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  • Tras las vacaciones debe primar la calma

    Redacción Guayaquil

    El retorno de las vacaciones al trabajo puede generar tristeza, falta de apetito, desconcentración, cansancio e incluso insomnio.

    Aunque se puede considerar que un colaborador viene ‘recargado’ de las vacaciones, esto no siempre es así.

    Dependiendo del nivel de estrés que hayan acumulado las personas, estas pueden sufrir un síndrome conocido como posvacacional en los primeros días de su reintegración a la jornada de trabajo.

    Andrés V. labora en una entidad financiera. Él tomó sus vacaciones durante un período de 15 días. Al retornar se sintió algo desmotivado, pues no podía realizar sus labores con total normalidad. «Ponerse al corriente en el trabajo luego de 15 días de ausencia es un poco difícil. Y más, cuando se está acostumbrado a trabajar a un ritmo rápido», comenta.

    Él tiene ocho colaboradores a su cargo y ha notado que ellos experimentan algo igual cuando retornan de sus vacaciones. «Normalmente noto una carga de estrés. Esto, debido a que tienen que adaptarse a su trabajo de manera casi inmediata», indica.

    Carlos Medina Grunauer, presidente de la firma Servicap y consultor en Recursos Humanos, comenta que es necesario que el empleador o jefe superior otorgue un tiempo para que el colaborador pueda adaptarse al ritmo de la jornada laboral. A fin de evitar que este se sienta desplazado o que la reintegración le afecte anímicamente.

    El estrés es el principal factor por el cual se desarrolla el síndrome posvacacional. «Es necesario que el colaborador permanentemente realice actividades externas al trabajo, como practicar algún deporte; de esa manera, podrá superar ese estrés», indica Medina.

    En el Ecuador, un 82% de los colaboradores regresa más cansado de sus vacaciones y le cuesta acoplarse a su rutina a la empresa e incluso a tares básicas o simples, según datos de la consultora Enterprises Consulting.

    Una de las causas pueden ser los excesos en los horarios previos al regreso al trabajo. Es decir, dormir pocas horas en las vacaciones y adoptar la costumbre de despertarse muy tarde esos días. El regreso a una rutina poco confortable, en donde el colaborador debe igualarse en el trabajo e incluso asumir las tareas que quedaron a cargo del reemplazo es una de las causas de ese síndrome posvacacional. A esto se suma la carga emocional de volver a un trabajo que no le apasiona al empleado, dice Ricardo Ortega, director de Enterprises Consulting.

    «Es muy importante que una persona labore en un trabajo que sea de su agrado o acorde con sus expectativas; de lo contrario, siempre que regrese de vacaciones experimentará una mala experiencia», señala Carlos Medina.

    Para evitar que el síndrome posvacacional afecte a los colaboradores es recomendable planificar un reinicio de actividades. Incluso, los primeros dos o tres días de reintegración se deben considerar como una etapa de preingreso.

    «Se debe retomar el hilo del trabajo poco a poco, de una forma planificada sin causar estrés o llenar de tareas al trabajador», indica Medina. En los tres últimos días de vacaciones se recomienda retomar la rutina del horario de trabajo. Además de recordar por qué trabaja en ese lugar para que el retorno sea un gusto.

    Consejos al retornar
    La prevención.  El estrés no es catalogado como enfermedad, sin embargo es mejor asimilar la presión interna.

    No dejar tareas pendientes. Esto puede afectar a las vacaciones, pues constantemente estaría pensando en ello.

    Organizar el tiempo y dinero. Planear las vacaciones, para que no generen estrés y preocupación económica.

    Planificar el regreso. Si la persona viajó, hay que tratar de regresar un día antes de reintegrase a la jornada laboral.

    Reintegrarse progresivamente. Tomarse un tiempo para realizar las tareas importantes; no es recomendable hacer todo el primer día al reintegrarse.

    El especialista
    

    Arturo Castillo / Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes

    
    Síndrome posvacacional: su cura

    El ser humano pareciera irremediablemente condenado al malestar. No importa lo que haga o intente hacer, siempre hay algo que obstaculiza su camino hacia la plenitud.

    En realidad, dicho con franqueza, está habituado a inventar alguna razón para frustrarse, para autosabotearse, para declararse víctima de las circunstancias.

    Cuando está cerca de sus objetivos, sentimientos de impotencia y de incredulidad le hacen retroceder, detenerse. «¿En virtud de qué tendría yo que ser feliz, experimentar una verdadera alegría», pareciera decirse a sí mismo.

    No está contento o satisfecho mientras trabaja; el aburrimiento y los condicionamientos le persiguen cuando es tiempo de descansar. Le encanta lamentarse, en cambio es pésimo para resolver los problemas propios de la existencia.

    Vive en un estado de vitalidad mediocre, deplorando sus carencias, mientras deja de disfrutar lo que tiene, lo que ha conquistado. En consonancia con todo esto, el llamado síndrome posvacacional es capaz de impedir que perdure en el ánimo lo rico de las vacaciones, porque no está bien ‘malacostumbrarse’.

    Efectivamente, la culpabilidad es un sentimiento bastante difundido en la sociedad contemporánea, que exalta la laboriosidad. Entonces, vacacionar, ¿cómo así? El descanso nunca parece tener justificación. Pero es necesario poner todo esto en perspectiva: cuando el individuo vive su trabajo como una tortura cotidiana, las vacaciones constituyen un alivio momentáneo, una escapatoria, de modo que el retorno viene a ser una experiencia dolorosa; es volver a la misma cosa. Solo de pensarlo, duele la cabeza, revuelve el estómago, se agria el carácter.

    Piénsese en cambio en aquella persona que ama lo que hace. Quizás hasta se resista a tomar vacaciones; y cuando regresa de ellas, siente que está de vuelta a su esencia, al disfrute de su vocación.

    El síndrome posvacacional seguramente pega con fuerza a quienes han escindido su vida entre lo satisfactorio del trabajo y el martirio de tener que trabajar. Todo esto es sintomático del desen­canto con que los individuos afrontan su existencia, con un dualismo que confronta violentamente todo lo que hacen.

    LA FRASE:
    «El síndrome posvacacional es capaz de impedir  que perdure en el ánimo lo rico de las vacaciones…»

  • La mejor fecha para elegir vacaciones es…

    Redacción Guayaquil

    De acuerdo con el Código del Trabajo de Ecuador vigente, todo trabajador tiene derecho a gozar cada año de «un período ininterrumpido de 15 días de descanso, incluidos los días no laborables». Para hacer uso de este derecho, el empleado debe haber trabajado un año de corrido en la empresa.

    No obstante, a lo largo del año suelen presentarse oportunidades de viaje o circunstancias de otra índole que puedan alterar esa planificación previa. Entonces, cabe la pregunta: ¿cuándo deben establecer los colaborados la fecha en la que desean tomar sus vacaciones? El catedrático universitario y experto en derecho laboral, Gerardo Apolo, asegura que el Código del Trabajo, además, obliga a las empresas a tener armado, a inicios de año, el cronograma de vacaciones de todo el personal.

    Todas las empresas deben presentarlo las primeras semanas de enero. Esto quiere decir que los colaboradores deben indicar, desde el primer mes, cuándo gozarán de este beneficio, a pesar de que esta fecha sea a finales del mismo año.

    Apolo explica que esta medida se tomó, ya que algunas firmas exigían a sus empleados que tomen el período de descanso, como una manera de suspender la relación laboral, sin que signifique un despido intempestivo. Por eso -afirma- es fundamental que los colaboradores sean quienes elijan con anticipación cuándo tomarán el descanso.

    Pero, ¿qué pasa con quienes ‘guardan’ estos días para algún imprevisto o los seleccionan con base en ofertas específicas de viaje? Por ejemplo, María José R. labora en una farmacéutica y administra dos laboratorios en Salinas (Santa Elena). Dice que, la mayoría de veces, utiliza sus vacaciones para viajar fuera del país.

    Ella debe indicar desde principio de año cuándo lo hará, para ajustarse al cronograma de la empresa. Así también, el personal que está a su cargo, le indica con anterioridad el mes en el que tomarán el descanso.

    Rosalinda Villalva es la gerenta de Consultoría Gerencial, una firma que brinda asesoría en recursos humanos y administración. La experta señala que la comunicación es esencial para llegar a un acuerdo en estos casos. Recomienda que el colaborador presente una fecha tentativa o un plazo en el que desea tomar sus vacaciones, para que el empleador pueda armar el calendario y planificar. Pero agrega que es indispensable que el colaborador comunique a su empleador, que la fecha establecida podría variar, en caso de presentarse una oportunidad de viaje.

    Es fundamental que el colaborador converse con anticipación, dice Villalva, ya que esto ayuda a la proyección de la agenda de trabajo de una empresa. Por ejemplo, le permitiría seleccionar un reemplazo, en caso de ser necesario. «La buena comunicación y la confianza harán que se eviten conflictos. Porque muchas veces se pueden generar resentimientos si las situaciones no se producen como una de las partes lo desea», asevera.

    El artículo 73 del Código del Trabajo dice lo siguiente: En el contrato se hará constar el período en que el trabajador comenzará a gozar de vacaciones. No habiendo contrato escrito o tal señalamiento, el empleador hará conocer al trabajador, con tres meses de anticipación, el período en que le concederá la vacación.

    Apolo explica que a pesar de estar planificadas, las vacaciones se pueden tomar en otra fecha, usualmente por dos situaciones. La primera -asegura-, se da cuando el empleado solicita al empleador postergarlas o adelantarlas, con una justificación, que puede ser de carácter personal como laboral. La segunda, cuando el empleador le solicita al trabajador el cambio de la fecha, debido a circunstancias internas de la compañía.

    En cualquiera de los dos casos, una de las partes de puede negar y la otra tendrá que atenerse a la respuesta. Así, el empleador podría negarle al colaborador salir de vacaciones en una fecha posterior o anterior a la establecida. O viceversa.

    El Código también establece pautas en este asunto: «Cuando se trate de labores técnicas o de confianza para las que sea difícil reemplazar al trabajador por corto tiempo, el empleador podrá negar la vacación en un año, para acumularla a la del año siguiente». De ser así -señala la norma-, si el trabajador no llegare a gozar de las vacaciones por salir del servicio, tendrá derecho a las remuneraciones correspondientes a las no gozadas, con el ciento por ciento de recargo.

    El Código del Trabajo
    Sobre la acumulación de las vacaciones.  El trabajador podrá no hacer uso de las vacaciones hasta por tres años consecutivos, a fin de acumularlas.

    Vacaciones no gozadas.  Si el trabajador no hubiere gozado de las vacaciones tendrá derecho al equivalente de las remuneraciones que correspondan al tiempo de las no gozadas, sin recargo.

    Para los trabajadores que manejan fondos.  Si el trabajador que maneja fondos hiciere uso de vacación, podrá dejar reemplazo bajo su responsabilidad y previa aceptación del empleador. Si el empleador no aceptare el reemplazo, cesará la responsabilidad del trabajador en goce de vacaciones.

    El especialista
    Arturo Castillo / Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes (arturocastillo1@yahoo.com)

    Vacaciones: ¿las elige la empresa o el empleado?

    El derecho a las vacaciones laborales no es, obviamente, un asunto de libre albedrío, como podría pensarse. Los trabajadores no pueden decidir cuándo tomarlas, en función de sus necesidades. Son las empresas las que tienen el control, las que establecen las reglas, a partir de sus cronogramas, de la disponibilidad de personal, entre otros factores.

    En todo caso, no deja de ser paradójico que no solo el tiempo laborable sino también el de ocio pertenezca a las empresas. Efectivamente, el convenio de trabajo implica dar el propio tiempo en alquiler para realizar tareas por las que se recibe una determinada remuneración.

    Sin embargo, el goce de las vacaciones también está regulado por el patrono, de ahí los eventuales regateos cuando algún empleado quiere hacer uso de su período de descanso.

    Naturalmente, en circunstancias puntuales, la negativa y el aplazamiento de las vacaciones pueden tener justificaciones operativas, pero también pueden deberse a una demostración de poder, al alarde de ‘será cuando yo lo decida’.

    Lo cierto es que la sujeción laboral implica la resignación del manejo del tiempo personal, en pro del bienestar y la estabilidad. El contrato social se basa en este hecho, en una generalizada co-dependencia, en la estructuración del tiempo de modo que beneficie a otros.

    En todo caso, las empresas deben actuar con buen criterio, evitando conflictos innecesarios, argumentaciones que indispongan a sus colaboradores.

    Por ejemplo, si un trabajador da signos de cansancio crónico, con la consecuente pérdida de productividad, de enfoque, si tiene actitudes que crispan las relaciones con sus compañeros, lo prudente sería facilitarle sus vacaciones.

    Ahora bien, si la finalidad es que el sujeto se renueve, que recupere el entusiasmo y el rendimiento, convendría ‘aislarle’, desconectarle de todo.

    De otra parte, el disfrute del ocio tiene que ver con la ocasión, con la posibilidad de compartirlo, especialmente con la familia. Lamentablemente, las vacaciones, para la generalidad de los trabajadores, son solo un tiempo de no trabajo, mientras que la recreación y el disfrute parecen inalcanzables.

    LA FRASE:
    ‘Las empresas deben actuar con buen criterio, evitando  conflictos innecesarios y sin indisponer al colaborador’

  • Las vacaciones de fin de año son un acto de renovación

    Arturo Castillo. Especial para LÍDERES

    Por una u otra razón, el gerente es un personaje en el ojo del huracán. Todo lo que haga o deje de hacer será motivo de comentarios y murmuraciones; servirá como referente, inspirará o desalentará.

    Habrá quienes consideren que el gerente hace muy poco, que solo sirve para ‘figuretear’, que se aprovecha del esfuerzo ajeno para lucirse con sus superiores. Otros, en cambio, verán en él un ejemplo de esfuerzo y dedicación, aceptarán de buen agrado su liderazgo.

    En cualquier caso, el trabajador común no entiende por qué el gran jefe disfruta de tantos privilegios, por qué le pasan tantas cosas buenas: gana superbién, tiene algunos beneficios extra; entra y sale cuando quiere, sin dar cuentas a nadie, y como si todo eso fuera poco, goza de sus vacaciones en la mejor época: el fin de año.

    Obviamente, todas esas ‘injusticias’ tienen su razón de ser. Primeramente, no es fácil ser gerente, cargar con todo el peso de la responsabilidad; ser quien toma las decisiones cruciales, quien tiene que presentar al Directorio los planes y proyectos, las estrategias, el balance de logros. La persona que afronta las amenazas, el individuo cuyos olfato y talento son cruciales para aprovechar las oportunidades de crecimiento.

    En suma, son demasiadas responsabilidades, que algún rato podrían llevar al individuo al agobio, al cansancio crónico. No solo eso, quizás lleguen a comprometer su estabilidad familiar, talvez hasta se vuelva un ‘workalcoholic’. Sin embargo, parte de su entrenamiento personal consistió en hacer frente a situaciones críticas sin colapsar u optar por abandonar el frente de batalla, dejando a su equipo inerme, la empresa a la deriva.

    También los propietarios de empresas y negocios tienen por estrategia ‘desenchufarse’ de todo el fin de año. Hay razones prácticas, como el cierre del año fiscal, el notable descenso de la actividad comercial luego de la locura navideña.

    Pero no deja de ser menos importante el cierre mental del año, que pudo no ser del todo satisfactorio, y que se quiere ‘olvidar’, dejar atrás para empezar desde lo fresco, con ánimo renovado y positivo. Contrariamente, quizás fue un año exitoso, en cuyo caso, hay razones para acogerse a un justo descanso, como el labriego que recoge los frutos de una buena cosecha.

    Esto del fin de un ciclo y el inicio de uno nuevo no es un asunto contemporáneo. Esa idea acompaña al hombre desde siempre. El caos y la renovación, el ‘fin del mundo’ y su restauración, el retorno al estado primigenio, la obsolescencia y la regeneración; un nuevo orden que surge de aquello que ha cumplido su ciclo.

    Intuitivamente, o conscientemente, los individuos y las organizaciones se disponen al movimiento, al renacimiento. En ese sentido, el ‘ritual’ de las vacaciones, el paréntesis a la frenética actividad, especialmente si son para dar la bienvenida al año nuevo, contribuyen esa restitución del ánimo y del cuerpo.

    El año nuevo es, a la vez, un proceso alquímico. Ese ‘corte’ del tiempo tiene una fuerte influencia, una connotación no solo simbólica sino también práctica. No es solo un hacer de cuenta ‘como si’, sino realmente experimentar la fuerza del cambio, el efecto de un tiempo cualitativamente distinto, de un inicio que augura prodigalidad.

    Es a partir de esta intuición, latente en el inconsciente colectivo, que el hacer algo a partir del año nuevo tiene una fuerza insospechada para la psiquis.

    Naturalmente, ni los gerentes ni las empresas están en dominio de estos principios que gobiernan la mente y la conducta; sin embargo, en la vida habitual y cotidiana, muchas de las decisiones ‘conscientes’, pensadas y reflexionadas, están moduladas por el inconsciente profundo.

    Surge, necesariamente, la pregunta: ¿está, entonces, el privilegio del ‘renacimiento’ reservado solo para la gente ‘importante’? De ninguna manera. En realidad, todo ser humano tiene la ilusión de que es capaz de manipular el tiempo, usándolo a conveniencia.

    La medición occidental del tiempo, que ha impuesto un inicio y un final del tiempo, el año calendario, tiene una larga historia evolutiva. Más precisamente, en el hecho individual, cada persona tiene un punto de inicio, un punto de inflexión: su fecha de nacimiento, su venida al mundo.

    Pero aparte del cumpleaños, cuenta con otros eventos y fechas fuertes, referenciales, que marcaron inicios de vital importancia: la graduación, el matrimonio, el inicio de la vida profesional, un viaje ‘sin retorno’, la apertura de un negocio, la superación de una enfermedad, el estreno de la paternidad, la primera experiencia amorosa, entre otras tantas circunstancias que revelaron un ‘nuevo mundo’. Es decir, el sujeto puede establecer para sí mismo hitos temporales y usarlos como fórmulas de transformación, para provocar cambios sustanciales en su evolución personal, que le sirven como reminiscencias de los tiempos gloriosos personales.

    Pero ya en el ámbito organizacional, se espera que el equipo responda a la altura, que sea capaz de afrontar la ausencia momentánea del líder sin resquebrajamientos. Habrá, idealmente, un segundo a bordo que tome el relevo.

    El efecto Tiempo de espera.  Si las vacaciones lograron el efecto renovador deseado o no, se verá en los primeros días de la reincorporación al trabajo.Una posibilidad. Si el sujeto siente que su regreso es solo el primer día de lo mismo, le espera un largo año de tortura…Lo temporal.  Toda persona puede establecer para sí mismo hitos temporales y usarlos como fórmulas de transformación, para provocar cambios sustanciales en su evolución personal.

  • El empleado ‘quemado’ es menos productivo

    Carolina Enríquez. Redacción Quito / LÍDERES

    ‘Burned out’. Así se conoce en el mundo de los recursos humanos a uno de los principales efectos que se genera en los trabajadores cuando la empresa no le permite tomar sus vacaciones.

    El ‘burned out’ es un trastorno emocional, que también puede generar problemas de salud físicos, derivados del exceso de trabajo y de la imposibilidad de tener un tiempo anual para distraerse y dejar a un lado las actividades laborales.

    Pablo Suasnavas, decano de la facultad de Seguridad y Salud ocupacional de la Universidad SEK, explica que en el país este es un fenómeno cada vez más común, principalmente en las ciudades.

    «En mi experiencia como consultor he tenido casos, en muchas organizaciones, de personas en esta situación. Lamentablemente, a escala nacional no se lleva una estadística de cuántos trabajadores, exactamente, enfrentan patologías por la imposibilidad de vacacionar».

    Sin embargo, este catedrático cree que al menos seis de cada 10 empleados enfrentan condiciones de agotamiento físico y mental. Esto ocurre por aplazar las vacaciones o por no poder utilizarlas cuando es necesario.

    Esto, a su vez, impacta en las firmas. Se reduce la productividad, se generan problemas en las relaciones entre compañeros; además se eleva el riesgo de accidentes laborales. De hecho, las probabilidades de que un empleado enfrente esta última situación crece en un 50% cuando está agotado y no ha salido de vacaciones.

    El impacto no solo es para las empresas, sino también para la persona. Esteban Prado, sicólogo clínico y laboral, ‘coach’ certificado, indica que entre los efectos del agotamiento están los problemas familiares y de pareja, irritabilidad, menor capacidad de atención, etc. A nivel físico, los principales problemas son gastritis, impactos en el sistema nervioso, etc.

    Fernando E., quien tiene un cargo de jefatura en una empresa inmobiliaria, reconoce que tiene mal carácter debido a esta situación. Él ha acumulado vacaciones por más de tres años, trabaja todos los feriados y solo descansa un día a la semana. «Es agotador en muchas ocasiones, pero cuando se necesita el dinero se tiene que hacer el trabajo. Uno, además, ya se acostumbra. Pero, usualmente, sí suelo pasar bastante mal genio».

    Precisamente, las personas que ocupan cargos de confianza y los ejecutivos son los que más enfrentan la imposibilidad para salir de vacaciones, debido a sus actividades, o a tener menos espacios fuera de las actividades laborales. Cinco de cada 10 colaboradores con cargos altos entran en ese grupo nada envidiable, según Suasnavas.

    El problema de todo esto es que las empresas se concentran en el tema de productividad y no en el concepto de capital humano. Ambos elementos deben estar unidos para un desarrollo óptimo de las compañías a escala nacional.

    A veces, por otro lado, son los jefes de los empleados, y no las empresas, los que impiden o ponen condicionantes para salir de vacaciones. Esto genera estrés en la persona por la presión de evitar conflictos con su superior y al mismo tiempo buscar un espacio de esparcimiento personal, explicó el sicólogo Prado.

    Legalmente, además, las vacaciones son un derecho adquirido. Una acción de este tipo podía generar denuncia del trabajador y multas para la compañía involucrada.

    La realidad del país

    En Ecuador. Según Pablo Suasnavas, las áreas en las que hay mayor impedimento hay para salir de vacaciones son la médica, de la construcción, de transporte, de seguridad, comunicación, etc.

    Estudios.  Un análisis hecho por la consultora Mercer, en el 2010, reveló que Ecuador es uno de los países que menos vacaciones tiene en el mundo. Los países europeos son algunos de los que mayor tiempo de descanso tienen, extendiéndose los periodos de asueto hasta por más de 30 días.

    Leyes.  El Código de Trabajo establece que en el sector privado los empleados tienen derecho a 15 días libres al año. En el sector público, en cambio, tienen derecho a 30 días de descanso

  • Vacaciones: quizás el año entrante

    Arturo Castillo. (O) Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes

    En general, las empresas son poco perceptivas respecto del estado de ánimo, nivel de energía, conexión intelectual y emocional con que sus empleados desempeñan las tareas. Desconocen, consecuentemente, métodos que ayuden a elevar y mantener el tono emocional, la actitud mental y la fortaleza física que se necesitan para un desempeño laboral óptimo.

    No es de extrañar, entonces, que el llamado ‘burn out’ constituya uno de los mayores problemas empresariales. Es que las organizaciones no entienden la incidencia de los ritmos, de los ciclos, de los picos de rendimiento y descenso de la productividad.

    En tiempos modernos las compañías cuentan con el recurso tecnológico, con la incondicionalidad de las máquinas, que producen más en menos tiempo.

    Es quizá por ello que muchas empresas pierden la perspectiva del trabajo humano, al considerar a sus colaboradores máquinas inteligentes, de las que se espera un alto rendimiento, aun a costa de su bienestar.

    A diferencia de las máquinas, los seres humanos están obligados a parar, a restituir la energía perdida, a repararse física y mentalmente, a riesgo de colapsar, de enfermar irremediablemente. De ahí que las pausas sean absolutamente necesarias.

    Sin embargo, muchas empresas manejan las vacaciones de sus trabajadores como un trámite administrativo cualquiera, para llenar una exigencia legal.

    Pasa con alguna frecuencia que las compañías posponen el descanso de los trabajadores ‘indispensables’, concediéndoles uno que otro día, con cuentagotas. Las razones son de diverso orden: proyectos a medio camino, falta de personal capacitado para dar continuidad a procesos; jefes que se sienten perdidos si alguno de sus subalternos llega a ausentarse.

    A la postre, el perjuicio es individual y empresarial. El sujeto experimenta agobio y saturación, la rutina obstruye su creatividad. La organización ve comprometido el clima laboral con situaciones conflictivas, emociones desbordadas, estrés colectivo; ánimo de sabotaje, constantes errores, olvidos ‘involuntarios’.

    Las firmas deben instar a los trabajadores a que se acojan a su receso anual. No deben caer en la tentación de canjear las vacaciones por dinero, aunque sus colaboradores estén dispuestos. La plata no les devolverá el entusiasmo para trabajar.