso electrolítico que demandan las empresas molineras.

    “Estamos haciendo varias pruebas de campo para encontrar las variedades más aptas para esta zona”, explica Fabián Cerón, técnico del MAG para Alausí y Chunchi.

    La estrategia para impulsar la siembra del trigo se inició hace cuatro años y ya se miran los primeros resultados. En el 2014 se producía 0,6 toneladas de trigo en cada hectárea de terreno (t/ha); para el 2017 el promedio de producción se incrementó a 1,5 t/ha, aunque en algunos sitios el rendimiento fue de hasta 3 t/ha.

    Otro punto fuerte de la estrategia es la ayuda en la comercialización. En Gonzol, Chunchi, se construye un centro de acopio que entrará en funcionamiento en agosto, cuando se da la mayor cantidad de cosechas.

    Desde allí se distribuirá la totalidad de trigo acopiado al país. El MAG ya negocia la venta del cereal a las principales industrias molineras y, en ese proceso, se cuenta con el respaldo de los técnicos de la ONG Codespa.

    “Hemos logrado acuerdos muy importantes. Hay compañías que ya cuentan con planes de responsabilidad social que incluyen el apoyo a los pequeños productores, como Moderna Alimentos”, dice Freddy Costales, coordinador de Codepsa en Chimborazo.

    Los agricultores también reciben capacitaciones para aprender a manejar registros contables básicos y la visita constante de técnicos que revisan sus cultivos. Además, recibieron kits de fertilizantes y semillas certificadas.

    El acceso a microcréditos también es parte del plan. Hay instituciones aliadas como la Cooperativa Fernando Daquilema que ofrece créditos de fácil acceso, con intereses bajos.
    “El campo está tomando un nuevo impulso. Ahora ya no sólo pensamos en no dejar de producir trigo, sino en producir trigo de la mejor calidad para que el precio en el mercado se incremente”, dice Manuel Apulema.

    En Alausí, algunos trabajadores recogen el  cereal de manera artesanal. Es el cantón en el que más se produce a escala nacional. Durante la época de verano es cuando se hace la cosecha. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    En Alausí, algunos trabajadores recogen el cereal de manera artesanal. Es el cantón en el que más se produce a escala nacional. Durante la época de verano es cuando se hace la cosecha. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Un lugar que siembra la semilla del arte

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    La melodía de un piano invade los pasillos del Centro Cultural Artisteca, ubicado en el Centro Histórico de Quito. El sonido proviene de una sala en la que un grupo de niños aprende a tocar el instrumento musical.

    El arte es el idioma en todos los espacios de Artisteca. Mientras en un salón realizan estiramientos para una práctica de danza, en otro, parejas de jóvenes bailan al ritmo de la salsa.

    Los más pequeños, en cambio, ponen a prueba sus habilidades artísticas, con tijeras, lápices de colores y acuarelas.

    El centro cultural es uno de los proyectos bandera de responsabilidad social de la entidad financiera Diners Club. Leticia Cordero, coordinadora de Artisteca, aclara que no se trata de una academia sino de un lugar de acercamiento al arte, principalmente para la población de menos oportunidades.

    La labor de Artisteca se divide en varios componentes. El primero son los talleres de diferentes expresiones artísticas: música, danza, teatro, artes plásticas y literatura. Los cursos no solo se imparten en el Centro, también en fundaciones y en ONG que trabajan con personas vulnerables.

    Micaela Aumala, de 26 años y madre soltera de una pequeña de 5 años, asiste al centro junto a su hija. En este lugar, la niña aprende de dibujo y pintura experimental, armonía musical, monigotes artísticos, danza y estimulación sensorial. Mientras ella aprovecha el tiempo asistiendo a clases de baile estilo latino o danza moderna.

    “Mi hija está feliz. Le ha ayudado a perder el miedo escénico. A mí me relaja bastante”, cuenta Micaela, quien de esta forma aprovecha las tardes con su hija.

