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  • Una feria virtual para apoyar a mipymes y artesanos

    Carolina Enríquez, (I)

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    Hasta el 21 de septiembre del 2020 se desarrolla la feria virtual Seguimos adelante. La información la dio a conocer el Ministerio de la Producción a través de su página web.

    El encuentro cuenta con la participación de unos 30 expositores del sector textil, cosméticos y calzado, de 10 provincias: Azuay, Bolívar, Chimborazo, Guayas, Imbabura, Loja, Manabí, Morona Santiago, Pichincha y Tungurahua.

    Esta feria está dirigida a micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) y artesanos del sector productivo.

    Los participantes recibieron acompañamiento de la Cartera de Estado, a través de reuniones virtuales. En esas citas se definieron los productos que comercializarán, el proceso de venta y la entrega a domicilio.

    El desarrollo de este espacio de comercialización virtual pretende apoyar a mipymes y artesanos para realizar sus ventas a través de market places y en otros puntos de venta convencionales.

    La presentación y venta se hace a través de una plataforma digital desarrollada por el Ministerio. Se trata de una opción gratuita.

    Los clientes interesados en esta feria pueden acceder al portal institucional del Ministerio: www.produccion.gob.ec.

    Deberán ubicar la feria en el banner rotativo e ingresar. Desde ahí conocerán el perfil del vendedor y sus productos; el sitio incluye un vínculo para comunicarse con expositor y pedir sus productos a domicilio. Otra forma de ingresar directamente a la feria es mediante el link: bit.ly/2W3VtRu.

    La feria virtual Seguimos adelante se mantendrá hasta el 21 de septiembre del 2020. Foto: captura de pantalla
    La feria virtual Seguimos adelante se mantendrá hasta el 21 de septiembre del 2020. Foto: captura de pantalla
  • Diseña prendas y accesorios con su red de artesanos

    Redacción Quito

    Ecuador esconde riqueza cultural en cada una de sus provincias. Esto es un atractivo para quienes buscan emprender rescatando tradicionales.

    Un ejemplo de ello es Ivonne Durán, quien siempre tuvo una atracción hacia las manualidades y las artesanías y gracias a esto decidió abrir un negocio propio.

    Maquipura
    es un emprendimiento que surgió en 2008; en quechua significa ayudar, dar la mano. La emprendedora creó este lugar para mostrar las diferentes piezas elaboradas por artesanos que conoció al recorrer provincias del Ecuador.

    Durán visitó talleres en Azuay, Cotopaxi, Chimborazo e Imbabura, de los cuales escogió a 62 artesanos para formar una red y así empezar su negocio. “Mi idea era ayudar a estos artesanos comprando sus trabajos y modificarlos con diseños propios, para que tengan un toque de originalidad e innovación”.

    Cuando inició con este proyecto, la emprendedora invirtió cerca de USD 500. Durán comenta que, al inicio, las ventas las realizaba entre amigos y familiares, aunque también exponía en ferias locales y en otras ciudades del país, donde mostró su trabajo. Además, cuenta que el negocio creció rápidamente y con las primeras ganancias logró equipar el local en menos de cinco años.

    La materia prima de este emprendimiento está en las comunidades de artesanos con la que Durán trabaja. Las principales son de Saraguro, Gualaceo, Simiatug, en el sur del Ecuador.
    Lo que caracteriza a los productos de Maquipura es que mantiene la elaboración tradicional; la emprendedora añade un toque más actual con diseños llamativos.

    Entre los productos que oferta están alfombras, tapices, macanas tejidas en Gualaceo (Azuay), además de accesorios como carteras, bufandas y bolsos con adornos y apliques de metal.

    Durán diseña jarrones, collares, bolsos, ropa, bandejas, objetos decorativos y más junto a la red de artesanos que fundó y que pertenecen a diferentes ciudades.

    En 2017, por motivos personales y disminución del turismo en el país, el emprendimiento tuvo pocas ganancias, por lo que Durán tuvo que cerrar la tienda y comercializar por redes sociales.

