Etiqueta: Calzado

  • Su calzado es una mezcla de estilo e interculturalidad

    Redacción Quito

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    Comodidad, estilo e interculturalidad. Estas tres palabras definen a los zapatos de la marca ecuatoriana Qunis, un emprendimiento que nació de las manos de una familia en el norte de Quito.

    Fernando y Andrea Bravo (padre e hija), y Diana Ávila (cuñada) levantaron este negocio hace dos años con el objetivo de crear un calzado de mujer que se use para ir al trabajo, a la universidad y demás ocasiones.

    Pero no solo eso, estos emprendedores apuntaron a dar un valor agregado a sus clientes: los estilos andinos en cada modelo.

    La idea partió con la búsqueda de productores-artesanos para la elaboración de los zapatos y para la entrega de la materia prima: el cuero, los telares y la suela de los zapatos. Para ello recorrieron el país y llegaron a la parroquia Quisapincha (Tungurahua). En este sector encontraron a Javier Lozada, un artesano que se dedica a la producción de carteras, billeteras, cinturones de cuero y hace dos años a la elaboración de zapatos.

    El encuentro entre ambos emprendedores fue interesante para Andrea Bravo, porque juntos aprendieron a elaborar los zapatos. “Él nunca había elaborado zapatos pero tenía la indumentaria necesaria para hacerlo; por lo que tuvimos que aprender juntos”.

    Ambos hicieron pruebas durante meses, porque tenían que adaptar los modelos a todo tipo de pie. En su primera producción sacaron tallas desde la 36 hasta la 39.
    Ahora tienen una mayor variedad, que van desde la 35 hasta la 40. “Es un producto elaborado con cariño y de diseñador”, expresa Lozada.

    Este zapato es una mezcla de cuero y partes de telares de diferentes colores y formas. Este último material traen desde Otavalo (Imbabura). En total son cuatro productores que entregan los insumos para el calzado femenino.

    Bravo rescata el trabajo con las comunidades, porque ellos dan una oportunidad para que su trabajo sea reconocido fuera de sus localidades. A esto se suma que “el pago a los productores que trabajan con nosotros es justo. No regateamos”, señala la joven de 28, quien estudió una maestría en Marketing y Comunicación en Moda e hizo una inversión de USD 600 para este negocio.

    Sus colecciones son únicas, por lo que no sacan una producción masiva. Al mes producen 50 pares.

    Estos zapatos están en almacenes de hoteles del norte de Quito, en tiendas como Ashanka (Conocoto) y otros. Además se comercializan vía ‘on line’, por medio de su página de Facebook, donde están los precios de los modelos de cada uno. La mayoría alcanza los USD 35, por lo que su facturación mensual llega a USD 2 000 aproximadamente.

    Adriana Castillo es una joven que busca productos andinos elaborados en el país. Su gusto radica en que compra productos a artesanos y ayuda a que sus negocios salgan a flote. “Conozco de los zapatos por Facebook y me parecieron lindísimos, por lo que compraré unos. La idea es apoyar a los emprendedores”.

    Andrea Bravo es una de las emprendedoras que levantó la marca Qunis junto con su papá Fernando y su cuñada Diana. Foto: Galo Paguay/LÍDERES
    Andrea Bravo es una de las emprendedoras que levantó la marca Qunis junto con su papá Fernando y su cuñada Diana. Foto: Galo Paguay/LÍDERES
  • Calzado para el deporte extremo

    Modesto Moreta (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

    Los zapatos de trekking y de seguridad industrial que fabrica la firma Knguro trabajan en condiciones más extremas y exigentes.

    Los deportistas que gustan de una caminata en alta y baja montaña, así como los trabajadores de industrias los usan por su suavidad, durabilidad, confort, seguridad y llamativos diseños.

    La calidad de los materiales como el cuero y las suelas, así como el terminado respaldan su garantía. El año pasado, la empresa confeccionó 19 500 pares y facturó USD 453 000. Sus principales mercados son Cuenca, Guayaquil, Quito, Loja y otras ciudades.

    La fábrica ambateña abrió sus puertas en 1985. Oswaldo Valle la fundó luego que retornó de Australia, donde trabajó confeccionando botas para mujeres. Recuerda que ingresó como ayudante y en poco tiempo se convirtió en jefe de producción.

    Con sus conocimientos retornó a Ecuador con la idea de montar una empresa de calzado en sociedad, pero el acuerdo con un familiar no se concretó y se quedó en la desocupación. Con el dinero que logró reunir en sus 14 años de estadía, construyó su casa y con los 60 000 sucres que le sobraron montó un pequeño taller para la confección de zapatos para fútbol.