    Los talleres se ofertan de forma permanente, en cinco ciclos anuales, con duración de dos meses cada uno. En cada ciclo se ofrecen alrededor de 70 talleres, con un alcance aproximado de 1 500 participantes. El lugar está abierto al público de martes a sábado, de 08:00 a 19:00 horas.

    Otro de los componentes de Artisteca es el acompañamiento en aula, mediante el cual se ofrece a docentes herramientas para impartir sus clases de manera innovadora, a través del arte.

    Karina Revelo es maestra de primero de Básica en la Unidad Educativa Rafael Larrea. Una vez por semana, un guía de Artisteca narra cuentos a sus alumnos, valiéndose de recursos fonéticos y expresiones corporales. “Lo hace de una forma más creativa”.

    El espacio artístico también realiza visitas culturales con los cursantes a teatros, exposiciones artísticas y musicales.

    Además, ofrece su estudio de grabación para la realización de mezclas y masterizaciones de cualquier género musical. El costo varía según un estudio socioeconómico que realiza Artisteca de los interesados.

    El quinto componente del centro cultural es la realización de concursos anuales en diferentes géneros artísticos, dirigidos a jóvenes estudiantes, de entre 14 y 18 años de edad.

    Retorec es uno de ellos. En este concurso se premia a composiciones musicales; en Atapalabras, cuentos de ficción; mientras que en Crear­teco, la creación de arte en colec­tivo, siendo el único concurso donde la participación es por colegio.

    La semana pasada se premió a los ganadores de Atapalabras, que en esta edición tenía como temática ‘Superhéroes ecuatorianos’. El primer lugar se lo llevó Eduarda Troya, con el cuento Colithi, cuyo protagonista era un colibrí que salva de los incendios a la ciudad.

    La música es una de las expresiones artísticas que se imparten en el Centro Cultural Artisteca. Foto: Galo Paguay /LÍDERES
    La música es una de las expresiones artísticas que se imparten en el Centro Cultural Artisteca. Foto: Galo Paguay /LÍDERES
  • La fiesta de la siembra se celebró en la parroquia Salasaka

    Redacción Sierra Centro

    Los sonidos agudos de la bocina y del churo o caracol retumbaron en la plaza artesanal de Llika Kama, en el centro de la parroquia Salasaka.

    Estos instrumentos musicales anunciaron que la celebración del Kulla Raymi o Fiesta de la Fertilidad comenzó en este pueblo del cantón Pelileo, en Tungurahua.

    Por un momento, todo quedó en silencio pero luego el ambiente se llenó de las melodías interpretadas con el bombo, la flauta y el redoblante de los tres integrantes del Grupo Salasaka.

    La reina del pueblo, de 20 años, llevó en sus manos una shigra elaborada con hilos de cabuya llena de granos de maíz para la siembra. También, se usó una corona elaborada con flores que adornaba su larga cabellera. Cuatro hombres fornidos dieron tres vueltas hasta el centro de la plaza, donde Rufino Masaquiza, un conocedor de la cultura andina, dibujó la chakana con granos de maíz, habas, cebada y fréjol. También, con pétalos de flores, frutas y pan, como una forma de agradecimiento a la Pacha Mama (Madre Tierra).

    Ellos encabezaron este ritual, que las comunidades indígenas festejan cada 21 de septiembre. La ceremonia es importante para las comunidades de la región interandina, como agradecimiento a la Ashpa Mama, considerada la dadora de la vida y de los alimentos.

    “Una vez al año debemos agradecerle a nuestra ­Madre Tierra, al aire, al fuego y al agua, que son los dadores de la vida”, comentó Masaquiza. Aseguró que
    esta fecha es en honor a la fertilidad y fecundidad de la Ashpa Mama, que también está relacionada con la fertilidad de la mujer.

    Los hombres participaron en el Kulla Raymi o Fiesta de la Fertilidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los hombres participaron en el Kulla Raymi o Fiesta de la Fertilidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Grupos de afros tecnifican la siembra de cacao

    Marcel Bonilla

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    Un total de 200 productores de cacao de poblaciones afro de San Lorenzo y Eloy Alfaro, norte de Esmeraldas, fomentan la producción del grano, con procesos de tecnificación para ­aumentar los quintales cosechados por hectárea.

    Durante años, los habitantes del norte vivieron de la producción de la madera, palma africana y la minería, pero decidieron volver a la actividad cacaotera, como fueron enseñados por sus ancestros.

    Enqui Valencia, de la población de Maldonado, explica que los afros de la zona norte de Esmeraldas son cacaoteros-recolectores por tradición. Sus ancestros les entregaron plantaciones que mantienen cerca de 80 años, que no eran tan productivas y que ahora se han tecnificado.

    El proceso de tecnificación empezó hace tres años, con el apoyo del Gobierno Provincial de Esmeraldas, que ha logrado integrar a productores en asociaciones, con plantaciones en sus terrenos.

    El plan de manejo integral comprende un diagnóstico de las fincas, aplicación de fertilizantes, fungicidas, insecticidas, dotación­ de plantas nuevas, así como la aplicación de material genético, explica Carlos Bastidas, coordinador de la Mesa de Cacao de la unidad de desarrollo productivo de la Prefectura de Esmeraldas.

    Los afroesmeraldeños de los cantones Eloy Alfaro y San Lorenzo han ido progresivamente reemplazando antiguas plantaciones con cacao nacional mejorado, para duplicar en 12 quintales la producción por hectáreas.

    Virginia Borja, productora de cacao, ha mejorado su rendimiento en los últimos tres años con la implementación de granjas integrales. Hace tres años sus plantaciones producían entre tres y seis quintales por hectárea, actualmente obtiene entre 10 y 12 quintales por hectáreas.

    Los productores aprenden técnicas de poda, fertilización, regulación, injertos y diagnóstico, con el apoyo de cinco técnicos de la Prefectura. En poblaciones como Carondelet, Santa Rita, Cachaví, Urbina, organizaciones no gubernamentales y el Ministerio de Agricultura también han capacitado a los productores.

    En Eloy Alfaro y San Lorenzo existen 120 productores que son parte del manejo integral de plantaciones de cacao, cada uno con tres hectáreas. Allí se ha inter­venido en 60 hectáreas con granjas integrales y se trabajan en 40 hectáreas más.

    En Eloy Alfaro está la Asociación de productores de cacao del norte de Esmeraldas (Aprocane), mientras que en San Lorenzo, la Asociación de productores agrícolas de Santa Rita (Asoproasari). Esas organizaciones afros trabajan con granjas integrales, y buscan acoger a un 90% de productores que mantienen su forma tradicional de producción.

    Aprocane recibe cacao de 600 socios comerciales (no son parte de las fincas integrales) que venden su productos a la organización sin intermediarios, esto permite exportar a Suiza por encima de las 300 toneladas anuales.

    Lilian Dalfo representante de Aprocane, asegura que la siembra de cacao devuelve esa actividad ancestral a las comunidades negras, que procuran no vender sus tierras para hacer cultivos asociados con buena rentabilidad.

    Cacaoteros de San Lorenzo y Eloy Alfaro reciben capacitación para mejorar el rendimiento de sus plantas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Cacaoteros de San Lorenzo y Eloy Alfaro reciben capacitación para mejorar el rendimiento de sus plantas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • La siembra de chocho es más rentable

    Cristina Marquez

    (I) 
    redaccion@lideres.ec

    El precio estable del chocho y la alta demanda en los mercados de la Sierra centro son los factores que motivan cada vez a más agricultores de Chimborazo a optar por la siembra de la leguminosa.

    Este año se espera cosechar en esa provincia unos 4 200 quintales de chochos, es decir, cerca de un 10% más que en el 2015. La producción de Chimborazo abastece los mercados de Riobamba, Ambato, Quito y también se envía a otras ciudades de la Costa.

