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  • ‘Snacks’ deshidratados para los deportistas

    Redacción Quito

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    redaccion@revistalideres.ec

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    Practicar deporte se ha vuelto una actividad frecuente entre los ciudadanos; llevar una alimentación saludable es esencial para que esta actividad genere buenos resultados en las personas que lo realizan.

    Esto fue un incentivo para las hermanas Liz y María José Jarrín, quienes se arriesgaron a producir artesanalmente ‘snacks’ de frutas y vegetales deshidratados bajo la marca Yachik, palabra que significa sabor en quichua.

    Las emprendedoras vieron una oportunidad para crear un negocio que sea una opción saludable para todo público como deportistas, niños, mujeres embarazadas, personas de la tercera edad, etc.

    Para iniciar con el emprendimiento, en el 2015, las hermanas Jarrín invirtieron alrededor de USD 10 000. Con esta cantidad adquirieron la materia prima, además de realizar el proceso de registro sanitario.

    Cuando crearon estos productos, se pensó en una forma más cómoda de llevar frutas para tener energía: “las frutas pesan y al momento de hacer deporte puede ser incómodo; por eso pensamos que quitándoles el agua iban a ser más fáciles de transportar”, comenta María José Jarrín.

    La elaboración de estos productos es sencilla; las propietarias se encargan de procesar los alimentos para que mantengan todas sus propiedades naturales, sin necesidad de añadirle preservantes.

    El emprendimiento adquiere su materia prima en un micromercado, donde tienen la posibilidad de escoger la fruta para procesarla.

    Por otro lado, la empresa Cepa provee los champiñones que forman parte del mix de vegetales.

    Una de las emprendedoras comenta que aprovecharon el método de la deshidratación para evitar el desperdicio de las frutas, debido a que cuando lucen poco agradables a la vista, la gente suele desecharlas y evita consumirlas.

    Eso es lo que caracteriza a este negocio, buscan darle otra forma de consumo a estos alimentos para que duren por más tiempo.

    Yachik Snacks inició la venta de sus productos con una sola presentación 50 gramos; en la actualidad cuentan con dos presentaciones más de 25 y 100 gramos.

    En cada presentación se incluyen varias frutas como el banano, manzana, frutilla y piña.
    Por otro lado, en el paquete de los vegetales se añaden tomates, zucchini y champiñones.

    Los precios son asequibles para los compradores y van desde USD 1 hasta USD 5. Sin embargo, los clientes pueden realizar pedidos a su gusto, comentan las dos emprendedoras.
    Estos productos han tenido gran acogida por parte de los clientes.

    Sara Mafla, cliente de este emprendimiento, adquirió hace poco los productos y manifiesta que “los productos de Yachik Snacks son una buena opción, mantienen el sabor de la fruta sin añadirle más azúcar y pueden ser consumidos a cualquier hora del día”.

    Además, Mafla afirma que comprar vegetales deshidratados es una alternativa para quienes no les gusta consumir estos alimentos en su estado natural.

    La variedad de los productos de Yachik se ha convertido en una buena alternativa para personas que prefieren los ‘snacks’ salados.

    Este emprendimiento participa durante todo el año en distintas ferias enfocadas en la salud y bienestar personal.

    Jarrín señala que participar en estas ferias le permite posicionarse en el mercado y que más personas conozcan su trabajo.

    El plan a futuro es exportar sus frutas y vegetales deshidratados a varios países de Europa, para destacar la calidad de frutas que tenemos en el Ecuador, dice Jarrín.

    Por el momento, Yachik Snacks distribuye sus productos a través de redes sociales, los puede encontrar en Facebook e Instagram como @YachikSnacks.

    María José Jarrín es la propietaria de Yachik Snacks, emprendimiento que elabora ‘snacks’ saludables. Está ubicado en el norte de Quito. Foto: LÍDERES
    María José Jarrín es la propietaria de Yachik Snacks, emprendimiento que elabora ‘snacks’ saludables. Está ubicado en el norte de Quito. Foto: LÍDERES
  • Este sustrato orgánico se hace con fibras vegetales

    Mayra Pacheco

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    Los residuos de las plantas que terminan acumulados en algún rincón de las fincas agrícolas son aprovechados por Francisco Sevilla, presidente de la empresa Ecodegradables S.A.

