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  • Certifica edificios verdes en cinco ciudades del país

    Redacción Quito, (I)
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    Generar un valor agregado en el sector inmobiliario, a través de la certificación de construcciones sostenibles, es el eje de AB Arquitectura + Diseño.

    Hace cinco años nació esta firma de propiedad de Adriana Benalcázar. Sus primeras actividades se enfocaron en el diseño y construcción de proyectos; arrancó con obras residenciales y luego con oficinas, en mayor grado.

    Por un amigo que estudiaba en Europa conoció más detalles acerca de la certificación Edge, para construcciones sostenibles (se enfoca en edificios eficientes). Adriana consideró que este elemento podría generar valor agregado a su empresa y contribuir al medioambiente y la sociedad.

    Edge permite certificar proyectos en etapa de diseño, construcción o ya existentes. Se toma en cuenta, de manera estándar, que los proyectos cumplan tres condiciones: 20% de ahorro en agua; 20% en energía eléctrica, y 20% de ahorro en materiales.

    Para certificar, primero se hace un estudio de prefactibilidad; esto permite determinar el estado de un proyecto. “Con eso estudiamos si un proyecto no alcanza los estándares, podría recomendarle aplicar determinados parámetros para el cumplimiento. Si cumple con todo no se necesita realizar ningún cambio en el sitio”.

    Adriana certificó su primer proyecto en 2017. Se trata del edificio Edwards, ubicado en la calle Bosmediano, en el norte de Quito; este se hallaba en obra gris.

    Para mejorar su eficiencia, AB sugirió colocar medidores de electricidad inteligentes, que eviten el desperdicio de energía; cada dueño de departamento tiene una ‘app’ en la que puede controlar, en tiempo real, el uso eléctrico.

    Tras los estudios y recomendaciones, como en el caso del proyecto anterior, se siguen otros pasos, incluida una auditoría, para obtener la certificación definitiva. AB puede certificar Edge en tres meses Una certificación preliminar tiene una validez de 36 meses y una final es indefinida.

    Desde 2018 Benalcázar se enfoca más en la certificación. Ahora es experta y auditora Edge, tras formarse en la Corporación Internacional de Finanzas (IFC, por sus siglas en inglés).
    Un año más tarde subió el número de certificaciones de proyectos. A la fecha son 22, en Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja e Ibarra; para diciembre espera cinco más.

    Adriana Benalcázar tiene un equipo de trabajo, que incluye arquitectos. Ella también es experta y auditora Edge, desde hace un par de años.
    Adriana Benalcázar tiene un equipo de trabajo, que incluye arquitectos. Ella también es experta y auditora Edge, desde hace un par de años.

    La empresa certifica construcciones para viviendas, hoteles, oficinas, retails y universidades. Lo hace vía consultoría externa.

    Para certificarse, AB puede hacer sugerencias sobre las tres exigencias de ahorro. Por ejemplo, para reducir el gasto de agua se aconseja colocar un dispositivo en la grifería; también se usan materiales eficientes o en el área de energía se aplica iluminación led o diseños para que ingrese más luz solar y exista ventilación.

    La empresa tiene unos 30 proveedores en su parte relacionada con construcción y 20 en la referente a certificaciones. Este segmento es, actualmente, el principal eje de la compañía.
    Edesa es una de las empresas proveedoras. Bertha Bustos, gerenta de Marketing de la firma, asegura que se trabaja con AB hace un año. Provee grifería, sanitarios y otros para la eficiencia de los proyectos de construcción.

    “La gente está cada vez más interesada en la certificación de edificios sostenibles (…) Nuestra responsabilidad es aportar puntos para esta certificación. Somos un equipo”, señala la ejecutiva.

    Adriana comenta que entre los beneficios de la construcción verde están el respeto al medioambiente y el acceso a incentivos externos, como los que da la banca privada. Esta, explica la también arquitecta, valora y califica mejor estas iniciativas para financiarlas.

    Elmir Grupo Inmobiliario ha sido una de las constructoras en las que AB ha certificado un proyecto; se trata del edificio Kyria. “Tenemos la certificación Edge Advance Home. Es un proyecto que está dentro de la matriz de ecoeficiencia del Municipio de Quito y cumple con altos estándares”, explica la arquitecta de dicha firma, Marcela Elmir.

    Daniel Ugalde, gerente del edificio Houser, en Cuenca, añade que a través de Banco Pichincha contactó a AB. “Fue precalificado con certificación en 2020”. Destaca la colaboración y coordinación sobre materiales de la firma. 