    Según el cálculo de los técnicos del Ministerio de Agricultura (Magap), el consumo promedio de chochos en el Ecuador es de ocho kilos anuales por persona. La alta demanda se debe a la versatilidad gastronómica y cualidades nutricionales de la leguminosa.

    Los cantones con más producción son Alausí, Colta, Guano, Riobamba, Penipe y Guamote. Allí, los comuneros, incluso, se asociaron para investigar sobre las variedades de chocho mejor adaptadas a los páramos andinos y para comercializar el producto a un mejor precio.

    La Corporación de Productores de Leguminosas y Granos Andinos del pueblo Puruwa, por ejemplo, es una de las agrupaciones con más experiencia en la producción de la leguminosa. Ellos se asociaron en el 2008, tras recibir una capacitación del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Iniap).

    “Una charla de 30 minutos sobre las cualidades del chocho nos bastó para decidirnos por este producto. Lo conocíamos bien, porque nuestros abuelos siempre lo sembraban, pero no sabíamos que había nuevas variedades y más opciones en el mercado”, cuenta Julio Bravo, coordinador de Corpo Puruwa.

    El día de la capacitación, los técnicos también les entregaron semillas de alta calidad para probar en sus terrenos. Los resultados fueron tan buenos que los agricultores incluso fundaron un nuevo emprendimiento comunitario.

    Su empresa se denomina Muchuk Yuyai y se dedica a comercializar semillas certificadas de chochos, chochos cocidos y listos para el consumo o en grano seco. La empresa cuenta con 62 socios de cuatro comunidades.

    Guano, al norte de la provincia, es el segundo cantón con mayor volumen de producción. Las flores moradas de los chochos decoran el paisaje en las comunidades de Ilapo, a 30 minutos de la cabecera cantonal.

    Allí, la producción de chocho tiene acogida debido a las características del terreno. El suelo es arenoso y hay escasez de agua, por lo que otros cultivos no funcionaban bien. “Antes de optar por el chocho, nuestra situación era difícil. El agua siempre nos falta y los sembríos de maíz se perdían por las sequías”, cuenta Luis Llongo, agricultor de La Delicia.

    El chocho, a diferencia de otros productos, no es un cultivo exigente por lo que no requiere una inversión alta y se adapta, incluso, a suelos arenosos y erosionados. De hecho, los nódulos de las raíces producen nitrógeno y ayudan en la recuperación de suelos.

    En Guano, la comunidad La Delicia es una de las poblaciones que prosperó gracias a la producción de chochos. Habitan 25 familias y todas tienen al menos una cuadra de sembríos de esta leguminosa.

    Sus productos son apetecidos entre comerciantes intermediarios de Latacunga, Riobamba y Ambato, que incluso pagan anticipos para asegurar la venta. Cada quintal, dependiendo de la calidad del chocho, cuesta entre USD 75 y 110. Pero en las bodegas de granos secos el costo puede alcanzar los USD 210.

    Mientras que los días de feria, los mercados locales se llenan de puestos de venta de chochos que se expenden cocinados y listos para el consumo. El costo es de un total de USD 1,50 cada libra.

    En el 2012, solo había 150 hectáreas en Chimborazo, pero debido a que este cultivo fue considerado prioritario por el Magap y se promocionó como parte de la campaña ‘Coma sano, justo y soberano’, para el 2013, cerca de 400 familias optaron por sembrarlo y la cantidad de hectáreas ascendió a 380.

    Otra motivación es el rendimiento del cultivo. En 100 metros cuadrados se siembran 50 libras y se obtienen entre ocho y 10 quintales. “Cultivar chochos es la mejor opción. Es uno de los pocos productos andinos que a la gente sí le gusta y dependemos de la cosecha de la temporada para subsistir todo el año”, cuenta el agricultor Llongo.

