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  • 40 años confeccionando zamarros

    José Luis Rosales

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    Todo parece haber confabulado para que Luis Alonso Buitrón sea el diseñador de prendas de cuero, que visten tanto indígenas como mestizos.

    Este artesano de Cotacachi, en Imbabura, lleva 40 de sus 70 años de vida confeccionando zamarros, chalecos y fustas de cuero. También, hace sombreros, de ala ancha y copa alta, de cartón.

    Esa es la vestimenta infaltable que lucen los danzantes, especialmente, del Inti Raymi (Fiesta del Sol, en español) y los jinetes que participan en los diferentes paseos del chagra en el país.
    La vocación de Buitrón era ser músico. Incluso, se trasladó a Quito para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, pero asegura que no pudo cursar la carrera porque la institución cerró temporalmente sus puertas.

    Luego viajó a Bogotá, Colombia, para cultivarse en esa misma carrera. Sin embargo, no pudo cumplir su sueño por falta de recursos económicos. En esa urbe se casó con Fany Bejarano y empezó a trabajar en un taller de manufacturas de artículos de piel, como carteras, bolsos y maletas.

    El oficio no era desconocido para Buitrón, pues su padre, Alonso, era un conocido talabartero en el cantón imbabureño. El patriarca fue especialista en la confección de artículos para viajeros.

    Tras permanecer tres años en Colombia, Buitrón retornó a Ecuador para visitar a su familia. Pero, días antes de regresar a Bogotá murió su progenitor. El repentino fallecimiento le obligó a quedarse en su ciudad natal.

    Ahí decidió abrir su propio taller y empezar la fabricación de los zamarros. Estas especies de pantalones se los elaboran con pieles de chivo o llama, cuero y hebillas metálicas.

    Una de las cosas que inspiró a este obrero para incursionar en esta rama es el baile que realizan, a partir del 21 junio, los indígenas de la localidad para rendir homenaje a la Pachamama (Madre Tierra) y al Taita Inti (Padre Sol), que coincide con el solsticio de verano.

    Para esta temporada los trabajos empezaron desde febrero pasado. En los cinco meses alcanzó a confeccionar 50 zamarros. Fabrica uno en un día y medio.

    Una de las cosas más difíciles es la provisión de las pieles, especialmente de chivo. Yurisan Buitrón, hija mayor del artesano, desde Cuenca, ciudad en donde reside, le ayuda a conseguir por Internet la materia prima.

    Alonso Buitrón ha visitado Saquisilí, Latacunga, Ambato, Riobamba y Guaranda para adquirir las membranas. Asegura que cada pieza de piel de chivo, la adquiere hasta en USD 200. Para confeccionar un zamarro se necesita dos. En tanto, una de llama no supera los USD 50. Por ello, el costo de cada prenda fluctúa entre USD 130 y 450. Los zamarros de pelaje largo son más costosos.

    Por estos días, este taller, que está ubicado en la calle 10 de Agosto, en el centro de Cotacachi, es quizás uno de los más visitados porque los zamarros están de moda este mes. El lunes pasado, Mauricio Bonilla llegó de la comunidad de La Calera para cotizar un zamarro de piel de chivo para él y otro para su hijo Alexis, de 8 años. Le costaba USD 510.

    Los pantaloncillos se exhiben en dos aparadores. Hay de colores negro, café y blancos. Estos últimos son los de mayor demanda y los pedidos llegan incluso desde los cantones Pedro Moncayo y Cayambe, en el norte de Pichincha. En el caso de los danzantes kichwas los tonos los diferencian entre una comunidad y otra.

    Los vecinos de Morochos, por ejemplo, prefieren las prendas blancas. Los zamarros representan el poder de las comunidades indígenas de forma colectiva.

    El taller de Buitrón, ahora conocido como El Zamarro del Poder, forma parte de la Ruta del Cuero, una propuesta turística impulsada por el Municipio local para aprender y valorizar talleres artesanales que funcionan por cerca de medio siglo de vida, señala Verónica Cerpa, jefa de turismo del Cabildo local.

    En el recorrido, que tiene una duración de tres horas, también se visita una curtiembre artesanal, un taller de curtiduría y repujado, otro de instrumentos andinos y finaliza en el Museo de las Culturas.

    A los visitantes se les explica que la producción de cuero de Cotacachi trasciende antes de la presencia española, pues se elaboraban rústicamente indumentarias y artículos con piel de soche. Así se asegura en las crónicas locales.

    El talabartero Alonso Buitrón, de Cotacachi, muestra orgulloso parte de su última producción de zamarros. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    El talabartero Alonso Buitrón, de Cotacachi, muestra orgulloso parte de su última producción de zamarros. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • La talabartería: un oficio que perdura en Sangolquí

    Redacción Quito   

    Mauricio Loachamín es un talabartero que guarda el legado del oficio de su padre y abuelo, con orgullo. Hace 20 años, el hombre decidió abrir su local en Sangolquí, en el barrio Luis Cordero, en el oriente de Quito.

    Cuando era un niño aprendió a moldear el cuero. Poco a poco y con constancia empezó a transformar este material en productos para los amantes de los caballos. Las monturas, los zamarros y las vetas son algunos de los productos que realiza en su talabartería, que lleva el nombre de San José.

    Loachamín recuerda cómo fueron sus primeros pasos en este oficio, que ha ido desapareciendo con el paso de los años. “He tratado de mantener los conocimientos que me impartió mi abuelo, quien trabajó en el campo y domaba los caballos bravos en el páramo”, señaló.

    Su abuelo le pedía que le ayudara en el campo a domar los caballos. Así aprendió cada uno de los atados para hacer las riendas, las monturas o los famosos zamarros. Además, aprendió a ‘curar la piel del animal’ para que tenga la resistencia y la flexibilidad para elaborar los diferentes modelos para sus clientes.

    Y, ¿cuál es su plus? El hombre relató que confecciona sus productos a la medida del cliente y bajo pedido. Cuando una persona busca un zamarro, lo primero que hace es tomar sus medidas para que se amolde a su cuerpo. Posteriormente, acude a comprar las pieles y confecciona el traje. “Me demoro entre cinco y seis días, porque es un trabajo de calidad y lo hago solo”, dice el hombre de 39 años.

    Los precios de los productos son módicos, depende de la calidad del material y de la complejidad del producto. “Tengo todos los materiales necesarios para elaborar un producto de calidad, ya que invertí un capital de USD 10 000”.

    Uno de los productos más demandados son las monturas. Los costos van desde los USD 800 en adelante. Los zamarros están entre los USD 300 y 500. Mientras que las riendas o vetas cuestan USD 180 o más. En el momento, el hombre factura USD 600 aproximadamente, al mes.

    Una de las situaciones que alegra a Loachamín es que su hijo mayor le ayuda a elaborar los insumos y espera que también mantenga estos saberes ancestrales. “En la localidad ya son pocos los que se dedican a ser talabarteros, en especial, aquellos que elaboran todos los aperos del caballo”, comentó.

    Las mejores épocas para el talabartero son las fiestas del cantón Rumiñahui, ya que jóvenes y adultos compran estas indumentarias para los desfiles.

    Mauricio Loachamín tiene su taller en el barrio Luis Cordero. En este espacio tiene la maquinaria necesaria para elaborar zamarros, riendas y monturas. Los precios son económicos; depende del modelo. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
    Mauricio Loachamín tiene su taller en el barrio Luis Cordero. En este espacio tiene la maquinaria necesaria para elaborar zamarros, riendas y monturas. Los precios son económicos; depende del modelo. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES