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  • Una iglesia de 481 años acoge sus artesanías

    Cristina Marquez

    Una iglesia de 481 años de antigüedad, la primera capilla católica construida en el Ecuador, inspiró a los artesanos de Colta, en Chimborazo, a iniciar un negocio comunitario. La Asociación de Artesanos La Balvanera está integrada por 12 personas de seis comunidades de Chimborazo, Cotopaxi y Tungurahua.

    Ellos fundaron la Plaza Artesanal Balvanera, ubicada en la antigua plazoleta de piedra, junto a la laguna de Colta, a 30 minutos de Riobamba. Allí se ofrecen recuerdos de viaje de todo tipo, manufacturados por las familias de los emprendedores, también hay prendas originarias y las ventas se acompañan con relatos sobre la cultura Puruhá.

    La historia que relatan sobre la iglesia es la que más llama la atención de los turistas. Los detalles constructivos de la fachada muestran la simbiosis entre la cultura Puruhá, la cosmovisión andina y la imposición religiosa que trajeron los colonos españoles.

    Esos detalles también están impregnados en las pinturas que vende Manuel Ilaquiche, un artesano oriundo de la comunidad Tigua, en Cotopaxi. “Decidí venir a iniciar un negocio aquí porque me contaron sobre esta iglesia. Estaba vacía y casi nadie vendía artesanías aquí. Lo vi como un mercado virgen”.

    Cuando él llegó a Colta en el 2009, la plaza estaba casi vacía. Los pocos artesanos que llegaban con sus mercancías lo hacían por su cuenta y no estaban organizados. Eso se consideró una desventaja pues había desorden en la ubicación para las ventas.

    En enero de este año decidieron integrar una asociación comunitaria y así plantearon objetivos comunes que fortalecieron el turismo e incrementaron las ventas. “Desde que nos organizamos nos hemos capacitado en varias áreas, como turismo, atención al cliente, mejora de procesos y otros temas. Ahora tenemos metas más grandes”, dice María Naula, presidenta de la Asociación.

    Cada día llegan en promedio 50 visitantes, pero en temporada alta esta cantidad se duplica. En algunos de los locales se ofrecen tejidos hechos con lana de borrego, alpaca y llama, procesados al estilo antiguo.

    Las mujeres son hilanderas expertas. Cardan y limpian las fibras de lana, para luego torcerlas con sus dedos en un wango (palo delgado para hilar), y formar hilos de distinto grosor. Los turistas pueden mirar cómo se realiza ese proceso antes de comprar los ponchos, bayetas y sacos tejidos.

    “Les explicamos cómo nos enseñaron a tejer nuestras abuelas y también la diferencia entre una prenda de tejida a mano y otra hecha en una máquina industrial. Así pueden valorar más las mercancías que ofrecemos, pero también difundimos nuestra cultura que ya se estaba perdiendo”, cuenta María Chimbolema, una socia.

    Desde que se inició la organización las ventas se incrementaron. Ahora incluso se ofrecen recorridos por el centro de interpretación turística para explicar más acerca de los puruhaes y sus prácticas culturales.

    Artesanos de seis comunidades venden sus productos en la plaza La Balvanera, en Colta. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Artesanos de seis comunidades venden sus productos en la plaza La Balvanera, en Colta. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Rosa Guamán: ‘Un líder siempre se preocupa por el bien de los demás’

    Pedro Maldonado

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    En las afueras de Riobamba, en el barrio Santa Cruz, se encuentra la sede de Jambi Kiwa, una asociación de mujeres campesinas que cultiva, procesa y vende plantas medicinales.

    Este trabajo se cumple desde 1999, utilizando los conocimientos que cada madre de familia de la zona rural tiene sobre la hierbaluisa, el cedrón, el jengibre, la menta, la malva, la manzanilla, el matico

    En la planta de almacenamiento y procesamiento de las plantas medicinales el trabajo es permanente. Los aromas de las distintas hierbas y plantas que se procesan cautivan el olfato de todo visitante.

    Jambi Kiwa agrupa hoy en día a 145 microempresarios dedicados a las plantas medicinales. Los productos se comercializan en Ecuador en locales de economía solidaria y cadenas de supermercados; también se exportan a Francia y Canadá.

    Esto es resultado de un proceso organizativo de muchos años y su responsable es Rosa Guamán, una mujer campesina que desde su adolescencia se mostró solidaria y rebelde al mismo tiempo.

    Ella es la responsable de haber organizado a decenas de campesinas de pequeñas comunidades repartidas por Chimborazo. Madre de cinco hijos y separada hace 25 años, Guamán empieza su día a las 05:00. A esa hora desayuna y alimenta a los animales que cría en su casa ubicada en Licto, una pequeña comunidad chimboracense.

    Guamán valora a la mujer campesina y su trabajo está enfocado -desde hace más de 40 años- en defenderla y en apoyarla para que se convierta en “sujeto activo de desarrollo”.

    Las ganas de ayudar a otras campesinas surgieron en la adolescencia de Guamán.

    “Protestaba por la clasificación que se hacía de blancos, mestizos, cholos, cutos, urcos… En Chimborazo siempre hubo una explotación muy marcada contra el indígena y en especial contra la mujer que sufría abusos y violaciones”.

    Guamán fue a trabajar en Milagro (Guayas) a los 12 años y regresó a Chimborazo poco antes de cumplir 18. Entonces empezó, con otros jóvenes, a organizar a comunidades y barrios para hacer respetar los derechos de los campesinos, de las mujeres, en especial las analfabetas.

    Su propuesta se esparció desde Licto a todo Chimborazo. “No podíamos quedarnos solo en las palabras, teníamos que crear espacios y proyectos productivos”.

    En 1998 Guamán organizó una feria de salud y un mes después con un grupo de campesinas empezó a vender las plantas medicinales que sembraban y cosechaban en sus casas. Así surgió Jambi Kiwa.

    Lo que empezó como una lucha política se convirtió en un emprendimiento social. Guamán es clara: “La mujer dejó de someterse a la sociedad y nos empezamos a sentir bien, siendo útiles por nuestros conocimientos. Somos microempresarias”.

    El punto de todo este trabajo, resume esta mujer que hoy tiene 60 años, es pensar en el pequeño productor. “Podíamos habernos reunido unos pocos, comprar un terreno y producir.

    Pero, ¿qué hay de los demás?, ¿qué hay de la gente que no tiene nada? Siempre me pregunto: qué pasa en las comunidades, en su día a día. Jambi Kiwa trata de dar sentido social y que las compañeras mejoren su vida, que no causen lástima y que se dejen ver como personas productivas”.

    Rosa Guamán convirtió la lucha por los derechos de las mujeres en un emprendimiento social. Hoy dirige la asociación Jambi Kiwa que agrupa a 145 microempresarios. Foto: Armando Prado/ El Comercio
    Rosa Guamán convirtió la lucha por los derechos de las mujeres en un emprendimiento social. Hoy dirige la asociación Jambi Kiwa que agrupa a 145 microempresarios. Foto: Armando Prado/ El Comercio