Etiqueta: Intercultural

  • El comercio une a tsáchilas, chachis y afros en Ecuador

    Redacción Santo Domingo 

    Tres etnias compartirán espacio e ideas en un centro que se levanta en Santo Domingo. Este espacio servirá para el intercambio de las artesanías y de las materias primas que utilizan y elaboran los pueblos tsáchilas, chachis y afros; también será un sitio para la gastronomía y los servicios de las etnias citadas.

    El proyecto no solo abarcará a las comunidades sino que será un espacio abierto para todo el público, según explica la concejala Susana Aguavil, quien propuso la edificación del centro artesanal.

    La idea es que los miembros de las etnias tengan un solo sitio donde se puedan comercializar cerca de 150 toneladas de artesanías que elaboran estas etnias al año, sin verse perjudicados por el comercio informal o los intermediarios.

    Para el montaje del lugar se cuenta con un presupuesto de USD 500 000; en el momento se estudian las condiciones y factibilidad de los terrenos donde será el sitio multiétnico.

    Los tsáchilas, por ejemplo, venden sus artesanías a los chachis, como canastos, abanicos y cestos. Es una estrategia que se basa en el intercambio de la materia prima necesaria para la elaboración de las artesanías.

    Los tsáchilas también les proveen de la paja toquilla a los chachis de manera gratuita y estos les entregan sus acabados a costos de producción. Es decir, a un promedio de entre USD 3 y 5 por artículo, explica el representante de los chachis, Luis Cimarrón. Sin embargo, el dirigente cree que en el nuevo establecimiento ellos podrán vender de forma directa.

    Cayetano Tenorio, líder de la Asociación de Afros Mayoritarios en Santo Domingo, asegura que desde hace varios años los afrodescendientes han anhelado e intentado desarrollar este proyecto, pero de manera esporádica.

    Por las fiestas de cantonización de Santo Domingo, el Municipio les prestaba a los comerciantes la explanada del recinto ferial, para que ofrezcan sus platos típicos, como el ensumacado, encocado y tapao arrecho. “Considero que este centro multiétnico animará a muchos de nuestros hermanos que trabajan en la informalidad y a los que no tienen un empleo fijo”.

    La semana pasada, una delegación del Municipio acompañada de los representantes de los tres grupos étnicos recorrió un terreno ubicado en la avenida Abraham Calazacón y Tsáfiqui. Según el alcalde, Víctor Manuel Quirola, ese sitio es una de las opciones que tienen para empezar con el montaje del centro intercultural.

    Según Calazacón, al estar en el centro de la ciudad traerá mucho dinamismo para los involucrados.

    Los detalles de la organización interna dentro del centro se definieron según una planificación consensuada entre los involucrados. Entre cada espacio se procurará hacer un intercalado entre miembros de las distintas nacionalidades.

    Es decir, si un primer cubículo lo ocupa un afro, en el siguiente irá un tsáchila y a su lado un chachi, explicó que el jefe de Planificación del Municipio, Juan Carlos Valencia. “La idea es que no se den conflictos internos y se respete el principio de igualdad”.

    La gastronomía será parte del centro multiétnico que se levantará en Santo Domingo, en un mes. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    La gastronomía será parte del centro multiétnico que se levantará en Santo Domingo, en un mes. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
  • Los tapices salasakas llegan a Galápagos

    Modesto Moreta (F)  Contenido intercultural

    El taller de Toribio Masaquiza es colorido. Está adornado con una serie de tapices con diversas figuras que teje en los telares de madera. El emprendimiento lo instaló hace 10 años, pero esta habilidad la practica hace 30.

    Los conocimientos los heredó de sus abuelos y padres. Sus obras de arte las comercializa en Otavalo, Galápagos, Quito, Salasaka y otras ciudades.