    Con el dinero compró la materia prima. Los cinco obreros que contrató se encargaban del armado y acabado. En ese año, en el país no se fabricaban zapatos para fútbol. Solo llegaban de Colombia, por eso logró el éxito. Llegó a vender 52 docenas en Guayaquil.

    Hasta 1992 los negocios marchaban bien, sin embargo, otras pequeñas empresas comenzaron a confeccionar el mismo producto, lo que hizo que bajaran las ventas. Así fue que se cambió de línea con modelos de calzado deportivo. Ese nuevo producto ayudó a recuperar la comercialización.

    Oswaldo solicitó un crédito de 10 millones de sucres a una institución bancaria. Con los recursos adquirió más materia prima, una pulidora, dos máquinas para aparar y más artículos.

    El feriado bancario y la dolarización no lo impactaron, por lo que mantuvo a sus ocho trabajadores. Pero en el 2005, con el ingreso de productos chinos, perdió competitividad. Elaborar un par de zapatos le costaba USD 16, mientras que el asiático se vendía en 9. Quebró y cerró sus puertas.

    En el 2011, una vez que su hijo David se graduó de la universidad, decidió montar nuevamente el taller. Los USD 10 000 que tenían en ahorro los invirtieron en maquinaria para una nueva línea de botas de trekking. Lograron elaborar entre 24 a 36 pares al día.

    Una vez que David asumió la gerencia, de a poco el proceso de confección de calzado mejoró hasta lograr en el 2012, amplios estándares de calidad, dice David.

    Luego la firma cambió de Sport a la marca Knguro. “Eso le dio identidad a nuestro calzado, porque significa calidad”, asegura.

    En el 2014, la empresa incursionó en el zapato de seguridad industrial, con precios competitivos. Eso ayudó a vender más.

    David y Oswaldo Valle adquirieron nuevas maquinarias con una inyección de USD 115 000. Con el dinero mecanizaron los procesos e iniciaron los trámites para la certificación de calidad Inen y las europeas ASTM.

    Las plantas de caucho y de nitrilo las adquieren en Ambato y también se importan de España, Colombia y México. En la actualidad, debido a la recesión económica, la producción bajó 50%.

    La Corporación Química Nacional, distribuidora de la línea de Seguridad Industrial, en Guayaquil, trabaja con calzado Knguro. La relación comercial arrancó hace tres años. Lady Quimis, asistente de ventas, cuenta que la alta calidad de los materiales y del producto hizo que decidieran trabajar con esta industria. “En todo este tiempo no hemos tenidos reclamos ni quejas de nuestro clientes que son firmas importantes del país y aumentaron las ventas”.

    El gerente

    David Valle

    Nuestro calzado está elaborado con cueros y suelas en caucho y nitrilo de alta calidad que se adquieren en diferentes países de la región. Estos cuentan con certificaciones internacionales. A esto se suma el control de calidad que hacemos al producto que sale al mercado. Además, la capacitación recibida a través de un diplomado en tecnología de fabricación de calzado, más lo destacado de la mano de obra en la fabricación, hacen que la marca Knguro sea conocida a escala nacional.

    Humberto Sagñay se encarga del pegado de las suelas en el calzado para la caminata y el ascenso de media y alta montaña. Knguro cumple con normas de calidad. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
    Humberto Sagñay se encarga del pegado de las suelas en el calzado para la caminata y el ascenso de media y alta montaña. Knguro cumple con normas de calidad. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
  • Empaques para calzado y ropa se hacen en Ambato

    Modesto Moreta (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

    La empresa Empaques Cadali tiene un ganado prestigio en la fabricación de cajas de cartón para la industria del calzado, vestimenta, agroindustria, alimentos… Los diseños novedosos y acorde a la necesidad de los clientes hace de esta industria un importante aporte para el país.

    El valor agregado del negocio es entregar el asesoramiento gratuito, con el equipo de diseñadores, para que el cliente con sus ideas cree sus propios bocetos. La calidad y la resistencia de los materiales son la carta de presentación de este emprendimiento fundado hace 16 años.

    A esto se sumó la capacitación constante de la mano de obra y la aplicación de nuevas tecnologías que le ayudaron a mantenerse en el mercado nacional. El año pasado fabricó 478 061 cajas y facturó USD 301 178.

    Cadali inició su historia en 1 999, en plena crisis ocasionada por el congelamiento de los recursos económicos. María Montenegro, gerenta, recuerda que la inversión inicial fue de USD 80 000. “Pese a la difícil situación económica apostamos en efectuar una inversión. Empezamos con ocho colaboradores y una deuda”, dice.

