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  • D´aron superó la crisis que causó el ingreso del zapato chino

    Andreína Laines Redacción Guayaquil / LÍDERES

    A los 17 años, Nelson Arias abandonó su natal Guachapala (Azuay) para trabajar y estudiar en Guayaquil. Años después, luego de perder su empleo de vendedor de calzado, se propuso tener su empresa. Con esa idea y junto a dos colaboradores, en 1994, alquiló un local y montó un pequeño taller artesanal en el sur de Guayaquil.

    Hoy son 30 personas quienes confeccionan unos 300 pares de zapatos al día, para la marca de calzado D´Aron, en el mismo lugar en que empezó, que luego adquirió y en el que adecuó una planta.

    Cuando Arias empezó en este negocio mentalizó fabricar un calzado ecuatoriano de calidad, siempre con la idea de que su marca sea reconocida. El mercado de aquella época no apostaba por el producto elaborado en el país y Arias recuerda que sus posibles compradores le pedían «que imprima en sus calzados alguna marca conocida».

    Pese a eso, este emprendedor no desmayó y continuó vendiendo el calzado con su marca, incluso puerta a puerta. Arias visitaba, principalmente, algunos negocios de cantones de las provincias de El Oro, Los Ríos, Manabí y Guayas a los que mostraba el producto.

    «Mis primeros clientes me ayudaron a generar un capital para invertir en maquinaria. Fue difícil vender zapatos de una marca que no era conocida y que además es hecha en el país», recuerda.

    En su portafolio incluye unos 100 modelos de zapatos para hombres. Estos diseños han sido elaborados por él, también fabrica y dibuja algunas propuestas de calzado para mujeres y niños.

    Para crear un nuevo modelos de zapato, Arias cuenta que asiste a diferentes ferias de calzado. «El objetivo es conocer la tendencia y la moda, nuevas técnicas y maquinaria». El año pasado visitó una feria en Bolognia (Italia) y al regresar al país con nuevas ideas innovó diseños de zapatos y apostó por nuevos colores.

    Uno de los momentos críticos para esta empresa fue la competencia que provocó la llegada de los zapatos chinos al mercado a partir del 2001; y que casi lleva a este negocio a la quiebra. El calzado asiático -según Arias- se vendía desde USD 1, mientras que el precio de un par de zapatos nacionales costaba desde los USD 18. Recuerda que algunos artesanos quebraron, otros emigraron y que incluso obreros abandonaron sus empleos, porque no había producción.

    En medio de esa situación, D’Aron logró sostenerse en los años de mayor crisis, entre 2004 y el 2006. Durante este lapso su producción se redujo a unos 100 zapatos al día. Luego, Paulatinamente fue recuperándose. Hasta que en el 2010, indica el empresario, el Gobierno aplicó un impuesto mixto por la importación de cada par de zapatos, lo que impulsó el negocio.

    El 90% del cuero que usa este empresa es fabricado en curtiembres de la provincia de Tungurahua, el otro 10% es cuero importado, principalmente de Colombia. Las suelas son de origen nacional, colombiano o mexicano.

    El trabajo de fabricación es artesanal, aunque se han mejorado procesos y adquirido maquinaria de fabricación italiana. Por ejemplo, en el 2013 compró por USD 130 000 una máquina cortadora que incluye un sistema de diseño computarizado. Allí en un panel se dibujan las partes de cuero del zapato, que luego son cortadas por otra máquina.

    D’Aron distribuye su calzado a locales a escala nacional, uno de ellos es Mega Lady Sports que está ubicado en La Maná (Cotopaxi). A este suma otro en Piñas (El Oro). Su propietario, Darwin Unuzunso, distribuye desde ahí a otros cantones de esa provincia. Anualmente adquiere de 8 000 a 10 000 pares de zapatos para la venta, la mayoría de los pedidos, que los realiza de forma trimestral, es calzado para hombres.

    Unuzunso comenta que la calidad del producto es lo que atrae a los clientes, quienes ya reconocen la marca del calzado. La relación comercial entre ambos empresarios surgió hace unos seis años.

    Arias sostiene que pese a los inconvenientes, el negocio fue prosperando gracias a la calidad de su producto. Y añade que la meta es posicionar la marca D’Aron en todo el país. El año pasado abrió su propio local: Calzado D’Aron en un conocido comercial, que está ubicado en el centro de Guayaquil.

    El insignia

    Luis Mendoza, el más colaborador y Jefe de Bodega

    Llegué a esta empresa hace unos 14 años, cuando aún era un pequeño taller y elaborábamos pocos zapatos. Hoy hacemos más de 300 al día y entregamos el calzado a todas partes del país. Yo me encargo de que todo esté correcto; de que los despachos se hagan a tiempo y que la mercadería esté de acuerdo con los pedidos.

    Realizar un trabajo artesanal es una actividad muy minuciosa y cada detalle cuenta. Por eso, hay que hacerlo con mucho cuidado y paciencia. A lo largo de los años me he desempeñado en diferentes funciones y he ido aprendido de cada uno de los procesos que implica elaborar un zapato. Puedo señalar que cada área es importante para el producto final.

    La empresa ha ido creciendo poco a poco; hemos atravesado crisis, pero nos hemos mantenido. Lo importante es seguir fabricando un producto nacional que compita con cualquiera en calidad.

  • ‘El cuero y lo textil tendrían su especialización’

    Galo Naranjo. Rector de la UTA

    En este momento se efectúan los estudios para la creación se seis nuevas carreras en ingeniería. Se prevé que las promociones de profesionales sean limitadas con la idea de no saturar el mercado laboral, como ocurre hoy con especialidades como abogacía, periodismo… Proponemos formar a ingenieros industriales, con especialización en cuero y calzado. La propuesta es responder el aparato productivo de Tungurahua y el país. En la provincia se encuentran 2 500 de los 5 000 talleres y empresas medianas, grandes y pequeñas del país, dedicadas a la producción de calzado.

    En la provincia se producen 12 de los 14 millones de pares de zapatos anuales y que abastecen el mercado local e internacional. Por eso, se realizaron acercamientos con la Cámara de Calzado, con la finalidad de crear programas de tercer nivel, como la ingeniería industrial en cuero y calzado. Es necesario preparar estos especialistas para responder las necesidades del sector productivo.

    Se coordina con el eje empleo del Gobierno Provincial de Tungurahua, para provocar la innovación en la calidad de los productos, con novedosos diseños de impacto a escala mundial.

    Otra especialidad que creará la UTA es la Ingeniería Industrial con énfasis en textiles. En la provincia hay más de 3 200 talleres que generan más de 9 600 empleos. La mayoría de la mano de obra no es calificada o tecnificada. Uno de estos sectores es el cantón Pelileo, con la industria del jean. En otros hay tejidos como en Salasaca y en Quero.

    Para el funcionamiento de dos de las seis nuevas carreras contaremos con catedráticos especializados. Se planifica que máximo haya tres a cuatro promociones de ingenieros. En la actualidad, todas las especialidades de la UTA están sujetas a un proceso de rediseño curricular. La Senescyt y Ceaaces están trabajando en una serie de eventos de capacitación para trabajar con nuevas matrices.

    Se trabajó en cuatro talleres de capacitación, pero aún falta uno. Eso ayudará a definir las carreras. Por pedido de la Senescyt la UTA en la actualidad es el eje de los diseños curriculares de la región central del país. Estamos colaborando con las universidades técnica del Norte, de Esmeraldas, Guayaquil y otras. Hay un equipo sólido para avanzar en este proceso. Las autoridades esperan que las dos carreras inicien el próximo semestre.

  • Emprendimiento familiar que se reinventa

    Redacción Guayaquil (I)

    Cuando Euclides Ronquillo (+) aprendió el oficio de los zapatos tenía unos 18 años. Comenzó como ayudante en una zapatería, pero al poco tiempo se independizó y puso su propio taller, en el sur de Guayaquil, precisamente en Letamendi y la calle 27.

    «Él comenzó solo, de lunes a sábado trabajaba hasta tarde y los domingos salía en la camioneta a vender los zapatos», recuerda Orlando Ronquillo, el segundo de los tres hijos del fundador de este negocio, que comenzó hace 30 años con el nombre de Calzado Lucy, pero que desde el 2008 se llama Coleguini.

    Entre risas, su hijo recuerda que ‘coleguini’ era el apodo que le pusieron los colegas de su padre al conocer el buen acabado de las piezas que elaboraba Ronquillo. «Le decían coleguini como si fuera colega, en italiano, porque tenía un toque italiano en el acabado», explica.

    En el 2008, cuando Euclides Ronquillo falleció, los tres hermanos: Álex, Orlando y Efrén, dejaron sus empleos en otras empresas y en el 2009 asumieron el mando del negocio y le cambiaron el nombre a Coleguini, en honor a su padre.

    Esta nueva marca, que además ya está patentada, fue solo el primer paso para el proceso de reinvención que los hermanos emprendieron con el negocio.

    La renovación más significativa fue el cambio en los canales de distribución. Hace un año y medio, los hermanos dejaron de vender el producto al por mayor a otras tiendas, y abrieron dos locales propios en Guayaquil. Uno está en el centro comercial Las Vitrinas, en la ciudadela Kennedy, y otro en la calle Víctor Emilio Estrada, en Urdesa.

    Nelly Álvarez es la administradora del local en Las Vitrinas. «Cuando comenzamos aquí, no nos conocían tanto, pero ahora sí. A la gente le gustan los modelos, porque son variados, son supercómodos, hasta yo los uso», cuenta.

    Junto con los nuevos puntos de venta, incursionaron en las ventas por catálogo. Los emprendedores aseguran que tienen unas 500 vendedoras activas en todo el país y se propusieron incrementar la capacidad de producción y la variedad de modelos, pues compraron dos nuevas máquinas que les permiten una producción de unos 1 000 pares a la semana. En el 2013, la facturación fue de USD 180 000.

    Alrededor de USD 50 000 de inversión representó este giro del negocio, cuenta Orlando Ronquillo.

    Mariella Castro, esposa de Ronquillo, comenzó a diseñar nuevos modelos para que las colecciones en los catálogos sean más variadas. «Antes, una colección de 10 modelos duraba hasta seis meses, ahora sacamos cada semana unos 10 modelos», cuenta Castro.

    Para dar a conocer la marca, añade ella, abrieron cuentas en redes sociales como Facebook e Instagram, en donde ya tienen 60 000 y 21 000 seguidores, respectivamente.

    Verónica Molina, que vende por catálogo en Quito, coincide con Castro. Cuenta que el éxito que ha tenido vendiendo el producto radica en que hay una amplia variedad de diseños. «Es un calzado cómodo, pero lo mejor es la variedad de modelos, porque las clientas tienen bastantes opciones para elegir, en colores, tallas, diseños».

    Ella agrega que espera que pronto se abra una tienda en Quito. En efecto, Ronquillo tiene entre sus planes abrir una tienda en la capital.

    30 empleados directos tiene calzado Coleguini.

  • El calzado artesanal integra diseños exclusivos y tradición

    Redación Quito

    El telar ha sido una herramienta que ha existido desde el siglo XVI y tres quiteñas emprendedoras decidieron apoyarse en ella para innovar y crear, lo que llaman, «un calzado único«.

    Kamay es una iniciativa creada en el 2013 por María Fernanda Donoso y sus dos hijas: Verónica y Daniela Guarderas, que elabora calzado, gorros, monederos y bolsos en tela bordada, siendo los zapatos su principal fuente de ingresos.

    Con una inversión de USD 10 000 arrancó el proyecto. El capital propio se utilizó para adecuar un espacio en su vivienda y desarrollar el emprendimiento que tiene como aliadas estratégicas a comunidades textileras de Otavalo.

    Daniela Guarderas elabora los diseños y crea los modelos de calzado. Estos productos son elaborados por el artesano Wilmer Pérez y su familia.

    La tradición de pueblos ancestrales como los Yumbos, Quitus y Karas son una inspiración para crear los diseños. «Los petroglifos (símbolos) nos permiten traer la cosmovisión indígena y crear tendencias modernas», dice Guarderas.

    Al mes esta microempresa puede producir 100 pares de zapatos. Cada diseño es único, por ser artesanal, puesto que cada telar es diferente y, además, el cuero no siempre es del mismo color.

    Para comercializar sus productos, ellas apuntaron a la exportación por lo que realizaron cursos de capacitación en ProEcuador. Holanda, Australia, Inglaterra y EE.UU., son algunos de los destinos a los que llega el 40% de la producción mensual de Kamay. Lo hace, vía Correos del Ecuador.

    En el mercado nacional, comercializan su calzado vía redes sociales, venta directa o por catálogo, ferias, por su página web y por pedido. «En la feria Contrastes tuvimos gran acogida con la marca», dice Guarderas.

    A María Alejandra Moreno, una clienta del negocio, le gustan los productos por sus diseños coloridos y originales. «Compré un par para mí y dos para mis hijos. Los zapatos son muy cómodos y los precios son asequibles», señala.

    El rango para sus modelos de botas polares, botines, zapatos de bailarina, de caña alta y caña baja es de USD 30 a 60, y manejan tallas de 36 a 44. «Para el mercado extranjero son las tallas más grandes», indica Donoso.

    En la actualidad, la microempresa registra una facturación mensual de USD 5 000. Fanny Ronquillo también es clienta de la marca e indica que la sensación de tener un producto único es lo que más le gusta del calzado de Kamay.

    Datos adicionales

    El producto. Para realizar un calzado personalizado se toma una muestra del cliente dibujando la silueta del pie en papel.

    Los proveedores. La materia prima que utilizan para el calzado es 100% ecuatoriana.