    El local de Toribio funciona en la comunidad Manzanapamba, a cinco minutos del centro poblado de esta parroquia localizada en la vía AmbatoBaños. En sus tres telares da rienda suelta a su creatividad. Este indígena gráfica en los tapices paisajes, la vida andina como las chismosas, el volcán Tungurahua y la gente de su pueblo, Zamora, la Pacha Mama (Madre tierra en español) y la fauna de Galápagos, este último es uno de sus principales mercados.

    Tiene como protagonistas a lobos marinos, piqueros de patas azules, tortugas, focas, fragatas y otros. Mensualmente envía por correo entre 15 y 20 tapices. Además, dos docenas de bolsos tejidos en telares. Las ventas anuales ascienden bordean los USD 5 000.

    Él recuerda que en la instalación de su taller invirtió USD 1 500 para la compra de los cuatro telares y de la materia prima que es la lana de borrego para el hilado. Una de las principales conexiones para la comercialización son sus hermanos y familiares que están radicados en las ‘islas encantadas’. Ellos reciben la mercadería y la venden a los turistas.

    Toribio cuenta que la venta de sus productos se redujo en un 40%, en los últimos tres años, debido a que antes el mercado principal era el otavaleño. Sin embargo, dice, les copiaron sus diseños y ahora se elaboran en grandes telares eléctricos. Sin embargo, cuenta que la calidad de sus productos es un valor agregado, porque están hechos a mano.

    Elaborar una de estas prendas que sirven para decorar la sala, la oficina o el comedor, le lleva entre dos y tres meses, todo depende de la complejidad de los dibujos y del diseño. Los artesanos deben pasar sentados hasta seis horas diarias.

    Sus telares son rudimentarios, armados con madera atados con sogas de cabuya. Los finos hilos son templados y sujetados por largueros del mismo material. Luego se cruzan de un lado a otro los hilos de colores y se da forma al paisaje o figura. Se ajusta con otro madero que baja y golpea para unir las hebras.

    Los salasakas mantienen la técnica que se basa en el uso de herramientas ancestrales de madera. En el emprendimiento familiar también trabajan sus dos hijos que luego de asistir a clases y realizar sus tareas se sientan a tejer. “Con su ayuda por horas logramos cumplir con los pedidos que se realizan desde Galápagos y otras ciudades del país. Mis hermanos, que también son artesanos, nos ayudan en la comercialización del producto en las islas”.

    A Luis Baltazar, ecuatoriano radicado en Suiza, le gustó el colorido y el contenido de los tapices porque reflejan la cotidianidad de esta comunidad indígena. Al mirar los diseños de Toribio, se quedó sorprendido por la técnica que aplica, puesto que sin un patrón puede dan forma a un sinnúmero de figuras y con precisión. “Es un trabajo cuyo contenido es hermoso; por eso compré algunos de estos tejidos para obsequiarles a mis amigos en Suiza”.

    En Galápagos José Masaquiza comercializa los tejidos que Toribio envía desde Salasaka, en Ecuador. Cuenta que la técnica y la complejidad de los tejidos, al ser netamente a mano es lo que más aprecian los turistas de todo el mundo que visitan las islas. “Es un trabajo de calidad y resistente, por eso los tapices y bolsos tienen una gran demanda”.

    Hay más de 50 diseños que se tejen. Los contenidos son llamativos y en la mayoría se representa la naturaleza, la flora, la fauna y el paisaje de Galápagos. Asegura que antes en la isla había varios talleres de artesanía, pero se dedicaron a otras actividades. Por eso ese venden los 20 tapices y las dos docenas de bolsos que envía Toribio cada mes.

    Más diseños

    Los gráficos.  En los tejidos también se puede encontrar la representación de jardines con abundantes flores, colibríes y otras especies animales. También se grafica la minga que es la reunión de más de 8 figuras humanas y con herramientas trabajando en el campo.

    Turistas.  De Estados Unidos, Alemania, Suiza, España, Chile, Argentina y más países compran sus artesanías. Ellos, tras conocer esta técnica de tejido, la adquieren. Un tapiz puede costar de USD 30 a 600. Todo depende del tamaño y de su contenido. En los paisajes se incluyen las figuras humanas, vasijas, animales y utiliza colores café, amarillo, azul, blanco verde, azul, negro y más.

