Etiqueta: asociatividad

  • La asociatividad, un modelo a tener en cuenta

    MEMO DE LA SEMANA
    La asociatividad se va convirtiendo en un modelo funcional y efectivo para los pequeños y medianos negocios del Ecuador, en medio de la epidemia del covid-19.

    En el mes y medio de cuarentena que lleva el país, LÍDERES ha constatado que este sistema se ha afianzado en especial en el sector del agro, donde los pequeños agricultores han encontrado algo de oxígeno gracias al trabajo asociativo y cooperativo, que se ha apalancado en empresarios que piensan en la sostenibilidad y en el propósito como forma de hacer negocios, así como de generar empleo e ingresos.

    Si bien este modelo no es nuevo, vale la pena tomarlo en cuenta para el futuro inmediato. La epidemia que impacta a Ecuador y al mundo es un reto para empresarios y emprendedores, y ellos ya saben que tienen que reinventarse y aplicar nuevos conceptos en su trabajo diario. Algunos ya lo están haciendo y otros saben que es una tarea ineludible.

    La asociatividad, entonces, se presenta como un esquema conocido que puede actualizarse y rendir frutos en favor de la economía del Ecuador.

    Ilustración: LÍDERES
    Ilustración: LÍDERES
  • La asociatividad se puede aplicar a la gestión de compras

    Wilson Araque J. (O) 
    Para LÍDERES

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    Frases populares como: “la unión hace la fuerza”, son totalmente aplicables a la buena gestión de las compras familiares. Esto porque no es lo mismo adquirir una unidad de producto que, si al unirse varios familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, deciden comprar una cantidad mayor con el propósito de disminuir el costo unitario de lo comprado.

    Al hacerlo de la segunda manera se está aprovechando la fuente de ahorro que está disponible para quienes ponen en práctica la estrategia de acción colectiva llamada asociatividad.

    Ahora, claro, para lograr consolidar esos grupos de asociados -integrados por personas con intereses y costumbres diversas- es clave la consolidación que, con el tiempo, se vaya haciendo de un factor fundamental de las relaciones humanas de calidad denominado confianza.

    Con el fortalecimiento de la confianza la asociatividad no se vuelve fuerte solo con discursos, sino que se fortalece con hechos reales que la gente los palpa y reconoce en el día a día de su vida. De ahí, las experiencias vividas sobre acciones previas, actuales y futuras serán los ingredientes que vayan fortaleciendo el sentimiento de confianza en las otras personas y, así, eliminar el miedo de que, al pequeño descuido, los demás me afecten negativamente.

    En este escenario, partiendo de cómo en la actualidad tienden a convivir las familias, un buen espacio organizacional para estimular las compras asociativas son las Asambleas de Condominios -conjunto de casas o departamentos que comparten las familias en un mismo lugar geográfico.

    En esos espacios son en donde las familias se tienden a reunir regularmente y, por lo tanto, si es bien direccionado, ese espacio de organización ciudadana se puede convertir, tranquilamente, en el sitio donde se impulsen proyectos que busquen generar -entre otras cosas- ahorros financieros familiares, como es el caso de la activación de la opción estratégica de compras en volumen que, al final, cuando se la pone en acción, aumenta la capacidad de negociación de los asociados en términos de la obtención de menores precios y mejor calidad de los productos comprados.

    En este punto se debe resaltar que, en los condominios, ya se aplica esta estrategia de acción colectiva cuando se comparten los costos generados por servicios de seguridad, administración, limpieza y mantenimiento de los conjuntos habitacionales.

    Esta práctica puede extenderse también a la adquisición de otro tipo de bienes y/o servicios, por ejemplo, la compra asociativa de alimentos que, en los últimos días, a propósito del aislamiento social obligatorio por el covid-19, algunos conjuntos ya lo practicaron cuando contactaron a proveedores de alimentos frescos para que lleven a domicilio sus productos y, así, evidenciar los buenos resultados de “comprar en equipo”. También, se podría hacer lo mismo con la telefonía móvil, TV contratada, lavado de ropa y/o de autos; servicios de gimnasio etc.

    Finalmente, la transparencia de las cuentas financieras es clave si se quiere que el proyecto de compras asociativas perdure en el tiempo y, así, los asociados cumplan con el objetivo común que les motivó: “Aprovechar la generación de ahorros familiares gracias al efecto positivo de la acción colectiva”.

