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  • El arte urbano y étnico se fusionan en su marca

    Redacción Quito (I)

    Un cuaderno exhibe en la tapa a la Virgen de El Panecillo con un aspecto gótico. Las camisetas lucen diseños urbanos de las leyendas quiteñas Mariangula y La Caja Ronca. A primera vista una libreta muestra el logo de KFC, pero al fijarse más detenidamente se puede leer RFC (Rosita Fríe Cuyes).

    Con dibujos irreverentes como estos, Vulgo Maestre es una iniciativa que mezcla lo étnico con lo urbano.

    Los diseños se plasman en cuadernos, camisetas, chompas, mochilas y otros productos. La mayor parte del trabajo se elabora a mano en su taller ubicado en el centro de Quito. El emprendimiento nació hace cuatro años y empezó a promocionar sus productos en ferias y redes sociales. El diseñador gráfico Luis David Guachamín y su esposa, Yadira Bonilla, son los fundadores de esta iniciativa.

    En el 2012 ganaron un concurso, en la categoría moda y diseño, para tener su espacio en una feria municipal que se realizaba en el sector La Ronda, en el Centro Histórico de Quito.

    La aceptación que tuvieron de los productos los animó a abrir una tienda, que hoy se localiza en ese mismo sector, en las calles Guayaquil y Morales.

    Guachamín dice que emprendió esta iniciativa por una necesidad personal. «Junto a mi esposa, somos amantes de la cultura ecuatoriana y nos influencian las tendencias urbanas, pero en el país no encontrábamos una marca que pudiera representar esto. Vemos a los jóvenes que visten camisetas que promocionan marcas extranjeras y de otros países».

    Juan Carlos Bonilla, encargado de la tienda, explica que la idea es rescatar las raíces ecuatorianas. «Todos los diseños son inspirados en el Ecuador, sus personajes, sus historias… Mi país es cuatro mundos en uno, un paraíso».

    En los diseños se pueden encontrar a Don Evaristo, el Aya Huma, representaciones de la canción La vasija de barro y más. El nicho al que están enfocados son los jóvenes. Hoy, el 80% de los clientes de este negocio son extranjeros.

    Nathalia Amores, una de sus clientas, destaca en redes sociales la calidad de los productos, entre ellos, los cuadernos que además son elaborados con material reciclado. La meta que tiene este emprendimiento para el próximo año es abrir una tienda en Guayaquil. Sus promotores ven oportunidades en ese mercado.

    VENTASFacturación. Hace dos años, la facturación era de USD 1 500 al mes. Hoy es de USD 2 000, en promedio.Clientes. El 80% de los clientes de la tienda son extranjeros. Canales. También se difunden sus productos a través de redes sociales, como Facebook.

  • La psicodelia y el mensaje positivo marcan sus productos

    Redacción Guayaquil (I) Twitter:@RevistaLideres

    Hace dos años, mientras trabajaba en su laptop, a Fausto Feraud, estudiante fotografía de 21 años, le surgió una idea que hoy es una micro-empresa conocida como Gringo Loco Outfits. «Quería diseñar un estampado para una camiseta y mi tío, Checrella Manzur, me sugirió que mejor tiña camisetas usando la técnica de ligas y tintas, pero a mí no me convencía», cuenta el guayaquileño.

    La técnica, conocida como ‘tai-dye’, consiste en amarrar con ligas la ropa y teñirla de diferentes colores, aplicando sal para que el color penetre y así formar diseños ‘psicodélicos’ y de estilo ‘hippie’.

    Cuando su tío, que padecía cáncer, estuvo hospitalizado, Feraud decidió elaborar una camiseta con esa técnica para obsequiársela. «Hice mi primer intento y a lo que abrí (la camiseta), el teñido había formado un corazón», recuerda.

    Entonces, comenzó a experimentar con su propia ropa y a subir las imágenes a Facebook. «Desde ahí les gustó a mis amigos y comenzaron a hacer pedidos», cuenta. El nombre de la marca (que lleva dos años), confiesa Feraud, es el apodo con el que lo conocen en su familia.

    Las camisetas Gringo Loco cuestan USD 15 y son de algodón; se venden en modelos llanos (solo teñidos) y estampados con frases positivas como «Nadie puede destruir lo que hay dentro de ti». Los clientes tienen la opción de personalizar sus camisetas con los colores, mezclas y formas que prefieran.

    «Es superbueno que vendan camisetas con esos mensajes positivos», dice Nathalie Freire, quien conoció de las prendas en Instagram (@gringolocooutfits), en donde Feraud recepta la mayoría de los pedidos, que le generan una ganancia de USD 100 mensuales en promedio.

    Feraud ofrece el servicio de reparación de ropa, que es una forma de reciclar prendas. «Hay veces que por una mancha de cloro dejan de usar la ropa, entonces con el teñido es como recuperarla, queda como nueva», explica. El servicio cuesta USD 10 y se puede realizar tanto en camisetas, como en gorras y zapatos.

    «Había escuchado la marca y me pareció interesante poder reutilizar ropa que a veces se daña. Probé con unas camisetas y las dejó como nuevas», dice Freire.

    Feraud explica que el negocio tiene una finalidad ecológica de reusar para disminuir el consumismo y destaca la rentabilidad de la idea, pues el proceso que le toma cada camiseta teñida es de unos 3 a 6 minutos. La inversión que hace cada mes de USD 50.

    Producción, en breve

    La técnica. El ‘tie-dye’ significa «atar-teñir». Se cree que esta modalidad tiene origen en países de Asia, pero se popularizó en 1960 en EE.UU. Feraud usa tintes importados que cuestan unos USD 2,50, para que perdure más el color.

  • Las mermeladas que llegan hasta Europa

    Red. Santo Domingo (I)

    Desde dos marmitas de acero se expande un humeante olor de diversas frutas que se cuecen de una manera vertiginosa. Con una vigorosa cuchara, Estela Cuello agita los 125 kg de piñas y guayabas para que la cocción sea más consistente.

    El mismo instante lo aprovecha para dosificar la cantidad de azúcar que se requiere para preparar la mermelada. Esta es la especialidad de la Asociación Nueva Aurora de Santo Domingo.

    La microempresa se especializa en la preparación de este producto, desde hace 16 años. En este lapso su marca ha llegado a Italia, España y Bélgica. 13 lideresas impulsan este emprendimiento con perseverancia y son quienes mantienen un estricto parámetro de calidad.

    Nelly Cevallos, una de las emprendedoras, indica que para la preparación de la mermelada no utilizan ninguna clase de preservante. La única fórmula es agregar el 70% de la fruta y el 30% de azúcar. Esa precisamente es una característica que aprecia el consumidor europeo.

    La Asociación Nueva Aurora surgió de una capacitación de la Fundación Maquita Cushunchic Comercializando Como Hermanos (MCCH). Las integrantes recibieron capacitación en temas relacionados con las técnicas básicas de la elaboración de la mermelada y los primeros pasos para crear una microempresa.

    Carlos Ponce, funcionario de MCCH, recuerda que la idea era activar más de 50 emprendimientos basados en la preparación de dulces. Pero de estos solo sobrevivió la Asociación Nueva Aurora, que ahora tiene su propia planta con despulpadoras, esterilizadoras de frascos, calderos y trituradoras.

    Todo vino de menos a más. Los inicios fueron en la Casa comunal del sector Nueva Aurora (al sur de Santo Domingo), donde se realizaban los primeros ensayos con el producto. La producción inicial fue de 3 000 frascos, que se vendieron en ese barrio y en otros de Santo Domingo. No obstante, gracias a los contactos internacionales de MCCH se corrió la voz de que en Ecuador se preparaba una mermelada 100% pura. Eso catapultó a las emprendedoras para su primera experiencia en exportación. Al principio enviaron a Europa unas 10 000 unidades de mermelada.

    Ahora Mary Oñate, una de las integrantes del emprendimiento, asegura que en un mes se hacen envíos de hasta 20 000 frascos. «Esto no es fijo; todo depende de los pedidos que se hagan».

    Cada unidad se vende a USD 1,29 y financia la compra de ingredientes, mantenimiento de los equipos, pago de sueldos… La fundación MCCH se encarga de llevar la contabilidad del negocio y de los trámites aduaneros para exportar la mermelada por el Puerto de Guayaquil.

    Ellos se basan en los principios del comercio justo que promueve una relación comercial voluntaria y justa entre productores y consumidores, agrega Carlos Ponce.

    Las herramientas de trabajo están en un área similar a un galpón, de 9 x 18 m2, en el barrio Nueva Aurora. Allí, tres veces al mes, las 13 emprendedoras con mandiles, gorros, guantes y otras protecciones, se concentran para elaborar las porciones de los pedidos.

    Las mermeladas de mayor atención son las de piña, naranja, papaya y mango. Cerca de nueve horas en un día, las mujeres se toman para cumplir con los pedidos a sus consumidores.