    Toribio Masaquiza, en su taller, teje en los telares los tapices que luego envía a Galápagos y a otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Toribio Masaquiza, en su taller, teje en los telares los tapices que luego envía a Galápagos y a otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La cultura y la moda van en sus diseños

    Sofía Ramirez

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    Mochilas elaboradas en telares de Otavalo y de Tungurahua y con cuero ecuatoriano destacan sobre las perchas de Shamuna, una marca que nació con el objetivo de impulsar las culturas del país, en sus diseños.

    Shamuna, en quichua, significa ‘lo que se viene’ o ‘a futuro’ explican Nicolás Sotomayor y Gabriela Rosales. Ambos fundaron este emprendimiento que nació con cinco pilares: ropa, música, arte, deportes y naturaleza: “la idea es resaltar la identidad cultural del Ecuador a través de estas áreas”, dicen estos emprendedores.

    En noviembre del 2014 unieron sus conocimientos en diseño de interiores, gráfico y música para darle vida a esta marca de ropa.

    A Sotomayor, de 27 años, le llamó la atención la habilidad de Rosales, de 29 años, para confeccionar sus propias prendas de vestir. Entonces, con esta pista, ambos se pusieron de acuerdo para armar el emprendimiento y la primera colección de Shamuna, en la que combinaron el estilo deportivo y casual con diseños interculturales. En febrero del 2015 inyectaron un capital de USD 10 000 para arrancar con la confección de prendas y accesorios.

    El primer diseño correspondió a la confección de 25 mochilas con los tejidos otavaleños y cuero ecuatoriano. Para esto, los emprendedores viajaron a Otavalo (Imbabura), para conocer a productores locales; también tienen como proveedores a los artesanos que se ubican en el mercado artesanal La Mariscal, en el norte de Quito. Andrés Otavalo, oriundo de Otavalo es uno de los distribuidores de los telares para Shamuna. Este productor hace 15 años confecciona artículos de cuero y tapiz, pero también vende tejidos traídos desde Salasaca, en la provincia de Tungurahua. Estos tejidos los que entrega a la marca y explica que son elaborados con lana de oveja.

    En la primera línea de ropa de Shamuna también se elaboraron chompas, sacos, camisetas, ‘hoodies’ o sudaderas para hombre; y blusas, kimonos, faldas para mujeres. Rosales menciona que importaron telas desde Colombia por la calidad, pero guardando los estilos y estampados que puedan asociarse con el tema cultural: “los sacos femeninos tienen un estampado ancestral con colores tierras que llaman la atención”.

    Estas prendas son elaboradas con el apoyo de dos costureras quiteñas. Una de ellas es Nora Chuquimarca, quien tiene su taller en el valle de Los Chillos, al oriente de Quito. Desde el año pasado trabaja con Shamuna en la confección de las chompas impermeables.

    Una vez que Shamuna ya tenía producida toda la línea de la primera colección, en octubre del año pasado la pusieron en la percha de Z Lifestyle Gallery en Cumbayá, un local que también sirve de vitrina para otros diseñadores de la capital. Con esta exposición, la marca empezó a vender los accesorios como las mochilas, gorras y otras prendas de vestir.

    Los datos
    Inversión. Cada mes, Shamuna inyecta unos USD 500 para la compra de 100 metro de telas para sus prendas.
    Ventas
    El año pasado, la marca facturó USD 8 000.
    Clientes
    La marca tiene alrededor de 30 clientes que compraron más de una vez.
    En las redes.  La promoción se realiza a través de sus cuentas en Facebook e Instagram.

    Nicolás Sotomayor y Gabriela Rosales le dan un toque especial a la moda con Shamuna, su marca de ropa. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    Nicolás Sotomayor y Gabriela Rosales le dan un toque especial a la moda con Shamuna, su marca de ropa. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • El uso del cedazo aumenta con los artesanos de Guangopolo

    Redacción Quito  (F)
    Contenido intercultural

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    Lo que empezó como una tradición de toda una población hoy vive una evolución. El cedazo, aquel tejido elaborado con pelo de caballo, se utiliza ya no solo para las tradicionales cernideras; ahora es la materia prima que sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios como cinturones, cepillos de ropa, aretes, plumeros, limpiabotellas, lienzos para pinturas, entre otros.

    Esta diversificación en el uso del cedazo se dio por una necesidad de los artesanos que trabajan con este material. Así lo explica Marco Cumanicho, presidente de la Junta Parroquial de Guangopolo, población que tiene hoy en día cerca de 3 500 habitantes.

    El dirigente detalla que el cedazo servía desde la Colonia para elaborar cernideras que tenían distintos usos. “Pero hace 30 años con las nuevas tecnologías estas cernideras dejaron de ser utilizadas y la tradición del pueblo estuvo en riesgo de desaparecer”.

    Antes, agrega Cumanicho, casi toda la población de esta parroquia ubicada al oriente de Quito se dedicaba a la confección de las cernideras de cedazo. Actualmente, no son más de 60 personas las que trabajan en esta actividad artesanal que requiere de paciencia y habilidad en las manos.

    Por eso la Junta Parroquial armó una campaña de promoción del cedazo que incluyó la construcción de un centro del cedacero. Esta suerte de museo y taller sirve para explicar a los visitantes la historia del cedazo. Se levantó en el 2011 con una inversión aproximada de USD 200 000.

    Allí, un grupo de 12 artesanos (11 mujeres y un hombre) mantienen viva la tradición de Guangopolo. Ellos elaboran una variedad de artículos que los exhiben a los turistas nacionales y extranjeros, que llegan al edificio ubicado a dos cuadras del parque central.
    Una de las artesanas que elaboran accesorios es Leonor Sofía Cuje, quien aprendió la técnica de tejido de su madre. Ella va todos los miércoles, de 09:30 a 13:30.

    Leonor Sofía Cuje es una de las artesanas que trabajan con el cedazo en Guangopolo. Ella aprendió esta técnica de tejido de su madre. Foto: Foto: Pedro Maldonado / LÍDERES
    Leonor Sofía Cuje es una de las artesanas que trabajan con el cedazo en Guangopolo. Ella aprendió esta técnica de tejido de su madre. Foto: Foto: Pedro Maldonado / LÍDERES

    En esas cuatro horas selecciona el pelaje del caballo que va a utilizar y que por lo general compra en haciendas de Píntag, Pifo o Machachi o a proveedores; luego la lava con jabón de ropa, la hace secar y empieza a trabajar.

    Para elaborar una cernidera grande esta artesana se demora tres horas. Pero ella reconoce que estos objetos tienen menos demanda hoy en día y por eso optó por elaborar pulseras, cinturones y otros artículos pensando en hombres y mujeres de todas las edades. “Mis hijas no quieren aprender la técnica. Dicen que prefieren estudiar una profesión distinta”, cuenta Cuje.

    Pero esta mujer no se desanima y detalla con gusto los procesos que sigue en la elaboración de los accesorios. “Es un trabajo laborioso que es parte de la identidad de Guangopolo” .

    El titular de la Junta Parroquial agrega que la idea que tienen los artesanos y las autoridades es vender a la población como la capital del cedazo. “Queremos que se lo declare Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador, tal como se hizo con la paja toquilla hace unos años”, dice Cumanicho, mientras indica con orgullo las instalaciones del centro que también es un mirador de la parroquia.

    El cedazo sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios. Foto: LÍDERES
    El cedazo sirve para diseñar y confeccionar artículos y accesorios. Foto: LÍDERES
  • Desde Íntag surge una cafetería gourmet

    Sofía Ramirez

    El aroma del café de Íntag, un valle localizado en el cantón Cotacachi (Imbabura) ‘envuelve’ al ingresar a la cafetería Río Íntag.

    Este establecimiento, ubicado en el sector de La Floresta, en el norte de Quito, es el tercer local de esta cadena que nació hace cinco años, de la mano de Eddy Fuertes. Este oriundo del lugar, de 33 años, vio en el valle donde creció, la fortaleza para posicionar el café que se cultiva en la zona. Las otras dos sucursales están en Cotacachi y en la estación del tren de Andrade Marín, en Antonio Ante.

    De acuerdo con la Asociación Agroartesanal de Caficultores Río Íntag (Aacri), en esta región se cultivan unas 20 toneladas del grano rojo; que luego de pasar un proceso minucioso de tostado, se puede degustar con leche, chocolate, ron, whisky o vodka.

    En los dos últimos años, esta zona ha tenido mayor visibilidad por los proyectos mineros que se intentan desarrollar allí, pero para Eddy Fuertes, en cambio, “el café arábigo que se cultiva aquí es el valor más importante”, dice.

    Para este joven, que estudió en Argentina, Francia y otros países, carreras afines a los negocios, al frecuentar la parroquia de Peñaherrera, en Íntag, recordó cómo su familia elaboraba café artesanal:  “desde niños aprendimos a cultivar y jugar entre los cafetales”.

    En el 2010, este emprendedor, con un acento entre bonaerense y cotacacheño, menciona que regresó al país para trabajar en un voluntariado en la parroquia de Peñaherrera; y allí se acercó a la Aacri, gremio que desde 1998 se formalizó y elaboraba café arábigo y orgánico para exportación.

    Además de beneficiar a 150 familias, la organización trabaja bajo los lineamientos de comercio justo. Por eso, este emprendedor observó una oportunidad de negocio: establecer una cadena de cafeterías que promocione el café de Íntag, bajo un nuevo concepto en diseño y productos.

    En el 2010, invirtió USD 6 000 para abrir la primera cafetería que se ubicó en un espacio municipal llamado Casa de las Culturas, en pleno centro de Cotacachi. Fuertes explica que estar en este sitio fue estratégico para su crecimiento, debido al perfil de los turistas que visitan este cantón.

    Y cuatro meses después se trasladó frente a la plaza de San Francisco, cerca del Centro de la ciudad. Aquí implementó el local con diseños vintage y modernos a la vez: “Preferimos un estilo ecléctico en la cadena de cafeterías, con materiales reciclados, cuadros burlesque”, explica Eddy Fuertes.

    Para la elaboración de las diversas variedades de bebidas de café, la cafetería Río Íntag utiliza un quintal mensual de café elaborado por los caficultores del gremio.

    Además, se definió una línea de repostería que utiliza productos ancestrales como melloco, yuca, ocas, toctes o quinua, remolacha, zanahoria, explica la chef Jenny Mancheno, quien desde noviembre pasado se convirtió en proveedora de esta firma, que ahora tiene su segundo establecimiento en el sector de La Floresta, en el norte de Quito. Ella elabora unas 30 tortas en promedio para la cafetería.

    Los ingredientes adicionales para estos productos los adquieren en ferias orgánicas de Cotacachi, como la Jambi Mascari, que se expone todos los fines de semana cerca al mercado de Cotacachi.

    La cadena de cafeterías Río Íntag ha tenido un crecimiento sostenible en los últimos cinco años. De esta manera, permitió que se creasen 17 plazas de trabajo directo, entre meseros, cajeros y ­personal administrativo.

    Para este año, la estrategia de crecimiento será posicionar el café integño en Quito. Esto, debido a que en el largo plazo se tiene el objetivo de abrir otras cafeterías en ciudades como Guayaquil.  Aunque la consigna será la misma: ‘dar a conocer a los caficultores de la zona de Íntag’.

     

    Esta cadena de tres cafeterías fortalece el cultivo del grano de la zona de Íntag, en Cotacachi.
    Esta cadena de tres cafeterías fortalece el cultivo del grano de la zona de Íntag, en Cotacachi.
  • Réplicas precolombinas, con sello oficial

    Patricio Ramos
    (F-Contenido Intercultural)

    Las figuras de arcilla con motivos precolombinos que son elaboradas por artesanos en la parroquia La Pila de Montecristi, ya pueden ser exportadas legalmente. Desde el pasado 27 de julio, 30 artesanos del lugar recibieron del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) Manabí, los sellos de no autenticidad.

    El proyecto piloto a nivel nacional, que se inició en La Pila, permite a los alfareros marcar sus artesanías con el sello que en el caso de Manabí tiene la leyenda, INPC-LA PILA. Ese sello que fue elaborado en monel (acero inoxidable) fue entregado por el INPC.

    Neptalí Santana, presidente de la parroquia La Pila, dice que el sello permite a los artesanos aumentar la producción de las réplicas de arcilla, con motivos precolombinos que había decaído.

    En La Pila, el 80% de sus 6 000 habitantes vive de la elaboración de artesanías. Hasta hace 10 años, la fortaleza de la población era la producción de réplicas precolombinas. La fabricación decayó -dice Santana- debido a los problemas que los turistas extranjeros especialmente tenían en los aeropuertos, a la hora de pasar los filtros de aduanas: no se les permitía llevar la artesanía, pues se aducía que podían ser piezas originales.

    Los artesanos, desde julio -cuando entró en vigencia el sello de no autenticidad-, han empezado a recibir llamadas de comerciantes, quienes realizan pedidos de entre 100 y 800 piezas a un solo artesano. A los lados de las callejuelas de tierra en La Pila se encuentran los talleres. Uno de esos es el de Genaro López Quijije.

    El pasado 10 de septiembre, él trabajaba en la elaboración de 400 réplicas de las culturas Valdivia, Machalilla y Manteña. El barro que le entregan es extraído de las zonas montañosas de Jipijapa, en el sureste de Manabí.

    Genaro López comenta, mientras moldea las figuras, que una vez otorgado el sello tiene más pedidos. “Habíamos perdido la esperanza de seguir con la elaboración de las réplicas, pues los extranjeros se quejaban que no podían sacarlas del país”.

    Este artesano, una vez que termina la figura, con el barro aún húmedo, aplica el sello y en 30 segundos la figura está lista.

    La inscripción INPC-LA PILA queda visible; es como la partida de nacimiento que afirma que la pieza no es auténtica, no es parte de las piezas patrimoniales. Para López, este sello no solo ayuda a evitar la fuga de objetos patrimoniales, también pone en evidencia la procedencia de la artesanía.

    Las agencias de turismo de Manabí han empezado a comprar las réplicas precolombinas. José Sánchez es gerente de la agencia Family Travel. “Hace un mes llevamos a estudiantes y maestros de un colegio de Portoviejo a La Pila. Ahí les obsequiamos una figura de la cultura Manteña, no solo era un ‘souvenir’, es un objeto lleno de historia pues los alfareros que las elaboran son descendientes de los antiguos habitantes manabitas”.

    El alcalde de Montecristi, Ricardo Quijije, añade que el sello de no autenticidad ayuda a los artesanos de La Pila, para mantener su trabajo y mostrar sus creaciones parecidas a las de los milenarios alfareros precolombinos. El Municipio dotará de 11 hornos para procesar las piezas de barro.

    En la parroquia La Pila, ubicada en Montecristi , se elaboran réplicas de figuras precolombinas y se colocan los sellos de no autenticidad. Foto: Patricio Ramos/ LÍDERES.
    En la parroquia La Pila, ubicada en Montecristi , se elaboran réplicas de figuras precolombinas y se colocan los sellos de no autenticidad. Foto: Patricio Ramos/ LÍDERES.