    Los fondos se invirtieron en la adquisición de una máquina en Offset, prensas, una máquina plastificadora y la materia prima que la adquirían en Guayaquil y Quito. La idea del proyecto surgió debido a que el calzado se vendía en fundas plásticas y no era atractivo para los compradores.

    Entonces pensó que era el momento de cambiar. María dice que no fue nada fácil, porque debían convencer a los fabricantes de zapatos que adoptaran esta nueva envoltura. Las ventas iniciales fueron de 200 y 300 cajas, pero luego creció a 500.

    Efectuaban recorridos por las empresas ofreciendo su producto. En un inicio los empaques estaban confeccionados con cartulinas que no resistían el peso, por eso decidieron implementar el micro corrugado. Con el apoyo de amigos propietarios de las fábricas y talleres de calzado lograron impulsar las ventas.

    A pesar de la competencia, Cadali mantiene el 35% del mercado local. El resto lo distribuye en Quito, Cuenca, Guayaquil, Ibarra y otras ciudades. Sus principales clientes son Etafashion y De Prati. “La atención es al por mayor y menor, esta última con empaques genéricos para los artesanos y pequeños industriales”, dice.

    En el 2004, la firma decidió extender la gama de productos. Realizaron una inversión de USD 250 000 con la idea de presentar una nueva oferta de empaques de cartón microcorrugado y ampliar la fábrica de producción.

    Cadali participa en ferias como la organizada por la Cámara Nacional de Calzado y otras a escala internacional para conocer los avances tecnológicos y los nuevos diseños. Al ser parte de la Asociación de Industriales Gráficos de Pichincha, el personal participa en los congresos y seminarios de capacitación. En el 2014 decidió modificar la marca pasando de Gráficas a Empaques Cadali.

    Hace seis años David Valle, gerente de calzado Kanguro, trabaja con los empaques que elabora Cadali. Él dice que la calidad, la impresión y el cumplimiento en la entrega son importantes para mantener la relación comercial.

    Cuenta que el apoyo de los diseñadores es importante para realizar cambios, desarrollar nuevos productos ayuda a abaratar costos. En la actualidad fabrican cuatro tamaños de cajas.

    Insignia

    La atención al cliente la parte importante

    Vilma Isabuche. Trabaja como ejecutiva ventas

    Hace 11 años soy parte de la empresa Empaques Cadali, en Ambato. Me integré en el área de comercialización, ventas y atención al cliente. Esta es una actividad importante, porque esta es la carta de presentación de nuestro negocio y siempre tratamos de que todo vaya bien. Constantemente nos capacitamos en estas áreas para atender de mejor manera a nuestros compradores. También colaboramos en lo que es el control de calidad con la finalidad de que el producto final cumpla con lo que el cliente desea. Esa es nuestra característica. Con el valor agrado también ayudamos en otras áreas de los procesos de fabricación. En la empresa somos un equipo y nos apoyamos e involucramos. La idea es trabajar en el desarrollo de nuestra compañía. La comunicación en todas las áreas de trabajo permite que la labor se cumpla con calidad. A esto se suma la capacitación en nuevas tecnologías..

    María Montenegro, gerenta de Empaques Cadali, tiene su departamento de diseño que ayuda al cliente en plasmar sus ideas en bocetos de los empaques para el calzado y más productos. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    María Montenegro, gerenta de Empaques Cadali, tiene su departamento de diseño que ayuda al cliente en plasmar sus ideas en bocetos de los empaques para el calzado y más productos. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Con inversión da pasos firmes en el sector del calzado

    Modesto Moreta

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    Cuando se trata de dar comodidad al pie de los ejecutivos, amas de casa, estudiantes, oficinistas… la marca de zapatos Vecachi cumple con esas condiciones. Esta industria se fundó en 1985 con el nombre de Calixto Jr., y desde el 2015 se denomina Rubbershoes Industrial Cía. Ltda.

    La calidad del calzado hizo que la producción de esta empresa ambateña se incrementara con el tiempo. Es así que en el 2015, el negocio produjo 58 600 pares de zapatos. Además facturó USD 1, 2 millones. Sus principales mercados son Quito, Ambato, Latacunga, Riobamba, Guayaquil, Cuenca y otras ciudades del país.

    En 1984, su gerente Calixto Peñaloza trabajaba en la distribución y comercialización de calzado en todo el Ecuador. Adquiría a las diferentes pequeñas empresas, pero los requerimientos del mercado eran otros y no abastecía los pedidos, por eso los gerentes de los almacenes exigían cambios. Entonces pensó ¿por qué no fabricar calzado con estas características y de alta calidad?