    Este emprendedor, quien estudió ingeniería agrónoma, investigó en el 2006 las propiedades de las fibras vegetales y su uso. Los resultados le motivaron a sacar ventaja de estos recursos. Para aplicar lo aprendido, un año después, conformó la empresa Ecodegradables S. A., junto con su socio, José Luis Torres.

    Empezaron con una inversión de USD 150 000. Con esto construyeron invernaderos, dos plantas de producción y empaque, y adquirieron maquinarias.

    Desde entonces, en estas instalaciones, con las fibras vegetales se prepara una mezcla especial llamada sustrato. Esto sirve para garantizar la germinación de las semillas y su crecimiento.

    “Estos desechos, que no son usados, son quemados y eso contamina el ambiente. Por eso decidimos transformar estos residuos vegetales para darles un nuevo uso”, menciona Sevilla.
    Para la preparación de este producto Sevilla tritura los tallos, ramas, hojas de los cultivos de palma, cacao, maíz, café, maracuyá y los mezcla. También añade unos microorganismos benéficos para evitar que las plagas afecten al desarrollo de estas plantas.

    Sevilla sostiene que en el sector agrícola había la necesidad de contar con un sustrato producido en el país. “Antes, se contaba solo con productos que eran importados y eran caros. Esto afectaba a los costos de producción de los agricultores ecuatorianos”.

    En promedio, el saco de sustrato que comercializa esta firma con el nombre de Reyna cuesta alrededor de USD 40, los 250 litros. Los importados superan este valor.

    Cada bulto de sustrato Reyna sirve para producir hasta 18 000 pequeñas plantas de hortalizas, vegetales u otros productos similares. Para especies forestales el rendimiento es menor. Para la elaboración de este material, Sevilla compra en las fincas la fibra de manera periódica. Cada mes destina hasta USD 30 000.

    Ramón Zamora, proveedor, vende desde hace nueve años en promedio ocho camiones grandes de los residuos vegetales de las plantaciones de palma y arroz que tiene en Quinindé. La entrega se hace cada 15 días o mes.

    El proceso de preparación del sustrato se realiza en una planta en Quinindé, en Esmeraldas. En este sitio estos residuos son transformados en una especie de viruta, que luego es mezclada.

    Esta combinación de fibras vegetales se empaca en bolsas especiales. Para esto se emplea unas máquinas que compactan el producto. Estas tareas se realizan en una planta ubicada en El Quinche, en Pichincha.

    En total, Ecodegradables cuenta con 10 colaboradores directos y 25 temporales. Con este grupo, cada mes se obtienen 700 bultos de sustrato, pero la capacidad de producción es de 3 000.

    La comercialización se realiza a escala nacional. En promedio, se cuenta con 140 clientes y la entrega a los agricultores se realiza de manera directa.

    Alejandra Bermeo es una de las compradoras. Ella emplea desde hace tres años el sustrato en su invernadero donde siembra brócoli, zanahorias, coliflor, pero también distribuye este producto a otras personas. “Los alimentos que se cosechan son buenos”.

    Mariana Amaya, otra cliente, menciona que este sustrato ayuda a que las plantas germinen y crezcan sanas. Además, reconoce que su precio es más conveniente, con relación a los que son importados.

    En el corto plazo, esta empresa tiene planificado empezar a exportar sustrato a Colombia. Tienen un pedido inicial de aproximadamente 1 200 sacos mensuales, que esperan que se comercialicen a partir del último quimestre de este año.

    Además, para agosto próximo tienen previsto vender vajillas desechables biodegradables elaboradas a base de fibras vegetales. Actualmente, se cuenta ya con un prototipo que permitirá contar con bandejas, platos, sorbetes, cubiertos, vasos y otros.