    El condominio se puede organizar para aplicar las compras asociativas
    El condominio se puede organizar para aplicar las compras asociativas. Foto: Freepick.es
  • Frutas, hortalizas y asociatividad

    Redacción Quito

    La historia de Guadaproducts está marcada por el campo y sus productos. Esta compañía que nació en el 2008, pero que se constituyó oficialmente en el 2015, está dirigida por David
    Pazmiño,
    quien proviene de una familia que siempre ha estado vinculada
    a la agricultura.

    Los padres de David dieron los primeros pasos en la década de 1980. Ellos fueron de los mayores productores de tomate riñón en Ecuador, lo que les permitió ser proveedores de Supermaxi desde 1985. Con el tiempo incursionaron en el cultivo de frutas como frutilla, lo que les permitió consolidar su negocio basado en productos agrícolas de la Sierra ecuatoriana.

    David mantuvo el amor de su familia por el campo, se formó dentro y fuera del país y creó su propia empresa, Guadaproducts, que es parte de un grupo familiar. Este negocio se enfoca en el acopio de frutas, verduras y hortalizas, pero también en la siembra y cultivo que se cumple en Checa, al oriente de Quito. La compañía arrancó sus actividades distribuyendo en hoteles y restaurantes.

    En el 2015 el negocio dio un giro y David consiguió un socio, Raúl Pazmiño, un especialista en el trabajo con agricultores en Tungurahua, con el que se amplió la oferta. “Ahora damos trabajo a pequeños agricultores que son nuestros proveedores”, dice David. La sociedad funcionó y permitió contar con proveedores de mora y frutilla, lo que a su vez le abrió las puertas de cadenas como Supermaxi, Mi Comisariato, Tía y KFC.

    El trabajo de Guadaproducts implica el acopio de los productos y su distribución en las cadenas mencionadas. Para esto la empresa tiene una red que oscila entre 300 y 400 productores, principalmente en Tungurahua y Pichincha. También se trabaja con una asociación de Guayas. Con todos los proveedores se aplica el concepto de precio justo. Así se le da seguridad a los agricultores para que manejen con tranquilidad sus costos de producción y aseguren una rentabilidad adecuada. “Además se les da cupos fijos lo que nos permite abastecer a los supermercados”, explica Pazmiño.

    Los bienes agrícolas con los que más trabaja la empresa y sus proveedores son frutilla, mora, pimiento, lechuga y col, indica Pazmiño. Él reconoce que el trabajo con pequeños agricultores es interesante. “En un inicio siempre existe algo de dudas y algo de recelo sobre los pagos y en los plazos, pero como en todo negocio las recomendaciones son vitales. Si a un agricultor le va bien, su vecino se interesa y así se van sumando proveedores. La recompensa es ver como todos prosperan y saber que están contentos”.

    Una muestra de que el trabajo funciona es hablar con los proveedores. En diciembre pasado, por ejemplo, la empresa reunió en un almuerzo a unos 200 agricultores. Esto sirvió para ver si necesitan asesoría técnica o cualquier otra inquietud que tengan.

    La Asociación de Productores Agropecuarios La Amistad, en Tisaleo, Tungurahua, trabaja con Guadaproducts. Luis Quijalema, administrador de la asociación, cuenta que conoce a la familia Pazmiño hace unos 18 años y que con la empresa la relación se ha mantenido sólida y estable. “Somos 160 proveedores que trabajamos con frutilla, mora y frambuesas. Nos llevamos muy bien, los pagos se hacen a tiempo y nosotros ofrecemos frutas de calidad”.
    Quijalema añade que el trabajo permite que agricultores de Tisaleo, Santa Rosa, Cevallos y otras localidades tengan mercado para sus productos.

    Otro proveedor de la empresa es Gonzalo Landeta, en Quito. Él entrega hortalizas como rúcula, brócoli, coliflor, col, zuquini, apio, etc. La relación comercial inició hace cuatro años y se mantiene hasta la fecha sin problemas, dice Landeta, cuyas primeras ventas fueron por USD 300 al mes y hoy alcanzan los USD 3 000.

    Landeta indica que su plantación está en Yaruquí, a pocos minutos de Checa, donde esta la base de operaciones de Guadaproducts, por lo que las entregas se cumplen sin problema y a diario. En un día normal entrega hasta 400 kilos de apio, por poner un ejemplo. “Estamos satisfechos y la relación se lleva de manera respetuosa”.

    La empresa de Pazmiño también tiene productos de su cosecha. Para esto cuenta con sembríos en 20 hectáreas en Checa; de esa cifra 13 hectáreas tienen invernadero.
    Los niveles de producción de la finca van creciendo con el tiempo. Hoy produce , por citar dos ejemplos, unos 2 000 kilos de frutilla a la semana y cerca de 10 000 kilos de tomate riñón, también en una semana.

    El trabajo continúa en medio de la epidemia de covid-19. La semana pasada las tareas se cumplían con normalidad en la planta de Checa, así como las entregas para las que se utilizan la flota de camiones, 10 en total, que se mueven por Pichincha cumpliendo las entregas a las cadenas.

    La base de operaciones de Guadaproducts se encuentra en Checa, al oriente de Quito. Allí se acopia, pero también se siembra y cultiva.
    La base de operaciones de Guadaproducts se encuentra en Checa, al oriente de Quito. Allí se acopia, pero también se siembra y cultiva. Foto: LÍDERES
  • La asociatividad da impulso a este chocolate

    Marcel Bonilla

    Chocounión es un proyecto para la elaboración de barras de cacao que tiene el apoyo técnico de la Universidad Católica de Esmeraldas y organismos internacionales. La marca refleja el nombre de una cooperativa agropecuaria que se formó dentro del proyecto para mejorar los medios de vida sostenible de la población rural de Quinindé.

    Esta propuesta se trabaja con la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), la Pontificia Universidad Católica de Esmeraldas, el Fondo Religioso para la Salud y la Universidad Politécnica de Valencia-España.

    Las 89 familias que son parte del proyecto cuentan con una pequeña planta artesanal de chocolate construida a un costo de USD 32 500 y ubicada en la parroquia La Unión, de Quinindé, donde ya se producen las barras.

    Estas familias tienen 356 hectáreas de cacao y producen anualmente 2 848 quintales anuales. Ellas dan valor agregado a la pepa.

    Las familias elaboran barras de chocolate dulces de 50 gramos. Las mujeres participan de ciclos cortos de comercialización y trabajan en el proceso para legalizar la cooperativa Chocounión.

    Por ahora la producción es muy baja, pero la planta puede procesar hasta 1 200 barras de 50 gramos semanales. También puede elaborar bombones y la pasta de chocolate para chocolate casero.

    Las barras están compuestas con cacao producido en las fincas de las socias que son parte de asociaciones como 11 de Noviembre, Revolución Verde y Ocasvi del recinto San Vicente, todos de Quinindé.

    A través de la universidad, los socios han recibido capacitaciones en varias temáticas hasta llegar a constituir la cooperativa de producción agropecuaria, explica Tatiana Cañola, técnica de la Universidad Católica.

    Uno de los módulos utilizados para la capacitación de los agroproductores fue dictado por docentes de la Universidad Católica, a los que se sumaron técnicos de entidades estatales como el Ministerio de Industrias, Arcsa y el Servicio de Rentas Internas

    Una de las ventajas del proyecto es que todas las familias socias son productoras de cacao y colocan una determinada cantidad para la producción de las barras.

    Alexandra Valencia, una de las beneficiarias del proyecto, explica que se trabaja con el cacao nacional para garantizar el aroma y sabor del producto. “Nosotras aportamos con 100 libras de cacao para darle valor agregado en nuestra fábrica artesanal”, señala Valencia.

    La inversión del proyecto es de 200 000 euros, de ese monto 140 000 euros son financiados por la Agencia Española para la Cooperación Internacional, los 60 000 restantes son la contraparte de la Universidad Politécnica de Valencia y el Fondo Religioso de la Salud.

    Elías Salazar, administrador del proyecto, explica que la iniciativa de elaborar chocolates tiene un alto componente social, porque apunta a terminar con la violencia económica contra la mujer, dándole protagonismo en el que prueben su capacidad para emprender.

  • La asociatividad impulsa sus quesos

    Cristina Marquez

    (F)
    Contenido intercultural

    El sabor equilibrado y la textura cremosa caracterizan a la marca Guamoteñito, una empresa integrada por siete queseras comunitarias del cantón Guamote, situado en el centro de Chimborazo. Los quesos frescos que se producen allí son apetecidos en mercados como Guayaquil, Daule, Esmeraldas y otros cantones de la costa ecuatoriana.

