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  • La tradición del bizcocho en Quito

    Redacción Quito  (F) 
    Contenido intercultural

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    Un pedacito de Cayambe se asentó en el sector de Las Casas, en el norte de Quito hace 10 años. Se trata de un local pequeño en el que se elaboran los deliciosos bizcochos, los mojicones de panela y las crujientes empanadas tradicionales.

    El nombre de este emprendedor es Alfredo Castro, un cayambeño de corazón, quien dejó su ciudad natal cuando tenía 12 años. Vino a Quito para estudiar el colegio y la universidad y se estableció en la capital, donde echó raíces.

    Iba a visitar a sus padres y a revivir cada una de las historias que pasó en Cayambe. “Tenía presente cada sabor de mi localidad, en especial, los deliciosos y tradicionales bizcochos”.

    Ese recuerdo se convirtió en un impulso para levantar su negocio, una pequeña cafetería ubicada entre las calles Selva Alegre y Villavicencio, con el nombre El Horno de Leña.
    Al principio arrendó un local para producir los bizcochos; armó el horno para cocinarlos en leña, pero no le fue bien. Trabajó cerca de tres años en ese espacio. “Hubo inconvenientes porque no podía estar dentro del local, ya que seguía trabajando”.

    Así que, como buen emprendedor, decidió construir no solo el horno de leña sino también un local en su casa. La inversión fue de USD 4 000 e incluyó los materiales para hacer este platillo tradicional tal como lo hacen en su tierra. Es decir, rescata los saberes de los ancestros de Cayambe.

    Cuando se jubiló mejoraron las cosas, porque estuvo frente al local al 100% y pudo dar trabajo a más cayambeños. “Contraté una persona de mi tierra porque sabe los secretos de la preparación del bizcocho”, señala.

    Este tradicional producto se comercializa en tres cadenas comerciales grandes, a las que se entregan 5 000 fundas mensuales.

    Años atrás se abrieron las puertas para otros centros de comercio pero no prosperó. La razón: quieren mantenerse como un local artesanal y tradicional.

    “No hicimos más esfuerzos porque no queremos ser una industria sino rescatar los sabores tradicionales que se están perdiendo”.

    Para este hombre, que se ha dedicado a las organizaciones sociales, la importancia de mantener el sabor es importante, por lo que apuntaba a elaborarlos en el horno de leña. Pero, al tener un local ubicado en la ciudad, fue difícil mantenerlo por la cantidad de humo que emana.

    “Decidimos darle una vuelta pero mantenemos la preparación tradicional. Fue triste porque la leña le da un sabor especial, similar al campo”, indica Castro.

    Este negocio es familiar. La cuñada de Castro atiende el local, en el que se comercializa quesos de hoja. Este producto también es traído desde Cayambe y elaborado por productores de la zona.

    Cinthia Mosquera es una joven que acostumbra a comprar este tipo de productos tradicionales. Le agradan porque son elaborados de forma artesanal y porque los productores buscan rescatar los sabores de sus ancestros.

    “Me gusta este emprendimiento porque puedo conseguir un producto autóctono de Cayambe en plena ciudad”, comenta con entusiasmo Mosquera.

    Ella recomendó a sus amigos el producto por su sabor y porque mantiene la elaboración tradicional, explica la joven, quien vive en el sector de El Batán y se traslada al local los fines de semana a comprar el producto.

    En El Horno de Leña se utilizan cuatro quintales de harina a la semana. No han subido la producción porque prefieren hacer “poco y delicioso”.

    Las ventas mensuales oscilan entre los USD 4 000 y 5 000. Con este dinero, el hombre ayuda a sus hijas para su formación académica. “Fue un impulso que nos ayudó a unirnos como familia”.

    Carlos Chicaiza es un padre de familia, que acostumbra a llevar este producto a su casa. Considera que la ayuda a los productores artesanales es importante porque se da una mano a los emprendedores del país y porque ellos mantienen tradiciones que se van perdiendo con el paso de los años.

    Precisamente, Castro, quien trabajó con grupos indígenas y sociales para su desarrollo, explica que el mensaje para los emprendedores es que se organicen para levantar su negocio. “Si buscan un objetivo y se plantean el reto lograrán salir adelante con su negocio. En mi caso, el objetivo es rescatar el delicioso bizcocho”.

    Más datos

    Los productos son entregados en cadenas comerciales de la capital. Las entregas son semanales.

    Los pedidos puede comunicarse al número de teléfono 256 6988.

    Cámara Artesanal de Quito. Este local es parte de esta organización que aglutina a artesanos de la capital. En la página podrá encontrar más detalles del emprendimiento.

    Alfredo Castro es un emprendedor, que levantó El Horno de Leña junto con su esposa Laura de Castro. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Alfredo Castro es un emprendedor, que levantó El Horno de Leña junto con su esposa Laura de Castro. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • La tradición y la sazón montuvias les abre mercado

    Sofía Ramirez

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

    “Con una horma de esperanza y dedos de clavellina va tejiendo su sombrero la manabita más linda”. Esta estrofa del pasillo ecuatoriano Romance a una tejedora manabita, compuesto por los autores Filemón Macías y Joza y Francisco del Casti, dio vida al restaurante que lleva el mismo nombre.

    El objetivo del establecimiento, ubicado en el norte de Quito, es llevar un “pedacito” de la gastronomía montuvia al paladar más exquisito, señala Sonia Vera, gerente propietaria del local.

    Esta manabita de 34 años explica que la idiosincrasia de esta provincia es aprender los saberes culinarios desde pequeño: “a mis nueve años ya sabía hacer tortillas de yuca; era una tradición familiar el saber cocinar”. Por eso, en noviembre del año pasado, Vera dejó su trabajo en el sector público para cumplir con un sueño: tener un restaurante en el que se reúnan todos los sabores de la gastronomía montuvia en un solo lugar.

    Este emprendimiento familiar ofrece, entre sus principales platillos, bollo de pescado o chancho envueltos en hojas de plátano, hayaca de gallina criolla (masa de maíz con salsa de maní), etc.

    En bebidas, el portafolio del establecimiento ofrece cerveza artesanal manabita, ronpope, café tostado con panela y el tradicional “quemado”; que se refiere a licor de caña macerado con frutas y especies dulces.

    El restaurante vende la experiencia gastronómica manabita. Está decorado con artesanías tejidas en paja toquilla y tiene a un costado de la caja registradora una escultura de Eloy Alfaro, uno de los principales personajes manabitas de la historia del Ecuador.

    La mayoría de sus productos los llega directamente desde Manabí. Esto con la meta de mantener los sabores ancestrales de la gastronomía montuvia.

    Elías Cedeño, 59 años, provee de morcilla, longaniza, gallinas criollas, maní molido y plátanos a La Tejedora Manabita desde la parroquia Calderón (Portoviejo).

    Él afirma que su producto es elaborado de manera artesanal y en horno de leña, por lo que el sabor es “único”. Para el local, Cedeño entrega 60 libras de la morcilla rellena de arroz y otras especies y la longaniza a la semana.

    Los mariscos también los traen desde la provincia costera; en su preparación se utiliza el fogón manabita, ubicado en la parte trasera del local. Aquí se prepara, por ejemplo, el caldo de gallina, los cebiches, el encebollado, etc.

    En la cocina industrial, por su parte, se elaboran cerca 158 platos durante cada fin de semana.
    El número de clientes en La Tejedora Manabita varía de acuerdo a los días, pero en fin de semana pueden ser hasta 200 por día, indica la emprendedora.

    César Dávalos, de 41 años, asistió a este local el día de su inauguración en noviembre pasado. Conoció del restaurante a través de Facebook. El principal platillo que pide cada vez que va es el pescado hornado con salsa de maní. Dice que el sabor es especial cuando se preparan los alimentos en horno de leña. Además, la decoración del ambiente y la música manabita es acogedora.

    Para este año, La Tejedora Manabita está consolidando una nueva línea de negocio enfocada en crear productos como el ají y venderlos con esta marca. Sonia Vera afirma que aún no tiene cifras estimadas de inversión, pero el proyecto podría consolidarse para el próximo año. Además también desean abrir una sucursal en Quito. Por lo que ahora están revisando lugares propicios.

    Insignia

    “El sabor es nuestra insignia”

    María Dolores García. Administradora del local

    Desde octubre del año pasado iniciamos junto a Sonia Vera con este sueño. Yo ayudé a la emprendedora en tema logístico para que en noviembre pasado, La Tejedora Manabita abra sus puertas.

    Me encargo de la administración del local. Entre mis funciones se destacan el relacionamiento con los proveedores, el manejo del personal, controlar la calidad y producción de los platos montuvios. Y cuando tenemos demasiados clientes, que usualmente es en fin de semana, hago de anfitriona.

    El tema gastronómico siempre ha sido importante en nuestra familia procedente de Portoviejo. Y pese a que algunos años viví en Venezuela, las recetas montuvias siempre estuvieron presentes. Con este proyecto, la idea es posicionar la gastronomía de la provincia de Manabí. Para esto, y paso a paso se analiza pensar una nueva sucursal en Cumbayá o Guayaquil, y también la idea es mantener una marca registrada de algunos productos.

    Sonia Vera es gerente propietaria del local que funciona en el norte de Quito. Su estrategia es recuperar las recetas manabitas y ofrecerlas a los comensales de la capital. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Sonia Vera es gerente propietaria del local que funciona en el norte de Quito. Su estrategia es recuperar las recetas manabitas y ofrecerlas a los comensales de la capital. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • La tradición Puruhá inspiró su negocio

    Cristina Márquez  (F)
    Contenido Intercultural

    Las blusas de la cultura Puruhá bordadas a mano son la especialidad de Vispu, una empresa dedicada a confeccionar y comercializar ropa y accesorios indígenas. La marca se caracteriza por sus escotes, transparencias y diseños que conservan la identidad cultural y, a su vez, son modernos.