    Un año más tarde, conociendo el mercado presentó el proyecto a su familia que le dio el visto bueno. Con un crédito de 30 000 sucres en una institución financiera adquirió dos máquinas, hormas y la materia prima. Arrancó con dos colaboradores fabricando 15 pares semanales. Luego comenzaron a desarrollar sus propios diseños y modelos con las recomendaciones efectuadas por sus clientes y con buenos resultados.

    Las ventas se incrementaron a 400 pares al mes. Eso ayudó a expandirse a otros almacenes distribuidores. “En mis inicios no sabía fabricar calzado, no tenía ni idea; pero contraté a una persona especialista, luego me capacité, investigue y aprendí”, cuenta Calixto.

    Su aspiración fue ser líder en un mercado exigente. Es así que en 1990, la organización emprendió la tecnificación de sus procesos de fabricación. Calixto arrancó con un proceso de mejoramiento continuo y la capacitación de sus 25 colaboradores. Eso ayudó a ser más competitivos.

    Pero la crisis bancaria y la dolarización por poco hacen que quebrara; con recortes de gastos logró salir de esa crisis y emprendió el proceso de implementación de la certificación a la calidad ISO 9001, que la recibió en el 2003.

    El buen momento se inició en el 2010 cuando el Gobierno aplicó las salvaguardas al calzado importado. Eso catapultó a este sector productivo del país.

    Entonces la empresa realizó una nueva inversión con la adquisición de tecnología de punta. Por eso decidió trasladarse a la nueva planta ubicada en el Parque Industrial Ambato, logrando un crecimiento del 25% en sus ventas.

    Pero luego llegó un nuevo desafío. Las ventas descendieron y la producción cayó: de 210 pares diarios la cifra cayó casi a la mitad.

    Calixto mantuvo la calma y en el 2014 volvió a invertir cerca de USD 250 000 para adquirir un centro mecanizado para elaborar las suelas. También se automatizó el corte y se adquirió un software para el área de diseño.

    Desde hace 15 años, Fernando Quezada, gerente de Calzado Elizabeth, de Quito, trabaja con Vecachi. En sus cuatro locales ubicados en los barrios Comité del Pueblo, Carapungo, Calderón y El Inca oferta los modelos y nuevos diseños en la línea escolar, casual, de calle, de dama… “Es un producto de calidad que tiene demanda. Trimestralmente se venden entre 1 500 y 2 000 pares. La gente ya conoce la marca y consume”.

    En el centro de mecanización de calzado Vecachi se fabrican los moldes metálicos de las suelas que se emplean en el armaje de los zapatos; los diseños se venden en todo el país. Foto: Glenda Giacometti /LÍDERES
    En el centro de mecanización de calzado Vecachi se fabrican los moldes metálicos de las suelas que se emplean en el armaje de los zapatos; los diseños se venden en todo el país. Foto: Glenda Giacometti /LÍDERES
  • Kory Malku, la marca del calzado andino

    José Luis Rosales

    Cuando tenía 15 años, el kichwa otavalo César Flores dejó su ciudad natal y viajó a Europa. Al principio, como varios de sus coterráneos, se dedicó a la venta de artesanías andinas, en varias ciudades de Bélgica y Holanda.

    Al año retornó al país, pero fue por un período corto. Luego, hizo otros viajes y estadías más prolongadas en el Viejo Continente.

    Residió en Verona, Italia, durante 15 años. En esa ciudad trabajó en factorías especializadas en la producción de papel y de calzado. Pero Hace dos años retornó a Otavalo, en donde vive su familia.

    Flores, que viste de pantalón jean y camisa y tiene su cabello largo, recogido en trenza, como se identifica a los indígenas otavaleños, le apostó a la confección de zapatos con un toque andino.

    Así creó la marca Kory Malku (Cóndor de Oro, en español). El nombre proviene de dos vocablos: kory (oro), de la lengua quechua, de Perú, y Malku (cóndor), del aymara, de Bolivia. “Es un recuerdo de amigos de esos países que hice en mis viajes”.

    Antes de arrancar con este emprendimiento, este músico de profesión probó suerte en la confección de aretes, manillas y collares, con mullos y corales.

    Pero por su vocación de innovador buscaba un tipo de negocio que permita plasmar sus conocimientos. Flores explica que le surgió la idea de fabricar zapatos, de forma artesanal. Para ello, decidió experimentar con la técnica tradicional de elaborar las alpargatas, como las hacía su padre, con diseños contemporáneos.

    En esta iniciativa no estuvo solo. Sus hermanos, Luis y Dolores, se sumaron para impulsar el negocio.

    Para equipar el pequeño taller, que instalaron en la comunidad de Peguche, a cinco minutos de Otavalo, invirtieron alrededor de USD 7 000. La mayoría, explica Flores, provino de sus ahorros.

    Con este dinero adquirieron tres máquinas. En una se hacen los cortes de las piezas, la otra es de costura. Mientras que la tercera permite realizar las molduras del calzado.
    En el pequeño taller artesanal

    trabajan dos personas. Cada mes producen unos 100 pares. Pueden triplicar esa producción, pero depende de la cantidad de pedidos que reciben.

    Hasta el momento, Kory Mal­ku ha desarrollado 10 modelos entre botines, botas, baletas, sandalias, mocasines y deportivos, para adultos y niños. De los diseños se encarga César.
    El detalle principal de esta marca es que para el corte emplean telas, de vistosos colores, que son hechas en los telares de la parcialidad de Peguche. Estos tejidos de hilos, que son conocidos como pescaditos, se alternan con piezas de cuero y plantillas de goma y caucho.

    La variedad de modelos, colocados en orden en estanterías, se exhibe en un almacén que abrieron cerca al Mercado Centenario, en Otavalo, más conocida como Plaza de Ponchos.
    En el calzado de damas hay desde la talla 34 hasta la 40. En los modelos para varones, de la 34 a la 43. Mientras que para los niños del número 28 a 32.

    La mayoría de clientes son turistas extranjeros, explica Dolores Flores, que se encarga de la atención del almacén.

    Aunque también comenta que el producto seduce a los vecinos y visitantes nacionales. Telmo Perugachi, de Quito, comenta que le atraen los colores fuertes de las zapatillas.

    Otra de las estrategias para hacer conocer su producto son los comerciantes otavaleños que viajan por el mundo. Por eso, durante la festividad del Pawkar Raymi (Fiesta del Florecimiento), en donde la mayoría de migrantes está de retorno, aprovechan para promocionar sus diseños. Así han llegado a Canadá, México, España, Francia.

    También promoción la marca en redes sociales como Facebook. Allí suben fotografías de los diferentes diseños de zapatos.

    La microempresa familiar apunta al mercado internacional. Buscan más contactos con los viajeros otavaleños.

    El otavaleño César Flores incursionó en la confección de zapatos, de variadas formas pero con toque andino. Foto: Francisco Espinoza / LÍDERES
    El otavaleño César Flores incursionó en la confección de zapatos, de variadas formas pero con toque andino. Foto: Francisco Espinoza / LÍDERES
  • El calzado es el negocio familiar por más de 40 años

    redacción @revistalideres.ec

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    Abrir puntos de distribución del calzado Yovavel en todo el país es el objetivo de los propietarios de este emprendimiento familiar de Guayaquil.

    La marca es joven. Nació hace cuatro años de manos de la familia González-Ramírez pero ha ido ganando terreno en el mercado nacional. En la actualidad producen más de mil pares de zapatos mensuales y sus ventas superan los USD 60 000 al año.

    Andrés González, es el pilar de este emprendimiento, su experiencia en el mundo del calzado se remite hace 45 años, cuando aprendió el oficio de elaborar zapatos de la mano de su tío en su natal Babahoyo (Los Ríos).

    Tenía 12 años cuando se inició y luego emigró a Guayaquil donde trabajó en varias actividades hasta que decidió hacer lo que mejor sabía y montó un taller de confección de zapatos donde los vendía a diferentes empresas.

    Con las ganancias de su trabajo pudo mantener a su familia, pero Andrés tenía siempre en mente el sueño de tener su propia marca, objetivo que logró cristalizar en el 2012 con la ayuda de su esposa Virginia y de sus cuatro hijas.

    La denominación Yovavel es el resultado de mezclar las primeras letras de los nombres de su familia: Yoco (Geoconda), Virginia, Andrea, Verónica y Lola (Dolores). “Quería compartir el negocio con mi esposa y mis hijas por que ellas fueron el motor para ver cristalizado mi sueño”, contó.

    El emprendimiento inició con un préstamo que solicitó al Banco de Machala, con lo cual pudo adquirir maquinaria de trabajo y material para elaborar el calzado. La familia empezó produciendo 60 docenas de pares mensuales. Su producto estrella, en ese momento, eran las baletas (flats)para mujer, luego de lo cual lo diversificaron y crearon también calzado para hombres y niños.