    Los agricultores de la  Corporación de Productores de Leguminosas y Granos Andinos del pueblo Puruwa  tienen amplia experiencia  en la siembra de chochos en la zona de Guamote. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los agricultores de la Corporación de Productores de Leguminosas y Granos Andinos del pueblo Puruwa tienen amplia experiencia en la siembra de chochos en la zona de Guamote. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La siembra de la cebada recibe apoyo

    Cristina Marquez

    Contenido intercultural

    Los rituales de agradecimiento a la Pachamama por la cosecha de granos secos y cereales volvieron a escucharse en Chimborazo. La cebada, un cereal que hace una década se sembraba en su mayor parte para el consumo familiar, es el nuevo protagonista en las comunidades indígenas de Riobamba, Colta, Guamote y Alausí.

    Cervecería Nacional inauguró su programa de desarrollo sustentable Siembra Cebada en la Sierra centro. Unas 350 familias de agricultores de Chimborazo forman parte de esta iniciativa que busca recuperar este cultivo andino, fomentar la siembra y comercializar el cereal en las grandes industrias alimenticias del país.

    El proyecto se inició en el 2009. Ese año los agricultores de la Sierra norte y centro, se mostraban desinteresados por la siembra de cebada por la poca rentabilidad que generaba el cereal y por la falta de mercados para comercializarlo.

    Es que a pesar de que la demanda de cebada en el Ecuador está insatisfecha, las variedades que se cosechaban en los campos no eran apetecidas por su baja calidad. Eso motivó a los ejecutivos de la firma a emprender una iniciativa de carácter social.

    Cervecería Nacional, firmó un convenio con el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca para fomentar la siembra de cebada y mejorar la calidad de las semillas. La empresa privada aporta a los agricultores asesoría técnica, capacitaciones frecuentes, una campaña para motivar la siembra y ayuda en la comercialización del cereal.

    Entre tanto, el Magap entrega a los agricultores kits agrarios que contienen abonos, semillas certificadas, mecanización y maquinaria agrícola. También, realizan un acompañamiento técnico denominado ‘hombro a hombro’.

    Esta estrategia consiste en que en cada parroquia hay un técnico agrícola que asesorará a los agricultores durante el proceso de siembra, cuidados y cosecha. “Creemos que este cultivo tiene potencial, por eso decidimos apoyar esta alianza estratégica. El objetivo es recuperar y mejorar la siembra de cebada para promover el desarrollo”, dijo Wilson López, director provincial del Magap en Chimborazo.

    En la primera fase del programa un equipo técnico se dedicó a investigar las variedades de cebada y a mejorar las semillas. Esto permitió que el rendimiento del cereal se incremente de media tonelada de cebada por hectárea, a dos toneladas.

    Los agricultores recibieron semillas de cebada escarlet y cañicapac. Ambas variedades son apetecidas por la industria molinera por su textura, además se adaptan fácilmente y tienen un alto rendimiento agrícola.

    El programa siembra cebada se inició en el norte del país con 13 familias que sembraron 23 hectáreas de cebada. Para el 2015 unas 300 familias se habían sumado a la iniciativa y se sembraron 1200 hectáreas de cebada.

    Ese mismo año Cervecería Nacional apoyó en la comercialización de 4 000 toneladas y los compradores fueron las industrias molineras del país. Cada agricultor recibió entre USD 23 y 25 por cada quintal del cereal.

    Este año se sumaron al proyecto los agricultores de Chimborazo, Bolívar y Cotopaxi y se sembraron 2 000 hectáreas que están en proceso de cosecha. La recuperación del Jaway, un ritual indígena que se realiza en esta época del año para agradecer a la tierra por los alimentos, también es parte del plan.

    “Cuando empezamos el programa aquí en Chimborazo nos encontramos con esta maravilla cultural. Nos propusimos difundirlo en los medios de comunicación para atraer también al sector turístico. Las prácticas ancestrales son parte de este programa que no solo es agrícola, sino también humano”, explica Hugo Orellana, responsable del programa de desarrollo sostenible de Cervecería Nacional.

    En el futuro, esta empresa espera convertirse en la principal compradora del producto de su propio programa. Con ese propósito, el Ministerio de Agricultura ya trabaja en las pruebas técnicas y trámites de importación de semillas de una variedad denominada mercafe.

    Detalles

    La cebada que se produce hoy en el país no es apta para la producción cerveza porque no es una variedad maltera.

    La variedad  mercafe, se importará desde Canadá y EE.UU. y es apta para la producción de Cervecería Nacional.

    El Jaway es un ritual indígena que se practica en las comunidades durante la cosecha de cereales, pero que estuvo cerca de desaparecer.

    Ejecutivos de Cervecería Nacional estuvieron hace dos semanas en los sectores donde se siembra cebada. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Ejecutivos de Cervecería Nacional estuvieron hace dos semanas en los sectores donde se siembra cebada. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Apoyo a la siembra de madera y cacao en Esmeraldas

    Redacción Esmeraldas

    Un proyecto agroforestal que contempla la siembra de cacao y madera involucra a 500 agricultores de 32 comunidades de Esmeraldas, Pichincha e Imbabura.

    La iniciativa partió de la Fundación Forestal Juan Manuel Durini y su programa Bosques para Siempre, con el apoyo de la Corporación Andina de Fomento, hoy Banco de Desarrollo de América Latina.

    Ángel Jácome, director de la Fundación, explica que la finalidad es contribuir a que los agricultores mejoren sus ingresos económicos. Ellos recibieron guías metodológicas y capacitación sobre cómo plantar variedades de cacao y madera.

    En la primera fase que empezó en junio del 2010, participaron 250 agricultores. En el 2011 se involucraron otros 250. La meta es tener 500 hectáreas sembradas de cacao fino de aroma y madera.

    Los agricultores tienen tres maneras de sembrar: con linderos establecidos con árboles forestales; mediante plantaciones agroforestales, donde se mezcla cacao con árboles forestales; y con el método de plantaciones puras.

    JoséÁlvarez, uno de los beneficiados del proyecto, sembró cuatro hectáreas con cacao fino de aroma, a orillas del río Canandé, en Quinindé. “El apoyo técnico entregado ha sido importante”.

    Otro de los beneficiados es Pedro Quintanilla, de la Comunidad Unidos Venceremos Dos, del cantón Pedro Vicente Maldonado. Cuenta que aprendió a mejorar la poda y la clonación del cacao para mejor la calidad del producto.

    A los agricultores se les entrega, sin costo, 300 plantas de cacao fino de aroma y 300 plantas de cuatro especies: laurel, terminalia, melina y jacarandá.

    Las plantas son altamente productivas. En el caso de la madera, los agricultores cosecharán después de 14 años, y el cacao entre 16 y 24 meses. Con la genética aplicada se obtendrán más cacao por hectárea, asegura el director de la Fundación.

    Si una finca producía dos quintales por hectáreas, con las nuevas técnicas, se tendrá 25 quintales, aclara. Ahora se trabaja en la consecución de empresas anclas que garanticen la compra del cacao.

    En el caso de la madera, la Empresa Endesa Botrosa, compraría toda la producción en las zonas intervenidas, tras la firma de un acuerdo con los agricultores.

    La inversión en el proyecto es de USD 450 000. El Banco de Desarrollo de América Latina aporta con 150 000 no reembolsables, explica Jairo Tiusabá, ejecutivo de Competitividad del organismo.

    En la primera fase se involucraron a 15 comunidades, y en la segunda 17. El proyecto termina en julio de este año. En lo posterior se incorporarán a más comunidades a que participen en reforestación, una vez que se evalúe el proceso.

    En una tercera etapa se hará la conexión entre los agricultores y el gran mercado para vender el cacao sin intermediarios.