Etiqueta: plantas

  • La ONU reconoce su trabajo por el ambiente

    Carolina Enriquez

    ¿Sabía usted que es posible la existencia de jardines en los techos de casas y edificios? ¿Sabía también que su uso no es solo ornamental y que pueden ayudar a reducir la temperatura de la ciudad y aabsorber el agua de lluvia? Estos conocimientos y su aplicación en el país están a cargo de la bióloga Liliana Jaramillo.

    A la quiteña le gustó desde niña la naturaleza. Pasaba mucho tiempo en la casa de su abuela, en Puembo; allí tenía contacto con plantas, aves e insectos del ecosistema. Esta experiencia influyó en su formación y en su trabajo.

    Jaramillo se formó en el Liceo Internacional y le gustaba la materia de biología. Su tesis de grado fue un estudio sobre orquídeas. “Me encantaba salir al campo. Recuerdo que mi papá siempre nos sacaba de paseo y nos llevaba a ver quebradas, plantas y más”.

    En el 2006 se graduó y quiso continuar con sus investigaciones, por lo que optó por la carrera de biología en la Universidad Católica. Tras seis años obtuvo su licenciatura, con una tesis sobre la interacción entre hormigas y plantas. Su objeto de análisis fueron las hormigas limón del Yasuní y su relación con los árboles .

    Al salir de la universidad, en el 2012, Liliana quería seguir estudiando pero no se inclinaba por un tema en específico; le gustaba todo sobre biología. Optó por trabajar en el Laboratorio de Biología Molecular del Museo de Herpetologia de la institución superior, para saber si eso era lo suyo.

    Allí se encargó de sacar muestras y aprendió a trabajar en equipo. Sin embargo, descubrió que lo que quería era tener un contacto directo con la naturaleza.

    En 2015 obtuvo una beca de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) y viajó a Australia para estudiar una maestría en ambiente en la Universidad de Melbourne.

    En ese centro de educación superior tuvo la posibilidad de especializarse en las áreas de conservación y ciudades sostenibles. “Empecé a abrir la mente con relación a cosas que están pasando en diferentes urbes y acá recién están llegando, aunque más como moda: infraestructura verde”. Se refiere a toda la planificación de edificaciones en las que se pone plantas no con un fin ornamental, sino funcional. Esto implica que estén allí para absorber agua de lluvia, mejorar la calidad de espacios para la gente, etc.

    Karla Rodríguez, también becaria, la conoció en esa universidad. Las unió su interés por las especies endémicas. “Lili siempre busca lograr sus objetivos”, dice.

    Una de las cosas que más le impresionó de Australia es la mentalidad que allí se tiene sobre lo ambiental. En Sydney, ella vio un edificio con enredaderas en la fachada; era verde, pero no perfecto. También le impresionaron los jardines de lluvia: evitan que grandes cantidades de líquido vital se vayan a las alcantarillas.

    Esto, más los techos verdes que encontró en los propios edificios universitarios y la información de sus clases, le motivó a enfocar su tesis en la posibilidad de contar con estos espacios en Quito. Vio el potencial de colocar plantas nativas en áreas no convencionales para reducir la contaminación.

    Este proyecto no se quedó solo como un requisito para graduarse. Al volver a Ecuador se mentalizó en que quería aplicarlo.

    Buscó fondos para emprender y, en 2017, postuló con su idea en el concurso Jóvenes Campeones de la Tierra, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y en el Reto de Emprendimiento Urbano de Impaqto y el BID. En ambos ganó y recibió USD 25 000, en total.

    Michelle Arévalo Carpenter, fundadora de la incubadora y aceleradora, dice que le llamó la atención la habilidad de Jaramillo de tener una visión a largo plazo. “Destaco también su generosidad con emprendedoras que trabajan con ella. Su apoyo a mujeres jóvenes que laboran en temas ambientales es clave”.

    Gracias a eso obtuvo un capital inicial. Buscó semillas nativas, las sembró en un invernadero creado para el caso en Puembo, obtuvo las plantas y, tras un fuerte trabajo, consiguió instalar un techo verde en un edificio de 15 pisos en el sector de La Carolina, norte de Quito.

    Hoy cuenta con su emprendimiento: Nativus. A través de este impulsa su iniciativa, propaga más plantas nativas y a través de ello logra que especies que polinizan, como colibríes, abejas de miel, abejas comunes, caballitos del diablo, entre otros, regresen.

    Queeny López, quien también recibió un reconocimiento en el Reto de Emprendimiento Urbano, conoce a Jaramillo hace año y medio. “Hicimos una mentoría gracias a ese galardón. Siempre ha querido colaborar con el desarrollo ambiental de la ciudad. Liliana está abierta al aprendizaje y por eso su negocio ha ido creciendo”.

    La creadora de Nativus, una iniciativa que reintroduce plantas nativas en las ciudades, participó en el encuentro Women4Climate, en París.
    La creadora de Nativus, una iniciativa que reintroduce plantas nativas en las ciudades, participó en el encuentro Women4Climate, en París.
  • Las plantas de agua, su fortaleza

    Giovany Astudillo

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    Más de 2,5 millones de habitantes en el Ecuador beben el agua potabilizada en las más de 200 plantas, que ha fabricado e instalado la empresa cuencana Intal. La marca se constituyó en el 2013, sin embargo, sus propietarios tienen una experiencia de 27 años en el diseño y la construcción de esta tecnología.

    No son plantas estandarizadas, sino que se ajustan a los requerimientos geográficos e hidrológicos de cada zona. Según su gerente General, Pablo Álvarez, por lo general, las plantas tradicionales de hormigón son planificadas para ciudades grandes y no para las poblaciones pequeñas por el costo, falta de vías o la falta de electricidad.

    Allí, surgió la idea de su padre Arnando Álvarez de diseñar plantas que puedan ser ubicadas en sitios con estas limitantes, en todas las regiones del país. Además, que ofrezcan durabilidad, agua de calidad, que no requieran energía eléctrica sino hidráulica, que sean fáciles de operar y que la inversión sea competitiva.

    Las plantas de Intal se construyen en función de las características de las fuentes de agua, altura geográfica, número de habitantes y otras variables. Según Arnando Álvarez, de forma gratuita viaja una brigada de técnicos en química e hidráulica para hacer los análisis necesarios.

    Con esa información se diseña la propuesta en la fábrica, ubicada en la parroquia cuencana de Ricaurte. “Somos diferentes porque otras empresas otras construyen plantas estandarizadas”, asegura Arnando Álvarez.

    Las plantas de la firma son fabricadas con acero naval y revestidas con poliurea, que es más costosa, pero brinda durabilidad y se evita que se corroa el metal. Pablo Álvarez señala que recubrir una plancha de acero bajo estándares mundiales vale USD 20 cada metro cuadrado y con poliurea sube a USD 80.

    “Ese costo no es trasladado a los clientes, lo asumimos. Con eso logramos que una planta de Intal puede durar 100 años”. Sus plantas son armadas en el sitio que funcionará como se lo hace con las piezas de Lego.

    El porcentaje de ingeniería ecuatoriana en la fabricación supera el 90%. Una planta de potabilización en funcionamiento de esta empresa que brinda el servicio a 200 habitantes cuesta USD 20 000. En cambio, una para 100 000 personas tiene un costo de USD 4 millones, como fue el caso de Vinces. En la actualidad, la planta de este cantón de Los Ríos abastece a más de 60 000 personas, pero tiene la capacidad de llegar a 100 000.

    Según Pablo Álvarez, el tratamiento del agua residual es un problema en el Ecuador. Por ello, la firma Intal incursionó desde hace cinco años en la fabricación de las plantas de este tipo de tratamiento. “Desarrollamos nuestra tecnología bajo un sistema modular compacto y trabajamos en sistemas aeróbicos. Es decir, son plantas que emplean oxígeno”.

    Intal ya instaló más de 25 plantas de este tipo en el Ecuador. Son más costosas, dice el gerente General de la empresa cuencana y hace un comparativo. Una planta de potabilización de cinco litros vale USD 50 000 y una residual de igual capacidad 300 000.

    Según él, en la actualidad, buscan innovar en el ámbito tecnológico para reducir los costos con la intención que sean más accesibles para las poblaciones más pequeñas.

    Estos equipos han tenido más demanda de sus plantas de potabilización y tratamiento de aguas residuales en las provincias de Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Chimborazo, Napo, Tungurahua y Manabí. También, han hecho contactos en Panamá, Colombia, Venezuela, Bolivia y Perú, pero aún no han exportado.

    El pasado 24 de enero, Intal recibió la certificación de gestión de calidad ISO 9001:2015. Con ello, dice Pablo Álvarez, se avala la calidad de sus productos. “Somos de las primeras empresas de Latinoamérica que fabrican estas plantas, que tenemos la certificación”. Con ello, más la construcción de una nueva planta en la parroquia Ricaurte y con un nuevo laboratorio de control de calidad que se edifica en la parroquia Baños, el próximo objetivo es exportar.

    Según el director municipal de Agua Potable de Latacunga, Byron Avilés, en los últimos cuatro años han instalado seis plantas de potabilización de esta firma, “que cumplen más allá de las exigencias de la norma ecuatoriana”. De estas se benefician más de 6 000 familias de comunidades como Belisario Quevedo, San Felipe, La Calera, Toacazo, entre otras.

    Fundador
    Arnando Álvarez  

    Tenemos experiencia de varias décadas y conocimientos de física, química e hidráulica, por lo que logramos tener un producto único para la potabilización y tratamiento de aguas residuales. Nuestra prioridad es ofrecer agua de calidad y que nuestras plantas sean durables, por ello empleamos la lámina naval, que es usada en los cascos de los barcos. Diseñamos plantas que tengan costos mínimos de mantenimiento y operación.

    Cifras

    80 empleados tiene Intal en producción, laboratorio, administración y ventas. Si se requieren obras adicionales como las de ingeniería civil se contratan más empleados.

    4 000 metros cuadrados tiene la planta que se construye en la parroquia cuencana de Ricaurte. La actual cuenta con 3 000 y está a cinco minutos de la nueva.

    5 oficinas tiene la empresa Intal en el Ecuador. Están ubicadas en Quito, Guayaquil, Manta y Cuenca, donde funciona la matriz.