    Gracias a que la propietaria no dejó de impulsar el negocio a través de redes sociales, logró tener un espacio en la feria Artesano Artista que es promovida por la Presidencia de la República. En ese espacio, la esposa del primer mandatario, Rocío González de Moreno, adquirió una de las prendas de Maquipura y la lució en el encuentro de los mandatarios de EE.UU. y Ecuador, semanas atrás.

    Durán quiere que la marca llegue a más sitios en el país e incluso al exterior. Ahora abrió una tienda en Tumbaco para llegar a más personas.

    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. La tienda de este emprendimiento está ubicada en Tumbaco.
    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. La tienda de este emprendimiento está ubicada en Tumbaco. Foto: Líderes
  • Una ventana digital para promocionar a 10 artesanos

    Redacción Quito

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    Un viaje por todo el Ecuador durante 2016 fue la motivación para que María Augusta Olmedo, publicista de profesión, decida impulsar la riqueza cultural del país, a través de su emprendimiento.

    Con su amiga y ahora socia, María Isabel Castillo, licenciada en Marketing, iniciaron su negocio Mixartelab, en junio de este año.

    Esta iniciativa on line es una ventana para promocionar y comercializar los trabajos de artesanos y emprendedores ecuatorianos. Según Olmedo y Castillo, los artesanos rurales no tienen muchos espacios para exhibir y vender sus productos.

    Actualmente, en la tienda virtual se exhibe la labor de diez artistas. Los artesanos que fabrican collares de tagua, blusas bordadas, adornos en madera, entre otras artesanías, pertenecen a comunidades de Chimborazo, Imbabura y Pichincha.

    César Yumberla, creador de Galería Pucará, expone sus diseños hechos en tagua en Mixartelab.

    Este artesano de Imbabura señala que sus creaciones las trabaja con su comunidad, cuyos habitantes son su inspiración.

    “Crear productos con mis manos significa aplicar lo que yo sé, lo que mis abuelos me enseñaron. Me gusta hacer artesanías”, dice.

    Los creaciones artesanales son muy apreciadas por los clientes. Hace unos meses Tamara Manrique, compró en la tienda unos ángeles de cerámica.

    Para Manrique, la facilidad de escoger los artículos y comprarlos por Internet es una gran ventaja por la comodidad.

    También, la entrega inmediata a domicilio es otro de los aspectos que la cliente destaca. Ella asegura que la calidad de la artesanía que adquirió es excelente.

    Las personas interesadas deben ingresar al sitio web www.mixartelab.com.
    En la galería encontrarán los artículos, cuyos precios van desde los USD 10 hasta 100 aproximadamente. Los añaden al carrito de compras y se los puede cancelar con tarjeta de crédito, Paypal o transferencias.

    El envío de la compra se lo efectúa entre uno o dos días. Algunas artesanías se las puede personalizar, bajo pedido del cliente, por lo cual pueden variar los costos y tardar un día la entrega.

    En el sitio web hay una opción para que los artesanos o emprendedores puedan inscribirse y ser parte del proyecto.

    Según Castillo, se exigen algunos parámetros a los interesados, como contar con un stock suficiente de productos y cumplir tiempos de entrega.

    La galería Mixartelab comenzó con una inversión aproximada de USD 3 000 que se usaron en la construcción del sitio web, promoción audiovisual de los artesanos y en la compra de mercadería.

    La facturación mensual del negocio en este año ha sido de USD 2 500. Castillo proyecta que para el 2018 la facturación anual sea de USD 45 000.

    Para el próximo año, las emprendedoras tienen el propósito de incursionar en el mercado internacional. Ahora están concretando alianzas en países de Norteamérica y Europa.
    Hasta el momento han hecho dos envíos de artesanías, uno a Estados Unidos y otro a Brasil.

    María Augusta Olmedo y María Isabel Castillo son las socias de este portal electrónico que apoya a artesanos nacionales. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
    María Augusta Olmedo y María Isabel Castillo son las socias de este portal electrónico que apoya a artesanos nacionales. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
  • 150 artesanos moldean el carrizo

    Redacción Quito

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    Los canastos, las pajareras, las lámparas, los portarretratos y los muebles son algunos de los productos que comercializan los artesanos de Alangasí, quienes tienen un reto: mantener la elaboración de artesanías con carrizo, así como lo hacían sus ancestros.

