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  • Carbón orgánico con conchas y estopa de coco

    Marcel Bonilla

    Los estudiantes de la carrera de Comercio Exterior de la Universidad Técnica Luis Vargas Torres de Esmeraldas (UTE/LVT) producen carbón orgánico a base de conchas y estopa de coco. El trabajo se hace en la misma universidad.

    La materia prima para hacer las tradicionales cocadas esmeraldeñas es el coco, pero los estudiantes encontraron una forma de darle uso al resto de la fruta (concha y estopa) para elaborar carbón, utilizado para cocinar o asar.

    Esta es una forma de rescatar saberes ancestrales de la cultura afro, que hacía carbón con restos de maderas para venderlo o preparar sus alimentos, como ocurría en La Barraca, antiguo puerto fluvial de Esmeraldas.

    Naila Ibarra, estudiante de Comercio Exterior, explica que con ese carbón intentan reducir el impacto de la contaminación ambiental, como ocurre con la obtención del carbón de leña.
    Por ejemplo, en Esmeraldas, Chachis y Afros, que habitan en la Isla Luis Vargas Torre, frente a la ciudad, obtienen carbón a través de hornos hecho de tierra, como se hacía antiguamente.

    Uno de los inconvenientes es que deben recolectar madera y luego el humo afecta a los habitantes, por eso los estudiantes creen que obtener carbón a partir de la concha de coco es mejor.

    El proceso de producción empieza al recolectar las conchas en los sitios donde se elabora cocadas. La concha se muele, se quema y se compacta con un poco de resina orgánica en pequeños moldes, se deja secar por cinco días y está lista para su uso.

    Una de las ventajas es que el olor no se adhiere a la piel, ropa y cabello. Las brasas tienen una duración de una hora más que el carbón del que normalmente se usa en los asaderos, según los estudiantes.

    Para la producción a gran escala, los alumnos han logrado identificar los sitios donde más se produce y se utiliza el coco, como en poblaciones afros del cantón Eloy Alfaro y San Lorenzo.
    La Tolita Pampa de Oro, Garrapata y Canchimalero son zonas productivas de coco y es donde se han instalado mujeres emprendedoras que elaboran cocadas.

    Las emprendedoras utilizan unos 5 000 cocos al mes para la producción de cocadas con miel de caña de azúcar, pero desechan la concha y la estopa de coco.

    El rector de la Universidad Técnica Luis Vargas Torres, Girard Vernaza, explica que se está dando impulso a los emprendimientos estudiantiles que apunten al rescate de la cultura tradicional de Esmeraldas.

    “Nuestros ancestros utilizaban leña para cocinar y el zumo de coco para el arroz en el campo, por eso vemos que esta iniciativa estudiantil rescata una parte de nuestra historia, utilizando la tecnología de nuestros tiempos”.

    La proyección es que los estudiantes fortalezcan la propuesta y se logre encontrar el mercado para poner todo el carbón que se produzca, con una marca esmeraldeña. Sonia Salinas, estudiantes del último año de la carrera de Comercio Exterior, explica que con un saco de conchas de coco se producen 150 pastillas de carbón orgánico.

    Por ahora se trabaja en la obtención del registro sanitario con la marca ‘Carbón CocoMex’. Ingrid Nazareno, catedrática universitaria, explica que la idea es lograr que los estudiantes puedan emprender desde las aulas.

    Estudiantes de Comercio Exterior son los que desarrollan el proyecto de carbón orgánico. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Estudiantes de Comercio Exterior son los que desarrollan el proyecto de carbón orgánico. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Este sustrato orgánico se hace con fibras vegetales

    Mayra Pacheco

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    Los residuos de las plantas que terminan acumulados en algún rincón de las fincas agrícolas son aprovechados por Francisco Sevilla, presidente de la empresa Ecodegradables S.A.

    Este emprendedor, quien estudió ingeniería agrónoma, investigó en el 2006 las propiedades de las fibras vegetales y su uso. Los resultados le motivaron a sacar ventaja de estos recursos. Para aplicar lo aprendido, un año después, conformó la empresa Ecodegradables S. A., junto con su socio, José Luis Torres.

    Empezaron con una inversión de USD 150 000. Con esto construyeron invernaderos, dos plantas de producción y empaque, y adquirieron maquinarias.

    Desde entonces, en estas instalaciones, con las fibras vegetales se prepara una mezcla especial llamada sustrato. Esto sirve para garantizar la germinación de las semillas y su crecimiento.

    “Estos desechos, que no son usados, son quemados y eso contamina el ambiente. Por eso decidimos transformar estos residuos vegetales para darles un nuevo uso”, menciona Sevilla.
    Para la preparación de este producto Sevilla tritura los tallos, ramas, hojas de los cultivos de palma, cacao, maíz, café, maracuyá y los mezcla. También añade unos microorganismos benéficos para evitar que las plagas afecten al desarrollo de estas plantas.

    Sevilla sostiene que en el sector agrícola había la necesidad de contar con un sustrato producido en el país. “Antes, se contaba solo con productos que eran importados y eran caros. Esto afectaba a los costos de producción de los agricultores ecuatorianos”.

    En promedio, el saco de sustrato que comercializa esta firma con el nombre de Reyna cuesta alrededor de USD 40, los 250 litros. Los importados superan este valor.

    Cada bulto de sustrato Reyna sirve para producir hasta 18 000 pequeñas plantas de hortalizas, vegetales u otros productos similares. Para especies forestales el rendimiento es menor. Para la elaboración de este material, Sevilla compra en las fincas la fibra de manera periódica. Cada mes destina hasta USD 30 000.

    Ramón Zamora, proveedor, vende desde hace nueve años en promedio ocho camiones grandes de los residuos vegetales de las plantaciones de palma y arroz que tiene en Quinindé. La entrega se hace cada 15 días o mes.

    El proceso de preparación del sustrato se realiza en una planta en Quinindé, en Esmeraldas. En este sitio estos residuos son transformados en una especie de viruta, que luego es mezclada.

    Esta combinación de fibras vegetales se empaca en bolsas especiales. Para esto se emplea unas máquinas que compactan el producto. Estas tareas se realizan en una planta ubicada en El Quinche, en Pichincha.

    En total, Ecodegradables cuenta con 10 colaboradores directos y 25 temporales. Con este grupo, cada mes se obtienen 700 bultos de sustrato, pero la capacidad de producción es de 3 000.

    La comercialización se realiza a escala nacional. En promedio, se cuenta con 140 clientes y la entrega a los agricultores se realiza de manera directa.

    Alejandra Bermeo es una de las compradoras. Ella emplea desde hace tres años el sustrato en su invernadero donde siembra brócoli, zanahorias, coliflor, pero también distribuye este producto a otras personas. “Los alimentos que se cosechan son buenos”.

    Mariana Amaya, otra cliente, menciona que este sustrato ayuda a que las plantas germinen y crezcan sanas. Además, reconoce que su precio es más conveniente, con relación a los que son importados.

    En el corto plazo, esta empresa tiene planificado empezar a exportar sustrato a Colombia. Tienen un pedido inicial de aproximadamente 1 200 sacos mensuales, que esperan que se comercialicen a partir del último quimestre de este año.

    Además, para agosto próximo tienen previsto vender vajillas desechables biodegradables elaboradas a base de fibras vegetales. Actualmente, se cuenta ya con un prototipo que permitirá contar con bandejas, platos, sorbetes, cubiertos, vasos y otros.

    Con estos proyectos se espera cerrar el año con una facturación de USD 400 000. En el 2018, los ingresos brutos de esta empresa ascendieron a USD 200 000.

    En la planta ubicada en El Quinche, los colaboradores empacan el producto con ayuda de una maquinaria especial que compacta la mezcla de fibras
    En la planta ubicada en El Quinche, los colaboradores empacan el producto con ayuda de una maquinaria especial que compacta la mezcla de fibras. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
  • Su idea es una vitrina para lo orgánico y lo tradicional

    Redacción Quito

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    La idea se concretó en cuestión de meses. En mayo del 2016 Jossette Vázquez, una madre de familia con espíritu emprendedor, tenía en mente un negocio para promover iniciativas de otras mujeres que impulsaban la comida orgánica y artesanal.

    El análisis fue rápido. “Estaba dedicada a mis hijos, pero también quería ayudar a mujeres que promocionan sus productos en redes sociales”. Así surgió El Market Express, en Cumbayá, un negocio que abrió sus puertas el 1 de septiembre del año en mención.

    Para arrancar, Vázquez se contactó con mujeres que están en grupos como las Wikis o las Destrabadas para que sean sus proveedoras. En esos espacios virtuales existe mucha creatividad y se confirma la tendencia de una alimentación enfocada en alimentos orgánicos o elaborados artesanalmente, cuenta Vásquez en su local, mientras también atiende a los clientes que preguntan por mariscos frescos.

    En principio tuvo cerca de 60 proveedores de productos como galletas, mermeladas, lácteos, carnes y más alimentos. La oferta incluía lo orgánico y artesanal, así como lo tradicional. “Si hacía solo orgánico no sé si hubiera crecido. La clave fue no limitar la oferta”.

    Los primeros días fueron emocionantes. El local se llenaba de amigos y familiares que compraban. Pero luego de unas semanas, las ventas se estancaron. Entonces Vázquez apeló a las redes sociales. Tanto Facebook como Instagram se convirtieron en sus espacios de promoción. Así fue cómo el negocio levantó cabeza y se consolidó. Hoy cuenta con cerca de 300 proveedores y decenas de clientes por día, que se multiplican los fines de semana.
    Los sábados, por ejemplo, llegan padres de familia que desean cocinar en casa. “Nuestros productos se caracterizan por ser de fácil preparación”, añade esta mujer.

    El 30% de los clientes llega buscando productos orgánicos y libres de gluten. El 70% restante viene porque le gusta comer rico, bien y gourmet. “Esa es la esencia del mercado al que me dirijo”.

    Vázquez reconoce que el negocio de comida es bastante sacrificado. El local abre todos los días y la emprendedora se apoya en un equipo de trabajo: dos mujeres le ayudan en la caja y el pago a proveedores. Una tercera lleva la contabilidad de manera externa.

