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  • ¡No sé qué hacer! Empresa y familia

    Carlos Alberto Borja. IDE Business School

    Ana Cristina acudió en busca de un consejo que le permitiese solucionar, o al menos dar luces, respecto a la situación que enfrentaba en ese entonces.

    El consultor al que acudió era una profesional de mucha trayectoria y prestigio; a eso se le sumaba el hecho de haber orientado profesionalmente a la empresa en la cual trabajaba Ana Cristina, en todos los años que llevaba operando en el mercado.

    Esta vez Ana Cristina estaba presta para contarle su problema: hace un año y medio había entablado una relación de enamorados con un hombre que conoció en un viaje a Máncora, y esa situación que a ella le llenaba el mundo de color rosa, había desencadenado una serie de conflictos en su familia y en la empresa, básicamente por la condición social y laboral de él.

    El consultor quedó muy desconcertado con todo lo que le contó Ana Cristina, y mientras ella esperaba por un consejo, él meditaba sobre todo lo que le había enseñado a sus propios hijos. A continuación un resumen de un caso de Empresas y Familia.

    La empresa

    La organización

    Importadora García, compañía anónima con sede en Guayaquil, había logrado importante estabilidad financiera en los 27 años que llevaba operando en el mercado de la importación y distribución de equipos industriales.

    Fue fundada por Arturo García junto con su esposa, con un capital que tenían ahorrado. Su asertivo y estricto control de toda la cadena de valor le permitió una pronta recuperación de la inversión, a la vez que obtenía una significativa holgura financiera en el negocio y en su patrimonio personal.

    Los ingresos del negocio le habían permitido costear los estudios de sus cuatro hijos en instituciones muy prestigiosas de la ciudad y al mismo tiempo gozar de una posición económica cómoda y sin mayores preocupaciones. Para el 2008, la empresa ya tenía operaciones en varias ciudades del país, y aunque Arturo continuaba en la gerencia general, había delegado importantes funciones a sus cuatro hijos dentro del negocio.

    Ana Cristina, la menor de ellos, estaba al mando de la gerencia financiera; recientemente había obtenido su MBA en una prestigiosa Escuela de Negocios del país y de Latinoamérica. Su aporte a la empresa era muy valioso, su padre consideraba que era la más calificada para sustituirlo en su pronto retiro.

    Ana Cristina

    La gerencia financiera

    Ana Cristina desde temprana edad mostró ser muy inteligente y capaz de lograr grandes cosas, y salir victoriosa de cualquier reto que le propusieran, cualidades que le llevaron a ayudar en asuntos importantes en la empresa desde el primer día que se integró a tiempo parcial con apenas 16 años.

    Luego de culminar su carrera de Ingeniería Comercial, pudo dedicarle más tiempo al negocio familiar, y debido a su desempeño e iniciativa en poco tiempo le fue encargada la gerencia financiera de la compañía. Dicho evento la motivaba mucho y cada día quería aprender más para lograr que la empresa crezca tanto o más de lo que se había desarrollado a lo largo de sus años de existencia.

    En la búsqueda de nuevos conocimientos, decidió cursar una maestría en Dirección de Empresas, lo cual potenció su valía profesional y su liderazgo organizacional. Arturo, al borde de su retiro, estaba totalmente convencido que ella era la mejor opción para quedarse a cargo del negocio; también, tenía una visión moderna y futurista que poco a poco daba importantes resultados.

    En la empresa y la familia había un buen ambiente, todos aceptaban con firmeza el liderazgo de Ana Cristina pese a ser la hermana menor, hasta que apareció Pablo en escena.

    Pablo

    El surfista

    Pablo tenía 30 años, y pese a ser un joven muy talentoso para aprender rápido, no había conseguido un título universitario. Se dedicaba eventualmente al mantenimiento y reparación de equipos de computación, tenía su propia cartera de clientes.

    Dedicaba mucho tiempo a estar en la playa, surfeando, de hecho esa era su mayor ocupación, vivía una vida muy ligera y sin mayores preocupaciones.

    Cuando le pregunté a Ana Cristina cómo se conocieron, respondió: «Bueno, con Pablo nos conocimos hace un par de años, en un viaje que realicé con mi familia bordeando la costa sur rumbo a Máncora. Fue un viaje que hicimos en plan un poco ecoturístico, con varias familias amigas y conocidos de mis padres. Y allí estaba él… un apuesto muchacho de rizos al aire, decolorados por el continuo contacto con el mar y el sol y muy hábil con las olas -hacía giros y piruetas-. Al salir del mar se acercó a un grupo de nosotras y en particular a mí; la verdad es que quedé flechada y con la mirada envidiosa de mis amigas, las cuales no pudieron permanecer más horas bajo el candente sol, que yo ni sentía. No me di cuenta que había pasado la hora del almuerzo y el sol comenzaba a ocultarse… ¡Fue la mejor caída de sol que jamás haya visto en mi vida!»

    La relación

    Ana Cristina y Pablo

    Al final del viaje, Pablo le dijo a Ana Cristina que jamás había conocido a nadie como ella, tan madura y tan dueña de sí misma.

    Después de tantos elogios era claro que aquello terminaría en una declaración de amor, y así fue.

    Ella quería decirle sí en ese mismo momento, pero en medio de esa situación emocional había recordado las clases en su maestría, en donde en muchas ocasiones le recomendaron que no debía ser impulsiva, que pensara antes de tomar una decisión importante.

    Todo eso la desconcertaba mucho, decía: «Estoy encargada de un área dentro de la compañía que requiere cabeza fría para tomar decisiones; mi familia ha confiado en mí por mi criterio para asumir esas responsabilidades y casi no he tenido inconvenientes con ellos, ni por eso, ni por nada… ¡hasta ahora!».

    Las reflexiones continuaban y sobre todo eran parte de una situación que le generaba inconvenientes en la familia.

    Ana Cristina decía: «Desde el momento en que conocí a Pablo, vengo teniendo problemas en mi casa, cuando nunca antes los tuve; discuto con mayor frecuencia con todos, me dicen que me he vuelto intratable y que estoy distante de la familia». Todo ello le generaba una situación compleja.

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    Conflictos

    La familia

    Por un lado, cuando Ana Cristina se sentía muy enamorada, comentaba «todo está lleno de color -como lo de la niña en la película de Spielberg-; es alegre, súper condescendiente conmigo, me hace reír y la pasamos regio. Me siento como la niña de la película, llena de color, silbando y corriendo….».

    Sin embargo, sus padres decían que Pablo era un vago, que ¿cómo puede alguien que tiene casi 30 años «tomarse días libres», en medio de semana para ir a la playa? Y es allí cuando comenzaban las discusiones; no sabía qué decir ni cómo defenderlo sin mentir, pues era verdad que muchas veces en media semana, él estaba «corriendo olas».

    Sus hermanos decían que era un tipo sin ambiciones, sin aspiraciones de logro. Ella les refutó ¡que no era así! Que él sí tenía ambiciones, solo que no era de «niño bien» -como ellos- sino de alguien más sencillo, no solo por su menor condición económica sino por su forma de ver y tomar la vida, de manera mucho más «descomplicada». Les había aclarado a sus hermanos que él no había tenido tantas oportunidades como ellos para obtener una carrera o una maestría; que se quedó huérfano muy joven, que tuvo que salir adelante solo, con su madre y su hermana menor, y por eso no ha podido lograr una carrera universitaria.

    Conflictos

    La empresa

    Su familia le repetía mucho que ella había cambiado, que se había vuelto irresponsable desde que conocía a Pablo. Ella se defendía: «Lo que pasa, es que me juzgan por haberme fijado en alguien que -como me dicen- «vivirá de mi herencia» y que de «técnico reparador» de computadoras no pasará; incluso mi mamá ha intervenido con gran cariño -pero con más preocupación que cariño-, y me ha llegado a decir cosas como esta: «mire bien hijita lo que está haciendo de su vida, usted tiene un MBA, gerencia las finanzas de una empresa familiar, una mujer de temple…. ¿cómo va a creer que pueda conformar un hogar duradero con alguien tan distinto de usted y de su familia?».

    Arturo García, que jamás había tenido sino solo halagos y muestras de orgullo para con su hija, ahora le reclamaba por no estar «al pie del cañón» en la empresa. Decía que se estaba aprovechando de los privilegios de estar trabajando en una empresa familiar y que en un par de ocasiones se había ido a la playa (ida por vuelta) con Pablo entre semana, acompañándolo a correr olas en Engabao; es verdad que nunca hacía eso, siempre cumplía las normas de la empresa sin diferencia de cualquier otro funcionario, pero jamás abandonó su responsabilidad, dejaba todo bien cubierto.

    Pregunta para el lector

    Una inquietud que es clave para la discusión sobre una situación de empresas familiares en clase:

    Si usted fuera el consultor, ¿qué le recomendaría a Ana Cristina?

  • Crisis: ser vencido o vencer

    Por Antonio Rodríguez (I) IDE Business School

    Rafael Villón gerenciaba su propia distribuidora de productos de consumo masivo, cuando en el año 2000, al igual que muchos pequeños empresarios de todos los sectores productivos, tuvieron que abordar la crisis económica que afectó al Ecuador.

    Vender la empresa era una de las opciones que rondaba por la mente de Rafael, y pese a que su situación financiera se desestabilizaba cada día más, su familia le recomendaba desistir de esa idea, puesto que la empresa había sido por ocho años la razón de muchas alegrías y momentos llenos de emotividad, más allá de los ingresos percibidos.

    Tal era la preocupación familiar, que se buscaron diferentes opiniones e ideas para solventar la crisis y salir airosos junto con la empresa, y entre tantos consejos recibidos, de los que más le llamó la atención a Rafael, fueron los de su padrino Alfonso. Él le contó la historia de dos casos de empresarios que habían pasado por crisis similares. A continuación el resumen de un caso relacionado con Estrategia Empresarial.

    La compañía

    Distribuidora Villón

    Distribuidora Villón era una empresa dedicada a distribuir productos de consumo masivo, inició en Ambato, de la mano de Rafael Villón, en 1992. Él trabajó en una empresa similar de la capital por 12 años, pero siempre mantuvo interés en tener su propio negocio, fue así que luego de formar un interesante capital y obtener un crédito bancario, decidió con su familia emprender su propia distribuidora.

    Aunque la empresa no se había convertido en una gran corporación, había bastado para pagar los gastos familiares y la educación de sus cuatro hijos, en importantes instituciones educativas, además de generar empleo para los habitantes del sector. Al cabo de unos años, Rafael se sentía muy contento con lo que había logrado con su familia y todo lo que aprendía y enseñaba a sus hijos.

    La empresa era muy estable y eventualmente tenía largos períodos de holgura financiera, lo que se traducía en ahorros para crisis futuras, era casi una filosofía empresarial.

    En el año 2000, el entorno económico del país se complicó, y muchos pequeños empresarios empezaron a cerrar o vender sus negocios. En la Distribuidora, los efectos de la crisis también se sintieron y la situación era cada vez más preocupante.

    El contexto

    La situación del país

    Desde 1999, eventos de carácter económico, político y social derivaron en una crisis. La situación económica estaba muy deteriorada: en el ámbito mundial, las crisis asiática y brasileña desalentaron a los inversionistas en mercados emergentes como el del Ecuador. Los capitales empezaron a salir del país y se agravó la crisis que el sector bancario arrastraba desde 1996.

    En marzo de 1999 se declaró un feriado bancario y se congelaron los depósitos que la gente y las empresas tenían en todos los bancos. La baja del precio del petróleo a valores entre 7 y 8 dólares el barril redujeron los ingresos del Gobierno por concepto de exportaciones del crudo, a esto se añadió el proceso de la crisis financiera que originó el cierre o estatización de bancos y el deterioro del bienestar de la sociedad. En enero 9 del 2000, el presidente Jamil Mahuad anunció la dolarización, y derivó en protestas y huelgas.

    Gustavo Noboa, presidente posesionado el 26 de enero del 2000, anunciaba que mantendría la dolarización; el proceso se desarrolló paulatinamente: desde el 13 de marzo cuando entró en vigencia la Ley de Transformación Económica (que sustenta la dolarización) hasta el 9 de septiembre, último día en el que el sucre tuvo validez.

    El contexto

    Situación macroeconómica

    En el año 2000, otra de las acciones del Gobierno para salir de la crisis fue un crédito del FMI, dicho préstamo tenía como condiciones la eliminación de subsidios a los combustibles; eso causó paros y huelgas en el país.

    Las protestas y huelgas causadas por la adopción de la dolarización derivó en una sublevación indígena, la cual recibió apoyo de mandos medios del Ejército, tomándose el Congreso y forzando a Jamil Mahuad a dejar el Palacio de Gobierno, el 21 de enero (faltando 2 años para terminar su período) y conformando una junta cívico-militar compuesta por el líder indígena Antonio Vargas; Carlos Solórzano (un expresidente de la Corte Suprema de Justicia), y el general Carlos Mendoza. Sin embargo, esta junta no tuvo apoyo internacional ni de los altos mandos militares del país, por lo que se la desconoció y se anunció el respaldo de las FF.AA. al vicepresidente electo, Gustavo Noboa, quien fue nombrado nuevo presidente.

    Esta situación era de mucha preocupación para el sector productivo, quienes trabajaban más cómodos en una economía estable; todo lo contrario a lo que pasaba en Ecuador, todas las circunstancias habían apuntado a predicciones macroeconómicas de inflación del 100% para fines del 2000.

    Los consejos

    Caso de éxito

    Rafael, en búsqueda de nuevas opciones para salir de la crisis, acudió a su padrino Alfonso, un profesor universitario radicado en la capital. El motivo era escuchar su opinión y recomendación para su situación, puesto que no quería vender su empresa pese a que la situación lo estaba llevando a ello. Alfonso lo escuchó muy atentamente y recordó dos casos similares de empresas que habían pasado por crisis y se los comentó. Eso, con el objetivo de mostrarle las diferentes opciones que se derivan a partir de dificultades como aquella que estaba atravesando.

    Una de esos casos fue en Brasil, durante el gobierno de Collor de Mello, en 1990: cierre de bancos, congelamiento de libretas de ahorro, cuentas corrientes, certificados de depósito y acciones.

    Cada brasileño podía disponer solamente del 20% de su dinero hasta un tope máximo de USD 800. El caos se hizo dueño del país. Semco, que fabricaba maquinaria, durante meses tuvo cero ventas. Para colmo y con el fin de mejorar la situación, el Gobierno redujo los aranceles para la importación de maquinaria. La situación no podría ser más desesperante. Pero Semco ha sobrevivido con imaginación y con coraje, para ser en la actualidad una leyenda entre las empresas brasileñas.

    Los consejos

    El caso japonés

    El otro caso de éxito contado por Alfonso era el de Konosuke Matusushita, un japonés que empezó una microempresa, contando con sus ahorros de empleado y pidiendo dinero prestado. Su mayor activo productivo eran unas enormes ganas de trabajar y los conocimientos que había acumulado siendo empleado desde la infancia. Los comienzos fueron tan difíciles que los cinco socios iniciales quedaron reducidos a tres, tras unos meses de fracasos.

    Consiguieron su primer cliente y le dedicaron jornadas de 18 horas, siete días por semana, para darle buenos precios (30% más baratos), buenos plazos de entrega y buena calidad (30% mejor). Fue creciendo la compañía, pero siempre mantuvo el concepto de que para conquistar un mercado no basta con ser un poco mejor o un poco más barato.
    Del mismo personaje es la historia de un producto de su empresa, que no fue bien recibido.

    Y aquello tenía todo el aspecto de un fracaso, con las bodegas llenas de material, cuando surgió otra estrategia: buscó otro tipo de distribuidores, les ofreció la mercadería a consignación. Precisamente ese producto se convirtió en la estrella que permitió dar un salto importante y pasó a ser una impresionante firma. Panasonic y National son algunas de las marcas de la empresa.

    La crisis

    Algunas reflexiones

    Aunque los ejemplos servían de ilustración para mostrarle a Rafael que no necesariamente se debía dejar vencer de la crisis, sino más bien vencer en medio de esta, Alfonso le dejaba muy en claro que los métodos no se pueden copiar. Cada empresa, lo mismo que cada país, tiene que encontrar su propia ruta hacia el éxito. Le pedía que imite el espíritu de lo que hicieron Matsushita o Semler. “Te pido que imites su decisión de luchar y vencer las dificultades poniendo en juego todos los recursos legítimos a tu alcance”, decía, enérgicamente, Alfonso.

    Otra cosa en la que pensaba mucho Rafael era en que tal vez esos casos de éxito eran en países que son más competitivos y que a lo mejor no se pueda aplicar a la situación por la que él estaba pasando, a lo que Alfonso replicaba: “Si estás pensando que esas cosas pasan en el Japón, que es otra cultura, déjame que te diga que yo pensé lo mismo. Pero reaccioné y pienso que, aunque efectivamente, sean diferentes en muchas cosas, hay algo que se llama coraje y pertenece a todas las culturas. Y si esta palabra te parece muy fuerte, llámale responsabilidad, o pantalones. Es muy cómodo pensar que no podemos hacer lo que hacen otros, porque tienen otra cultura. Es muy cómodo, pero es falso”.