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  • El chocolate premium les abre puertas en el país

    Redacción Quito

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    Los chocolates gourmet que elabora Becocoa son resultado de la planificación y el cumplimiento de procesos. Este emprendimiento surgió hace cerca de cinco años y se concretó con el impulso y el esfuerzo de los hermanos Ana María y Roberto Sánchez.

    La emprendedora se declara una apasionada por los chocolates y por el Ecuador. Esto la llevó a estudiar en el país, capacitarse en el extranjero, pero también a recorrer varias provincias en búsqueda de la materia prima para los chocolates que tenía en mente.

    Ana María estudió ingeniería de alimentos y luego se especializó en instituciones europeas como Wageningen University, University College Cork, Agro Paris Tech y Lund Universitiy, en Holanda, Irlanda, Francia y Suecia. “Estudié en Europa desde el 2008 al 2010. Me ofrecieron trabajo en Alemania, pero preferí regresar al país para emprender”, cuenta en la base de operaciones de Becocoa, en el sector de Tumbaco, al oriente de Quito.

    La idea inicial, en el 2013, fue trabajar con cacaoteros elaborando pasta de cacao para exportar. Pero el proyecto evolucionó hasta dar con los chocolates rellenos gourmet. La primera variedad que lanzó este emprendimiento, en el 2014, fue la de los pralines, a los que los hermanos Sánchez definen como una especie de chocolate premium relleno, más elaborado que un bombón tradicional.

    Roberto Sánchez recuerda que el trabajo para abrir canales de venta fue minucioso. Para esto golpearon puertas de cafeterías y restaurantes, así como de hoteles. Algunos les dieron una oportunidad y otros no. Una de las vitrinas más importantes fue y sigue siendo el hotel JW Marriott, de Quito, al que llegaron a finales del 2014.

    Elizabet Torres, administradora del Gift Shop del hotel, cuenta que el producto es muy valorado por los huéspedes. “El chocolate y el empaque son de primera. Y las fusiones de sabores son el argumento para ofrecer a los turistas”.

    La elaboración empieza con la compra de cacao a agricultores de Los Ríos y Guayas. Luego se procesa en Ecuatoriana de Chocolates, donde se obtiene la materia prima, que es enviada hasta la planta en Tumbaco.

    Allí, en una casa convertida en una suerte de laboratorio y planta de producción se elaboran los chocolates en un proceso artesanal. “La visión es posicionarnos como un chocolate premium gourmet. Desde un principio apuntamos a clientes exclusivos y exigentes para diferenciarnos de otras marcas”, cuenta Ana María mientras enseña las presentaciones y las recetas de sus chocolates.

    El emprendimiento tiene hoy en día proveedores en distintos puntos del país. La mora para los rellenos de los chocolates les llega de un agricultor de Tungurahua; la hierbaluisa tiene su origen en la Amazonía; y el café es cultivado en Galápagos. Con estos y otros proveedores, Becocoa aplica conceptos de comercio justo, como, por ejemplo, un precio mayor que el que pagan los intermediarios.

    El año pasado la iniciativa alcanzó otro hito al presentar en el mercado nacional un nuevo producto: las trufas de chocolate. Con este desarrollo Becocoa ingresó a las perchas de cadenas como Corporación Favorita y Corporación GPF. Además, se oferta en el ‘duty free’ de los vuelos internacionales de Guayaquil y Quito en sus distintas presentaciones.

    Este año, el emprendimiento fue reconocido con el primer lugar en la feria Grand Bazaar que se cumplió en mayo pasado. Este evento tuvo el respaldo de la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI). Luis Alcívar, vocero de la AEI, cuenta que Becocoa es una de las pocas marcas de trufas que existe en el mercado. “Es una iniciativa que está creciendo y que ya se ha presentado a una ronda de inversión. Trabajan muy bien y tienen una estrategia bastante bien definida”.

    Los planes continúan. Ana María explica que la iniciativa trabaja para ser una empresa B, es decir con impacto social. Allí tienen un enfoque particular con sus proveedores; además se contrata a mujeres en situación de vulnerabilidad, para capacitarlas como chocolateras y técnicas. Un tercer impacto está en lo ambiental. La pequeña empresa ofrece empaques elaborados con fibra de caña de azúcar. Además, trabaja para empezar a exportar.

    Roberto y Ana María Sánchez son los fundadores de Becocoa. Su centro de operaciones se encuentra ubicado en Tumbaco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Roberto y Ana María Sánchez son los fundadores de Becocoa. Su centro de operaciones se encuentra ubicado en Tumbaco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • El sabor de Alemania se halla en un negocio en Tumbaco

    Redacción Quito

    En una pequeña calle en Tumbaco, los quiteños pueden encontrar un negocio que tiene esencia alemana. Se trata de Biergarten Páramo, un restaurante que oferta platillos típicos alemanes, como el Schweinshaxe (codillo), la carne Sauerbraten y el postre Apfelstrudel, acompañados de la tradicional cerveza, que es elaborada en el mismo local.

    El grupo detrás de este negocio está compuesto por cinco socios: Santiago Novillo, Paúl Salas, Ulrich Hahl, Stefan Nestler y Andrés Salas. Nestler, nacido en Múnich, se dedica a producir y vender violines y tiene negocios en Alemania, mientras que Salas es ecuatoriano y tiene experiencia en varias empresas y emprendimiento.

    En Biergarten Páramo, uno de los plus es la elaboración de cerveza. Para esto se utilizan ingredientes importados desde Alemania, explican Nestler y Salas.

    La producción de la bebida se realiza de acuerdo con el ‘reinheitsgebot’, esto es una serie de regulaciones sobre cómo producir cerveza para garantizar una experiencia similar a la que se recibe en el país europeo.

    Otro de los valores extras del negocio es la sensación que procuran para los clientes. El negocio recrea un ambiente como el de un Biergarten alemán, que es típico en el estado de Bavaria.

    El proyecto es el esfuerzo conjunto de todos los socios y cada uno aporta algo esencial, ya sea en temas de negocios o de sabores, concuerdan Salas y Nestler.

    La idea arrancó con un local mucho más pequeño en abril del 2014. La acogida creció y el proyecto se volvió más grande. Por eso los socios invirtieron unos USD 100 000 para rentar -en septiembre del 2015- el local en el que actualmente está el Biergarten.

    La realización de este proyecto tomó cerca de dos años y mucha dedicación. Entre los desafíos estuvieron el hecho de ser una compañía pequeña, buscar proveedores, entre otros.
    Actualmente, el Biergarten tiene 11 empleados fijos y factura en promedio USD 35 000 cada mes.

    El negocio atrae a familias que buscan compartir almuerzos juntos los fines de semana, pero también se enfoca en los amantes de la cerveza o cualquier persona que le interese la gastronomía alemana. Los domingos el restaurante recibe a cerca de 200 clientes.

    El Biergarten Páramo busca expandirse y, sobre todo, internacionalizarse. Los creadores comentan que el siguiente paso es abrir el Páramo Bar en Berlín. La apertura tomará lugar dentro de las próximas semanas.

    José Zurita es el dueño de República de la Cerveza en Guayaquil, y vende la cerveza Páramo en su local. Él comenta que sus primeros contactos fueron los dueños de Páramo, y que desde entonces han establecido una sólida relación comercial.

    Hoy en día, la cerveza de Páramo es uno de los productos más vendidos en República de la Cerveza, según Zurita.

    Andrés Salas y Stefan Nestler son dos de los cinco socios de Biergarten Páramo, ubicado en el valle de Tumbaco, al oriente de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Andrés Salas y Stefan Nestler son dos de los cinco socios de Biergarten Páramo, ubicado en el valle de Tumbaco, al oriente de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Una pareja que rescata el arte y las tradiciones

    Redacción Quito

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    Un ecuatoriano y una estadounidense se unieron con un deseo: recuperar el arte en la parroquia Tumbaco, ubicada al oriente de Quito.

    La historia de emprendimiento de Ann Formeller y Orlando Díaz comienza hace cuatro años, cuando apostaron a la elaboración de artesanías con productos típicos de la zona.

    Los aretes, las cadenas y los collares con la pepa de aguacate son la especialidad de Formeller, quien es oriunda de Filadelfia (Estados Unidos). Ella aprovechó esta fruta típica de la localidad para transformarla en artesanías.

    El proceso de elaboración de sus productos tarda cuatro o cinco días, ya que realiza de forma artesanal con una maquinaria regalada por su abuela. “El trabajo con las manos es importante, porque rescato lo que me enseñó mi fa­milia en Estados Unidos”.
    Los precios de sus productos van de USD 9 en adelante y su inversión alcanza los USD 500.

    Actualmente produce cerca de 200 pares al mes, que comercializa en ferias de la ciudad o en su taller ubicado en el centro de Tumbaco. Además, tiene en su cartera de productos tarjetas elaboradas en papel reciclado y plantas.

    En el taller trabaja junto a Díaz, con quien comparte el gusto por el arte. Él es un artista local, que convierte la madera, el papel, el yeso y otros materiales en obras de arte, como paisajes en cortezas de madera o tallados de madera.

    Lo importante es que esta pareja no solo ofrece su arte, del que ganan unos USD 150 mensuales, aproximadamente, sino que le apuestan por dar talleres a niños y adolescentes para promover la cultura en esta parroquia.

    Es así como nace el Centro Cultural de Tumbaco, frente al parque central. En este espacio, la pareja ofrece talleres de pintura, arte reciclado, música y más.

    Díaz comenta que la idea surgió de la necesidad de revivir las artes en la localidad. “Uno sobrevive con el arte y se trata de que otros compartan la misma afición”.

    Este quiteño, quien desde niño vivió en Tumbaco, tiene obras desde USD 1 hasta USD 200. Los precios son módicos, pese a que se trata de productos de un artista, asegura el hombre.

    El taller con mayor número de niños es el de música, que tiene como objetivo formar una orquesta para niños, que se llama Arco Iris de Colores. El profesor es Julio Guaccha, quien es docente y se encarga de 17 niños. Ellos tocan piano, guitarra, bongos y otros instrumentos. Además hay tres adultos que acuden a los talleres, que tienen un costo de USD 5.

    “Los niños se motivan y dejan fluir su creatividad por medio de los colores, las melodías que interpretan, el modelado y más”, asegura Díaz. Las adecuaciones del Centro Cultural, los materiales y otras herramientas alcanzaron los USD 5 000.

    Guaccha es quien se encarga de enseñar a los niños y adolescentes teoría musical y melodías. “La idea es que el curso sea gratuito y puedan acceder de forma abierta al taller”.

    Carmen López tiene un niño de 8 años a quien le gustan la música y el dibujo. Ella optará por inscribir a su hijo en este espacio, con el objetivo de que aprenda nuevos
    conocimientos. “Es importante que los niños de hoy aprendan nuevos saberes y puedan desenvolverse frente al mundo”, asegura la mujer, quien es oriunda de Tumbaco.

    La mayor parte de talleres se abre entre julio y agosto, por las vacaciones escolares de los estudiantes del sector.

    Orlando Díaz y Ann Formeller son dos artistas que fomentan el arte en la parroquia de Tumbaco. Ellos venden sus productos y dictan talleres. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
    Orlando Díaz y Ann Formeller son dos artistas que fomentan el arte en la parroquia de Tumbaco. Ellos venden sus productos y dictan talleres. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
  • Saberes ancestrales se unen en una casa

    Redacción Quito

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    Ellos son los maestros de los saberes ancestrales, Personas que se dedican a trabajar la arcilla, los tejidos, la madera, el café, el maíz…. Ellos se organizaron en un emprendimiento denominado Raiz.ec, que se levantó en la parroquia de Tumbaco.

    Se trata de un concepto de hospedaje, que brinda a los viajeros la posibilidad de vivir una verdadera aventura ancestral junto a unos 30 maestros de los saberes, que realizan turismo colaborativo.

    La idea nació hace un año de la mano de Jairo Calupiña y su madre Mariana Hidalgo, quien es la promotora del emprendimiento.

    Ella es una amante de la tierra y lo demuestra con un amplio terreno en el que tiene sembrado plantas típicas de la localidad como el aguacate, las rosas, las plantas medicinales y demás. Pero, sin duda, lo que destaca es la plantación de café caturra, un tipo de grano que tiene un exquisito olor y sabor.

    Precisamente, este huerto es parte de la experiencia que pueden vivir los viajeros. Así que si usted es un amante de las plantas puede observar la variedad de especies en este terreno y disfrutar, por ejemplo, del plátano rojo o de un grano de café. Posteriormente puede disfrutar de la vivencia de hacer café y degustarlo.

    Calupiña explica que la idea surgió de una necesidad, que es la falta de turismo en las parroquias rurales de Quito. Pese a estar cerca del aeropuerto Mariscal Sucre (Tababela), los turistas no se quedan. “Se generó mucha expectativa con la llegada de la terminal aérea pero solo un 3% se queda en la zona, por lo que falta una oferta turística que ofrecer”.

    Si el visitante prefiere las artesanías típicas de la localidad existe una serie de alternativas.
    Las figuras en arcilla, la madera, la pintura con café, las esculturas en raíces de los árboles, los sombreros de lana de animales, las artesanías con pepa de aguacate son algunos de los emprendimientos que se reúnen en esta casa, que no perdió su brillo pese al paso de vías de conexión al aeropuerto.

    Lo importante de los emprendimientos es que la mayoría son elaborados por adultos mayores. Se suma que dan una oportunidad para las personas que no han tenido una oportunidad laboral.

    Si el visitante prefiere el contacto con la naturaleza puede acceder al turismo cultural. En este espacio hay emprendedores que elaboran horchata con plantas sembradas de forma orgánica, es decir, sin químicos.

    Esta casa tiene un espacio de ‘coworking’, en la que los maestros de los saberes muestran sus productos y enseñan. “Eso es lo importante”, señala Calupiña.

    Los cuartos del tercer piso son los indicados para realizar las actividades. En el primero están las personas de la comuna Tola, que se dedican a la elaboración de la horchata, que es una mezcla de plantas como la hierbaluisa, toronjil y otras.

    Gerardo Simbaña se reconoce como parte de la comunidad Quitu Cara y es vicepresidente de la comuna Tola. Para él, el objetivo es recuperar la identidad de las festividades típicas de la serranía. “En la comunidad hacemos el Inti y el Colla Raymi, en el Ilaló”. Además, cuando los turistas suben se enseñan las prácticas de riego para proveer de agua al bosque nativo de la localidad (cosecha de agua).

    Las personas que tienen una conexión con las energías, también, tienen un espacio en esta casa de alojamiento de la mano de Fabiola Pérez, quien es la encargada de activar la mente y el cuerpo de las personas. Realiza yoga y terapias alternativas. “Me encargo de sacar lo que las personas no deben tener en su cuerpo y recargar el cuerpo y la mente”.

    La estancia en la casa no puede terminar sin que el viajero disfrute de la música y de la danza.
    En la terraza, los cantantes y los bailarines realizan sus coreografías para entretener a quienes eligen esta casa de hospedaje.

    En la casa hay 18 habitaciones decoradas con motivos indígenas y típicos de la localidad. Si está interesado en el alojamiento y en vivir esta experiencia, el costo es de USD 60. En este paquete se puede acceder al hospedaje y cualquier saber que le interese. Incluye la comida típica como tamales de arroz, horchata y más. Hay paquetes más económicos.

    El levantar una casa de este tipo para huéspedes y emprendedores implicó una inversión que fue de USD 300 000 y los ingresos suman 3 000 al mes.

    Los maestros de los saberes ancestrales realizan pintura con café, artesanías con arcilla y trabajos en madera. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Los maestros de los saberes ancestrales realizan pintura con café, artesanías con arcilla y trabajos en madera. Foto: Vicente Costales / LÍDERES