Etiqueta: indígenas

  • Indígenas y afros se unen para producir miel

    Marcel Bonilla

    (F) Contenido intercultural

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    Veintidós personas integran la asociación de meliponiculturas de Eloy Alfaro y San Lorenzo y se dedican a la producción de miel de abeja y polen deshidratado, desde hace 17 años.

    Los emprendedores están asentados en la comunidad La Chiquita, parroquia Tululbí del cantón Eloy Alfaro, desde donde sacan sus productos los fines de semana para venderlos en una feria que se realiza en San Lorenzo.

    Este emprendimiento cuenta con una marca que llamada Wimal, que significa abeja en idioma Awá. Inicialmente ellos solo producían miel, pero ahora ofertan polen deshidratado en presentaciones de 35 gramos y 50 mililitros, en recipientes plásticos.

    En la etiqueta del producto constan los análisis nutricionales tanto de la miel como del polen. En este proceso existe una articulación entre la Prefectura de Esmeraldas y la fundación Antrópico, que asesoró técnicamente a los productores.

    Marlene Valencia, emprendedora de La Chiquita, señala que se necesita de una mayor inversión económica para continuar con esta actividad ancestral. Solo la Prefectura ha invertido USD 15 000 en temas de levantamiento de información. Este año se invertirán USD 7 000 para tecnificar la obtención de miel y polen.

    El trabajo técnico se lo realiza con los ingenieros Marco Jiménez y Sergio Bobos, de la fundación Altrópico, quienes han organizado a la comunidad para orientar los procesos legales y capacitación de los asociados.

    La miel de abeja que producen en La Chiquita no es la tradicional. Se obtiene de abeja nativas llamadas meliponas indecisas, por eso se denominan meliponiculturas.

    L
    a diferencia con las abejas convencionales es que la miel proviene de abejones que no tienen aguijón, por eso para su cultivo no necesitan ningún equipo de protección por ser indefensas.

    La producción de miel es una actividad considerada ancestral en las poblaciones afros e indígenas, debido a que sus antepasados la realizaban como una de sus tantas actividades del campo, por eso la miel es considerada como un tesoro del bosque.

    El almíbar que se produce tiene otras propiedades que distan de las melíferas. La miel de las meliponas tiene vitaminas A y C, algunos oligoelementos y complejo B.

    A través de la Dirección de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas, se trabajó en una metodología denominada ‘Creciendo con su negocio’, para desarrollar relaciones comerciales estables y justas.

    Inicialmente la producción de la miel era de 260 litros anuales, debido a la falta de implementación que permitiera mejorar los procesos. Actualmente la producción aumentó a 380 litros por año, debido a los procesos implementados con los comuneros.

    Raúl Quintero de la Dirección de Fomento Productivo explica que esa miel es más costosa por su proceso en la extracción, que se realiza con las mujeres de esta zona, encargadas de llevar una estadística de la producción.

    Por esos se aplicó la metodología de la Prefectura. También se ejecutó un plan de mejoras, que consistía en aumentar el número de colmenas para incrementar la producción.

    La Fundación Altrópico había entregado 22 colmenas para ocho comunidades destinadas a la producir miel, pero de a poco han ido desarrollándose para multiplicar las colmenas y aumentar.

    Actualmente esta asociación registras ingresos anuales de entre USD 10 000 y USD 15 000 por la venta del producto que se hace en la feria de San Lorenzo los días sábado. Para este año, la Prefectura proveerá de nuevas cajas para la producción de miel que permita redoblar las ganancias.

    La miel de abeja que producen en La Chiquita no es la tradicional.  Se obtiene de abeja nativas llamadas meliponas indecisas.
    La miel de abeja que producen en La Chiquita no es la tradicional. Se obtiene de abeja nativas llamadas meliponas indecisas. Foto: Marcel Bonilla / Líderes
  • Ellos atrajeron a nuevos públicos con sus diseños

    Cristina Marquez

    redaccion@revistalideres.ec (I)

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    Las blusas bordadas con hilos de colores, mullos, piedras brillantes y cintas son el producto estrella de Modelei. Esta marca de ropa inspirada en la cosmovisión andina funciona en Riobamba y ahora no solo es frecuentada por mujeres indígenas, sino también por mujeres mestizas que buscan un estilo étnico para sus ‘outfits’.

    La marca también manufactura camisas bordadas para varones, trajes para ocasiones especiales como bodas y quinceañeras, que conservan la autenticidad indígena, y a la vez tienen diseños modernos y juveniles.

    La empresa se inició en el 2010, cuando Verónica Velásquez, quien es oriunda de Otavalo, se casó con Pedro Mullo, originario de la nación Puruhá. Ambos comparten el gusto por el bordado y el diseño de trajes autóctonos.

    Los esposos heredaron el talento para bordar de sus padres. “Es que en los hogares indígenas siempre ha habido ese conocimiento. Los abuelos cuentan que antes la ropa no se compraba, sino que siempre se fabricaba en casa”, dice Verónica, quien es la encargada de los diseños y acabados.

    Ella hizo su primera blusa cuando aún era adolescente. Su madre, María Cachiguango, le enseñó la técnica familiar. “Una blusa bordada de Otavalo costaba muchísimo dinero, y yo no lo tenía, pero deseaba tener una prenda fina y elegante, así empezó mi pasión por los bordados”.

    Pedro Mullo también aprendió de su familia todo acerca de los bordados y la elaboración de prendas en telares artesanales.

    Cuando se casaron decidieron combinar sus talentos y darle un nuevo giro de negocio a la empresa de la familia Velásquez, Tejidos Otavalo. Esa empresa funciona en Riobamba desde hace más de 30 años y se dedicaba a la comercialización de todo tipo de prendas tejidas, como bufandas, suéteres.

    “Teníamos una idea diferente para el negocio. Nos tocó convencer a la familia para que confiara en nuestro proyecto, ese fue el primer desafío”, recuerda Mullo.
    La pareja invirtió USD 600 en la compra de la primera máquina bordadora casera. Sus primeros diseños los publicaron en redes sociales y en poco tiempo empezaron a llegar los clientes.

    El primer mes fabricaron 15 blusas bajo pedido. Y en tres meses la cifra se duplicó.
    Sus diseños se caracterizan por los detalles de los bordados. Hay blusas asimétricas, con transparencias, con mangas de encaje, y una variedad de estilos que atrajeron de inmediato al público joven.

    “De casi cualquier tendencia nueva que se ve en la ropa occidental, nosotros tenemos nuestra propia versión, la idea es que las jóvenes no recurran a usar ropa que no les identifique, sino que puedan estar a la moda sin perder su identidad”, dice Verónica.

    Las clientes frecuentes del almacén, situado cerca al Centro Comercial La Condamine, son ejecutivas, funcionarias de cooperativas de ahorro y crédito o de instituciones públicas.
    “Soy fan de las blusas de Modelei porque son distintas a otras que hay en el mercado. Los diseñadores cuidan cada detalle, además son diseños únicos y no se repiten”, dice Jéssica Morocho.

    Recientemente, la marca invitó a las reinas de varios cantones a vestir sus prendas para una sesión de fotos. Los resultados de la campaña fueron inesperados. Las ventas por Internet subieron y hacen envíos al exterior.

    Pedro Mullo y Verónica Velásquez diseñan trajes que se destacan por sus bordados y encajes
    Pedro Mullo y Verónica Velásquez diseñan trajes que se destacan por sus bordados y encajes. Foto: Cristina Márquez/ LÍDERES
  • Mujeres indígenas buscan mercado con apoyo extranjero

    Marcel Bonilla (F)
    Contenido intercultural

    Tres mujeres éperas caminan por un terreno húmedo de ocho hectáreas, mientras revisan las plantas de chocolatillo, materia prima utilizada para la elaboración de artesanías.

    Ellas utilizan pantalón, botas de caucho y suéter con mangas largas, para cubrirse de los mosquitos, en la población de Santa Rosa, norte de Esmeraldas. Con el apoyo de técnicos del programa de las Naciones Unidas, revisan que las plantas tengan la talla necesaria para el corte y la madurez suficiente para su utilización.

    Desde hace un año, la Asociación de emprendimiento y desarrollo de los jóvenes de la nacionalidad Épera-Siapidara del Ecuador recibe apoyo técnico para mejorar la producción de fibra natural y la elaboración de sus artesanías.

    La presidenta de la organización Florinda Chirimía, explica que se ha mejorado la técnica de cultivo del bejuco, que permitirá una mayor producción y satisfacer la demanda de objetos artesanales.

    En la comunidad de Santa Rosa, 59 mujeres, acompañadas de sus esposos, trabajan en elaboración de artesanía como las esteras, sopladores, carteras, canastos, sombreros, petacas y bolsos.

    Jénnifer Capena y María Chipúa son dos indígenas que han heredado el talento para tejer a mano sombreros, cartera y bolsos. Ellas acompañan a Florinda Chimiría en el recorrido de la producción.

    Los nativos siembran el chocolatillo, una planta propia de la zona, que crece en suelos anegados, las que extraen para su aprovechamiento en la elaboración de las artesanías.

    María Chiripúa señala que primero siembran el cogollo de la fibra. Cuando ha crecido se corta con machete, se raspa y se extrae la fibra con la mano para luego ser tinturado. La planta crece en bosques anegados y suelo húmedo.

    En la fabricación de los objetos, en ocasiones, se raspa el tallo antes de extraer la fibra o venas, para obtener otro color natural. La vena más fina da varios tonos como el verde o amarillo pálido.

    Las mujeres cortan los tallos maduros para retirar la capa verde; se extrae en tiras, se quita la médula y se aplana con la mano para obtener las cintas.

    Celio Vera, técnico de la Prefectura de Esmeraldas, explica que se trabaja en el mejoramiento de la reproducción vegetativa del chocolatillo.

    La cestería elaborada por los indígenas ha empezado a venderse en diversos mercados del país como en Quito, bajo pedidos, así como en las ruedas de negocios que se promueven en la provincia.

    Un convenio firmado entre la Prefectura de Esmeraldas y el Programa de las Naciones Unidas, permite la intervención en algunas organizaciones de mujeres emprendedoras como las éperas.

    La Prefectura de Esmeraldas ayuda con técnicos del Departamento de Desarrollo Productivo. La metodología utilizada es la denominada Creciendo con su negocio, en la que ayudan a mejorar la producción y ponerle en el marcado el producto.

    Una vez que se ha cumplido con el proceso para obtener una marca y mejoramiento de la presentación de los productos, se busca mercados para las artesanías.

    Las emprendedoras reciben asesoramiento de los técnicos del Departamento de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Las emprendedoras reciben asesoramiento de los técnicos del Departamento de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Promueve el sentido cooperativo entre la población indígena

    Cristina Marquez

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    La pobreza, los abusos de los chulqueros y la segregación que vivían los migrantes de las comunidades indígenas en las ciudades marcaron la juventud de Pedro Khipo. Él se propuso desde temprana edad reivindicar a su gente y promover un mecanismo de desarrollo comunitario.

    Khipo es el fundador y gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Fernando Daquilema, una entidad que agrupa a 93 000 socios, la mayoría migrantes. Esta institución tiene una amplia oferta de productos financieros, algunos de ellos, desarrollados especialmente para las personas que trabajan en los mercados.

    Según un estudio que realizó la cooperativa, en estos sitios se concentra gran parte de la población que salió de las comunidades. Ellos se convirtieron en presa fácil de los prestamistas ilegales, quienes cobraban sus deudas hasta con un 20% de interés.

    Para ellos se desarrolló el Daquimóvil, un servicio que les permite hacer depósitos y pagar sus créditos en sus puestos de trabajo. La idea es ofrecer las facilidades que la gente requiere para ahorrar u obtener microcréditos para impulsar sus emprendimientos.

    Ese servicio llegó a más de 20 000 familias y recaudó cerca de USD 81 millones en el 2017. Es la estrategia más eficaz para combatir la presencia de los chulqueros, “Estudiamos cómo actuaban los chulqueros, madrugábamos para ver qué hacían, a qué hora estaban ahí y porqué sus servicios tenían acogida. Notamos que el horario de trabajo de las personas les impedía acudir a una entidad financiera. Además, según los parámetros bancarios, no calificaban para los créditos y eso los volvía vulnerables a los préstamos ilegales”, cuenta Khipo.

    Los servicios de la cooperativa se inspiran en la realidad que Khipo conoció en su juventud. La migración dejó vacíos los pequeños poblados de Cacha, parroquia de Chimborazo. De los casi 12 000 habitantes solo quedaban 3 000 para el año 2005, cuando la entidad empezó a operar.

    Es que la tierra de esa parroquia ya no era productiva, estaba erosionada y no había agua. La manufactura de prendas de vestir, que era la principal actividad económica, decayó debido a la aparición de industrias textiles. La migración se volvió la única opción para los padres de familia.

    Khipo sólo tenía 18 años cuando se involucró en la Federación de Cabildos del Pueblo Puruhá Cacha, donde surgió la idea de asociarse para apoyar el desarrollo conjunto. Pero los primeros intentos de la organización fallaron debido a la falta de conocimiento.

    Los confusos estados de cuenta y los conflictos que surgían en las reuniones, cuando no se entendían los informes financieros de la organización, le incentivaron a estudiar contabilidad y auditoría .

    Al graduarse tomó las riendas de la iniciativa y con el apoyo de otros jóvenes, fundó la cooperativa. Luego se especializó en ingeniería comercial, en la Universidad Estatal de Bolívar.

    “Convencer a la gente de reunir un capital para apoyarnos todos y ser solidarios con los demás, fue la primera tarea. Eso no fue difícil porque en las comunidades hemos sido solidarios siempre, faltaba encaminar esos esfuerzos”.

    Luego surgió la necesidad de difundir la educación financiera en las familias, lograr que la gente empezara a ahorrar y que así accediera a microcréditos para emprender. Además, faltaba acompañamiento profesional a los emprendimientos que ya empezaban a surgir en las ciudades.

    Un 70% de la población de Cacha pertenece a la Iglesia Cristiana Evangélica, por lo que las capillas y centros de reuniones en las comunidades de la población indígena, se convirtieron en sitios clave para difundir la creación de una nueva cooperativa.

    “Las Iglesias se volvieron una fortaleza. Y debido a que nuestra cooperativa se formó con esos valores cristianos, rápidamente nos ganamos la confianza de la gente”.

    Uno de los desafíos que enfrentaron fue la falta de recursos humanos capacitados y con experiencia. Es que en esa época acceder a la educación en las comunidades también era complejo, no sólo por la falta de dinero y la distancia, sino también por la discriminación en las ciudades.

    Khipo recuerda que, para culminar sus estudios, tenía que caminar cerca de tres horas, todos los días, desde Cacha hasta el Instituto Intercultural Jaime Roldós. Su madre, María Pilco, elaboraba y vendía fajas; su padre Miguel Khipo trabajaba en los mercados como cargador.

    El pastor Manuel Huilcarema lo conoce desde su niñez. “Siempre fue una persona responsable y trabajadora. Desde muy joven él creía en la igualdad, en que no hubiera ni ricos ni pobres”.

    Los Datos

    Formación. Ingeniero en contabilidad y auditoría en la Espoch, e ingeniería comercial en la Universidad Estatal de Bolívar.

    Experiencia. Se inició como jefe del Registro Civil en su comunidad. Ha sido gerente de la Cooperativa por 13 años.

    Logros por su gestión, la cooperativa ascendió al puesto 27 en el ranking de la SEPS. Recibió varios galardones en el 2017.

    La empresa Agroalina abrió su planta de producción de alimentos a base de quinua en Tabacundo. Es una de las firmas que aprovechó los incentivos tributarios por estar fuera de Quito. Foto: Archivo / LÍDERES
    La empresa Agroalina abrió su planta de producción de alimentos a base de quinua en Tabacundo. Es una de las firmas que aprovechó los incentivos tributarios por estar fuera de Quito. Foto: Archivo / LÍDERES
  • Puruhaes Discobar ofertan diversión al sector indígena

    Cristina Marquez

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    Un sitio para que los jóvenes de diferentes nacionalidades indígenas se diviertan y se sientan identificados es Puruhaes Discobar. En esa discoteca se organizan cada semana shows en vivo protagonizados por artistas locales. Además, se programa música nacional y otros géneros de moda en las comunidades de Chimborazo.

    El establecimiento está ubicado al noreste de Riobamba, en la vía a Tierra Nueva. Cuando llega el fin de semana, centenares de jóvenes que lucen sus atuendos originarios hacen cola para ingresar.

    “Siempre traemos los artistas que más les gustan a los jóvenes, los que son un hit en las redes sociales”, cuenta Efraín Mullo, propietario del establecimiento.

    Esta semana, por ejemplo, se presentarán Marquitos Pullay, Sara Ñusta y Milú, tres músicos chimboracenses con miles de seguidores en sus redes sociales. Otros músicos como Nelly Jeaneth, Édison Pingos y Proyecto Coraza, también se presentan frecuentemente en la discoteca.

    El emprendimiento surgió, precisamente, para dar espacio a los artistas indígenas de la provincia. Ahora, el establecimiento es una de las principales vitrinas para difundir la música nacional.

    “En Riobamba no hay discotecas que nos admitan vistiendo nuestros trajes originarios, porque se reservan el derecho de admisión. Los jóvenes que deseaban bailar o acudir a un show tenían que vestirse como mestizos para ingresar y eso es un atropello a nuestra cultura”, cuenta Iván Tenesaca, director de marketing.

    La discriminación en los sitios de diversión nocturna y la falta de shows pensados para el gusto del público indígena, fueron otras razones que animaron a Mullo a invertir unos USD 15 000 en la adecuación del lugar.

    Él adquirió la infraestructura de dos plantas. También decoró el sitio con el logotipo de la empresa que lleva una chumbi con bordados en tonos neón (faja indígena).

    La mayor inversión se hace en la contratación de artistas para los shows. “Aquí le damos espacio a todos . La idea es promocionarlos e incentivarlos a seguir produciendo música”, cuenta Mullo.

    La discoteca está abierta todas las semanas, desde el jueves a las 19:00. Pero los sábados son días dedicados a los conciertos y trabajan hasta las 02:00.

    Cuatro chicas trabajan en el bar y boletería. Ellas visten sus atuendos originarios y su trabajo adicional es hacer que los visitantes se sientan identificados y cómodos en el establecimiento.

    “En otros sitios, cuando caminamos con nuestra ropa, la gente siempre nos mira y señala.
    Queremos romper esos estigmas”, dice Jhoanna Morocho, quien es una de las empleadas del sitio.

    El emprendimiento se inició en noviembre del 2017. El primer desafío para la administración fue posicionar la marca y difundir el nuevo concepto de diversión con enfoque intercultural entre el público objetivo.

    En un inicio llegaban unas 200 personas los jueves y viernes, mientras que el sábado la afluencia se incrementaba ligeramente. Hoy unas 600 personas acuden entre semana y casi todos los sábados hay llenos totales. Llegan hasta 500 clientes.

    “Lo que me gusta de este sitio es que es bastante seguro y podemos sentirnos a gusto, porque disfrutamos la música y podemos vestir con orgullo nuestra ropa”, cuenta Fidel Guamán, un cliente.

    La discoteca está ubicada cerca a la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, donde se educa una gran cantidad de migrantes indígenas de varias provincias. Ellos son parte de la clientela asidua del emprendimiento.

    La presencia de chicos de otras provincias también motivó a los organizadores a contactar a otros artistas que ya tienen fama en el país. Músicos de Imbabura, Bolívar, Cotopaxi y otras zonas también ofrecen conciertos.

    “Las presentaciones, usualmente, son frecuentes en las fiestas de pueblos y comunidades. Es importante contar con un espacio que difunde nuestra música permanentemente”, dice Tenesaca.

    El equipo de Puruháes Discobar viste el atuendo originario Puruhá.  El negocio se encuentra en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    El equipo de Puruháes Discobar viste el atuendo originario Puruhá. El negocio se encuentra en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Una variada oferta de collares indígenas

    Modesto Moreta

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    Las washkas (collares en español) que comercializa Lucía Aguilar en su joyería están embellecidas con piedras de coral y amatista que usan las mujeres de los pueblos andinos. También las elabora con bambalinas.

    El emprendimiento de Aguilar, oriunda de Otavalo, lo abrió el año pasado con una inversión de USD 2 000. Con el dinero compró las estanterías y maniquíes donde muestra cada uno de los detalles de estas prendas de color naranja y rojo. Ella elabora estos accesorios en forma artesanal.

    El local está ubicado en la avenida 12 de Noviembre y calle Juan León Mera, en el centro de Ambato. Ahí exhibe más de 100 diseños. También da empleo a dos personas que le ayudan en la confección de los collares. Aguilar cuenta que el mercado es bueno, puesto que los jóvenes que trabajan en las cooperativas de ahorro son los principales clientes.

    “Estas prendas visten las mujeres de las comunidades y se complementan con atuendos compuestos por un anaco negro, una blusa negra con bordados, un reboso morado y un sombrero blanco de ala ancha”.

    En cada una de sus obras que las confecciona a mano mantiene esa técnica ancestral. La mayoría de sus creaciones representa al Taita Inti (Padre Sol en español). Según la cosmovisión indígena, los minerales los usaban para absorber y mantener la energía en equilibrio. “En nuestro local todo lo que exhibimos es estilizado, es decir, con diseños juveniles pero sin perder la esencia el color y las formas”.

    Antiguamente las washkas eran elaborados de coral rojo y el veneciano (piedra de colores que representa al arco iris), que fue traído del viejo continente. También con la concha Spondylus, pero tras la conquista se dio esa fusión de los conocimientos y de los materiales. Pero ahora e diseñan con bambalinas que son similares a las originales, caso contrario costarían mucho dinero. El costo de un collar oscila entre los USD 60 y 150.

    María Sisa es una de los clientes frecuentes. La joven del pueblo Pilahuín compra las prendas que diseña Aguilar en su taller. Está alegre porque existen diversos modelos y se asemejan a los que visten nuestras mamas. “Es importante contar con un sitio donde comprar nuestra collares que nos identifican como mujeres indígenas”.

    Sisa llegó a la joyería en buscando un par de aretes de coral y un anaco que usan las mujeres del pueblo Chibuleo. Cuenta que es una alternativa para evitar la discriminación que se da en algunos almacenes. “Ahora tenemos ganado un espacio importante”.

    Según Aguilar, las prendas son hechas a mano y únicas, no ofrece nada en serie, por eso hace especial. “Eso permitió una gran demanda de nuestros productos”, dice la emprendedora.

    Esa es una prenda importante porque se complementa con la ropa compuesta por anaco y bayeta de color negro, bolsa blanca con bordados hechos a mano donde sobresalen la naturaleza, los animales y las montañas.

    Aguilar también comercializa vestimenta indígena con diseños estilizados y ciertos toques juveniles, manteniendo la esencia andina, son un atractivo de los ejecutivos que trabajan en las empresas, instituciones públicas y las cooperativas de ahorro y crédito. La idea es que los chicos vistan algo moderno, elegante, estén a la moda con los collares.

    Algo importante que destacar que los taitas y las mamas también tienen su espacio. En el local se comercializan los trajes autóctonos de los pueblos de Tungurahua y también de Imbabura.

    Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Las artesanas se inspiran en los pueblos indígenas

    María Victoria Espinosa  (F) Contenido Intercultural

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    Tres artesanas de Santo Domingo se dedican a la elaboración de bisutería y artículos para el hogar, adornados con figuras tsáchilas y montuvias.

    Ellas trabajan desde sus casas y talleres. Pero exhiben sus productos en ferias artesanales, que realizan las autoridades provinciales.

    Teresa Larrea incluso se organizó con otras artesanas y conformaron la asociación Creando Ideas, que busca enseñar a otras mujeres el valor de la cultura Tsáchila y cómo plasmarla en artesanías con materiales del medio.

    Pero también con artículos que son típicos de las comunas, como las semillas para hacer pulseras o la tintura negra, que se obtiene de una planta medicinal nativa.

    La artesana cuenta que desde los 12 años empezó a dibujar figuras tsáchilas. “Me llamaban la atención su vestimenta, el idioma… y quise plasmarlos en recuerdos coloridos para el hogar”.
    Ella, además de los productos tsáchilas, también utiliza madera, mazapán, porcelanicrón, teca, bambú, caña guadúa, tagua, telas, cintas, entre otras.

    Una de sus últimas creaciones son sandalias bordadas con los coloridos telares tsáchilas.
    Las empezó a confeccionar hace un año y tienen un precio de entre USD 15 y USD 25. Para complementar el atuendo, también elaboró pequeñas carteras con la misma tela del par de sandalias.

    Larrea señala que su desafío permanente es innovar en cada feria con productos interculturales. “Los clientes siempre quieren productos tsáchilas. Pero que sean innovadores”.
    Además -agrega- deben ser ar­tículos que se relacionen con fechas especiales. Por ejemplo, si asistimos a una feria antes del Día de la Madre, procuramos hacer productos para que los hijos los regalen a sus mamás.

    En la feria, el jueves pasado en Santo Domingo, la artesana presentó lapiceros en forma de tsáchilas, porque al terminar el período escolar los padres de familia siempre dan obsequios a los maestros o se los compran a sus hijos para motivarlos.

    El guía nativo tsáchila Manuel Calazacón asegura que las artesanas han ayudado a que los niños y adolescentes se interesen por la cultura nativa, cuando ven cuadros de tsáchilas tocando la marimba. “A nuestra comunidad llegan chicos y nos dicen que solo nos conocían por artesanías”.

    La artesana Carmen Torres explica que el gremio de artesanas está planificando continuar haciendo figuras tsáchilas, pero también añadir a nuevas culturas, como los chachis y los pueblos afrodescendientes y montuvios.

    Ella ya está elaborando esas figuras con tagua y la cáscara de coco. Esas artesanías se venden en las ferias y almacenes de recuerdos de la provincia. También a través de las redes sociales. “Tengo pedidos de varias partes del país”.

    La emprendedora Denisse Garzón también promociona sus productos en las ferias. Ella instaló un local de bisutería hace ocho meses, en Santo Domingo.

    La pasión por las manualidades la aprendió de su madre Nidia Alvear, quien también es artesana.

    Garzón, desde pequeña, vio en su casa materiales como la tagua, piedras, madera, cintas y conchas de origen montuvio.

    Con esos productos se elaboran desde cuadros hasta bisutería. “Mi mami elabora los productos en esa línea. Yo me dedico a crear accesorios para la mujer”.

    Las ferias

    En promedio, cada emprendedora vende entre USD 50 y USD 200 en cada día en una feria artesanal.

    Los productos que más se venden son los tsáchilas. Los compradores por lo general son adultos, que buscan un obsequio o decoración para la vivienda o vehículo.

    Las artesanas deben prepararse con al menos un mes de anticipación para cada feria artesanal. Ellas señalan que se deben hacer al menos 20 productos diferentes, en varios colores y tamaños.

    Teresa Larrea se inspira desde hace 20 años en la nacionalidad Tsáchila para crear coloridas artesanías. Foto: María Victoria Espinosa / LÍDERES
    Teresa Larrea se inspira desde hace 20 años en la nacionalidad Tsáchila para crear coloridas artesanías. Foto: María Victoria Espinosa / LÍDERES
  • Tres mujeres indígenas dominan la cocina americana

    Redacción Sierra Centro

    María Esther Calapi, Rocío Gualsaquí y Rosa Flores pasaron de ser empleadas a dueñas de la Cafetería Serendipity, en Cotacachi, Imbabura. El establecimiento, que funciona en el centro de la ciudad, se especializa en platos internacionales, por lo que es un sitio de reunión de los extranjeros que residen en este cantón. La mayoría son jubilados.