    La marca es un emprendimiento comunitario impulsado por la Asociación de Queseros de Guamote. 150 personas se benefician directamente de la empresa y otras 400 familias, que les proveen de leche fresca de alta calidad, se benefician indirectamente.

    El producto estrella es el queso fresco de mesa, que se puede adquirir en unos 150 puntos de distribución por USD 2,50. El queso se caracteriza porque está elaborado con una receta casera, ideal para la gastronomía y para el consumo de mesa, que se diferencia de la fórmula de otros productos lácteos que se procesan industrialmente.

    “Nuestro valor agregado es el sabor natural y casero de los quesos que siempre se han consumido en las comunidades, pero elaborado con procedimientos mejorados y de mayor calidad e higiene”, cuenta José Caiza, presidente de la Asociación de Queseros de Guamote.

    El emprendimiento se fundó en el año 2002, cuando cerca de 70 queseros de Guamote se unieron para integrar una asociación. El primer año, la organización no prosperó y la mayor parte de integrantes decidió separarse de la agrupación.

    Pero en el 2003, el grupo recibió el apoyo técnico de la Fundación Marco. Sus integrantes les capacitaron para mejorar el proceso de producción y la calidad del queso. También, hicieron estudios de mercado y les apoyaron en el proceso de comercialización.

    Mejorar la calidad fue el reto más grande que enfrentó la Asociación. Las normas para conseguir un registro sanitario y garantizar la apertura de mercados eran exigentes y se requirió de una inversión familiar.

    Cada quesera adquirió ollas pasteurizadoras, mesas de aluminio, moldes y otros implementos para adecuar las fábricas en sus respectivos hogares. Caiza, por ejemplo, invirtió alrededor de USD 5 000 en equipos y otros implementos para su negocio.

    Además, las revisiones técnicas de calidad fueron exigentes, por lo que varios socios desertaron de la agrupación. “Fue difícil convencer a la gente de mejorar sus productos para conseguir un mercado y un mejor precio. El posicionamiento de la marca requirió compromiso y un trabajo duro”, cuenta Patricio Pérez, quien asesoró a la asociación en el 2003.

    Parte del apoyo de la Fundación Marco incluyó el diseño de la marca corporativa de la empresa. El logotipo muestra los páramos de Guamote y a dos personas que visten el traje originario de la cultura Puruhá. La imagen identifica a los emprendedores y los parajes donde se elaboran los quesos.

    El logotipo de la empresa es la razón por la cual sus clientes fieles los identifican como ‘el queso del ponchito’.

    Pero el que la marca incluyera una representación gráfica de sus propietarios no siempre benefició a la empresa. Cuando se inició la distribución de los productos los clientes los rechazaban. “La gente desconfiaba, menospreciaban los quesos y notamos una actitud racista”, cuenta Pérez.

    Sin embargo, él desarrolló una estrategia para posicionar la marca y cambiar la mentalidad de la gente a la que querían vender sus productos. Las degustaciones de sabor y las pruebas gastronómicas en los mercados con más concurrencia les aseguraron un espacio en el mercado.

    Hoy, las siete queseras procesan cada mes entre 6 000 y 7 000 litros de leche, y producen unos 6 500 quesos que se entregan en cinco cantones de la Costa, así como en Colta y Riobamba.

    “Cuando empecé mi negocio, solo procesábamos 50 litros de leche. Hemos llegado a ser una organización fuerte porque perseveramos e invertimos en nuestras empresas”, dice Caiza. Su quesera funciona en la comunidad Sablón Gampalá y trabaja junto con el apoyo de sus cinco hijos.

    En el futuro la empresa asentada en Guamote espera llegar a los supermercados del país, por lo que a mediano plazo esperan conseguir una certificación para sus productos y adquirir un sistema de enfundado al vacío.

    MÁS DATOS

    En promedio, la Asociación factura USD 12 000 mensuales.

    Los quesos se venden en presentaciones de 1 000 gramos y cuestan USD 2,50.

    Guayaquil y Machala son los principales mercados de la asociación. A esa ciudades se entrega el 70% de la producción.

    La materia prima se adquiere en unas 30 comunidades de Guamote. En el futuro aspiran adquirir ganado propio.

    Wílmer, José y María Caiza son parte de la comunidad que decidió elaborar y comercializar quesos bajo la marca Guamoteñito. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
    Wílmer, José y María Caiza son parte de la comunidad que decidió elaborar y comercializar quesos bajo la marca Guamoteñito. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
  • La asociatividad permite impulsar nuevos productos

    Redacción Quito

    (F)
    Contenido Intercultural

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    Rescatar la soberanía alimentaria, brindar una bebida alternativa y rescatar la semilla andina que desaparecía en las comunidades, fueron las razones para emprender la Chicha Morada Sariv. Un producto orgánico que busca posicionarse en el mercado nacional, gracias a la Unión de Organizaciones de Mujeres Indígenas con su marca Chimborazo Kamachw Provincial.

    Este emprendimiento arrancó en el 2011, cuando el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) convocó a la presentación de proyectos comunitarios sostenibles.

    Para seleccionar el proyecto de Kamachw, dentro de otras 65 propuestas, Ana María Varea, coordinadora nacional del PPD, menciona que prevaleció la iniciativa de la chicha morada por su impacto.

    Luego, PPD firmó en mayo del 2013 el convenio de inversión de USD 40 000 para la organización de Kamachw y finalizó en junio del 2015. Sandra Pagalo, emprendedora líder del proyecto, menciona que invirtieron hasta el momento USD 60 000 adicionales.

    En la contrapartida, financiaron la casa, terreno, investigación y formulación de la bebida orgánica. Adicional a ello, PPD utiliza la plataforma estratégica de financiamiento colaborativo Green Crowds. En esta web, se pretende reunir USD 5 000 para mejorar el diseño de la botella y etiquetado. Esta campaña se abrió en diciembre del 2015 y febrero de este año.

    La Unión de Organizaciones de Mujeres Indígenas que buscan la vida en Chimborazo Kamachw Provincial, Asoc. Achik Ñan, Asoc. Nueva Imagen, Asoc. Mushuk Pakari, Asoc. Amapolita, Asoc. Ally Tarpuk y la comunidad Sanacaguan son los socios del proyecto de la Chicha Sariv.

    Actualmente, trabajan cuatro personas en la planta. Mientras que 200 personas, en su mayoría mujeres, siembran. Con este emprendimiento, hoy se benefician 210 familias en las comunidades de Chimborazo. “Son mujeres comprometidas con el páramo, buscan superar la pobreza con la agroecología, rescatar los saberes ancestrales y dar una mejor nutrición a las familias”, dice Varea.

    La producción de la Chicha Morada Sariv es de 500 envases de 360 ml mensualmente. La líder especifica que la capacidad máxima es de 42 000 unidades al mes. El precio de Sariv es de USD 0,75 (USD 0,65 por mayor) de cada botella de chicha morada de 360 ml.
    La representante de las mujeres agrega que esperan conseguir los recursos económicos restantes para entrar al “mercado fuerte”. Gestión que se requiere para mejorar el envase y etiquetado.

    Las unidades se distribuyen al Gobierno Provincial de Chimborazo, Camari, y bajo pedido, que se solicitan en Chimborazo, Latacunga y Quito. “Esperamos que la capacidad y nivel de producción aumente a nivel nacional”, enfatiza la emprendedora líder.

    La utilería para sacar el producto es netamente nacional. Las botellas se consiguen en Guayaquil; el etiquetado se diseña en Riobamba y los recursos orgánicos se extraen de las comunidades de Cacha, Cecel y Calpi. El impacto de este proyecto es ofrecer un producto con identidad territorial.

  • La asociatividad ofrece sabor a los platos de este menú

    Redacción Cuenca

    La Fonda Coopera, ubicada al este de Cuenca, oferta más de 100 platos en su menú. Entre ellos está el pescado en hoja, cebiche de camarón, sopa de cangrejo, seco de pato, trucha frita, parrillada de mariscos…

    Este restaurante, que factura unos USD 20 000 al mes, es una parte del negocio de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Coopera que funciona en la capital azuaya. Su gerente, Rodrigo Aucay, señala que la Fonda nació por una necesidad de dar valor agregado a los productos de unos 34 000 socios que se dedican a la crianza de animales y a la agricultura.

    Este proyecto surgió el año pasado con una inversión de USD 400 000; en principio la facturación bordeaba los USD 4 000 al mes. Sin embargo, paulatinamente crecieron la acogida y las ventas.

    El local, de 650 m², está edificado sobre pilares de madera que le sostienen en una laguna de unos 1 200 m². Su techo es de paja y en su interior hay mesas y sillas de madera que evocan a las fondas antiguas.

    Entre vajilla, ollas, cubiertos… se adquirieron más de 10 000 piezas para equipar la cocina y atender a los consumidores.

    Uno de sus clientes, Miguel Calle, resalta la decoración, el servicio y la calidad de la comida. “Se nota que todo es cocinado al instante por la frescura del producto”.

    Para Martha Chica, otra clienta, los precios asequibles son claves. Ella visita el lugar los fines de semana con su esposo y dos hijos. El gasto promedio por persona es de USD 6. Además, dice esta cuencana, existe variedad de ensaladas, vegetales, postres, carnes, etc.

    Aucay identificó que era necesario incluir sazones de otras regiones del país. Por ello, entre los siete colaboradores de la cocina hay esmeraldeños, lojanos, manabitas…de esta forma se diversifica el sabor de los platos para lograr más acogida.

    En la parte central del restaurante existe una parrilla de cinco metros de largo para satisfacer la demanda. Hay días en los que el local recibe hasta 650 clientes, en especial los fines de semana.

    Una de las proveedoras de la Fonda Coopera es Victoria Villacís, quien, en tres hectáreas en la parroquia San Joaquín (al este de Cuenca), cultiva acelga, tomate, zapallo, entre otros productos. Desde el año pasado comercializa sus verduras y hortalizas a la Fonda y está satisfecha con la relación comercial.

    La Fonda Coopera oferta platos a la carta y almuerzos ejecutivos. Aucay indica que el objetivo de este restaurante es brindar un servicio de alimentación sana. Por ello, en sus platos ofertan preparaciones con mellocos, mashua, quinua, soya, pescado, zapallo…

    Para la directora del centro de Nutrición Life Center (Cuenca), Gloria Rueda, estas iniciativas gastronómicas son válidas porque incentivan a la comunidad a mejorar su alimentación sin sacrificar el sabor. Las personas suelen pensar que comer fuera de casa es sinónimo de comida chatarra. “Sin embargo, la Fonda Coopera desvirtúa ese concepto, porque ofrecen platos saludables con buen sabor”.

    Aucay revisa cada detalle en la instalación del restaurante. Su objetivo es que las carnes y mariscos se preparen a la parrilla para que sean más saludables. “Con cada plato hay una opción de ensalada fresca o verduras al vapor, de acuerdo con el gusto del consumidor”.

  • Con asociatividad su pulpa va hasta París

    Mónica Orozco / Redacción Quito

    Gracias a una alianza con una firma francesa especializada en comercio justo, la empresa ambateña Planhofa logró poner sus productos (jugos y mermeladas) en perchas europeas.

    Acceder a mercados externos es una vieja aspiración de pequeños y medianos agricultores de Tungurahua. Las importaciones de fruta comenzaron a restar sus ingresos, por lo que el sector se convenció de que la única forma de competir era agregarle valor agregado a sus productos.

    Con esta idea, en 1988 abrió sus puertas Planhofa, cuyo principal accionista (51%) es la Unión de Pequeños y Medianos Agricultores de Tungurahua (Unapemat), compuesta por 400 productores. Pero el proceso tardó más de lo esperado. Aunque la planta siempre se pensó como una procesadora de alimentos, por más de una década solo entregó producto fresco al mercado nacional.

    Entre 1996 y el 2000 recibió el apoyo financiero que le permitió modernizar la planta y dar el salto industrial para el procesamiento de mermeladas, pulpas y jugos de frutas. El apoyo consistió en inyección de capital de dos ONG (Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio y Eclof); se sumó un aporte del Gobierno de Italia, a través de la ONG Cisp, para la compra de equipos por USD 150 000 y un capital adicional de trabajo, explica Homero Medina, gerente de Planhofa.

    Hoy la empresa factura más de USD 1,2 millones anuales y coloca su producción, con la marca Frisco, en los supermercados Santa María, Tía y otros. Nestlé, Alpina y otras industrias también son sus clientes. El mayor crecimiento en ventas se dio desde el 2009, con un aumento del 12% y 15% por año.