    Al principio, las cuatro hijas eran las encargadas de ofrecer el producto de puerta en puerta. Luego cada uno se especializó en una actividad específica. Geoconda se encarga de la imagen y diseño de la marca, Andrea del ‘marketing’ del producto, Verónica de la contabilidad del negocio y Dolores de las ventas.

    La marca ha crecido tanto en ventas como en producción en un 100% en comparación ha cuando inició. Los principales negocios los realizan a través de las redes sociales como Facebook e Instagram, en donde reciben los pedidos de calzado y también a través de Whatsapp.

    Si el pedido es local lo envían personalmente, pero si es fuera de la ciudad lo realizan a través de empresas de mensajería o de transporte. Alicia Torres compra el calzado al por mayor para su boutique que tiene en Machala. Dice que le gustan los modelos y los diseños porque son para todas las edades. Mientras que Tania Terán, los compra en la ciudad, por unidad y se los recomienda a sus amigas por la comodidad.

    Geoconda sostiene que cada uno de los integrantes de la familia interviene en la elaboración del producto. “Estamos pendientes todos desde el material que se utiliza así como que los diseños estén a la moda”. En Yovavel se elaboran de seis a cinco docenas por cada modelo pero de diferentes colores. Cinco artesanos laboran en el taller, más dos familiares que se encargan ahora de las ventas.

    Entre las metas a corto plazo está exportar el calzado, uno de los primeros sitios sería Centroamérica. Andrés sostiene que existe el interés de varios empresarios de llevar su producto a este mercado.

    Andrés González y sus cuatro hijas son los creadores de la marca de calzado Yovavel, un emprendimiento que en cuatro años ha crecido en un 100 % tanto en ventas como en producción.  Fotos: Mario Faustos / LÍDERES
    Andrés González y sus cuatro hijas son los creadores de la marca de calzado Yovavel, un emprendimiento que en cuatro años ha crecido en un 100 % tanto en ventas como en producción. Fotos: Mario Faustos / LÍDERES
  • El calzado andino lleva el sello de Sisay

    Modesto Moreta

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    Los zapatos de taco, flats, mocasines, sandalias, plataformas… con contenidos andinos son elaborados a mano por los artesanos indígenas de la Asociación Sisay (florecimiento en español). Esta agrupación funciona en el pueblo Chibuleo, en Tungurahua.

    Las mujeres utilizan materiales autóctonos como la cabuya, la lana de borrego y de alpaca. También, los bordados con hilos elaborados a mano. Los diseños estilizados contienen la mezcla de colores como el rojo, verde, amarillo, azul, negro, celeste, blanco, lila, rosado y blanco.

    Además, llevan gráficos que representan la vida andina y la naturaleza como la espiga de la cebada, la flor de la papa, las montañas, el venado, la llama y otras representaciones que llaman la atención, especialmente de los turistas extranjeros. El emprendimiento se inicio con una inversión de USD 300. Juan Quisintuña, miembro de la Asociación, cuenta que el emprendimiento se inició hace dos años con la elaboración de dos docenas de pares de zapatos.

    Estas prendas las exhibieron en la Feria Internacional de Calzado realizada al año pasado en Quito a la que fueron invitados. “Nuestros diseños impactaron por el contenido andino que recoge y que son el complemento a la vestimenta indígena del hombre y de la mujer indígenas”, asegura Quisintuña.

    En la actualidad las ventas bordean los USD 2 200 mensuales. En el taller, que funciona en el centro de la parroquia Juan Benigno Vela, trabajan cinco personas y otras 40 mujeres, en sus propias comunas, se benefician con el proyecto.

    Ellas se dedican a tejer en cabuya, a bordar, a tejer las fajas y tapices. La tela es usada como materia prima en sus diseños y modelos de calzado que se exhiben en la tienda de la organización Sisay.

    Por su complejidad, tarda hasta dos días tejer las tiras que son entrelazadas para dar forma a la sandalia. En una plataforma de caucho se une cada una de las partes, algo similar se hace con la cabuya entrelazada. Un par demora un día en fabricarse.

    La combinación de los colores y las figuras son el principal atractivo del calzado andino. Por ejemplo, Silvia Quisintuña, vecina de Chibuleo, cuenta que es un zapato cómodo. Este combina con su atuendo tradicional compuesto por un anaco negro, rebozo morado y blusa blanca con bordados hechos a manos por las mujeres de la misma comunidad.