    Las tres mujeres, oriundas de la comunidad kichwa de La Calera, tomaron la posta en el negocio a Nancy Hanigan, su anterior propietaria, que retornó a Estados Unidos por asuntos familiares.

    Antes de marcharse, Hanigan vio a estas emprendedoras como las más idóneas para que se pongan al frente de Serendipity, que curiosamente en español significa casualidad, por lo que les vendió.

    La mujer les enseñó los secretos de la cocina, especialmente americana. También a cómo atender a los clientes, recuerda Calapi.

    Una de las cosas que llamó su atención es la preparación de las hamburguesas. La dama explica que los foráneos las prefieren acompañadas de champiñones, queso, lechuga, tomate y cebolla.

    También aprendieron sobre menúes más elaborados, como pastel de pollo, camarones al grill, tempura de camarones, entre otros. En la carta del establecimiento hay 12 platillos.

    La diferencia del idioma no ha sido un obstáculo. El menú, que está editado en español e inglés, y que fue ideado por Hanigan, facilita los pedidos de los comensales ‘gringos’, especialmente de los que recién llegan a vivir en el cantón. La mayoría de extranjeros no habla español.

    El local abre de 08:00 hasta 21:00. Por la mañana la espe­cialidad son los desayunos. El más tradicional es el americano: huevos, tocino, papas, jugo y tostadas. No lleva café.

    Uno de los segmentos especiales de este local es el de las bebidas y postres. Los nuevos vecinos de esta urbe prefieren vino para acompañar a sus comidas. Aunque también hay quienes se aficionan de jugos de frutas. Uno de los más populares es el ‘morning ginger’, que se hace a base de manzana, zanahoria y jengibre.

    A clientes fieles, como la esta­dou­nidense Barbara Rattenborg, en cambio, les atrae más los postres. Su preferido es el ‘creme brulee’, que es un flan de caramelo y que está aderezado con crema.

    “Los americanos aprecian bastante la comida de nuestro restaurante”, asegura Calapi.
    Por ello, también le han apostado a preparar platos de la gastronomía local, como las carnes coloradas, el hornado, la colada morada con tortillas de tiesto…

    Esa es una estrategia para atraer a los clientes, con una amplia variedad. Los platillos fuertes cuestan entre USD 5,25 hasta 7.

    Una de los atractivos es que los platillos son elaborados al instante y con productos frescos. Para la atención de la cafetería las socias laboran en varios turnos, que atiende durante el día.
    En un día las ventas pueden alcanzar los USD 250.

    Estos ingresos les permitieron cancelar el crédito que tramitaron para la compra del negocio. Cada accionista debió aportar USD 3 500.

    Por ahora no descartan los planes de ampliación de Serendipity, para mantenerse a flote.

    Restaurante Serendipity de María EstHer Calapi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Restaurante Serendipity de María EstHer Calapi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Indígenas de Costa Rica crean agencia turística para compartir su cultura

    Agencia EFE

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    Los indígenas bribris de Costa Rica compartirán con los visitantes locales y extranjeros sus riquezas culturales y naturales a través de la primera agencia turística indígena certificada en el país, informó una fuente del sector.

    La certificación otorgada por el estatal Instituto Costarricense de Turismo (ICT) a la Asociación de Guías Turísticos Indígenas Bribris de Talamanca (Agitubrit) es la culminación de un proceso que inició en 2012 con la capacitación de los primeros guías turísticos indígenas bribri por parte del estatal Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec).

    «Para el territorio indígena Bribri tener una declaratoria turística es demasiado importante y nos lleva a un gran desarrollo. Para Agitubrit es un logro grandísimo, un paso de tantos que tenemos que dar para seguir cumpliendo nuestras metas como jóvenes emprendedores en turismo», dijo la presidenta de la asociación, Melissa Espinoza, en la página web del Tec.

    La certificación del ICT le permite a Agitubrit organizar tours turísticos en la región indígena de Talamanca, provincia de Limón (Caribe), participar en ferias de turismo nacionales e internacionales, acceder a capacitaciones y a ser parte en las iniciativas de desarrollo regional y local del ICT.

    Entre los productos que ofrece la agencia se encuentran caminatas por bosques primarios, recorridos en bote por ríos, charlas y exposiciones de las tradiciones indígenas, visitas a cataratas, a casas cónicas con la explicación del significado en la cultura indígena; exhibición de plantas medicinales, demostración del procesamiento tradicional del cacao y gastronomía indígena.

    «Tenemos una oferta de turismo muy distinta a la que el turista está acostumbrado, una experiencia muy propia, en la que el visitante entra en nuestra cultura, aprende de nuestra cosmovisión, de nuestra espiritualidad, de nuestra relación con la naturaleza. Eso permite al turista una experiencia auténtica», dijo el guía turístico Roger Blanco.

    En ese sentido, la Asociación, en conjunto con la comunidad, creó un código de ética, el cual determina las normas para desarrollar un turismo armonioso con la naturaleza y la cultura local.
    En la actualidad, la Asociación está conformada por 15 guías locales que fueron capacitados mediante el proyecto «Mejoramiento de la Calidad de los servicios turísticos de Talamanca», parte del Plan Guía Turístico Indígena que impartió el Tec.

    «Estos guías se ponen como meta optar por ser una agencia local y desde 2014 han venido trabajando en mejorar sus productos turísticos. Es una oferta muy interesante e innovadora», explicó el profesor e investigador de la Escuela de Idiomas y Ciencias Sociales del TEC, David Arias.

    El turismo es uno de los principales motores de la economía de Costa Rica, un país de 4,7 millones de habitantes que cada año recibe cerca de tres millones de turistas.

    La atracción de líneas aéreas ha sido la lanza de Costa Rica para consolidarse como destino turístico y de negocios en Europa. Foto: Flickr
    La atracción de líneas aéreas ha sido la lanza de Costa Rica para consolidarse como destino turístico y de negocios en Europa. Foto: Flickr
  • Perfumes con identidad Puruhá

    Redacción Sierra Centro

    Las nueve fragancias de Yuyari están inspiradas en la valentía, la fuerza, la belleza y la sabiduría de los hombres y mujeres de la cultura Puruhá. La marca salió al mercado en noviembre pasado y su público objetivo son los jóvenes indígenas.

    “Encontramos una necesidad insatisfecha. Las marcas de perfumes más reconocidas en el país se inspiraban en las cualidades de la cultura occidental y nosotros necesitábamos un producto que nos haga sentir identificados”, dice José Mullo, uno de los socios .

    La idea del emprendimiento surgió ligada al concepto de la interculturalidad y el fortalecimiento de la identidad de las culturas indígenas en julio pasado, cuando Esther Miranda y Jaqueline Tuquinga se sumaron al proyecto.

    Los tres jóvenes se conocieron en las aulas de la carrera de Ingeniería Comercial en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, y decidieron asociarse para ejecutar el proyecto.
    “Cuando empezamos a analizar la idea nos dimos cuenta que tenía todo para convertirse en un negocio exitoso”, dice Miranda.

    El primer paso fue elaborar un plan de negocios, que incluye un estudio de mercado y una estrategia de ventas. Luego, los jóvenes se proveyeron de materias primas y escogieron las fragancias en base a las preferencias de su público objetivo.

    Los aromas femeninos representan las cualidades más representativas de las mujeres indígenas. Los perfumes se llaman Kury, Sisa, Kuyay, Sumak y Willka, términos kichwas que significan, valiosa, flor, amor, hermosa y sagrada.

    Los tres aromas masculinos se llaman Sinchy, Munay y Yachak, que significa Fuerte, Deseo y Sabio. Los perfumes tienen notas cítricas y madereras, y cuestan entre USD 18 y 24.
    Pero el producto estrella es un perfume femenino que lleva el nombre de la firma, Yuyari, un término kichwa que significa ‘recuerdos’. Esta fragancia es la que ha tenido mayor aceptación en el mercado desde su lanzamiento.

    El diseño de la imagen, logotipos y frascos que contienen los perfumes también requirió inversión y esfuerzo. Todos los empaques e incluso la imagen corporativa, están inspirados en las fajas kawiñas, una prenda que se utiliza únicamente en la cultura Puruhá.

    Los tres socios invirtieron USD 7 000 en la primera fase de implementación del negocio. La tienda está instalada en el local 10, del Centro Comercial Las Carmelitas, en Riobamba.
    Además, cuentan con siete agentes de ventas por catálogo, que representan a la marca en Guayaquil, Quito, Ambato, Machala, Cañar y Guamote.

    Esther Miranda, José Mullo y Jaqueline Tuquinga son los jóvenes que decidieron crear los perfumes de la marca Yuyari. Esta iniciativa intercultural  surgió en las aulas universitarias. Foto: Ángel Barona para LÍDERES
    Esther Miranda, José Mullo y Jaqueline Tuquinga son los jóvenes que decidieron crear los perfumes de la marca Yuyari. Esta iniciativa intercultural surgió en las aulas universitarias. Foto: Ángel Barona para LÍDERES