    La tradición de estos artesanos data de decenas de años atrás, cuando sus padres y abuelos les enseñaron a confeccionar productos como las canastas o las esteras; estas últimas eran utilizadas como colchones por las familias de esta parroquia rural de Quito.

    Nelly Umaquiza es una de las artesanas de la comunidad. Cada 15 días compra la materia prima en Guayllabamba para elaborar las artesanías, que le han servido para sacar adelante a sus tres hijos y a su esposo. “Con la elaboración y la venta de estos productos logré que todos mis hijos se gradúen, también ayudé a mi esposo”, explica la mujer de 47 años.

    Ella compra 300 carrizos al mes y le sirven para elaborar seis juegos de canastas, esteras y demás productos que le pidan. La diferencia, asegura Umaquiza, es que elaboran esteras rectangulares y no cuadradas como hacen en otras provincias del país.
    Para levantar su negocio, Umaquiza destinó un monto de USD 35, que es el costo de la materia prima. El material restante lo tiene en su casa, por lo que evita gastos innecesarios, dice.

    Los juegos de muebles están entre los USD 25 y 40. La elaboración de estos objetos es una de las tareas más complicadas, pero con práctica logra terminar en dos días. Todo depende del diseño y el modelo que pidan sus clientes.

    La elaboración de los muebles es una actividad que la realiza junto con su esposo, quien perdió el trabajo y decidió apostarle a esta tradicional actividad de Alangasí.

    El próximo año Umaquiza tiene nuevos retos: uno es abrir un local en El Tingo, lugar en el que actualmente reside. Para ella es una necesidad, ya que, hoy en día, deja sus productos en los locales de Santa Clara, en el norte.

    Días atrás los artesanos de esta localidad se organizaron para realizar una feria y mostrar sus productos. Incluso, Umaquiza presentó sus productos estrella: las casas y camas para perros y gatos. “Es nuestro valor agregado, lo que nos diferencia”, asegura.

    Actualmente esta emprendedora tiene un ingreso de USD 600 al mes, que le sirven para mantenerse y para comprar más carrizo.

    La feria tuvo el apoyo de la Junta Parroquial de Alangasí, que apoyó con el espacio y las comparsas para alegrar la feria.

    Su vicepresidente Henry Quimbiulco explica que esta actividad vuelve a tomar impulso por la conciencia ambiental y por la identidad. “El uso de artículos elaborado con productos biodegradables como el carrizo, en reemplazo del plástico, no solo protege la naturaleza sino que impulsa el trabajo artesanal y dinamiza la economía comunitaria”.

    Para Quimbiulco, el apoyo a los artesanos es importante porque consolida la identidad de los pueblos de la zona rural de Quito.

    Carmen Cevallos es una asidua compradora de este tipo de artesanías. Ella considera que es crucial apoyar a los artesanos quiteños que viven del arte.

    “Es importante que los compradores apoyemos los productos nacionales y más aún si son realizados por artesanos. Debemos ya aprender a valorar lo nuestro”.

    En esto coincide Laura Guamán, quien recuerda que en su niñez, su familia acostumbraba a comprar esteras o muebles de este material. “Cuando veo estos productos recuerdo mi infancia, por lo que prefiero comprarlos”.

    En Alangasí se cuentan alrededor de 150 canasteros, que trabajan el carrizo, según la Junta Parroquial. La mayoría son de avanzada edad. “Es una actividad que tradicionalmente se ha heredado de abuelos a padres y de estos a sus hijos. Esperamos que se mantenga”, dice Quimbiulco.

    En la Feria de Carrizo se presentaron los productos de los artesanos de El Tingo, en la parroquia de Alangasí. Fotos: cortesía GAD Alangasí
    En la Feria de Carrizo se presentaron los productos de los artesanos de El Tingo, en la parroquia de Alangasí. Fotos: cortesía GAD Alangasí
  • 80 familias de Pistishí creen en el turismo

    Cristina Marquez

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    Los paseos por las granjas orgánicas y trapiches de Tolte, una comunidad indígena situada al sur de Chimborazo, son el producto estrella que oferta la asociación de turística de Pistishí.

