Etiqueta: alimentos

  • El memo de la semana: Etiquetas y publicidad

    Las empresas que producen y comercializan alimentos y bebidas tienen que someterse a una disposición de la Superintendencia de Control del Poder del Mercado. El pasado 11 de septiembre, esta entidad expidió dos normas relacionadas con el etiquetado, que están orientadas a evitar las ‘prácticas desleales por engaño’, en aquellos productos que contengan insumos genéticamente modificados.

    Las normas se refieren, en síntesis, a exigir que en aquellos productos que contengan insumos de origen transgénico deban ser adecuadamente identificados en las etiquetas. Lo que se busca, según la Superintendencia, es evitar afectaciones a los consumidores.

    Las empresas tienen un plazo de 60 días a partir de la fecha de expedición, para aplicar la norma. Es decir, que en las etiquetas se informe sobre si el producto contiene o no transgénicos; además, deben disponer de las pruebas que sustenten lo que se dice en el etiquetado.

    Además, las empresas que producen alimentos y bebidas tienen que adaptarse a lo que dispone la Ley de Comunicación, en lo que se refiere a la publicidad. En el artículo 94 se señala que la publicidad de productos destinados a la alimentación y a la salud deberá tener autorización previa del Ministerio de Salud.

    Estas normas apuntan a ofrecer al consumidor más información y está bien; mientras que para las empresas implican más costos y más trámites que cumplir. Este es otro motivo para buscar acuerdos públicos y privados.

  • La escasez de seis alimentos supera los niveles del 60%

    El índice de escasez de seis alimentos básicos superó el 60% en julio, según el Banco Central de Venezuela (BCV). La medición mensual del instituto emisor detalla que el aceite comestible de mezcla falta en 78% de los establecimientos comerciales, mientras que en julio del año pasado, faltaba en 68,7%.

    Problemas con las importaciones de aceite crudo, además del rezago de precio del rubro que está regulado desde abril de 2011 ha generado que las empresas produzcan a pérdida. Los procesadores de grasas comestibles indican que los costos de producción han subido por el alza de mano de obra, fallas de envases y etiquetas e incremento de la materia prima importada, entre otros factores.

    También están rezagados los precios del aceite de maíz y de girasol, que no han sido aumentados desde el 2011.

    El informe del BCV señala que la escasez de azúcar refinada se situó en 66%, mientras que el año pasado en el mismo período estaba en 29,2%. Su consumo es de 1,2 millones de toneladas y la producción apenas alcanza para cubrir unas 500 000 toneladas, por lo que el déficit debe ser importado.

    El otro rubro con escasez crítica es la leche en polvo, que está ausente en el 76,3% de los comercios visitados por los representantes del BCV. En julio del 2012, el producto fallaba en 39,5% de los locales. La industria láctea informó que las 14 000 toneladas que distribuye el Gobierno a través de la Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas no son suficientes. Se requieren 6 000 toneladas adicionales.

    El sector privado ordenó en agosto la importación de leche y espera que mejore el abastecimiento para el último trimestre. En julio del 2012, las fallas de leche líquida promediaban 32,1% ahora está en 71% y la escasez de harina de maíz también se incrementó en un año, al pasar de 27,3% la proporción de comercios que no tenían el producto en julio de 2012 a 62% al cierre de julio del 2013.

    El consumo mensual de harina precocida está en más de 90 millones de kilogramos, y se ha reducido la producción de algunas pymes, otras operan a máxima capacidad, pero aun así no cubren la totalidad de la demanda.

    El queso amarillo es otro de los alimentos con escasez por encima de 40%. Según el BCV, en 44% de los comercios visitados en julio no había el producto, mientras que el año pasado faltaba en 21,1% de los establecimientos. Además, la carne de res que llega a los centros de comercio no es suficiente.

  • Una golosina europea que se elabora con ingenio porteño

    Redacción Guayaquil

    En el domicilio de la familia Merino – Medina, ubicada en la vía a Samborondón, dos ambientes están destinados a la creatividad. En el primero se encuentran lonas, óleos y paletas; con cuadros a medio concluir y que esperan la inspiración de la artista.