    José Chenta trabaja en el área de fabricación de las plantas en la empresa, que está ubicada en la parroquia Ricaurte, en el norte de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    José Chenta trabaja en el área de fabricación de las plantas en la empresa, que está ubicada en la parroquia Ricaurte, en el norte de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • La pasión por las plantas es el sello de este negocio

    Mayra Pacheco

    redaccion@revistalideres.ec

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    El reto de elaborar una planta esférica, que no requiere de un macetero, convirtió a María Cecilia Tenesaca, de 55 años, en una emprendedora.

    Tras una serie de pruebas y errores, esta mujer que había perdido su trabajo en el 2016, encontró la técnica y los materiales para crear kokedamas. Estas plantas que tienen una base redonda cubierta con fibra de coco se ofrecen como elementos decorativos, recuerdos o regalos corporativos.

    Estos productos se encuentran en La Jardinería. El emprendimiento fue creado por Tenesaca y su hija Ana Cristina Gallardo, en septiembre del 2016. Para este proyecto invirtieron, inicialmente, alrededor de USD 1 600.

    En este local ubicado en la calle Gonzalo Serrano y la avenida 6 de Diciembre, en el norte de Quito, se exhiben kokedamas ordenadas perfectamente.

    Hay unas que caben en la palma de la mano y otras, más grandes, en las cuales crecen bonsáis, flores, cactus y otras. En promedio, se cuenta con 10 variedades, elaboradas por Tenesaca.

    Más adelante, está previsto ofrecer orquídeas. Pero antes se debe buscar los elementos precisos que permitan que estas flores crezcan dentro de las kokedamas. Estas variedades a diferencia de las otras no germinan en la tierra.

    Para el resto de plantas, el proceso consiste en emplear semillas, sustratos, tierra, fibra de coco, abono orgánico e hilos. La técnica es, principalmente, manual. Sin embargo Tenesaca, quien disfruta del cuidado de estas especies, cuenta que también tiene un secreto. Ella habla con sus plantas, les canta y trata con esmero para que germinen y crezcan sanas.

    Los precios de las kokedamas oscilan entre USD 2,50 y 20. Incluye una tarjeta con una frase y una guía sobre el cuidado que requieren. También se brinda un servicio personalizado para eventos especiales o empresas.

    Por ejemplo, Vanessa García, cliente de La Jardinería, adquirió en mayo de este año tres docenas de kokedamas medianas para obsequiar como recuerdo a los invitados de su matrimonio.

    Ella considera que regalar una planta tiene un significado especial, porque es un ser vivo que demanda cuidados y crece.

    Además, estos recuerdos estuvieron a tono con su fiesta. Gallardo, quien se encarga de la parte creativa y ventas, elaboró las tarjetas, según los requerimientos.

    Ximena Narváez, otra cliente, realizó un pedido más grande para entregar a sus compañeras del Hospital Vozandes este detalle por el Día de la Mujer. Fueron 300 kokedamas, que llegaron a tiempo y en buenas condiciones.

    “Es un producto bonito y novedoso. Me atrajo que se emplee materiales reciclados como la fibra de coco”, expresó Narváez.

    Para la elaboración de las kokedamas, en promedio, se adquiere entre cuatro y cinco costales de fibra de coco por mes. Cada uno de estos sacos cuesta entre USD 5 y 10, según la temporada.

    La Jardinería factura al mes alrededor de USD 5 000.

    Las kokedamas se elaboran con productos reciclados y abono orgánico. María Cecilia Tenesaca y Ana Cristina Gallardo son las creadoras. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Las kokedamas se elaboran con productos reciclados y abono orgánico. María Cecilia Tenesaca y Ana Cristina Gallardo son las creadoras. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Un aliño hecho con plantas tradicionales

    Marcel Bonilla

    Contenido intercultural

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    Cuatro clases de aliños se preparan en Esmeraldas mediante la utilización de plantas tradicionales como la chillangua, orégano, albahaca y chirarán.

    La marca de aliños La Kosta recoge los secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de la parroquia Tachina, de donde es originaria su propietaria Karol Valencia.

    Esta iniciativa parte de una receta tradicional que esta emprendedora aprendió desde niña y que hace dos años decidió ponerla en marcha con la ayuda del Ministerio de Industrias.

    A través de esa institución se logró obtener las notificaciones sanitarias, ser parte de procesos de posicionamiento de la marca del producto y presentarse en las ruedas de negocios.

    Los productos de la marca La Kosta están hechos para adobar mariscos y pescado, que son parte de la dieta en Esmeraldas. También para carnes blancas y rojas, con un sazonador parrillero, así como el chimichurri picante, elaborado a base de ají seco deshidratado.

    Estos son productos gourmet con un toque de ancestralidad, en el que se recoge antiguas costumbres de cocinar mediante el uso de sus propias plantas para condimentar el tapa’o de pescado.

    Esta iniciativa recoge secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de Tachina. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
    Esta iniciativa recoge secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de Tachina. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES

    Las plantas, base de la materia prima, se cosechan en la parroquia Tachina, una población rural de Esmeraldas dedicada ancestralmente al cultivo en pequeños huertos familiares.

    Valencia explica que la propuesta surgió como parte de un emprendimiento de asados; allí condimentaba con sus propios aliños que gustaba a sus clientes.