    Allí también se ofrecen comidas típicas, recorridos por senderos naturales en compañía de guías nativos, artesanías y una experiencia de turismo vivencial que consiste en compartir con los comuneros sus rutinas diarias en las granjas y disfrutar de un día de campo.

    “Es un proyecto integral. La idea es involucrar a toda la comunidad y generar más fuentes de empleo a medida que se incrementen las visitas de los turistas a nuestra comunidad”, dice Francisco Moina, presidente del Gobierno Parroquial de Pistishí, a donde pertenece la comunidad.

    La iniciativa fue patrocinada por la Fundación Maquita Cusunchic y empezó con un grupo de nueve mujeres de la comunidad en el 2009. Hoy involucra a las 80 familias que habitan allí.
    Ellos se dividieron en grupos para prestar diferentes servicios turísticos. Un grupo se turna para atender la cafetería, mientras que otro, integrado por 17 guías nativos, se ocupa de coordinar los paseos en caballos y bicicletas por la comunidad.

    “En un inicio todos éramos incrédulos, no pensamos que los turistas iban a querer venir hasta acá. Luego nos capacitamos, descubrimos en el turismo una oportunidad para progresar y decidimos apoyar este proyecto”, cuenta Moina.

    La Fundación apoyó la construcción de un restaurante comunitario, un sendero y un mirador desde donde se puede apreciar la Nariz del Diablo. Una montaña con una topografía particular, que la hace similar a un rostro.

    Allí se construyó la línea férrea conocida como la más difícil del mundo, hace más de 100 años. Es que para que el tren pueda descender hasta la estación situada al pie del cerro, debe retroceder y avanzar en zigzag por las rieles.

    Ese espectáculo es el atractivo más publicitado y el que más llama la atención de los turistas extranjeros.

    La asociación comunitaria se inspiró en este atractivo y en la curiosidad que despertó en los visitantes para diseñar su producto turístico. Ellos ofertan un tour que cuesta USD 35 e incluye un tour a caballo o en bicicleta por la comunidad, un almuerzo típico y la visita al sendero que concluye con la llegada del tren y el relato de los guías nativos.

    En la temporada vacacional y en feriados, este espectáculo atrae a unos 300 visitantes al mes, y en la temporada baja llegan en promedio unas 50 personas. Pero la meta de la Asociación es promocionarse en las redes sociales para incrementar el número de visitantes.
    “No siempre fuimos tan optimistas. Antes aquí la situación económica era desesperante.

    Dependíamos únicamente de la agricultura y como no tenemos agua, ganábamos muy poco con la producción, por eso todos migraban al extranjero”, recuerda Rosa Sauce, una de las fundadoras de esta iniciativa.

    Para ella y su familia, su situación económica cambió en cuanto empezó a trabajar en el restaurante comunitario. Según esta mujer, la capacitación que recibió con los técnicos de la Fundación Maquita Cusunchic la transformó de agricultora en una emprendedora. Hoy vive del turismo.

    Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES Juan Paguay es un artesano de Pistishí. Él enseña sus artesanías a los turistas que llegan al lugar.
    Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Juan Paguay es un artesano de Pistishí. Él enseña sus artesanías a los turistas que llegan al lugar.
  • Una vitrina ecuatoriana que agrupa a más de 300 artesanos

    Redacción Quito (I)

    Los colores y las texturas de las artesanías dan la bienvenida a los compradores, quienes miran detalladamente cada una de las piezas de Galería Ecuador. Minutos más tarde, el olor del chocolate estremece los sentidos e invita a ingresar en el mundo del producto ecuatoriano. Y si su olfato es más delicado le alcanzará el aroma del café o de las infusiones de té.

    Este emprendimiento, ubicado en el centro de Quito, mezcla tres tiendas en una. Se diferencia por aglutinar a más de 300 artesanos que exponen sus productos. La ropa con tejidos a mano, el chocolate, las salsas artesanales, los sombreros, las joyas, los cosméticos naturales son algunos de los artículos que puede encontrar en esta galería de la ciudad.

    La tienda es considerada como la ‘ventana del país’ y abrió sus puertas hace un año en el Centro Histórico, en la parte baja de la Catedral. Nació de los deseos de la familia Castillo Alomía de mostrar lo mejor del país.

    No es la única. Hay otra en La Mariscal, en el norte, y tiene 12 salas temáticas de artesanías típicas.

    Paula Castillo es socia y la administradora de Galería Ecuador. Relata que su madre, Adriana Alomía, fue la encargada de consolidar este sueño hace 10 años. “Comenzamos con una marca de chocolate y café propias. Luego buscamos a los productores”.

    El recorrido no fue fácil, ya que debían buscar productos con un valor agregado. Tuvieron que recorrer varias provincias como Pichincha, Esmeraldas, Zamora Chinchipe y demás localidades. En este viaje encontraron, por ejemplo, a José Jiménez, oriundo de Gualaceo, en Azuay que elabora ‘macanas’ en un telar de cintura.

    Otro emprendedor es Niels Morgenthaler, quien tiene una marca de cosméticos naturales Laskanie (caricias). Él y su esposa se aliaron con Galería Ecuador en diciembre del año anterior. Lo hicieron porque fue una oportunidad para vender sus productos. Ahora, la mitad de su producción es comercializada en esta tienda. Representa 15 kilos de jabones. Además hay cremas, aceites, lociones… “Es una opción ideal para que los turistas nacionales y extranjeros conozcan el producto”. Las expectativas son buenas, asegura Morgenthaler .

    En Galería Ecuador no puede faltar el sabor del chocolate Pacari. Castillo cuenta que esta fue una de las primeras marcas en aliarse para ofrecer el producto. Hoy cuenta con una tienda propia: la primera a nivel nacional para comercializar este chocolate. Los precios van desde USD 0,50.

    Las adecuaciones de los dos locales demandaron una inversión de USD 350 000. El valor incluye el ‘showroom’ en Baltra, localizada en las Islas Galápagos. Actualmente, la facturación mensual en las tiendas alcanza los USD 50 000 y trabajan 13 personas (vendedores y administradores).

    Paula Castillo es la socia y administradora de Galería Ecuador, que concentra a productores de todo el país. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
    Paula Castillo es la socia y administradora de Galería Ecuador, que concentra a productores de todo el país. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • El uso del cedazo aumenta con los artesanos de Guangopolo

    Redacción Quito  (F)
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    Lo que empezó como una tradición de toda una población hoy vive una evolución. El cedazo, aquel tejido elaborado con pelo de caballo, se utiliza ya no solo para las tradicionales cernideras; ahora es la materia prima que sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios como cinturones, cepillos de ropa, aretes, plumeros, limpiabotellas, lienzos para pinturas, entre otros.

    Esta diversificación en el uso del cedazo se dio por una necesidad de los artesanos que trabajan con este material. Así lo explica Marco Cumanicho, presidente de la Junta Parroquial de Guangopolo, población que tiene hoy en día cerca de 3 500 habitantes.

    El dirigente detalla que el cedazo servía desde la Colonia para elaborar cernideras que tenían distintos usos. “Pero hace 30 años con las nuevas tecnologías estas cernideras dejaron de ser utilizadas y la tradición del pueblo estuvo en riesgo de desaparecer”.

    Antes, agrega Cumanicho, casi toda la población de esta parroquia ubicada al oriente de Quito se dedicaba a la confección de las cernideras de cedazo. Actualmente, no son más de 60 personas las que trabajan en esta actividad artesanal que requiere de paciencia y habilidad en las manos.

    Por eso la Junta Parroquial armó una campaña de promoción del cedazo que incluyó la construcción de un centro del cedacero. Esta suerte de museo y taller sirve para explicar a los visitantes la historia del cedazo. Se levantó en el 2011 con una inversión aproximada de USD 200 000.

    Allí, un grupo de 12 artesanos (11 mujeres y un hombre) mantienen viva la tradición de Guangopolo. Ellos elaboran una variedad de artículos que los exhiben a los turistas nacionales y extranjeros, que llegan al edificio ubicado a dos cuadras del parque central.
    Una de las artesanas que elaboran accesorios es Leonor Sofía Cuje, quien aprendió la técnica de tejido de su madre. Ella va todos los miércoles, de 09:30 a 13:30.