    Con estos proyectos se espera cerrar el año con una facturación de USD 400 000. En el 2018, los ingresos brutos de esta empresa ascendieron a USD 200 000.

    En la planta ubicada en El Quinche, los colaboradores empacan el producto con ayuda de una maquinaria especial que compacta la mezcla de fibras
    En la planta ubicada en El Quinche, los colaboradores empacan el producto con ayuda de una maquinaria especial que compacta la mezcla de fibras. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
  • Sus vegetales abastecen al país

    Modesto Moreta

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    El ajo y la cebolla, esta última de las variedades paiteña y perla, son los productos con que Agromadivisa Compañía Limitada se abrió mercado .

    La historia de la empresa Agromadivisa se inició en 1978 cuando Manuel Illescas importaba ajo y cebolla de Perú. Su hija Marlene decidió continuar con la misma línea y cuando se casó con Oswaldo Villavicencio impulsaron su emprendimiento.

    El esposo recuerda que su suegra, Adela, le hizo un crédito de 1 000 sucres para traer ajo de Perú. En el primer viaje importó 10 quintales de 120 libras cada uno.

    Esta firma ambateña sentó sus bases en 1982, con la comercialización del ajo y cebolla del sur. Ahora, Agromadivisa también produce y vende sus propios alimentos en todo el país.

    La calidad y las buenas prácticas de manufactura, una herramienta básica para la obtención de productos seguros para el consumo humano que se centraliza en la higiene y la formas de manipulación, le permitió a la firma, hace 36 años, entrar y mantenerse como principal proveedor de las cadenas de supermercados en el país.

    En el 2015 ingresaron al mercado nuevos productos como zanahorias y cebolla blanca. Esta última se vende picada y empacada en tarrinas de 200 y 300 gramos, con el objetivo de facilitar el trabajo de la ama de casa. También comercializa ajo picado, que se promociona en más de 60 locales de todo el Ecuador.

    Hoy, importa de China dos contenedores de ajo quincenales que se distribuyen a todo el país a través del Mercado Mayorista de Ambato.

    Los ejecutivos de Agromadivisa también producen en 18 hectáreas de cultivos escalados localizados en Toacaso y Pujilí, en Cotopaxi; Bolívar, en Carchi, y Cayambe, en Pichincha.

    Siembran y cosechan zanahorias, cebolla perla y paiteña, y cebolla en rama o blanca, para abastecer el consumo local y nacional.

    El crecimiento de la compañía ambateña hizo que en la actualidad cuente con 200 clientes en su cartea en todo el país. Mensualmente, procesa en todas las presentaciones de sus productos alrededor de 60 toneladas. El año pasado las ventas alcanzaron alrededor de USD 3 millones.

    Sus principales mercados se encuentran en Ambato, Quito, Guayaquil, ciudades de la Amazonía, etc.

    Hasta el 2007, los esposos Oswaldo Villavicencio y Marlene Illescas fueron los principales ejecutivos de la empresa familiar, pero en el 2008 la administración pasó a manos de sus hijos Diego y Marcela Villavicencio, quienes decidieron comenzar con los trámites para importar ajo directamente de China.

    “Dejamos de ser distribuidores de los importadores de Guayaquil y ahora como importadores directos cubrimos las necesidades del mercado. Buscamos proveedores en conjunto con mi hermana a través del correo electrónico. Desde el 2018 no hemos dejado de traer el producto de China”, manifiesta Diego Villavicencio, gerente y representante legal de la Agromadivisa Compañía Limitada.

    La primera importación fue en el 2008 con un contenedor de 2 800 mallas de 10 kilos de ajo cada una. La inversión con recursos propios fue de USD 30 000. “Comenzamos a abastecer al país con nuestros productos”.

    Diego Villavicencio, en el 2012, se graduó en la carrera de negocios internacionales en la Universidad de las Américas (Udla), en Quito, y con apoyo de sus padres creó la Compañía Agromadivisa. Cuando sus padres iniciaron el negocio no tenía un nombre comercial, como ahora.

    El capital inicial de la empresa fue de USD 10 000.

    En el 2015, se invirtieron USD 100 000 en la compra de un galpón en el Parque Industrial Ambato. Luego de las adecuaciones se instaló la nueva planta empacadora, tanto de los productos nacionales como importados.

    En esa época dejaron de importar cebolla de Perú y comenzaron a abastecerse de la producción nacional. Sustituyeron producto extranjero.

    Uno de sus clientes hace más de 30 años es Ángel Escobar, propietario de una cadena de supermercados. Explica que la calidad del producto, el cumplimiento en la entrega, especialmente del ajo, hacen de una empresa seria. “Nuestros clientes compran y las ventas han ido creciendo en los últimos 10 años”.

    Para Oswaldo Villavicencio la visión de sus hijos permitió que la empresa crezca y esté presente en todo el territorio nacional.

    Un grupo de colaboradores de la empresa Agromadivisa, en Ambato, trabajan en la limpieza y pelado de la cebolla que se vende en el país. Fotos: Ángel Barona para LÍDERES
    Un grupo de colaboradores de la empresa Agromadivisa, en Ambato, trabajan en la limpieza y pelado de la cebolla que se vende en el país. Fotos: Ángel Barona para LÍDERES
  • Los vegetales congelados llegan a EE.UU. y Europa

    Redacción Quito

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    La necesidad de los consumidores de contar con vegetales en buenas condiciones y de rápida preparación fue la palanca que permitió que en el mundo crezca la demanda de alimentos congelados bajo la técnica IQF (Individual Queek Freezing, por sus siglas en inglés).

    En Ecuador esto permitió el desarrollo de una industria que, principalmente, sirve al mercado de exportación. En la Sierra, según la Asociación de Productores de Frutas y Legumbres (Aprofel), se procesan y congelan al menos una decena de vegetales.

    Rafael Gómez de la Torre, presidente del gremio, explica que el negocio arrancó en el país hace más de 30 años. “Fue iniciativa de un empresario local al que en los EE.UU. le pidieron espárragos empacados bajo la técnica IQF. Así surgió la primera línea de congelado, comprada de segunda mano en Chile. El negocio con EE.UU. no prosperó, pero en Alemania empezó la demanda de brócoli congelado”.

    En la Sierra se cuentan cuatro empresas que se dedican a esta actividad, para la exportación: Provefruit, Ecofrost, Pro Congelados y Nova.

    La producción de vegetales congelados se concentra, principalmente, en Pichincha y Cotopaxi. En esta última está el 90% de los cultivos, con unas 3 000 hectáreas; aunque también se cosechan en Pichincha, Tungurahua y Chimborazo.

    Junto al brócoli se encuentran la coliflor, el romanesco y la col kale. También hay, de manera marginal, otros vegetales para mezclar con brócoli como las zanahorias.

    “Los vegetales congelados han tenido gran acogida porque tenemos la capacidad de ofrecer a los clientes en todo el mundo durante todo el año”, dice el empresario.

    Todo el brócoli que se congela en el país (ver infografía) se destina a la exportación. Apenas un 5% de las 120 000 toneladas que se cultiva son para consumo local.

    En el caso de los demás productos congelados estos van en su totalidad al extranjero.
    ¿Cómo es el proceso? Luego de la cosecha, el vegetal llega a la planta procesadora congeladora y se empaca para la exportación. El producto congelado puede guardarse 24 meses, sin perder sus características.

    La industrialización de estos productos tiene varias etapas que incluyen control de calidad, corte, clasificación de tamaño, lavado, vaporizado, enfriamiento con ducha y congelamiento IQF a –20 grados. Se empaca en cajas.

    Actualmente, EE.UU. y Europa siguen siendo los mayores mercados de frutas y vegetales congelados, según Pro Ecuador. Asia Pacífico y Latinoamérica presentan el más rápido crecimiento, logrando tasas anuales de 4 a 5,5%.

    Aprofel considera que en Ecuador hay más preferencias por producto fresco. Pero, sí existe un segmento en el mercado local que demanda alimentos IQF.

    Entre las empresas que ofrecen productos bajo esta técnica está Kypross, que tuvo un antecedente en una exportadora de brócoli. Diego Sánchez, gerente comercial, dice que operan desde hace 20 años y su oferta incluye papas fritas bastón, papas con piel y sin piel, alverja, maíz dulce, mix de verduras, zanahorias, vainitas, pimientos, brócoli, habas, yucas, snacks de yuca, helados de paila…

    El directivo explica que en la última década se registra un crecimiento del 15% en la demanda de productos congelados en el país. El último año, dadas las condiciones económicas, tuvo una caída.

    Este interés obedece al cambio de hábitos de consumo de los ecuatorianos, que necesitan mayor agilidad y practicidad a la hora de cocinar.

    En Kypross, del total que comercializa la planta el 60% corresponde a las papas y el resto a las demás líneas. El último año vendió 3 600 toneladas, es decir, 11% más que en 2016. La empresa tiene productos importados y nacionales, y apunta a futuro a la exportación.

    Kypross participa en el negocio de los alimentos congelados. Su oferta incluye papas fritas bastón, papas con piel y sin piel, alverja, maíz dulce, mix de verduras, zanahorias, vainitas, etc. Foto: Archivo / LÍDERES
    Kypross participa en el negocio de los alimentos congelados. Su oferta incluye papas fritas bastón, papas con piel y sin piel, alverja, maíz dulce, mix de verduras, zanahorias, vainitas, etc. Foto: Archivo / LÍDERES
  • Venden vegetales como en Europa

    Redacción Quito

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    En el mercado ecuatoriano, el servicio al cliente para la compra de frutas y verduras no está consolidado. Carla Chávez y Javier Puente, una pareja joven que deseaba emprender, vio en esa realidad una oportunidad.

    Javier es licenciado en Relaciones Públicas y Comunicación. Por dos años ejerció su profesión. Carla llevó a la par de sus estudios en Ingeniería en Negocios Internacionales, de la que egresó el 2016, la crianza de su hija de 3 años.

    El plan de negocios empezaron a desarrollarlo en septiembre del pasado año, aplicando los conocimientos adquiridos en sus res­pectivas carreras y asesorados por el hermano de Javier, que cursa un PhD en Finanzas.

    Cajalí abrió sus puertas al público el 22 de abril de este año, en un área residencial del valle de Los Chillos, en Quito. La inversión inicial fue de USD 24 000.

    En el establecimiento se hallan frutas, verduras, hortalizas y productos orgánicos: pan integral vegano, cacao, chocolate, quinua, lenteja, fréjol, mermeladas, café, panela granulada, entre otros.

    “El concepto lo trajimos de Europa y le agregamos nuestro toque, al desarrollar el mobiliario con materiales reciclados”, señala Javier. En Cajalí, las frutas y verduras están colocadas en palets.

    El emprendimiento cuenta con cerca de 11 proveedores, provenientes de las ciudades de Ibarra, Ambato, Santo Domingo, Caluma, Santa Elena y la provincia de Manabí, principalmente.

    Solo tres productos son importados en el local: manzanas, uvas y peras. Los emprendedores afirman que uno de los fines del negocio es ayudar a impulsar a los pequeños productores nacionales.

    La empresa Yuri, de la provincia de Imbabura, los provee de diferentes productos a base de cereal de amaranto, como chocopop, granola y barras de chocolate.

    “La propuesta de Cajalí es buena e interesante. Es algo exclusivo, que se ve poco acá”, comenta César Perugachi, propietario .

    El negocio de Carla y Javier ofrece el servicio de entrega a domicilio, sin costo adicional. No obstante, pide un monto mínimo de compra. Por ejemplo, al sur de Quito, USD 35, y a sectores ubicados en el centro-norte de la ciudad, USD 26. En este servicio cuentan con alrededor de 12 clientes, entre ellos la Congregación de Hermanas Marianitas.

    Gonzalo Flores, habitante del valle de Los Chillos, es cliente asiduo de Cajalí. “Compro frutas y verduras para la casa casi a diario. Últimamente mi esposa también se ha interesado por los productos orgánicos”, comenta.

    Flores destaca la presentación y la limpieza de los productos y el local. Considera además que los precios no varían en relación con una verdulería tradicional.

    Los productos orgánicos los provee Minka, una empresa que comercializa sus productos en una plataforma digital. Cajalí es la única tienda física donde se pueden encontrar.

    Cajalí atiende de martes a viernes y los fines de semana. Factura, en promedio, USD 3 000 mensuales. Por ahora, solo es posible cancelar en efectivo y transferencias. Pero están trabajando en la colocación de un punto de venta o un sistema virtual de pago.

    El local ofrece a los clientes acumular sus facturas hasta final de mes, como una manera de reunir gastos representativos, que les ayudará a la hora de pagar impuestos. Esto, además, ha sido una estrategia para llevar un registro de sus clientes recurrentes.

    Cajalí ofrece el servicio de entrega a domicilio, por el cual no cobra ningún recargo adicional, únicamente pide un monto mínimo de consumo.  Foto: Alfredo Lagla /LÍDERES
    Cajalí ofrece el servicio de entrega a domicilio, por el cual no cobra ningún recargo adicional, únicamente pide un monto mínimo de consumo. Foto: Alfredo Lagla /LÍDERES
  • ESPE: el obejtivo es mejorar el ADN de los vegetales

    Redacción Quito

    Cristina Brito cuenta que no conocía el campo de aplicación de la biotecnología, cuando decidió ingresar en el 2006 a la Escuela Politécnica del Ejército (Espe), en Sangolquí. Hoy, dedica 40 horas semanales a su tesis, para graduarse y terminar esta carrera de cinco años. Su meta es estandarizar los procesos de incubación ‘in vitro’, de células del babaco.

    El trabajo que realiza es parte de una investigación macro, para determinar el mapa genético de esa fruta. Se trata de un proyecto del Laboratorio de Tejidos Vegetales de largo plazo, que surgió hace cinco años y se prevé concluir en el 2022.

    Mónica Jadán, jefa del laboratorio, explica que desde el 2004, el centro estudia la composición genética de diversos vegetales y su propagación a gran escala. El objetivo es proporcionar plantas que permitan desarrollar más a la agroindustria y educar a profesionales que promulguen el cuidado y conservación de las especies endémicas, en peligro de extinción.

    La Espe asigna un presupuesto de entre USD 10 000 y 15 000 al año, para el funcionamiento y equipamiento del laboratorio. En ese monto también se financian hasta tres tesis de grado, por año.

    La técnica de propagación que desarrolla ese centro consiste en multiplicar plantas a partir de una hoja, un pedazo de tallo o una raíz. Estos tejidos se seleccionan de los vegetales que muestran las mejores características biológicas. En cada segmento elegido se aplican reactivos y hormonas que permiten el crecimiento de otras células. Cada nueva célula se somete al mismo procedimiento y así se van multiplicando los embriones que se siembran en un sustrato, con los mismos minerales que proporciona el suelo, durante dos o tres meses. Las nuevas plantas crecen en ambientes estériles a 22 grados centígrados y una humedad relativa al 65%.

    Los costos para financiar proyectos de biotecnología son elevados, por lo que la Espe establece convenios con instituciones públicas y privadas. El último, firmó con la Municipalidad del Cantón Patate, en Tungurahua, en septiembre del 2011.

    Danilo Galeas, jefe de Estudios Agropecuarios del Municipio de Patate, indica que el trabajo que realizan con los alumnos de Biotecnología busca beneficiar a los productores locales de plantas de mora y tomate de árbol, libres de enfermedades y virus. “El Municipio ha destinado USD 10 400 para la obtención de más de 10 000 plantas. En diciembre de este año ya se cosecharán los primeros frutos”, señala.

    La estudiante Patricia Albarracín participa en los proyectos del laboratorio. En el 2011, ella diseñó e instaló un sistema para triplicar la capacidad de micropropagación que se desarrolla en ese lugar.

  • Los ingredientes vegetales dan sabor a esta pastelería

    Redacción Guayaquil

    La pastelería tradicional utiliza como principales ingredientes la harina, la leche de vaca y los huevos de gallina. En la pastelería vegana, en cambio, se omite el uso de cualquier producto derivado de los animales. Así lo explica Sarah Vélez, propietaria de Magdalena’s Bakery en Guayaquil.

    Ella dirige un negocio que elabora y vende cupcakes, galletas, tortas, tartaletas, magdalenas y bocaditos… todos veganos. ¿Cuál es la receta? En la preparación se sustituye la leche de vaca por leche de soya y los huevos por salsa de manzana, comenta la emprendedora de 21 años.

    La idea de montar una pastelería surgió en el 2010, mientras estudiaba en La Escuela de los Chefs, en Guayaquil. Así, al graduarse de la institución, en enero del 2011, invirtió USD 300 de ahorros personales y arrancó con la iniciativa. El dinero lo destinó a la compra de un horno semiindustrial y una batidora eléctrica.

    Sin embargo, al inicio no se dedicaba a la pastelería vegana. “Soy vegana y quería aplicarlo, con recetas creadas por mí y otras aprendidas en Internet. Pero no sabía cómo iba a ser la aceptación”, dice.

    Fue hace tres meses que se decidió a producir siguiendo esta tendencia. La acogida de parte de los consumidores ha sido positiva; vende a vegetarianos, a veganos y a personas que no siguen estas líneas como un estilo de vida.

    Andrea Portilla compra los postres desde hace cuatro meses. Indica que lo que más le gusta es la tarta de chocolate, crema pastelera y frutas frescas. Añade que cuando Vélez anunció el cambio de línea le pareció buena idea. “Es la única opción de pastelería vegana que conozco”.

    Sus productos se comercializan en el local Punto Caliente, del que sus padres son administradores. Su madre, Jeaneth Quintero comenta que existe interés de parte de los clientes. “Les parece novedoso y comentan sobre el buen sabor”.

    Lo más vendido son las tortas. Cada una tiene un precio de USD 20 y vende unas 18 al mes. Por las ventas, factura cerca de USD 500 mensuales. “Hay tanto meses bajos como ocasiones especiales en los que las ventas aumentan”, dice Vélez.

    Los productos los elabora en su domicilio, en el norte de la ciudad. Por otro lado, las ventas son bajo pedido y la entrega a domicilio. La promoción se realiza básicamente en las redes sociales.

    Elaine Silva es otra clienta. Ella trabaja en el Centro Ecuatoriano Norteamericano y dice que en junio realizaron un evento en el que se buscó no comer derivados de animal por un día. “Creí que al no ser preparados tradicionalmente no serían buenos pero me sorprendió su sabor”.

  • Las exportaciones de vegetales tendrán más oportunidades

    A diferencia de lo que ocurre con Colombia, Ecuador tienen una balanza comercial positiva con Perú, aunque ha ido reduciéndose los últimos años. Así, esta pasó de USD 904 millones en el 2012 a 799 millones en el 2013. Entre los productos que más importa el país están lubricantes, alimentos como galletas y frutas frescas, trigo, sandías, textiles y otros.

    Como sucede en el caso colombiano, el beneficio para el consumidor ecuatoriano es que puede acceder a productos más baratos peruanos, pues con la apreciación del dólar podrá comprar más; aunque eso dependerá de la evolución de las políticas gubernamentales de restricción a las importaciones.

    En términos de competitividad de las exportaciones, Perú es un país que ha apostado a la producción de conservas de frutas y vegetales, que Ecuador también produce, señala Daniel Legarda, vicepresidente de la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor).

    Estos productos también gozan de preferencias arancelarias logradas por acuerdos comerciales que ha firmado ese país, explica Rafael Gómez de la Torre, director de la Asociación de Productores Ecuatorianos de Frutas y Legumbres (Aprofel). Sin embargo, el especialista considera que todo el sector exportador estaría perdiendo competitividad.