Etiqueta: sombreros

  • Artesanía fina nacional se exporta a Europa y EE.UU.

    Redacción Quito, (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    La creación de artesanas de Azuay y Cañar forma parte del ‘outfit’, en su mayoría, de clientes franceses. Se trata de los sombreros de paja toquilla de Taytta Hats.

    Esta empresa quiteña, centrada en comercio justo, nació hace 15 años de la mano de los esposos Marjorie Reyes y Paúl Montalvo.

    Ambos eran compañeros en la carrera Hospitalidad y Turismo, en la universidad. Como parte de sus estudios recorrieron el país y se dieron cuenta del valor de la artesanía fina ecuatoriana; fue así como desarrollaron su proyecto de pregrado en torno al tema, que luego se convirtió en su negocio.

    Taytta Hats adquiere, directamente, las creaciones de los artesanos, añade valor agregado y luego las comercializa. Enfatiza en el respeto al productor local.

    En un inicio, realizó esta actividad con artesanías de varios materiales, como tagua, tela andina, paño, paja toquilla y otros. Pero tras cuatro años de vigencia del negocio, se concentró estrictamente en los sombreros de paja.

    La empresa arrancó con la compra de los productos a un grupo pequeño de mujeres toquilleras de la zona rural de Azuay y Cañar; actualmente, suman 400.

    Una de ellas es Lourdes Cárdenas, líder de las 60 artesanas que integran la cooperativa Padre Rafael González, de Biblián (Cañar); entregan el producto hace 10 años.

    “Enviamos sombreros clásicos y con diseño. Modelos diversos, de acuerdo con el pedido”, indica. En noviembre, por ejemplo, distribuyeron 30 de ellos a la firma. Cárdenas añade que recibe pedidos de cinturones de toquilla.

    Para ella, el trabajo con la firma les ha permitido obtener ingresos y acceder a talleres de formación.

    Precisamente, para Marjorie, quien también es coordinadora nacional de la Academia de Mujeres Emprendedoras de la Embajada de EE.UU. y parte de la Cámara de Comercio e Industrias de Mujeres de la India (Wicci), su negocio no solo busca crear fuentes de ingreso para los artesanos, sino generar una experiencia en los consumidores de su oferta.

    Parte de ello es la venta personalizada. El cliente recibe asesoría de los propietarios del negocio a través de la cual se les indica qué tipo de sombrero les luce mejor.

    Esa es la experiencia que vivió Margoth Maruri, quien adquirió 20 sombreros el año pasado.
    Ella necesitaba diferentes tipos de estas prendas para lucirlos en la graduación de su sobrino en La Florida (EE.UU.). Recibió asesoría personalizada, incluso para el traslado, y así la familia pudo usar un producto ecuatoriano, en una ceremonia con personas de diferentes nacionalidades.

    Cada producto es único. Los sombreros de Taytta Hat pueden llevar una infinidad de accesorios, que incluyen cintas con bordados, trapillo, mullo, huairuro, platanillo, achotillo y otros.

    Cada diseño de sombrero es único, según la propietaria de la firma. El 80% de la oferta de la compañía se envía a diferentes países del mundo.
    Cada diseño de sombrero es único, según la propietaria de la firma. El 80% de la oferta de la compañía se envía a diferentes países del mundo.

    Sus proveedores son 40 artesanos de Zuleta, 30 de la Amazonía y 35 de Pichincha. Estos últimos utilizan la técnica de trenzado de trapillo; es decir, de los desechos textiles. Con esto se busca generar un impacto ambiental positivo.

    Los insumos para el empaque y las bolsas están hechos a base de materiales que no impactan.

    Los consumidores en el extranjero valoran ampliamente esta oferta. El 80% de las ventas son de la exportación. La empresa hace estos envíos desde su segundo año de operación. Su principal comprador es Francia, al que le siguen Italia, EE.UU., entre otros.
    Lo sombreros se venden a clientes directos; la firma también maquila para empresas en el exterior.

    Actualmente, tiene una oficina en EE.UU., desde donde se atiende a otros mercados.
    El resto se comercializa en el país. Taytta Hats, antes de la pandemia, vendía directamente en el domicilio de los clientes, pero ahora tiene un ‘showroom’ en el sector del coliseo Rumiñahui. Aplica todas las medidas de seguridad para atender a los visitantes.

    Marjorie explica que, incluso, se puede diseñar los sombreros con los clientes. Estos tienen un costo desde USD 55, pero la firma ha llegado a vender productos con el grado más alto de finura, cuyo valor alcanza USD 30 000.

    Estos últimos se elaboran en el sector de Pile, en el cantón costeño de Montecristi, en Manabí.

    Hoy los emprendedores trabajan con sombreros de paño, que se envían principalmente a Canadá. También se proveen de artesanos. 

    Los sombreros que vende la firma los realizan 400 artesanas de Cañar y Azuay. Se los decora con cintas, mullos, semillas de la Sierra y Amazonía. Foto: Cortesía Taytta Hats
    Los sombreros que vende la firma los realizan 400 artesanas de Cañar y Azuay. Se los decora con cintas, mullos, semillas de la Sierra y Amazonía. Foto: Cortesía Taytta Hats
  • Londres es el destino de estos sombreros de paja

    Giovanni Astudillo (I) Editor redaccion@revistalideres.ec

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    Maki FairTrade es una empresa azuaya que busca rescatar los saberes artesanales y mejorar los ingresos de las mujeres y comunidades rurales e indígenas del Ecuador. Fue creada en el 2014 y tiene una galería que funciona en el Centro Histórico de la capital azuaya.

    En la actualidad, trabaja con 10 organizaciones y más de 100 artesanas de Azuay, Loja, Cañar, Chimborazo y Bolívar. Adicionalmente, con grupos de Cotopaxi, Tungurahua y Pastaza.

    Maki FairTrade exportó hace dos semanas 144 sombreros y gorros tejidos con paja toquilla. El destino fue Londres. Los productos fueron elaborados por las artesanas de la parroquia Principal, ubicada en el cantón azuayo de Chordeleg.

    Érick Ochoa es el gerente general de Maki FairTrade. Según él, es la primera ocasión que venden a ese destino porque antes ya se realizaron envíos a Europa. En ese entonces hicieron contactos en las ferias internacionales del Centro Interamericano de Artes y Artesanías Populares, que se realizan en Cuenca. Hace tres años se enviaron sombreros de paja toquilla de Chordeleg y collares elaborados en Saraguro. Los compradores fueron de Francia, Suiza y EE.UU.

    En esta ocasión, el comprador de Londres se concretó por la participación de Maki FairTrade en ruedas de negocios impulsadas por ProEcuador. A estos espacios asisten desde hace dos años.

    “Hablamos con varios clientes y negociamos los precios. Al tener la certificación de comercio justo debemos cumplir protocolos para garantizar un buen ingreso para las artesanas”, dice Ochoa.

    Desde el 2017, Maki FairTrade cuenta con certificación de la Organización Mundial del Comercio Justo. Esta empresa fue la quinta en el Ecuador en alcanzar este tipo de categoría.
    Él explica que una de sus tareas es garantizar un precio justo para los productores y los consumidores. “Nuestro nicho son las personas que reconocen y aprecian el uso de tintes naturales, un proceso manual de la elaboración, entre otros aspectos”.

    Ochoa dice que los artículos de Maki FairTrade son elaborados con técnicas que son catalogadas como patrimoniales, por ello se busca preservarlas.

    Una de las principales estrategias para mantener los envíos es ser transparente con el comprador. Es decir, no ofrecer más de la capacidad que se tiene para producir. “Si fallamos perdemos al comprador y a los futuros”.

    Otro aspecto fundamental es garantizar la calidad del producto para que tenga las mismas características de las muestras que se envían con anticipación y, finalmente, es importante abrirse a la posibilidad de compartir la marca con el importador. Ellos pueden poner su sello o marca junto con el de Maki, que tiene la certificación de comercio justo, explica Ochoa.

    La perspectiva, añade, es mantener las ventas a Londres porque los productos tuvieron buena aceptación. Además, se está negociado con un distribuidor en Portugal y les interesa ingresar en los mercados de Asia y Oceanía.

    Entre los principales productos que se exhiben en la Galería de Maki FairTrade están sombreros, bolsos y artículos de decoración elaborados con paja toquilla. Además, macanas (chales de la Chola Cuenca), bufandas, ponchos, zapatos, suéteres, gorros y guantes de algodón y lana.

    Otros productos son collares, manillas, aretes de mullos (chaquiras), máscaras, artículos de decoración de madera, vajillas y objetos de cerámica y cuero.

    Maki se inició en el 2014 con un aporte valorado de USD 2 500 en productos artesanales de la Asociación de Toquilleras Don Bosco en Chordeleg. Además, de la Asociación de Mujeres Macaneras de Bullcay (Gualaceo) y el Centro de Turismo Comunitario y Artesanías de Ñamarin de Saraguro (Loja).

    También hubo aportes de 10 voluntarios, entre estudiantes y profesionales, con quienes se diseñó y armó el mobiliario de la galería, ubicada en el tradicional barrio de San Sebastián, en el Centro Histórico de la capital azuaya.

    El patrimonio
    La capacitación. Las artesanas que forman parte de esta empresa reciben capacitación en el uso de colores, degradado de tonalidades y nuevos diseños. El objetivo es mejorar la calidad de los artículos.