    Leonor Sofía Cuje es una de las artesanas que trabajan con el cedazo en Guangopolo. Ella aprendió esta técnica de tejido de su madre. Foto: Foto: Pedro Maldonado / LÍDERES
    Leonor Sofía Cuje es una de las artesanas que trabajan con el cedazo en Guangopolo. Ella aprendió esta técnica de tejido de su madre. Foto: Foto: Pedro Maldonado / LÍDERES

    En esas cuatro horas selecciona el pelaje del caballo que va a utilizar y que por lo general compra en haciendas de Píntag, Pifo o Machachi o a proveedores; luego la lava con jabón de ropa, la hace secar y empieza a trabajar.

    Para elaborar una cernidera grande esta artesana se demora tres horas. Pero ella reconoce que estos objetos tienen menos demanda hoy en día y por eso optó por elaborar pulseras, cinturones y otros artículos pensando en hombres y mujeres de todas las edades. “Mis hijas no quieren aprender la técnica. Dicen que prefieren estudiar una profesión distinta”, cuenta Cuje.

    Pero esta mujer no se desanima y detalla con gusto los procesos que sigue en la elaboración de los accesorios. “Es un trabajo laborioso que es parte de la identidad de Guangopolo” .

    El titular de la Junta Parroquial agrega que la idea que tienen los artesanos y las autoridades es vender a la población como la capital del cedazo. “Queremos que se lo declare Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador, tal como se hizo con la paja toquilla hace unos años”, dice Cumanicho, mientras indica con orgullo las instalaciones del centro que también es un mirador de la parroquia.

    El cedazo sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios. Foto: LÍDERES
    El cedazo sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios. Foto: LÍDERES
  • 52 artesanos ponen a prueba sus emprendimientos

    Lucia Vasconez

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    En el patio central del centro comercial Quicentro Sur se instalaron 23 stands para que 52 emprendedores presenten sus creaciones a potenciales clientes. El encuentro denominado Testing Lab ‘Hecho a mano’ se desarrolla desde el 21 hasta el 26 de mayo de 2015.

    En el lugar se pueden encontrar cosméticos naturales, velas artesanales, mermeladas de diferentes sabores, artesanías realizadas en cuero repujado, almohadillas antiestrés, juegos didácticos, bisutería, objetos tejidos, y más productos realizado por hábiles artesanos.

    La iniciativa es un proyecto del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito bajo la coordinación de CONQuito. El objetivo del evento, según Javier Albuja, coordinador de proyectos de CONQuito, es que los emprendedores validen sus ideas de negocio, lo atractivo de su producto, sus canales de distribución, sus estrategias de marketing, a través de la interacción con sus potenciales clientes. 

    “Los artesanos realizan un proceso de comercialización pero el principal objetivo es que validen que su modelo de negocio es el adecuado”, dice Albuja.

    Para una mejor interacción se dividió al grupo de artesanos en dos. Cada emprendedor expondrá sus creaciones tres días intercaladamente. “Se tendrá 3 días de testeo por grupo, de una manera participativa y saltando un día. Este ejercicio les permitirá descubrir qué cosas deben fortalecer. La interacción se hace una vez que se han entregado las metodologías que les permiten reconocer lo que deben mejorar”, añade el Coordinador del Proyecto.

    Este año se han programado cuatro laboratorios de prueba. El primero fue de Ciencias Vida y Educación, el segundo es Hecho a Mano y próximamente se realizarán el de Tecnología y otro de Diseño y Moda.

    Los emprendedores que participan en ‘Hecho a Mano’ tuvieron acceso a este espacio tras un proceso de registro y selección de su proyecto de negocio.

    El principal objetivo del evento es que los artesanos validen su modelo de negocio. Foto: Cortesía CONquito
    El principal objetivo del evento es que los artesanos validen su modelo de negocio. Foto: Cortesía CONquito
    Los artesanos tendrán tres días para presentar sus creaciones. Foto: Cortesía CONquito
    Los artesanos tendrán tres días para presentar sus creaciones. Foto: Cortesía CONquito
  • En Cuenca, la tienda de precio justo ahora es una opción para los artesanos

    Giovanni Astudillo (F)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Maki es la primera tienda de precio justo que funciona en la capital azuaya. Fue inaugurada en diciembre de 2014 y ha facturado USD 4 300 hasta el mes pasado, el 80% se destinó a 50 artesanos de cinco asociaciones de Azuay y Loja, un colectivo y una diseñadora.

    El porcentaje restante sirve para el funcionamiento de este emprendimiento que pertenece a la Red Pakariñán, que funciona desde el 2005 y que agrupa a asociaciones productivas. Su objetivo es impulsar el turismo comunitario en el sur del Ecuador.

    Según el administrador de Maki, Eric Ochoa, desde entonces se determinó que la producción artesanal representa un aspecto fundamental porque es uno de los principales atractivos para los visitantes extranjeros.

    Con esa experiencia, dice Ochoa, se identificó que la labor artesanal tiene mucho potencial y la opción para desarrollarla es la creación de esta tienda de precio justo. Este emprendimiento también busca aprovechar el flujo de turistas que les gusta estos productos y que no necesariamente visitan las comunidades rurales.

    Los artículos que se ofertan en Maki, que funciona en el sector de San Sebastián, en el Centro Histórico de Cuenca, pertenecen a las asociaciones Don Bosco de la comunidad de Principal (Chordeleg), Productores y Artesanos de Nabón, Eco Museo de Yanuncay, Turismo, Artesanía de Ñamarín de Saraguro y Mujeres Emprendedoras de Bullcay.

    Todos ellos elaboran sombreros, adornos y accesorios en paja toquilla y en tallos de cebada y trigo. También, bisutería, chales y bufandas en lana de borrego, macanas y adornos y mobiliario pequeño en madera reciclada.

    Según Ochoa, el comercio justo de Maki gira en torno a tres aspectos fundamentales. El primero es cancelar un valor justo por la producción artesanal. Los productores reciben el 80% del precio de venta y la tienda se queda con el 20% para su funcionamiento, producción y proyectos futuros como la ampliación de la misma.

    El segundo aspecto es el asesoramiento. Es decir, a los artesanos se les indica qué colores y productos tienen más demanda y cómo mejorar su productividad y calidad. Finalmente, estrechar vínculos entre el productor y el consumidor, señala Ochoa. “En cada artículo se informa quién y dónde se los fabricó, para lograr una pertenencia”.

    Los artesanos traen sus productores y entre ambas partes fijan los precios. Cada mes, Maki paga de acuerdo con lo que se vende. Tiene dos tipos de clientes: los primeros son los turistas estadounidenses, canadienses, europeos y argentinos quienes buscan las artesanías; y los segundos son los jóvenes residentes en la capital azuaya, que se interesan por los bolsos y camisetas con estampados que entrega el colectivo La Chinchilla y la diseñadora Marcela Orellana Calle (Mazhyx), quien también asesora en la producción de los artesanos.

    En diciembre pasado, la mayoría de clientes fue de Cuenca y llegó porque conocía los productos o porque la campaña publicitaria se realizó a través de las redes sociales. En enero y febrero, en cambio, hubo más acogida de turistas y residentes extranjeros. Cada semana tienen entre 10 y 40 compradores, en promedio.

    A futuro, dice Ochoa, el objetivo es ampliar Maki o reubicar el local y agrupar a nuevas asociaciones. Añade que otro plan es optar por el comercio electrónico y la plataforma será lanzada este año.

    “Nuestro emprendimiento se basa en el modelo Lean Startup, que usan en Silicon Valley. No necesitamos un plan de negocios extenso de 40 o 100 páginas sino centrarnos en el cliente y en función de él se gesta todo lo demás, nos retroalimentamos”.

    Eric Ochoa es el administrador de la tienda Maki, que funciona en el Centro Histórico de Cuenca. La iniciativa pertenece a la Red Pakariñán. Foto: Xavier Caivinagua /LÍDERES
    Eric Ochoa es el administrador de la tienda Maki, que funciona en el Centro Histórico de Cuenca. La iniciativa pertenece a la Red Pakariñán. Foto: Xavier Caivinagua /LÍDERES
  • De kimonos a tablets, los artesanos de Kioto se reinventan para sobrevivir

    Agencia EFE

    Los años han tratado con crudeza a industrias tradicionales niponas como la del kimono, cuyos artesanos se han visto obligados a emplear sus técnicas milenarias para crear productos más novedosos como fundas para tablets.