    La empresa se encuentra trabajando en el proceso para la certificación del edificio Mikkela, que se encuentra ubicado en la zona de Cumbayá. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    La empresa se encuentra trabajando en el proceso para la certificación del edificio Mikkela, que se encuentra ubicado en la zona de Cumbayá. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Bonos verdes mejoran la reputación de empresas

    Redacción Quito

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    Las finanzas sostenibles van ganando espacio en América Latina. Uno de sus instrumentos son los bonos verdes, tendencia a la que se sumó recientemente Ecuador con la primera emisión de este tipo en el mercado bursátil.  

    La Bolsa de Valores de Quito define a los bonos verdes como un instrumento de deuda de renta fija negociado en el mercado de valores, con dos particularidades: Los recursos deben estar destinados a actividades que contribuyan a la mitigación o adaptación al cambio climático y el destino de los mismos y su uso debe ser verificado por un tercer actor autorizado.

    Las emisiones de estos papeles, detalla la entidad en su Guía de bonos verdes y sociales para Ecuador, deben regirse por los Principios de Bonos Verdes, diseñados por el International Capital Markets Association (ICMA).

    Los recursos pueden destinarse a proyectos sobre energía renovable, transporte limpio, agricultura, manejo de desechos y aguas residuales, TICs, entre otras áreas con impacto en la sociedad.

    La primera emisión de bonos verdes en el país la realizó Banco Pichincha el pasado diciembre, por USD 150 millones. Los inversores fueron BID Invest (miembro del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo), Corporación Financiera Internacional y Proparco (Institución financiera de la Agencia Francesa de Desarrollo).

    Los fondos se destinaron a los Biocréditos que la entidad otorga para proyectos con beneficios ambientales medibles. “Con la emisión del bono verde se estima que en cinco años el banco llegue a desembolsar créditos verdes por un monto total aproximado de USD 600 millones”, señala Gema Sacristán, directora general de Negocios del BID Invest, entidad que brindó asistencia técnica en la estructuración del bono.

    Sacristán explica que la rentabilidad de estos instrumentos financieros se mide, al igual que en otros bonos, con base en el nivel de riesgo. El papel emitido por el Banco Pichincha tiene un plazo de cinco años y una tasa de rendimiento del 3,9%.

    “Lo interesante es que es una inversión que garantiza el uso de fondos y por ende ofrece beneficios ambientales medibles, lo cual genera rentabilidad medioambiental e impacto en el desarrollo. Esto a su vez genera confianza a los inversores y al mercado”, añade la vocera de BID Invest.

    ¿Cuál es el valor agregado para una empresa emisora de bonos verdes?

    Mónica Torresano  Melo, profesora IDE Business School y presidenta de SostenIR – Fábrica de la Sostenibilidad, señala algunos beneficios: Contribuir al desarrollo sostenible y lucha contra el cambio climático, mejorar la reputación de la organización, generar fuentes novedosas de financiamiento, contar con inversores y socios con visiones compartidas, y fortalecer la cultura de la organización en temas de sostenibilidad.

    Los bonos verdes forman parte de los llamados bonos temáticos, que incluyen también sociales y sostenibles. La directora de Negocios del BID Invest adelantó que para este año esperan apoyar en la estructuración e inversión en un bono social de género y otro bono social de inclusión financiera con dos actores del sector financiero del país. El organismo ha invertido en 10 bonos temáticos en América Latina y el Caribe, por un valor de USD 800 millones.

    La primera emisión de bonos verdes en el país la realizó Banco Pichincha el pasado diciembre, por USD 150 millones. Foto: Cortesía
    La primera emisión de bonos verdes en el país la realizó Banco Pichincha el pasado diciembre, por USD 150 millones. Foto: Cortesía
  • Los bonos verdes son un nuevo producto bursátil en Ecuador

    Redacción Quito

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    El mercado de valores ecuatoriano cuenta con un nuevo producto bursátil. Se trata de los bonos verdes.

    Con este medio de financiamiento, las empresas ecuatorianas pueden obtener recursos para sus proyectos sostenibles.

    La Bolsa de Valores de Quito (BVQ) indica que un bono verde tiene la misma estructura financiera y legal que un bono corporativo tradicional, con dos diferencias fundamentales. La primera es que los recursos captados por este medio se deben destinar a actividades o proyectos que contribuyan a la mitigación o a la adaptación al cambio climático.

    La segunda diferencia es que el bono debe ser certificado como verde por un verificador externo, dando así seguridad al inversionista sobre la contribución sobre el cambio climático de la empresa.

    Este tipo de financiamiento se lanzó en el mercado internacional en el 2008 y el primer emisor fue el Banco Mundial. El desarrollo ha sido exponencial, llegando a emitirse bonos verdes por USD 163 OOO millones al cierre de 2017 emitidos por todo tipo de instituciones.

    Las Casas de Valores adscritas a la BVQ están capacitadas y listas para asesorar a empresas (públicas y privadas) interesadas en utilizar este método de financiamiento. La BVQ recuerda que las casas de valores son las únicas autorizadas por la Superintendencia de Compañías, Valores, y Seguros para brindar asesoría sobre la estructuración de productos del mercado de valores.

    Las Casas de Valores adscritas a la BVQ están capacitadas y listas para asesorar a empresas (públicas y privadas) interesadas en utilizar este método de financiamiento. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    Las Casas de Valores adscritas a la BVQ están capacitadas y listas para asesorar a empresas (públicas y privadas) interesadas en utilizar este método de financiamiento. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • Techos verdes con preservativos y otros desechos

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    Un grupo de estudiantes está poniendo en marcha una empresa sostenible en Holanda que elaborará techos ecológicos para casas utilizando desechos no reciclables, como preservativos, tampones usados o compresas sanitarias.

    “Tras analizar las aguas residuales, descubrimos que los restos sólidos que se recolectan antes del tratamiento de agua tenían características interesantes. Lo más llamativo es que absorben mucha agua, pesan muy poco y queda algo de ‘estiércol’ en el material”, explicó Jelle Scharf, estudiante de Ciencias y Negocios.

    Estas son las propiedades “exactas” que se necesitan para elaborar “un techo verde”, en sustitución de los actuales materiales, como “el sustrato de roca de lava”, que no es del todo sostenible y que se extrae en países extranjeros.

    El material producido se aplicaría sobre la construcción regular del techo, como se hace actualmente con los techos verdes ya existentes que utilizan vegetación como membrana impermeable.

    El equipo está formado por tres jóvenes: Scharf (24 años) y Bas van der Leeden (23), que están aún terminando sus estudios en diseño de productos industriales, y por Anne Korthals (25), que se ha licenciado este año en diseño espacial.

    Este grupo participó y ganó hace una semana un concurso conocido como BlueCity Circular Challenge, en la ciudad de Rotterdam, para el que cuatro organizaciones ofrecieron una serie de desechos que querían reutilizar de forma más sostenible.

    Estos jóvenes estudiaron las aguas residuales y tuvieron que “analizar todo lo que la gente tira por el inodoro”, principalmente toallitas, preservativos, tampones y toallas sanitarias. Tras su investigación, descubrieron que los artículos absorben mucha humedad pero no se deshacen, lo que los convierte en un material perfecto “para los techos verdes, que hacen funciones de amortiguadores sostenibles de agua”.

    Scharf recuerda que “estos materiales no pertenecen a las alcantarillas” y lamenta que la gente “los tira por el inodoro igualmente”, aunque esté prohibido.

    Sin embargo, estos jóvenes son conscientes de que una combinación de preservativos, tampones y compresas no suena muy atractiva como composición del techo de una casa. Por eso, promete Scharf, antes de la elaboración de la capa impermeable, hay un proceso laborioso, seguro e higiénico: lavar el material, molerlo, y presionarlo hasta que quede en forma de placa.

    “De esta manera, podemos deshacernos de los malos olores y hacer que el material sea fácil de aplicar al techo. No dejaremos de investigar para asegurarnos de que ninguna sustancia dañina termine en el medioambiente”.

    La producción de estos techos verdes se podrá hacer “sin problema” con las aguas residuales normales. El objetivo principal de este proyecto es la sostenibilidad y el equipo se asegurará de que ningún resto “indeseable” termine en el producto final.

    Solo en la ciudad de Rotterdam, con unos 623 000 habitantes y donde estará basada la empresa, se recogen anualmente más de 100 000 kilos de restos sólidos de las residuales y de los que no se hace ningún uso tras su incineración. Habrá material suficiente para mantener un proceso de producción continuo de techos y el objetivo es ampliar la cobertura de techos verdes a otros países, más allá de Holanda.

    BlueCity Circular Challenge es un concurso de innovación que se cumple en Rotterdam, Holanda. Foto: Binder.nl
    BlueCity Circular Challenge es un concurso de innovación que se cumple en Rotterdam, Holanda. Foto: Binder.nl

    Agencia EFE