Según estudios, solo un 3% de las personas tiene metas claras y trabaja para conseguirlas. Y estas personas son distraídas por quienes no tienen metas, exigiendo tiempo y atención. Las personas que no tienen metas se manejan con listas de tareas. Tienen tareas por hacer y las hacen todas, sin priorizar. Las personas con metas no trabajan con una lista de tareas.
Trabajan con una lista de metas, a las que relacionan con tareas que sí deben cumplir. Por ello, priorizan y no hacen las tareas de la lista de la primera persona, porque para ellas no tiene ningún sentido dedicarles tiempo ni esfuerzo. Las personas sin metas se enfadan con las personas con metas, porque las personas con metas hacen lo que tienen que hacer y no cumplen con la lista de tareas de las personas sin metas. Las personas con metas tienen una actitud superadora: deciden en función de sus metas y cumplen con las tareas asociadas a ella.
Michelle Obama dijo: “Una de las lecciones con las que crecí es que debía permanecer fiel a mí misma y nunca dejar que alguien me distraiga de mis metas”.
Para el especialista en teoría del crecimiento económico y premio Nobel de Economía, Robert Solow, la fuente primordial de productividad y crecimiento es la innovación. En ese sentido Corea del Sur es el país más innovador del mundo según el último Índice Mundial de Innovación 2019 elaborado por Bloomberg.
Israel ocupa la quinta posición. Es el país con la tasa más alta de ‘start ups’ del mundo. Y cuenta con más compañías en el Nasdaq que todo el continente europeo. En parte, el éxito de Israel se explica por la confluencia de universidades de buen nivel, grandes empresas multinacionales, ‘start ups’ y un sistema jurídico económico que atrae inversión y facilita los contratos.
En este grupo se encuentran Alemania, Finlandia, Suiza, Israel, Singapur, Suecia, EE.UU, Japón y Francia. China está en el puesto 16. Entre estos países está la efervescencia por el liderazgo tecnológico. En América Latina, Brasil aparece en el puesto 45, Chile en el 58, Argentina en el 50 y México en el 59.
Muchas tareas pendientes en nuestra región, es urgente un cambio de paradigmas.
Ayudar con el servicio de catering, antes de una presentación de negocios, fue una de las actividades que Valeria Negrete, asesora de una firma jurídica, realizó por pedido de su jefe, sin querer hacerlo en realidad.
Este hecho parecería no tener importancia, ni influir en el desarrollo laboral de la joven profesional; sin embargo, un reciente estudio de la Asociación Americana de Economía, titulado “Diferencias de género en la aceptación y petición de tareas de baja posibilidad de promoción”, afirma que las mujeres tienden a asumir ciertas tareas ingratas, que muchos hombres rechazan, y eso les suele perjudicar profesionalmente.
Negrete reconoció que muchas veces, por prestar su ayuda, tuvo que dedicar horas extras para terminar sus obligaciones.
Esta realidad se evidencia en el estudio, cuando al asignar un trabajo que todo el mundo prefiere que haga otra persona, como escribir un informe o coordinar algo que no es su responsabilidad, se descubrió que las mujeres se ofrecieron voluntariamente más veces que los hombres.
La consecuencia es que si las trabajadoras pierden más tiempo en realizar estas tareas, también dedican menos jornada laboral a proyectos que les ayuden a ascender y a brillar profesionalmente. Esta podría ser una explicación de las brechas existentes entre mujeres y hombres, al hablar de puestos jerárquicos y salarios.
Pero, ¿esta actitud colaborativa se debe a un sentimiento altruista propio de las mujeres? El estudio estuvo a cargo de profesoras universitarias, que diseñaron varias versiones de un mismo experimento. A grupos de tres personas, que no se conocían previamente, les plantearon el siguiente dilema: uno de ustedes tiene que apretar un botón rojo. El que lo haga ganará USD 1,25, mientras que los dos restantes recibirán 2 cada uno. Si no llegan a un acuerdo, los tres recibirán USD 1. El incentivo sería esperar a que alguien se ofreciera de voluntario y todos ganarían; aunque el que aplaste el botón es el que menos gana. Pero, incluso quien fuera voluntario estaría mejor (gana USD 1,25 frente a 1, si nadie levanta la mano).
El resultado del experimento, después de varias rondas y cambios de grupos, fue que en el 84% de los casos alguien apretó el botón y resultó que las mujeres eran un 50% más propensas a ofrecerse voluntarias que los hombres. El típico argumento de que “a ellas se les da mejor esta tarea” no tiene cabida en esta configuración. Todo el mundo sabe por igual apretar un botón.
Se realizó el mismo experimento con otras personas, pero esta vez separados hombres de mujeres. Si las mujeres son más altruistas o conformistas se debían ver mayores niveles de acuerdo en los grupos femeninos, que en los masculinos. No ocurrió eso. Los hombres llegaron a un acuerdo en el 80% de las veces y las mujeres en un 81%. Es decir, la voluntad de las personas a la hora de apretar el botón no es algo fijo, sino que depende de la composición de género del grupo. Y lo que pesan no son las preferencias, sino la creencia de que las mujeres son más propensas a levantar la mano.
En el campo laboral ecuatoriano a diario se evidencia esta “actitud colaborativa” por parte de mujeres, según consultados.
Estos rasgos de sumisión y obediencia son producto de la reproducción de estereotipos y de comportamientos machistas, con los cuales las mujeres conviven desde la niñez, señala Cristina Cachaguay, presidenta nacional de Mujeres por el Cambio.
Desde esta organización se han llevado a cabo investigaciones sobre el género al momento de elegir una carrera. Hasta julio de 2016, se identificó que entre las primeras opciones de estudio de las universitarias ecuatorianas están las carreras sociales, administrativas o de salud.
Cachaguay considera que la elección de carreras técnicas o científicas aún está asociada en su mayoría a los hombres, debido a las limitaciones, conscientes o inconscientes, que las mismas mujeres se ponen. La imagen de la mujer servicial se concibe tanto por hombres y mujeres. Por ejemplo, en el experimento también se pidió a alguien que eligiera a un voluntario. En la mayoría de los casos, las mujeres eran más veces escogidas que los hombres porque existía la creencia de que ellas dirían más veces que sí.
El estudio recomienda que si se quiere lograr igualdad en el trabajo, estas dinámicas tienen que cambiar y corregir desde arriba, desde los jefes.
Los problemas relacionados con el comportamiento organizacional juegan un papel fundamental a la hora de retener el talento humano en las empresas. Ilustración: Ingimage
Ecuador mantiene el Índice de Actividad Emprendedora Temprana (TEA) más alto de la región y a escala global es el segundo país más emprendedor, después de Burkina Faso. Así lo señala el Global Entrepreneurship Monitor 2016 (GEM), un estudio que analiza 66 economías y que establece el índice de emprendimiento.
El año pasado, el Índice de la Actividad Emprendedora Temprana para Ecuador fue de 31,8%, es decir que uno de cada tres adultos había emprendido en un negocio o estaba en planes de hacerlo. El índice del 2016 es similar al del 2015, cuando se ubicó en 33,6%. Pero el informe también muestra que existen tareas por cumplir con el fin de lograr emprendimientos de calidad.
La primera tiene que ver con el empleo. El GEM 2016 señala que el impacto de los emprendimientos ecuatorianos en la generación de empleo es menor. Siete de cada 10 emprendimientos son unipersonales y con bajas expectativas de generación de puestos de trabajo.
También se observa un estancamiento en la internacionalización de los negocios. El 92% de los emprendimientos de la TEA no tiene clientes internacionales, cifra muy por encima de países como Colombia y Chile quienes muestran tasas de 67% y 52% respectivamente. Y una tercera tarea tiene que ver con la dificultad que tienen los emprendedores para acceder a fuentes de financiamiento.
En Ecuador el estudio se desarrolla con el apoyo académico de la Espae Graduate School of Management, que es parte de la Espol. Guido Caicedo, profesor del centro de estudios y uno de los autores del GEM 2016, dice que la actividad emprendedora en el país ha sido alta desde siempre, sobre todo en Guayaquil. Pero una de las principales debilidades es el apoyo financiero, especialmente para los negocios nacientes.
En el 2016, el 22,4% de la población adulta fue emprendedor naciente y el 11% emprendedor nuevo. El emprendedor naciente lo conforman aquellos que arrancan por primera vez un negocio y tienen hasta tres meses de operaciones, mientras que el emprendedor nuevo es aquel que ya está establecido y tiene un negocio operativo de 3 a 42 meses.
“No basta con decir que tenemos un emprendimiento. Se debe generar innovación, tecnología y financiamiento para que el emprendimiento se mantenga y el esfuerzo no sea en vano”, dice Xavier Ordeñana profesor de la Espae y también autor del estudio.
El financiamiento es la principal causa de fracaso de los negocios nacientes, según expertos y analistas. Para el presidente ejecutivo de la Asociación de Bancos Privados, Julio José Prado, existe mucho por trabajar, tanto por parte del emprendedor como por parte de las entidades financieras.
“El emprendedor debe saber cómo acercarse al banco, qué tipo de crédito debe pedirle y a qué banco. También hay que entender en qué etapa del proyecto está. Se necesita hacer un mejor ‘match’ entre ambos”, explica Prado.
La primera fuente de financiamiento en el Ecuador son los bancos. En el 2016, el 45% de los emprendedores utilizó créditos del sistema financiero para su negocio. Hubo una reducción con relación al 2015 cuando el aporte de los bancos fue del 47%.
El 33% de los emprendedores ecuatorianos recibió inversiones de familiares. Y el uso de fondos del Gobierno es del 3% para los emprendimientos. Precisamente, una de las ofertas del nuevo Gobierno es promover el emprendimiento y facilitar fuentes de financiamiento. Según Prado, la última década estuvo marcada por una excesiva regulación y control por parte del Estado y es necesario hacer una pausa normativa. Esto con el objetivo de incentivar la innovación.
La creación de empleos es un punto por mejorar, añade Caicedo. El objetivo de un emprendimiento debe ser generar empleo a largo plazo, de esta forma se convierte realmente en un aporte para el país, asegura este catedrático.
Sobre este punto, Pablo Carrera, coordinador de Emprendimiento de la Universidad San Francisco de Quito, señala que los emprendedores del país no toman riesgos, como desarrollar nuevos esquemas para comercializar productos, que ya se viven en otros países. “Al consumidor hay que educarlo y guiarlo, con la tecnología, por ejemplo”.
Lo bueno, añade Beltrán, es que el ecuatoriano es una persona de empuje, que no retrocede a pesar de las dificultades. Para potenciar la actividad, dice, hay que ampliar la visión y mejorar la educación.
Los retos en el país son permanentes
Las ganas de emprender vencen todas, o casi todas las dificultades. Eso lo saben los emprendedores ecuatorianos que cada día enfrentan desafíos para desarrollar sus ideas de negocios.
El Global Entrepreneurship Monitor 2016 (GEM) aporta con una suerte de perfil del emprendedor ecuatoriano. El estudio señala, por ejemplo, que los emprendedores ecuatorianos tienen una escolaridad promedio de 11 años y una edad promedio de 36 años, mientras que los propietarios de negocios establecidos tienen en promedio nueve años de escolaridad y 42 años de edad.
La investigación también detalla datos como el nivel de ingresos y el grado de ocupación (ver gráfico) de estos “héroes modernos” que invierten tiempo y recursos para sacar adelante una idea.
El GEM 2016 ratifica que la necesidad y la oportunidad son los dos catalizadores de la actividad emprendedora. Eso lo sabe Lorena Castillo, una manabita de 44 años que pertenece a este grupo.
Esta mujer montó su propio negocio hace un año. Ella elabora ají, aliños y condimentos y detalla que decidió emprender ante la falta de recursos económicos para mantener a su familia, luego del terremoto del 16 de abril del año pasado, en Manabí.
El negocio de Castillo es unipersonal y aunque ha llegado con sus productos a las perchas de supermercados, todavía tiene obstáculos para exportar como la falta de inversión para ser más competitiva. Así cuenta esta mujer que terminó la educación secundaria y tiene título de bachiller.
Otro ejemplo que encarna las cifras del GEM 2016 es Hugo Jácome. Él es uno de los creadores de la plataforma de comunicación Speakliz pensada en personas con discapacidad auditiva.
Jácome es directo: “Hay que admitir algo, el Ecuador es todavía un país muy agresivo o difícil para los emprendedores. Quien quiere emprender un negocio se enfrenta a restricciones de capital”.
Este desarrollo tecnológico cuenta con tres socios. Ellos no trabajan con más personal por el momento. Jácome considera que al ser un emprendimiento tecnológico tienen mayores posibilidades para internacionalizarse. “Lo importante -añade- es la innovación frecuente”.
Otra característica de los emprendedores es la capacidad de reinventarse para sortear obstáculos. Esa cualidad la tiene Diego González, fundador de Link World Ecuador. Su negocio inicial consiste en la importación de accesorios para computadoras hacia países como Ecuador.
Pero en el 2016 González, radicado en Ecuador, decidió empezar a exportar licor de cacao. Esta iniciativa surgió después de contactar a un amigo en EE.UU. quien lo escogió como proveedor.
González también da testimonio de que cuando una persona emprende no tiene nada que garantizar resulta muy difícil acceder a financiamiento.
Otra dificultad, cuenta Gónzález, es la falta de contactos en el extranjero. Él los ha conseguido gracias a que estudió en Canadá, a su propia iniciativa de salir del país a través de becas de intercambio y tras viajar a China, prácticamente como mochilero. Hoy exporta y mantiene su empresa gracias a esos contactos.
Cuatro recomendaciones cruciales para el ecosistema
Los resultados del Global Entrepreneurship Monitor 2016 (GEM) dejan enseñanzas, pero también plantean sugerencias que permitan consolidar un ecosistema emprendedor de calidad en Ecuador. El estudio incluye recomendaciones en cuatro áreas específicas: políticas de gobierno; educación y entrenamiento; capacidad emprendedora; y apoyo financiero.
En políticas de gobierno el GEM sugiere flexibilidad laboral, incentivos fiscales, un marco regulatorio amigable a la inversión, así como una legislación que incorpore nuevas formas de financiamiento. Esto incluye inversionistas ángeles, capital de riesgo y ‘crowdfunding’. La reducción de complejidad y duración de trámites es otra recomendación.
En cuanto a educación y entrenamiento el reto es desarrollar habilidades para emprender desde la educación básica y capacitar a inversionistas.
En lo que es capacidad emprendedora, el GEM sugiere aumentar los fondos concursables extendiéndolos a otras ciudades fuera de Quito, Guayaquil y Cuenca. También, pide emular iniciativas exitosas en otros países como Start Up Chile por ejemplo.
Y para mejorar el apoyo financiero, el estudio sugiere tener normativas financieras que acompañan nuevas formas de financiamiento. Allí la tarea es de la banca privada y pública. Pablo Carrera, coordinador de Emprendimiento de la Universidad San Francisco de Quito, aporta con más ideas. Este experto dice que el emprendedor ecuatoriano tiene al menos tres obligaciones: mejorar las prácticas de manufactura, perder el miedo a las nuevas tecnologías, así como confiar en los demás. “Una cosa es saber hacer un producto determinado y otra es desarrollar estrategias de negocios, o manejar temas tributarios o laborales”.
Según Beltrán existen algunos emprendedores que por ahorrar deciden hacer todas las tareas. Eso perjudica la negocio que está empezando. “Tienen que pensar en grande, dejar atrás las visiones de tercer mundo y apuntar a objetivos mayúsculos”.
Guido Caicedo, profesor de la Espae y uno de los autores del estudio GEM en Ecuador, presentó la semana pasada, en Guayaquil, los resultados de la investigación sobre emprendimiento. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
Son como una montaña rusa a escala. En lugar de llevar cochecitos con personas a toda velocidad, transportan bandejas con medicamentos, alimentos procesados, artículos de higiene… Son las bandas transportadoras que operan en el centro de logística avanzada (CAL) de Corporación GPF, ubicado en la zona de Amaguaña, al oriente de Quito.
Esas bandas son vitales en este centro de almacenamiento y distribución que implementó la firma ecuatoriana. En esta nave industrial de 12 700 metros cuadrados de construcción la automatización de los procesos es la clave que permite manejar 25 000 ítems de unos 500 proveedores.
Recorrer el centro de logística avanzada permite constatar que la tecnología es un aliado vital en los procesos de distribución, cada vez más sofisticados. Este espacio surgió ante una necesidad de Corporación GPF (que maneja las cadenas Fybeca, Sana Sana y Oki Doki).
Guillermo Araque, gerente de Logística, explica que el grupo había llegado a un límite en la capacidad de almacenamiento y producción. Esto generaba que la productividad no sea la esperada.
Por eso se pensó en un nuevo centro de distribución más eficiente. El diseño y los procesos de selección empezaron a finales del 2014. En los sistemas de automatización se seleccionó a la empresa alemana Schaefer, con la que se trabajó por primera vez. También se contrató a la empresa ecuatoriana Sosa Vallejo para la obra civil y a una firma regional, Agencia Alemana, que se encargó de la infraestructura metálica.
Para que el CAL tome forma pasaron 18 meses y las operaciones empezaron en agosto del año pasado. La inversión en todo el centro, con maquinaria incluida, bordeó los USD 53 millones.
En este centro automatizado trabajan hoy en día 290 personas, en dos turnos de ocho horas, seis días a la semana. Entre las tareas del equipo está la recepción de los productos de los proveedores, la verificación de ciertos estándares, el almacenamiento, el despacho, etc. Las actividades en el lugar empiezan a las 06:30 y terminan a las 22:30.
En el lugar la innovación está presente desde el material utilizado para los pisos, hasta en los ‘racks’ o estanterías metálicas, pasando por los montacargas que tienen ‘uñas’ laterales y los distintos equipos que utilizan determinados trabajadores.
Un ejemplo está en los pasillos que recorren montacargas, de origen alemán. El vehículo se mueve siguiendo, de manera automática, una ‘línea’ de cobre que está bajo el piso y que sirve de guía o riel. El operario que va en el montacarga solo se encarga de colocar o retirar los productos en los ‘racks’ que recibe el CAL, pero no lo dirige.
Otra innovación está en los antebrazos y en las manos de ciertos trabajadores. Un equipo de radiofrecuencia y un anillo escáner son las herramientas empleadas que ayudan a controlar dónde se encuentra un determinado producto que llegó o que está por ser despachado a uno de los 640 puntos de venta que tiene Corporación GPF a escala nacional.
Araque cuenta que la tecnología y los procesos implementados ya rinden frutos. La productividad se duplicó y en promedio creció un 120%. “Los procesos son mucho más eficientes y calculamos tener un retorno financiero de la inversión en unos cinco años”.
Otra de las innovaciones es el llamado carrusel, que sirve como una suerte de ‘despachador’ de productos de baja rotación. Estos pasan, en algún momento, por las bandas transportadoras; allí las bandejas plásticas son los recipientes que circulan con productos; las bandejas son selladas y codificadas de manera automática, antes del despacho final, en una flota de camiones contratados.
En el centro de logística avanzada, las bandas transportadoras trasladan las bandejas plásticas que llevan diferentes productos seleccionados y colocados de manera automatizada. Fotos: Pavel Calahorrano / LÍDERES
Desde la secundaria sintió que lo suyo era lo social. En el colegio Nuevo Mundo de Guayaquil, donde se graduó, ya participaba en todo tipo de actividades de voluntariado.
Mariuxi Villacrés, guayaquileña de 39 años, es la cofundadora de Coinnovar, una empresa que desarrolla ecosistemas de emprendimiento e innovación. Ella se emociona al hablar de su paso por el colegio y la universidad. Durante sus estudios ya evidenció su inclinación social. En 1993 se inscribió en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera, de Guayaquil. La escogió porque esta ofrecía, a su criterio, una metodología diferente de cátedra, más orientada a la práctica. En la universidad se decantó por la publicidad, pero luego de un par de años de estudios sintió que no era lo suyo.
En 1997 tuvo la posibilidad de viajar a Chile, para cursar un seminario de un mes. Aprovechó su estadía para terminar su carrera universitaria, en la especialidad de Redacción Creativa. Fue una experiencia que la acercó por primera vez al mundo del emprendimiento. “Llegué a un país post Pinochet. Fue un giro grande” .
Durante su permanencia en Chile, compartió con una fundación cuya misión era democratizar la capacidad emprendedora de jóvenes de ese país e impulsar sus habilidades. Villacrés trabajó dos años con la fundación. Allí, esta amante de la playa y practicante del yoga aprendió que lo más importante, más que sumar conceptos, es materializarlos.
Villacrés retornó al país en 1999. Llegó de vacaciones, pero Ecuador la volvió a enganchar y se quedó. Aquí empezó a colaborar en la administración de la empresa de pinturas de la familia, que tenía la licencia de una firma multinacional. Lo hizo durante 11 años. Otro motivo para quedarse en el país fue su actual esposo. “Me enamoré. Fue una especie de reencuentro, porque con mi esposo nos conocíamos de toda la vida”.
La empresa de pinturas crecía, pero la familia la decidió venderla a la multinacional de la que tenía la licencia, porque esta decidió tener presencia directa en Ecuador.
El rostro de Villacrés dibuja una sonrisa cuando habla de su familia. Con su esposo y sus tres hijos, el mayor de 14 años, decidieron mudarse a San Francisco, California, donde Mariuxi obtuvo una media beca para estudiar una maestría en emprendimiento social. Vendieron su auto, hicieron un préstamo y se fueron.
A su retorno, y con todo el conocimiento adquirido, Villacrés fundó junto con su prima y compañera de estudios, Belén Pástor, la empresa Coinnovar, en Guayaquil. Esta desarrolla ecosistemas de emprendimiento e innovación. Sus cuatro colaboradores trabajan en un luminoso y tranquilo espacio adecuado en una rehabilitada casona en la ciudadela Urdesa, en el norte de la ciudad. “Hubo la confianza para sacar adelante este proyecto. Mariuxi tiene la capacidad de integrar todos los ámbitos de su vida, el familiar, el empresarial”, dice Pástor.
Coinnovar es una de las primeras tres empresas en el país certificadas bajo el Sistema B. Este es un proyecto global que empezó en el 2011, y que integra a todas las empresas que desarrollan prácticas de responsabilidad social, ambiental, inclusión y valor compartido. Su interés por este sistema convirtió a Villacrés en una de sus voceras en el país. La semana pasada dio una charla sobre su importancia a un grupo de emprendedores del país reunidos en Guayaquil en el encuentro Origen. Villacrés exhibió sus habilidades de coaching, las que desarrolló, aún más, luego de que en el 2010 tomó clases durante un año para certificarse.
Este año, Coinnovar concretó una alianza estratégica con la incubadora de emprendimientos y espacio de coworking Innovar. Su cofundador, Aldo Arellano, describe a Villacrés como una mujer que sabe sacar lo mejor de la gente. “Tiene una fuerza para liderar. Siempre está enfocada en el desarrollo en otras personas”.
Andrés Briones, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios del Ecuador, conoció a Villacrés en la universidad. Él aprecia de ella su capacidad para influir en las personas y generar en ellas cambios de actitud. “Tiene el poder de arrastrar a las personas, e empujarlas a visualizar y liderar proyectos”.
Villacrés tiene una voz potente, una de las habilidades desarrolladas como coach. Los fines de semana los dedica completamente a la familia, con la que comparte su casa en la playa. Es su escape de trabajo diario. “Hay que integrar de forma armónica todas las facetas de nuestras vidas, y darles a cada una su espacio”, resume esta mujer innovadora.
Mariuxi Villacrés es invitada frecuente a charlas de emprendimiento en el país y también las dicta desde la plataforma del proyecto Espiral, dirigido a jóvenes creativos. Fotos: Enrique Pesantes / LÍDERES y archivo particular
A lo largo de toda su existencia, el ser humano se ve sometido a diversos tipos de evaluaciones o pruebas por superar.
Ni bien llegado a este mundo, y antes, debe enfrentar evaluaciones médicas. En algunos casos, el diagnóstico-evaluación puede ser de tal naturaleza que etiquete la existencia entera del sujeto con un ‘no está bien’.
La etapa escolar es particularmente pródiga en evaluaciones; mejor, todo el sistema se asienta en la medición. El veleidoso criterio de los profesores puede elevar la autoestima de los pequeños estudiantes, o puede convertirlos en sujetos medrosos, inseguros de sí mismos. Bastante inspirado en ese modelo, el mundo laboral constituye un test permanente. Llámense competencias, destrezas, aptitudes, conocimientos, lo cierto es que son cosas mensurables. Es decir, cualquier aspecto del que el individuo presuma, se espera que puede ser llevado al banquillo de la evaluación.
La reflexión viene al caso, ya que está por concluir el segundo semestre del año; consecuentemente, las evaluaciones se vienen encima en las oficinas. Qué se hizo y qué se dejó de hacer; cómo se hizo, con cuánta eficacia y oportunidad se trabajó. Y lo más crucial: cuáles fueron los resultados concretos.
Sin duda alguna, para la generalidad de las personas, la evaluación es el ‘momento de la verdad’, la rendición de cuentas a la autoridad, que tiene la potestad para descalificar. Y es por ello justamente que la autoevaluación es una práctica poco cultivada, porque los individuos están condicionados, y confían más en la percepción ajena que en la propia. Obviamente, la evaluación del trabajo se hace a partir de los parámetros y exigencias de la empresa, con sus métodos de medición de resultados.
En cambio, a nivel individual, la evaluación tiene que ver no solo con la eficacia y eficiencia, sino con el grado de satisfacción, con el sentido de plenitud del colaborador de la empresa. Ese balance puede poner al sujeto frente a una serie de dilemas éticos, frente a la honestidad personal; es decir, a frente a la cuestión deontológica, a la forma cómo lleva, cómo vive su profesión; asuntos que trascienden los controles empresariales.
De otra parte, hay que recordar que hubo la ocasión, a mitad de año, para hacer los correctivos del caso, para dar golpes de timón, para identificar las debilidades; para mover las fichas del liderazgo, para modificar la imagen corporativa, las estrategias de comercialización y del servicio. La segunda mitad del año debió servir para la concreción de todo aquello que se revisó; sin ningún tipo de justificativos.
A propósito de todo esto, en el mercado ya existen herramientas para evaluar el rendimiento de los trabajadores cotidianamente, con la utilización de tabletas y aplicaciones, que mantienen al gerente plenamente vinculado y al tanto de las acciones de los equipos de trabajo, que de esa manera tienen un ‘feedback’ o retroalimentación permanente.
Los ‘millennials’ se sienten a gusto con esa tecnología, porque arroja resultados libres de subjetividades. De manera que cuando buscan promociones y aumentos de salario, la medición de rendimiento está plenamente evidenciada.
Al respecto, el cambio de lenguaje es vital al momento de evaluar, como propone Richard Grote, autor de ‘How to Be Good at Performance Appraisals’.
En vez de los habituales ‘bueno’, ‘malo’ o ‘excelente’, de alto contenido subjetivo y emocional, términos como ‘exhibe’, ‘demuestra’, ‘genera’, ‘posee, ‘comunica’, ‘dirige’, ‘logra’, dice el experto, suenan más profesionales y significativos.
Cabe preguntarse, sin embargo, si las emociones no son un componente ineludible de las evaluaciones. ¿Usted qué piensa?
Hay que recordar que a mitad de año, se pudo hacer los correctivos del caso, para dar golpes de timón. Foto: Ingimage
La basura tecnológica resultó el mayor atractivo para César Ron, un estudiante de la Escuela Politécnica Nacional (EPN). Él apostó por la extracción de metales raros, para graduarse como ingeniero químico, y acceder al financiamiento que entrega la institución para proyectos innovadores.
Él se graduará en dos meses y su tesis la desarrolló basado en la recuperación de “tierras raras” (metales como europio, itrio y lantano), que están en los televisores y monitores desechados.
Ron decidió reciclar los artefactos y extraer esos metales de su interior, porque considera que la explotación de los recursos ya no está en las reservas naturales, sino en el reciclaje. Para él, el futuro del mercado está reciclar las cosas.
Los metales o “tierras raras” se utilizan en la fabricación de pantallas LCD, motores de autos híbridos, baterías recargables, magnetos permanentes, turbinas, focos ahorradores y otros bienes.
Al joven estudiante le tomó seis meses revisar documentos y empaparse de la información respectiva para adquirir conocimientos; solo así pudo descubrir qué podía utilizar en su proyecto y cómo hacerlo.
En la fase práctica se demoró un año. Él logró extraer el metal y sometió a las pantallas un proceso químico. Primero hizo un raspado manual para sacar esas ‘tierras raras’ y luego las introdujo en ácidos para su disolución. Una vez ahí extrajo el itrio y el lantano con solventes.
Ron es parte de los planes de innovación que impulsa la EPN. La Universidad, este año, decidió enfocarse en tres áreas para desarrollar investigación: el agua, la energía y la seguridad alimentaria. Temas de los cuales se hablará en los próximos 50 años, describe Jaime Calderón Segovia, rector de la Politécnica Nacional.
El interés por innovar ha tenido tal peso dentro de la institución, que en los últimos cinco años el rubro destinado a investigación aumentó: pasó de USD 199 453 en el 2012 a 15 millones en el 2016. Esto, de un presupuesto total de USD 90 millones, que se distribuyen en las ocho facultades y una escuela, que conforman la ENP.
Para este año se han calificado 109 proyectos que empezarán a ejecutarse, de manera paralela, desde finales de febrero. El año anterior se impulsaron 64 planes. De ese total, 60 proyectos los desarrollará la Facultad de Ingeniería Química y Agroindustria y el departamento de Metalurgia, de donde es decano y jefe Ernesto de la Torre. Los restantes 49 los trabajarán las otras facultades, en proyectos multidisciplinarios.
En el tema del agua, continuará el proyecto alternativo de purificación del líquido vía carbón biocida, cuyas funciones son similares a una esponja, con la diferencia de que absorbe solo contaminantes, así como también del uso de la energía eléctrica para descontaminar el agua. El mencionado carbón también utiliza el sistema ECU911 para ‘intentar salvar’ la vida de quienes se envenenan.
En energía, la EPN seguirá con la indagación sobre el uso de residuos para generar biocombustible y usarlo en generadoras termoeléctricas y otras aplicaciones. Y en seguridad alimentaria, con planes que permitan mejorar cultivos, aumentar su calidad y reducir la contaminación ambiental.
A futuro también espera apuntar la investigación hacia lo que es la Ciencia del Hábitat, una rama que se relaciona con los requerimientos del avance demográfico, los cambios industriales, los mercados, los procesos y la percepción que ahora tiene la población con respecto a su entorno ambiental. La EPN decidió fortalecer esas actividades, porque son temas vinculados con la comunidad y con el desarrollo del país.
Para impulsar esos proyectos, la Politécnica cuenta con fondos propios y con la Unidad de Apoyo para el estudiante emprendedor. El apoyo económico mayoritario, sin embargo, se entrega a grupos consolidados como Matemática, Física, Geofísica, Alimentos, Ingeniería Mecánica, Eléctrica, Informática, porque de ahí salen la mayoría de soluciones.
Por ejemplo, una aplicación que mejore la calidad de vida de las personas con capacidades diferentes, a través de sensores electrónicos.El dinero se entrega, en especial, a los proyectos dirigidos a la adquisición de maquinaria y equipos especializados y reactivos.
César Ron, estudiante de la Politécnica, recicla basura tecnológica para su proyecto de recuperación de tierras raras. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
Las empresas de servicios del país apenas llegan a un cumplimiento de un 4,2%, en promedio, sobre 100 de los estándares para garantizar la salud y seguridad ocupacional.
El Ministerio de Relaciones Laborales y el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) arrancaron, en junio pasado, auditorías in situ para evaluar el cumplimiento de estos estándares en las empresas del país.
Para que la industria se prepare para este proceso, ambas entidades pusieron a disposición desde enero pasado el Sistema de Gestión de la Prevención (SGP). Esta plataforma permitió a las empresas, en línea y de manera voluntaria, autoevaluar sus procesos de seguridad industrial.
Según los estándares del IESS, una empresa debe reportar un índice de eficacia en seguridad ocupacional de, al menos, el 80%. Pero el ministro de Relaciones Laborales, Carlos Marx Carrasco, dijo semanas atrás que las empresas apenas llegan al 20%.
Datos del IESS, hasta junio pasado, evidencian la situación de las empresas por sector. Los sectores de artes (2,5%), público (2,9%), administración pública (3,4%) y enseñanza (4,5%) tienen los índices más bajos de eficacia en seguridad y salud ocupacional. Todos estos segmentos corresponden al sector de servicios.
Gabriel Cortez, jefe de seguridad y salud ocupacional de la Universidad de las Américas (UDLA), señala que el principal problema es que las empresas, especialmente el área jerárquica, no visualizan el riesgo frente a las actividades regulares de trabajo. «Solo se perciben estos riesgos cuando pasa un accidente o incidente», comenta.
El experto indica que los riesgos en estos segmentos son latentes, pero no perceptibles como en industrias petroleras, mineras, etc., y genera un efecto llamado desnaturalización del riesgo.
Por ello, para Cortez, en el segmento de servicios, los accidentes no son numerosos, pero sí las enfermedades laborales.
La falta de cultura y educación en estos temas es otro problema, dice Francisco Ortega Muñoz, máster en Seguridad, Salud y Prevención de Riesgos del Trabajo. Explica que el tema tiene que ver con cuatro áreas: técnica, administrativa, talento humano y procesos operativos. «Es un tema integral y que, si se aplica, es un beneficio impresionante. Es un ahorro para la empresa y no un gasto».
Cortez dice que los riesgos laborales más comunes en el segmento de servicio son: mecánicos (locaciones e infraestructuras), ergonómico (posturas) y psicosociales. Estos últimos son, por ejemplo, el síndrome del quemado (posponer el trabajo, sentir desánimo u hostilidad por fatiga laboral), acoso laboral (un trabajador que reclama falta de cumplimiento laboral a otro, aunque no sea así, para obligarlo a que deje su trabajo) y otras como ansiedad, depresión, etc.
Las empresas tienen tres meses para mejorar el índice, luego de la auditoría presencial. De no hacerlo, el Ministerio de Relaciones Laborales anunció multas.
El especialista
Salud ocupacional: los datos no cuadran
Arturo Castillo Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes
Las estadísticas, de cualquier género, no debieran ser tomadas como la realidad misma, sino como aproximaciones a los hechos escrutados, que arrojan determinados resultados y tendencias, bajo particulares circunstancias. Intentar congelar la realidad, un universo determinado, como la educación, la salud pública, el comportamiento de la economía, los hábitos de consumo de la población, entre otros tantos aspectos, constituye un ejercicio intelectual que entraña riesgos.
Se pretende hacer de las estadísticas un determinismo, hechos consumados, cuando, objetivamente, solo constituyen una fotografía del momento, mientras que la realidad como tal es elusiva. Los eventos alrededor de un tema son, generalmente, impredecibles, dada la cantidad de variables que escapan a la percepción de quienes observan los fenómenos.
En tal sentido, no existen estadísticas libres de influencias subjetivas. Concretamente, las evaluaciones referentes a la salud ocupacional realizadas por el IESS debieran ser tomadas con algunas reservas. Ello no significa que los datos y conclusiones no sean rigurosos y confiables; simplemente, no agotan la realidad, no alcanzan a retratar en profundidad la idiosincrasia de los individuos, de las empresas objeto del estudio; se quedan cortos, hacen concesiones. De otra parte, más allá de las reveladoras cifras, es vital saber qué se hará con ellas. Qué recomendará, por ejemplo, a las empresas del Estado, inmersas en la filosofía del buen vivir, que muestran cifras preocupantes en el ámbito del bienestar ocupacional.
Qué sugerirá a las empresas privadas que, con raras excepciones, reducen a sus trabajadores a máquinas que están prohibidas de enfermar, de dar signos de cansancio. Aunque para el mundo proclaman maravillas, en la práctica su interés se centra en el dinero, en la productividad, en la explotación del talento humano. En esos contextos, hablar de salud integral, de inversión para mejorar las condiciones de trabajo, suena a utopía, a pretensiones fuera de lugar.
¿Cómo gestionará el IESS esos indicadores? Los datos, finalmente, constituyen retos de mejoramiento.
Desde una perspectiva macro, el nuestro es un país que necesita profundas reformulaciones respecto del quehacer humano, para hacer de la persona el centro de todo afán social.