    En una pequeña casa de madera en la turística ciudad de Kioto, en el centro de Japón, Takeshi Nishimura se arrodilla frente a una mesa donde esgrime con soltura un fino cuchillo con el que bosqueja una flor de cerezo. Para esculpirla utiliza una de las cuatro técnicas tradicionales para tallar, el «kiribori», en la que se emplea un estilete con un filo de medio círculo en posición vertical que gira suave y rápidamente para realizar un agujero circular.

    Aunque ésta es su especialidad, también se muestra habilidoso con el «hikibori», utilizada para cincelar líneas con gran precisión. «No necesito gafas, pero veo mal de lejos. Así que tengo que concentrarme en cosas pequeñas», bromea mientras levanta brevemente la vista en una demostración de su arte. Junto a él descansa un fardo de diseños con motivos variados, desde florales hasta mitológicos.

    Los patrones que antaño sirvieran para teñir un delicado kimono (traje tradicional japonés), modelan hoy el estampado de un vaporoso fular o se usan como motivo de decoración para la funda de cuero de una tablet.

    Nishimura, la segunda generación familiar en el oficio, cumplirá 62 años el próximo mes de marzo, y comenzó a diversificar su negocio hace apenas dos años, cuando comprendió que «tenía que hacer algo en el Kioto contemporáneo». «Hay que ganarse la vida, y la industria artesanal hoy en día no da para comer», dice con una melancólica sonrisa.

    El artesano confiesa que sigue trabajando en la industria de los kimonos, pero que la demanda ha descendido drásticamente.

    Si en 1971 era de un 100 por cien, en 2013 era únicamente de un 2,6 por ciento. «Tengo un montón de ideas», añade mientras revolotea por la estancia para tomar en sus manos una funda de tablet que diseñó el año pasado y con el que ha viajado hasta París.

    «Creo que puedo usar mis habilidades para esto, porque no sólo tienen salida en Japón», añade con decisión. Nishimura, tarda entre ocho y diez horas en terminar una funda grande, que luego vende por unos USD 250 dólares a través de su página web y temporalmente en los conocidos grandes almacenes Mitsukoshi de la tokiota Nihombashi.

    Además de fundas, Nishimura también realiza grabados en papel para fines decorativos, patrones para estampados de termos, fundas para móviles o tarjeteros.

    El artista, que lleva 43 años cultivando su técnica, la aprendió de su padre cuando todavía era habitual para los niños ayudar a sus progenitores con su trabajo. Algo que «no podría pedirle» a sus hijos, inmersos en carreras tan innovadoras y modernas como la informática, porque «hay que ganarse la vida».

    Para poder seguir adelante con su labor, Nishimura asegura que cuenta con el apoyo de su esposa, que trabaja para que él pueda desarrollar su profesión. El «elevado» precio de los kimonos y los «costosos procesos» son algunas de los problemas a los que se enfrenta esta industria según el alcalde de Kioto Daisaku Kadokawa.

    Para Kadokawa, que siempre viste un kimono en símbolo de su apoyo a la prenda, éste no es el único sector que atraviesa malos tiempos. Manufactureras como el de la cerámica o el sake buscan nuevos nichos de comercio para no caer en el olvido y atraer la atención de los extranjeros, que en ocasiones no entienden una «sensibilidad» tan especial como la japonesa en lo que a tradición se refiere.

    «Las personas involucradas en estos sectores se esfuerzan al máximo en crear algo perfecto (según la tradición nipona), y a veces estos productos no son apreciados por los visitantes de fuera, así que las ventas no van bien».

    El artesano Takeshi Nishimura muestra una funda para tablet diseñada y tallada por él con motivos mitológicos utilizando la técnica tradicional japonesa del "kiribori" en su taller en Kioto (Japón). Foto: EFE
    El artesano Takeshi Nishimura muestra una funda para tablet diseñada y tallada por él con motivos mitológicos utilizando la técnica tradicional japonesa del «kiribori» en su taller en Kioto (Japón). Foto: EFE