Etiqueta: Restaurante

  • Lo natural transmite identidad a su negocio

    REDACCIÓN QUITO

    En el ambiente se huele a especias. Las estanterías tienen fruta fresca de vivos colores y frascos con conservas naturales. En el lugar, predomina el color blanco de las mesas y sillas, que fueron recicladas, pero que completan el ambiente de un sitio que le apuesta a lo alternativo y orgánico.

    Así es La Divina Papaya, una café-bar y tienda que propone un menú y productos 100% naturales.

    La idea nació de las hermanas Andrea y Daniela Moreno Wray, inspiradas por su madre, Natalia Wray. Ella es antropóloga y gracias al contacto con diferentes culturas, dentro y fuera del país, aprendió a elaborar, de manera artesanal, productos como frutas deshidratadas, conservas, especias y más.

    En diciembre del año pasado, las hermanas comenzaron a comercializar sus productos. Para ello, invirtieron unos USD 3 000 en materias primas y en una máquina deshidratadora.

    En principio, tenían pedidos de familiares y amigos. Las emprendedoras aprovecharon la época de Navidad para ofertar sus creaciones.

    Gracias al éxito en las ventas decidieron abrir un local. Aunque Andrea también se dedica a la actuación y Daniela a la producción de cine, las hermanas Moreno Wray quisieron dedicarle tiempo a la gastronomía y el emprendimiento.

    Además, la propuesta de compartir espacio con Sushi Nori, un restaurante de comida tailandesa y japonesa ubicado en la avenida González Suárez (norte de Quito), les impulsó a abrir su local.

    Con una inversión de unos USD 10 000 decoraron el restaurante y adquirieron el mobiliario, implementos e ingredientes para iniciar el negocio. Lo hicieron en abril de este año.

    Sal de flores, sal al vino, pan artesanal, té, jugos naturales, sánduches, postres… son algunas de las alternativas que los comensales pueden degustar.

    Actualmente, el café-bar cuenta con una facturación de USD 5 400 al mes en promedio. Además, su mercado oscila entre 80 a 100 personas diarias.

    Paola Granja, quien se dedica a la producción de televisión, asiste a La Divina Papaya con frecuencia. Ella lo define como un «espacio dirigido para un público que busca lugares diferentes». Asiste con su familia y amigos; comenta que de la oferta que se promociona, le gusta el jugo de pepino, los cocteles y el sánduche de jamón serrano.

    Mientras que Juan Lorenzo Barragán, diseñador gráfico, acude para degustar la cerveza artesanal y los jugos.

    LA CIFRA:
    USD 5 400 es la facturación mensual de este emprendimiento

  • Michael Ruiz: ‘El europeo gusta de la gastronomía nacional’

    Redacción Guayaquil

    ‘Vivo en España desde 1999. Desde ese año me formé en el área de gastronomía, incluyendo una especialización como sumiller, avalado por la Cámara de Comercio de Madrid.

    Trabajé en diversos restaurantes en la ciudad, como La Fundición, La Cantera, Mesón de Águila y El Fogón de Trifón.

    Hoy, soy el propietario de Paralelo Cero, uno de los más renombrados de Madrid. La idea de abrir este restaurante surgió en el 2008. Inicialmente quería hacerlo en Ecuador, pero junto a mi socio de esa época, Pedro Duart, vimos una gran oportunidad en España.

    El fin fue dar a conocer la gastronomía ecuatoriana al cliente europeo, con una fusión de elementos mediterráneos. Así, en el 2011, abrimos el local, con el financiamiento del Banco Pichincha.

    La elección del sitio fue estratégica. Paralelo Cero está ubicado en el exclusivo barrio de Salamanca (centro), en medio de dos calles comerciales: Serrano y Velásquez. Se encuentra en la zona denominada ‘la milla de oro’, que nos otorga distinción frente al público al que queremos llegar.

    Lo más difícil al inicio fue romper el estereotipo del ecuatoriano que existe en España, relacionado con su comportamiento. Lo logramos, demostrando profesionalismo y con la calidad de nuestros productos. La acogida fue excelente. Los comentarios sobre el restaurante y el país fueron positivos. Pero fue un gran reto lograr ese cambio.

    Paralelo Cero tuvo una época complicada a inicios del 2012, producto de la crisis europea. Pero a partir de octubre de ese año la clientela se incrementó y ha mantenido un ritmo sostenido de crecimiento. Hoy, recibimos a 5 000 visitantes al mes en promedio. Más del 90% de los visitantes son europeos y turistas de todo el mundo. Los ecuatorianos son pocos.

    La distribución fue también clave. El local cuenta con tres áreas: una reservada, para 10 personas; el área general, para 40 comensales; y un área de mesas altas, enfocada en piqueos y coctelería.

    Esta área es importante, ya que atrae la atención del cliente, por la variedad de la oferta. Allí tenemos una máquina de carbónicos y ofertamos más de 50 marcas de ginebra, 15 de vodka, 10 de whisky, 10 de ron… de todo el mundo, entre ellas marcas nacionales; por ejemplo, Pílsener. Club y Zhumir se usan como ingredientes de los cocteles.

    Otro fuerte es la oferta de vinos. Tenemos una carta de más de 180 referencias. Además, ha sido fundamental ofertar platos para el alcance de todos. Los hay desde 12 euros (USD 15) hasta los 30 (USD 39). En promedio, una visita bordea los 35 euros (USD 45).

    El trabajo personal y profesional reflejado en Paralelo Cero ha sido reconocido. Por ejemplo, en el 2011 el sitio recibió el Premio Metrópoli al Restaurante Revelación de Madrid, que reconoce lo mejor de la gastronomía madrileña.

    Ese año fui seleccionado como uno de los 100 Latinos Madrid. Se trata de un premio que identifica y reconoce la labor de los latinoamericanos residentes en l a ciudad, que con su esfuerzo contribuyen al desarrollo de España».

    Estudios

    Cocina. Estudió en la Casa de Campo de Madrid.

    Sumiller. Se especializó en el Instituto de Formación Empresarial de la Cámara de Comercio de Madrid.

    Máster. Es máster en Comercialización de Vinos por la Universidad Rey Juan Carlos.

  • El sabor de esta idea se reparte en tres pisos

    Redacción Quito

    Mirando un edificio de tres pisos en el norte de Quito, Leonardo Cuesta tuvo una idea: crear un restaurante tres en uno. Así que creó Casa Afrodita, un local donde los clientes pueden elegir entre tres ambientes diferentes, cada uno con su propio menú y estilo, pero conectados entre sí.

    De esta forma, el cliente puede elegir entre la gastronomía italiana de Matteroni, en el primer piso; la parrilla de carnes y mariscos de Terramar, en el segundo; o Afrodita, en el tercero, donde la especialidad es la comida molecular.

    Cuesta explica que la idea nació cuando Alexander Espinoza, amigo suyo y excolaborador del proyecto, le propuso asociarse para abrir un restaurante. «Con él conocí esta casa, pero cuando la vi pensé en que crear un solo restaurante era algo muy simple. Por eso decidimos crear los tres en uno solo».

    Eso sucedió a finales del 2011. Para enero siguiente, Cuesta, como presidente del Grupo Afrodita, arrendó el edificio y se encargó de la reconstrución total del edificio en el que antes funcionaban oficinas. En este proceso, sumando la construcción de una cocina centralizada en el primer piso, la decoración, mueblería, y un ascensor central para transportar la comida al segundo y tercer piso, se invirtieron cerca de USD 500 000.

    En mayo del 2012 abrieron las puertas de la Casa Afrodita. «Fue un prelanzamiento por el Día de la Madres», asegura Cuesta.

    Karina Zurita, una clienta cuyo plato favorito es el pulpo a la parrilla, destaca la particularidad del negocio porque considera que se adapta a las necesidades del cliente. «Es una gran idea porque se puede elegir el ambiente según la situación».

    Con menos de un año de existencia, Grupo Afrodita factura en promedio USD 72 000 mensuales, dependiendo del mes. Actualmente ya se encuentran en un proceso para readecuar los restaurantes de la casa.

    En este nuevo proyecto se mantendrá el ambiente de Terramar y, en un espacio separado, se construirá una zona para la degustación de habanos; el primer piso, donde funciona Matteroni mantendrá su línea italiana pero se potenciará como cafetería para quienes solo deseen pasar a tomar café, helado o un postre italiano. Este proyecto requerirá de una nueva inversión cercana a los USD 60 000.

    Casa Afrodita, según Mariana Chacipanta, dueña del delicatesen El mundo de las carnes, es un negocio que destaca por el cumplimiento de sus responsabilidades comerciales. Ella provee al Grupo Afrodita un promedio de 200 kilos de carne de res, cada mes.

    Un total de 18 personas trabajan en todo el edificio, atendiendo a un promedio de 50 a 100 comensales por día. Así lo asegura Lorena Laverde, actual directora administrativa del restaurante.

    De la cocina se encarga el chef William Nazareno. Él explica que para la creación del menú de los tres restaurantes se tomaron en cuenta recetas de la cocina italiana, francesa, asiática, argentina y peruana, principalmente.

    «El salmón en salsa de naranja y puré con alcaparras y aceitunas o las papas Matteroni son algunos de los platos principales. Luego de una cena, el cliente puede subir al tercer piso y pedir un coctel molecular», destaca Nazareno al hablar de la oferta de este negocio.

  • El ambiente urbano es la compañía del menú

    Redacción Quito

    Para cinco jóvenes quiteños hablar de comida ecuatoriana es algo serio. Juan José Maldonado, Guillermo Robalino, Daniel Avilés, Francisco y Esteban Sosa decidieron crear un restaurante ecuatoriano, en el que hasta la decoración cuente algo del país.

    Estos emprendedores, vinculados al cine, la informática y la industria de vinos y alimentos, notaron que en el mercado no existía un restaurante temático de Ecuador. Por ello, decidieron incursionar en el negocio en enero de este año.

    Antes de iniciar su emprendimiento realizaron un estudio de mercado que les tomó cerca de seis meses. En ese tiempo acudieron a la mayoría de restaurantes de comida nacional de Quito, para estudiar el servicio que oferta este segmento.

    Luego de todo el proceso concluyeron que los sitios que ofertaban un menú ecuatoriano, no contaban con el ambiente adecuado u ofrecían productos importados, como los licores.

    Con las conclusiones sobre la mesa comenzaron a mentalizar cómo sería su restaurante. Ya con su proyecto definido invirtieron unos USD 80 000 para concretar sus ideas.

    Arrendaron un local en el norte de Quito, sector del parque La Carolina; eligieron ese sitio para llegar a los oficinistas y ejecutivos de ese perímetro.

    La consigna era que todo hable de Ecuador. Para ello establecieron alianzas con Cervecería Nacional y la marca de zapatos Venus, para la ambientación del local. Por ejemplo, las paredes cuentan con publicidad de Pilsener de décadas de 1960, 1970 y 1980.

    También, sillones antiguos, viejos televisores y equipos de radio, que fueron donados por sus abuelos, adornan el sitio.

    La idea era generar una combinación de conceptos, entre «la típica hueca y la casa de la abuela«, asegura Guillermo Robalino, uno de los socios del restaurante.

    Al menú de comida costeña serrana y oriental, se suma una carta de tragos y cocteles elaborados con marcas tradicionales del país, como Zhumir o Trópico Seco.

    Así, el 4 de septiembre abrió sus puertas La Calle. El nombre surgió debido a que en la vía pública el ecuatoriano consume desde comida hasta ingiere alcohol. Todas esas costumbres quisieron reflejarla en su marca.

    En estos casi cuatro meses, La Calle cuenta con una facturación promedio mensual de USD 28 000. La meta es alcanzar los 35 000.

    Los socios aseguran que no tienen un target específico, porque el oficinista que acude por primera vez a La Calle el fin de semana, lleva a otros miembros de la familia, como hijos o abuelos.

    A Rosana Merino, ama de casa, le pareció «un lugar diferente, alegre». Ella comenta que si bien el lugar es moderno también está el espacio para la añoranza. La decoración de los letreros de los buses o la sala antigua, le llevan al comensal a otra época.

    Mientras que Juan José Martínez, es estudiante de Economía de la Universidad de las Américas (UDLA), degustó de locro y fritada cuando acudió al lugar. El destaca el ambiente y cada uno de los detalles «Incluso, las llaves de los baños tienen boquillas de bombas; eso te lleva a tu época de la niñez». Ernesto Guerra, ingeniero en finanzas, señala que La Calle cuenta con un concepto innovador y «que invita a regresar».

  • Un negocio con tintes de ‘gamer’

    Bernardo Anda, estudiante de sexto semestre de la carrera de Negocios Internacionales de la Universidad de las Américas (UDLA), ganó el concurso de emprendimiento James McGuire, organizado por la red Laureate International Universities.

    Este premio nació como un homenaje que Laureate decidió hacerle a James McGuire, uno de los mayores emprendedores y empresarios de la red, y consiste en crear proyectos de negocios interesantes y atractivos para el consumidor. De igual manera, el concurso requería que el proyecto participante tenga un enfoque internacional.

    El proyecto de Anda está enfocado en un restaurante diseñado para los aficionados a los videojuegos, en donde los meseros llevarán atuendos de los personajes más populares de los juegos de consola. Además, dentro del servicio se estableció un menú que cuenta con los nombres de las armas de juegos populares, televisores de plasma; ya sea para disfrutar de los partidos entre personas o participar en los torneos que tendrán lugar en el E Sports Club Ecuador.

    En el futuro, el joven estudiante espera que su proyecto se convierta en una franquicia y pueda internacionalizarse en Sudamérica. Con el premio económico que recibió en la primera fase, él planea patentar su idea y posteriormente conseguir auspicios para levantar las paredes de su restaurante. «Espero que el proyecto se concrete en 5 años», señala.

    En este concurso pueden participar estudiantes de todas las carreras universitarias y niveles. El encuentro motiva a los estudiantes a aprovechar sus habilidades y conocimientos para crear nuevos negocios, que en el futuro podrán convertirse en emprendimientos a nivel global. El concurso consta de dos etapas, una interna y otra internacional.

  • De la parrilla Familiar pasó al restaurante

    REDACCIÓN QUITO (I)

    En abril del 2009, Karina Cepeda y Francisco Chiza estudiaban Ingeniería Hotelera en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Al mismo tiempo decidieron emprender en un negocio de comida rápida: La Kafra.

    Ellos no habían aún visto materias sobre emprendimiento o proyectos. Desconocían la teoría, pero de todos modos se animaron para montar un negocio con la meta de ofrecer comida de calidad y a precios asequibles.

    Para empezar, usaron USD 450 que Chiza recibió de liquidación luego de trabajar en una empresa de ropa deportiva. A ese capital inicial se sumó el apoyo moral y económico de las familias de esta pareja. Los papás de Cepeda les permitieron usar 13 metros cuadrados del garaje de su casa, ubicada en San Rafael, al oriente de Quito.

    «Con apoyo de la familia adecuamos un techo, levantamos un par de paredes y colocamos puertas», cuentan estos jóvenes emprendedores de 26 y 27 años. En total se invirtieron unos USD 5 000, entre ahorros de cada uno y de la familia.

    La oferta inicial consistía, principalmente, en hamburguesas a la parrilla. «Empezar fue difícil, la calle no estaba asfaltada por completo, había poco tránsito y llegaban unos dos o tres clientes al día», recuerda Cepeda, quien antes de emprender por su cuenta trabajó como mesera en una franquicia de comida.

    La pareja, que se casó en el 2011 y que tiene dos hijos, no se dio por vencida. Sabían que tenían que sacar adelante su proyecto y se mantuvieron firmes. Ambos realizaban las compras, preparaban los platos (10 en un principio) y atendían a los clientes. El panorama mejoró y para el 2011, familias enteras llegaban al pequeño local que apenas tenía una mesa.

    Entonces fue necesaria una primera ampliación y la contratación de una persona para la parrilla. Le siguieron al menos dos ampliaciones más y en la actualidad el local tiene 80 metros cuadrados, 50 mesas y 30 empleados, entre personal de cocina y meseros, la mayoría, a medio tiempo.

    Fernanda Díaz y Verónica Ribadeneira son clientes de La Kafra. Ellas van con sus esposos e hijos y destacan que la atención es rápida y que existe variedad de platos, que van desde desayunos, almuerzos, jugos de frutas y platos a la carta. «La comida es rica y tienen un menú especial para niños, lo que es de ayuda para los padres» destaca Ribadeneira.

    Cepeda cuenta que uno de los pilares de este negocio fue su madre Rosa Carvajal, quien falleció semanas atrás. «De ella aprendí todos los trucos de la cocina. Además, me enseñó que la clave es la amabilidad y el buen servicio al cliente».

    Entre sus proveedores se cuentan comerciantes independientes y firmas como Pronaca o Juris. Nubia Pavón, de esta última empresa, comenta que trabaja con La Kafra desde hace tres meses. «Son muy buenos compradores. Les proveemos de jamón, salchichas y otros embutidos. Les visito una vez a la semana para receptar los pedidos», indica Pavón.

    Los planes de crecimiento de La Kafra continúan. Sus dueños están por empezar otra remodelación del local, pensando en las fiestas navideñas y de fin de año.

    Cepeda y Chiza mantienen el mismo ánimo del principio. Ellos trabajan en el local desde antes de las 08:00 y permanecen atentos del negocio todo el día. «Es un asunto de compromiso, constancia y dedicación», resume Cepeda.

  • El restaurante Segundo Muelle desembarcó en Guayaquil

    Redacción Guayaquil (I)

    En la planta baja del centro comercial San Marino, en el norte de Guayaquil, atiende desde noviembre el tercer local en el Ecuador de la franquicia peruana Segundo Muelle.

    El restaurante especializado en platos del mar operaba desde hace cinco años en Ecuador, con dos franquiciados en la ciudad de Quito. La idea de abrir un tercer local en el país nació de un grupo de empresarios guayaquileños, que decidió unirse para adquirir la franquicia.

    Así, la cadena de restaurantes completa unos 15 locales en Perú, Estados Unidos, Panamá, y Ecuador. La marca tiene 20 años en el mercado y el 26 de noviembre inauguró el primero en el Puerto Principal, con una clase magistral de cebiche a cargo de su propietario, el chef peruano Daniel Manrique.

    Rómulo Jarrín, gerente operador de la marca en Guayaquil, explica que, tras conocer la buena acogida del restaurante en otras ciudades, inició conversaciones con el propietario de la marca, para abrir una franquicia en el Puerto Principal. «Los responsables de concretar la franquicia son un grupo emprendedores de diferentes sectores que no estaban involucrados con el tema gastronómico», confiesa Jarrín. La inversión para un local de ese tipo, explica, requiere de un monto que ronda los USD 1 500 el metro cuadrado. El restaurante abierto en Guayaquil abarca un área de 370 metros cuadrados.

    Como toda franquicia, esta mantiene la imagen de la marca desde el diseño de los platos, pasando por el mobiliario, hasta la vestimenta de los empleados. Segundo Muelle en Guayaquil abrió con 42 empleados, incluido el chef principal, el peruano Moisés Velásquez.

    El restaurante se inauguró con un menú provisional de 40 platos, que se ampliarán a 75 desde enero próximo.

    Aunque la carta se centra en los platos de mar, esta se amplía hacia otros potajes típicos peruanos. Además, incluye una variedad de pasteles y cócteles como el popular pisco sour, una bebida elaborada a partir de la uva.

    El local que se inauguró en Guayaquil tiene capacidad para 120 personas, que pueden distribuirse en cuatro ambientes: un área familiar, una zona reservada, la terraza exterior y el área de la barra.

    Pablo Iturralde, uno de los socios y arquitecto de profesión, se encargó de darle un toque local al diseño estándar que exige la marca para todos los franquiciados. En cuanto a los platos, estos también debieron adaptarse al gusto del comensal en el país.

    La oferta

    La carta. Además de platos de mar, el local ofrece piqueos, pastas, parrillas, ensaladas y sopas.

    Expansión. La marca prevé abrir más locales en Guatemala, Costa Rica y El Salvador.