    El segundo ambiente es la cocina. Allí, las ollas vaporeras comparten espacio con licuadoras y frascos para el aceite de oliva. En ambos espacios, Andrea Medina es quien orquesta la puesta en escena para pintar un lienzo o para preparar un frasco de paté de hígado, que se comercializa con la marca Reiss Gourmet.

    Medina, una artista plástica guayaquileña que se inclina por el hiperrealismo cuando pinta su talento, aprendió a elaborar el paté hace más de 18 años.

    Su hija María Andrea, quien regresó de la Universidad de Florida (EE.UU.) con la idea de emprender un negocio en este año, es quien se encarga de la parte administrativa de Reiss Gourmet. Su producción actual bordea los 500 frascos de 180 gramos mensuales y alcanza los USD 1 500 en ventas, en promedio.

    Las emprendedoras coinciden en que se enfocan en un nicho específico y potencial: los comensales que conocen sobre el paté europeo. De aquellos que buscan un fuagrás, que se elabora a partir de los hígados grasos de gansos, hasta los que distinguen entre el leverworst (neerlandés), el májpástétom (húngaro) o el leberwurst (alemán). El logotipo es de autoría de Medina y es un grabado que representa la travesía, el viaje.

    La quiteña María Fernanda Viteri consume el producto hace cinco meses. Ella conoció de Reiss Gourmet cuando su sobrina le regaló una unidad que adquirió durante un viaje el Guayaquil. «Antes no me gustaba el paté y no comía. Ahora mi familia y yo somos asiduos clientes de la marca porteña». Viteri aprovecha los viajes que realizan sus familiares y amigos hasta Guayaquil, para encargarle la compra de un par de frascos, por lo menos.

    Dos tipos de paté se comercializan principalmente por redes sociales y en ferias gastronómicas, como la reciente Guayaquil Gastronómico, a inicios de este mes. Son de hígado de pollo y jamón; y de hígado de pollo y cerdo. También actúan en ferias de emprendedores, que se realizan en centros comerciales.

    «Me gustan los dos sabores; antes solía comer paté de ganso, pero ahora prefiero los de Reiss Gourmet», señala Carlos Alberto Cisneros, cliente desde hace seis meses y quien compra cada 15 días dos frascos de paté.

    La producción

    Los ingredientes. Se sofríen o cocinan al vapor las especias junto con los cebollines.

    Es untable. Los hígados cocidos son triturados y se coloca aceites para mantenerlos untables. Luego de pasteurizarlo se comercializa.

  • La receta de sus menús es trabajar en familia

    Redacción Guayaquil

    Emprender en familia fue la clave para crecer para la familia Albán Llerena. Sus miembros son los dueños de Ecuamenús, un negocio que surgió hace siete años. Su oferta consiste en la preparación de alimentos -sin condimentos artificiales- para empresas guayaquileñas.

    Enrique Albán y Patricia Llerena, junto con sus hijos Enrique, Érika y Xavier tuvieron la visión de crear una empresa relacionada al mundo de los alimentos. «Es un negocio que nunca pasa de moda», menciona Enrique Albán.

    Así, en el 2006, iniciaron Ecuamenús, junto con otros socios. Al inicio, preparaban unos 80 platos al día, y contaban con cuatro colaboradores.

    Pero la sociedad se disolvió y la familia Albán Llerena continuó con el negocio, al que posteriormente se unió Linda Pinoargote, esposa de Xavier Albán. Hoy, trabajan con 30 empleados y atienden a 900 comensales de 10 empresas, al día.

    Una de ellas es Agripac. Jorge Palacios, gerente de la planta Celpec de la firma, asegura que el servicio de Ecuamenús es muy bueno. «Ponen especial atención en el aseo; esto es de suma importancia cuando se trata de alimentos». El ejecutivo añade que el personal de la planta está satisfecho con la calidad y que hay una buena variedad en los platos.

    Estos incluyen sopas como caldo de bola y de pata, sopa de lenteja, de camarón, viche de pescado y otros. Los platos fuertes preferidos por los clientes, según Érika Albán son los típicos del país como arroz con menestra, seco de pollo, aguacate relleno, llapingacho y fritada.

    La comida la preparan en la planta, ubicada en la vía a Samborondón, que tiene capacidad para producir hasta 1 500 platos diarios. En el caso de determinadas empresas, los alimentos se preparan en cocinas concesionadas.

    Érika Albán menciona que un factor importante para el negocio es que cada uno de los miembros de la familia tiene un rol asignado. Por ejemplo, ella es la encargada del Departamento Financiero y su madre, Patricia Llerena, controla la calidad de la comida. «Todos tenemos responsabilidades y amonestaciones en casos de incumplimientos, igual que cualquier otro colaborador», afirma.

    Para su padre, uno de los diferenciadores de la empresa es la frescura de los alimentos. «Nada se guarda, todo se prepara el mismo día, con insumos frescos».

    Uno de esos proveedores es Liris, una empresa que comercializa pollos. Jim Guerra, representante de la firma, cuenta que Ecuamenús compra unos 360 pollos cada semana. «Se les dio la oportunidad de pagar a crédito pero prefirieron el contado. Han sido muy cumplidos en los pagos en dos años», asegura el representante de Liris.

    Una estrategia para crecer ha sido la diversificación de la oferta, en base a la demanda de los clientes. Tal es así, que Ecuamenús prepara también desayunos porque una empresa lo solicitó.

    Del mismo modo, desde el año pasado, la compañía comercializa también pavos y canastas navideñas durante el mes de diciembre.

    Sobre Ecuamenús

    Las variedades. Ofertan menús tradicionales y ‘light’, de acuerdo con las necesidades de los comensales.

    Los precios. El valor de los platos es desde USD 2,50. El precio para las empresas varía de acuerdo al volumen.

    Las ventas. Ecuamenús factura un promedio de USD 60 000 cada mes.

  • Cassolette aplica un toque gourmet a los alimentos caseros

    Redacción Quito

    Esta empresa nació hace 11 años en Quito. Actualmente, su marca se posicionó y ya cuenta con cuatro locales en la ciudad.

    En cada hogar, la comida tiene sus secretos y encantos. Todos en algún momento hemos exclamado: «¡nadie lo prepara como mi mamá!».

    Pero, para Juan Cristóbal y María Pía Lira, las recetas en su casa no solo eran buenas. A finales del 2002, estos hermanos creían que las preparaciones de su madre, María Correa, tenían tanto potencial que podrían comercializarse.

    Y no se equivocaron. 11 años después, la tradición familiar de elaborar ‘cheesecakes’, pastel de choclo o ensaladas se convirtió en una marca que se ha posicionado en el mercado de alimentos preparados en Quito: Cassolette.

    Con una inversión inicial de unos USD 16 000, el publicista y la bachelor en Artes Liberales, adquirieron equipos de cocina, materias primas y alquilaron un pequeño local en Cumbayá (nororiente de Quito).

    Así nació Cassolette -que significa cazuela en francés- con la propuesta de comida casera para llevar. El concepto lo tomaron de negocios que tenían éxito en Chile; en esa época, ese era un nicho no explorado en el país.

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    El primer punto de venta tenía una dimensión aproximada de 35 m². Contaba con una cocina, el sitio para despachar los alimentos y dos mesas. En ese entonces, el único objetivo era entregar los pedidos para llevar y no atendían a comensales en el lugar.

    Desde el principio definieron su target como personas de clase media alta de Quito. Ello, debido a que luego de la crisis que atravesó el país, a finales de la década de 1990, este segmento presentaba mayor estabilidad y era ideal para consumir su portafolio de productos. El negocio tuvo aceptación. De a poco, ganaron popularidad entre los clientes gracias a sus postres. Sin embargo, el margen de ganancias era reducido.

    Los hermanos, más un empleado que trabajaba en la cocina, se encargaban de todo el negocio. Incluso Diego Dumet, amigo de Juan Cristóbal, fue un colaborador improvisado de Cassolette.

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    Entre una de las anécdotas que recuerdan los propietarios es que a Dumet, gracias a su confianza y gran amistad, le pagaban con un postre o el plato que eligiera por su contribución. Pero a finales del 2004, Dumet se convirtió en socio de Cassolette. Este publicista quien trabajó para varias agencias del país, decidió apostar por el emprendimiento.

    El siguiente año, la firma buscó expandirse. Los emprendedores se arriesgaron y llevaron su marca a Quito. El sector elegido fue la av. González Suárez (norte de la ciudad). Con una inversión de USD 20 000, que obtuvieron de los beneficios de su local de Cumbayá, abrieron la nueva sucursal.

    En ese sitio, implementaron la primera motocicleta para el servicio a domicilio (ahora son 16) y también agregaron mesas, debido a que los oficinistas buscaban servirse sus pedidos en ese instante.

    El nuevo punto de venta ayudó a la consolidación de la empresa. En el 2006, con USD 15 000, Cassolette abrió otro local en el sector del Quito Tennis (norte), y en el 2007 se constituyó como compañía anónima. En ese año también María Pía Lira dejó la sociedad.

    En mayo del año pasado, Mall El Jardín le propuso estar en su patio de comidas. La firma accedió y con un monto de USD 40 000 abrieron un local express.

    Hace tres semanas inició las operaciones de su nueva planta, ubicada en Tumbaco (nororiente), que se encarga de las preparaciones de toda la cadena. Con un costo de unos USD 50 000, este lugar triplicó la producción de Cassolette. Semanalmente se cocinan 5 000 porciones de postre y 1 500 de alimentos de sal.

    Ahora, entre los nuevos objetivos de la empresa está llegar al mercado corporativo, como hoteles y restaurantes.

    Pamela Ponce, diseñadora de muebles e interiores, es clienta de Cassolette desde sus inicios. Ella asegura que la calidad de los alimentos se ha mantenido desde que empezaron. Al ser una compradora frecuente, los propietarios siempre le preguntan cómo estuvo la comida y el servicio. «Ese es un valor destacable», añade.

    Diego Jarrín, publicista, señala que Cassolette es una marca con prestigio. Entre sus favoritos están los postres y las ensaladas. En ello coincide Antoinette Cook, dedicada al turismo, quien degusta sus platillos desde hace 11 años.

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    El insignia

    Carlos Eras  / Jefe deLogística y Control de Inventarios

    ‘Fui un testigo de crecimiento’

    Llegué a la empresa hace unos cinco años. En este tiempo he podido presenciar como creció la empresa, tanto en puntos de venta como en compradores corporativos.

    Ahora Cassolette es un nombre reconocido; sus platos son buscados y valorados por los clientes en Quito.

    Me encargo de que se ejecute la producción en la cocina; hago las compras y también soy el responsable de que los alimentos lleguen a todos los locales.

    Todo este tiempo ha sido de constante aprendizaje, ha sido enriquecedor trabajar para Cassolette. Mi aporte para la empresa es trabajar con empeño, responsabilidad y ponerle ganas cada día para cumplir nuestros objetivos.

    Mi jornada empieza a las 06:00, con los despachos de productos, y termina a las 17:00. El ambiente de trabajo es bueno, existe compañerismo en todos los momentos. Compartimos y bromeamos con el equipo en los ratos libres y en las horas de almuerzo.

  • Nuevas normas de etiquetado para Transgénicos

    El comercio

    Los alimentos y bebidas que se produzcan o comercialicen en el país, y que sean elaborados con insumos transgénicos deberán incluir en sus etiquetas la frase: ‘Contiene componente transgénico’.

    La anterior es una disposición enmarcada en el artículo 2 de la Norma Técnica Nº SCPM-NT-2013-001, emitida por la Superintendencia de Control del Poder de Mercado, el pasado 11 de septiembre. Allí dice que el operador económico deberá contar con las pruebas que sustenten la veracidad del mensaje.

    El documento fue firmado por el titular de la Superintendencia de Control del Poder de Mercado, Pedro Páez.

    Esto generó sorpresa y preocupación en los gremios empresariales, quienes poco conocían de la normativa. El martes 24 de septiembre del 2013, el ministro Coordinador de la Producción, Richard Espinosa, indicó que la reglamentación solo se aplicaría para los productos con transgénicos.

    «Para los productos que no tienen transgénicos el tema no tiene lógica. De hecho, lo hemos coordinado. Las conversaciones van en buen camino y es eso lo que definitivamente va a pasar, dando los plazos correspondientes. Lo cierto es que se va a promover para que en el etiquetado solo se refiera a los que sí tienen transgénicos, más no el resto de productos», explicó.

    El Ministerio de la Producción cree que el plazo de 60 días para cumplir la normativa pudiera ampliarse o, por lo menos, se dé la posibilidad para que los empresarios puedan colocar, de arranque, un adhesivo, en lugar de la leyenda en la etiqueta. Ese tema está en análisis.

    Los mecanismos jurídicos para la aplicación de este mecanismo auxiliar se están analizando y se espera que hasta la próxima semana ya se logre un alcance de la norma.

    Algunos empresarios cuestionaron no solo el proceso de etiquetar con la palabra «transgénico», sino que indicaron que no existen los suficientes laboratorios locales para certificar si los productos, en efecto, contienen insumos genéticamente mejorados.

    El Gobierno concuerda con que se deben implementar dichos laboratorios y que esto es parte de un proceso que se debe llevar adelante.

    Ante la duda de si en 60 días, que es el plazo para que las firmas de alimentos y bebidas coloquen la leyenda en la etiqueta, Espinosa indicó que el empresario debe conocer si su producto contiene transgénicos. Los laboratorios se implementarán para controles.

    El objetivo es prevenir y evitar las prácticas desleales de engaño y violación de normas que puedan afectar a los derechos de los consumidores. El plazo para su cumplimiento es de 60 días, desde la vigencia de la normativa técnica.

    María José Troya, directora de la Tribuna del Consumidor, recordó que desde el 2000 la Ley de Defensa del Consumidor ya obligaba a identificar estas características en los rotulados de los alimentos. Un año después se emitió su reglamento, pero quedó pendiente de la normativa que regule dicha etiqueta, hasta ahora.

  • En las recetas de sus dulces el gluten no está incluido

    Redacción Guayaquil

    A la hora de comer, Ana Batallas, de 32 años, debe tener cuidado con lo que consume. A esta ambateña radicada en Guayaquil hace unos tres años le detectaron una enfermedad celíaca antes de mudarse al Puerto Principal. Esta deficiencia en su intestino le impide consumir alimentos con gluten, que se encuentra comúnmente en el trigo, en la cebada, en el centeno y en la avena.

    Desde ese momento la vida de esta abogada cambió; los cuidados a la hora de comer aumentaron, pero también fue el inicio de su actividad como emprendedora. Leyendo recetas en Internet para preparar alimentos libres de gluten y con la ayuda y enseñanza de su suegra, Patricia Larrea, empezó a preparar postres. Y así nació Caramell Gluten Free.

    Batallas confiesa que al inicio se involucró en esto porque durante su embarazo tenía muchos antojos, luego empezó a verlo como una idea de negocio, que se cristalizó hace seis meses.

    Para elaborar un nuevo producto, Batallas se toma entre dos semanas y tres meses, pues debe experimentar con diferentes tipos de masas hasta lograr un sabor igual a los postres con gluten.

    Su oferta incluye brownies, varios tipos de galletas, pie de limón, pancakes, cheesecakes, selva negra, tentación de chocolate, hotcakes entre otros.

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    Batallas comenta que aún intenta preparar una pizza sin gluten y experimenta con otros tipos de harinas para lograrlo.

    Una de sus clientas es Pepa Buendía. Ella compra sus productos desde que empezó el emprendimiento. En promedio, adquiere estos productos cada dos semanas, para su hija. Uno de los productos que más le agradan son las tortas y los ‘negritos’. «Son saludables y exquisitos», comenta Buendía sobre los postres.

    Para el emprendimiento, Batallas invirtió alrededor de USD 4 000 para la compra de utensilios, batidoras, hornos, molinos, que son esenciales para la elaboración saludable de sus productos.

    Caramell Gluten Free tiene unos 400 clientes en promedio, en su mayoría estos tienen enfermedades celíacas y algunos de ellos son niños alérgicos al gluten.

    Su participación en ferias artesanales y de microempresarios la ha llevado a posicionar sus productos. En diciembre pasado estuvo en la Feria Artsenal, en el centro comercial Village Plaza.

    Cada mes vende unos cinco postres o tortas, que son requeridos para cumpleaños de personas con intolerancia al gluten. El pie de limón lo oferta en USD 30, además de cajas de galletas.

    La materia prima
    Proceso. Caramell Gluten Free elabora su propia harina de arroz, de garbanzo y de otros productos.Los granos. Adquiere la materia prima a proveedores del Guayas y a través de envíos de sus familiares desde su ciudad natal: Ambato.400 clientes al mes tiene en promedio.

  • Las firmas del sector de alimentos mejoran sus procesos

    Redacciones Quito y Guayaquil

    Los plazos para la adopción del certificado de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) en el sector alimenticio comienzan a cumplirse.

    Un reglamento obligaba a las empresas de alimentos en el país a obtener esta certificación desde el 2002, pero esto no se había cumplido. Las BPM son condiciones básicas y prácticas en la producción de alimentos que garantizan que los alimentos se fabriquen en condiciones sanitarias adecuadas.

    El Comité Interministerial de la Calidad (que incluye a los ministerios de Salud e Industrias) decidió poner plazos para obtener esta certificación según el tipo de producto y tamaño de la firma.

    Así se resolvió dar un plazo de un año que se cumplió el pasado 27 de noviembre para las firmas grandes y medianas categorizadas como tipo A de cárnicos, lácteos, bebidas no alcohólicas, alimentos dietéticos y ovoproductos (huevos y sus derivados). Empresas tipo A son las que requieren mayor atención en los procesos. En tanto, las pequeñas y microfirmas de esta categoría tendrán hasta noviembre del próximo año.

    Y el resto de empresas entre las que se cuentan las que procesan cereales, conservas, aceites, gelatinas y otras categorizadas como tipos B y C, tiene entre tres y cinco años para lograr la certificación.

    Una vez cumplido el plazo, el certificado de BPM se convierte en un requisito para que las empresas de alimentos obtengan el permiso de funcionamiento.

    El proceso de implementación incluye la adecuación de infraestructura, capacitación al personal, maquinaria con especificaciones técnicas especiales, etc.

    Christian Wahly, presidente de la Asociación de Alimentos y Bebidas (Anfab), señaló que el reglamento del 2002 se consideró un incentivo para que las empresas que obtengan BPM puedan acceder de forma más rápida al Registro Sanitario. Pero como esto no ocurría no había incentivo para las empresas. Wahly explica que muchas firmas cuentan con BPM aunque no aprobadas por la autoridad estatal, sino por certificadoras privadas. Otras, en cambio, tienen certificaciones ISO que desde la década de los años noventa incluyen las BPM.

    El proceso de certificación ha resultado más fácil para estas últimas y más complejo para las mipymes. «Es una inversión fuerte y para industrias que ni siquiera cuentan con terreno propio donde ubicar su planta es más complicado», asegura Édison Romo, vicepresidente del sector alimenticio de la Cámara de la Pequeña y Mediana Industria de Pichincha (Capeipi).

    Hasta el 13 de noviembre, 41 empresas de diferentes categorías habían obtenido el certificado BPM que otorga la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa). En la primera etapa, según el ente de control sanitario, 93 plantas procesadoras de alimentos debían certificarse.

    Ana Cox, subsecretaria de Calidad del Ministerio de Industrias, explicó que esta Cartera ha apoyado a la industria con asistencia técnica. «En el tema de capital ellos son los que tienen que poner una contraparte de inversión y con adecuaciones apropiadas para las BPM que son algo exigentes».

    La Arcsa anunció que los controles empezarían desde el 28 de noviembre.

  • Competir y ganar mercados motivan a tener el certificado

    Las grandes empresas

    Para las grandes empresas del sector de los alimentos, obtener la certificación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) es un reto, pero también una puerta para mejorar sus procesos. Tal es el caso de Corporación Fernández, una firma especializada en carnes, que entregó los documentos de solicitud de auditoría para la certificación, el pasado 27 de noviembre.

    Eugenio Fernández, propietario de la empresa, dice que a lo largo del año se ha realizado un proceso de mejoras. Para ello, invirtieron más de USD 500 000.

    Carlos Vásquez, jefe de calidad de la firma, dice que la cifra se destinó a mejoras de infraestructura, como la planta de proceso y almacenes. Se optimizaron pisos, fachadas, cadenas de frío, avances en el control de higiene del personal… Sin embargo, Fernández agrega que el proceso aún no termina y que están esperando la auditoría para implementar otras mejoras según los requerimientos.

    Industrias Lácteas Toni, en cambio, ya obtuvo la certificación en septiembre pasado. Cecilia Zamora, gerenta de control de calidad de Toni, asegura que para la obtención de la BPM, fue necesario cumplir con prácticas responsables en los procesos, así como tener controlados los riesgos durante la cadena de elaboración de los productos. Esto es fundamental desde la recepción de las materias primas hasta la comercialización y distribución. Entre los beneficios de la certificación, menciona el asegurar la salud de los consumidores, así como implementar sistemas para ingresar al mercado de EE.UU.

    Otro caso es el de la firma Floralp, que procesa lácteos. Patricio Lozada, jefe de Aseguramiento, indica que en septiembre de este año se iniciaron los trámites de solicitud para la certificación. A mediados de noviembre, recibieron la auditoría. «Mejoramos la infraestructura, señalización y rotulación en la planta; documentación y registros».

    Lozada recalca que obtener esta certificación es una necesidad. «Estamos en un mercado exigente y tenemos que ajustarnos». El área que dirige maneja un presupuesto anual de USD 50 000 para mejoras de procesos de calidad. Las actividades emprendidas permitirán que la industria sea más competitiva.

  • Los proyectos se dirigen hacia el desarrollo de los negocios

    Redacción Guayaquil

    En el Centro de Investigaciones Biotecnológicas de la Espol se desarrollan procesos que permiten el aprovechamiento de desechos y excedentes agrícolas. Cuando las investigaciones se llevan a la práctica se crean productos.

    Por ejemplo, estudiantes de la carrera de Licenciatura en Nutrición e Ingeniería en Alimentos elaboraron barras nutritivas con base en los desechos de maíz, arroz, soya, banano y cacao de la Costa ecuatoriana. El proyecto ganó el primer lugar en el concurso Premio Odebrecht para el Desarrollo Sostenible.

    Boris Ramos, coordinador de la carrera de Ingeniería en Electrónica y Telecomunicaciones, comenta que los proyectos se ejecutan en los niveles de pregrado y posgrado. Algunos destacados por los estudiantes de tercer nivel es el desarrollo de sistemas de comunicación inalámbricos, que incluye el sistema estándar de Tv digital adoptado por el país. «La investigación es importante para impulsar la tecnología y por ende nuevas oportunidades de emprender».

    La Espol también dirige sus investigaciones a los mejoramientos de procesos y sistemas. Por ejemplo, cuando se evidenció la falta de seguridad de los pacientes que ingresan a los centros médicos se desarrollaron las Normas que garanticen la seguridad de los pacientes en las áreas médicas. «Con el laboratorio de Electrónica Médica se ha venido trabajando en crear, modificar o actualizar estas normas», comenta Miguel Yapur, decano de la Facultad de Electricidad y Computación. Estas normas serán evaluadas por el Ministerio de Salud Pública.

    Para incentivar el emprendimiento la Espol constituyó en el 2008 el Club de Emprendedores que tiene como objetivo crear iniciativas, además del área empresarial, en lo social, cultural…

    La Espol tiene un plan prioritario de investigación hasta el 2020. Este plan se enfoca en 6 líneas de trabajo: Agricultura y Producción Animal; Clima y Ambiente; Educación y Comunicación; Energías Alternativas y Renovables; Manejo Ambiental; y, Tecnología Industrial.

    Uno de los objetivos de la institución guayaquileña es que las investigaciones sean rentables, de manera que la indagación científica y académica puedan sostenerse por sí solas. Para ello aspira a patentar y comercializar sus principales productos, tecnologías e innovaciones que están perfeccionadas.