Etiqueta: Otavalo

  • Los tapices hechos en telares de madera son su especialidad

    José Luis Rosales

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    Luis Alberto Picuasi es uno de los últimos tejedores de tapices de la comunidad San José de Cerotal, en el cantón Antonio Ante, en Imbabura.

    Este indígena Otavalo lleva la mayoría de sus 46 años en esta actividad. Recuerda que cuando tenía 9 años su padre falleció, por lo que vio la necesidad de emprender en un oficio.

    Los secretos del cardado, hilado, urdido y tejido los aprendió de su primo Daniel Picuasi.

    El taller, situado junto al estadio de la comunidad, está equipado con cinco telares de madera de eucalipto. Recuerda que estas máquinas artesanales las fabricó el maestro Segundo Picuasi, ya retirado del oficio.

    Antes, en esta parcialidad había un tejedor en cada casa. Sin embargo, tras la dolarización la mayoría de vecinos optó por ocuparse en otras actividades.

    En el telar más grande, Picuasi confecciona tapices de 2,10 metros de alto por 1,60 de ancho.

    Los artículos, algunos con diseños étnicos, son utilizados para decoración de paredes, pisos, muebles, entre otros.

    Como varios indígenas otavaleños que viajan al extranjero, Picuasi probó suerte en Bélgica, Holanda, Alemania; en estos países se dedicó a la venta de artesanías y a la música. Interpreta la guitarra, el violín, el bandolín y la quena.

    Luego retornó al país y se casó. Tiene 10 hijos. Inti, uno de los mayores, le ayuda en el taller.

    Para la fabricación de cada diseño se apoya en imágenes impresas o digitales. El proceso se inicia con la selección de los hilos. Para obtener la imagen deseada realiza un cálculo de cada lienzo.

    La semana pasada, Luis Alberto Picuasi elaboraba un lienzo, en tonos blanco y negro, con la imagen de cuatro mujeres indígenas que están sentadas en el campo mirando al horizonte.

    Sus creaciones las comercializa en la Plaza de Ponchos de Otavalo, cada sábado. Hay tapices desde USD 15 hasta 85.

    Entre sus clientes también están comerciantes otavaleños que residen en Europa y Norteamérica.

    El artesano kichwa Luis Alberto Picuasi  ofrece estas artesanías al por mayor y menor. Los telares de madera son el puntal de su obraje. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    El artesano kichwa Luis Alberto Picuasi ofrece estas artesanías al por mayor y menor. Los telares de madera son el puntal de su obraje. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • En un vivero comunitario se reproducen plantas nativas

    Redacción Sierra Norte (F)
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    Isauro Perugachi se volvió un experto en la producción de plantas nativas. El campesino ha dedicado 28 de sus 44 años al manejo del vivero forestal de la comuna kichwa Santiago de Larcacunga, en Otavalo.

    El criadero de plantas está dividido en dos espacios. Uno está compuesto por camas rectangulares de cemento, que protegen a las matas que están en fundas listas para el trasplante.

    El otro sitio es un invernadero, que Perugachi lo ha convertido en un verdadero laboratorio. Ahí reproduce semillas, realiza injertos y cura a las hojas maltratadas.

    El gusto por las plantas nativas inició cuanto tenía 16 años. Lo contrató el ingeniero Oswaldo Guerrero, propietario del Bosque Protector Cushnirumi, recuerda .

    El técnico promovió la instalación del criadero para garantizar plantículas nuevas para el bosque que colinda con la parcialidad y para reforestar otros sitios.

    Como anécdota, Perugachi cuenta que cuando era más pequeño pastaba vacas cerca de la propiedad de Guerrero. Su rostro barbado y el cabello rubio asustaban al chico.

    Cuando veía a su vecino se escondía entre los matorrales. “Yo era un niño chaki lluchu -pies descalzos- y tenía miedo porque mi abuelita me decía que no había que juntarse con los mestizos”.

    Pero, el campesino no dudó en aceptar la propuesta para trabajar en el invernadero forestal, pese a que no sabía nada del tema.

    El técnico le enseñó a cómo obtener las semillas de plantas como el aliso y laurel. Igualmente le indicó cómo hacer almácigos y formar las plantículas.

    El responsable del vivero se ganó la confianza de sus vecinos. Norberto Oyagata, oriundo de Larcacunga, destaca que Perugachi ha dedicado la mayor parte de su vida al cuidado ambiental.

    No solo se encarga de reproducir las matas, sino que también vigila que personas extrañas no ingresen a las zonas de páramo en donde brota el agua que abastece a cuatro comunas más.
    Larcacunga es una las 25 parcialidades afiliadas a la Unión de Comunidades Indígenas de la Parroquia de Quichinche (Ucinqui).

    En la localidad habitan 40 familias, la mayoría indígenas Otavalo. Las casas están diseminadas en medio de parcelas agrícolas.

    Lizardo Perugachi, presidente del cabildo, señala que los habitantes de esta parcialidad han apoyado con mingas y dinero para sacar adelante el semillero.

    Hoy tienen 25 000 plantas, la mayoría de laurel de cera, que están listas para la venta. Cada planta cuesta USD 0,35.

    Entre sus clientes está el Municipio de Otavalo y la Prefectura de Imbabura.

    Uno de los nuevos retos de Isauro Perugachi es reproducir las ramas del antiguo árbol de El Lechero, que cayó al suelo a causa de los fuertes vientos el 16 de enero pasado en la comuna de Pucará Alto El mítico arbusto, que poblaba la cima de Rey Loma, era venerado por los otavaleños. Isauro conoce la importancia de este ejemplar. “Es una planta centenaria”.

    En el invernadero hay plantas de laurel, pumamaqui, aliso, arrayán, cedro, acacia, ciprés. También hay matas ornamentales. Cada una cuesta USD 2.

    Isauro Cotacachi es el encargado del vivero de la comuna kichwa Santiago de Larcacunga, en Otavalo. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Isauro Cotacachi es el encargado del vivero de la comuna kichwa Santiago de Larcacunga, en Otavalo. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Prendas juveniles inspiradas en la cultura andina

    Redacción Quito

    (F)  
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    En el mercado de la moda existen varias empresas que fabrican prendas de vestir con conceptos diferentes, muchas de ellas se enfocan en diseños comunes.

    Sin embargo, en el Ecuador ya se puede encontrar ropa con diseños autóctonos, esto gracias a la iniciativa de Lenin Vallejos.

    Este joven es diseñador gráfico de profesión y durante varios años estuvo a cargo del diseño de las prendas en una empresa que confecciona ropa. Allí surgió la idea de crear un negocio similar, en el que se fusione lo tradicional con ilustraciones andinas.

    Chicapán inició en 2017 en Otavalo; Vallejos comenta que le dio el nombre de Chicapán debido a que años atrás, existía un animal pequeño parecido a un castor cerca del Lago San Pablo; los moradores de este lugar lo conocían con ese nombre.

    El emprendedor invirtió cerca de USD 3 000, esta cantidad la obtuvo mediante un préstamo y de sus ahorros propios.

    El monto con el que inició el negocio sirvió para adquirir las máquinas para las áreas de corte, confección, serigrafía; a su vez para la compra de materia prima y varios insumos más.

    Los materiales que el emprendedor utiliza para confeccionar las prendas los consigue en ciudades como Quito, Cuenca e Ibarra. Utiliza telas y tintas textiles para la elaboración de cada producto.

    El proceso de confección tiene varios pasos. Vallejo menciona que lo primero, es diseñar el boceto de la ilustración, mismas que se basan en diseños inspirados en la región andina del Ecuador.

    El siguiente paso es enviar a la prenda al área de corte y confección, donde se escoge la tela y los colores para el modelo.

    Luego, se utilizan técnicas de serigrafía artesanal, proceso que lleva alrededor de cuatro horas, para que el paso final sea el lavado y planchado de las camisetas.

    El dueño menciona que, en la actualidad, trabaja con seis personas; entre ellas su madre y dos hermanos, quienes colaboran en el proceso de producción.

    Entre los productos que se confeccionan en Chicapán están: camisetas, buzos y chompas en variedad de colores y destacando siempre el diseño ancestral.

    Este emprendimiento está dirigido al público juvenil. “La mayoría de gente que le ha gustado mi trabajo son personas que aprecian la cultura, que valoran los diseños innovadores, originales y de buena calidad “, dijo Vallejos.

    Chicapán formó parte de ferias en varias zonas del país; esto permitió que el emprendimiento cree vínculos con empresas como Conquito.

    Vallejos planea formar alianzas con empresas que provean los insumos que necesita para la confección de estas prendas.

    Próximamente creará una colección enfocada en niños, con nuevas ilustraciones que plasmen la cultura y tradición de la región.

    Otros Datos

    Chicapán distribuye sus productos a través de redes sociales; sus prendas llegan a varias ciudades como Ambato, Riobamba, Cuenca y Quito.

    Las características que el dueño destaca son las ilustraciones de cada prenda; los precios varían. Están entre USD 20 a USD 35.

    Para conocer los productos de este emprendimiento visite la página www.chicapanec.wixsite.com/chicapan o búsquelos en redes sociales como @chicapán.ec.

    Lenin Vallejos es el propietario de Chicapán, emprendimiento que plasma la cultura andina en sus prendas. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Lenin Vallejos es el propietario de Chicapán, emprendimiento que plasma la cultura andina en sus prendas. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Con amaranto y chocolate gana mercados

    Redacción Sierra Norte
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    El amaranto y el chocolate son los elementos primordiales de Yuri. Este emprendimiento familiar que se creó hace tres años en la comunidad de Gualaví, en Otavalo (Imbabura), apuesta por la producción de alimentos altamente nutritivos.

    Esta iniciativa es impulsada por César Perugachi. Él tiene 29 años y estudió Gastronomía en Quito. En esa ciudad organizó varias ferias de emprendedores.

    Ahí tuvo la idea de empezar un negocio propio. Explica que el fusionar estas semillas doradas y el cacao fino de aroma tiene buena acogida en el mercado, especialmente de la capital.

    Destaca que el amaranto es una fuente de proteínas de alto contenido alimenticio. Este cultivo, que se considera uno de los más antiguos de América, le provee Sumak Maki, una organización campesina de Cotacachi.

    En este cantón se recuperó la semilla milenaria. La idea es cerrar el círculo productivo. “Los campesinos de esta zona generan el grano y nosotros lo procesamos y lo vendemos”.

    Yuri o Nacer a la Vida tiene el taller de producción en Gualaví, una comuna con población mayoritariamente kichwa Kayambi. Para Perugachi es un laboratorio para experimentar.

    Así han surgido los cinco productos que actualmente fabrican. Se trata de Amaranto Natural, un cereal libre de gluten. También ofrecen el denominado Chocopop y Amaranto con Panela. Hay paquetes de 100 gramos. El costo oscila entre USD 2,50 y 3.

    Además tiene barras de chocolates de 50 gramos, con sabores de amaranto, mora y maracuyá. Cada barra vale USD 2,50. La idea es cubrir las necesidades nutricionales de la familia.

    Hasta el momento ha invertido USD 8 000 en equipar el taller, en materia prima y permisos.

    Perugachi creció rodeado por parcelas de trigo, cebada, maíz, papas de la zona andina. Sin embargo, siente una afinidad por el fruto de clima cálido. Eso descubrió cuando cursaba los estudios en el Instituto Chef Center, en Quito.

    El involucrarse en las exposiciones también le ayudó a conocer a productores.

    El cacao fino de aroma proviene de la provincia de Los Ríos. El proceso para la obtención de la pasta de cacao natural es minucioso. Eso le permite obtener chocolates con purezas del 45 al 70%, que son los porcentajes que emplea para sus barras.

    Previamente, el grano de cacao es limpiado, secado y descascarillado para a hacer tostado, molido y refinado. En junio pasado, Perugachi participó en el Salón del Chocolate.

    La firma Yuri, cuyo eslogan es ‘Alimento de los Dioses’, se acogió a la iniciativa de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa), que promueve la tramitación de la Notificación Simplificada.

    “Esa campaña permite simplificar la documentación y es una ayuda para que los emprendimientos puedan tener un rumbo seguro”, comenta el emprendedor. Su padre, Ángel Perugachi, quien trabaja en el área de la construcción, ha sido uno de los que más ha impulsado esta iniciativa. En este negocio también labora Diana Farinango, esposa del emprendedor.

    Los alimentos los comercializa en ferias, especialmente en Cumbayá. “Estos espacios han sido una buena alternativa para posicionar la marca, hacer contactos con proveedores y negocios”.

    Los alimentos también se expenden en tiendas orgánicas como El Motilón, ubicada en Quito.

    Otros datos

    Yuri apuesta por una alimentación saludable y el consumo de productos orgánicos.

    El valor de las semillas ancestrales, como el amaranto, es uno de los plus de este emprendimiento familiar.

    Mercados. Los productos de Yuri se comercializan en Quito y en ferias que se organizan en varias ciudades del país.

    César Perugachi tiene 29 años y estudió Gastronomía, en Quito. Con apoyo de su familia levantó el emprendimiento. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    César Perugachi tiene 29 años y estudió Gastronomía, en Quito. Con apoyo de su familia levantó el emprendimiento. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • Las alpargatas que hoy lucen un toque urbano

    Redacción Quito

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    En el 2012, Francisco Mena fundó su negocio de zapatos artesanales Pancos. Actualmente la iniciativa cuenta con varios puntos de venta en ciudades de Ecuador, un local comercial en Quito, puntos de venta en París y Miami.

    Mena recuerda que buscaba adquirir unas alpargatas hechas en Ecuador, pero no encontraba ninguna marca que elaborara este tipo de calzado, así que viajó a Otavalo y encargó la elaboración de un par a un artesano de la localidad. Viendo el potencial del producto, por los comentarios de sus amigos y familiares, invirtió USD 2 000 en 100 pares de alpargatas. Así empezó el emprendimiento, al que luego se sumaron nuevos colaboradores.

    Su hermano, Juan Bernardo Mena, se integró al equipo en el 2015, con el objetivo de expandir la venta al exterior, de este modo lograron distribuir su calzado en París y Miami. Julio Moreno también es parte de Pancos, él se encarga del área financiera del negocio.

    Francisco comenta que Pancos se caracteriza por ser una empresa con responsabilidad social, que es amigable con el medioambiente y que se maneja en un sistema de comercio justo. “Nuestro calzado se elabora artesanalmente, sin procesos industriales. De esto se encargan artesanos de Otavalo, que realizan el proceso con sus manos”, esto, asegura, es su principal valor agregado.

    En Pancos, las alpargatas son el producto estrella. Este calzado busca rescatar la tradición artesanal ecuatoriana, sin dejar de lado la innovación, pues los diseños son a la vez tradicionales y modernos, para llegar al público joven, así lo asegura Moreno. Otras líneas de calzado son sandalias de gamuza, zapatos de cordón, pantuflas y plataformas; estas últimas, similares a las alpargatas, pero con triple suela.

    Una de sus clientes es Gabriela Sarmiento. Ella considera que Pancos es una empresa que ha logrado convertir el calzado de la cultura ancestral en un producto de moda, llamativo y buena calidad. “Me gustan porque son distintivos. Cuando viajo, las personas siempre me comentan que les gustan mis zapatos, por su diseño. Además, la entrega es inmediata”.

    La elaboración del calzado se hace en Otavalo, en el taller de la empresa, donde laboran ocho personas. Para esto se usan distintos materiales: tela, yute o caucho. A este material se le aplican distintos procesos para asegurar su comodidad en el uso diario.

    “Tanto el material como su construcción permiten que el zapato sea muy cómodo al usarlo diariamente, logrando adaptarse al pie. Es una de nuestras características ”, señala Juan Bernardo.

    Otra clienta es Lady Peña, quien compra las alpargatas clásicas por su comodidad. “Creo que es una empresa muy seria, entrega los pedidos puntualmente. Uso su calzado para toda ocasión”.

    Ventas y planes

    Las ventas se hacen principalmente a través de redes sociales, donde Pancos suma más de 100 000 seguidores. Recientemente la empresa abrió su propio local en Quito..

    Mensualmente distribuyen un aproximado de 400 pares de zapatos, de sus distintas líneas. La facturación mensual ronda los USD 14 000.

    Los planes del negocio son expandirse en Ecuador y en el extranjero. En el país esperan abrir su segundo local comercial en Guayaquil, en el 2020.

    Francisco y Juan Bernardo Mena, junto a Julio Moreno, en el local de Pancos, en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    Francisco y Juan Bernardo Mena, junto a Julio Moreno, en el local de Pancos, en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • Artesanías con un toque contemporáneo

    José Luis Rosales

    Redactor (F – Contenido Intercultural)

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    Tras residir 25 años en el exterior, el otavaleño Jaime Morales Jimbo retornó a su ciudad para impulsar su propio negocio: Walkas Bisutería.

    Hace un año y medio está al frente de esta firma que elabora productos con un toque étnico y personalizado. Siempre fue su sueño tener una tienda completa, con artesanías y joyería.

    El gusto por los textiles lo heredó de sus padres: Enrique Morales y Zoila Jimbo. Ellos se dedican a la confección de ponchos de lana para los diferentes pueblos y nacionalidades indígenas del país.

    Jaime le apostó por innovar usando su creatividad. Asegura que lo que más le agrada es hacer cosas originales.

    En su permanencia en Italia, Suiza y España tomó algunos cursos sobre sublimación, bisutería y confección en cuero. Le gusta aprender, ver programas en Internet relacionados a lo que hace.

    Una de las líneas que más destaca en Walkas Bisutería son los trabajos personalizados. Con la técnica del sublimado puede plasmar la imagen que un cliente desee en prendas de vestir, llaveros, platos, tazas, cojines, estuches de celulares y edredones.

    En la joyería de acero, en cambio, graba imágenes de fotografías, nombres, dibujos y símbolos que adornan anillos, pulseras, colgantes, entre otros.

    Desde hace varios años empezó a coleccionar fotografías antiguas de Otavalo, que han sido publicadas en redes sociales. Hay imágenes en blanco y negro de la Plaza de los Ponchos, la cascada de Peguche, el lago San Pablo, un músico kichwa tocando una bocina, un rondador, entre otros.

    Esas gráficas las ha replicado en camisetas, buzos, carteras, bolsos. Gustan muchos a los clientes, especialmente extranjeros.

    Una de las cosas que Morales destaca es el servicio de sublimación en gran formato, que permite optimizar tiempo y material.

    El emprendedor señala que la inversión que ha hecho para adquirir la maquinaria para su taller alcanza los USD 60 000.

    Cuenta que uno de los países en el que pasó más tiempo fue en España. Incluso, asegura, tiene maquinaria y herramienta guardada con la que realizaba el mismo oficio en ese territorio.

    Una de las nuevas líneas de trabajo en las que incursionó este creativo es la de fabricación de calzado con telas artesanales, adornadas con íconos kichwas. Hay para damas y caballeros; trabaja en tallas de la 35 a la 43.

    Los zapatos también son confeccionados a la medida y al gusto de cliente. Jaime Morales asegura que puede confeccionar zapatos para una persona y entregarlos en una hora, por que dispone de una amplia variedad de piezas para ensamblarlas.

    Por ahora, los pares llevan la marca Walkas. Sin embargo, analiza la posibilidad de desarrollar un nombre con identidad.

    A clientes como Jaime Cedeño, que llegó desde Quito, le gustaron las zapatillas. Comenta que son ideales para vestir a los integrantes de un grupo de danza del colectivo 60 y Piquito.
    Otra de las especialidades de este establecimiento artesanal es la bisutería. Si bien los anillos, aretes, cadenas, colgantes y otros son importados, Morales asegura que el cliente le pone el toque final. Es decir, letras, figuras, fotos.

    En las vitrinas resaltan colgantes traídos de destinos lejanos como India y Tailandia y de naciones regionales como Colombia y Brasil. De este último país provienen materiales de bisutería en macramé, que es un tejido trenzado manualmente con hilos.

    También se encuentran en el sitio las tradicionales walcas ecuatorianas, que son los collares que lucen las mujeres indígenas de la región interandina.

    Estos artículos son confeccionados con un toque contemporáneo. Las doradas y gruesas esferas, por ejemplo, han sido reemplazadas por delgados y finos mullos de vidrio. “No es tan fácil haber vivido en otros países y retornar a Otavalo a abrirse mercado”, explica Morales. Sin embargo, la creatividad le permite mantenerse a flote en esta población de Imbabura.

    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería.
    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería. Foto: José Luis Rosales / EL COMERCIO
  • Ella innova apoyada en la fibra de totora

    José Luis Rosales

    (F – Contenido intercultural)

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    Martha Gonza Chicaiza tiene una filosofía de respeto al ambiente. Por eso propone el uso de la fibra de totora, que crecen en las orillas de los lagos de Imbabura, para confeccionar artículos para el hogar y accesorios.

    Creció mirando estas fibras doradas en la comunidad de Pijal, parroquia González Suárez, Otavalo (Imbabura) en donde vive su familia. Ella se autoidentifica como kichwa Kayambi.

    Tiene 36 años. Considera que la mejor estrategia para enfrentar la competencia es la innovación. El mes pasado se graduó de ingeniera en Contabilidad y Auditoría.

    Durante ocho años ocupó la gerencia de la empresa comunitaria Totora Sisa. Ahí también aprendió a entretejer las largas fibras.

    Gonza recuerda que en una ocasión llegó un grupo de turistas norteamericanos por lo que improvisó una demostración de la elaboración de la estera, porque el artesano de la firma estaba de vacaciones. La idea funcionó.

    Desde ese momento, cuenta, empezó a diseñar artículos como cestas, cofres, individuales, lámparas, entre otros.

    Luego decidió instalar su propio negocio llamado Totora Wasi (Casa de la Totora, en español). Para ello empezó con un capital inicial de USD 5 000. El dinero, que se utilizó en la adquisición de insumos y herramientas, provino de un crédito bancario.

    Su establecimiento opera en San Rafael en donde están la mayoría de tejedores de esta fibra. El almacén funciona como bodega, taller y tienda.

    Una de las innovaciones fue incluir colores en los artículos de acuerdo a las tendencias. La mayoría de clientes prefiere los tonos café, caoba y negro, que son similares a la madera.

    Totora Wasi cuenta con una docena de colaboradores. Los artesanos trabajan en sus casas. Uno de los compromisos es su lealtad con la microempresa, para evitar copias de los diseños.

    Uno de los clientes frecuentes es Sebastián Chiriboga. Este diseñador de productos utiliza la totora en un proyecto de iluminación.

    Los compradores que más valoran la fibra provienen de Quito, Ambato y Cuenca. También hay propietarios de sitios de hospedaje del lago San Pablo.

    Totora Wasi es un paso obligado para los turistas. Entre los visitantes hay grupos de aventureros, especialmente extranjeros, que llegan atraídos por conocer la técnica del tejido de la totora.

    El recorrido empieza desde el corte de los totorales, traslado, secado y clasificado del material. En el taller les explican que hay diferentes formas para entrelazar las cañas y diseñar un producto.

    Una de ellas es la mazorca, que está inspirada en el crecimiento del maíz. La trenza, en cambio, hace relación al peinado que distinguen a los kichwas de Otavalo.

    Una de las actividades que más agrada a los viajeros es elaborar su propio recuerdo. En la tienda se puede encontrar artículos desde USD 1 hasta 1 500. Estos últimos corresponde a muebles.

    Hay cestas desde USD 2, su precio depende de la dimensión, el color y el tejido. Venden al por mayor y menor. Entre sus distribuidores están tiendas de Quito.

    Otra de las líneas de trabajo es el teñido de la fibra con tintes. La materia procesada se ofrece también a otros artesanos locales.

    La totora que utiliza esta firma llega desde la vecina laguna de Yahuarcocha, en Ibarra.

    Ha apoyado campañas como la confección de ramos de totora para la Semana Santa en reemplazo de la palma de cera.

    Hoy prevén confeccionar coronas mortuorias y navideñas. Se busca fabricarlas con fibra de totora y de paja toquilla, como alternativa a las de plástico.

    Esa idea surgió en un intercambio de experiencias en que el participó Gonza en Uruguay. Busca el apoyo de entidades públicas para poder exhibir esos productos.

    Totora Wasi es parte de la Asociación de Turismo Rural Coraza Ñan, de San Rafael. Hay establecimientos de hospedaje, restaurante y cafetería. La organización tiene varios paquetes turísticos.

    Martha Gonza, propietaria de Totora Wasi, ha trabajado en varios proyectos artesanales en San Rafael. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Martha Gonza, propietaria de Totora Wasi, ha trabajado en varios proyectos artesanales en San Rafael. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Una iniciativa de migrantes retornados

    José Luis Rosales

    (F) Contenido Intercultural

    Sumak mikuna o comer bien rico es el lema de la Asociación Artesanal Tos Tha Chul, de Otavalo, Imbabura. El singular nombre es un juego abreviado de las palabras tostado (maíz), habas y chulpi.

    Con estos granos procesados nació hace tres años este emprendimiento de la familia Ramos Maldonado. Los padres y tres hijos decidieron retornar al país tras residir varios años en España.

    En esa nación unos integrantes de esta familia kichwa Otavalo se dedicaban al comercio, mientras otros laboraban en empresas.

    A su retorno se instalaron primero en Quito. No pudieron encontrar empleo y con los ahorros que trajeron abrieron tres micromercados inspirados en las fruterías europeas. Pero cerraron porque no tuvieron los resultados esperados, recuerda Elisa Ramos, encargada de la administración.

    Sin embargo, antes de la crisis, María Esther Maldonado, la madre de familia, empezó a tostar maíz para la venta. El producto tuvo buena acogida. Así surgió la idea de iniciar el proyecto preparando maíz, habas y chulpi tostado. El producto se ofrece empacados en fundas plásticas cerradas herméticamente.

    Empezaron de cero. A excepción de la madre, el resto no tenía experiencia en la preparación de estos alimentos. Crearon sus recetas, experimentaron con diferentes granos, determinaron el grado de temperatura y el tiempo de cocción, entre otros.

    En esos ensayos, por ejemplo, comprobaron que la mazorca ideal para el maíz tostado es el tipo Mishca.

    En la capital de la República se abrieron mercado. Ahora ofrecen una decena de productos. A más de maíz, habas y chulpi tostado hay maní, maíz y habas de dulce. Además chifles, maní de sal y un mix de alverjas, chulpi, habas y maíz tostado.

    Esa dinámica les permitió crecer rápidamente. Empezaron en un local pequeño en Quito, pero el espacio quedó pequeño, recuerda Robinson Ramos, responsable de la planta de producción.

    Ahora en la ciudadela Mira Valle, en Otavalo, están instalando la nueva factoría, que abarca un área de 9 metros de fondo por 34 de frente. Calculan que en infraestructura y máquinas la inversión bordea los USD 60 000. El dinero provino de créditos financieros.

    Hoy procesan tres quintales de maíz, tres de habas, dos de maní y uno de chulpí, cada semana. En la planta laboran ocho personas, entre ellos cuatro nuevos colaboradores externos.

    Hay diferentes presentaciones. Las de mayor demanda son las de 250 gramos cuyo precio es de USD 1,50 y la de 120 gr. que cuesta 1.

    La comercialización está a cargo de los propios emprendedores. Cada uno ha diseñado una ruta para visitar tiendas, que están entre sus principales compradores. Ahora se proyectan en micromercados y en cafeterías de las estaciones de combustible.

    Su próxima meta es conquistar a cadenas de supermercados a escala nacional. Para ello, participaron en el Encuentro Empresarial Pro Innova, que congregó a 70 productores de Imbabura y 25 representantes de hoteles, restaurantes y cadenas nacionales.

    Elisa Ramos comenta que cuentan con el apoyo del Ministerio de Industrias y Productividad y de la Prefectura de Imbabura.

    Con ésta última, a través del Programa de Emprendimientos gestionan el cofinanciamiento para la adquisición de otras máquinas que les permitan diversificar y aumentar la producción. Está en proceso de calificación.

    Esta iniciativa no solo permite dinamizar la economía familiar y generar fuentes de empleo, sino atar el círculo de la cadena productiva con los agricultores de la zona, especialmente de granos andinos, explica Sherman Ortega, director de Desarrollo Económico de la Prefectura.

    La meta más ambiciosa es exportar el producto al extranjero. Los integrantes de la familia Ramos conocen que el maíz tostado tiene un alto potencial para ofrecer en mercados internacionales, especialmente en los que residen los ecuatorianos.

    Otros datos

    Las fórmulas  de los diferentes productos han sido desarrollado por los propios emprendedores.

    En el caso  del maní confitado, por ejemplo, tiene como ingredientes azúcar y esencia de vainillla.

    Los envases contienen las disposiciones del sistema de etiquetado de alimentos procesados.
    Los pedidos   se pueden realizar vía WhatsApp al 099 0600534 ó 099 3854 194.
    La meta  es poder exportar el producto a países de Europa. Por ahora trabajan en la formulación del proyecto.

    Elisa y Robinson Ramos son parte de este emprendimiento que gana mercado en el norte del país. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
    Elisa y Robinson Ramos son parte de este emprendimiento que gana mercado en el norte del país. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
  • La tagua impulsa a este emprendimiento

    José Luis Rosales

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    Un collar de tagua, al que le dio el nombre de Sacha, es una de las últimas creaciones de César Luis Yamberla, propietario de Gallery Pucará.

    El colgante, inspirado en una de sus hijos y en la naturaleza, está diseñado con piezas rectangulares, de tono verde, del marfil vegetal, como también se llama a la tagua.

    Las semillas de esta palma que florecen en la región amazónica le permitieron al hábil artesano emprender su propio negocio, hace 12 años. Primero abrió el taller y luego el workshop de Gallery Pucará, que está situado en el cantón Antonio Ante (Imbabura).

    Además, hace un lustro abrió la Tienda Yamberla Souvenirs, en el centro de Otavalo. Éste último local es administrado por Olga Morán, esposa del emprendedor.

    El productor indígena, de 34 años, desciende de una familia de artesanos tejedores. Cuando aún era niño, su abuelo paterno, Carlos, le transmitió los conocimientos para entrelazar los hilos en un telar de madera, en el que confeccionaba los gruesos ponchos de lana de oveja.

    Sin embargo, Yamberla por la necesidad de mantener a sus siete hijos decidió dejar a un lado la tradición familiar y probar suerte en la confección de bisutería.

    Recuerda que la idea surgió cuando, junto a su cónyuge, recorría la Plaza de Ponchos. Ahí se percataron que la mayoría de artesanos ofrecían solo productos textiles, por lo que veían pocas oportunidades para crecer.

    Por eso, le apostó a confeccionar collares, pulseras y aretes con semillas naturales de tagua, pambil y azahí. Las dos últimas las obtiene en el cantón San Lorenzo, en el norte de Esmeraldas.

    Yamberla no sabe con exactitud cuántos modelos de gargantillas ha diseñado. Calcula que son alrededor de 1 000. Uno de los más solicitados, especialmente por turistas extranjeros, es similar a las ‘walcas’, esos collares tradicionales que lucen las mujeres indígenas Otavalo. Pero, el artículo que confecciona Yamberla está hecho con azahí y unas pequeñas esferas doradas de vidrio.

    En las tiendas el precio de los artículos oscila de USD 1 a 10. Todo depende del modelo y el material que lleva cada pieza.

    Gallery Pucará también recibe pedidos de clientes de Estados Unidos. El mes pasado, por ejemplo, envió 1 000 collares, de diferentes diseños, a Chicago.

    Cuando las compras bordean los 2 000, 3000 o más unidades se despachan hasta en 20 días.

    En la parte posterior de la residencia familiar se instaló el taller. César Luis Yamberla explica que le fue equipando de a poco. Hoy posee máquinas como torno, cortadora, pulidora, taladro y más.

    Con su ingenio también ha desarrollado artefactos como el tambor, que con su movimiento de rotación, permite pulir la tagua. Estima que solo en maquinaria ha invertido unos USD 20 000.

    Una cifra similar la destinó para la adecuación del workshop. En este sitio se exhibe las colecciones más recientes de esta firma. En el local resaltan estanterías de caña guadúa, tableros de aglomerado y de fibras de cabuya. Esos materiales más las joyas le dan un toque entre elegante y rústico.

    En este lugar recibe la visita de turistas extranjeros a quienes les enseña el proceso de confección de los adornos personales. Una de las cosas que más llama la atención del proceso de fabricación es el tinturado que se realiza con plantas naturales, como el nogal.

    La motivación es dar trabajo a su familia. Es el mayor de nueve hermanos. Cuenta que con una parte de los ingresos se educaron varios de ellos.

    La próxima meta es trabajar en un plan de turismo con la comunidad de Pucará de San Roque. César Luis Yamberla es convencido que esta parcialidad tiene un alto potencial para atraer a visitantes, especialmente en fiestas ancestrales como el Inti Raymi.

    El creador de Gallery Pucará, Césarl Luis Yamberla, lleva 12 años innovando este emprendimiento familiar. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    El creador de Gallery Pucará, Césarl Luis Yamberla, lleva 12 años innovando este emprendimiento familiar. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • El tiempo se detuvo en este tallerde tejido

    José Luis Rosales (F)   Contenido Intercultural

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    Las fibras de lana de oveja, alpaca y algodón se transforman en finos tapices, cobijas, abrigos, fajas, bufandas, etc., en Tahuantinsuyo Weaving Workshop.

    En este emprendimiento familiar, que funciona en la comunidad kichwa de Agato, en Otavalo (Imbabura), se conserva la técnica para tejer en telares de cintura.

    A los turistas, especialmente extranjeros, les sorprende conocer el proceso artesanal del lavado, teñido y tejido de los hilos, con los que dan forma a una variedad de prendas de vestir y artículos.

    La historia de Tahuantinsuyo está atada a la familia de Miguel Andrango Concha. El artesano, de 84 años de edad, está al frente de cuatro generaciones de tejedores, que guardan con celo esta técnica ancestral de producción.

    Este kichwa Otavalo se ha encargado de enseñar a hijos y nietos los secretos para hilar, tal como aprendió de su padre, Francisco. Cuando tenía siete años, Miguel alternaba los estudios en la escuela con la labor en el taller familiar.

    Desde hace dos años hay más interés de agencias de viajes por incluir en los itinerarios de sus clientes la visita a este recóndito sitio. Esa demanda está relacionada con la difusión del obraje, a través de la Internet. Hay cinco operadoras que están entre las clientes más frecuentes.

    Andrango se resiste a que este oficio tradicional y antiguo se esfume con la modernidad. Por eso, ha conseguido el apoyo de su hija, Luz María; su yerno, Rafael Maldonado; sus nietos, Fabián Maldonado y Blanca Cabascango y sus bisnietos. También se ha involucrado, José Manuel Andrango, hermano del emprendedor.

    Tahuantinsuyo Weaving Workshop atiende de lunes a domingo. La mayoría de visitantes llegan previo cita, explica Cabascango. Los integrantes de la familia se alternan para realizar las demostraciones en el taller.

    Uno de ellos es Rafael Maldonado. Relata que en un río cercano al inmueble se lava la lana. En el proceso se utiliza hojas de penco, que previamente son trituradas sobre un piedra con un mazo de madera, para obtener un líquido similar al jabón.

    Luego, en un recipiente se ponen las hebras con el limpiador natural y se las deja en remojo varios minutos. Para aprovechar todos los elementos, con las fibras del agave se hacen alpargatas y sogas, indica Andrango, mientras sostiene en sus manos un par de este calzado.

    Después la lana se guarda en canastos de carrizo que son introducidos al agua del río, varias veces. Una vez limpias, las fibras se llevan al taller en donde se secan al sol, colgadas en cordeles.

    En una de las habitaciones del inmueble, de paredes de adobe y techo de teja, funciona el taller, que cuenta con un torno de madera y telares de cintura. Ahí, el tiempo parece haberse detenido. Por eso, para emprender esta iniciativa no necesitaron de una gran inversión de dinero.

    Los tejedores explican el proceso de las hebras desde la fase de cardado. Con una especie de cepillo, que crece en una planta de la localidad, peinan la lana.

    Finalmente, en un torno se transforman en hilos de diferente grosor. Éstos se colocan en la urdimbre, para que luego pasen por la trama y se forme el tejido. Son prendas únicas, pues el laborioso proceso no permite hacerlas en serie, explica Cabascango. Además, los textiles tienen diseños en ambos lados.

    La visita y la demostración que se realiza en esta factoría artesanal no tienen ningún costo. Los ingresos se generan por la venta de artesanías en el salón de exhibición, que funciona en una habitación contigua al taller. Ahí hay artículos desde USD 10.

    La fama de los tejidos de Miguel Andrango y de sus descendientes ha rebasado fronteras. El experimentado artesano tuvo la oportunidad de conocer EE.UU., México, Perú, Bolivia, entre otros.

    En la última semana, Luz María Andrango realizó una visita a Santa Fe, en Nuevo México, EE.UU, a pedido de un grupo de ciudadanos que están interesados en conocer los secretos de esta técnica de tejido autóctona.

    Otros datos

    La dimensión  que tiene el telar permite obtener un tejido tres metros de largo por 90 centímetros de ancho.

    Un tapiz  de este tamaño demanda de un trabajo, de al menos, un mes.
    Los tintes  que emplean para dar color a los hilos son naturales. Para el teñido usan las cortezas de nogal y cochinilla.

    La lana  de oveja la compran en la Plaza de los Ponchos. La de alpaca en Cuenca.
    Para visitas  al taller puede escribir al correo electrónico tallerandrango@gmail.com. O llamar a los teléfonos 0988091055.

    Miguel Andrango es el impulsor de Tahuantinsuyo Weaving Workshop. El sitio desarrolla tejido ancestral. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Miguel Andrango es el impulsor de Tahuantinsuyo Weaving Workshop. El sitio desarrolla tejido ancestral. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES