Etiqueta: cocina

  • Un aliado del sector alimenticio

    Cristina Márquez. (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    El taller de Salomón Santillán y sus hijos Nancy, Glenda, Ximena y Pablo, conserva su esencia artesanal pero tiene una visión industrial. Ellos fabrican más de 100 tipos de equipos de cocina como hornos, asaderos, freidoras, vitrinas, planchas, entre otros.

    Sus productos están en restaurantes de todo el país, aunque sus principales clientes están en las provincias de la Sierra Centro. Los equipos están hechos de acero inoxidable y fueron diseñados para satisfacer las necesidades de la industria alimenticia.

    Cada equipo se manufactura en el taller familiar, ubicado en el centro de Riobamba, en Chimborazo. Allí, mecánicos expertos ensamblan cuidadosamente las piezas de acero.

    “Conservamos el trabajo artesanal, que es nuestro sello de garantía para nuestros clientes. Pero la manufactura se hace con máquinas de alta tecnología”, afirma Pablo Santillán, subgerente de la empresa.

    El producto estrella de la firma es una brosterizadora de pollos que iguala en eficacia a equipos fabricados en el extranjero, pero se caracteriza por ser más económica. Cuesta USD 4 000 y permite procesar hasta 27 piezas de pollo en 15 minutos.

    Está equipada con dos canastillas y un tablero de mando para controlar la temperatura y obtener presas cocidas en su punto. La brosterizadora es el producto más demandado.
    “La brosterizadora es indispensable en nuestro negocio y nos ha dado muy buenos resultados. El pollo queda jugoso y se fríe en poco tiempo, eso nos permite ser más diligentes en la atención”, cuenta Luisa Caiza, una cliente.

    Los hornos para pan, pizza y asadores también son productos demandados. Fueron diseñados para optimizar los tiempos de cocción y conservar la alta calidad de las preparaciones.
    Los productos se diseñan a la medida que solicite el cliente, para acoplarse a las necesidades del restaurante.

    La mecánica empezó a funcionar en Riobamba hace 50 años. Salomón Santillán fundó la empresa con un capital de 5 millones de sucres, que obtuvo a través de un crédito bancario.
    “Empezó como un pequeño taller de metalmecánica, en el garaje de la casa”, recuerda Salomón, de 72 años.

    Él se apasionó con la metalmecánica a los 18 años, cuando sin haber cursado sus estudios secundarios tuvo que movilizarse a Ambato para conseguir un empleo. Lo obtuvo en una fábrica de fideos, donde se capacitó sobre el ensamble y mantenimiento de los calderos para las cocciones.

    Además, cursó un bachillerato técnico en mecánica, donde aprendió los preceptos básicos del oficio. Cuatro años después, en 1970, decidió renunciar y emprender su propio negocio en su ciudad natal.

    Sus primeros productos fueron unos maceteros metálicos que tenían un diseño original. Cuando salieron al mercado, la gente, aunque sintió interés, los despreció por haber sido elaborados en la localidad.

    “En ese tiempo la gente pensaba que lo extranjero era sinónimo de calidad y no valoraba la industria local”, cuenta el emprendedor.

    Eso lo motivó a nombrar a su empresa con el apellido de uno de sus personajes favoritos de la historia universal, Abraham Lincoln.

    La empresa familiar: Carlos Dávila, Glenda, Salomón, Nancy y Pablo Santillán son parte del Directorio de la Mecánica Lincoln
    La empresa familiar: Carlos Dávila, Glenda, Salomón, Nancy y Pablo Santillán son parte del Directorio de la Mecánica Lincoln


    Salomón empezó a fabricar hornos para pan en 1973, debido al pedido de sus clientes y a la motivación de su esposa Zoila Valle. En poco tiempo su pequeño negocio se popularizó entre las panaderías y restaurantes.

    La gran demanda de los hornos también le hizo especializar su negocio en la fabricación de implementos y equipos para cocina. En el 2000, incluso recibió un premio en Cali, Colombia, por su innovación.

    Sus hijos se profesionalizaron en carreras afines a la administración de empresas y la industria metalmecánica. Ellos se sumaron a la empresa y modernizaron los procesos.

    En el 2015 invirtieron USD 30 000 en la adquisición de maquinarias chinas para tecnificar su producción, sin perder el valor artesanal que los caracteriza. Con la compra de los nuevos equipos subieron su producción de seis equipos al mes a 50.

    También diversificaron su menú. Nuevos diseños como amasadoras para pan, freidoras industriales, un vaporizador de plantas medicinales se sumaron a su oferta.

    El incremento de producción les permitió abrir un punto de venta en Quito. Ahora los socios buscan llegar con sus productos a nuevos mercados, la meta a corto plazo es abrir nuevos puntos de venta en la Amazonía.

    Las cifras

    300 000 Dólares fue la facturación de la empresa en el 2019.
    9 Empleados trabajan en la fábrica.
    50 Equipos es el promedio de ventas de cada mes.
    6 Brosterizadoras se comercializan cada mes.
    300 000 Dólares es la proyección en ventas para el 2020. La emergencia sanitaria frenó su plan de crecimiento.
    300 m2 es la extensión de la planta ubicada en el centro de Riobamba.

    Salomón Santillán / Gerente
    La atención al cliente es personalizada. En nuestra empresa nos aseguramos que cada restaurante, hotel o familia obtenga el equipo que satisfaga sus necesidades en la preparación de alimentos. Diseñamos nuestras freidoras, hornos, mesas y acoples como un traje de talla única para la tecnificación y buen desempeño de nuestros clientes. Trabajamos para que nuestra marca siga siendo un distintivo de alta

    En la planta de producción, nueve operarios manufacturan más de 100 tipos de implementos de cocina. Lo hacen con modernas maquinarias. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES
    En la planta de producción, nueve operarios manufacturan más de 100 tipos de implementos de cocina. Lo hacen con modernas maquinarias. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Un emprendedor que ama la cocina y la literatura

    Gabriel Flores

    (I)

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    Para Marco Mancero la cocina y la lectura son dos actividades esenciales en su día a día. Entre las dos creó conexiones que le han servido para emprender nuevos proyectos marcados por la búsqueda de una alimentación más sana y saludable y de un equilibrio físico y espiritual.

    Uno de sus libros de cabecera es ‘La alimentación esencial humana’ de Santiago Portilla Rosales. El director de alimentos y bebidas del GranEro cuenta que en esta obra el autor pone el acento en la importancia de la alimentación integral humana, algo que pone en práctica de forma constante.

    “Lo recomendaría -dice- a cualquier clase de persona porque te invita a analizar cuáles son los alimentos funcionales e integrales que pueden reunir los aminoácidos esenciales, las proteínas y las vitaminas que necesitamos”.

    Uno de los alimentos que destaca este chef y emprendedor es la quinua, un grano que era muy consumido en la zona andina y que tiene elementos como el omega 3, que según explica ayuda a estimular la actividad cerebral.

    Para él, los alimentos están llenos de información que necesita ser decodificada por la gente. Cree que es importante recordar que nuestros antepasados sabían los tiempos y lugares precisos para la siembra y la cosecha y para qué les servía todo lo que comían.

    Uno de los libros que le ha ayudado a nutrirse de los conocimientos alimentarios de las culturas ancestrales es ‘Génesis de la cultura andina’ de Carlos Milla Villena. “Esta lectura -cuenta- me motivó a hurgar más en los saberes que tenían los pueblos indígenas y valorar su forma de vivir”.

    Las lecturas de los últimos años, también le han permitido valorar la importancia que tiene la cocina como espacio de encuentro y de comunión para las personas. “La cocina a través de los olores y sabores nos ayuda a crear memoria. También nos sirve para recordar la importancia de las semillas y de los frutos que nos da la Tierra”.

    En su biblioteca abundan los libros de biología, química, botánica, ciencia -entre ellos uno que explica la importancia de los arcos eléctricos-, autoayuda (sobre todo las obras de Osho) y clásicos de la literatura universal como las obras de Julio Verne.

    Una de sus preferidas es la ‘Estrella del sur’. El libro cuenta la historia de Cyprien Meré, un ingeniero francés que vive en los Campos de Diamantes en Griqualandia Occidental (Sudáfrica), y desea casarse con la bella hija del señor Watkins, quien cuenta con que Alicia se quede cerca de él y se case con uno de los mineros más adinerados de la región.

    “Me gusta porque es un libro que mezcla la aventura y ciencia. Una de las partes que más recuerdo es el empeño que tenía uno de los protagonistas por imitar el proceso de creación de un diamante. Algo que nunca logró”.

    Entre sus intereses literarios también está la literatura ecuatoriana. Uno de sus textos favoritos es el ‘Cuento de la patria’, un ensayo de Benjamín Carrión, que fue publicado en 1967.

    Mi libro de cabecera

    ‘Estrella del Sur’. Mancero recomienda la lectura de esta obra de Julio Verne por la mezcla de mundos que el lector puede encontrar, entre ellos la aventura y la ciencia. “Cualquiera lo puede leer en un viaje corto o en un día de fin de semana”, dice.

    Mancero junto a la pequeña biblioteca que tiene en su lugar de trabajo. Foto: cortesía de Byron Herrera Jaramillo
    Mancero junto a la pequeña biblioteca que tiene en su lugar de trabajo. Foto: cortesía de Byron Herrera Jaramillo
  • Iniciativa promueve técnicas ancestrales de cocina

    Redacción Quito

    El tiesto es la esencia del café Ñuka Llacta. Sobre el carbón se preparan habas, tostado, pepas de sambo y tortillas de maíz y de trigo. En las frías noches quiteñas, los clientes se abrigan mientras hacen sus pedidos alrededor de la estufa y conocen de tradiciones culinarias que en la ciudad ya se perdieron.

    Cuando Piedad Morales abrió una sucursal del negocio familiar en Quito, a una cuadra del Parque Navarro, su objetivo fue evitar la desaparición de las recetas de su madre. Ramona Ushiña, de 80 años, preparaba en casa y también vendía en Sangolquí las tortillas de tiesto asadas .

    El patrimonio que busca rescatar está anclado a los productos del Ilaló, a los métodos de elaboración y al valor nutricional de los alimentos cultivados en comunidad y aprovechados de forma íntegra.

    La dueña del emprendimiento agregó a la oferta original de su madre las coladas de sambo de dulce y de zapallo. También sirve café de haba, máchica, café regular, aguas aromáticas y chocolate.

    Morales, quien es experta en medicina natural y ancestral, dice que todo lo que sirve tiene alto valor nutricional, por citar algunos: el sambo y sus semillas ayudan a desinflamar la próstata, el zapallo es gran fuente de vitamina C, las tortillas son elaboradas con harina integral y todo lo que se hace sobre el tiesto no usa grasa.

    En el sitio se preparan y comercializan tortillas de maíz de sal y dulce, hechas en tiesto. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    En el sitio se preparan y comercializan tortillas de maíz de sal y dulce, hechas en tiesto. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Reciclan aceite de cocina para generar biodiésel

    Mayra Pacheco

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    El aceite de cocina que se desecha a diario en casas, restaurantes, hoteles, atuneras tiene un valor especial en Arc y Pieper.

    Desde hace tres años esta empresa ubicada en Alangasí, al suroriente de Quito, compra el aceite comestible usado. Este producto, que llega en canecas de diversos tamaños, es filtrado y almacenado para luego exportarlo a Holanda.

    El aceite sale en unas bolsas herméticas, que tienen capacidad para 23 toneladas, hasta el puerto de Guayaquil. Desde ahí se traslada el producto a Holanda, donde se lo transforma en biodiésel.

    La iniciativa de emplear este producto comestible como materia prima para producir derivados surgió en el 2012, tras un estudio que realizó Bessel Pieper, gerente de Arc y Pieper.

    Para este emprendedor nacido en Holanda, emplear este residuo en la producción de combustibles era una práctica conocida en su país, desde hace 45 años. Pero en Ecuador esto no ocurría.

    Un estudio que hizo en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay identificó que el aceite era mal utilizado en otros procesos, arrojado a sumideros o en la basura común.

    Estas prácticas representan un riesgo para la salud y el ambiente, refiere Ana Vega, gerenta de proyectos de la empresa.

    Por esto, Pieper decidió construir una planta de reciclaje de aceite comestible usado. La iniciativa contó con el respaldo de Pro Ecuador de Rotterdam, Holanda. El proyecto se concretó en el 2015, tras invertir USD 250 000.

    Desde entonces, Arc y Pieper recolecta el aceite comestible que se produce en las casas o en industrias. Entre sus usuarios están cadenas de restaurante, hoteles, hospitales, atuneras y otros. En total, cuentan con 1 600 clientes.

    La Tablita del Tártaro ha entregado 2 400 litros de aceite desde que se inició el convenio en marzo de este año. A cambio, la empresa da mantenimiento a la trampa de grasa. “El servicio es ágil y confiable”, expresa William Medina, coordinador de Seguridad, Salud y Ambiente de esta cadena.

    La firma Seafman, en cambio, entrega desde junio pasado el aceite que queda del procesamiento de atún. El residuo se junta en contenedores que tienen capacidad para una tonelada. Hasta la fecha ha entregado dos tanques.

    El aceite que llega a la planta recicladora viene en canecas de 20 litros de capacidad mínimo. El proceso de recolección se hace en camiones en función de la disponibilidad de los clientes. El servicio se presta a escala nacional.

    Por cada litro de este residuo Arc y Pieper paga USD 0,10.

    La recicladora está registrada en el Ministerio de Ambiente con uso final: biodiésel. Esto les permite emitir un certificado de tratamiento y disposición de desechos. Este es un requisito para autorizar el funcionamiento de ciertos establecimientos.

    Cada año, en promedio, se recolecta y exporta 2,3 millones de litros de aceite usado. Esto genera una facturación de alrededor de USD 580 000 al año.

    Para quienes no utilizan aceite en cantidades industriales, las personas pueden dejar el aceite en botellas de plástico etiquetadas en los puntos de acopio autorizados por el Patronato San José de Quito. En este caso, por cada litro de aceite entregado Arc y Pieper entrega material didáctico para los Guagua Centros.

    Con este tipo de acciones, Pieper y Vega espera mitigar en parte la contaminación y aprovechar este residuo para convertirlo en un recurso. Para este proceso cuentan con una certificación ISCC, emitida en Holanda.

    Su labor les ha permitido ganar reconocimientos nacionales e internacionales. En este año recibieron la distinción Iniciativa Verde del Ministerio de Ambiente y el premio de calidad de Business Initiative Directions, en Suiza.

    Además, se encuentran entre los 30 finalistas de los premios Latinoamérica Verde. Para este concurso se presentaron 2 733 proyectos de ocho países. La selección se hará en agosto.

    Más adelante, las metas de Arc y Pieper son construir una miniplanta para producir biodiésel en Ecuador, junto con la Universidad Estatal de Bolívar; e implementar un sistema de microfranquicias para involucrar a las mujeres en el reciclaje de este residuo.

    El aceite comestible usado que llega a la planta recicladora en canecas es filtrado para almacenarlo y luego exportarlo vía marítima a Holanda. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
    El aceite comestible usado que llega a la planta recicladora en canecas es filtrado para almacenarlo y luego exportarlo vía marítima a Holanda. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
  • Alimentos amazónicos para la alta cocina

    Evelyn Tapia

    Evelyn Tapia  (F) 
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    Las chakras son pequeñas extensiones de terreno en los que tradicionalmente las familias indígenas de la Amazonía cultivan sus alimentos. Se trata de un sistema de policultivos en los que, por ejemplo, crecen plantas como la guayusa, patasmuyo sacha ajo, palmito, entre otras.

    Marta Echavarría y su esposo, Jacob Olander, emprendieron en el 2016 un programa con el que llevan esos y otros frescos y todavía exóticos alimentos desde las chakras a las mesas de 10 restaurantes de alta cocina en Quito.

    Canopy Bridge es el nombre de esta iniciativa que provee unos 30 tipos de alimentos producidos por familias de comunidades Kichwa, principalmente asentados en Archidona (Napo); así como por comunidades cofanes y secoyas de otras zonas de la Amazonía.

    Unas 350 familias son parte de esta iniciativa, aunque no todas hacen entregas regularmente.
    Echavarría cuenta que la mayoría de las chakras están a cargo de mujeres que antes de ser parte de este proyecto cultivaban para consumo familiar o para comercializar en mercados de la zona.

    “El impacto que tiene el hecho de que se hayan convertido en generadoras de recursos es súper importante, porque los invierten en sus familias, en la educación de sus hijos”, comenta Echavarría.

    En su primer año de operaciones Canopy Bridge alcanzó USD 18 700 en ventas.
    La emprendedora añade que esta iniciativa ha tenido una excelente acogida entre cocineros que no solo están buscando sabores nuevos para sus platos, sino que además quieren revalorizar la comida ecuatoriana.

    Esta pareja llegó en 1995 a Ecuador: ella es colombiana y él es estadounidense. En ese año fundaron la empresa de servicios medioambientales, Ecodecisión.

    Durante 22 años, con esta empresa trabajaron junto a ONG y otras empresas en proyectos enfocados en biodiversidad, naturaleza “y en la gente que la cuida, para que este entorno se conserve y su trabajo se perpetúe”, cuenta Olander.

    Ese nexo movió a la pareja a emprender esta iniciativa que busca conservar las tradicionales formas de cultivo amazónicas.

    El potencial de Ecuador en este negocio, a diferencia de otros países amazónicos, es que la selva está a tres horas de la capital, dice Echavarría. Eso permite tener productos más frescos e incurrir en menores costos.

    El primer paso en este proyecto, recuerdan, fue crear una plataforma web (canopybridge.com). Allí se pueden registrar productores y compradores que buscan este tipo de insumos alimenticios.

    En el catálogo hay productos como la guayabilla, la uva de monte, la neapía o también conocido como ají negro, yuca amarilla, entre otros. Además ofrecen pesca fresca: cachama y paiche, por ejemplo, principalmente provista por comunidades cofanes.

    El segundo pilar de su trabajo fue alcanzar alianzas estratégicas. Así, la pareja se puso en contacto con el Ministerio de Agricultura y Ganadería y su programa Agenda de Transformación Productiva Amazónica (Atpa), con lo que lograron contactar a las primeras comunidades indígenas para comenzar a comprar los productos que ahora llegan a los restaurantes cada semana.

    Olander menciona que otra alianza importante es la que entablaron con la Universidad San Francisco de Quito. En la planta de ingeniería de alimentos de esta institución, Canopy Bridge desarrolla investigaciones con uno de los productos que mejor acogida ha tenido, el patasmuyo, también llamado cacao blanco .

    Los estudios que se realizan apuntan a que el producto obtenga un registro sanitario que le permita llegar a supermercados.

    Echavarría cuenta que esperan en el futuro tener una planta propia de distribución. Pero por ahora trabajan en un reto: el nivel de provisión. “Todavía es un problema la provisión de productos para responder a la demanda de los restaurantes. El reto es lograr que estos productos estén de manera regular en sus cartas”.

    Jacob Olander y Gabriela Albuja, de Canopy Bridge, junto a Norbert Muller, docente de la U. San Francisco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Jacob Olander y Gabriela Albuja, de Canopy Bridge, junto a Norbert Muller, docente de la U. San Francisco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • El aceite utilizado de cocina se exporta

    Marcel Bonilla

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    Ocho toneladas métricas de aceite de cocina utilizado recoge al mes la empresa de Servicios Técnicos en Ingeniería & Ambiente (Servitec), de más de 300 locales de venta de comida en el cantón Esmeraldas.

    Este aceite es almacenado en un centro de acopio, donde existe un tanque para 10 toneladas métricas, que luego son exportadas hacia Colombia, por la frontera norte de Ecuador.

    En la planta, el producto es sometido a un proceso de filtrado para quitar humedad y luego ponerlo en recipientes plásticos de 100 litros cada uno. El aceite es entregado a empresas que lo utilizan para obtener biodiésel y grasas lubricantes, después de ser sometidos a procesos industriales en Colombia, explica uno de los técnicos de la empresa.

    La producción de aceite que desechan los comedores, locales de comidas rápidas y cadenas de restaurantes en Esmeraldas, es comprado a USD 0,15 el litro por esta empresa, que entrega a los clientes un certificado de buenas prácticas ambientales.

    Servitec nació hace dos años como una iniciativa en la parte ambiental. Vladimir Madrid, gerente de la empresa, explica que con un crédito de BanEcuador de USD 20 000, han logrado dar mayor impulso al negocio del aceite; la inversión total para impulsar este negocio supera los USD 70 000.

    A más del aceite usado de cocina también se recogen seis toneladas de grasa animal, al mes, a través del camal Municipal de Esmeraldas, donde se faena un promedio de 600 reses al mes.

    El propósito de la empresa es generar conciencia entre la población sobre el cuidado ambiental, a partir de darle un destino final a los residuos de aceite para que no sean vertidos en las alcantarillas.

    Desde el mes anterior, la cobertura para llegar a la meta es de 10 toneladas métricas mensuales; por eso, la empresa se ha extendido hasta los cantones de Atacames, San Lorenzo, Rioverde y Quinindé. A este proceso se suman compañías privadas.

    El retiro de aceite al mes les representaba a las empresas pagos por hasta USD 5 000, pero ahora reciben un desembolso de Servitec, y un documento de buenas prácticas de la empresa.

    La empresa usa como estrategia para la recolección de aceite, la distribución de 1 200 canecas plásticas, las que se retiran cada cuatro días con el producto, que es almacenado en la planta.
    Vladimir Madrid explica que el trabajo no solo es retirar el aceite, sino orientar en la parte ambiental y de salud, explicando los efectos negativos de utilizar aceite usado, en la elaboración de balanceados para animales.

    El director de Higiene Municipal, Nelson Muela, es uno de los que ayuda a promover una ordenanza para que los dueños de locales de comida entreguen el aceite a empresas como esta, y reciban descuentos en el costo de permisos, una vez que esté aprobada la ordenanza de aceites usado de cocina, en 60 días más.

    Servitec apunta a rebasar las 20 toneladas mensuales hasta el primer semestre del próximo año, para abrirse paso a mercados de Europa, que compran el producto a mejor precio; por ahora seguirán enviando a Colombia.

    Con la cantidad de locales con los que trabajan en Esmeraldas, se pueden producir 50 toneladas de aceite al mes.

    El aceite es almacenado en un centro de acopio en Esmeraldas. En la planta, el producto es sometido a un proceso de filtrado para quitar humedad. Fotos: Marcel Bonilla / LÍDERES
    El aceite es almacenado en un centro de acopio en Esmeraldas. En la planta, el producto es sometido a un proceso de filtrado para quitar humedad. Fotos: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Cruceros ofrecen cocina con los mejores chefs

    Agencia EFE

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    La gastronomía a bordo de los cruceros ha evolucionado con nuevas tendencias y conceptos para responder a los paladares más exigentes con la misma calidad de los mejores restaurantes.

    Entre estos nuevos conceptos está The Chefs Table, un lugar reservado para quienes quieren disfrutar de una cena de lujo en la cocina especial del crucero Vista. Frente a un selecto grupo de comensales, entre 14 y 16 sentados en torno a una mesa amplia y lujosamente decorada, el chef del Vista prepara cada noche una cena de siete platos y dos postres, mientras explica los detalles de su elaboración, así como la elección de los vinos.

    Esta experiencia gastronómica ha sido tan exitosa que muchos turistas deciden las fechas de su viaje en función de la disponibilidad de un lugar en la mesa del chef, a fin de experimentar sabores con mezclas de las mejores cocinas del mundo.

    “Esta es una experiencia sensorial. Mi pasión es servir a los pasajeros con todo tipo de sorpresas en un ambiente cálido y familiar”, dijo Soumen Banerjee, jefe de cocina del Vista.
    El menú cambia a diario, según los ingredientes frescos disponibles.

    Las posibilidades van desde un tartar de atún con wasabi o salmón noruego con mousse de aguacate y caviar de salmón hasta camarones con manzanas verdes con un crujido de tapioca y alioli de limón.

    De postre, pastel de queso de aguacate o una fuente de chocolates variados con frutas silvestres… son solo algunas de las opciones para los comensales.

    Los chefs del crucero preparan el menú frente a los comensales.
    Los chefs del crucero preparan el menú frente a los comensales.
  • Tres mujeres indígenas dominan la cocina americana

    Redacción Sierra Centro

    María Esther Calapi, Rocío Gualsaquí y Rosa Flores pasaron de ser empleadas a dueñas de la Cafetería Serendipity, en Cotacachi, Imbabura. El establecimiento, que funciona en el centro de la ciudad, se especializa en platos internacionales, por lo que es un sitio de reunión de los extranjeros que residen en este cantón. La mayoría son jubilados.

    Las tres mujeres, oriundas de la comunidad kichwa de La Calera, tomaron la posta en el negocio a Nancy Hanigan, su anterior propietaria, que retornó a Estados Unidos por asuntos familiares.

    Antes de marcharse, Hanigan vio a estas emprendedoras como las más idóneas para que se pongan al frente de Serendipity, que curiosamente en español significa casualidad, por lo que les vendió.

    La mujer les enseñó los secretos de la cocina, especialmente americana. También a cómo atender a los clientes, recuerda Calapi.

    Una de las cosas que llamó su atención es la preparación de las hamburguesas. La dama explica que los foráneos las prefieren acompañadas de champiñones, queso, lechuga, tomate y cebolla.

    También aprendieron sobre menúes más elaborados, como pastel de pollo, camarones al grill, tempura de camarones, entre otros. En la carta del establecimiento hay 12 platillos.

    La diferencia del idioma no ha sido un obstáculo. El menú, que está editado en español e inglés, y que fue ideado por Hanigan, facilita los pedidos de los comensales ‘gringos’, especialmente de los que recién llegan a vivir en el cantón. La mayoría de extranjeros no habla español.

    El local abre de 08:00 hasta 21:00. Por la mañana la espe­cialidad son los desayunos. El más tradicional es el americano: huevos, tocino, papas, jugo y tostadas. No lleva café.

    Uno de los segmentos especiales de este local es el de las bebidas y postres. Los nuevos vecinos de esta urbe prefieren vino para acompañar a sus comidas. Aunque también hay quienes se aficionan de jugos de frutas. Uno de los más populares es el ‘morning ginger’, que se hace a base de manzana, zanahoria y jengibre.

    A clientes fieles, como la esta­dou­nidense Barbara Rattenborg, en cambio, les atrae más los postres. Su preferido es el ‘creme brulee’, que es un flan de caramelo y que está aderezado con crema.

    “Los americanos aprecian bastante la comida de nuestro restaurante”, asegura Calapi.
    Por ello, también le han apostado a preparar platos de la gastronomía local, como las carnes coloradas, el hornado, la colada morada con tortillas de tiesto…

    Esa es una estrategia para atraer a los clientes, con una amplia variedad. Los platillos fuertes cuestan entre USD 5,25 hasta 7.

    Una de los atractivos es que los platillos son elaborados al instante y con productos frescos. Para la atención de la cafetería las socias laboran en varios turnos, que atiende durante el día.
    En un día las ventas pueden alcanzar los USD 250.

    Estos ingresos les permitieron cancelar el crédito que tramitaron para la compra del negocio. Cada accionista debió aportar USD 3 500.

    Por ahora no descartan los planes de ampliación de Serendipity, para mantenerse a flote.

    Restaurante Serendipity de María EstHer Calapi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Restaurante Serendipity de María EstHer Calapi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • La cocina gourmet se acerca al hogar de los ecuatorianos

    Redacción Quito

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    Los condimentos y aliños de calidad internacional se producen en la actualidad en Ecuador. Uno de sus protagonistas es Chef en casa. Es una marca nacional que ha innovado en recetas y productos de cocina para que los hogares ecuatorianos puedan contar con comida de alta calidad gourmet.

    Henry Richardson, fundador y Chef ejecutivo de la marca, ha acumulado más de 30 años de experiencia en la cocina nacional e internacional. Durante este tiempo, el profesional cuenta que realizó pruebas e investigaciones sobre mejoras de los aliños y condimentos para incrementar la calidad de los alimentos.

    “Me había dado cuenta que el personal de la cocina puede cambiar, pero la calidad de los productos siempre debe permanecer igual. Es por esto, que decidí desarrollar recetas que se utilicen regularmente para garantizar la calidad del producto final”, comenta Richardson.

    Además, dice, la industria de los condimentos y aliños en el país era muy limitada y no ofrecía productos que los cocineros profesionales requerían para poder sazonar correctamente los ingredientes que se utilizaban.

    Es así que, armado con su experiencia y conocimiento culinarios, Richardson decidió crear Chef en casa, una marca nacional que provea los mejores condimentos y aliños no solo a chefs profesionales, sino a todo aquel que desee elaborar platos que tengan una alta calidad desde la comodidad de su hogar.

    En el 2015, cuando la marca salió oficialmente a la venta, la empresa contaba con 10 productos; sin embargo, en la actualidad, ya son más de 20, entre los que están condimentos y accesorios de cocina, que facilitan la actividad culinaria a miles de ecuatorianos que ya prefieren esta marca.

    Además, según la directora de mercadeo y innovación de Chef en casa, Genevieve Abraham, la marca se mantiene en constante búsqueda de productos que se utilizan a escala internacional, pero que no se encuentran en el mercado nacional.

    “Buscamos los ingredientes e insumos que utilizamos para los sazonadores desde su lugar de origen. Esto nos permite ofertar productos que antes se encontraban únicamente en el mercado internacional”, señala Abraham.

    Así también, la marca trabaja con productores nacionales para potenciar su producción y subir la calidad de los insumos que se ofertan. La línea de accesorios de cocina Chef en casa, que se puede encontrar en la cadena de almacenes Sukasa, es producida por fábricas nacionales que ya tenían los productos, pero que necesitaron de la capacitación y experiencia profesional de Richardson y su equipo para mejorar su calidad.

    “Por ejemplo, trabajamos con una empresa local que ya producía guantes de cocina, pero en Chef en casa invertimos para mejorar las características del guante y sacar, finalmente, un producto de calidad internacional. Además, todos los artículos que se venden bajo nuestra marca son probados y garantizados por chefs profesionales”, comenta Richardson.

    Hoy en día, la marca cuenta ya con varios convenios para poder potenciar sus ventas y producción, como el acuerdo con La Favorita que permitió comercializar los artículos en la cadena de supermercados Supermaxi. Gracias a estos acuerdos, Chef en casa logró facturar aproximadamente unos USD 183 000 el año pasado.

    Además, la marca ha tenido un crecimiento importante con una proyección de expansión muy grande. Richardson comenta que se espera lanzar al mercado alrededor de 21 productos nuevos con innovaciones en las fórmulas, entre apanaduras, mezclas para tortas, salsas, congelados, entre otros, para facilitar aún más las actividades culinarias.

    Henry Richardson es un chef ecuatoriano que incursiona en varios campos de la cocina; incluyendo la académica, la empresarial, entre otras. Es un chef profesional desde 1985. Foto. Pavel Calahorrano / LÍDERES
    Henry Richardson es un chef ecuatoriano que incursiona en varios campos de la cocina; incluyendo la académica, la empresarial, entre otras. Es un chef profesional desde 1985. Foto. Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • La sazón especial del chef es su pasión y sus valores

    Redacción Quito

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    La vida del chef Esteban Tapia ha estado dirigida siempre por la innovación y la investigación. Al ser una persona que no se conforma con los ideales preestablecidos, su vida ha estado llena de sorpresas y éxito.

    Uno de los giros más grandes que dio su vida fue, de hecho, el dedicarse por entero a la gastronomía. En un principio, Tapia empezó a estudiar la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, posteriormente, en la Universidad Central del Ecuador.

    Sin embargo, desde muy pequeño, él siempre se interesó por la cocina. Él comenta, con el rostro lleno de alegría y de nostalgia, que en la casa de su abuela materna siempre comían muchas personas, por lo que la cocina tenía que estar funcionando desde las primeras horas de la mañana hasta altas horas de la noche. Esto siempre le había llamado la atención.

    Fue allí, en la casa de su abuela, donde la llama de la pasión por la cocina se encendió. “Mi abuela es una inspiración e, incluso, hasta el día de hoy, no logro preparar algunos platos tan perfectos como ella los hacía”, comenta el chef Tapia.

    Así, recordando esa curiosidad de la infancia, decidió, mientras estudiaba la carrera de economía, seguir algunos cursos de gastronomía en el Centro de Formación Hotelero Alberto. Poco a poco, la cocina fue ganando más espacio en su vida, hasta el día en que tuvo que decidir dejar la economía para dedicarse de lleno a lo que se convertiría en su herramienta más poderosa, la cocina.

    Esta, sin duda, fue una de las decisiones más acertadas de su vida, comenta el profesional. No obstante, su verdadero motor de vida, el ayudar a la gente y generar un beneficio para la sociedad, nunca cambió.

    El chef Esteban Tapia decidió aplicar todos sus conocimientos adquiridos a lo largo de su formación profesional dentro y fuera del país en el ámbito de lo social. Generar un cocina de calidad que tenga sus principios fundamentados en el trato justo para los pequeños productores y limpio para el medioambiente, se convirtió en su mayor prioridad.

    Como lo recuerda su gran amigo desde la infancia, Santiago Guayasamín, una de las principales características de Esteban ha sido siempre la solidaridad. “Mi amigo se ha dedicado a dar oportunidades a las personas de bajos recursos para que, a través de la comida, salgan adelante. Alguien que haga esto vale la pena realmente”, comenta Santiago.

    Esteban Tapia aún recuerda cómo, mientras era profesor de la Universidad Internacional del Ecuador, un estudiante se acercó a él y le presentó el concepto de ‘slowfood’; un movimiento internacional que promueve la cocina tradicional con productos locales conseguidos con los principios del trato y el comercio justo.

    “En ese momento se abrió una ventana donde entró aire, luz y vida”, dice el chef.
    Después de este descubrimiento, el chef se dedicó a investigar y empaparse lo más posible acerca de este concepto del buen comer y del proceso alimentario sostenible. Poco a poco, se fue involucrando más con la organización, hasta convertirse en el coordinador de Slowfood del Ecuador.

    En el 2013, Tapia tuvo la oportunidad de unirse al Ministerio del Patrimonio, ahora parte del Ministerio de Cultura, en el proyecto de Salvaguardia del Patrimonio Culinario del Ecuador. En este proyecto, se dedicó, junto con varios estudiantes de gastronomía, a fortificar, fortalecer y promocionar los alimentos que eran considerados tradicionales por los pobladores de diferentes sectores del país.

    El ‘slowfood’ y sus proyectos personales, le llevaron al chef Esteban a recorrer varios lugares del mundo promocionando la comida tradicional ecuatoriana elaborada siempre de manera sostenible. China, España e Italia son algunos de los países donde el chef se destacó por su trabajo y donde la exhibición de su proyecto alimentario ha sido todo un éxito.

    Reconocimientos como el haberse convertido en Embajador Gastronómico de Huelva, España, por haber realizado un proceso de salvaguardia del patrimonio alimentario de este lugar, es uno de su largo catálogo de logros alcanzados.

    Hoy en día, Esteban Tapia es profesor de gastronomía en la Universidad San Francisco de Quito, donde se le ha dado la oportunidad de impartir sus conocimientos sobre la cocina tradicional enmarcada en la filosofía del ‘slowfood’.

    Para su jefe, Rafael Villota, el chef Tapia representa uno de los verdaderos talentos de la Universidad, que ha traído varios proyectos de innovación e investigación para beneficio de la sociedad.

    El chef Esteban Tapia se dedica a salvaguardar el patrimonio alimentario del país a través del estilo de cocina ‘slowfood’. Esto le ha llevado a recorrer el mundo representando al Ecuador. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    El chef Esteban Tapia se dedica a salvaguardar el patrimonio alimentario del país a través del estilo de cocina ‘slowfood’. Esto le ha llevado a recorrer el mundo representando al Ecuador. Foto: Vicente Costales / LÍDERES