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  • El Verdecito cautiva a Ibarra con el toque de la sazón esmeraldeña

    José Luis Rosales

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    El patacón loco es uno de los platos recientes en la carta de la Cafetería El Verdecito, en Ibarra. Este bocadillo es una especie de tortilla de plátano verde, previamente frita y aplanada, que va acompañado de carne, pollo, queso y guacamole.

    Esa es una de las delicias inspiradas en la gastronomía esmeraldeña con la que Carmen Cortez y sus hijas, Karina y Tatiana Riera, cautivan a los ibarreños.

    Dos décadas antes, Cortez se había mudado de su natal San Lorenzo hasta la capital de Imbabura, para buscar un futuro mejor para sus hijas. En su memoria traía recetas de comidas típicas de la ‘Provincia Verde’, que le cautivaron durante su niñez. Pero, ni siquiera sospechaba que eso sería la llave para instalar el negocio familiar.

    Antes de abrir este establecimiento, la carismática matrona, de amplia sonrisa, trabajó en una fábrica de libros, que luego cerró sus puertas. Tras perder su empleo y ante la necesidad de mantener el hogar montó laCafetería El Verdecito, que funciona desde hace nueve años en la avenida Jaime Roldós, en el norte de la urbe, junto a la residencia de la familia.

    La iniciativa empezó tras una sugerencia que les hizo Irene Riera, familiar de las emprendedoras, tras saborear unas exquisitas empanadas a la usanza esmeraldeña.

    Esa fue la semilla de esta micro-empresa, que se especializa en diferentes platillos que tienen como base el plátano verde. Incluso, los saberes de la gastronomía afroesmeraldeña inspiraron la tesis de ingeniera en contabilidad, con la que se graduó Karina Riera, en la Universidad Técnica del Norte.

    La innovación ha permitido un crecimiento constante de comensales. En el menú ahora resaltan manjares nuevos como pizza, hamburguesa y bolón de verde, señala Karina, administradora del establecimiento.

    Los bocadillos tienen nombres picarescos como bolón ‘arrecho’, bolón con sombrero y bolón cobijado. El primero, que lleva carne de cerdo, tocineta y queso, está inspirado en el plato esmeraldeño ‘tapao arrecho’, que es un caldo de carnes rojas y pescado.

    Sin embargo, la especialidad de la casa son las empanadas de verde que pueden ir rellenas de queso, pollo, camarón o concha. Las dos últimas, agrega Carmen Cortez, las implementó para dar más alternativas a los golosos.

    Al inicio hacían solo de queso o pollo. Vendían entre 10 a 15 unidades diarias. Pero, en cuatro meses el local cobró fama, comenta Tatiana Riera, socia del emprendimiento y abogada de profesión.

    Ahora ofertan entre 250 y 300 empanadas cada día. Los precios de estas delicias crocantes fluctúan entre USD 1,25 a 1,75.

    La mayoría de clientes ha quedado cautivado con la sazón de El Verdecito, como el quiteño Juan Pillalaza, que llegó respondiendo a una recomendación. “Los productos tienen el mismo sabor que los preparados en la Costa”.

    Aunque la microempresa creció no han perdido el trato personalizado con la gente. Este negocio que comenzó con dos mesas, en un pequeño salón, ahora se amplió a 17 mesas en dos plantas, que siempre están repletas. En la infraestructura y equipamiento han invertido USD 15 000. Los recursos provienen de varios créditos.

    Por ahora, el plátano verde llega desde Santo Domingo de los Tsáchilas. En cuatro meses obtendrá la primera cosecha de su finca.

    Otros datos:
    Atención. El Verdecito abre de lunes a sábado, desde las 17:00 hasta las 21:00.
    Ampliación. Las emprendedoras analizan instalar una sucursal y ampliar el horario.
    Registro.  En el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual se tramita la marca.
    Producción. En San Lorenzo, en una finca de su propiedad, empezaron a cultivar el verde.

    Las hermanas Karina (izq.) y Tatiana Riera (centro) junto con su madre Carmen Cortez, instalaron la cafetería con sazón esmeraldeña. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Las hermanas Karina (izq.) y Tatiana Riera (centro) junto con su madre Carmen Cortez, instalaron la cafetería con sazón esmeraldeña. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Su plato tiene una herencia gastronómica de 100 años

    Redacción Quito

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    En Ibarra (Imbabura) casi todos conocen al Alpargate. Este restaurante de comida tradicional y sitio de eventos cuenta con una tradición de más de 100 años y durante todo ese tiempo ha logrado ser conocido gracias a su propuesta gastronómica denominada plato típico.

    El platillo reúne ingredientes andinos, como: carne colorada, queso amasado, mote, empanada de maqueño, chorizo artesanal, aguacate, encurtido y papas con mapahuira (manteca de cerdo).

    Wilson López, parte de la cuarta generación que está al frente del negocio, cuenta que este plato se ha ido consolidando con el tiempo. Además, como entrada se sirve con un pequeño plato de tostado, chochos y habas que puede ser acompañado de un ají molido en piedra. Y de postre el comensal recibe helado de paila, típico de Ibarra.

    Toda esta propuesta, cuenta López, se ha ido consolidando con el paso de las décadas. En principio, incluso, cuenta que el plato llevaba cuero y canguil.

    “Hemos depurado el plato con el paso de los años. Lo hemos mejorado para ofrecer un producto de buena calidad”, dice López.

    El local que maneja López es el tercero y lo abrió hace 15 años. En un terreno fruto de una herencia montó su restaurante y en principio recuerda que invirtió unos USD 500 para adquirir una cocina, sillas, mesas y demás insumos. Así nació El Alpargate de los Tejares.

    Con el paso de los años el negocio se fue consolidando y también se convirtió en un centro de eventos. El sitio ofrece la posibilidad de celebrar recepción de bodas, bautizos, eventos corporativos, etc. Cuenta con una capacidad para recibir a unas 250 personas y cuenta con áreas verdes para realizar encuentros al aire libre.

    Este negocio creció de la mano de toda una familia. La esposa de López, Margarita Aguirre, se encarga de la cocina. Sus hijos, Édison y Margarita López también ayudan en el restaurante los fines de semana. Su nuera, Belén Rivadeneira, también colabora ahora en el impulso de la marca.

    Los fines de semana, a El Alpargate de los Tejares llegan entre 150 a 200 comensales y gracias a ello sus ingresos netos ascienden, en promedio, a USD 2 200.

    La familia López Aguirre busca aprovechar la marca y expandir sus servicios. Entre los proyectos está convertir al sitio en una hostería para ofrecer también el servicio de hospedaje.

    Además, la marca tradicional también se promociona en redes sociales como Facebook e Instagram para atraer a nuevos comensales.

    Camilo Ponce, comunicador imbabureño, asegura que es cliente de El Alpargate desde que era niño. Ponce todavía acude al local debido a que el plato se ha convertido en una tradición y costumbre en muchas familias ibarreñas.

    Ponce comenta que incluso muchos exmandatarios y autoridades han pasado por el restaurante para degustar de la gastronomía ibarreña. Por ejemplo, el expresidente Jaime Roldós fue uno de sus clientes.

    Wilson López, propietario de El Alpargate de los Tejares, es parte de la cuarta generación que está al frente de este negocio. Foto: Sebastián Angulo / LÍDERES
    Wilson López, propietario de El Alpargate de los Tejares, es parte de la cuarta generación que está al frente de este negocio. Foto: Sebastián Angulo / LÍDERES
  • 50 años de historia y sabor del morocho llegaron a Quito

    Redacción Quito

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    Una tradición de 99 años se trasladó de Ibarra a Quito. Las Legítimas Empanas de Morocho comercializa este bocado propio de la serranía.

    Con una inversión inicial de alrededor de USD 20 000 Javier Játiva y su esposa Jimena Rosero abrieron hace año y medio su local en La Mariscal. Escogieron este lugar por ser un sitio céntrico.

    Se trata del tercer local de un negocio familiar que ha perdurado por tres generaciones. En Ibarra hay otros dos sitios de venta.

    Producir una empanada de morocho, a la manera de esta familia, no es tarea fácil. La preparación del grano y, posteriormente, la masa demora al menos una semana. Una vez que esta se encuentra lista se le agrega carne, zanahoria, arveja, etc. como relleno.

    Una vez fritas, aplicando los secretos para evitar que se fragmenten y lograr que se vuelvan crocantes, las empanadas se sirven con ají de tomate de árbol y chocho. La bebida es a la elección.

    Las exigencias del público quiteño llevaron a la pareja de emprendedores a ofrecer no solo empanadas sino una diversidad de productos de Imbabura.

    Este local comercializa helados de paila, en cono y en copa; mote con chicharrón, papa y encurtido; carnes coloradas, entre otros.

    Para Játiva la idea es mantener la tradición de las comidas típicas, que empiezan a perderse por la rapidez con la que se lleva la vida en las ciudades del país. La idea es que se transmitan los conocimientos culinarios originarios.

    Pero el objetivo también es permitir a los comensales probar un producto fresco. Cuando llega un cliente las empanadas se preparan ese mismo instante y se sirven.

    Esto fue lo que atrajo a compradoras como la empleada privada María Rohn, quien hizo un alto a sus actividades para servirse una empanada con café durante la mañana invernal del pasado martes. “Me gustó el sabor y la atención. Muy amables”, indica.
    Desde que arrancó este negocio el número de clientes ha crecido en un 30%. Se han dado cuenta que el 80% de su producto se compra para llevar y el resto para servirse en el local comercial.

    Por esta razón es que planean ofrecer el servicio a domicilio. La pareja busca diferentes maneras para conservar el producto caliente y evitar que al enfriarse dejen de ser crocantes.

    A María Teresa Silva le alegró que haya un local que venda productos propios de Imbabura. Ella es quiteña pero vivió tres años en esa provincia. “Hay platos típicos muy deliciosos y probarlos acá me trae muchos recuerdos de una época”, dice esta mujer.
    Actualmente, en el lugar trabajan solo los dos emprendedores. Como es un negocio familiar prefieren que la receta y sus secretos no estén en manos ajenas.

    Por esta última razón es que prefieren no franquiciar. Actualmente, los emprendedores esperan abrir otro negocio pero administrado por algún otro pariente.

    Los productos que se comercializan hoy, tienen costos que van desde USD 0,75. Este valor tiene cada empanada.

    Mientras que el mote con chicharrón cuesta 2,50 y las carnes coloradas, mediana y grande, cuestan USD 5 y 8, respectivamente. El cono de helado 1,25.

    Javier Játiva es el propietario de este negocio en el que se comercializan empanadas de morocho tradicionales de Ibarra. El ají no puede faltar. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    Javier Játiva es el propietario de este negocio en el que se comercializan empanadas de morocho tradicionales de Ibarra. El ají no puede faltar. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • La formación de nuevos chefs es su tarea permanente

    José Luis Rosales

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    Con la ayuda de un cuchillo, Freddy Chachapoya le da una forma de flor a una fresa.
    A este chef, aficionado al diseño gráfico, le agrada esta técnica culinaria de plasmar figuras en alimentos como frutas y verduras.

    Lleva la mitad de sus 42 años dedicado a la gastronomía. Aún recuerda su infancia cuando visitaba en Otavalo a su abuela materna.

    Le cautivaba las llamas anaranjadas del fogón de leña en que se cocían tortillas de harina de maíz, sobre un tiesto de cerámica.

    Este quiteño, radicado hace nueve años en Ibarra, es el director de Fondue’s Escuela de Chefs.

    El nombre lo adoptó del plato internacional por ser uno de los más conocidos. Incluso, en una de las paredes de su oficina se ven cuatro coquelones en los que funden quesos y chocolates.
    Fondue’s Escuela de Chefs es un centro de capacitación ocupacional particular, que fue abierto tras un estudio de mercado. “Nos dimos cuenta de que en Imbabura había una diversa actividad gastronómica. Pero la mano de obra no era calificada”.

    El olfato de Chachapoya le permitió entender que Imbabura, gracias a sus atractivos turísticos naturales y culturales, se consolida como una potencia gastronómica y hotelera.

    Por eso, desde el inicio la oferta académica de Fondue’s se centró en tres especialidades: cocina internacional, panadería-pastelería y administración de bares y restaurantes. Los cursos tienen una duración de un año calendario.

    Este profesional, que trabajó 12 años en el hotel Hilton Colón, en Quito, explica con paciencia a sus discípulos los secretos de la cocina. Cada año, en el centro se forman entre 200 y 300 personas. Por el sistema de estudios hay una rotación constante de alumnos.

    Los estudiantes no solo son de Ibarra. También viajan diariamente desde cantones vecinos como Antonio Ante, Cotacachi y Otavalo, en Imbabura.

    Incluso, vienen desde Guayllabamba, en Pichincha, Carchi y el sur de Colombia.
    Irma Anangonó está por concluir sus estudios. Ella decidió estudiar en esta institución para mejorar el servicio que presta en su restaurante, en el que trabaja desde hace aproximadamente ocho años.

    El martes último, rendía un examen ante la chef Maggi Chávez, profesora de catering y eventos.

    En cuestión de minutos, Anangonó sorprendió con unos bocaditos fríos elaborados a base de camarón salteado.

    Según Chávez, un detalle que deben aprender los estudiantes es calcular los costos de los productos elaborados.

    Como parte de la formación, Fondue’s Escuela de Chefs ha enfrentado retos como elaborar fritada para 3 000 personas o 5 000 platos fuertes para niños, recuerda Freddy Chachapoya.
    “El último fue un pedido de la exreina de Ibarra, Andrea Scacco, para agasajar a pequeños de barrios populares, con motivo de la celebración de Navidad.

    Los estudiantes, que lucen uniformes blancos y negros, reciben las clases de lunes a viernes. También hay talleres intensivos los sábados, en la mañana y la tarde.

    Las instalaciones están dotadas de seis talleres. Son laboratorios equipados con cocinas, hornos, mesones, lavabos… en donde transforman los alimentos aplicando normas de higiene.
    La próxima meta de la institución es crear un centro de catering y eventos a escala provincial. La idea es abrir un espacio en donde los estudiantes puedan practicar.

    El chef quiteño Freddy Chachapoya se radicó en Ibarra hace nueve años e instaló una de las primeras escuelas de cocina. Ahora planea abrir un centro de catering y eventos en Imbabura. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    El chef quiteño Freddy Chachapoya se radicó en Ibarra hace nueve años e instaló una de las primeras escuelas de cocina. Ahora planea abrir un centro de catering y eventos en Imbabura. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • El trabajo de investigación se acelera en un campus en Imbabura

    Redacción Quito 

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    La Universidad Técnica del Norte (UTN) trabaja con ritmo constante y sostenido en temas de investigación y desarrollo. Las áreas en las que este centro de educación superior se viene involucrando en los últimos cinco años van desde lo agropecuario hasta la biotecnología, así como el desarrollo textil o químico, análisis de cultivos como el café o la papa e incluso el estudio de cepas que purifican el ambiente.

    El trabajo se cumple en el campus de la UTN, ubicado en Ibarra. Su rector, Miguel Naranjo, detalla que profesores y alumnos dan un fuerte impulso al desarrollo tecnológico. “Tenemos como ejemplo la carrera de biotecnología en la que se cumple investigación en cultivos de café y papa. Con ambos trabajamos para mejorar sus calidades y volverlos más resistentes”, asegura Naranjo

    En el caso puntual del tubérculo, se trabaja con la papa chola para mejorar su calidad. “Utilizamos el cultivo hidropónico”.

    La máxima autoridad de la universidad detalla otros proyectos de investigación. Uno se encuentra en el área textil y consiste en desarrollar prendas de vestir que no emiten olores desagradables. Esta iniciativa salió ya de las aulas y busca espacio en el mercado, según Naranjo.

    La UTN también utiliza sus laboratorios para investigar sobre el las características de las aguas de los lagos de la provincia. En base a los resultados los profesores y los estudiantes han propuesto sistemas de remediación para la laguna de Yahuarcocha, por ejemplo, que tenía algunos problemas ambientales en los últimos años. Con la investigación liderada por la universidad se han encontrado algas productoras de nitrógeno que pueden ser parte, en el futuro, de proyectos de generación de energías alternativas para el país.

    La remediación ambiental tiene otro proyecto que consiste en estudiar cepas traídas desde la Antártida para utilizarlas en el Oriente. Naranjo explica que estas plantas microbianas podrían absorber hidrocarburos y limpiar el ambiente. “También estamos en biología molecular, análisis de alimentos, etc. Son algunos de los proyectos en los que estamos enmarcados y enganchados desde hace al menos cinco años”.

    En la investigación y la innovación la UTN se apoya en su plante de profesores conformada por 580 catedráticos. De esa cifra el 86% tiene cuarto nivel y 60 profesores cuentan con PhD. También es importante el aporte de los cerca de 8 400 alumnos que estudian 40 carreras en cinco facultades: Ciencias Administrativas; Ciencias de la educación, ciencia y tecnología; Ingeniería en Ciencias Aplicadas; Ingeniería en Ciencias Agropecuarias y Ambientales; y Ciencias de Salud. A estas se suma el Instituto de Posgrado.

    La tecnología está presente en el trabajo académico. La UTN utiliza soluciones como Skype Bussines y la red social Yammer, de Microsoft, en sus actividades diarias. “Ir con la tecnología permite llevar el aula a donde estén los estudiantes, además nos permite romper la brecha digital”, asegura Naranjo. El rector califica a las tecnologías de la información como una herramienta que permiten que las comunicaciones y decisiones sean oportunas.

    En el caso específico de las soluciones de Microsoft, la universidad las utiliza desde el 2013. Participan más de 16 000 usuarios, entre docentes, alumnos, ex alumnos, personal administrativo y directivos.

    Alexander Guevara, del Departamento de Desarrollo Tecnológico e Informático, explica que con las nuevas tecnologías y sistemas utilizados la Universidad Técnica del Norte tuvo un ahorro calculado de USD 7 millones en temas de almacenamiento de información. Según Guevara, la política de la universidad es apoyarse en las nuevas tecnologías.

    Los beneficiarios son estudiantes y profesores. Santiago Núñez, alumno de Ingeniería en Sistemas, asegura que la UTN cuenta con un nuevo nivel académico gracias a los beneficios de la tecnología lo que permite ser más eficientes en las obligaciones como estudiantes.

    Victoria Proaño, catedrática del centro de educación superior, destaca las bondades de Skype Business. “Con más de 40 alumnos por clase he logrado mejorar la comunicación, fijando reuniones, pruebas orales de los estudiantes”. Esto, asegura, es un beneficio de doble vía gracias a las herramientas y a la tecnología que se usan en la universidad.

    El centro de educación superior cuenta con alrededor de 8 400 estudiantes, repartidos en cinco facultades. Foto: Cortesía UTN
    El centro de educación superior cuenta con alrededor de 8 400 estudiantes, repartidos en cinco facultades. Foto: Cortesía UTN
  • La limpieza los reunió en un solo negocio

    Redacción Líderes

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    ‘Olvídate de las tareas del hogar. Kasa Limpia te ofrece soluciones integrales a la puerta”.
    Bajo ese eslogan, 21 emprendedores (17 mujeres y 4 hombres) formaron en Ibarra, la capital de Imbabura, una microempresa que atiende las necesidades de las casas y oficinas.

    Equipadas con escobas, aromatizantes y trapeadores, entre otros implementos de limpieza, los integrante de Kasa Limpia dejan ‘brillando’ los inmuebles.

    Todo inició hace tres meses. Hilda Herrera, concejala del Municipio de Ibarra, recuerda que crearon el proyecto laboral, como una alternativa ante la falta de empleo.

    “Cada semana llegaba a mi oficina gente solicitando trabajo. No sabíamos qué hacer. Pero, barajando ideas surgió la propuesta”.

    Poniendo las cartas sobre la mesa se dieron cuenta que eran 70 personas, que tenían experiencia en diferentes actividades: limpieza, electricidad, plomería, construcción, lavado de autos…

    “Descubrimos que esas tareas eran nuestro potencial”, explica Jenny Gaibor, presidenta de la asociación Kasa Limpia. La propuesta es una actividad puntual por horas. Más aún en este tiempo en que muchas familias dejaron de contratar los servicios de las empleadas domésticas, ante la crisis, explica la dirigente.

    Como una estrategia para realizar un trabajo organizado y profesional, se capacitaron con el apoyo del Municipio de Ibarra. En el Centro Económico de Desarrollo, recibieron talleres sobre fortalecimiento organizativo, emprendimiento y administración de microempresas.

    La formación estuvo a cargo de la Fundación Ninacay. Finalmente, tras dos meses la mano de obra estaba lista. 21 personas aprobaron el curso de capacitación.

    Dalia Salas, quien llegó hace 23 años de Esmeraldas a Ibarra, es una de las socias del proyecto laboral. Tiene muchas expectativas.

    Espera el apoyo de la ciudadanía para llevar un pan a su casa. Ella es madre soltera y tiene tres hijos. Antes, comenta, laboraba como vendedora ambulante. Sin embargo, esa labor era poco segura y los ingresos inestables.

    El perfil de sus compañeros es parecidos. Provienen de familias de escasos recurso económicos. Pero con muchas ganas de trabajar. Ese es el caso de Eduardo Tana, de 65 años, carpintero que repara pisos y muebles de madera a domicilio.

    La lista de actividades que oferta Kasa Limpia es amplia: limpieza de casas y oficinas. El costo fluctúa entre USD 5 y 25 dependiendo de la extensión y el requerimiento.

    También, lavado de automóviles (USD 5). Labores de plomería, electricidad, cerrajería…

    El lavado y planchado a mano de una docena de ropa vale USD 4. El dinero entra en un fondo común y se entrega en partes iguales entre los socios. Los contactos se realizan vía telefónica a los números: (06) 2658 112 o 097 953 2 559.

    Los socios de Kasa Limpia son un equipo multidisciplinario que ofrece desde limpieza de oficinas hasta cerrajería. Foto: Patricio Espinoza / LÍDERES
    Los socios de Kasa Limpia son un equipo multidisciplinario que ofrece desde limpieza de oficinas hasta cerrajería. Foto: Patricio Espinoza / LÍDERES
  • Vodka y ron también se producen en Ibarra

    Redacción Quito

    En noviembre del 2010, Santiago Jaramillo se propuso crear una marca de vodka nacional. Ocho meses después y con una inversión de unos USD 100 000, este emprendedor sacó a la venta Vodka Slava, producido en Ibarra.

    La planta para la producción y envasado de sus licores está ubicada a pocos kilómetros del Lago Yahuarcocha y unas 100 personas trabajan ahí.

    Jaramillo cuenta que su empresa, Josmartín S.A., importaba vinos desde Chile, desde el 2006; sin embargo, con la restricción a las importaciones, traer esos productos le resultaba muy costoso.

    Fue entonces cuando se puso en contacto con catadores, para definir el sabor que debía tener el buen vodka. Enseguida comenzó la elaboración del licor.

    “El producto tuvo una excelente acogida. Desde junio a diciembre del 2011, que se comercializó el producto, se vendieron 300 cajas de vodka, cada una con 12 botellas”, cuenta Jaramillo. En ese período registró USD 34 200 en ventas.

    Las botellas las trajo desde Chile, de la Cristalería Toro, ubica en Santiago. La agencia colombiana Aldasbrand se encargó del diseño de la marca.

    Cada botella contiene 750 mililitros de vodka triple destilado premium, con 40° de alcohol. “El vodka no debe tener sabor ni olor, por eso es el favorito para usar en la coctelería”, explica.

    Alentado por la buena acogida de su licor, Jaramillo decidió en agosto del 2011, sacar a la venta Ron Port Obelo. Un ron añejo con 38° de alcohol, fabricado en barricas de roble.

    Para este emprendimiento invirtió USD 80 000 adicionales. Las botellas de envasado las importa desde Francia, por su modelo delgado y alargado.

    Al igual que el Vodka Slava, cada botella de Ron Port Obelo contiene 750 mililitros. El diseño gráfico de la marca también fue elaborado en Colombia.

    Este licor, según su productor, tiene un sabor suave y dulce moderado, con un ligero aroma a vainilla. Desde su lanzamiento, hasta inicios de noviembre, Jaramillo vendió unas 1 100 cajas de ron, a un precio de USD 10 por botella.

    Esto le significó ingresos por cerca de USD 132 000 solo por las ventas de ron.

    Además, desde enero hasta la primera semana de noviembre, el empresario dice que se vendieron 800 cajas de vodka, registrando ventas por USD 91 200.

    Según Cristina Gallardo, gerenta general de Buenvin S. A., empresa encargada del aprovisionamiento de licores del Comisariato del Ejército, el producto se vende muy bien en la cadena. “Lo estamos vendiendo desde hace seis meses en los locales de la cadena. Tiene muy buena acogida por su calidad; además, tiene un precio muy accesible”.

    Lo mismo opina Susana Ruiz, de comerciales La Bola de Oro. Ella asegura que el producto se está posicionando bien en el mercado gracias su calidad y precio. “Es un producto que se vende bien y está ganando terreno en el mercado. La venta de licores nacionales se benefició mucho por la subida de los precios de los licores importados”.

    Los datos de ventas

    Puntos de venta. Vodka Slava y Ron Port Obelo se comercializan solo en Quito. En el 2013 se extenderá la venta en otras ciudades.
    El target. Aún no inicia una campaña de publicidad de estos licores. Su productor asegura que las bebidas se enfocan para consumidores desde los 25 años en adelante.

  • En un taller de Ibarra se crean monstruos de arroz y plumón

    Redacción Quito

    Los ‘monstruos’ viven en la habitación de la pequeña Thaís desde su segundo cumpleaños pero ella no les tiene miedo; al contrario, la pequeña juega y se divierte con estas figuras que confecciona su madre.

    Sasha Carrión diseña y fabrica los muñecos con los que juega Thaís. Comenzó a elaborarlos en el 2000, recuerda Carrión, y su familia le sugirió vender los muñecos y a mediados de ese año fundó la microempresa Psyko Toys.

    En esta iniciativa se ofertan muñecos fabricados con peluche, rellenos de plumón y arroz, que dan vida a los graciosos monstruos que diseña Carrión. Cada muñeco es original pues no se elabora dos veces un mismo diseño. Los costos varían según el tamaño y se puede encontrar peluches desde los USD 10, hasta los USD 60.

    Esta diseñadora de modas inició su micro con una inversión de apenas USD 50, que utilizó en la compra de materia prima. Sus primeros clientes fueron sus amigos y familiares más cercanos, hasta que en septiembre del 2010 fue aceptada en la Feria de Diseño Independiente que cada año organiza el Centro Cultural Aguijón, en Quito.

    Para su primera feria, Carrión invirtió USD 300 y, además de los peluches, confeccionó llaveros con diseños similares. “Vendí los llaveros a USD 3 y 5. Solo fue un día de feria y vendí USD 600”.

    Esa feria fue decisiva para Psyko Toys que en diciembre del 2010 amplió su línea de producción a camisetas, cuadros y baúles, todos con diseños exclusivos y creados en el taller de Carrión, actualmente ubicado en Ibarra.

    El primer año los ingresos de esta microempresa no superaron los USD 1 000, pero en el 2011, Psyko Toys participó en cuatro ferias, una de ellas en El Aguijón y otra en la Vitrina de Diseño, en Cumbayá… Ese año también comenzó a ofertar sus productos a través de las redes sociales, por lo que cerró el año con ingresos cercanos a los USD 2 500. El año pasado las ventas crecieron a 5 000.

    Carrión fabrica un promedio de 50 a 70 peluches, para cada feria. Cada muñeco requiere de dos días de trabajo: uno para el diseño y otro para la elaboración. Para Carla Rosales, los peluches de esta micro son el regalo ideal no solo para niños, sino también para adolescentes y adultos. “Tengo 31 años y estos muñecos me encantan, son el juguete perfecto para los más grandecitos”.

    Ana Dueñas es una de cliente frecuente. “La Navidad pasada compré tres muñecos para regalar a mis sobrinas, que tienen 17 y 19 años. No me gustan los regalos tradicionales ni el clásico peluche, por eso me gustan estos monstruos”.

    Dos datos más

    El mercado.  La mayoría de clientes son personas de 25 años en adelante.

    La vitrina.   Ferias del Centro Cultural Aguijón, el Centro de Arte Contemporáneo y la Cafetina del Ocho y Medio, que se cumplen en Quito.

  • El sabor de su pizza llega a nuevas ciudades

    Redacción Quito

    La motocicleta repartidora de Pizza Hut también recorrerá las calles de Ibarra. Esta franquicia llegará por primera vez a la provincia de Imbabura, a finales octubre próximo.

    Luego de realizar un estudio de mercado la cadena de pizzerías instalará dos locales en Ibarra, tras una invitación del centro comercial Laguna Mall; estos serán los primeros en contar con la decoración e imagen más actualizada de la marca en el país (nuevos colores, en paredes, pisos y techos).

    Ambos funcionarán en ese sitio de compras: uno con una capacidad para 100 personas y otro (un local exprés) en el patio de comidas. Para ello, la inversión asciende a USD 700 000. En estos lugares trabajarán unas 40 personas.

    Jorge Witt, gerente de Desarrollo de Pizza Hut, asegura que la ubicación en el centro de la ciudad es estratégica porque les permitirá llegar a oficinistas que trabajan en ese sector. Además, el crecimiento demográfico de la población, los nuevos comportamientos de consumo y el turismo, impulsaron a la marca a incursionar en este mercado.

    Para el próximo año, otro de los proyectos confirmados es la apertura de un local en Manta (Manabí). También están en la mira de la cadena Ambato y Machala (Tungurahua y El Oro).

    Witt asegura que hoy el mercado de las pizzerías en Ecuador se concentra en tres franquicias internacionales y dos marcas nacionales que ya tienen su tradición y nombres consolidados.

    Por ello, otro de los campos de batalla ahora son las redes sociales. Melissa de la Torre, gerente de Marketing de Pizza Hut Ecuador, asegura que la promoción en Facebook, Twitter y YouTube es clave para obtener el criterio de los clientes.

    Durante este año inauguraron siete locales a escala nacional: dos en Quito y Cuenca, y tres en Guayaquil; es decir siete en total. La inversión de cada local varía de acuerdo con sus dimensiones. Por ejemplo, en uno grande el costo puede ascender a USD 500 000. En el caso de uno exprés, el monto llega a 200 000.

    Actualmente, Pizza Hut cuenta con 34 locales a escala nacional (17 en Quito, 14 en Guayaquil y 3 en Cuenca). Al cierre de este año la compañía prevé facturar en el país USD 25 millones, lo que implica un crecimiento de entre el 5% y 8%, en comparación al año pasado.

    Guido Santillán, gerente de Ecuafranquicias, asegura que ahora las firmas prevén llegar a ciudades más pequeñas porque en las principales urbes «el mercado ya está copado».

    Santillán explica que la incursión de estos restaurantes son positivos para esas ciudades, debido a que imponen nuevos estándares en atención al cliente y ello sirve de ejemplo para las pymes.USD 700 000 invertirá la marca en los dos nuevos locales de Ibarra.

  • Un emprendimiento de alto vuelo en Ibarra

    Redacción Quito

    Santiago Duque comenzó a volar en parapente en 1996. Él aprendió de su hermano Jorge Duque, quien, a su vez, aprendió a volar en Venezuela.

    El vuelo en parapente se convirtió en el pasatiempo favorito de Duque. Luego de 17 años de practicar esta actividad, quiso convertir su hobby en su fuente de ingresos. Entonces abrió su propia escuela de parapente, a la que bautizó con el nombre Quito Paragliding.

    Este emprendimiento comenzó en el 2009, con la compra de equipos biplaza para que los amantes de la adrenalina sin conocimientos en parapente pudieran volar, acompañados de un instructor.

    También adquirió equipos de enseñanza para dictar clases de parapente a quienes no solo vuelan una vez, sino que además piensan hacer de esta actividad un hobby o quieren convertirse en instructores profesionales. La compra de estos equipos requirió de una inversión inicial cercana a los USD 20 000.

    También destinó USD 600 en publicidad impresa, USD 700 en la confección de camisetas con el logotipo de la empresa y USD 300 para promoción en redes sociales y medios masivos.

    Quito Paragliding funciona con la certificación de la Asociación Ecuatoriana de Parapente y la Asociación Internacional de Pilotos Profesionales de Parapente, con base en Suiza.

    Cada vuelo para los turistas tiene un costo de USD 60. Este incluye el transporte de los visitantes desde Ibarra hasta la cima del cerro en donde se elevan los parapentes, así como el uso de equipos, un refrigerio y el transporte de retorno desde el lugar de aterrizaje hasta el punto de partida en Ibarra.

    Los vuelos siempre se realizan desde los cerros Yuracrucito y Aloburo, en el nororiente de Ibarra, cerca de la laguna de Yahuarcocha. «Elegimos situar nuestro centro de operaciones en Ibarra por su geografía, el viento es favorable y por sus paisajes», asegura Duque.

    Cada vuelo dura cerca de 20 minutos. «Más de eso puede volverse aburrido», asegura Lisseth León, quien viajó desde Quito a Ibarra para poder volar en parapente. «Me llevaron unos amigos para un vuelo asistido. La experiencia fue muy buena, te ofrecen todas las seguridades».

    León es una de los clientes que al igual que Jairo Osejo quisieron convertirse en profesionales del parapente. Para ellos, Quito Paragliding cuenta con una academia en la que instruyen a futuros pilot os.

    El curso de iniciación, cuando el cliente desea realizar la actividad de forma independiente, dura ocho días y tiene un costo de USD 450. Luego viene un curso para mejorar el rendimiento y mantenerse más tiempo en el aire, a un costo de USD 300 por persona.

    Adicionalmente, este negocio oferta tours para grupos de pilotos de otros países que hacen turismo de vuelo en parapente. «La mayoría son europeos y norteamericanos. Piden saltar de diferentes montañas en grupo», explica Duque. Tiene un costo de USD 550 y dura cinco días. Por su puesto, solo es para pilotos profesionales.

    A Quito Paragliding acuden en promedio cuatro personas por semana para los vuelos asistidos por un instructor. Sumando a eso el valor de los cursos, este negocio factura USD 15 000 al año.

    Clases en el aire

    La temporada.  En el verano se reduce la cantidad de vuelos por el clima, los vientos fuertes reducen el tiempo de vuelo o lo impiden. Esta época va desde mediados mayo hasta finales de octubre.

    Buenos vientos.  Desde noviembre hasta abril el clima favorece esta actividad.

    Otro servicio.  Para que el cliente pueda recordar su vuelo en parapente, este negocio ofrece la posibilidad, como un servicio extra, de realizar un reportaje fotográfico y un video en vuelo, a un costo de USD 20.