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  • ‘La violencia de pareja es un costo para la empresa y el Estado’

    PEDRO MALDONADO O. Redacción Quito / LÍDERES

    En el Ecuador más del 50% de los créditos aprobados son para microempresas cuyas propietarias son mujeres. El dato indica que invertir en ellas puede crear un espiral importante de desarrollo y riqueza para el país.

    Sin embargo, las mujeres que emprenden enfrentan un obstáculo social: la violencia. El estudio ‘Los costos e impactos económicos de la violencia para las empresas y microempresas‘, encargado por la agencia de Cooperación Alemana a la Universidad San Martín de Porres (Perú), revela datos como que en Ecuador, 50 de cada 100 propietarias de microemprendimientos han sido víctimas de violencia por parte de sus parejas. Esta situación, a más de ser un problema social, genera pérdidas económicas a las microempresarias y a sus negocios. Viviana Maldonado, coordinadora nacional del Programa Regional Combatir la violencia hacia la mujer (ComVoMujer), de la Cooperación Alemana, explica qué ocurre cuando la violencia llega a los emprendimientos.

    ¿Cómo surge el estudio ‘Los costos e impactos económicos de la violencia para las empresas y microempresas’?
    El estudio nació en Perú el año pasado. Se habló con gerentes y colaboradores de cerca de 200 empresas medianas y grandes para mirar cómo incide en el sector productivo la violencia que sufren las mujeres.

    ¿Qué se detectó con el estudio?
    El estudio en Perú nos mostró índices de la problemática de la violencia y su efecto en la productividad de las empresas. Se advirtieron factores como el ausentismo y el presentismo, es decir cuando las mujeres que están afectadas van al trabajo, pero no rinden. En Ecuador se decidió hacer el mismo estudio, pero enfocado en microempresas. Se escogió ese segmento porque contamos con el apoyo de la Cámara de Comercio de Quito. En este gremio se advirtió que las socias se atrasaban en el pago de sus cuotas a la Cámara. Se pensó que la violencia podía estar afectando a las microempresarias. Se indagó y se encontró que existían negocios que cerraban por problemas de violencia de pareja.

    ¿Pero en principio se manejó a la violencia de pareja solo como una hipótesis de la Cámara de Comercio?
    Exactamente. Por eso empezamos a trabajar con la Cámara de Comercio (CCQ) y Market para ver qué pasaba con las socias. Entonces detectamos que casi el 60% de esas 800 socias es víctima de la violencia de pareja.

    ¿Ese porcentaje se puede repetir en otros sectores productivos, más allá de las microempresas asociadas a la Cámara?
    Claro. Lo que hicimos con la CCQ y Market fue utilizar los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres, así como datos del Censo Económico del 2010. A eso se sumó la información que obtuvo un equipo de la Universidad San Martín de Porres. Así logramos el estudio que ahora se hace público.

    ¿Los gremios productivos tienen alguna responsabilidad en este problema?
    Las cámaras de la Producción son un sector importante que se puede involucrar para mirar y analizar lo que dice el estudio. Todo emprendimiento permite desarrollo y su impacto en la economía del país sería mayor si se toman en cuenta factores como el papel de las mujeres emprendedoras que sufren violencia. Con el estudio tratamos de incentivar que la empresa privada acceda a datos crudos y duros, y que sepa lo importante que es invertir en mujeres, tanto en sus emprendimientos así como en la prevención de violencia. Esta realidad genera una brecha que además incide en los costos de una empresa. Se pierde tiempo, dinero y se generan costos para las microempresarias, para los emprendimientos, para los gremios que las asocian.

    ¿En el estudio se detectaron iniciativas públicas o privadas que aborden la violencia entre parejas y que incidan en la economía?
    En Ecuador se está trabajando con la CCQ. En Perú se está trabajando en el tema con firmas de sectores como el farmacéutico o el pesquero. El estudio de Perú demuestra que el agresor también genera costos para la empresa en la que trabaja. Esto ocurre porque quien agrede a su pareja pide permiso para acompañarla en sus tratamientos en hospitales, lo que ocurre por un sentimiento de culpabilidad. Pero también utiliza su tiempo para acosar a su pareja. Y las horas que deja de trabajar implican costos para la empresa. En países como Canadá, por ejemplo, existen terapias que las paga la empresa y el Estado.

    ¿En Ecuador también se reparte el costo de la violencia de pareja entre la empresa y el Estado?
    El costo se asume aunque no directamente. Además esta situación, que es real, aún no se evidencia ni para el Estado ni para la empresa privada. No se ha calculado cuanto le cuesta al Estado, pero sí es un costo. Por ejemplo, las denuncias en juzgados representan gastos que a la final los asume el Estado. Entonces vemos que la violencia de pareja es un costo para la empresa y para el Estado.

    El estudio en Ecuador está enfocado en la microempresa. ¿Saben de casos de violencia en otros sectores productivos?
    También trabajamos con el sector floricultor, que tiene un importante porcentaje de mano de obra femenina en el área rural. Trabajamos con cerca de 18 floricultoras y detectamos que el 56% de esa mano de obra ha sufrido violencia con su pareja. También existen estudios con el sector maderero.

    ¿Luego de este estudio qué se puede esperar en el sector privado y el público?
    Esperamos que más empresas puedan tener esta información y que tomen acciones como parte de su responsabilidad social. Mientras más se previene se logran mejores resultados y las microempresas y las empresas pueden crecer. Queremos motivar a que las empresas inviertan en prevención de violencia de género porque van a obtener mayor productividad y rentabilidad. Se requieren programas sencillos y de bajo costo.

    ¿Qué tipo de inversión se necesita?
    Capacitación interna, atención a socias de gremios, que sepan cómo direccionar este problema. Así se generan herramientas para que las mujeres tengan mayor capacidad de decisión sobre sus negocios y sus finanzas. Esto porque el estudio demuestra que la violencia no cesa a pesar de que la pareja se separa. Siete de cada diez mujeres emprendedoras separadas siguen sufriendo violencia por parte de su expareja. En ocasiones la situación es mucho más intensa y peligrosa.

    VIVIANA MALDONADO

    Cargo actual. Es coordinadora nacional del Programa Regional Combatir la violencia hacia la mujer, ComVoMujer, de la Cooperación Alemana-GIZ.

    Experiencia. Fue asesora técnica del Consejo Nacional de las Mujeres. Ha realizado y dictado varios cursos a nivel nacional e internacional, sobre Género y derechos de las mujeres.

    En las aulas. Tiene una maestría en Género y Desarrollo. También se desempeña como docente de la Universidad Politécnica Salesiana

  • Favor, no gritar dentro de la oficina

    Mariana Maldonado (I) El Universal de México (GDA)

    No es solo que alguien en la oficina -con mucho más frecuencia, un jefe- levante un poco la voz. Se trata de que él (o ella) formule gritos e insultos con un objetivo: lastimar.

    Quizá esa persona no es consciente ni siquiera de ello, o tampoco la víctima lo sea, pero gritar en el lugar de trabajo no es una costumbre; es violencia y por desgracia, suele ser la más común o al menos la más fácil de ejercer.

    Según una encuesta realizada en Reino Unido, 87% reportó haber sufrido violencia verbal. Burlas, insultos, provocaciones, amenazas. Se le ha llamado acoso o ‘bullying‘, o abuso verbal, pero en general, se cataloga como violencia en el trabajo y es sumamente dañina, incluso, al igual que los golpes.

    «La intimidación verbal puede ser tan perjudicial en diferentes maneras como el ‘bullying’ físico. Con este, la meta es degradar a la víctima, haciendo parecer al agresor dominante y poderoso», explica la organización Bullying Statistics.

    Una definición de este abuso es la formulada por el estudio ‘Verbal Abuse: The Words that Divide Impacto in Nurses and Their Perceived Solutions’, el cual lo define como cualquier comunicación a través de la conducta o tono o palabras que tengan como objetivo humillar, degradar o faltar al respeto, dejando al destinatario herido emocionalmente o personal y profesionalmente devaluado.

    Esta conducta, según el estudio, disminuye la felicidad e impacta directamente en la productividad. En general, las mujeres suelen resultar más afectadas.

    Otro estudio realizado por el Instituto de Gestión de la Salud de la Universidad Nacional de Taiwán demostró que entre las violencias estudiadas- psicológica, verbal y física-, la verbal y la psicológica fueron las más comunes.

    En ellas es 2,5 veces más frecuente la intimidación laboral según el Workplace Bullying Institute.

    En México no hay cifras detalladas sobre este tipo de violencia; sin embargo, una encuesta realizada por la OCCMundial en este país arroja una luz sobre el tema: 51% de los profesionistas mexicanos ha sufrido ‘bullying’ laboral.

    Entre ellos, 18,5% ha sufrido insultos o motes y 11% amenazas, dos manifestaciones incluidas en la violencia verbal.

    De la violencia medida por esta encuesta, 54% señaló que esta fue ejercida por compañeros, mientras que 46% aseguraron que venía de un superior.

    Junto al abuso verbal, suelen venir otros tipos de violencia como el maltrato repetido, las conductas abusivas por parte de jefes y colaboradores, la productividad saboteada por otros, la conducta psicológica y física amenazadora y la intimidación y humillación, según el Workplace Bullying Institute.

    Así, la violencia viene en conjunto y de hecho, describe una personalidad determinada. Especialistas coinciden en que este tipo de maltrato es más comúnmente ejercida de jefes hacia subordinados y de hecho, es una de las características que definen a un tipo de liderazgo denominado ‘tóxico’.

    Un documento publicado en la revista Workforce por Gillian Flynn describe a este tipo de líder. «El gerente que acosa, amenaza y grita. El gerente que de acuerdo con sus movimientos de humor determine el clima de la oficina en un día de trabajo», así es este tipo de jefe según este documento.

    Florencia Peña, antropóloga especializada en temas de ‘mobbing’ y acoso laboral, explica que este tipo de jefes suelen ser controladores, lo que les lleva a elevar la voz. «En esta necesidad de reafirmarse a sí mismos, ellos hacen todo bien y los demás siempre hacen todo mal, y una manera de demostrar que las cosas se les sale de control es gritar».

    Factores que influyen El salario.   La especialista Florencia Peña asegura que en México esta situación es crítica debido a las condiciones laborales que prevalecen en el país, entre las que se encuentra la pobreza del salario mínimo.

    La reacción laboral.  Peña indica que el maltrato verbal es una forma de castigo. «En una situación como la mexicana, la gente hace lo que sea por conservar el empleo. Es una violencia estructural de la sociedad», indica.

    En el sector público.  El ‘clientelismo’ – el que un jefe llegue a un puesto gracias a sus contactos y no con méritos propios- también es un factor que promueve la violencia.