    Esta emprendedora es bastante exigente. Por eso ella se encarga, desde el principio, de probar cada producto que desea estar en las perchas de El Market Express. “Muchas veces llegan productos con unas presentaciones muy novedosas, pero fallan en los sabores o ingredientes. Por eso les doy ciertos consejos y mejoran la calidad. Así ganan los proveedores y cuido la reputación de mi local”.

    Uno de los proveedores es Gourmet Andino, una pequeña empresa que elabora mezclas orgánicas de frutos andinos para pastelería. José Luis Quintero, representante de esta iniciativa, cuenta que sus productos tienen buena rotación en el local de Vásquez. “Trabajamos con ella desde hace un año. Cada mes le envío una caja de 24 unidades con nuestros productos”.

    Según Quintero, El Market Express es un negocio con mucha afluencia de público. “No es tanto el target al que apuntamos, pero me sirve para posicionar y dar a conocer mi producto”.
    En el crecimiento del negocio de Vázquez, las redes sociales se mantienen como una ventana. Ella publica todos los días fotos, recetas y consejos para sus clientes. “Me han pedido franquiciar o abrir locales en Quito, pero no lo haré todavía. El negocio es como un hijo y quiero hacerlo crecer fuerte y sano”.

    Jossette Vázquez es la propietaria de El Market Express. Este minimercado ubicado en el corazón de Cumbayá oferta alimentos orgánicos, artesanales y tradicionales. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
    Jossette Vázquez es la propietaria de El Market Express. Este minimercado ubicado en el corazón de Cumbayá oferta alimentos orgánicos, artesanales y tradicionales. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
  • Un laboratorio para lo orgánico

    Pedro Maldonado

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    Un minimercado de productos orgánicos que se expande con buen ritmo. Así se puede definir a Super Foods Ecuador, un negocio que nació en noviembre del 2015 y que se convirtió desde entonces en una vitrina para pequeños productores y emprendedores nacionales que buscan espacios para promocionar sus alimentos.

    En Cumbayá, en un espacio de 180 metros cuadrados, decorados con lámparas modernas, muebles de madera y un toque industrial, se reparten decenas de pequeñas perchas donde se encuentran desde mermeladas sin preservantes, hasta ‘snacks’ de quinua o mezclas orgánicas para pastelería, frutas, vegetales, leche de cabra, entre otros productos.

    En el mismo espacio funciona de martes a sábado una cafetería-restaurante que recibe cada día a decenas de clientes fieles que buscan una alimentación más saludable; en el local también se encuentra una cocina equipada con refrigeradoras, balanzas digitales y otros utensilios en donde se dan clases de cocina cada semana.

    Allí evoluciona esta iniciativa de las hermanas Gizella y Natalia Greene. “Es un laboratorio gastronómico que promueve a pequeños productores orgánicos”, dice Gizella Greene.

    La idea de este emprendimiento fue generar una mayor conciencia sobre el tipo de alimentos que consumen los ecuatorianos, añade esta joven empresaria que divide sus tareas administrativas del negocio con la asesoría en temas alimenticios.

    Bajo este concepto, la tienda impulsa el consumo de alimentos orgánicos, sin preservantes, casi sin procesos industrializados. En este negocio es fácil encontrar frutas y vegetales orgánicos, así como huevos de campo que llegan a diario, en cubetas.

    El negocio cuenta, además, con su propia marca, Kumara, bajo la cual se oferta colada morada orgánica, guaguas de pan sin gluten, leche de almendra, salsa de tomate sin preservantes, entre otros alimentos.

    Los clientes, dice Greene, siempre se interesan y preguntan por los ingredientes y las fórmulas. Eso motivó a abrir las clases de cocina que hoy en día reciben entre 6 y 10 alumnos, por clase.

    Super Foods Ecuador
    arrancó hace dos años con 30 proveedores. Hoy la cifra se multiplicó por 10. “Cada vez tenemos más proveedores e interesados en llegar a nuestras perchas”. Ellos son seleccionados con procesos rigurosos, pero también reciben asesoría de parte del equipo de Greene para mejorar fórmulas o cambiar ingredientes en sus productos.

    Un ejemplo es Gourmet Andino y su marca Cusi. Esta pequeña empresa ecuatoriana elabora mezclas orgánicas de frutos andinos para pastelería. José Luis Quinteros, representante de esta iniciativa, cuenta que entregan sus productos a Super Foods Ecuador desde hace un año y medio. “Nos contactaron luego de participar en un mercado artesanal. Ahora los consideramos nuestros aliados porque nos ayudaron a perfeccionar el producto con nuevas fórmulas y una mejor presentación”.

    Quinteros añade que Super Foods Ecuador les permite hacer pruebas de nuevas mezclas para pastelería. Hoy en día Gourmet Andino entrega a este negocio entre 5 y 10 cajas de sus productos cada dos semanas. “Es una relación comercial que beneficia a las dos partes”, añade Quinteros.

    Otro proveedor es Wholesome Foods y su marca Highland Farm Foods, que elabora ‘snacks’ de quinua que se venden en el extranjero y en el país. Su fundadora, Camille Paz y Miño, recuerda que la primera entrega se hizo en julio de este año. “Es una buena vitrina, al ser un minimercado de productos saludables”.

    Según Paz y Miño, la iniciativa de las hermanas Greene es la tienda gourmet que más les compra dentro del país. Esta empresaria añade que los ‘snacks’ tienen buena rotación: cada semana entregan 4 cajas de 12 unidades.

    Los clientes de Super Foods Ecuador no tienen un perfil definido. Al local llegan a diario personas de distintas edades, algunas sufren intolerancia a la lactosa o evitan alimentos con gluten. También se cuentan niños que no pueden consumir azúcar o mamás en período de lactancia que requieren una dieta específica. “Todos buscan alimentos más sanos”.

    Ahora esta empresa tramita una certificación de empresa sistema B, es decir que persigue un impacto social. Además ya tiene planes para el 2018 y 2019: la meta es expandir el negocio bajo el modelo de franquicia. El próximo año será clave para continuar con la expansión.

    El local de Super Foods Ecuador ocupa 180 metros cuadrados. Allí se encuentran la cafetería-restaurante, las perchas de los productos y la cocina. Fotos: cortesía Super Foods Ecuador y Vicente Costales / LÍDERES
    El local de Super Foods Ecuador ocupa 180 metros cuadrados. Allí se encuentran la cafetería-restaurante, las perchas de los productos y la cocina. Fotos: cortesía Super Foods Ecuador y Vicente Costales / LÍDERES
  • Super Foods Ecuador, un laboratorio para lo orgánico

    Pedro Maldonado

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    Un minimercado de productos orgánicos que se expande con buen ritmo. Así se puede definir a Super Foods Ecuador, un negocio que nació en noviembre del 2015 y que se convirtió desde entonces en una vitrina para pequeños productores y emprendedores nacionales que buscan espacios para promocionar sus alimentos.

    En Cumbayá, en un espacio de 180 metros cuadrados, decorados con lámparas modernas, muebles de madera y un toque industrial, se reparten decenas de pequeñas perchas donde se encuentran desde mermeladas sin preservantes, hasta ‘snacks’ de quinua o mezclas orgánicas para pastelería, frutas, vegetales, leche de cabra, entre otros productos.

    En el mismo espacio funciona de martes a sábado una cafetería-restaurante que recibe cada día a decenas de clientes fieles que buscan una alimentación más saludable; en el local también se encuentra una cocina equipada con refrigeradoras, balanzas digitales y otros utensilios en donde se dan clases de cocina cada semana.

    Allí evoluciona esta iniciativa de las hermanas Gizella y Natalia Greene. “Es un laboratorio gastronómico que promueve a pequeños productores orgánicos”, dice Gizella Greene.
    La idea de este emprendimiento fue generar una mayor conciencia sobre el tipo de alimentos que consumen los ecuatorianos, añade esta joven empresaria que divide sus tareas administrativas del negocio con la asesoría en temas alimenticios.

    Bajo este concepto, la tienda impulsa el consumo de alimentos orgánicos, sin preservantes, casi sin procesos industrializados. En este negocio es fácil encontrar frutas y vegetales orgánicos, así como huevos de campo que llegan a diario, en cubetas.

    El negocio cuenta, además, con su propia marca, Kumara, bajo la cual se oferta colada morada orgánica, guaguas de pan sin gluten, leche de almendra, salsa de tomate sin preservantes, entre otros alimentos.

    Los clientes, dice Greene, siempre se interesan y preguntan por los ingredientes y las fórmulas. Eso motivó a abrir las clases de cocina que hoy en día reciben entre 6 y 10 alumnos, por clase.
    Super Foods Ecuador arrancó hace dos años con 30 proveedores. Hoy la cifra se multiplicó por 10. “Cada vez tenemos más proveedores e interesados en llegar a nuestras perchas”. Ellos son seleccionados con procesos rigurosos, pero también reciben asesoría de parte del equipo de Greene para mejorar fórmulas o cambiar ingredientes en sus productos.

    Un ejemplo es Gourmet Andino y su marca Cusi. Esta pequeña empresa ecuatoriana elabora mezclas orgánicas de frutos andinos para pastelería. José Luis Quinteros, representante de esta iniciativa, cuenta que entregan sus productos a Super Foods Ecuador desde hace un año y medio. “Nos contactaron luego de participar en un mercado artesanal. Ahora los consideramos nuestros aliados porque nos ayudaron a perfeccionar el producto con nuevas fórmulas y una mejor presentación”.

    Quinteros añade que Super Foods Ecuador les permite hacer pruebas de nuevas mezclas para pastelería. Hoy en día Gourmet Andino entrega a este negocio entre 5 y 10 cajas de sus productos cada dos semanas. “Es una relación comercial que beneficia a las dos partes”, añade Quinteros.

    Otro proveedor es Wholesome Foods y su marca Highland Farm Foods, que elabora ‘snacks’ de quinua que se venden en el extranjero y en el país. Su fundadora, Camille Paz y Miño, recuerda que la primera entrega se hizo en julio de este año. “Es una buena vitrina, al ser un minimercado de productos saludables”.

    Según Paz y Miño, la iniciativa de las hermanas Greene es la tienda gourmet que más les compra dentro del país. Esta empresaria añade que los ‘snacks’ tienen buena rotación: cada semana entregan 4 cajas de 12 unidades.

    Los clientes de Super Foods Ecuador no tienen un perfil definido. Al local llegan a diario personas de distintas edades, algunas sufren intolerancia a la lactosa o evitan alimentos con gluten. También se cuentan niños que no pueden consumir azúcar o mamás en período de lactancia que requieren una dieta específica. “Todos buscan alimentos más sanos”.

    Ahora esta empresa tramita una certificación de empresa sistema B, es decir que persigue un impacto social. Además ya tiene planes para el 2018 y 2019: la meta es expandir el negocio bajo el modelo de franquicia. El próximo año será clave para continuar con la expansión.

    El local de Super Foods Ecuador ocupa 180 metros cuadrados. Allí se encuentran la cafetería-restaurante, las perchas de los productos y la cocina. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    El local de Super Foods Ecuador ocupa 180 metros cuadrados. Allí se encuentran la cafetería-restaurante, las perchas de los productos y la cocina. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Una nueva vitrina para las marcas de chocolate orgánico

    Patricia González

    La experiencia de comenzar a exportar siempre es un gran reto para marcas pequeñas. Hace dos años y medio, Tania Molina, propietaria de la marca de chocolates Villakuyaya, tocó las primeras puertas en Nueva York, EE.UU.

    “Cuando visitaba las tiendas me preguntaban si tenía distribuidor y broker”, cuenta Molina. Esa experiencia le demostró que la mejor forma de exportar es mediante la asociatividad.

    Molina fue la impulsora de un proyecto, del que hoy forman parte ocho marcas: seis de chocolate orgánico, una de licor de cacao y el restaurante y galería de arte La Cuchara de San Marcos.

    Se trata de Chocoholic, un espacio donde convergen distintos emprendimientos con la finalidad de promocionar el cacao fino de aroma que se produce en distintas regiones del país.
    El proyecto arrancó en febrero y requirió una inversión inicial de USD 1 600 por marca, principalmente para la ambientación y decoración del espacio.

    Participan las marcas Minka Organic Dark Chocolate, Mashpi Chocolate Artesanal, Villakuyaya, Perla Organic, Angovi, Conexión y Siuss. Cada una cuenta con un exhibidor en la cafetería de La Cuchara de San Marcos, para la exposición de sus productos gastronómicos.

    Visitantes nacionales y extranjeros pueden hallar en este espacio barras de chocolate puro, semi amargo, blanco y con leche; saborizadas con café, sal, uvilla, aceitunas, entre otros ingredientes que le agregan valor sensorial a cada barra de chocolate.
    También se comercializan otros productos hechos a base de cacao: pasta, manteca, nibs, licor, bombones, pulpa, miel…

    “El propósito es educar a los ecuatorianos sobre el cacao nacional. A cada persona que llega se le brinda una degustación”, comenta Lorena Criollo, propietaria de La Cuchara de San Marcos, establecimiento que administra junto con su hermana Elizabeth Tugulinago.

    “Vive una experiencia sensorial”, es el eslogan de Chocoholic. Además de degustaciones regulares, cada marca está a cargo de un evento al mes, en los que se realizan catas y maridajes de chocolate con vino, café, cerveza, quesos e incluso con tabaco artesanal. Los comensales también tienen la oportunidad de degustar postres, elaborados con la marca de chocolate del mes.

    “El cacao fino de aroma que se produce en el Ecuador tiene una genética establecida: el cacao floral”, señala la ‘chocolatier’ Idaly Farfán, representante de la marca de licores Siuss.

    La región en la que se produce el cacao le otorga además un aroma diferenciador. Chocoholic comercializa chocolates de diferentes provincias del país (Manabí, Los Ríos, Esmeraldas, Cotopaxi) y de la Amazonía.

    Los productos son entregados por consignación a Lorena Criollo para su comercialización en el espacio gastronómico y cultural. Los precios son diversos. Desde USD 3 el valor de un bombón de chocolate hasta 20 por un licor a base de cacao.

    La Cuchara de San Marcos, es un espacio que rescata la identidad ecuatoriana, en sus distintos ambientes: un restaurante de comida local con versiones vegetarianas, una cafetería que oferta productos orgánicos y una galería en la que se hallan productos artesanales, en su mayoría elaborados con materiales reciclados.

    Para Dayhanara Cevallos, de la marca Minka, este espacio les brinda la posibilidad para que los productos se conozcan en el mercado local y extranjero. Criollo calcula que el 40% de los clientes de La Cuchara de San Marcos son extranjeros.

    El proyecto está abierto a la inclusión de nuevas marcas, al momento hay dos en evaluación. El proceso de selección está a cargo de Tania Molina, quien aclara que como requisito debe tratarse de marcas de chocolate orgánico, impulsadas por pequeños empresarios, con sentido de responsabilidad social. Por supuesto, deben aprobar una cata.

    Datos del lugar

    Seis marcas de chocolate orgánico y una de licor de cacao participan del proyecto.
    Los productos son exhibidos en La Cuchara de San Marcas, un restaurante y galería artesanal ubicados en el sector de La Mariscal, en la ciudad de Quito.

    El proyecto requirió una inversión inicial de USD 1 600 por marca, para la ambientación y decoración del espacio, en el que cada marca cuenta con un exhibidor para sus productos.

    Cada mes se realiza un evento especial, a cargo de una marca, que incluye degustaciones de chocolates y postres y maridajes de chocolate con vino, café, quesos, entre otros productos.

    Caterina Costa, presidenta de la de Cámaras de Industrias de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Caterina Costa, presidenta de la de Cámaras de Industrias de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • Talleres sobre la cocina del manglar

    Redacción Quito

    Paolo Realpe Mina nació en Muisne y está radicado en Quito. Pero preserva la cultura de su pueblo día a día, sobre todo en el aspecto culinario. Desde los aceites de coco que elabora bajo la marca Alonso y Milena hasta los talleres de cocina, en donde Realpe recuerda el manglar y la cocina que surge de este ecosistema.

    La ciudad costera de la provincia de Esmeraldas comparte las recetas populares con el resto de la región, pero se destaca en el uso de ingredientes puros del manglar, como las conchas, el churopiacul (caracol que crece pegado a las raíces del manglar), la mapara o el pata de burro, entre otros.

    Para el taller que se realizó el pasado 19 de noviembre en Wayruro Orgánico, Realpe trabajó una preparación del tradicional ‘tapao’ con un pescado conocido como lisa, que puede llegar a pesar entre tres y cuatro libras. Un pescado fino que se cocina mejor en agua.

    Joana Fierro, socia de Wayruro, explica que la apertura a este tipo de talleres se dio por la necesidad de dar a conocer temáticas que involucran la cocina desde los productos. “Queríamos mostrar la realidad del manglar y de dónde viene la comida que estamos comiendo”. Realpe fue el cocinero que más se acoplaba a esta idea.

    Es que la gastronomía se cuela por varios aspectos de su vida. Se identifica como conchero de profesión y es este mismo ingrediente el que le lleva a recordar la importancia del manglar, su cocina y la afectación que ha recibido por la tala del manglar.
    “De pequeño cogía de 400 a 500 conchas en un día. El manglar existía en una extensión de 27 000 hectáreas”. Hoy reconoce que, como él, la gente de la comunidad emigró a las ciudades por la tala indiscriminada de los manglares. “La concha ahora es escasa. Está en un punto de extinción, nos quitaron nuestra cultura”.

    A través de la cocina, ambos organizadores consideran que se puede llegar a los comensales para que sean más conscientes en el momento de comprar. Sobre todo analizando de dónde llegan los ingredientes de cada plato y cómo trabajarlos de forma saludable.

    La gastronomía del manglar -dice Realpe- se caracteriza por una sencillez que aprovecha los sabores puros de cada ingrediente. En su mayoría los platillos se inician con un refrito de cebolla, pimiento, tomate y ajo. Para el ‘tapao’ se cocinan aparte los verdes y se deja marinar el pescado en limón, ajo y sal. Al juntar con el refrito los tres componentes mezclan sus sabores en un caldo.

    Así mismo, hay platos que son variantes de la cocina de la Costa, como la sopa de concha. Un plato que se sirve caliente en el que se cocinan el churopiacul y las conchas, con zumo de coco, verde rallado y el tradicional refrito.

    Las hierbas que dan sabor en la gastronomía popular son la chillangua o el chirarán, especias que crecen en la región de forma silvestre. Otro detalle que ayuda a recordar la cocina de Muisne, cuenta Realpe, es el coco. Además del jugo que se añade a los típicos encocados, está también el uso que le dan al aceite en la comunidad: desde hidratación hasta para la cocina.

    En Wayruro Orgánico se realizó el taller de cocina del Mar y del Manglar con platos como el ‘tapao’. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
    En Wayruro Orgánico se realizó el taller de cocina del Mar y del Manglar con platos como el ‘tapao’. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
  • El cacao orgánico de Manabí le abre nuevos mercados

    Redacción Quito

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    El cacao inició como un elemento para realizar trueque en el siglo XV. Hoy en día se ha convertido en una materia prima cotizada a escala nacional e internacional. La microempresa Perla Organic Chocolate aprovecha las bondades de este fruto para elaborar chocolate orgánico desde hace más de un año.

    Carol Marcial, presidenta del emprendimiento, comenta que su familia cuenta con una propiedad agrícola en la comunidad de Río Muchacho, cerca de Canoa, en Manabí. Fabián Marcial, padre de Carol, compró el terreno con el dinero recibido de su jubilación. Al inicio, la empresa se dedicaba a la venta de granos de cacao a intermediarios.

    Pero desde febrero del 2016, Carol Marcial tomó el control del negocio, luego de haber realizado su tesis universitaria sobre la factibilidad administrativa y financiera de la iniciativa, en la Universidad San Francisco de Quito. Esta pequeña empresaria señala que la finca cuenta con personal que se encarga del mantenimiento de la plantación, la siembra y el proceso después de la cosecha. En la finca trabajan tres personas y para la cosecha se contrata entre seis y ocho jornaleros.

    Los detalles son claves en la producción: los procesos de siembra y cosecha son libres de químicos y pesticidas. El grano de cacao seco que se obtiene es transportado hasta la planta de producción en Quito. Allí se elaboran diferentes productos como pasta de cacao, el polvo de cacao, tabletas de chocolates semielaborados, coberturas, entre otros.

    Por el momento, la microempresa solo realiza sus ventas mediante pedidos a escala nacional. Sin embargo, su proyección a corto plazo es destinar sus productos para exportación, principalmente a Estados Unidos, Europa y Asia. Para esto Perla Organic Chocolate cuenta con una certificación orgánica otorgada por Quality Certification Service QCS, una certificadora de EE.UU. con oficinas en el país. La obtención de este certificado le tomó cuatro meses a la iniciativa de la familia Marcial.

    La representante del negocio es consciente de que la competencia en el mercado de chocolates orgánicos es complicada. Para esto, ella asegura que el cacao manabita es especial. “Tenemos nuestra propia plantación y sabemos que al tener el control absoluto nos aseguramos que el producto sea 100% orgánico”. Desde que ella dirige este negocio, en febrero de este año, el emprendimiento ha facturado USD 20 000.

    Jaime Freire es consultor en temas de caco y chocolate y conoce a Marcial desde hace dos años y medio. Él asegura que el producto de esta iniciativa tiene muy buen futuro. “Carol trabaja con mucho cariño y tiene la ventaja de contar con la finca y la planta de producción por lo que puede mantener la calidad y obtener sabores novedosos”, asegura Freire quien es cliente frecuente.

    Chocolates hechos a base de tequila con limón y sal, licor de canela, ají con mango, frutas tropicales, kiwi y manjar son algunos de los sabores que se pueden encontrar en las diferentes barras de chocolate que contienen desde 60% hasta 85% de cacao puro.

    De igual manera, esta microempresa realiza cajas de regalo que contienen bolas de chocolate partidas en la mitad elaboradas con 70% de cacao. Marcial recomienda mantener los productos en un lugar seco y fresco.

    La microempresa Perla Organic Chocolate aprovecha las bondades del cacao para elaborar chocolate orgánico. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    La microempresa Perla Organic Chocolate aprovecha las bondades del cacao para elaborar chocolate orgánico. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • El abono orgánico es su aporte a la agricultura

    Redacción Loja

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    Universidad Nacional de Loja. El estudio se realizó entre el 2012 y 2014, con muestras de plantas de fréjol y en diferentes zonas de la provincia. La investigación continúa.

    RhizoSur es el nombre del nuevo abono que desarrolló la Universidad Nacional de Loja (UNL). Este es un producto que permite concentrar el nitrógeno del suelo y eleva el nivel de producción del grano de fréjol, para evitar enfermedades por plagas.

    La denominación de este producto se deriva de la bacteria Rhizobium extraída de la raíz de las plantas, donde se concentra el mayor nivel de nitrógeno, mientras que Sur por ser desarrollada y aplicada esta investigación en esta región. El estudio se hizo entre el 2012 y 2014, con muestras de plantas de fréjol y suelo de diversos territorios de la provincia de Loja.

    El propósito fue hacer un producto que pueda ser aplicado, tanto en un clima cálido como frío, donde se siembran diferentes variedades de leguminosas.

    Para Édgar Benítez, director general de Investigación de la UNL, este aporte al agricultor permitirá fomentar una producción que genere más ingresos económicos. Además, proporcionar un producto que no contamine el suelo y lo haga productivo. USD 30 000 por año es el costo del estudio, cifra que incluye la implementación de equipos en los laboratorios.

    Roldán Torres, del equipo de investigación del producto, explica que los niveles de nitrógeno en el suelo son óptimos; sin embargo, existen microorganismos que hacen que este no se direccione al desarrollo de la planta, y generen la presencia de enfermedades. “Por ello, RhizoSur permite direccionar de forma positiva y protectora a la planta”.

    El proyecto se desarrolló en tres fases. Actualmente se ejecuta la última que consiste en patentar y darle una imagen con el nombre del producto. Las dos primeras fueron el estudio y las pruebas en territorio. Asimismo, la UNL está desarrollando los convenios estratégicos para entregar la fórmula a la Prefectura de Loja, para que permita una distribución y venta entre los agricultores de la provincia y del país, a través de la Empresa de Desarrollo Productivo del Sur (Deprosur). Esta institución cuenta con la fábrica de forraje y abonos.

    RhizoSur es un abono alto en nitrógeno producido por la bacteria Rhizobium mezclada en humus y están empacadas al vacío. Su presentación es de 250 gramos, que será comercializada en USD 10 y se aplica en una extensión de terreno de 2 500 m2. Mientras que la de un kilo se prevé su venta en USD 17 y su aplicación abastece a una hectárea de terreno.

    El abono se ha aplicado en fincas experimentales y privadas de Loja. Ángel Macas es uno de los agricultores que usó el producto y los resultados se han registrado en fichas de investigación y publicado en revistas de investigación.

    Kléver Granda es el jefe de la investigación de RhizoSur. El especialista dice que el aporte de los agricultores ha permitido obtener información empírica. Estos datos se complementan con las investigaciones en laboratorio. En el estudio participaron seis investigadores y cuatro tesistas.

    El proyecto

    El desarrollo. El área de investigación trabaja en el desarrollo de otras bacterias de Rhizobium aplicables para otras plantas que brindan frutos.

    El abono. El producto, sustentado en cepas de Rhizobium, es parte de la biofertilización, con el propósito de reducir la fertilización del suelo con base en químicos. El objetivo principal es evitar el desgaste de los nutrientes del suelo y su desertificación.

    El contexto. Desde el 2000 las entidades de educación superior se proyectan en fortalecer estudios de fertilizantes naturales, que aportan a la revolución de la agricultura verde, amigable con el ambiente.

    Ángel Robles, Édgar Benítez, Roldán Torres y Kléver Granda, en el laboratorio de Biotecnología de la UNL. Foto: Lilia Arias / LÍDERES.
    Ángel Robles, Édgar Benítez, Roldán Torres y Kléver Granda, en el laboratorio de Biotecnología de la UNL. Foto: Lilia Arias / LÍDERES.
  • En Cotacachi la uvilla orgánica rinde frutos

    Pamela García / F – Contenido intercultural

    Las bondades del mortiño y la uvilla no solo se encuentran en su alto contenido vitamínico sino también en su potencial para generar ingresos para las comunidades indígenas en Cotacachi, provincia de Imbabura, bajo la iniciativa Sumak Mikuy.

    Este emprendimiento, fundado en el 2007, tiene como principal objetivo apoyar a la conservación de la agricultura andina tradicional, con el trabajo en conjunto con los habitantes de la zona.

    De este proyecto se benefician cerca de 100 familias de las comunidades de Guananí y Piñán, que se han convertido en proveedores de frutos silvestres para la elaboración de materia prima.

    Uvilla, mortiño y ají rocoto deshidratados son algunos de los productos que elabora esta iniciativa, como insumos para otras marcas nacionales. Como exigencia, las empresas con las que comercializan deben contar con políticas de comercio justo y producción orgánica, como por ejemplo las firmas Arriba Chocolates, Pacari y el Salinerito con las que trabajan.

    Santiago Peralta, gerente general de Pacari, trabaja con la microempresa desde el 2008. Él señala que entre los aspectos que más se rescata de los productos de Sumak Mikuy es su certificación 100% orgánica. “Esto me permite generar valor agregado en el mercado extranjero”, indica.

    Este emprendimiento cuenta con la certificación alemana BCS, que acredita a la producción orgánica bajo los parámetros de exportación de la Unión Europea (UE). “La producción libre de químicos se integra a la cosmovisión indígena del cuidado de la Pachamama. Y eso es lo que buscamos”, indica Verónica Acosta, gerenta general de Sumak Mikuy.

    Así también este emprendimiento realiza capacitaciones en técnicas de optimización de recursos en conjunto con la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi (Unorcac), su socio mayoritario.

    Carlos Farinango, promotor de la empresa, brinda asesoría para el control de plagas, además de técnicas para mejorar el rendimiento de las parcelas. “El beneficio de la planta de uvilla es que comienza a producir a los cinco meses, con dos cosechas por semana, durante seis meses. Es muy rentable”, señala el especialista.

    De igual manera, con la ayuda de técnicos del Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias se escogió una variedad local llamada nativa, que se produce mejor en la región. Luego, estas especies fueron repartidas entre los campesinos.

    Estos estudios permitieron reconocer las plantas genéticamente superiores que brindaban mayor rendimiento en el clima de la región. “Las plantas se encontraron en las faldas del volcán Cotacachi”, señala Farinango.

    Una de las políticas de la microempresa es evitar la creación de monocultivos; es decir, parcelas agrícolas de un solo producto. Esto, señala Acosta, permite que las comunidades sean independientes y puedan generar otros ingresos para sus hogares.

    Dentro de los incentivos a los productores está la entrega de abonos, dosis de fertilizante y pesticidas orgánicos y la renta de un motocultor para labrar la tierra. “El costo de un tarro de fertilizante es de USD 70, montos que no pueden adquirir con sus ingresos. Por eso, nosotros les facilitamos esto entregando dosis personales”, explica Acosta.

    Los productores como Rebeca Panamá y Oswaldo Guaján están satisfechos. Ellos alternan la producción de uvilla con maíz y fréjol. “Con la uvilla, cada 15 días cogemos las plantitas, mientras que con el maíz es una sola vez a los seis meses”, indica Panamá.

    Para los campesinos, los ingresos de Sumak Mikuy representa cerca de USD 300 mensuales. Por cada kilogramo de producto se recibe cerca de USD 1,45.

    El precio por kilo va relacionado con los costos de producción de los agricultores. En función de la realidad del productor se establece el alza o baja de precios.  “Para este año esperamos subir el precio de la uvilla a USD 1,50 y así ayudar con los costos de producción a nuestros proveedores”, señala Acosta.

    Para la elaboración de un kilo de uvilla deshidratada, que cuesta alrededor de USD 10, se requiere cerca de 5 kilos de fruta fresca. Al mes, la empresa puede elaborar alrededor de 15 toneladas  de producto deshidratado que representan ingresos por USD 21 000.

    Sumak Mikuy cuenta con una planta de producción en Cotacachi, que dispone de una deshidratadora, un cuarto frío, balanza digital, gavetas, equipo informático, entre otros insumos.
    Para esta inversión contaron con el apoyo de la Agencia de Cooperación Alemana, la firma Pacari y el departamento de Bio Comercio de la Corporación de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Corpei).

    Dentro de los nuevos productos que esta microempresa busca producir durante este año se encuentra el maíz negro deshidratado y el higo deshidratado que tienen acogida en el mercado.