    La innovación. Otra estrategia de las campesinas es acceder a Internet y redes sociales para inspirarse en sus creaciones e innovar en los modelos.

    El proceso. Los productos que son exhibidos en esta galería preservan las técnicas tradicionales como el tinturado de la paja, que se lo hace con tintes naturales. Desde mediados de este mes, la galería funcionará todo el día. Por la pandemia se redujo el horario de atención.

    30 172 Dólares fueron los ingresos por las ventas realizadas el 2019.

    Guadalupe Fárez labora en la Galería de Maki FairTrade, que funciona en el Centro Histórico de Cuenca. Allí, se exhiben múltiples artesanías. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    Guadalupe Fárez labora en la Galería de Maki FairTrade, que funciona en el Centro Histórico de Cuenca. Allí, se exhiben múltiples artesanías. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • Moda, sombreros y tagua de Ecuador desfilaron en China

    Ana Cristina Alvarado

    Redactora (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    El pasado 27 de agosto del 2019, moda ecuatoriana desfiló en una de las pasarelas de la Guandong Fashion Week, el evento de moda más importante del sur de China. La participación de Ecuador fue organizada por ProEcuador, con el objetivo de promocionar la colección de la diseñadora Anabel López y dos productos icónicos del país: los sombreros de paja toquilla y la tagua.

    López, quien ha vivido entre Ecuador y Corea del Sur desde el 2007, fue invitada a presentar sus creaciones en China tras haber participado con su marca en una feria de horticultura en Corea del Sur, el 2018.

    Para la cita en Guandong, la diseñadora quiteña creó la colección Ensamble. “He tomado la delicadeza, feminidad y elegancia de las asiáticas, y he fusionado esto con el empuje, la fortaleza y la sensualidad de las latinas”, explica vía correo electrónico.

    La diseñadora usó botones de tagua de la firma Trafino Buttons, tanto de forma funcional como decorativa.

    En China crece paulatinamente la aceptación de los productos elaborados con base en la tagua, considerada el marfil vegetal. “El consumidor de esta región va entendiendo el concepto de sustentabilidad y protección al medio ambiente que implica el uso de la tagua”, dice Paúl Peñaherrera, consejero comercial de la Oficina Comercial del Ecuador en Cantón.

    Además, la colección de López fue acompañada con sombreros de paja toquilla. “El evento logró generar un mayor posicionamiento de este producto como ícono de nuestro país, el mismo que apunta a ser comercializado a un ‘target’ de consumidor exclusivo y con alto poder adquisitivo en el gigante asiático”, indicó Peñaherrera.

    Entre los resultados positivos de la promoción está la comercialización de las prendas de López en uno de los ‘show­rooms’ de la Asociación de Diseñadores de Moda de la Provincia de Guangdong, por un período de tres meses.

    La diseñadora Anabel López usó sombreros de paja toquilla en la pasarela. Foto: cortesía Guandong Fashion Week
    La diseñadora Anabel López usó sombreros de paja toquilla en la pasarela. Foto: cortesía Guandong Fashion Week
  • Sombreros Shaman fabrica 20 modelos

    José Luis Rosales  (F)  
    Contenido intercultural

    Zoila Haro confecciona sombreros como lo hacía su tío, Gustavo, y su abuelo, Segundo Rojas. La artesana, de 61 años, es la heredera de esta tradición centenaria.

    En la parroquia Ilumán, cantón Otavalo, en Imbabura, tiene su taller y una tienda copada con estas prendas de todo tipo. En los anaqueles de Sombreros Shaman resaltan los sombreros blancos de lana prensada destinados a vestir a los indígenas de los pueblos Natabuela, Pilahuín, Cacha, Saraguro, entre otros.

    Pero, entre los que tienen más demanda, están los de paño de diversos colores que son utilizados por los kichwas otavalo. Es un sombrero elegante. El ala tiene entre 5 y 6 centímetros, mientras que el alto de la copa, que es más redonda que de las demás prendas, está entre 11 y 12 centímetros.

    Estos artículos buscados por los indígenas otavaleños están al alcance de todo bolsillo. Los más módicos, de lana de oveja, cuestan USD 18. Mientras que, los de pelo de conejo, que posibilitan un acabado más fino, valen 95. En este modelo los tonos más populares son el negro, el crema y el celeste.

    En parcialidades kichwas, como las del Pueblo Kayambi, el sombrero lo utilizan tanto hombres como mujeres. Estos indígenas que habitan en el norte de Pichincha y sur de Imbabura prefieren el modelo chemise, que es más pequeño en copa y ala, señala Haro.

    Haro, de estatura pequeña, ojos cafés y cabello negro, optó por diversificar la producción y modernizar el taller. Actualmente ofrece una veintena de modelos hechos en paño, cuero y paja toquilla, para damas, caballeros y niños. Desde hace seis años los vende con la marca Sombreros Shaman, en alusión a esta parroquia famosa por sus curanderos.


    Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

    Carlos Rojas, hijo de la emprendedora, abandonó sus estudios en Administración de Empresas, para ponerse al frente del área de producción. Esta tiene una capacidad para fabricar 200 unidades de paño, 100 de cuero y 500 de paja toquilla, cada semana. “La mayoría de diseños es creación propia. Aunque también investigamos en Internet nuevas tendencias en colores y estilos”.

    Es un emprendimiento familiar. En el obraje también colaboran otros dos parientes.
    En el país, explica la matrona, es escasa la venta de maquinaria especializada para confeccionar sombreros. Por ello, para comprar los equipos como troqueladora, prensadora y engomadora, los buscaron en Colombia.

    En la compra de estos implementos invirtieron USD 20 000, que los obtuvieron con un crédito bancario. Así superaron un intento anterior por mejorar la planta, que no llegó a operar por detalles técnicos.

    Hay sombreros con tallas que van desde la 42 cm hasta los 65. Los primeros están destinados a los infantes y el último es para personas con cabeza muy grande. Los tamaños que tienen más salida, comenta Rojas, son la 57 y 58.

    Estos emprendedores aseguran que sus sombreros no solo han ido a varias ciudades del país, sino también han cruzado fronteras. Uno de los clientes más fieles es Julio Pintado, comerciante de sombreros. Su sitio de trabajo es el sur del país. Él aprecia los Sombreros Shaman por la calidad y los precios convenientes.

    En la factoría también se elaboran sombreros para entregar a una firma distribuidora. Cada año elaboran 4 000 piezas para atender los pedidos. Muchos de ellos salen del país.

    La fama de esta discreta tienda de producción y venta de Ilumán también llegó a Chile, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. A los tres últimos países lo hacen a través de comerciantes extranjeros, que alguna vez visitaron a Zoila Haro. Hay firmas distribuidoras que realizan compras entre tres y cuatro veces al año. El último envío, de 400 sombreros de paño, cuero y paja toquilla, se fueron hacia Chile.

    El esfuerzo de esta familia comienza a dar frutos. Ante la creciente demanda, ahora alista una nueva tienda que piensan abrir en febrero del 2018, en las calles Roca y Quito, en Otavalo.

    Algunos detalles

    El almacén está ubicado en las calles Bolívar número 26 e Intiñan, en la parroquia de Ilumán. Abre de lunes a sábado, de 08:00 a 19:00.

    Turistas extranjeros visitan el taller y tienda para conocer la producción artesanal. Hay modelos como sombreros de vaqueros, mexicanos, de fiesta.

    El proceso para elaborar el sombrero de cuero es el que más tiempo demanda, por el corte y el armado.

    Made in Ilumán, Ecuador, esta prenda esta elaborada a mano con las mejores materias primas pensando en su buen gusto y confort. Ese es el eslogan de la tienda.

    Foto: Francisco Espinosa para LÍDERES Zoila Haro ofrece una veintena de modelos hechos en paño, cuero y paja toquilla. Su local está en Ilumán.
    Foto: Francisco Espinosa para LÍDERES
    Zoila Haro ofrece una veintena de modelos hechos en paño, cuero y paja toquilla. Su local está en Ilumán.
  • Sombreros montuvios innovadores

    Redacción Santo Domingo

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    Los sombreros de mimbre se convirtieron en lienzos para la familia Aguayo. Elaboran gorros de diferentes tamaños y luego les dibujan paisajes o animales típicos de los pueblos montuvios de Manabí, Guayas y Los Ríos.

    Tres generaciones de esa familia se han dedicado a la venta de los sombreros desde hace 100 años.

    Mario Aguayo fue el precursor de esa actividad. En uno de sus viajes para recolectar alimentos en la montaña encontró que el bejuco o mimbre era similar a la paja toquilla, pero más resistente. Así que se llevó ese material hasta su casa y luego de ponerlo a secar elaboró un sombrero.

    El material le gustó a los montuvios radicados en Ventanas, Quevedo y Buena Fe, en la provincia de Los Ríos, y le hicieron varios pedidos. “A mi abuelo le gustaba dibujar y en los sombreros pudo desarrollar su habilidad para el arte”, señaló Hugo Aguayo, quien continúa con la confección.

    Para que los sombreros tuvieran mayor acogida, Aguayo los personificaba. A los ganaderos les dibujaba vacas, terneros o cerdos. Mientras que a los agricultores, les hacía cultivos de maíz, arroz y otros productos del campo.

    Según Hugo Aguayo, la familia dejó la actividad agrícola para dedicarse a los sombreros. Aguayo viajaba a Montecristi para aprender sobre las técnicas del tejido de sombreros de paja toquilla.

    También estuvo en Colombia para instruirse en la elaboración del sombrero vueltiao, del Caribe.

    Luego, su hijo Manuel Aguayo continuó la producción. Él expandió su arte a los pueblos montuvios de Manabí y Guayas. Además, empezó a elaborar sombreros gigantes para decoración de casas y restaurantes típicos.

    Él señaló que al mes confeccionan 30 sombreros junto con sus hijos Hugo y Vicente. En cada pieza tardan unos tres días y el mimbre lo consiguen en Esmeraldas, en el territorio de la nacionalidad chachi.

    Aguayo señaló que el negocio sigue siendo rentable porque el montuvio no se quita el sombrero para bañarse, comer o dormir. “Los montuvios nos caracterizamos por conservar nuestras costumbres y eso ha permitido que aún tengamos pedidos”, asegura.

    En la actualidad, la familia Aguayo recorre las zonas rurales de Manabí y de Los Ríos. Arman sus puestos en las vías por donde cruzan los ganaderos y agricultores. También recorren las hosterías para vender adornos montuvios.

    En los últimos tres años han participado en ferias como Expogan que se realiza en Santo Domingo de los Tsáchilas y que reúne a unos 3 000 ganaderos del país.

    Hugo Aguayo Luzárraga muestra dos modelos diferentes de sombreros con dibujos de caballos y aves. Foto; María Victoria Espinosa / LÍDERES
    Hugo Aguayo Luzárraga muestra dos modelos diferentes de sombreros con dibujos de caballos y aves. Foto: María Victoria Espinosa / LÍDERES
  • Los sombreros de paño, gamuza y fieltro son su legado

    Redacción Quito  (F)

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    Ni el ruido del centro de Quito, el tiempo, el cambio de moda o el atraso del verano han detenido el trabajo de Luz Zambrano y su esposo, Segundo Ocaña, en el diseño y la confección de sombreros.

    Durante 50 años, esta pareja de riobambeños ha trabajado en un oficio que, sin embargo, parece que no tiene herederos en sus propios hijos, cinco profesionales apartados de la artesanía que convierte el paño, la gamuza y el fieltro en elegancia y distinción.

    En la Rocafuerte y Cuenca, a escasos cien metros de la casa donde nació el presidente José María Velasco Ibarra, abre las puertas a sus clientes el depósito de sombreros ‘Pilarcita”, donde doña Luz atiende desde las nueve de la mañana.

    Coincidencias de la vida, el presidente quiteño era uno de sus principales clientes, décadas atrás, y mandó a confeccionar sombreros de tipo bombín. El nombre de local es en honor a su cuarta hija Moraima del Pila.

    Pero el matrimonio no se conoció en Riobamba, sino en Quito. Doña Luz cuenta que aún siendo adolescente llegó a la capital acompañando a su tío Ángel Escobar, quien confeccionaba sombreros para los almacenes de casimires y camisas que en los años 60 se ubicaban en los bajos del Palacio Arzobispal.

    Escobar, hermano de su madre, trajo -además de su sobrina- ayudantes del centro del país para trabajaren su taller de La Magdalena.

    Uno de ellos, era Segundo Ocaña quien se enamoró de doña Luz, se casaron y finalmente se hicieron cargo del negocio.

    Ello, porque ninguno de los hijos de don Ángel quiso continuar con el oficio de sombrerero.
    El local de la Rocafuerte no ha sido el único; al menos siete veces han tenido que cambiarse de locales todos en el Centro Histórico cuenta doña Luz.

    El taller lo tienen en la Loma de Puengasí y en el local de la Rocafuerte se exhiben no menos de unos doscientos sombreros de todas las tallas. Los más económicos son de USD 10, los más elegantes, de piel de conejo importada de Alemania, tipo Mariscal, tienen un costo de USD 90.

    También, fabrica cachuchas, boinas, sombreros tipo cordobés, de ala ancha para mujeres y de copa para representar a los chullas quiteños en las comparsas de las fiestas de la carita de Dios.

    Javier Cevallos, actor del grupo Quito Eterno, cuenta que es cliente del matrimonio Ocaña Zambrano porque estos sombreros no se producen en serie sino que son personalizados y de altísima calidad. Por ello, su grupo de teatro ha adquirido ahí unos diez sombreros. En el local además da mantenimiento a dos sombreros, herencia de su abuelo.

    El depósito de sombreros del matrimonio Ocaña Zambrano se ubica en las calles  Rocafuerte y Cuenca.  Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    El depósito de sombreros del matrimonio Ocaña Zambrano se ubica en las calles Rocafuerte y Cuenca. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Ecuador promociona en China los sombreros de paja toquilla

    Agencia EFE

    La Embajada de Ecuador en China promocionó hoy (31 de mayo) sus emblemáticos sombreros de paja toquilla, también llamados ‘sombreros Panamá’, en un acto en una universidad de Pekín en el que dos tejedoras explicaron y mostraron las virtudes de esta centenaria artesanía.

    «El secreto es ponerle mucho amor y mucha dedicación», confesó Andrea Vera, una de las tejedoras ecuatorianas que se desplazó a China para promocionar estos complementos, en declaraciones a los periodistas.

    Aunque conocidos mundialmente como sombreros Panamá, son originarios de Ecuador y así lo reconoció en 2012 la Unesco al declarar el tejido de la paja toquilla -por el nombre de la planta de la que sale la materia prima para elaborarlo- que se hace en el país patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

    Estas prendas empezaron a darse a conocer al proteger del Sol a los obreros que construyeron el canal panameño a comienzos del siglo pasado y adquirieron fama universal sobre las cabezas de personalidades como Winston Churchill, Theodore Roosvelt, Ernest Hemingway o Paul Newman.

    En Pekín, las tejedoras ecuatorianas mostraron que su repertorio creativo va mucho más allá del clásico sombrero blanco con cinta negra y que este complemento, un emblemático reclamo turístico de su país, también puede lucir colores llamativos y formas innovadoras.

    Los más elementales se tejen en apenas un día, pero la elaboración de los tocados más cuidados puede alargarse durante meses, siempre con un proceso estrictamente artesanal, hecho a mano, y a partir de fibras naturales, detallaron las tejedoras.

    Aunando elegancia, ligereza y una fina textura, las exportaciones de sombreros de paja toquilla de Ecuador superaron los 7 millones de dólares el año pasado, explicó el responsable de la Oficina Comercial del Ecuador en Pekín, Luis Fernando Rojas.

    «Es una actividad que si bien dentro del peso del total de las exportaciones ecuatorianas sigue siendo ínfima, en todo caso, tiene un gran peso social, porque son decenas de miles las personas que trabajan de esto», afirmó Rojas.

    El embajador de Ecuador en China, José María Borja, dijo a Efe que se están intensificando los contactos comerciales en el gigante asiático ante las posibilidades que ofrece la cada vez más adinerada sociedad china para su exportación. 

    Un grupo de hombres luce sombreros de paja toquilla ecuatorianos durante una presentación  en la Universidad de Lengua y Cultura en Pekín, China. Foto: EFE
    Un grupo de hombres luce sombreros de paja toquilla ecuatorianos durante una presentación en la Universidad de Lengua y Cultura en Pekín, China. Foto: EFE
  • La exportación de sombreros de toquilla sube

    Giovanni Astudillo

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    Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España son los principales destinos de los sombreros de paja toquilla que se envían desde Ecuador, concretamente del Austro, que concentra el 90% de la producción nacional.

    En el primer trimestre de este año se exportaron USD 1,6 millones a 20 países de América, Europa, Asia y Oceanía. En el mismo período del año pasado fueron USD 1,08 millones, según datos del Banco Central del Ecuador. “Hay una mayor demanda de los sombreros en el mundo, porque están de moda y por los beneficios que ofrecen”, señala Alicia Ortega, presidenta de la firma Homero Ortega, que tiene más de 120 años en el mercado.

    Ella se refiere a la calidad, textura, flexibilidad y frescura que ofrece al usar en días soleados. El propietario de la exportadora Bernal Hat, Hugo Bernal, agrega otro factor que es la protección. “En los países desarrollados, las personas hacen más caso de las recomendaciones médicas de cuidarse de la radiación solar”.

    Otro factor que benefició fue la declaratoria del tejido del sombrero de paja toquilla como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, una distinción que entregó la Unesco en diciembre del 2012. En Azuay y Cañar más de 11 000 personas, principalmente mujeres, se dedican al tejido, de acuerdo con un estudio realizado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC).

    Alicia Ortega dice que esa declaratoria fue importante, porque consolidó la imagen en el exterior y atrajo a los visitantes a las empresas. En el primer semestre de este año sus ventas crecieron un 18% con respecto al mismo período del 2014. En ese año, esta firma elaboró 120 000 unidades, que se enviaron a cinco continentes.

    Los turistas que visitan la capital azuaya se interesan por conocer cómo se elabora esta prenda y quiénes lo hacen. En la compañía Homero Ortega, ubicada en el norte de Cuenca, hay un museo de ingreso gratuito en el que se destaca todo el proceso productivo desde el cultivo de la fibra en Manabí hasta el terminado en las fábricas. Entre 50 y 150 extranjeros visitan a diario ese espacio.

    Lo mismo ocurre en otras empresas cuencanas como La Paja Toquilla y Casa Paredes, que tienen sitios de exhibición para los turistas y que están ubicados en el Centro Histórico de la capital azuaya.

    Según la gerenta de La Paja Toquilla, Tania Valdez, el precio de los sombreros subió este año, porque aumentó el costo del tejido y, además, se incrementó el salario de los empleados que se dedican al proceso de terminación como corregir, hormar, tinturar, prensar, colocar la cinta…

    Otros factores importantes que aportaron para el crecimiento de las ventas son la innovación y diversificación. Según Alicia Ortega, cada mes sacan dos modelos nuevos de sombreros. En total tiene 600 diseños. Los precios de estas prendas oscilan entre los USD 15 y 2 000, y la diferencia depende de la finura del tejido. Es decir, mientras más delgada es la hebra que se teje, el proceso es más costoso.

    Además, elaboran billeteras, carteras, bolsos, adornos, llaveros… que combinan la paja toquilla con el cuero y otros materiales. Cada mes lanzan un nuevo modelo. Alicia Ortega dice que el diseño es fundamental en esta actividad para captar a más clientes.

    Antes se enviaban más los denominados campanas que eran los sombreros sin terminar. En cambio, en la actualidad, se exporta más los que tienen todos los detalles como cintas y hasta flores tejidas para las mujeres.

    Bernal dice que otra opción para posicionar su marca fue personalizar los sombreros. Además, tiene una campaña de oferta en el extranjero y posee 50 modelos. Sus ventas crecieron este año un 35% con relación al 2014. Pero su objetivo hasta finalizar el 2015 es llegar a un 45% y 50% de aumento debido a que hay demanda externa. “La calidad es la razón fundamental para el crecimiento”. El 99% de su producción se envía a Estados Unidos, países europeos y asiáticos, y Australia.

    Aurelio Ortega es propietario de la empresa La Paja Toquilla, que tiene dos locales de exposición en el Centro Histórico de Cuenca. Sus sombreros van a Estados Unidos y Europa. Foto: Xavier Caivinagua / LÍDERES.
    Aurelio Ortega es propietario de la empresa La Paja Toquilla, que tiene dos locales de exposición en el Centro Histórico de Cuenca. Sus sombreros van a Estados Unidos y Europa. Foto: Xavier Caivinagua / LÍDERES.
  • En el exterior se visten sus sombreros

    Thalíe Ponce / Redacción Guayaquil

    Los sombreros de paja toquilla con diseños originales y coloridos son la oferta de Ecua Andino. Sus piezas se han exhibido en importantes ferias y pasarelas internacionales, como la Pure London Fashion Runway, de Inglaterra (2011).

    La idea del negocio surgió de Édgar Sánchez y Alejandro Lecaro, quienes fueron compañeros en el Colegio Alemán de Guayaquil. Tras graduarse, decidieron explotar sus conocimientos del idioma alemán e incursionar en el turismo.

    Mientras se desempeñaban como guías turísticos en la Costa ecuatoriana descubrieron el interés de los extranjeros por los productos típicos del Ecuador. Así, en 1985, empezaron a comercializar artesanías a los turistas dentro del país.

    En 1986, los socios hicieron su primer viaje comercial a Europa. “Era un comercio informal. Vendíamos artesanías en las plazas de Suiza”, recuerda Sánchez. Sin embargo, ese fue el punto de partida. En ese país hicieron algunos contactos que les permitieron iniciar las exportaciones.

    Fue en 1994 que, debido a la demanda de los clientes, se especializaron en sombreros. Ese mismo año instalaron su oficina en Bensheim (Alemania). Luego, en el 2001, abrieron su representación en Palma de Mallorca (España).

    Hoy, Ecua Andino tiene representaciones en 17 países. Además, produce cerca de 150 000 sombreros al año. De esa cifra, se exporta casi el 98% y comercializa a unos 30 países. Por estas ventas facturó cerca de USD 3 millones en el 2011.

    La producción se realiza con aproximadamente 3 500 artesanos de cinco provincias: Cañar, Azuay, Guayas, Manabí y Santa Elena. El último paso, de etiquetado y acabado, se realiza en la planta. Está ubicada en la ciudadela Albatros, en el norte de Guayaquil. Allí también funcionan las oficinas y un showroom.

    El espacio mide 850 m². De estos, 600 están destinados a la planta y bodega.

    Sánchez explica que hace ocho años sus productos dejaron de ser una artesanía para convertirse en una pieza de moda. “El enfoque cambió y por ende el diseño de los productos es más exclusivo”. Este diseño es realizado por su socio, Alejandro Lecaro. Colaboran otros siete diseñadores, tanto locales como extranjeros; estos últimos son de París (Francia).

    En el país los sombreros se comercializan en los puntos de venta de la empresa ubicados en los centros comerciales San Marino y Policentro. También se ofertan en el Gift Shop del Hotel Hilton Colón de Guayaquil y en el Duty Free del aeropuerto José Joaquín de Olmedo.

    Betsy Arellano es directora de Relaciones Públicas del Hotel Hilton Colón de Guayaquil. Ella dice que la relación comercial con Ecua Andino inició hace tres años. “Los productos han tenido excelente acogida de parte de los turistas debido a la variedad de diseños y precios”.

    Otro cliente en el mercado ecuatoriano es Plásticos del Litoral. Carola Barzola, su coordinadora de Marketing, indica que adquirieron sombreros de Ecua Andino para un evento interno de la empresa. Barzola resalta lo tradicional de los productos y la alta calidad del acabado.

    Sobre el producto

    Los precios. El costo varía de acuerdo con  la calidad del acabado, finura del tejido, diseño y textura. Oscilan entre los USD 20 y 1 500.
    La elaboración. Dependiendo de la calidad, el proceso de elaboración puede tomar hasta seis meses.
    Las colecciones. Anualmente la firma lanza dos colecciones con nuevos diseños.
    La denominación. Estos sombreros son conocidos en el extranjero como ‘Panama Hats’. Uno de los objetivos de Ecua Andino es difundir sobre su verdadera procedencia.

  • Seis países acogen sus sombreros

    Redacción Cuenca

    Con su cabello negro trenzado hasta los hombros y la tradicional pollera de Chola Cuencana, Rosa Salinas teje un sombrero de paja toquilla. Sus dedos toman cada fibra y la entrelaza ágilmente, mientras ella conversa sobre los tratados comerciales, los beneficios de pertenecer a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), los inconvenientes de no acceder a los TLC con EE.UU. y Europa… Ella es una de las 60 socias, y fundadora de la Asociación de Tejedoras de Sígsig que maneja el nombre comercial Tesya. Este gremio exporta sombreros y artesanías de paja toquilla a Francia, Italia, Alemania, España, Suiza y EE.UU.

    La iniciativa surgió en el 2009, cuando Salinas se retiró de otro gremio porque no identificó un real crecimiento. Se independizó y propuso a las tejedoras de la zona que no comercialicen el sombrero campana (sin terminar) a las empresas, sino agregarle valor y exportar.

    Para iniciar, el gremio solicitó un crédito por USD 10 000 a la Cooperativa Jardín Azuayo. Con ese dinero adquirió una prensa industrial para dar forma a los sombreros. También abrió una página web con las fotos de sus diseños.

    A través de amigos y conocidos ha publicitado su producto en esa web, y de esa forma ha llegado a clientes en el extranjero. Eso ocurrió con Georgina Rubens, quien vive en California (EE.UU.). Ella compró un sombrero de paja toquilla. Destaca la calidad del producto y cumplimiento en la entrega. A través de www.tesya.com.ec se enteró de estos productos, e hizo el pedido.

    Esther Bueno, otra de las socias, explica que esta asociación mejora la calidad de vida de las mujeres. Son 60 integrantes que tejen los sombreros desde su casa, y así comparten tiempo con su familia. Cada semana se reúnen para compartir y debatir sobre nuevos diseños, tendencias de colores y productos en el mercado, para mejorar la calidad.

    El taller está ubicado en el sector Las Cochas (cantón Sígsig), al que se llega luego de recorrer 3,5 kilómetros de subida de una vía polvorienta. Es una casa humilde, que solía ser un criadero de pollos de la familia de Salinas. Esta asociación apuesta por el crecimiento, y en el 2011 solicitó un crédito por USD 13 800 al Banco Nacional de Fomento para la construcción de una sede. “Aún faltan cerca de USD 30 000 para terminar la obra, pero la Virgen María Auxiliadora no nos abandona”, dice esta azuaya mientras contempla un cuadro de esta imagen religiosa.

    Las ventas mensuales de esta asociación bordean los USD 2 000, que destinan al pago de créditos y a repartir entre las socias. Esther Bueno sabe que aún es poco, pero el gremio está arrancando, y cada vez gana clientes en el exterior.

    Chris Achenbach tiene una tienda de ‘souvenirs’ en Berlín, y durante el verano comercializa los sombreros de Tesya. Le gusta el tejido y el emprendimiento de sus socias, quienes dejaron de vender a las grandes empresas para arriesgarse y comercializar con su marca.