    Después de dejar el negocio de asados se dedicó a dar vida a su receta de aliños con plantas con asesorías técnicas hasta conseguir el aval de la Agencia de Regulación y Control Sanitario (Arcsa), hasta implementar un área donde funciona su negocio.

    La inversión realizada en los últimos tres años supera los USD 8 000. El dinero sirvió para la construcción de un área donde se preparan los aliños, elaboración de etiquetas, compra de recipientes de vidrio, máquinas para el envasado al vacío y en saché.

    La producción mensual es de 400 unidades de 250 gramos, y tiene un costo de USD 3,75. Su comercialización se realiza en las tiendas de Esmeraldas y dos más en valle de Los Chillos, al oriente de Quito, donde ya tiene mercado.

    La duración de los productos es de seis meses en frascos de vidrio y saché. “Esta es una muy buena alternativa para la cocina esmeraldeña y del país con aliños naturales”, señala Gabriela Zambrano, directora del Ministerio de Industrias en Esmeraldas.

    Desde hace un mes empezó la elaboración de un plan de negocios con la ayuda de la Dirección de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas, que aporta con USD 3 400 en el levantamiento de la información, que permite abrirle un mayor mercado.

    Con el plan se bajarán los costos de producción. Por ahora son altos debido a que no se produce en grandes cantidades. El plan permitirá mejorar la producción y llegar hacia otros mercados.

    Raúl Quintero, técnico de fomento productivo de la Prefectura, explica que trabajan en el posicionamiento de la marca, mejorar su presentación, bajar de costo, empaque y optimización del proceso de producción.

    Mientras dure la investigación se harán planes de mejoras para la sostenibilidad del emprendimiento y aumentar el volumen de producción. Karol Valencia dice que dar valor agregado a la producción de plantas que se produce en el recinto El Tigre de Tachina-Esmeraldas permitirá a las familias conservar la tradición de seguir sembrando chillangua, chirarán y albahaca.

    Karol Valencia es la creadora de los aliños que llevan la marca La Kosta. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
    Karol Valencia es la creadora de los aliños que llevan la marca La Kosta. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
  • Él rescata el uso de las plantas medicinales

    Marcel Bonilla

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    Con una inversión de USD 10 000, se promueve en Esmeraldas el cultivo de plantas maderables, acuáticas, ornamentales y, especialmente, las que utiliza la población afro para curar el espanto, el mal de ojo y malaire.

    De acuerdo a los antiguos, estos males solo se curan usando plantas como el chivo, cuando son salpicadas en el cuerpo de las personas. Estas dolencias del alma, que causan síntomas físicos, se conoce popularmente que son “ocasionados por los difuntos”. 

    Promover la medicina ancestral es parte del propósito del emprendimiento de Jacob Saavedra, quien forma parte del Centro Agrícola Cantonal de Esmeraldas.

    El vivero, en el que existen 10 000 plantas, se llama Jireth y está ubicado en el kilómetro 1 de la vía Atacames, el sur de la ciudad de Esmeraldas. Este se ha convertido en una parada obligada para los turistas, que se detienen a conocer las variedades de plantas que cuestan desde USD 1 hasta 100.

    En ese emprendimiento, que funciona ya dos años, trabajan 10 técnicos. Ellos están encargados de sembrar y dar mantenimiento al vivero de una hectárea, que limita con un brazo del río Teaone.

    Los amantes de la naturaleza encuentran en el sitio plantas ornamentales y medicinales como ruda, toronjil, sábila, hierba buena, dulcamara, menta, paico, llantén, espíritu santo, discansel, chivo, entre otras.

    Obdulia Nazareno, de 70 años, conserva la tradición de preparar los purgantes usando plantas como el paico y espíritu santo. Con esos productos desparasitó a sus hijos y ahora a sus nietos.

    En la población de Maldonado, en el norte de la provincia de Esmeraldas, las familias como la de Nazareno siembran plantas medicinales en las llamadas canoeras, que son unos viveros caseros.

    Estos se ubican en las azoteas de las casas o al costado, a una altura de metro y medio para que las plantas no sean destruidas por las aves de corral u otros animales. Cuando uno de los miembros de la familia presenta alguna dolencia, se cortan las plantas del sitio para elaborar una ‘cura’.

    A través del emprendimiento se busca mejorar el medio ambiente. El vivero genera oxígeno y rescata las tradiciones esmeraldeñas.

    Al trabajo en el sitio se han sumado las unidades educativas del sector sur de la ciudad, que tienen clases de etnoeducación. El uso de la medicina tradicional es parte de las clases que se imparten.

    María Luisa Hurtado, líder de proceso etnoeducativo, explica que los estudiantes realizan visitas al vivero como parte del conocimiento ancestral, por la variedades de plantas y el uso que históricamente se les ha dado para aliviar dolores.

    Como parte del desarrollo de Jireth se preparan ferias botánicas, en las que participan ciudadanos, y colegios con etnoeducación.

    Kelly Vásquez y Jordy Tenorio son dos de los técnicos que trabajan en el vivero. Ambos señalan que los turistas siempre buscan información de las plantas medicinales.

    “El vivero no solo ha sido un emprendimiento para vender plantas, sino para que haya mayor conciencia del uso que se les puede dar, como lo hicieron nuestros ancestros”, señala orgulloso Tenorio.

    Para el nuevo año lectivo se estima que al menos unos 5 000 estudiantes visite Jireth con la guía de técnicos y maestros.

    Algunas de las plantas que se comercializan en el sitio también se usan para la preparación de diferentes comidas e infusiones.

    Detalles

    Guía.  La visita al vivero forestal dura una hora y tres técnicos se encargan de acompañar a los ciudadanos durante el recorrido. En ese tiempo se conoce sobre la importancia de las plantas medicinales.

    Interculturalidad.  La población afroesmeraldeña que conserva la tradición de curar con plantas, acude al vivero Jireth, para adquirirlas.

    Procesos.  La propuesta de emprendimiento abarca la entrega de información a través de trípticos que se entregan a turistas y estudiantes.

    El vivero, en el que existen 10 000 plantas, se llama Jireth y está ubicado en el kilómetro 1 de la vía Atacames, al sur de la ciudad de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    El vivero, en el que existen 10 000 plantas, se llama Jireth y está ubicado en el kilómetro 1 de la vía Atacames, al sur de la ciudad de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • El sabor natural de las plantas dan vida a este licor

    Valeria Heredia

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    Imagine el sabor de la hoja de limón recorriendo su paladar. Perciba el aroma de la hierbaluisa o el cedrón. Si ya lo hizo, ahora sabe de algunos de los sabores y olores que tiene el licor Amaranto Gin.

    Esta ginebra surgió de la curiosidad de una familia quiteña, que levantó hace un año este negocio en Carcelén, en el norte de Quito.

    En este espacio, ellos levantaron una pequeña fábrica con USD 25 000 de inversión. El monto sirvió para adecuar el sitio y comprar la maquinaria e insumos necesarios para el proceso de destilación de este licor de origen europeo.

    Pero hicieron una segunda inversión (USD 120 000), que sirvió para ampliar la planta y mejorar los procesos de producción.

    Y valió la pena, según reconoce Andrés Jaramillo, emprendedor e impulsor del negocio. Él considera que la pequeña empresa está cerca de convertirse en una industria. Cada mes se producen 4 600 botellas de la bebida.

    Amaranto Gin no es una copia de la ginebra europea, que mezcla sabores importados. Este aguardiente ecuatoriano tiene identidad nacional.

    Las hierbas que surgen de los terrenos de los páramos andinos y de otros sitios del país son los ingredientes que están detrás de este aromático licor.

    El cedrón, la hierbaluisa, el ataco (hecho con horchata), la hoja de limón y el llantén son cinco de los 21 ingredientes que tiene este Gin, que cuenta con tres premios internacionales (uno en Bélgica, otro en España y el tercero en Estados Unidos). Los galardones se entregaron por la calidad y el sabor del producto ecuatoriano.

    La mezcla de sabores típicos de las plantas medicinales del país hizo posible que esta familia emprendedora dé trabajo a otros negocios, que comercializan este tipo de productos. Apoyan unas 50 familias, que entregan los productos de este tipo.

    Marcela García es representante de una empresa exportadora de especies. Ellos entregan al año cerca de 50 kilos de cardamomo a Amaranto Gin. “Es interesante que una empresa utilice este tipo de planta para hacer un producto dentro del país”.

    La elaboración de este licor no es fácil. Antes de sacar el producto a la venta se hicieron varias pruebas y Andrés Jaramillo estuvo encargado de este proceso.

    Su hermana y socia, Gabriela Jaramillo recuerda que la pasión por este tipo de licor surgió cuando su hermano salió del país para estudiar una maestría.

    En ese tiempo el joven emprendedor tuvo la idea de fusionar la ginebra inglesa con productos nacionales. “La materia prima nacional es de calidad, por lo que nos incentivamos para desarrollar el producto”, dice la joven.

    El proceso de elaboración de la ginebra duró un año, ya que hicieron varias pruebas para obtener un producto de calidad. Lo lograron porque el licor es desarrollado de forma natural, lo que garantiza su sabor y aroma de las plantas medicinales. “Es un licor muy noble, que hace que los sabores nacionales salgan a la luz”, señala la hermana.

    La familia Jaramillo tiene varios proyectos como la elaboración de los licores espirituosos y bebidas autóctonas del Ecuador como técnicas internacionales. La elaboración de un ron o un whisky nacionales están en de sus planes.

    Este licor puede degustarlo en espacios como La Guarda o, también, en grandes cadenas de supermercados. En estos últimos espacios ingresaron desde abril.

    La familia Jaramillo apostó por la elaboración del licor conocido como ginebra. Este negocio abrió las puertas a nueve trabajadores y tiene cerca de 40 proveedores de hierbas. Foto: Armando Prado / LÍDERES
    La familia Jaramillo apostó por la elaboración del licor conocido como ginebra. Este negocio abrió las puertas a nueve trabajadores y tiene cerca de 40 proveedores de hierbas. Foto: Armando Prado / LÍDERES
  • Las bebidas a base de plantas orgánicas son su negocio

    Redacción Quito

    Las hierbas medicinales no solo curaron las enfermedades de un grupo de amigos y familiares sino que sirvieron de insumo para un negocio.

    Así nació la Asociación de Cultivos Orgánicos Tumbaco (Asoprohuertum), conformada por 10 personas oriundas de esta parroquia rural de la capital.

    Estos emprendedores se reunieron hace seis meses para elaborar un producto con valor agregado. Pero en realidad, su trabajo en la tierra comienza 20 años atrás.

    En esa época ellos cultivaban la tierra, cosechaban y vendían sus productos en mercados y a personas que revendían sus productos a las grandes cadenas de supermercados, por lo que dijeron: ¿por qué no apostar por una marca propia?

    Esta asociación investigó la forma de obtener un producto de las plantas y cómo venderlas al público de forma directa. Para ello, crearon la marca Allpa, que en quichua significa tierra.

    Ellos, además, elaboraron bebidas como horchata, macerado, alcohol con las hierbas medicinales para ofrecer un producto rico y saludable, explica Marina Guamán, representante del grupo.

    Las bebidas son preparadas con estas hierbas, que son cultivadas de forma orgánica y natural, por lo que esta asociación garantiza la entrega de un producto sano y libre de químicos.

    Estos amigos y familiares de Asoprohuertum no recuerdan su primera inversión porque cuando levantaron sus cultivos aún estaba vigente el sucre, pese a esto, están contentos por los ingresos que han generado. Cada semana tienen una ganancia de USD 400, por la comercialización de sus plantas en el mercado de San Roque, en el Centro Histórico de Quito, y en diferentes sectores de esta parroquia del oriente de Quito.

    Estos emprendedores, además, realizan recorridos con personas para que conozcan los beneficios de las plantas medicinales. “Es otra puerta que hemos abierto para que las personas sepan los beneficios de las hierbas”, señala Fabián Simbaña, otro integrante.
    Para estos oriundos de Tumbaco, la capacitación es básica para el desarrollo de sus productos. Por ejemplo, ellos han tomado cursos con la Prefectura de Pichincha, en los que les enseñaron a elaborar abonos naturales. Además, se inscribieron en ConQuito para aprender innovación, calidad del producto.

    Elsa Soto compra plantas medicinales en caso de enfermedades de su familia. Lo hace porque son productos más saludables y no tienen químicos. Ella, además, aprovecha para “dar una mano” a los productores locales de Tumbaco, sector en el que trabaja hace más de 20 años.

    Los planes de esta agrupación no paran en este año. Por ejemplo, ellos planean adquirir maquinaria para deshidratar las hierbas y aumentar su vida. La idea es convertir sus plantas en infusiones.

    “Tenemos varios proyectos pendiente, que se los realizará en los próximos meses”, asegura Guamán, quien cuenta que, además, cultivas hortalizas, vegetales y entregan a sus clientes.

    Fabián Simbaña y Marina Guamán son parte de una asociación en Tumbaco, que vende hierbas medicinales orgánicas, horchata y más. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Fabián Simbaña y Marina Guamán son parte de una asociación en Tumbaco, que vende hierbas medicinales orgánicas, horchata y más. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Plantas para crear una línea de desodorantes y cremas

    Redacción Quito

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    En noviembre de 2014, Nataly Charpantier asistió por primera vez a una feria para mostrar sus productos de cosmética natural. Para iniciar con este negocio invirtió cerca de USD 200 y vendió 70, lo que motivó a la emprendedora a continuar y seguir asistiendo a ferias, como la de El Quinde, todos los sábados en la plaza Foch.

    La idea nació de la necesidad personal de cambiar los productos de aseo y de uso diario comerciales que contienen componentes sintéticos, por otros elaborados a base de plantas medicinales.

    Gracias a sus conocimientos de biología, sumados a su interés en los poderes curativos de las plantas, Charpantier pudo dar inicio a este emprendimiento que bautizó como Nátura Lupinus, y que consiste en una oferta de desodorantes, cremas, pomadas y bálsamos orgánicos, elaborados con aceites y mantecas vegetales no refinados, con extractos de plantas y aceites esenciales.

    Investigando sobre los beneficios medicinales de las plantas, Charpantier descubrió que por ejemplo, la caléndula tiene propiedades regenerativas, desinflamantes y cicatrizantes. Esta es una de las plantas que la emprendedora cultiva en su casa para elaborar los extractos necesarios para sus productos, además del romero, la menta y la manzanilla.

    Esto le ayuda a bajar sus costos, además de comprar insumos a otros pequeños emprendimientos como las esencias naturales y aplicando la reutilización de envases. Si un cliente lleva el envase del producto que adquirió, tiene un descuento en la siguiente compra. Charpantier recibe incluso envases de otras marcas para ayudar a reducir los desechos de la cosmética comercial, con lo que ahorra y ayuda al medioambiente.

    La elaboración de los productos es 100% artesanal, utilizando técnicas tradicionales. Por el momento tiene una producción mensual de 40 desodorantes grandes (60 gramos) y 80 pequeños (20 gramos), que es en la línea que más se ha enfocado, con una venta aproximada de 50 unidades entre ambas presentaciones cada mes.

    Además, dispone de cuatro variedades de desodorantes a base de aceite de coco con cera de abeja, arcilla, piedra de alumbre…

    Asimismo, oferta cremas faciales, corporales y de manos, bálsamos para labios, además de pomadas medicinales cicatrizantes, analgésicas y desinflamantes. Estos productos se venden a razón de uno por cada diez desodorantes.

    Hasta ahora ha logrado ventas de entre USD 700 y 800 al mes, alcanzando una ganancia neta del 50%, luego de recuperar la inversión de cada ciclo de elaboración de su línea natural.
    La producción, la inversión y las ganancias varían según el mes. Por ejemplo, en diciembre se triplican las ventas, mientras que en marzo y mayo por el Día de la Mujer y de la Madre, se duplican.

    Isabel Cabrera ha comprado varias veces los desodorantes de Nátura Lupinus para ella y su hermana. Asegura que además de sentir que su piel se libera de químicos y que la cuida naturalmente, este producto le resulta un ahorro, ya que el envase grande le ha durado entre cuatro y cinco meses, con lo que siente un doble beneficio.

    Nataly Charpantier cultiva varias plantas para aprovechar sus poderes curativos, en la elaboración de productos con técnicas tradicionales. Foto: Líderes
    Nataly Charpantier cultiva varias plantas para aprovechar sus poderes curativos, en la elaboración de productos con técnicas tradicionales. Foto: Líderes
  • Las plantas, la base de sus cosméticos

    Redacción Quito

    (F)  
    Contenido intercultural

    Los productos típicos de la tierra como cacao, coco, sábila y otros son parte de los ingredientes de Intiyuyo cosmética medicinal y natural, un emprendimiento que nació hace dos años.

    Su dueña Laura Carrión empezó este negocio de la mano de una de sus amigas que vino desde Venezuela hacia Ecuador. Lo hizo para ofrecer talleres sobre la importancia de utilizar cosméticos naturales y propios de la raíces ecuatorianas para las mujeres. La idea le encantó y empezó a especializarse en su producción.

    Lo primero que hizo fueron las cremas con productos típicos de la Sierra, como la sábila. Luego siguieron los desodorantes, que son completamente libres de químicos. “Los productos químicos son demasiado fuertes para la piel y la intoxican, por lo que no son recomendables porque dañan”.

    Su oferta, dice, son naturales y ayudan a humectar la piel. Ella utiliza estos productos y asegura que su piel se recuperó. También la utilizan sus pequeños hijos, en especial su niña, quien suele ponerse el labial de cacao.

    Una de las razones que le impulsó para emprender un negocio es la maternidad. Es madre de cuatro niños y pasa todo el tiempo con ellos. Sin embargo, pensó en generar más para ellos como una ayuda para toda la familia.

    La producción de cosméticos la hace de forma artesanal. Por ejemplo, para producir champú utiliza una alga y unos aceites naturales. Disuelve todo a ‘baño María’ y se convierte en una solución que es ideal para recuperar el cabello de enfermedades como la caspa, la falta de brillo y más.

    Este producto utilizó Mariana Mera, una joven que apoya a los emprendedores que realizan productos naturales. Hace cuatro meses compró este producto y le gustó. “Es un producto de calidad y no afectó su cabello”.

    Ahora planea comprar el desodorante y la crema para su familia, amigas y para ella. La menta, la lavanda y demás productos que se utilizan en los cosméticos también se obtienen de forma natural y son libres de químicos. Carrión planta las hierbas aromáticas y medicinales que usa para su producción.

    “Me gusta que todo mi productos sea natural y con materiales que sean típicos del país”.
    El nombre de este emprendimiento proviene del quichua y significa capuyo de sol o una flor. Es un nombre ideal para que las mujeres se apeguen a lo natural y se rescate la interculturalidad.

    Carrión considera que el uso de las plantas típicas de Ecuador es un ‘plus’ en su negocio porque es necesario que se apueste a lo natural y sobre todo algo que es nuestro. La salud de la piel mejora notablemente y se rescatan saberes que elaboraban nuestros ancestros, destacó esta mujer.

    La inversión inicial que realizó esta emprendedora supera los USD 200. Y su facturación alcanza los USD 100 mensuales. Cuando trabaja en ferias, la situación cambia porque sus ingresos son de USD 80 semanales. La cifra no es baja porque la oferta es nueva.

    Mariela Torres tiene 35 años y durante 15 años utilizó maquillajes clásicos. Pero desde que supo que podía acceder a productos libres de químicos apostó por comprarlos de forma inmediata.

    “Lo que más me gustó es que son elaborados por una emprendedora que apuesta a mejorar la salud de la piel y rescatar los saberes ancestrales con la utilización de plantas que son buenas para la persona”, señala la mujer, quien además es madre de una adolescente de 17 años.

    Torres aseguró que piensa comprar nuevamente estos cosméticos para su hija, ya que tiene un poco de problemas en su piel.

    La meta de esta emprendedora, que vive a una cuadra de la avenida América, en el norte de Quito, es que su negocio crezca.

    Para esto último Carrión, comenzará una campaña de difusión en redes sociales. Ofrecerá sus cosméticos en tiendas naturistas para que llegue a más personas. Finalmente, buscará apoyo para llegar a grandes cadenas comerciales para tener una producción más sostenida. “Es un producto que mejora la calidad de vida”.

    Más datos

    Empresa. En Intiyuyo se explica la importancia de utilización de cosméticos naturales para la salud de las personas.

    Cacao. Este es un producto orgánico que lo trae de Mindo. Es mezclado con miel. Hay sabores de menta y mandarina.

    Canastas. Son el envase de los desodorantes y están elaborados por productores de Cuenca. Son empaques artesanales y biodegradables.

    La concha de nácar
    . Es otro producto esencial para humectar la piel.

    Laura Carrión produce desodorantes, cremas, pasta de dientes, champú y más con productos naturales. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Laura Carrión produce desodorantes, cremas, pasta de dientes, champú y más con productos naturales. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Tres plantas abastecen de hielo a 4 000 pescadores

    Marcel Bonilla
    redaccion@revistalideres.ec

    Javier Bravo utiliza ocho marquetas de hielo para mantener la temperatura del pescado que capture durante tres días de faenas, a 150 millas náuticas de las costas de Esmeradas.

    El hielo no solo impide que se descomponga la producción pesquera. También ayuda a que mantenga su coloración verdosa, en el caso del pez dorado y atún, que son productos de exportación.
    Unas 6 000 embarcaciones tipo fibra, que acoderan en el Puerto Artesanal Pesquero de Esmeraldas (Papes), utilizan un promedio de ocho bloques de hielo para sus faenas, que se realizan hasta dos veces por semana.
    En la ciudad operan tres plantas encargadas de la producción de hielo para las embarcaciones, sea en bloque, triturado o hielo en escama; esta última permite que no se dañe la piel del pescado.
    Por ejemplo, la empresa Hielesm S.A. vende hielo en escama, que son láminas de hielo fino, estas protegen la piel del producto y garantiza que el pescado se mantenga en buen estado y así cumplir con estándares de calidad.
    La venta de hielo se la hace en gavetas a un costo de USD 1,75, mientras que una marqueta o bloque se comercializa en USD 3,50. Media marqueta de hielo en escama hace una gaveta.
    Hielesm S.A. está ubicada en el Puerto de Esmeraldas y funciona desde hace un año. Son 110 socios que aportaron con una contraparte de USD 350 cada uno, para sostener el proyecto.
    Los pescadores respaldan el negocio con el 40% de una inversión de USD 280 000, que se hizo con aportes de la Prefectura de Esmeraldas y la Corporación Técnica Belga, explica Ana Parrales, gerenta de Hielesm S.A.,
    Este proyecto beneficia al sector pesquero de Esmeraldas, que compra directamente el producto en la planta, así como a 50 dueños de bodegas donde almacenas la pesca para su conservación.
    Solo Hielesm S.A. vende 200 gavetas de hielo diariamente, lo que representa unos USD 8 000 al mes. Pero esa cifra puede duplicarse en el invierno cuando aumenta la producción de dorado.
    El gerente de la cooperativa de producción pesquera San Pablo, Geovanny Mero, explica que la producción de hielo para pescadores fue uno de los anhelos de siempre del sector pesquero, para abaratar costos y ofrecer un mejor producto.
    En la ciudad de Esmeraldas hay 2 395 pescadores organizados en 56 cooperativas pesqueras y unas 4 000 personas se dedican directamente la pesca, de un total de 14 811 pescadores ubicados en todo el perfil costero de la provincia.
    Marlon Torres, expresidente de la Cámara de Ingenieros Comerciales de Esmeraldas, cree que la venta de hielo para pescadores se convirtió en un negocio con demanda permanente.
    Eso se evidencia en la producción anual de pescado que bordea los 12 millones kilogramos en Puerto de Esmeraldas, según datos del Ministerio de Agricultura, Acuacultura y Pesca (Magap).
    Vicente Urbina, gerente propietario de la empresa Frigo Esmeraldas, lleva 11 años produciendo y comercializando hielo en marquetas. Trabaja desde el año 2005, atendiendo al sector pesquero.
    La producción diaria es de 400 bloques o marquetas de hielo, que tienen un peso de 150 libras; las cifras se mantienen en estos meses pese a la disminución de la pesca por factores asociados con el robo a pescadores.
    Otros 400 bloques de hielo produce una tercera empresa que funciona en el sur de la ciudad, que almacena su producción en contenedores en el Puerto de Esmeraldas, desde donde despacha.
    “Hace siete años las fábricas que estábamos en Esmeraldas no podíamos abastecer al sector pesquero debido a un sobreproducción de pesca, pero ahora con la disminución cubrimos la demanda porque hay otras empresas en ciudad”, señala Urbina.
    La empresa de Urbina es unas de las pioneras en la producción de hielo, y vende el 98% de su producción al sector pesquero artesanal. El 2% restante se va para pequeños negocios que lo utilizan para enfriar bebidas.
    La calidad es garantizada porque el agua con el que se produce es tratada para ser puesta en moldes de acero inoxidable, grado alimenticio. Estas innovaciones se hacen para mantenerse en el mercado con una inversión de USD 400 000 en la planta.

    Empleados de una empresa colocan hielo en un recipiente lleno de pescado. Fotos: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Empleados de una empresa colocan hielo en un recipiente lleno de pescado. Fotos: Marcel Bonilla / LÍDERES