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  • La elaboración del sombrero de paja toquilla es 100% artesanal

    Redacción Cuenca y Manta

    Mientras se recorre el museo ‘La magia del sombrero’ de la firma Homero Ortega, en Cuenca, una de las salas muestra fotos de una tejedora, de maquinaria, del proceso de transformación de la Carludovica Palmata (una suerte de palma que es la materia prima de la paja toquilla), en el sombrero.

    Esta palma, que tiene un color verde intenso, se cultiva en Santa Elena y Manabí . Las hojas se cortan y cocinan con agua, sal y azufre para dar una textura suave al material y así permitir el tejido.

    Para Juan Fernando Paredes, gerente la firma Rafael Paredes S. e Hijos, el proceso conserva esa magia artesanal que abarca el cultivo, transporte, cocinado, tejido y por eso es la designación de patrimonio inmaterial. No obstante, sí hay innovación en teñidos de la paja, nuevas tonalidades, diseños de los sombreros… para ampliar la oferta y captar nuevos compradores.

    El gerente de Bernal Hats, Hugo Bernal, señala que el proceso siempre ha sido artesanal, porque en Montecristi, Gualaceo, Chordeleg, Sígsig los tejedores pasan su conocimiento entre generaciones por lo que es una actividad familiar.

    Incluso, “las empresas que se dedican a esto llevan entre tres y cuatro generaciones en el negocio”.

    Para identificar la calidad de un sombrero hay que fijarse en la cantidad de fibras por pulgada. Los que tienen 13 fibras son los normales que en el mercado nacional se venden en unos USD 30. Mientras que los extrafinos tienen hasta 40 fibras por pulgada; su costo es de unos USD 2 000, según el trabajo.

    Quienes tejen son artistas, dice Paredes. Esa afirmación tiene sentido al escuchar el testimonio de Simón Espinal, tejedor de sombreros extrafinos en Pile, cerca de Montecristi. Él elabora tres sombreros al año, cada uno tarda cuatro meses, porque no puede dedicarse a otra cosa. Esto, porque sus dedos necesitan estar sensibles al tacto para manipular las hebras de la paja toquilla. Un estadounidense compra los tres sombreros que elabora al año y los comercializa en el extranjero.

    Espinal señala que recibe una mensualidad anual por parte del comerciante para que continúe con esa labor.

    Los procesos se cumplen en Manabí y Azuay. En la primera provincia mencionada existen ocho toquillales, donde se consigue la materia prima. Dos familias en Portoviejo se especializan en el blanqueado de la paja y la venden a las familias del Austro.

    En cambio, los tejedores de sombreros extrafinos cosechan y preparan su propia paja toquilla, para que el material sea adecuado para su trabajo.

  • Yanapi fabrica sombreros con tradición de 7 décadas

    Sebastián Angulo, Redacción Quito / LÍDERES

    El ambiente está plagado de vapor, ruidos de máquinas y telas que bosquejan lo que será un sombrero. Trabajadores concentrados buscan dar el toque final a sus creaciones; los pasillos de esta planta están llenos de nostalgia. Así es el ambiente de Yanapi, empresa que se dedica a la manufacturación de sombreros.

    Y cómo no va a estar plagada de nostalgia, si nació en 1926. En ese año, el italiano Ezio Bigalli Corbani llegó al país y se instaló en Guayaquil, para comercializar mármol de carrara y rafia florentina, un sombrero típico de Florencia (norte de Italia), que se elabora con trenzados de fibras sintéticas (polipropileno).

    Cuando llegó al país, una de las primeras costumbres que notó fue que el indígena de la serranía usaba sombrero. Ello motivó a que Bigalli incursionara en la fabricación de productos con otros materiales, como el fieltro, por ejemplo.

    A partir de 1942, Bigalli comenzó a fabricar los sombreros en una planta que instaló en el centro de Guayaquil. Esa compañía tomó el nombre de Industria Relacionada con Sombreros y Afines (IRSA) y se especializaba en sombreros y campanas (producto en bruto) de lana.

    En esa época trabajaban unos 10 operarios y durante unas cuatro décadas se mantuvieron con la fabricación de sombreros de fibras naturales. Además de comercializar en el mercado ecuatoriano, IRSA también enviaba sus productos a empresas de México y EE.UU.

    Consecuentemente, los hijos de Bigalli también se involucraron en el negocio. María Emilia Bigalli y su esposo, Julio Escudero, tomaron la posta de la empresa familiar, pero le dieron un giro. Este matrimonio decidió trasladar la planta de producción a Quito, a principios de la década de los ochenta.

    Con una inversión aproximada de USD 25 000 adquirieron una planta con una superficie de unos 550 m2, en el norte de Quito. En ese entonces cambiaron el nombre de la firma para darle una nueva identidad. Así nació Yanapi, que significa colada morada en quichua.

    Con unos 15 colaboradores la empresa continuó con la manufacturación de sombreros para la venta en el mercado local y también en el extranjero.

    Los pedidos crecieron y con ello la necesidad de incrementar la producción. Por ello, a principios de 1990 adquirieron una nueva fábrica en Chimbacalle (sur de la ciudad), por unos USD 30 000.

    En 1999 llegó la hora de la tercera generación de la familia y también de la innovación. Los hermanos Escudero Bigalli: Julio, Fernando, Fabrizio y Carlos pasaron al frente de la firma. Una de las primeras decisiones fue crear marcas.

    Para ello, implementaron un departamento de diseño que se encargó de renovar su catálogo de productos. Así nació Ezzio, una línea de sombreros más elaborados, con diseños vanguardistas. También incluía la utilización de nuevas materias primas, como la paja toquilla.

    La estrategia fue exitosa y ello motivó a crear otra marca: Bigalli. Esa firma se especializaría en mercados internacionales. Luego de continuos viajes y presencias en ferias con el apoyo del Instituto de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Pro Ecuador), lograron abrirse mercado en EE.UU., México, Chile, Alemania, Francia y España.

    Karen Espinoza, del Departamento de Ventas de Folklore Olga Fisch, que comercializa el producto de Yanapi, asegura que los sombreros de fieltro son los más buscados por los extranjeros, debido a que son de buena calidad e impermeables. Este local es cliente de Yanapi desde hace unos seis años. Al mes vende unas 20 unidades, en promedio.

    Asimismo, almacenes Cotopaxi vende las marcas que produce Yanapi. Raúl Benítez, su gerente, destaca la calidad, diseño y precio. Al mes, esta tienda vende unas 100 unidades.

    Luis López es el gerente de Humacatama, una fábrica de sombreros, en Quito. Él señala que desde hace seis años le compra el fieltro a Yanapi para fabricar sus productos. Añade que la materia prima es de «excelente calidad».

    La producción La materia prima.  Fabrica sombreros con fieltro de lana y paja toquilla. La materia prima se adquiere en Cuenca y Montecristi. Se importa la lana en bruto, para hacer el fieltro, comprado desde Argentina y Chile.

    Las cantidades. Actualmente la firma produce aproximadamente 90 000 sombreros anuales. En el caso de campanas, la producción asciende a 45 000 unidades mensuales.

    EL INSIGNIA

    Ricardo Chimba/He trabajado en todas las áreas

    Laboro en la compañía desde 1979. En principio, trabajé en la construcción de una casa de la familia. Julio Escudero me contó que iba a instalar una fábrica de sombreros y me preguntó si quería trabajar con él. Desde ese entonces he tenido varios cargos en la empresa. He trabajado por todas las máquinas que he conocido; he sido planchador, tinturador, jefe de área. Desde hace 10 años soy jefe de Mantenimiento y me encargo de que toda la maquinaria funcione perfectamente. El ambiente de trabajo es bueno, los jefes son correctos y puntuales en los pagos. Mi aporte para Yanapi es laborar siempre con esfuerzo, para que la compañía se mantenga. Gracias a ello he mantenido a mi familia.

  • El país espera mejores precios de los sombreros

    Cosechadores, tejedores, personal que se encarga del acabado y los seis exportadores de sombreros de paja toquilla en Montecristi, Manabí, esperan que los precios de su producto se incrementen con un posible acuerdo.

    Todos están atentos a la negociación. Los tejedores son los más pendientes.

    La historiadora Libertad Regalado, autora del libro «La hebras que tejieron nuestra historia», cree que si se logran acuerdos para mejorar los precios se estaría haciendo justicia con los tejedores que suman unos 500 en Manabí.

    En Montecristi está la casa de la familia Pachay. Klierder Pachay, el hijo mayor de la familia, es el encargado de las exportaciones. «Cuando se habla de acuerdos comerciales, nosotros estamos atentos, eso podría significar mejores precios, sin embargo hay que esperar».

    Klierder, coloca sombreros de acabados de alta gama en Europa, EE.UU. y Latinoamérica. Estos se cotizan entre USD 800 y 15 000, según la calidad.

    En Cuenca también se producen estos artículos y entre los fabricantes y exportadores existen expectativas por el posible acuerdo comercial.

    Según la presidenta de la empresa Homero Ortega, Alicia Ortega, es importante que se concrete esta negociación para mantener la exoneración de aranceles porque si eso no ocurre el producto ecuatoriano perderá mercados.

    Ella dice que el producto chino o europeo que se produce en otro tipo de fibras es más económico, que el ecuatoriano. «Las personas deben valorar que es elaborado en una fibra natural».

    Con ese criterio coincide Fernando Paredes, de la Casa Paredes, con sede en Cuenca. Este empresario cree que se debe reconocer el origen «porque siempre hemos querido que se conozca que el Panamá Hat no es el sombrero hecho en ese país sino se refiere al elaborado con paja toquilla y es ecuatoriano».

    De acuerdo con cifras del Banco Central del Ecuador, este sector exportó USD 3,7 millones el año pasado. De la cantidad exportada, USD 1,38 millones fueron a Europa. El resto a Norteamérica y Asia, principalmente.