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  • El Interiorista debe conocer al usuario

    Redacción Quito

    El arquitecto de interiores debe ir más allá de la decoración, debe conocer bien al usuario para poder cambiar la distribución de su entorno físico y rediseñar toda la estructura interna del espacio.

    Por ejemplo, si el cliente es un chef, su casa debe tener una cocina grande, a diferencia de la de un guía de turismo que no pasa mucho tiempo en su casa. Hay que reconstruir el espacio moviendo paredes, adaptar la iluminación y el espacio para que el cliente se sienta a gusto.

    En esta carrera se diseña desde las escenografías para conciertos y ferias, departamentos, oficinas, hasta sets de televisión, como los que diseñé para los programas ‘Contacto Directo’ y ‘Hacia Un Nuevo Estilo de Vida’, en Ecuavisa.

    Estudié en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), allí también obtuve un diplomado en Investigación Científica y Proyectos.

    En 1986 trabajé en la construcción del Teatro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito. Manejé mi propia empresa de 1993 a 2011 y ahora soy docente en la UTE.

  • ‘Debe haber disposición al cambio’

    Arturo Castillo / Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes

    En el ámbito empresarial, la palabra reestructuración causa susto y sobresalto; significa amenaza para la estabilidad y el estatus en la organización. Quiere decir que algo no anda bien y que unos cuantos pagarán los platos rotos.

    Muchos alegarán que todo está bien, que no hay razón para agitar las aguas. Considerarán que la reestructuración confirma la inconformidad crónica de los jefes, ‘que solo son buenos para exigir’.

    Estos prejuicios son bastante frecuentes, simple y llanamente porque la generalidad de las empresas acostumbran a sus trabajadores a la ‘estabilidad’, que muchas veces no es sino una expresión de atascamiento, de feliz adormecimiento.

    Efectivamente, la estabilidad prometida por la compañía lleva a equívocos, hace pensar al empleado que su puesto de trabajo está‘comprado’, que es algo ‘fijo’, que la empresa ya no podrá disponer de esa plaza a su antojo.

    En realidad, toda organización debiera estar abierta al ‘desacomodo’; los colaboradores debieran mantenerse mental y emocionalmente dispuestos al cambio, tener la flexibilidad necesaria para alternar posiciones, responsabilidades.

    Este tema evidencia ciertas actitudes que son bastante comunes: rutina, acomodamiento, pereza mental, facilismo, apego al estatus. Un eficaz antídoto para esto es la reestructuración organizacional.

    Habrá, seguramente, gente que se resista, que argumente por qué le sentará mal el cambio; que alegue que se trata de una medida con dedicatoria, para martirizarle, para despecharle. Claro está, la empresa tiene que actuar dentro del marco legal, haciendo uso de su derecho a renovarse cuantas veces crea pertinente.

    Sin duda, el remezón afectará a las almas frágiles, que quisieran que todo fuera paz y quietud, que nada interrumpiera su idilio laboral. Naturalmente, los cambios tienen que ser inteligentes, respetuosos, orientados a un aprovechamiento efectivo del talento humano, con la conformación de equipos de trabajo basados en compatibilidades profesionales y humanas, que permitan el libre juego de la creatividad, del ingenio, de la experiencia.

    Es cierto, algunas empresas utilizan la reestructuración como membrete; se trata, en realidad, de un mecanismo de presión psicológica, un ajuste de cuentas, para incomodar a los trabajadores considerados ‘problemáticos’, a sabiendas de que el cambio de tareas, el traslado a otra área o dependencia, la imposición de un nuevo jefe o de otra persona que desempeñará exactamente las mismas funciones; la reducción de horas extras, el cambio de horarios, les despechará.

    Correo electrónico: arturo.castillo@catarsis.ec