    El objetivo de la agrupación es que los jóvenes vistan algo moderno, elegante y que estén a la moda, pero sin perder la esencia cultural del pueblo indígena. “No queremos salirnos del contenido intercultural y ancestral del pueblo Chibuleo. La idea es conservar la identidad con el uso de las figuras como la flor de papa, la llama, la espiga de la cebada, la chacana o cruz andina”, cuenta Silvia Charco, presidenta de la organización.

    Quisintuña afirma que el calzado que elabora es parte de la nueva tendencia de la moda. Antiguamente la gente caminaba descalza. Luego con las sogas de cabuya se elaboraban las alpargatas que se confeccionaban a mano en la comuna. Posteriormente los artesanos fueron adaptando a los pies de los habitantes de los pueblos indígenas. Luego se combinaron el cuero y la tela del tejido para la manufactura.

    En la actualidad la Asociación Artesanal Sisay cuenta con 18 diseños. 10 están dirigidos para las mujeres y 8 para los varones.

    Pero el mercado que más adquiere el calzado es el extranjero. Jenry Muenala, gerente del almacén Mushuc Artesanías, ubicado en el centro de Otavalo, comercializa hace más de un año el producto de la Asociación Sisay. Ella cuenta que el calzado elaborado a mano es de calidad. Además, tiene novedosos diseños que gustan a los turistas extranjeros.

    También los envía a Francia y otros países de Europa. Al momento hay ventas pero la situación económica hizo que bajaran en un 50%. “En todo caso lo estamos comercializando en el extranjero y con los turistas que llegan a Imbabura. Son pocos los visitantes nacionales que adquieren los zapatos hechos a mano”.

    Otro de los principales mercados de Sisay era Manabí y Esmeraldas, pero el terremoto afectó las ventas. “Estábamos fabricando cinco docenas mensuales, pero ahora bajó en un 50%.

    Quisintuña asegura que por la calidad del producto y los materiales que emplean, la confección de las sandalias y zapatos con plataforma tiene un costo elevado. Se encuentra de entre USD 35 y 45. Los tamaños van desde el 32 hasta el 44. “La idea del proyecto es que este continúe y se sustente a favor de la gente”.

    Las mujeres de la Asociación Sisay son el puntal de este emprendimiento de Tungurahua . Ellas se encargan de fabricar el calzado. Foto: Modesto Moreta
    Las mujeres de la Asociación Sisay son el puntal de este emprendimiento de Tungurahua . Ellas se encargan de fabricar el calzado. Foto: Modesto Moreta
  • Buestán y Kleiner ayudarán a sustituir USD 60 millones en importaciones de botas industriales

    Carolina Enríquez

    Un total de USD 60 millones anuales se estarían sustituyendo en importaciones con la fabricación de botas industriales en el país.

    El anuncio lo hizo este 20 de enero del 2016 Emilio Velasco, viceministro de la Industrias, durante la ceremonia de presentación de este calzado que empezará a desarrollarse por las empresas Buestán y Kleiner.

    El funcionario explicó que anteriormente no existía tecnología para la fabricación de este tipo de productos, pero con el esfuerzo de ambas compañías se logró innovar en el proceso productivo y desarrollar este tipo de calzado.

    Vicente Buestán, socio fundador de Calzado Buestán y gerente técnico de la empresa, indicó que están en la capacidad de fabricar 1000 pares diarios, pero que pueden satisfacer las necesidades de cualquier cliente.

    Ahora no se está comercializando en un local en específico, pero se prevé ofrecer a la industria y participar en licitaciones públicas para lograr que los zapatos sean adquiridos.

    Para el empresario este es un logro debido a que entidades como la Corporación Nacional de Electriciad (CNEL) les indicaron que no iban a poder hacer las botas y finalmente lo consiguieron. Mientras que Victor Buri, gerente general de Kleiner, indicó que las empresas nacionales enfrentan dificultades en los procesos de licitación porque las contratantes prefieren productos importados o les dicen que no tienen experiencia.

    Cristian Orbe, presidente de la Cámara de la Cadena Productiva del Calzado y Afines de Pichincha, destacó la fabricación de estas botas y señaló que este gremio se creó hace cuatro meses, con ocho socios, con el fin de impulsar al sector.

    Pichincha tienen el segundo lugar en representatividad en fabricación de calzado con un 21% y primero Tungurahua con un 24%.

    Este 20 de enero del 2016 los productos de las empresas agremiadas se presentaron en un show room en Buestán. Entre las marcas estaban la de la misma empresa, Bunki, Pony,Cáceres, entre otras.

    La novedad que se observó fueron las botas industriales que, según Alex Vinueza, gerente de marketing de Buestán, resisten 18 000 voltios, tienen puntas reforzadas para evitar golpes por pesos, evitan la humedad y su plantilla evita cortes con objetos cortopunzantes.

    El producto, además, será más liviano que el que se produce en otros países, indicó el directivo de la empresa.

    Buestán y Kleiner están listos para fabricar el calzado industrial con  técnicas y seguridades que exigen los clientes internacionales.  Foto: Alfredo Lagla/ Líderes
    Buestán y Kleiner están listos para fabricar el calzado industrial con técnicas y seguridades que exigen los clientes internacionales. Foto: Alfredo Lagla/ Líderes
  • Calzado Anndy: Padre e hijo, con las botas puestas

    Alberto Araujo

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    Un crédito de 19 millones de sucres, otorgado por la Corporación Financiera Nacional (CFN), en junio de 1990, hizo realidad el sueño de Diego Reyes Vega: tener su propio negocio y pasar más tiempo de calidad junto a su familia.

    Ingeniero civil de carrera, Reyes trabajaba a tiempo completo en aquella época en el Ministerio de Obras Públicas y tenía que viajar mucho al suroriente del país, para la construcción de carreteras.

    Esta situación le mantenía separado de su familia, especialmente de su esposa Elsa Luzuriaga, quien además trabajaba en Petroecuador y también tenía que lidiar con horarios complicados y labores fuera de Quito. Por ello, la pareja decidió incursionar en la actividad empresarial y pidió el crédito (USD 23 000, al cambio de la época), para comprar maquinaria y contratar personal.

    Aunque no tenían experiencia directa con la elaboración de calzado, Diego Reyes Vega cuenta que identificó la oportunidad de suplir la demanda de zapatos de calidad y buenos acabados.

    Comenzaron con la elaboración de zapatos escolares ‘en un par de cuartos de su hogar’, en la ciudadela Atahualpa (sur de Quito) y la colaboración de seis personas.

    El cuero, materia prima del calzado, debían traerlo en bus o en camioneta desde Ambato, porque no tenían un vehículo propio, recuerda Reyes Vega. Sus modelos se vendían en diferentes tiendas multimarca de la capital.

    Con el pasar de los años fueron extendiendo su mercado hacia el segmento juvenil y de adultos. En 1999, meses antes de la dolarización y en medio de la crisis bancaria, tomaron el riesgo de hacer un nuevo préstamo y ampliar la fábrica y su producción.

    El crédito les sirvió para comprar un galpón en el sur de Quito, adquirir más maquinaria y pagar al personal para fabricar zapatos.

    Con la nueva infraestructura, decidieron extender sus modelos hacia las botas de trabajo, principalmente para guardias, paramédicos y cocineros.

    “Buscamos tener un producto no solo que esté bien terminado, sino que se vea bien y sea atractivo”, explica Diego Reyes Luzuriaga, el hijo de los esposos Reyes Luzuriaga, quien tomó la posta en la gerencia de la empresa.

    La marca Anndy no se relaciona con algún miembro de la familia, es una abreviatura de Andino Industria del Calzado, el nombre inicial de la empresa.

    Bajo una mirada más dinámica de mercado, Anndy cambió de logo y puso énfasis en el diseño, para posicionarse como una marca propia, cuenta Reyes Luzuriaga.

    Esta gestión fue acompañada por la apertura, en el 2010, de dos tiendas propias en el Quicentro Sur y El Recreo, de venta exclusiva de la marca, además de un outlet.

    El Gerente añade que el reforzamiento de la marca vino de la mano de la contratación de un publicista que realizó una sesión fotográfica con los modelos de zapatos y rediseñó la página web.

    La presentación de cada modelo de bota casual o zapato de vestir es el resultado de un diseño exhaustivo, que toma algunas semanas, cuenta Reyes Luzuriaga.

    Destaca que actualmente están negociando la apertura de una franquicia en Nueva York y la posibilidad de hacer contactos en una feria de exportadores en junio próximo, en Guayaquil, para vender sus productos en el exterior.

    Bladimir Parra junto con su familia son clientes de la marca desde hace tres años, por la calidad de los productos. Indica además que existe un contacto directo y personal con el fabricante, lo que le da seguridad como cliente.

    Juan Carlos González, de la empresa de Seguridad Securitas, también destaca la alta calidad del producto. “Pedimos que las botas tengan mínimo un año de garantía y eso se ha cumplido”, dice.

    Diego Reyes Luzuriaga (hijo) y Diego Reyes Vega (padre), están al frente de la empresas de calzado Anndy. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES.
    Diego Reyes Luzuriaga (hijo) y Diego Reyes Vega (padre), están al frente de la empresas de calzado Anndy. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES.