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  • Plaza Marimba entretiene con las tradiciones esmeraldeñas

    Marcel Bonilla

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    Cuatro jóvenes em­prendedores de Esmeraldas se unieron para darle vida a una iniciativa de negocio, con caracterizaciones del pueblo afroesmeraldeño.

    La iniciativa fue mostrar algo que llame la atención, apelando a la identidad cultural. Así surgió Plaza Marimba, un patio de comidas con 13 locales, que ofrecen una culinaria variada, incluida la esmeraldeña.

    Este sitio está ubicado en sector de Las Palmas, cerca de a la playa, y tiene capacidad para 100 personas, que pueden disfrutar de los asientos construidos con ‘pallets’ de pino. Los 13 locales están diseñados con bambú y caña guadúa, con lo que se rescata las tradicionales casas de caña del pueblo afro e indígena del norte de Esmeradas.

    Al inicio se pensó en construir los locales con contenedores, pero luego se eligió el sello esmeraldeño: la caña guadúa y la marimba, declarada patrimonio intangible de la humanidad.
    En el cetro del la plaza luce una alfombra de color verde; los dos pasillos de la plaza cuenta con piedra granulada y techo de tela de color blanco; colores de la bandera de Esmeraldas.

    Una amplia pantalla ubicada en el fondo del local permite observar videos musicales o disfrutar de un partido de fútbol. “Esta es una muy buena iniciativa”, señaló Roxana Benítez, de la Unidad de Emprendimiento de la Universidad Católica de Esmeraldas.

    Xavier Bernal, uno de los responsables del proyecto Plaza Marimba, explica que la idea siempre fue rescatar y resaltar los valores del esmeraldeño, pensando en los turistas y la cultura de Esmeraldas.

    En el lugar se puede encontrar comida mexicana, venezolana, italiana, postres, dulces tradicionales, entre otros platillos.

    En sus dos primeras semanas de funcionamiento, la plaza ha tenido buena acogida, sobre todo, de extranjeros que trabajan en entidades universitarias y de ayuda humanitaria en Esmeraldas, convertidos en los principales clientes. También llegan familias que buscan distracción.

    Solón Vivar, uno de los clientes del local, cree que hacía falta un lugar como este en la ciudad, porque dista de los lugares comunes del balneario.

    Con esta iniciativa se generan oportunidades para nuevos emprendedores, porque cada cabaña representa a uno de ellos. La idea del sitio también es tener un espacio para que grupos de marimbas, comediantes y artistas expongan su talento ante los visitantes.

    Ahí tienen espacios los grupos de marimba de los colegios de la ciudad de Esmeraldas, como parte del fomento de la cultura ancestral, en donde se puede recitar los poemas del poeta Antonio Preciado o escuchar las interpretaciones de Sonia España, una de las principales voces del canto afroesmeraldeño.

    Los cuatro jóvenes emprendedores son miembros de una misma familia: Carla, José, Lorena y Xavier Bernal, quienes lograron reunir un capital de USD 15 000 para ponerlo en su proyecto, que ha logrado integrar a Kevin Morante y a Mariuxi Castillo, encargados de administrar dos de los locales en Plaza Marimba.

    Carla, José, Lorena y Xavier Bernal son los creadores de este nuevo espacio de entretenimiento en Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Carla, José, Lorena y Xavier Bernal son los creadores de este nuevo espacio de entretenimiento en Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Pueblos y nacionalidades se mostraron en Boa Yaku Puyo

    Fabián Maisanche (F) 
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    El malecón Boa Yaku Puyo fue el sitio escogido para la realización del primer festival ancestral. Las delegaciones de pueblos y nacionalidades de la Amazonía, Sierra y Costa expusieron sus artesanías, danzas, rituales, música y vestimenta, la semana pasada.

    En la exhibición estuvieron representadas las culturas: Shuar, Kichwa, Waorani y Zápara. Además, de los Tsáchila, Shiwiar, Afro, Quijos, Cofán y Otavalo. Las lanzas, bastones de mando y cerbatanas no faltaron. A estos elementos se sumaron collares elaborados con piedras, huesos de animales y semillas portados en cuellos y pechos de los hombres.

    Mientras, las mujeres lucieron aretes de flores y semillas. Sus rostros estaban pintados con el wituk con imágenes y símbolos que representaban las montañas, la culebra, el mono o el jaguar.

    Yanda Inayu estuvo en representación de la nacionalidad Zápara. El junto con su familia y amigos vestían la llanchama que es la corteza de un árbol que se golpea y lava hasta que adquiere la textura de una tela corriente.

    A pocos metros se colocaron cinco integrantes de la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (Amwae). En una mesa pusieron los collares, cerbatanas, correas, hamacas, individuales para la cocina y las mesas del comedor. Estos productos son elaborados con plantas de chambira. Patricia Nenquihui, presidenta de Amwae, dijo que otra de las mercancías apetecidas por los turistas fueron las barras de chocolate.
    Los frutos orgánicos con que se prepara el manjar se cosecha en las chacras familiares en las comunidades asentadas en las provincias de Pastaza y Napo.

    La dirigente señaló que la feria permitió que los turistas nacionales conozcan sus productos que son “adquiridos y valorados” por los extranjeros. “Estamos alegres de que adquieran nuestros productos. Lo que vendemos es retribuido a las compañeras de las diferentes comunidades y también nos ayudan a seguir capacitándoles”, dijo Nenquihui.

    El evento fue organizado por la Dirección de Turismo del Municipio de Pastaza y contó con el apoyo de los dirigentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae).

    Según datos del Cabildo de Pastaza al festival asistieron unos 2 000 turistas. Marlon Vargas, presidente de la Confeniae, indicó que la demostración artística fue recibida con agrado por la población urbana. “La riqueza cultural, espiritual y energética de las nacionalidades se pudo presenciar con los 10 grupos artísticos que participaron en el festival. Los jóvenes de la Confeniae anuncian nuevas sorpresas en la gestión cultural”, aseguró Vargas.

    El grupo Jokiwas amenizó la festividad con el acompañamiento de artistas de Otavalo, Cotacachi, Esmeraldas y Saraguro. Judith Cachipuendo, directora de Turismo del Cabildo, indicó que hubo una conexión total con la música. “Estas actividades buscan resaltar la cultura que hay en las nacionalidades de Pastaza. La participación de los pueblos amazónicos es importante en el cuidado de la selva”, comentó Cachipuendo.

    Representantes  de varias nacionalidades y culturas se presentaron durante el primer festival ancestral que se realizó en Puyo, Pastaza. Foto:  Cortesía
    Representantes de varias nacionalidades y culturas se presentaron durante el primer festival ancestral que se realizó en Puyo, Pastaza. Foto: Cortesía
  • Una pareja que rescata el arte y las tradiciones

    Redacción Quito

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    Un ecuatoriano y una estadounidense se unieron con un deseo: recuperar el arte en la parroquia Tumbaco, ubicada al oriente de Quito.

    La historia de emprendimiento de Ann Formeller y Orlando Díaz comienza hace cuatro años, cuando apostaron a la elaboración de artesanías con productos típicos de la zona.

    Los aretes, las cadenas y los collares con la pepa de aguacate son la especialidad de Formeller, quien es oriunda de Filadelfia (Estados Unidos). Ella aprovechó esta fruta típica de la localidad para transformarla en artesanías.

    El proceso de elaboración de sus productos tarda cuatro o cinco días, ya que realiza de forma artesanal con una maquinaria regalada por su abuela. “El trabajo con las manos es importante, porque rescato lo que me enseñó mi fa­milia en Estados Unidos”.
    Los precios de sus productos van de USD 9 en adelante y su inversión alcanza los USD 500.

    Actualmente produce cerca de 200 pares al mes, que comercializa en ferias de la ciudad o en su taller ubicado en el centro de Tumbaco. Además, tiene en su cartera de productos tarjetas elaboradas en papel reciclado y plantas.

    En el taller trabaja junto a Díaz, con quien comparte el gusto por el arte. Él es un artista local, que convierte la madera, el papel, el yeso y otros materiales en obras de arte, como paisajes en cortezas de madera o tallados de madera.

    Lo importante es que esta pareja no solo ofrece su arte, del que ganan unos USD 150 mensuales, aproximadamente, sino que le apuestan por dar talleres a niños y adolescentes para promover la cultura en esta parroquia.

    Es así como nace el Centro Cultural de Tumbaco, frente al parque central. En este espacio, la pareja ofrece talleres de pintura, arte reciclado, música y más.

    Díaz comenta que la idea surgió de la necesidad de revivir las artes en la localidad. “Uno sobrevive con el arte y se trata de que otros compartan la misma afición”.

    Este quiteño, quien desde niño vivió en Tumbaco, tiene obras desde USD 1 hasta USD 200. Los precios son módicos, pese a que se trata de productos de un artista, asegura el hombre.

    El taller con mayor número de niños es el de música, que tiene como objetivo formar una orquesta para niños, que se llama Arco Iris de Colores. El profesor es Julio Guaccha, quien es docente y se encarga de 17 niños. Ellos tocan piano, guitarra, bongos y otros instrumentos. Además hay tres adultos que acuden a los talleres, que tienen un costo de USD 5.

    “Los niños se motivan y dejan fluir su creatividad por medio de los colores, las melodías que interpretan, el modelado y más”, asegura Díaz. Las adecuaciones del Centro Cultural, los materiales y otras herramientas alcanzaron los USD 5 000.

    Guaccha es quien se encarga de enseñar a los niños y adolescentes teoría musical y melodías. “La idea es que el curso sea gratuito y puedan acceder de forma abierta al taller”.

    Carmen López tiene un niño de 8 años a quien le gustan la música y el dibujo. Ella optará por inscribir a su hijo en este espacio, con el objetivo de que aprenda nuevos
    conocimientos. “Es importante que los niños de hoy aprendan nuevos saberes y puedan desenvolverse frente al mundo”, asegura la mujer, quien es oriunda de Tumbaco.

    La mayor parte de talleres se abre entre julio y agosto, por las vacaciones escolares de los estudiantes del sector.

    Orlando Díaz y Ann Formeller son dos artistas que fomentan el arte en la parroquia de Tumbaco. Ellos venden sus productos y dictan talleres. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
    Orlando Díaz y Ann Formeller son dos artistas que fomentan el arte en la parroquia de Tumbaco. Ellos venden sus productos y dictan talleres. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
  • Los artistas de Tigua ofertan sus tradiciones

    Valeria Heredia

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    Los paisajes de los Andes ecuatorianos y las tradiciones y costumbres indígenas son parte de las creaciones de los artistas de la Asociación Artesanal de Producción Artística de la Cultura Indígena Andina de Tigua, en la provincia de Cotopaxi. Sus 17 integrantes usan la piel de la oveja para pintar cuadros, máscaras, vasijas y más obras de arte.

    Luis Ugsha es uno de los artistas de Tigua de la segunda generación. Tiene 34 años y comenzó a pintar desde los 7. Su padre fue su mayor incentivo para continuar con el arte de los indígenas de esta localidad. “Tratamos de mantener la gama de colores de las artesanías porque para nuestros antepasados cada color tenía un significado”, explica.

    Según este artista, quien también es administrador de empresas, los antepasados resaltaban colores como el verde, porque es el color de plantas que ayudan a curar el cuerpo de las personas o les da energía. Además, tenían presente tonos como el amarillo, el azul y rojo. “Guardamos esos saberes para explicar a nuestros clientes o turistas”. Incluso los colores que utilizan en sus cuadros son similares a sus trajes típicos.

    Su taller está ubicado en el parroquia de Cutuglagua, en el cantón Mejía. Está en medio de montañas y prados verdes, que le ayudan a que la inspiración salga a flote. Allí tiene máscaras de animales como el oso y el lobo. Además, muestra paisajes donde se destaca el cóndor volando sobre las montañas.

    Las ventas por mes de este artista fluctúan entre USD 366 y 1 000. Depende de los pedidos. Lo negativo es que hay meses en los que no tiene pedidos. ¿Qué hace? Seguir pintando porque es su vida.

    Ugsha dice que prefiere ser un artista autodidacta, es decir, que aprende día a día, ya que cada trazo es una nueva y enriquecedora experiencia. Pese a eso, él sí enseña a jóvenes que buscan una ayuda. Relata que hace unos meses apoyó a unos jóvenes que buscaban ganarse una beca para estudiar en el exterior. Les dio seis meses de taller y consiguió que ingresen a universidades extranjeras. “Fue una satisfacción”.

    La misma alegría siente Juan Francisco Ugsha, padre de Luis. Él es uno de los primeros artistas de Tigua. Pinta paisajes, máscaras, vasijas, cucharas de madera y más objetos. “Hemos avanzado sin ningún apoyo, pero hemos salido adelante y con fuerza”.
    Para Juan Ugsha, cada día se perfecciona su arte. “Las pinturas salen de cada vivencia de nuestros antepasados y nuestros símbolos antiguos”.

    En el caso de este hombre, quien es padre de ocho hijos, el arte ya estaba en sus manos. Después de unos negocios en la costa ecuatoriana, decidió pintar y regresar a su natal Tigua. Lo logró. “Lo único que necesité es ver los paisajes y sentir cada uno de los trazos”.

    Ahora, estos artistas comercializan sus productos en varios sectores de la capital. Los insumos no son baratos. Ellos pintan en cuero curtido, que está a USD 12. Se suman las pinturas que están a 7. Estos valores son por cada cuadro. “Utilizamos materiales de primera calidad. No pintamos con sintéticos porque son contaminantes”. Las pinturas de estos artistas son amigables con el ambiente.

    Su meta es exportar sus cuadros y demás artesanías al exterior. Están en conversaciones para que los artistas de Tigua se destaquen en otros países.

    Luis Ugsha es uno de los artistas de Tigua, que buscan mantener el arte de sus ancestros. Su meta es exportar. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
    Luis Ugsha es uno de los artistas de Tigua, que buscan mantener el arte de sus ancestros. Su meta es exportar. Foto: Galo Paguay / LÍDERES