    La empresa también ofrece fajas tejidas a mano por los artesanos de Cacha, una parroquia situada a 20 minutos de Riobamba, calzado decorado con motivos andinos, shigras, wangos (cintas para el cabello) y demás accesorios.

    Franklin Janeta y su familia son los propietarios del negocio que se inició en el 2008. En esa época la moda andina no era valorada en el mercado y las jóvenes de las comunidades conservaban su anaco, pero utilizaban blusas de la cultura occidental.

    “Es que no había innovación. Nadie pensó en los cambios y en las nuevas preferencias del mercado”, cuenta Janeta. Él estudiaba Contabilidad y Auditoría en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, cuando se decidió a iniciar el emprendimiento para solventar sus estudios.

    Al arrancar el negocio, Janeta solo contaba con cinco metros de tela, varios ovillos de lana de colores y los conocimientos sobre bordados que aprendió de su madre, Manuela Pilco. Ella también es oriunda de Cacha, una parroquia famosa por la tradición de los artesanos que manufacturan prendas de vestir. Las primeras blusas que elaboró las difundió en hojas volantes y así consiguió su primer pedido. Al poco tiempo recuperó su inversión de USD 60 y recibió más pedidos para almacenes y boutiques.

    Un préstamo de USD 300 le ayudó a capitalizarse. Adquirió máquinas de coser, una variedad de telas y mas accesorios para decorar sus diseños. El negocio tuvo buena acogida que unos meses después pudo contratar a otras 30 mujeres para bordar las blusas.

    Un plan de negocios que elaboró como parte de un proyecto universitario le motivó a oficializar su firma y registrar y patentar la marca Vispu, por la abreviatura del eslogan: ‘Viste Puruhá’.

    “El objetivo era competir con otras prendas originarias que ya había en el mercado, pero todas llegaban de Imbabura y no tenían las características de nuestra cultura”, recuerda el emprendedor.

    En un inicio él visitaba los locales comerciales y tiendas para mostrar su catálogo. Para el 2010 abrió su primer local, situado en el centro de Riobamba, también invirtió USD 49 000 en una máquina industrial de costura y abrió un taller en Quito.

    Actualmente hay cuatro tiendas de la marca en Chimborazo y una en Quito. Vispu distribuye las prendas de vestir en Tungurahua, Bolívar, Pichincha, Carchi y Guayas. Las reinas, novias, quinceañeras y ejecutivas de las cooperativas de ahorro y crédito son sus principales clientes en esas provincias.

    Las Cooperativas de Ahorro y Crédito Fernando Daquilema y Minga, por ejemplo, invierten cerca de USD 6 000 anuales en uniformes para sus ejecutivas. Sus clientes también están en el extranjero, por lo que ocasionalmente se hacen envíos a Venezuela, Colombia, EE.UU. y España.

    En el 2014, Franklin contrajo matrimonio con Sara Hernández. Ella se sumó a la empresa y se amplió el menú de servicios. Ahora Vispu ofrece atención personalizada para eventos especiales como matrimonios y reinados.

    Hernández se especializa en maquillajes y peinados de estilo andino que combinan con los trajes. El servicio se realiza a domicilio y se caracteriza por la naturalidad, neutralidad y elegancia de los tonos y sobriedad de los peinados.

    Los ajuares de novias también son especiales. Se bordan figuras de la cosmovisión andina que representan a la mujer y su relación con el entorno, como flores y chakanas, y se decoran con piedras brillantes, lentejuelas y chaquiras. Estos atuendos cuestan entre USD 400 y 600, y si la cliente desea, se puede incluir el servicio de maquillaje y peinado.

    Vispu  

    Este emprendimiento arrancó en el 2008. Elabora prendas de vestir y accesorios que destacan esta cultura.

    Las cifras, en breve

    Las ventas. Vispu factura mensualmente un promedio de USD 10 000.
    Los productos. Las blusas cuestan entre USD 25 y 450.
    La oferta. El calzado con motivos andinos cuesta entre USD 10 y 35.
    El mercado. Vispu distribuye las prendas de vestir en Tun­gurahua, Bolívar, Pichincha, Carchi y Guayas.
    Actos especiales. Los ajuares de novias también tienen sus particularidades. Se bordan figuras de la cosmovisión andina que representan a la mujer y su relación con el entorno,

    Los emprendedores Sara Hernández y Franklin Janeta, en uno de sus locales ubicado en Riobamba.Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los emprendedores Sara Hernández y Franklin Janeta, en uno de sus locales ubicado en Riobamba.Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La tradición familiar se conserva en sus productos

    Redacción Quito (I)

    Para las tres hermanas Grijalva, el amor por la comida fue algo que heredaron de su madre, María del Carmen Álvarez. Ellas recuerdan que en su hogar todos se reunían alrededor de los alimentos realizados con las ‘recetas de la abuela’. Con el afán de compartir estos sabores caseros y desarrollar un negocio propio, su madre decidió crear Grial. Este emprendimiento se dedica a comercializar conservas, salsas y mermeladas artesanales.

    “Todos le alentamos a que empezara este negocio, porque queríamos que otras personas también sientan el amor que ella transmitía a través de su cocina, con esos sabores tan hogareños y típicos”, comenta María del Carmen Grijalva, gerenta de Grial.

    En el 2005, la madre de Grijalva empezó el negocio en la cocina de su casa, con dos empleados. Ellos empacaron los productos finales en pequeños frascos y en una canasta; Álvarez, salió a vender sus conservas de puerta en puerta. Tras ocho años de trabajo, en el 2013, la salud de la madre de Grijalva empeoró y por esta razón una de sus hijas asumió el negocio.

    “Esos años fueron difíciles, porque teníamos que balancearnos entre el cuidado de mamá y el negocio. Este año ella falleció, pero su legado y amor por la cocina sigue con sus hijas y la marca que creó”, cuenta Grijalva.

    En la actualidad, todas las conservas, mermeladas y salsas de Grial se realizan en una planta de producción de 200 metros cuadrados, situada cerca de la Mitad del Mundo, en el noroccidente de Quito. Dispone de un cuarto frío, cocinas industriales, bodega, marmitas y pasteurizadora, todo avaluado en alrededor de USD 100 000 de inversión. La planta produce un promedio de 10 000 kilogramos de alimentos procesados, mensualmente. Casi el 90% de los ingredientes viene de un solo proveedor, de Cotacachi.

    Entre los “productos estrella”, como explica Grijalva, se encuentran los tomates en aceite de oliva, las alcachofas y pimientos morrones. Estos y el resto de conservas se comercializan en tres presentaciones: de 250 gramos, 1 kilogramo y 3 kilogramos.

    “Todo lo hacemos de manera ­artesanal, manteniendo las mismas recetas de mi madre y de mi abuela. Es por esta razón que empleamos a 14 personas, ya que muchos de los procesos no pueden ser industrializados, pues perderían la esencia de lo que somos”, agrega Grijalva.
    Aparte de los operarios, las emprendedoras cuentan con una ingeniera en procesos, una contadora e Isabel Grijalva, hermana de María del Carmen, que desde hace un par de meses empezó a encargarse de las ventas.

    Los productos, desde su inicio, han sido comercializados en la cadena Supermaxi y los restaurantes El Español. En los supermercados solo tienen en percha tres tipos de conservas y mermeladas, aunque proveen también los productos por kilo, para la sección de delicatessen. Con el objetivo de afianzarse en el mercado local han ingresado en pequeñas boutiques y restaurantes, como Sel et Lumiere, en el norte de Quito.

    “Apuntamos a trabajar con Grial, ya que el producto es realmente de calidad. Tenemos un plato que utiliza todos los productos y aparte vendemos los frascos. En el momento, la gente está muy interesada y está saliendo bien el producto”, afirma David Zea, propietario de Sel et Lumiere.

    Las empresarias esperan agregar dos nuevas opciones de salsas a los 12 productos que ya poseen en su portafolio. Como explica Grijalva, lo único que las detiene son los procesos de registro sanitario, que han “durado más de año y medio y todavía no salen”. Con la salsa de tomate y pesto esperan brindar más opciones, tanto de sal como de dulce al consumidor.

    Isabel y María del Carmen Grijalva trabajan directamente en la empresa, su otra hermana ayuda con ideas y decisiones desde el exterior. Foto:  Paúl Rivas / LÍDERES.
    Isabel y María del Carmen Grijalva trabajan directamente en la empresa, su otra hermana ayuda con ideas y decisiones desde el exterior. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES.
  • Kronos: la tradición familiar está en la creación de nuevas fórmulas

    Thalie Ponce / LÍDERES

    Para saber gerenciar una empresa hay que empezar desde los bajos mandos. Es la filosofía de Renato Carló, gerente general de Kronos, una empresa familiar constituida por su padre, Nicolás Carló, en Guayaquil en 1977, que inició sus funciones en 1978.

    Este empresario recuerda que su padre trabajó como visitador médico y supervisor de Ecuador, Perú y Bolivia, para una firma farmacéutica, por más de 14 años. Paralelamente dirigía la Droguería Kronos en Guayaquil, una importadora de materias primas y preparaciones galénicas, creada en 1966 junto a su esposa.

    [[OBJECT]]En 1977, gracias a la experiencia adquirida a través de los años, decidió independizarse y fundar su propia empresa de producción y distribución de farmacéuticos. Para ello invirtió 400 000 sucres, equivalentes a USD 16 en la actualidad. Así surgió Kronos en Guayaquil.

    La firma inició en el km 8½ de la vía a Daule (norte). La planta tenía un área de 200 m² y trabajaban seis personas.

    Hoy, Kronos está ubicada en el mismo lugar donde empezó, pero tiene un espacio de 1 800 m², de los cuales 400 corresponden a la planta y 1 400 a bodegas. En el lugar laboran 180 empleados. De ellos, 20 pertenecen al área administrativa y 160 al área operativa.

    Carló cuenta que él y sus cuatro hermanos incursionaron en el negocio familiar desde corta edad. Sin embargo, no siempre pertenecieron al área administrativa. “Mi padre se preocupó porque aprendiéramos de todo, desde manejar equipos”.

    Actualmente, él desempeña el cargo de Gerente General y su hermano Luis, el de gerente financiero. Los hijos de ambos también están involucrados en la empresa y han empezado, igual que sus padres, desde los bajos mandos. Son Cynthia y Alison, hijas de Renato Carló, quienes se desempeñan como jefa de Personal y jefa de Logística, respectivamente; y Bruno y Valeria, hijos de Luis Carló, quienes también ocupan cargos administrativos.

    Alison Carló señala que trabajar en una empresa familiar tiene ventajas y desventajas. Como desventaja menciona el llegar a mezclar los lazos de afecto con el negocio. Sin embargo, dice que vale la pena ya que permite pasar más tiempo juntos.

    En la trayectoria de la firma ha habido momentos difíciles. Así lo recuerda el Gerente General. Cita la crisis del 2000 en el contexto de la dolarización en el país.

    Sin embargo, menciona que los problemas dieron cabida a búsqueda de soluciones que llevaron a la empresa a crecer cuando parecía imposible. “Ese año aumentamos las ventas en un 160%”, dice.

    Desde ahí esta compañía no ha dejado de crecer. Cada año ha ido aumentado su producción y ventas, llegando a facturar USD 8,7 millones en el 2010 y 9,6 millones en el 2011. Basados en este crecimiento y el aumento de la demanda de los productos más vendidos, como antibióticos y multivitamínicos, la proyección para este año es vender USD 11 millones.

    Carló cree que el éxito se debe a dos estrategias principales. La primera es la capacitación constante del personal y la segunda la rigurosidad en los procesos.

    Evelyn Villacís es la supervisora de aseguramiento y control de calidad de Kronos. Ella dice que los productos se revisan desde el momento que ingresan las materias primas. “Se realizan todos los análisis correspondientes para cada uno de ellos según las normas internacionales”.

    Alejandro Sáenz es subdirector de Salud e Higiene del Municipio de Guayaquil. Él afirma que desde el 2004 Kronos provee de medicinas antigripales, gastrointestinales y más, para el programa Más Salud del Municipio de la ciudad.

    Sáenz menciona que los productos que oferta Kronos son de calidad. Destaca el proceso y control de fabricación “Además, los precios son adecuados”, asegura.

    José Castillo es otro cliente de Kronos. Compra los productos desde hace 20 años. Resalta también la calidad.

    LA INSIGNIA

    ‘He podido crecer junto a esta firma’

    Giamnina Ruiz / jefa de producción

    Ingresé a trabajar en Kronos en el 2001 como jefa del área de inyectables. A lo largo de los años fui subiendo puestos, ya que luego se me dio también la responsabilidad del área de polvos orales en sachet. Más tarde me hice cargo del área de tabletas. Finalmente, en el 2009, pasé a ocupar el cargo de jefa de Producción, el cual desempeño hasta la actualidad.

    Mi experiencia en esta compañía ha sido muy satisfactoria. Desde el inicio, he tenido el apoyo de los directivos de la empresa. Además, nuestras labores son reconocidas a través de las evaluaciones.

    Uno de los aspectos importantes es la preocupación de los propietarios por la capacitación del personal. Todos los químicos tenemos entrenamientos técnicos constantes. Incluso este año voy a asistir a un entrenamiento en Estados Unidos.

  • Federer: la tradición del embutido suizo se mantiene por 47 años

    Redacción Quito Redaccion@revistalideres.ec

    En siete años, a los delicatesen de Federer no les ha ido nada mal. Estos puntos de venta directa, que combinan la distribución de embutidos y restaurante especializado en parrilladas, ya suman seis locales en Quito.

    A decir del venezolano, José Castillo, subgerente de la firma, Federer ya se ha ganado un nombre en el país por la producción de embutidos, y en Quito, por sus restaurantes. “En principio, cuando las personas veían el logo de Federer en nuestros locales lo asociaban con el tenista suizo; ahora ya somos reconocidos como lugares donde el cliente puede elegir qué corte de carne o embutido comer y se lo preparamos ese mismo instante”.

    Pero los noveles comensales de esta franquicia no se equivocaron del todo. Aunque esta marca no tiene nada que ver con el tenista, su historia se remonta a Suiza, cuando Marcel Federer y su espíritu aventurero le trajeron a Ecuador.

    Era 1963, José, hermano de Marcel Federer, en ese entonces representante en Ecuador de una empresa austriaca. Él le comentó que en el país existía mercado para que desarrolle su oficio de elaborar embutidos. No lo pensó dos veces y tomó un barco y en ese año llegó al país.

    Dos años después, en 1965 comenzó a operar Federer. En esa época invirtió unos USD 40 000 para adquirir maquinaria y un terreno. Con cuatro empleados abrió su planta en Guápulo (oriente).

    Por la calidad de sus productos Corporación La Favorita comenzó a distribuir sus embutidos. La inversión en ampliación y mejoras de la planta comenzaron a crecer a la par de las ventas y los pedidos. En casi cinco décadas, la marca Federer se ganó un espacio en los supermercados y en los consumidores.

    Daniel Federer, actual gerente, asumió el negocio familiar en el 2008 y relevó a su padre, quien falleció en el 2011, comenta que la marca tiene un cliente definido, “que valora los procesos tradicionales y los buenos cortes de carne”.

    Pero en el 2005, Federer decidió entrar en un nuevo mercado: abrió un delicatesen en la Coruña y San Ignacio (norte). En principio, el modelo de negocio era distribuir directamente sus embutidos, pero sus clientes sugirieron que podrían instalar una parrilla y vender sus productos asados al carbón.

    Aceptaron el consejo y comenzaron a experimentar con su nueva línea de servicio. En ese año, llegó al delicatesen Castillo, a quien le atrajo el restaurante y vio potencial para que se convierta en una franquicia. Él, ya había tenido experiencia en esta área, con cadenas de comida y panaderías en Miami.

    Ahora, Castillo es socio de Federer. Sus locales de delicatesen registran un promedio de visitas de 750 personas al día. El negocio de los embutidos continúa paralelamente; su producción actual es de 85 000 kilos mensuales y su planta cuenta con 88 empleados.

    Santiago Molina tuvo durante 20 años una ferretería. Desde principios del año pasado decidió dejar este negocio y adquirir la franquicia para llevarla a Carcelén (norte). “Me pareció que tenía un gran potencial el negocio, por eso invertí USD 70 000 y no me ha ido mal”.

    Carlos Arroyo del Río es cliente desde hace unos 10 años de Federer. Él señala que el sabor y la variedad son el mayor valor agregado de esta marca. El mismo criterio tiene Juan Pablo Tola, que consume el producto desde hace cinco años. “La calidad es distinta, la morcilla de sangre es su especialidad”.

    Los servicios

    • Distribución.  Actualmente cuentan con un centro de ventas en Guayaquil, para abastecer de los productos en esa zona. Este punto se abrió en el 2001.
    • Para las parrilladas.  Federer también ofrece servicio de llevar la parrillada a hogares u oficinas.
  • Yanapi fabrica sombreros con tradición de 7 décadas

    Sebastián Angulo, Redacción Quito / LÍDERES

    El ambiente está plagado de vapor, ruidos de máquinas y telas que bosquejan lo que será un sombrero. Trabajadores concentrados buscan dar el toque final a sus creaciones; los pasillos de esta planta están llenos de nostalgia. Así es el ambiente de Yanapi, empresa que se dedica a la manufacturación de sombreros.

    Y cómo no va a estar plagada de nostalgia, si nació en 1926. En ese año, el italiano Ezio Bigalli Corbani llegó al país y se instaló en Guayaquil, para comercializar mármol de carrara y rafia florentina, un sombrero típico de Florencia (norte de Italia), que se elabora con trenzados de fibras sintéticas (polipropileno).

    Cuando llegó al país, una de las primeras costumbres que notó fue que el indígena de la serranía usaba sombrero. Ello motivó a que Bigalli incursionara en la fabricación de productos con otros materiales, como el fieltro, por ejemplo.

    A partir de 1942, Bigalli comenzó a fabricar los sombreros en una planta que instaló en el centro de Guayaquil. Esa compañía tomó el nombre de Industria Relacionada con Sombreros y Afines (IRSA) y se especializaba en sombreros y campanas (producto en bruto) de lana.

    En esa época trabajaban unos 10 operarios y durante unas cuatro décadas se mantuvieron con la fabricación de sombreros de fibras naturales. Además de comercializar en el mercado ecuatoriano, IRSA también enviaba sus productos a empresas de México y EE.UU.

    Consecuentemente, los hijos de Bigalli también se involucraron en el negocio. María Emilia Bigalli y su esposo, Julio Escudero, tomaron la posta de la empresa familiar, pero le dieron un giro. Este matrimonio decidió trasladar la planta de producción a Quito, a principios de la década de los ochenta.

    Con una inversión aproximada de USD 25 000 adquirieron una planta con una superficie de unos 550 m2, en el norte de Quito. En ese entonces cambiaron el nombre de la firma para darle una nueva identidad. Así nació Yanapi, que significa colada morada en quichua.

    Con unos 15 colaboradores la empresa continuó con la manufacturación de sombreros para la venta en el mercado local y también en el extranjero.

    Los pedidos crecieron y con ello la necesidad de incrementar la producción. Por ello, a principios de 1990 adquirieron una nueva fábrica en Chimbacalle (sur de la ciudad), por unos USD 30 000.

    En 1999 llegó la hora de la tercera generación de la familia y también de la innovación. Los hermanos Escudero Bigalli: Julio, Fernando, Fabrizio y Carlos pasaron al frente de la firma. Una de las primeras decisiones fue crear marcas.

    Para ello, implementaron un departamento de diseño que se encargó de renovar su catálogo de productos. Así nació Ezzio, una línea de sombreros más elaborados, con diseños vanguardistas. También incluía la utilización de nuevas materias primas, como la paja toquilla.

    La estrategia fue exitosa y ello motivó a crear otra marca: Bigalli. Esa firma se especializaría en mercados internacionales. Luego de continuos viajes y presencias en ferias con el apoyo del Instituto de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Pro Ecuador), lograron abrirse mercado en EE.UU., México, Chile, Alemania, Francia y España.

    Karen Espinoza, del Departamento de Ventas de Folklore Olga Fisch, que comercializa el producto de Yanapi, asegura que los sombreros de fieltro son los más buscados por los extranjeros, debido a que son de buena calidad e impermeables. Este local es cliente de Yanapi desde hace unos seis años. Al mes vende unas 20 unidades, en promedio.

    Asimismo, almacenes Cotopaxi vende las marcas que produce Yanapi. Raúl Benítez, su gerente, destaca la calidad, diseño y precio. Al mes, esta tienda vende unas 100 unidades.

    Luis López es el gerente de Humacatama, una fábrica de sombreros, en Quito. Él señala que desde hace seis años le compra el fieltro a Yanapi para fabricar sus productos. Añade que la materia prima es de «excelente calidad».

    La producción La materia prima.  Fabrica sombreros con fieltro de lana y paja toquilla. La materia prima se adquiere en Cuenca y Montecristi. Se importa la lana en bruto, para hacer el fieltro, comprado desde Argentina y Chile.

    Las cantidades. Actualmente la firma produce aproximadamente 90 000 sombreros anuales. En el caso de campanas, la producción asciende a 45 000 unidades mensuales.

    EL INSIGNIA

    Ricardo Chimba/He trabajado en todas las áreas

    Laboro en la compañía desde 1979. En principio, trabajé en la construcción de una casa de la familia. Julio Escudero me contó que iba a instalar una fábrica de sombreros y me preguntó si quería trabajar con él. Desde ese entonces he tenido varios cargos en la empresa. He trabajado por todas las máquinas que he conocido; he sido planchador, tinturador, jefe de área. Desde hace 10 años soy jefe de Mantenimiento y me encargo de que toda la maquinaria funcione perfectamente. El ambiente de trabajo es bueno, los jefes son correctos y puntuales en los pagos. Mi aporte para Yanapi es laborar siempre con esfuerzo, para que la compañía se mantenga. Gracias a ello he mantenido a mi familia.

  • Bolsos que lucen tradición y diseño

    Redacción Quito

    Los bolsos que surgen de Suspiro Taller combinan el conocimiento de los tejedores de Cotopaxi con la formación que Verónica Buitrón recibió en Italia y en EE.UU. Esta joven diseñadora ecuatoriana desarrolla un modelo de trabajo que beneficia a los artesanos; al mismo tiempo coloca sus diseños en ferias de ciudades estadounidenses como Austin y Chicago, así como en Quito.

    La historia de esta alianza de moda y tradición empezó cuando Buitrón, con estudios en diseño de modas en Italia y en The School of the Art Institute of Chicago, se vinculó con Propueblo, una organización con sede en Guayaquil que promueve el comercio justo.

    «Como diseñadora estoy consciente de que existen realidades y procesos sociales que hay que conocer. Este oficio no es cuestión de diseñar en una computadora, elaborar un prototipo y producir en serie», comenta en su taller ubicado en La Floresta, en el norte de Quito.

    Por su trabajo en Propueblo, Buitrón conoció a tejedores de Cotopaxi, específicamente en las comunidades de Cuicuno y Tilipulo. Allí aprendió el manejo de los telares y notó que los artesanos tenían una oferta de telas limitada.

    Entonces esta emprendedora se involucró con ellos y conoció sus métodos de trabajo, su entorno, y sus dinámicas sociales. Al mismo tiempo presentó el proyecto de Suspiro Taller en Kickstarter.com, una plataforma digital con sede en EE.UU. que financia iniciativas de corte creativo. La idea de Buitrón de trabajar con los artesanos recibió USD 15 000 para capacitación y producción.

    María José Zambrano, diseñadora que colabora en Propueblo, señala que Buitrón está logrando lo que siempre quiso. «En sus diseños hay mucha investigación y se apoya en personas que conocen de telas. La calidad de sus productos es muy buena y el trabajo que desarrolla con los tejedores es importante».

    En Cotopaxi valoran el trabajo y las enseñanzas compartidas por esta diseñadora. Juan Barahona, representante de la Cooperativa de Tejedores Artesanales de Cuicuno, cuenta que alrededor de 15 personas están dedicadas a tejer con las técnicas que propone Buitrón. «Ella se interesó por nuestro trabajo, tiene propuestas interesantes y ahora tenemos muchas expectativas: queremos incorporar a más tejedores y así mejorar la calidad de vida de la comunidad».

    En la actualidad, los artesanos de Cuicuno tienen una oferta de 26 variedades de telas. El incremento es resultado del trabajo hecho con Buitrón, señala Barahona. En el proceso que se cumple con los artesanos, la creadora de Suspiro Taller tuvo la colaboración de la estadounidense Chelcie Laggis y de la peruana Daniela Calmet. La primera es especialista en tejidos y la segunda domina la producción de tintes naturales.

    Desde que arrancó el proyecto se han invertido unos USD 20 000, que incluyen lo recaudado en Kickstarter.com; además se han diseñado y confeccionado alrededor de 700 bolsos.

    Hoy, estos artículos elaborados a mano con conceptos de comercio justo tienen demanda en ferias de EE.UU. En ese país, explica Buitrón se valoran mucho las artesanías y los productos elaborados bajo asociatividad. «El estadounidense se encanta por el hilado y tejido a mano, por los tintes naturales. Es un producto de alto valor agregado».

    Los bolsos también se comercializan en la página web de Suspiro Taller y en ferias artesanales y de diseño, en Quito o sus alrededores. Una de las más recientes fue el Grand Bazaar, en Cumbayá.

  • La tradición nacional llegó a estos helados

    Redacción Quito (I)

    Los sabores tradicionales de Quito y Ecuador como el morocho, el café o la colada morada fueron la fuente de inspiración de Ana García, para crear su iniciativa Dulce Placer, en el 2011.

    Este negocio que inició en San Pedro de Taboada en el valle de Los Chillos, elabora helados con harinas, cereales y frutas tradicionales, que se comercializan en tres locales ubicados en Quito.

    Con un capital inicial de USD 10 000, García compró refrigeradores, canastas de aluminio, materia prima y maquinaria necesaria para la elaboración de helados de cono, paletas, helados de crema y frozen yogur; todos 100% naturales, sin colorantes ni preservantes. Ella aprendió la técnica para elaborar estos helados en Inglaterra, hace un par de años. Al regresar a Ecuador decidió utilizar lo aprendido con materia prima ecuatoriana.

    Actualmente, la iniciativa cuenta con una variedad de 200 sabores entre los que se incluyen el chocho, el canelazo, la humita con café, la colada morada con guagua de pan, etc. Así también, cuenta con helados de temporada como el Quito Sour, producido con licor, para las fiestas capitalinas de diciembre.

    Dulce Placer elabora helados con splenda y fructuosa, especialmente para personas con diabetes, ya que no altera su glucosa. Dentro de esta línea ofrece 10 sabores entre los que se cuentan vainilla, guanábana, chocolate…

    Para Sonia Aguirre, clienta de la heladería, su línea de helados especiales puede ser consumida por su padre que es diabético y esto brinda un valor agregado adicional. Además, señala que adquiere los productos de Dulce Placer «por su gran calidad y sabor».

    Los precios oscilan entre los USD 0,80 y 1 75 en los de cono y 1 para las paletas. Su facturación mensual promedio alcanza los USD 3 000.

    Para la clienta Isabel Vivas lo que más le gusta de la iniciativa es la variedad de sabores. «El helado de colada morada es rico, tiene un sabor agradable y sobre todo es algo diferente que se puede brindar en cualquier reunión».

    El más reciente local se abrió en La Ronda, en el Centro Histórico de Quito. Este proyecto fue un trabajo en conjunto con el programa ‘Manos en La Ronda‘, que los incentivó con un espacio para la apertura de su local.

    Cifras

    La oferta. 200 diferentes combinaciones de helados realiza Dulce Placer, en la actualidad. Cada mes, desarrolla nuevos sabores.

    El equipo. En sus tres locales colaboran tres empleados y también se suma la familia de esta emprendedora.