    La venta al exterior fue un proceso más complejo, reconoce Medina, por la falta de capacitación en exportación y complejos trámites.

    A inicios del 2011, una alianza con la empresa francesa Ethiquable facilitó la comercialización en el exterior. Esta firma fue creada en el 2003 con el fin de vender, en los supermercados de Francia, productos de pequeños agricultores de países como Ecuador, Perú, Bolivia, etc.

    A través de Ethiquable, Planhofa envió a ese país 20 000 kilos de pulpa congelada de guayaba en el 2011, esto fue un 4% de su producción anual (que oscila entre 500 000 y 600 000 kilos al año).

    En el 2012 envió 15 000 frascos de mermeladas. En este proyecto se usaron piña, papaya y otras frutas que se cultivan entre plantaciones de café y cacao orgánico de Loja y El Oro, que se vendían sin valor agregado, dice Nicolás Eberhart, ejecutivo de Ethiquable en América Latina, compañía con presencia en 4 000 supermercados de Francia.

    A la par, inició un programa piloto entre ambas firmas para cultivar y procesar mora orgánica con productores de Planhofa, dice Eberhart. Este año se prevé enviar 10 000 kilos de esta pulpa.

    El compromiso es que Ethiquable pague un precio en condiciones de comercio justo. “Respetamos un precio mínimo, aun cuando este supere al del mercado. Y damos un premio si es producto orgánico”, acota Eberhart.

    El agricultor Noe Aldaz entrega durazno a Planhofa desde hace cinco años. “Es una buena opción porque la fruta extranjera nos quita espacio en el mercado local”. De Planhofa recibe USD 600 al año, pero cree que si no se exporta masivamente no mejorará su ingreso.

    Las demoras en la obtención de permisos han sido uno de los problemas, dice Medina. “Quisimos enviar naranja orgánica, tuvimos la fruta, pero retrasos en la obtención de permisos de importación de azúcar orgánica, que no hay en el país, hizo que se perdiera la producción”, explica el representante de Planhofa.

    El producto

    La oferta. La firma tiene 28 empleados en planta y envió mermeladas de a Francia: guayaba, piña y maracuyá; naranja y limón; papaya y maracuyá.

    Otro proyecto. Importar limón orgánico de Perú para procesarlo en Planhofa está en sus planes. Enviará 50 000 kilos de jugo de esta fruta este año.

    Sabores.  Las pulpas de guayaba y mora adquiridas por Ethiquable se mezclan con otras frutas para producir jugos 100% naturales y venderlos en Francia. Una de las mezclas, que se procesa en el país europeo, es guayaba y banano.

  • Asociatividad que rinde frutos

    Bolívar Velasco (F) Redacción Santo Domingo / Líderes. Contenido Intercultural

    Antes de que la microempresa de procesamiento de chifles se estableciera, las 110 familias que ahora dependen del negocio dejaban su cosecha de plátano y de yuca en manos de una cadena de intermediarios.

    Los compradores que llegaban a sus fincas en decenas de camiones les pagaban, por ejemplo, USD 2 por un racimo de barraganete, aunque ellos consideraban que al menos se les debía dar USD 4. Rodrigo Cuenca, el administrador del emprendimiento, recuerda que no objetaban la paga para evitarse malos ratos.

    Pero en el 2004, él analizó que la producción cada vez era menos valorada y por eso decidió organizarse con otros finqueros de la zona rural de Santo ­Domingo de los Tsáchilas.

    La primera idea que se les vino fue sacarle provecho al plátano con la elaboración y venta de chifles. Juntaron USD 1 500 que fueron el resultado de las ganancias y adquirieron pailas, una cocina con hornilla industrial y otros accesorios para la fritura y empacado del producto.

    La primera producción de unas 1 000 fundas de chifle fue motivo de una fiesta en las parroquias de Puerto Limón, El Esfuerzo, San Jacinto del Búa y Luz de América, de donde son oriundos.

    A raíz de eso, hubo mayor compromiso en la organización y en el 2008 gestionaron la legalización de la Unión de Producción Agrícola y Pecuaria.

    A través de la microempresa, hoy se comercializan 25 000 fundas de chifles de 1 000, 500, 200, 85 y 45 gramos. Los precios van desde los 20 centavos hasta los USD 3,50 y se comercializan principalmente en los bares de escuelas y colegios bajo el sello de Tsachibanana.

    Además de Santo Domingo, esta marca también se vende en planteles educativos de Quito, a través de 26 convenios con comerciantes de la capital.

    El Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap) y la Escuela de Comercio Exterior de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) se constituyen en un soporte para sostener la organización y conseguir los contactos externos, señala Cuenca.

    El Magap, por ejemplo, les entregó -sin costo- una planta para elaborar alimentos especiales dotada con cocinas industriales, cortadoras, freidoras, mesas y selladoras al vacío. El Ministerio hizo un seguimiento del trabajo de los cultivadores y decidió apoyarlos con herramientas de última tecnología, para sus procesos.

    En contraparte, la Unión de Producción Agrícola y Pecuaria puso el terreno de 180 m² de superficie, en donde se levantó la infraestructura para la planta. Esta se encuentra en la ciudadela de los choferes ubicada en el km 6 ½ de la vía a Quevedo, en el oeste de Santo Domingo de los Tsáchilas. La inversión del Magap fue de USD 134 840.

    En la planta de alimentos cada tres veces a la semana se reúnen 12 integrantes de la microempresa para pelar el plátano, hacer las rodajas, freír el producto y empaquetarlo, para su venta.

    Un día antes de cada jornada, un grupo se encarga de bajar los racimos de plátano, desenterrar la yuca y movilizar esta materia prima desde las fincas hacia la planta. El otro grupo de 12 personas distribuye los chifles en las tiendas y bares de los establecimientos educativos.

    Petita Caicedo dice que el negocio ha sido un salvavidas para ayudar a sostener la economía de su familia. Ella se ocupa de pelar los plátanos y por su labor recibe USD 30 al día, más el almuerzo. En los dos años que lleva en la microempresa ha podido reunir dinero para costear los gastos de los estudios de sus cinco hijos.

    Rosa Simbaña, una de las trabajadoras de la microempresa, señala que por este mes utilizan 5 000 kilos de plátano maqueño y unos 4 000 de barraganete. Del primero sale el chifle de dulce y del segundo el de sal. La mujer se encarga de la trituración en una máquina especial.

    Simbaña señala que en esta temporada las ventas bajan, debido a que por la Navidad y Fin de Año los alumnos buscan otras opciones. Es por eso que las ganancias en los últimos dos meses han sido de USD 300, diarios en promedio. Pero en meses de mayor movimiento, como el inicio de clases, llegan hasta los 600 al día. La inversión que destinan para la producción es de USD 100 al día.

    En la presentación del producto consta el nombre de la marca, el registro sanitario, código de barras, la información nutricional y el semáforo con el contenido de sal, azúcar y grasa. En el momento se hacen gestiones para patentar la marca ante el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI).

    El objetivo, según Rodrigo Cuenca, es llevar a Tsachibanana al exterior. Para eso mantienen contactos con una empresa especializada en control de calidad y diseño de etiquetas. Se espera que este trabajo arroje sus frutos en el 2015.

    La UTE los asesora para exportar el producto. El trabajo ya empezó con contactos con empresarios de Chile y Argentina. Estas gestiones se complementan con la constante actualización del personal conocimientos en temas relacionados con la economía popular y solidaria.

    Eso les ha permitido, por ejemplo, recibir financiamiento del Estado para solventar las necesidades del emprendimiento. En el momento se gestiona un convenio con el Secap, para capacitar a las trabajadoras en tecnificación del proceso de preparación de la materia prima. La idea es que aprenden a organizarse mejor y acelerar el ritmo del trabajo.

    Las zonas plataneras

    Los cultivos. La mayor producción de plátano del país se concentra en el denominado triángulo platanero, que comprende las provincias de Manabí, Santo Domingo y Los Ríos.

    Los datos. En el 2011, a escala nacional, se sembraron 136 323 hectáreas de plátano, de las cuales 43 144 se encontraban en Manabí, 15 917 en Santo Domingo y 12 798 en Manabí.

    Las variedades. Además del plátano barraganete y maqueño existe la variedad del dominico, que tiene de 22 a 30 centímetros de largo.

    Los usos. En Santo Domingo este fruto se emplea para elaborar bolones, empanadas de verde y tortillas fritas. Eso también ha generado el desarrollo de microemprendimientos.