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  • Lo rural se fusiona con lo gourmet, al filo de carretera

    Redacción Quito (I)
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    En plena pandemia, justo cuando se volvió un imperativo guardar un adecuado distanciamiento social, surgió el restaurante Ukllana, que en quichua significa abrazar. Se trata de un nombre simbólico, tomando en cuenta este nuevo momento de la historia.

    “Es abrazar a los seres humanos, a la vida, el paisaje, los sabores, la montaña”, comenta Gerardo Villacreces, CEO y fundador de esta iniciativa gastronómica. Abrió sus puertas el pasado 19 de agosto, con una inversión de USD 250 000; se encuentra ubicado al filo de carretera, en Uyumbicho, cantón Mejía (al sur de Pichincha).

    Hasta el año pasado, su dueño tenía una cafetería en el lugar, pero decidió ampliarla. Se convirtió en un restaurante cuya construcción, según lo describe, fue un proceso contra viento y marea.

    Emocionado cuenta cómo se tuvo que parar la obra cuando empezó la pandemia, pero también cómo en abril decidió aplicar medidas de bioseguridad y seguir. Dio empleo a 25 personas del sector, que levantaron el proyecto y no se enfermaron de covid-19; asegura que todo se hizo con amor, fe, agradecimiento a Dios y a la vida.

    Sin embargo, el desarrollo de esta iniciativa va más allá de la infraestructura. La chef Alejandra Espinosa, por ejemplo, colaboró en la elaboración del menú; del marketing se encargó Rafaela Villacreces; Juan Carlos Castillo estuvo en la difusión, entre otros.

    Entre los atractivos de Ukllana está el hecho que los visitantes tienen una vista panorámica de los Andes. Pueden observar elevaciones como el Cotopaxi, Cayambe, Antisana, Pasochoa e Illinizas.

    Llegar al sitio no es complicado. Quienes van desde Quito deben avanzar al último tramo de la avenida Simón Bolívar, hasta el intercambiador de Santa Rosa. Podrán encontrar a Ukllana en el lado izquierdo de la carretera.

    Se trata de un negocio bajo el concepto de ‘comfort food’ de montaña, al filo de carretera. Ofrece comida sana y gourmet, preparada con insumos de proveedores nacionales; entre estos se encuentran alrededor de 15 de la provincia de Pichincha.

    Uno de ellos es Paúl Aguilera, propietario de L’Artisan Panadería, quien trabaja con Ukllana desde que se iniciaron los test de menú. “Haber tenido asesoría de una chef tan destacada, muestra un negocio con categoría que destaca. Tiene espacios amplios, que lo hace atractivo para esta época”, dice el proveedor, quien entrega pan francés de campo.

    Estas últimas son piezas grandes, de un kilo, que sirven para diferentes preparaciones.
    Entre la oferta gastronómica están los desayunos, con su plato emblemático: tigrillo de altura. Asimismo, otros como sánduches, empanadas, pan de yuca, locro de choclo, sopa de tomate, pesto con pollo, quesadillas de aguacate, ensaladas, postres, cafés y una gama de vinos.

    Uno de los objetivos de este negocio es incorporar nuevos platillos para satisfacer las necesidades de los visitantes. Ukllana brinda una atención personalizada; si un cliente quisiera desayunar en la tarde- noche se le sirve.

    Los consumidores tienen la posibilidad de ver cómo se preparan los alimentos, ya que el sitio funciona con el concepto de cocina abierta. Eso genera confianza.

    A diario, de lunes a viernes, llegan entre 30 y 40 personas. Sin embargo, los fines de semana se incrementa hasta 60 al día.

    Para Villacreces este es un elemento que se debe valorar, ya que la gente siente que este es un sitio seguro y no duda en acudir al espacio físico. De hecho, los visitantes destacan que es un lugar abierto y con áreas verdes.

    “Soy cliente de Ukllana desde que se abrió. Brinda la sensación de estar de día de campo o de vacaciones, en un lugar tan cerca de Quito. Destaco su oferta gastronómica, especialmente el tigrillo”, comenta Santiago Cadena.

    También reconoce la atención por parte del personal, que opera de 08:00 a 20:00. Ukllana da empleo a nueve personas, entre ellas madres solteras. Los trabajadores, principalmente, son de los alre­dedores del lugar.

    Un servicio adicional es ofrecer a los clientes hospedaje en una casa al pie del Pasochoa. El objetivo es que los visitantes puedan descansar en un lugar apropiado en medio de la naturaleza.

    El sitio cuenta con cuatro habitaciones, cada una con capacidad para recibir a dos personas, con medidas de bioseguridad.

    Ukllana busca convertirse en el mejor restaurante al filo de carretera del país. Es un espacio atractivo, señala Villacreces, que tiene altos estándares de calidad.

    Crisis y oportunidad
    Visión. El propietario de Ukllana asegura que en los momentos más adversos, en las crisis, se presentan grandes oportunidades. Considera que a través de este negocio se está contribuyendo a la reactivación productiva del país.

    Bioseguridad. En el sitio existe un túnel de desinfección. El personal cuenta con sus respectivos visores y cubrebocas. Se realiza limpieza permanente de cocina, mesas, pisos, áreas de tránsito y más. Ukllana es una alternativa para las personas que buscan áreas abiertas.

    Gerardo Villacreces (segundo desde la derecha) y su equipo de trabajo, en las instalaciones de Ukllana. Foto: Cortesía Ukllana
    Gerardo Villacreces (segundo desde la derecha) y su equipo de trabajo, en las instalaciones de Ukllana. Foto: Cortesía Ukllana
  • Este restaurante manabita piensa en los viajeros

    María Victoria Espinosa

    (F) Contenido intercultural

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    Porto Café es un emprendimiento que nació en Portoviejo, la capital de Manabí, después del terremoto del 16 de abril del 2016. Se especializa en comida manabita como hayacas, bolones, tigrillos, sánduches de chancho, humitas y café pasado, cultivado en los campos de la provincia.

    Este negocio se instaló en la Terminal Terrestre de Portoviejo, en una zona donde estaban ubicadas las conexiones eléctricas. Maiko Rodríguez es el propietario de Porto Café. Él recuerda que después del terremoto, la zona comercial desapareció y los comerciantes empezaron a buscar otras zonas de la ciudad donde instalarse provisionalmente.

    Rodríguez afirma que un día empezó a caminar desde la zona cero de Portoviejo hasta la terminal. Cuando estaba al frente notó el flujo de pasajeros que había en la zona e ideó un proyecto para instalar una cafetería con productos que no vendieran otros comerciantes. “Por lo general, la comida que vendían era con arroz y la gente que viajaba no podía llevársela en el bus”.

    Pero ingresar con un negocio al terminal no era una tarea fácil y menos en el lugar que Rodríguez quería colocarla. Así que debió pedir una cita con el alcalde de Portoviejo Agustín Casanova, quien luego de escuchar el proyecto decidió darle el aval para construir la cafetería.

    Rodríguez tuvo que derrumbar algunas paredes y construir un pequeño local con una cocina y mostradores para sus productos. En la parte de afuera colocó sillas y mesas. La inversión para empezar el negocio fue de aproximadamente USD 20 000.

    Porto Café combina el estilo manabita con el de las cafeterías que hay en Nueva York (EE.UU.). Eso debido a que Rodríguez vivió en esa ciudad y al llegar a Manabí notó que no había cafeterías con ese estilo. Por eso también vende malteadas, sánduches con aderezos como salsa BBQ, pepinillos, aceitunas, jamón de pernil y otros.

    Pero también vende el típico sánduche manabita que contiene chancho, típico en zonas rurales.

    Ángel Zambrano es uno de los clientes de Porto Café. Él vive en Manta, pero al menos una vez a la semana debe hacer trámites en Portoviejo. Una de sus paradas obligatorias es este negocio. Por lo general se toma un café de Jipijapa, que tiene la particularidad de que no es ácido. Lo acompaña con una hayaca, que es un platillo de maíz con pollo, pasas y pasta de maní envuelto en una hoja de plátano. “La comida es fresca y rica. Una de las ventajas es que está dentro de la terminal y abre desde las 06:00”.

    A diario a la cafetería llegan alrededor de 200 clientes desde las 06:30 hasta las 21:00. En feriados esa cifra se duplica.

    Rodríguez señala que la pasión por la gastronomía es una herencia familiar. Sus padres tienen un restaurante en Chone llamado Maikito. Ahí se especializan en la gastronomía de la zona centro norte de Manabí, ubicada en el estuario del río Chone.

    Ahí preparan chame frito, desayunos criollos, mariscos y otros. “Mi madre es una especialista en comida tradicional. Ella conserva las recetas típicas”.

    Porto Café tiene otra sucursal en el centro de Portoviejo. Los locales conservan la misma decoración. El proyecto de Rodríguez es crear una marca que se pueda replicar en otras ciudades del país como su natal Chone.

    El negocio

    Porto Café tiene tres años de creación. Empezó en un pequeño espacio del terminal en Portoviejo con una inversión de USD 20 000.

    Cada año, se renueva el mobiliario para atraer a los 9 000 pasajeros que circulan a diario por la terminal terrestre.

    En este negocio trabajan cuatro personas, quienes se encargan de elaborar los más de 20 platillos que se ofrecen a diario.

    A diario a la cafetería llegan alrededor de 200 clientes.

    Maiko Rodríguez es el propietario del negocio Porto Café, ubicado en la terminal terrestre de Portoviejo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Maiko Rodríguez es el propietario del negocio Porto Café, ubicado en la terminal terrestre de Portoviejo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Un rincón del Ecuador brilla en Los Ángeles

    Diego Ortiz (I)

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    Con más de 29 500 restaurantes registrados y otros 3 000 ‘food trucks’ rodando por las calles, el condado de Los Ángeles, en California, es una zona donde los amantes de la gastronomía pueden dar rienda suelta a su paladar. Pero del otro lado, la competencia puede llegar a ser bastante exigente para quienes quieren mantener encendidas sus cocinas.

    En este inmenso universo gastronómico angelino, el chef ecuatoriano-estadounidense William Velasco se ha mantenido vigente por 36 años a través de su restaurante El Caserío. Detrás de los fogones, su motivación es dar a conocer la cocina del país a los comensales que diariamente buscan nuevos sabores.

    Este proyecto lo inició cuando tenía 20 años, en un momento en que sentía que la cocina ecuatoriana tenía el potencial de conquistar los paladares de Los Ángeles. Sus conocimientos de gastronomía vinieron de estudios propios, trabajos en la cocina de un restaurante italiano y el conocimiento heredado por generaciones en su familia. Esta combinación de sabores y experiencias fue dando forma a su menú, que luego de casi 40 años está conformado por un centenar de platillos, muchos de ellos con el sabor típico ecuatoriano y otros son fusiones sudamericanas e italianas.

    A diario, El Caserío recibe a 200 comensales en una casona que con los años ha ido adquiriendo el estilo propio de su dueño. El diseño de este espacio se asemeja a una casa de campo cuencana, algo que coincide con los orígenes de la familia del chef. Detalles como una gran puerta de madera, ventanales amplios o un patio interior lleno de flores transportan al comensal hacia un lugar campestre y muy distinto a Silver Lake, el barrio donde está el restaurante.

    Fueron esos pequeños detalles lo que han ayudado a que El Caserío adquiera su personalidad; una que ahora cotiza a la construcción en aproximadamente USD 5 millones gracias a todas las adecuaciones y, sobre todo, al nivel de acabados que posee el inmueble.

    Una de las recetas del chef Velasco es una especie de bandera criolla, en la que incluye guatita y fritada. Foto: Diego Ortiz / LÍDERES
    Una de las recetas del chef Velasco es una especie de bandera criolla, en la que incluye guatita y fritada. Foto: Diego Ortiz / LÍDERES

    Al realizar un recorrido visual por el restaurante, el chef recuerda que en sus inicios la propuesta netamente ecuatoriana no fue del todo atractiva para los comensales. “Era una cocina distinta, que no la ubicaban geográficamente y que luchaba frente a otras como la peruana”, cuenta el chef.

    Para cambiar esta panorámica, el chef decidió que la cocina ecuatoriana debía fusionarse con propuestas de otros países. Y el primer destino en esta exploración culinaria fue Italia.

    En la actualidad, el menú cuenta con platillos como Pasta tricolore e gamberi, cuyo ingrediente estrella es el camarón ecuatoriano. Otra opción es el Petto de pollo ai ferri, que cuenta con arroz ecuatoriano mezclado con vegetales y acompañado de encebollado.

    Estas fusiones con la gastronomía internacional han sido su estrategia de marketing en los últimos tres decenios. Él afirma que todavía falta crear una marca Ecuador que en la gastronomía sea lo suficientemente fuerte como para competir con la de países como España o Perú.

    El año pasado, su menú le permitió facturar USD 1,5 millones. Para llegar a esta cifra, un soporte importante es su equipo de trabajo: entre 24 y 30 personas, dependiendo de la temporada, quienes lo acompañan diariamente en lo que requiere el restaurante. Una de sus políticas es que él maneja la cocina con el fin de que los platillos no pierdan la esencia que quiere transmitir en cada platillo.

    En cuanto a los precios de los platillos fuertes, estos varían entre los USD 12 y 26. Las opciones más costosas son las que tienen productos del mar, ya que él trabaja directamente con materia prima ecuatoriana.

    El tratamiento de sus productos se siente en cada bocado. Por ejemplo, el cebiche de camarón tiene ese tono rosado que asegura al comensal sobre una comida fresca. O en el caso de la guatita, un bocado prácticamente se deshace en el paladar gracias al apropiado desarrollo de la receta.

    Estos sabores atraen cada día a un promedio de 200 comensales, quienes gastan aproximadamente USD 30 por persona. Muchos de estos son residentes de Los Ángeles, cuya única conexión con el Ecuador son las propuestas incluidas en el menú que ofrece El Caserío.

    William Velasco adecuó los espacios de su restaurante para recordar a Cuenca, el lugar de origen de su familia.
    William Velasco adecuó los espacios de su restaurante para recordar a Cuenca, el lugar de origen de su familia. Foto: Diego Ortiz / LÍDERES
  • Un taller gastronómico liderado por estudiantes

    Flavio Novillo

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    Las habilidades culinarias de jóvenes estudiantes se perfeccionan en la cocina de Sensibus. Luciano Gobbi es el chef ejecutivo de este restaurante que funciona en el interior de la Universidad De Las Américas, en el campus de Ekopark,en el norte de Quito.

    Dentro de este establecimiento funciona un taller gastronómico para los estudiantes de séptimo y octavo semestre de la carrera de gastronomía. Gobbi explica que la idea es se realice una práctica con clientes reales en la parte de servicio y cocina. Los estudiantes rotan en las áreas de entradas frías, cocina caliente y pastelería.

    Este semestre los alumnos son los creadores del menú del restaurante. El chef explica que en las tres primeras semanas se enseña al estudiante el funcionamiento del restaurante, los productos con los que cuenta y los proveedores.

    Luego, los estudiantes divididos en grupos proponen un menú que consiste en entrada, plato fuerte y postre. Para la elaboración del menú cada grupo cuenta con un presupuesto asignado, realizan pedidos de los productos, cocinan y montan los platos.

    Cada plato debe pasar por la aprobación del chef, que se basa en criterios de precios y cocina. José Ron, estudiante de octavo semestre de la carrera de gastronomía de la UDLA, comenta que con este taller pudo mejorar su técnica de cocción y aprendió a tener una visualización en el proceso del montaje del plato.

    Este establecimiento que abre de 12:30 a 15:00 de lunes a viernes tiene como principales consumidores a empleados de Ekopark. Allí están empresas como Nestlé, y Produbanco, u organismos como Naciones Unidas. Gobbi comenta que a los clientes se les indica que el menú fue elaborado por estudiantes de la UDLA.

    Una vez terminado el semestre académico los estudiantes de gastronomía de cualquier semestre pueden participar del taller para adentrarse en la cocina.

    “Mediante esta práctica el estudiante comprende como es el mundo real de la cocina” afirma Gobbi. Este chef busca que el alumno pueda aplicar distintas técnicas de cocina en los platos.
    Santiago Quirola, estudiante de octavo semestre, se encargó junto con su grupo de la elaboración del menú de la semana pasada. Esto incluyó una entrada con un carpaccio de pulpo, plato fuerte con la pesca del día con puré de brócoli y vegetales salteados, y un mousse de postre.

    Quirola afirma que en estas prácticas puede vivir de cerca la vida de un restaurante. Además, comenta que perfeccionó su técnica en freír y laminar carne. El chef ejecutivo del local comenta que con su guía culinaria incentiva a sus estudiantes a que innoven en la cocina.

    Ronny Cifuentes, director de servicios administrativos de la UDLA, es cliente ocasional de este restaurante. Para Cifuentes el principal atractivo es comprobar que la comida realizada por los estudiantes llega a estándares de calidad dentro de la gastronomía de vanguardia.

    Gobbi comenta que la próxima meta es que el restaurante tenga una mayor apertura al público en general. El chef recalca que tiene una buena respuesta del centro corporativo Ecopark pero quisiera que el establecimiento se de a conocer en conjunto con las prácticas de sus estudiantes.

    Datos

    En el taller practica un aproximado de 40 estudiantes que se dividen en grupos.
    Cada grupo está conformado entre seis y ocho alumnos.

    El menú es responsabilidad del grupo durante dos semanas.

    El precio del menú completo es de USD 23 y tiene entrada, plato fuerte y postre.

    En vacaciones los estudiantes de otros semestres pueden practicar en el taller.

    José Rón, Luciano Gobbi  y Santiago Quirola preparan el menú en el restaurante Sensibus, que pertenece a la UDLA. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    José Rón, Luciano Gobbi y Santiago Quirola preparan el menú en el restaurante Sensibus, que pertenece a la UDLA. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Restaurante vegetariano y vitrina de emprendedores

    Patricia González

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    Por 15 años, la familia Molina estuvo al frente de un restaurante y delicatessen, con una oferta importante de embutidos y platos con variedad de carnes. Todo marchó muy bien, hasta que Marco Molina, el padre de esta familia, sufrió un preinfarto. Este hecho marcó un antes y un después en su vida. La salud pasó a ser prioridad y tras un acercamiento a la filosofía budista, se convirtió en vegetariano, hace 18 años. Su esposa lo acompañó poco tiempo después.

    El nuevo estilo de vida ya no conjugaba con el negocio familiar. El plan era vender el negocio y comenzar desde cero, esta vez con una cadena de restaurantes vegetarianos y veganos.
    Antes de ello, decidieron empezar con una empresa que elaborara productos alimenticios para vegetarianos. Se trata de Green Products, que ya lleva cinco años en el mercado y ofrece principalmente proteínas vegetales.

    Luego de estar consolidados en su nicho, los Molina decidieron instalar su primer restaurante lácteo, vegetariano y vegano. Dulce Albahaca, ubicado en el sector La Mariscal, en Quito, abrió sus puertas el 15 de marzo del 2017.

    “Este local nace para demostrarle a la gente que la comida vegetariana es rica”, comenta Paola Molina, la hija de la familia y quien con 25 años es una de las personas a cargo del local. Su paso definitivo al vegetarianismo fue a los 20.

    En adecuaciones del establecimiento se invirtieron cerca de USD 45 000. Una característica del restaurante es que además de su oferta gastronómica exhibe productos de emprendedores: mermeladas, granos, frutas, chocolates, café, entre otros…

    Para el desarrollo del menú contrataron un chef, que se ha mantenido ligado al local brindando asesoría. Dulce Albahaca ofrece hamburguesas con carne de espinaca, quinua, lentejas, fréjol y garbanzo; lasaña con ricota, carne vegetal y espinaca; variedad de pastas y pizzas; panne cook relleno y ensaladas.

    Allí trabajan con unos 20 proveedores. Uno de ellos es María la Panadería, que les provee de panes para hamburguesas, sánduches y panne cook. “Hacemos entregas cada dos días por semana, unos 15 kilos por pedido”, señala Ana Villeta, propietaria y chef.

    Dulce Albahaca está ubicado en el sector La Mariscal, en Quito. Está pensado en todo tipo de consumidor. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Dulce Albahaca está ubicado en el sector La Mariscal, en Quito. Está pensado en todo tipo de consumidor. Foto: Julio Estrella / LÍDERES

    Paola aclara que el restaurante no va dirigido únicamente a vegetarianos y veganos, sino que también es una opción para personas carnívoras que deseen empezar a comer más sano y probar otro tipo de comida un día a la semana. En concordancia con este objetivo, de elevar la conciencia de las personas, la cocina del local se denomina ‘Laboratorio consciente’.

    “Uno de los causantes del calentamiento global es la ganadería, haces más daño al medioambiente comiendo carne que teniendo un tractor de carro. Con dos días a la semana comiendo vegetariano la huella de carbono que uno deja en el mundo es menor”, explica la propietaria, sobre una consecuencia favorable de esta dieta para el ambiente. En cuanto al organismo, destaca que el vegetarianismo ayuda a tener más energía, al digerirse más rápido la comida.

    El ticket promedio de consumo en el restaurante por cliente es de USD 10. El valor incluye plato fuerte, bebida y postre. Sus precios son una de las cualidades que resaltan los clientes de este local.

    Andrés Peñafiel es vegetariano desde hace al menos cinco años. Conoció del local casi al tiempo que arrancó, gracias a que es consumidor de los productos de Green Products. Suele visitar el restaurante una vez al mes o cada dos meses. “La comida es rica y la atención es superbuena. El precio es decente para la cantidad. Existen otros locales vegetarianos buenos, pero abusan con los precios”, comenta.

    A Cristina Zapata, una clienta vegana, siempre se le dificultó salir a comer fuera de casa. Los veganos no consumen ningún producto de origen animal, por lo que no comen ningún tipo de lácteo. Esta opción de alimentos la ofrece Dulce Albahaca.

    Cristina visita el local de una a dos veces por semana, principalmente por la calidad del servicio y el tipo de comida. “La diferencia con otros locales está en la variedad de platos, la sazón y la presentación, que es espectacular”, señala. Uno de sus platos favoritos es el ceviche silvestre vegano.

    Paola Molina, administradora de empresas, es una de las propietarias del local. Dice que el objetivo es desarrollar una cadena de restaurantes. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Paola Molina, administradora de empresas, es una de las propietarias del local. Dice que el objetivo es desarrollar una cadena de restaurantes. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Un restaurante republicano que tiene tradición costeña

    Carolina Enriquez

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    La Casa Julián guarda las tradiciones de la Costa detrás de sus portones antiguos de madera. En marzo cumplió un año desde que la casona abrió las puertas como el restaurante del Hotel del Parque, que funciona en el Hospicio Corazón de Jesús.

    Ambas edificaciones son patrimoniales y están en el Parque Histórico de Guayaquil, en la vía Samborondón, a cargo de la empresa de Hoteles Oro Verde. Casa Julián se levanta en el denominado Malecón 1900, con vista al río Daule. Así conserva el entorno de la casa original que fue construida a principios del siglo XX, en las calles Nueve de Octubre y Malecón, frente al río Guayas, en el centro de Guayaquil.

    Perteneció a la familia del prestigioso médico guayaquileño Julián Coronel Oyarvide. La recibió en donación el Banco Central del Ecuador (BCE) en 1987 y luego se la trasladó al parque junto con otras casonas patrimoniales.

    El 60% de la madera de la casona es original, según el inventario. La fachada conserva los colores con los que se le pintó desde un inicio, con grandes ventanales de chazas, características del esplendor de inicios de 1900. Las columnas y el cielo raso también son de la casona original de la familia Coronel y recibieron un profundo trabajo de restauración.

    Algunos ornamentos que ya estaban destruidos se trabajaron con materiales similares a los de aquella época. En el 2005 terminaron las labores de restauración a cargo de un equipo que dirigió el arquitecto Pablo Lee. Comenzó a funcionar como un restaurante en la planta baja y una área de exhibición en la alta. Pero el año pasado se adecuó para el restaurante Casa Julián.

    Oro Verde invirtió más de USD 400 000 en trabajos en los dos ambientes de la planta baja, interior y en el soportal; también en la alta donde funciona el salón De Julián con capacidad para 250 personas. Eso explica Francisco Baca, gerente del Hotel del Parque.

    También se adaptó el sistema de aire acondicionado, elevador para servicio y se hizo cambios en los baños para mejorar la atención a los clientes, respetando los detalles patrimoniales de la casona.

    En el restaurante de la planta baja la decoración incluye cortinas con papagayos que combinan con las tonalidades verdes de las paredes. Las mesas se hicieron de madera y las sillas tienen un diseño antiguo que le da un toque único al restaurante que dispone de un menú basado en las tradiciones y costumbres costeñas.

    En la planta baja hay dos accesos. El principal que da al río y en cuyo soportal hay siete mesas con sillas de mimbre, un espacio preferido de los turistas extranjeros, según Baca. El otro acceso está a un costado de la casona que da directamente a una escalera de madera de la estructura original. En la planta alta hay un amplio salón con espejos y un piano de principios de siglo.

    El chef Juan Carlos Ordóñez explica que Casa Julián ofrece platos de autor que se basan en recetas criollas ecuatorianas, que buscan contar las costumbres y tradiciones de la región.
    El chef y su equipo de trabajo realizaron viajes ‘río arriba’ por el Daule, lo que dio origen al nombre del menú.

    Esta edificación se restauró y ahora se convirtió en un hotel, que cuenta con restaurante y salón de eventos. Está ahora en el Parque Histórico. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Esta edificación se restauró y ahora se convirtió en un hotel, que cuenta con restaurante y salón de eventos. Está ahora en el Parque Histórico. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • Con inversión y ganas superan los retos

    Modesto Moreta

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    Saborear un helado gigante con waffle de burbujas cubierto de bombones de chocolate Nutella, Ferrero y crema de chantillí, una hamburguesa o un sánduche gigante con pollo asado… ahora es posible. Todas estas delicias las ofrece Heladería Comma, en Ambato y en su sucursal, en Quito.

    Esta firma ambateña ofrece en su carta más de 70 variedades de alimentos preparados, bebidas, cocteles, sánduches y la mayoría es la especialidad son de la casa. La historia se inició el 27 de enero del 2017, cuando los esposos Jorge Bedón y Pamela Acosta decidieron emprender en un negocio que ofrezca algo diferente y novedoso como los waffles de burbujas.

    Con una inversión de USD 550 lograron acondicionar el local ubicado en las calles Sucre entre Montalvo y Castillo, en el centro de Ambato. Bedón dice que trajeron todos sus utensilios de su hogar como licuadora, horno, muebles, refrigeradora y abrieron el emprendimiento.

    Actualmente su cartera de clientes está en crecimiento. Mensualmente la firma factura USD 14 000 incluido la sucursal de Quito, y tiene 10 colaboradores. Bedón recuerda antes de comenzar su proyecto trabajó en diferentes actividades como vendedor de empanadas, comerciante de ropa importada, jardinero y en la organización de grandes eventos con conferencistas de todo mundo.

    Pero todo el capital logrado se perdió cuando se suspendió uno de los megaeventos preparados en Guayaquil. Eso hizo que perdiera dinero y quebrara en este emprendimiento. Esa fue una dura lección para la pareja que decidió reiniciar otro negocio. Con los USD 550 de capital abrieron Comma, en Ambato.

    La idea fue ofrecer comida que a ellos les gustaba, con un buen servicio, una excelente atención y una variedad en dulces, coctelería y cafetería, explica este emprendedor.

    La pareja buscó un nombre y lo bautizó como Comma ofreciendo sánduches de milanesa, de lomo y pollo asado, empanadas chilenas, horchata, los burritos gigantes, papas fritas al estilo pizza y más.

    Esas recetas impactaron en los jóvenes niños y adultos. Las ventas de sus productos subieron. Otro producto que impactó en Comma fue el waffle de burbujas bañado de chocolate, helado, crema y frutas en un envase plástico.

    En julio del año pasado los emprendedores se cambiaron a un local más amplio. La inversión para esta nueva etapa del negocio fue de USD 18 000 que sirvieron para el equipamiento y adecuación de este espacio. Las paredes de piedra tallada y la decoración hacen de este lugar un espacio elegante y diferente lo que atrajo a más clientes. Actualmente llegan más de 3 000 personas mensuales para saborear las golosinas.

    Su nuevo proyecto es incrementar más platos como alitas y costillas asadas y ofertarán 13 variedades de cafés para sus clientes. La idea es incrementar la carta a 85 productos. Además, comenzarán a elaborar su propio helado para personas diabéticas, con colesterol alto y más. “Todas las recetas son elaborados y creadas por nosotros. Lo hacemos con calidad en todos nuestros productos”.

    Hace dos meses Bedón decidió abrir una sucursal de Comma, en Quito. En la adecuación del local, decoración y el equipamiento con máquinas de café y waffles gastó USD 25 000. Está localizado en Quicentro en las calles Salvador y Portugal, en el norte. Allí ofrece productos similares a los de Ambato. Su idea es abrir más sucursales en otras ciudades como Guayaquil, Riobamba y Baños.

    Uno de los clientes habituales es Carla Camino. Esta mujer cuenta que consume los productos de Comma desde que abrió el negocio. El ambiente alegre y novedoso, sumado a los buenos alimentos, bebidas y helados que ofrece hizo que no cambiara de lugar. Además, piensa que es el único sitio donde se venden los waffles deliciosos.

    Los esposos Jorge Bedón y Pamela Acosta son quienes administran los locales en Ambato y Quito. Los clientes que visitan son de toda edad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los esposos Jorge Bedón y Pamela Acosta son quienes administran los locales en Ambato y Quito. Los clientes que visitan son de toda edad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Compañía Devoción sirve café colombiano en el mejor restaurante del mundo

    Agencia EFE

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    El mejor restaurante del mundo en 2017, Eleven Madison Park, escogió a la compañía colombiana Devoción para hacer parte de su ‘Programa de Café‘ con el que busca seguir brindando una experiencia gastronómica única a sus clientes a través de esta popular bebida, informó este jueves, 18 de enero del 2018, la empresa.

    El ‘Programa de Café‘ incluye grano ciento por ciento colombiano proveído por Devoción, firma que se especializa en la comercialización de cafés especiales al trabajar con 500 pequeñas fincas del país andino.

    Devoción es considerado como uno de los 10 mejores tostadores en Estados Unidos por críticos gastronómicos de medios como New York Times, U.S.A Today, Mens Journal, Eater, Zagat, Thrillist, Sprudge y Food Republic, entre otros.

    Entre la elección que realizaron los expertos del neoyorquino Eleven Madison Park, que se consagró el pasado 5 de abril como el mejor comedor del mundo según la revista británica Restaurant, se incluyen las selecciones consideradas ‘Grand Cru‘, que hacen alusión al café que se obtiene de una clasificación adicional de granos ya excepcionales por su calidad.

    Para lograrlo, el fundador y CEO de Devoción, Steven Sutton, y la directora del ‘Programa de Café’m Maya Albert, trabajaron en un menú en el que se destaca la variedad «Wush Wush», de la finca «Monte Verde», del municipio de Rioblanco, en el central departamento colombiano del Tolima.

    Igualmente, figura un Geisha, cultivado en la hacienda Riviera, del departamento de Risaralda, también ubicado en el centro del país.

    De acuerdo con los expertos, para que los granos alcancen su máximo potencial y que los comensales disfruten «algo más que una taza de café, se emplean tres métodos de extracción diferentes en la experiencia de mesa».

    Se trata de Sifón, que utiliza la gravedad y el calor para elaborar el café; Pour-Over, que es un vertido a mano con tetera de cuello de cisne y filtro Chemex, y el ‘Silverton Immersion Brewing’, que combina la extracción de un Pour-Over con una inmersión estilo prensa francesa.

    De este modo, «la combinación de los exclusivos cafés de Devoción y los métodos lentos de preparación manual del Eleven Madison Park consolidan una experiencia gastronómica única para los comensales», explicó Albert.

    La empresa colombiana Devoción comenzó su labor en 2006 y actualmente es pionera mundial del movimiento «De la finca a la mesa» en café gracias a una red de más de 500 fincas del país a las que les compra el grano por encima de los precios del mercado.

    La compañía llegó a Estados Unidos en 2014, año en el que inauguró un café y una planta tostadora en Brooklyn.

    Además de tener los cafés La Botica, en el hotel Hilton de Bogotá, y la Botica/Tostadora en Williamsburg (Brooklyn), Devoción se alista para abrir en Downtown Brooklyn.

    En la foto, un hombre toca una planta de café. Foto: Archivo / LÍDERES
    En la foto, un hombre toca una planta de café. Foto: Archivo / LÍDERES
  • El cangrejo con sazón de Japón, Francia y más países

    Maria Angelina Castillo

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    PepeCrabs comenzó en un garaje. Tres mesas, el televisor de la casa familiar, algunos adornos que donaron los amigos. No hizo falta nada más para arrancar.

    Abrir un restaurante era una idea que José Loza tenía en la mente y no permitió que se le escapase. De alguna forma había que arrancar; el esfuerzo y la constancia hicieron lo demás.
    “Surgió con mucha voluntad y mucho ahínco. Con la misma perseverancia que mantenemos ahora, con las ganas de brillar y de hacer el trabajo bien. Es generar satisfacción con la comida, que la gente se vaya feliz”, expresa Loza.

    El proyecto gastronómico implicó una inversión inicial de USD 1 000. Ahora, es un restaurante que factura mensualmente alrededor de USD 60 000.

    El 18 de este mes cumplirá cuatro años y Loza lo celebrará durante tres días seguidos con música, copas de sangría y degustación de una serie de platos.

    El dueño –y también chef– de PepeCrabs dirigió a principios de siglo un bar de ambiente ochentero, con mucho reggae y rock n’ roll de los años setenta y ochenta.

    Dice que siempre le ha gustado cocinar y compartir con sus amigos más cercanos.
    Por insistencia de ellos, y la voluntad de su esposa, padres y hermanas, decidió juntar ambos conceptos y montar un restaurante que fusiona una decoración rústica y playera, al estilo Montañita -dice Loza- con un ambiente familiar.

    El local está ubicado actualmente en la Alborada, al norte de Guayaquil. Aunque los planes para este año incluyen inaugurar una franquicia en la ciudad.

    PepeCrabs ofrece 189 platos en los que combina la gastronomía ecuatoriana con alimentos y sazón de países como Colombia, Perú, Japón, Francia e Italia.

    La intención de su dueño es explotar el concepto de turismo gastronómico. “Los platos los elaboro yo. Y el menú irá creciendo cada vez más así como el restaurante, con la bendición de Dios siempre. Cada vez que viajo a un lugar, incluyo un plato; a veces no está en la carta, pero entra en la sugerencia del chef de la semana. Son todos diferentes, con aromas y sensaciones distintas”.

    En PepeCrabs trabajan 18 personas, incluidos Loza y su esposa, quien es la encargada principalmente del área administrativa.

    Cuenta con un bartender, posillero, cocineros, un guardia y músicos, que ofrecen show en vivo.

    Como valor agregado, Loza señala que el local cuenta con detalles que, en conjunto, hacen del lugar una propuesta visual y gustativa diferente.

    En ello intervienen el ambiente -que va de lo playero a lo formal– y la música en vivo todas las noches, que incluye jornadas de saxofón.

    Ofrece servicio a domicilio y abre todos los días de 11:00 a 02:00, incluyendo los feriados.
    “Ver un cliente satisfecho, que te diga: ‘oye, qué buen plato, loco’, es algo que agradezco. No ha sido fácil pero las ganas de mejorar permanecen”, agrega.

    Desde que abrió, PepeCrabs ha atendido, en promedio, cerca de 30 000 personas. TripAdvisor, al guía de viajes virtual, lo ubica en el puesto N° 63 de 478 restaurantes en Guayaquil.

    En la página hay comentarios de clientes como el de Jorge Alexis: “Un deleite al paladar, lo recomiendo. Un lugar muy acogedor y sus platillos son lo máximo. Visita este rincón del sabor y te transportarás a una mágica noche en Montañita”.

    Para este 2018, Loza señala que ha elaborado varios planes para el restaurante y su formación académica en cocina. Planea realizar cursos en Perú y Ecuador junto con su esposa.

    El restaurante está ubicado en Alborada, al norte de Guayaquil. Ofrece servicio a domicilio y abre todos los días, desde las 11:00 hasta las 02:00, incluyendo los feriados. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    El restaurante está ubicado en Alborada, al norte de Guayaquil. Ofrece servicio a domicilio y abre todos los días, desde las 11:00 hasta las 02:00, incluyendo los feriados. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • En este restaurante se puede degustar la sazón nacional

    Redacción Santo Domingo (F) – Contenido Intercultural

    La gastronomía tradicional manabita y de la sierra se fusionó en El Señor de los Secos. Este negocio nació hace más de un año en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Los propietarios Daniel y Ronny Paucar buscaban implementar en el mercado local, un negocio que les permitiera recordar las raíces gastronómicas del país, especialmente las manabitas.

    En un terreno, que no era utilizado por la familia, adecuaron un pequeño local en el que empezaron a probar las recetas para rescatar los sabores ancestrales.

    Los hermanos Paucar contrataron a una manabita para que les ayudara a recrear el plato montuvio más tradicional de Manabí: el seco de gallina.

    Para hacerlo debieron conseguir ollas de barro y condimentos manabitas como el cilantro de monte y oreganón.

    Este plato fue degustado por familiares y amigos para medir el nivel de aceptación. También lo hicieron con el nombre. “Buscábamos un nombre tradicional como achiote, pero El Señor de los Secos fue el que más acogida tuvo”, señaló Daniel Paucar.

    Los emprendedores continuaron descubriendo platos tradicionales, que fueran acogidos por la clientela santodomingueña. Hasta que probaron con la receta familiar del seco de chivo, que se acompaña con arroz, aguacate y plátano. Ese es uno de los platos más vendidos del local. “Es un plato que hacía mi abuelita, luego mi mami y ahora nosotros”.

    Entre semana se venden un promedio de 80 platos a diario. Mientras que los sábados y domingos las ventas aumentas hasta a 150 secos por día.

    El negocio inició con una inversión de entre USD 15 000 y 20 000,entre la adecuación del local, del parqueadero y el mobiliario. Daniel Paucar señala que en menos de un año ya debieron hacer dos modificaciones al local para agrandarlo.

    Junto al parqueadero adecuaron un espacio con mesas para captar a más clientes. Ese lugar también es utilizado para que los clientes festejen cumpleaños, baby showers, cenas familiares…

    La segunda modificación fue en la bodega. Ese espacio ahora es utilizado como un asadero de pollos. “La idea es que el cliente encuentre varias opciones en el restaurante. Si no desea un plato tradicional también hay combos de pollo asado”.

    José Verdezoto es cliente de este negocio. Él señaló que el restaurante ha logrado captar el sabor típico de cada plato. “Mientras sirven el seco, nos colocan en la mesa una porción de plátano maduro con maní o sal prieta. Son detalles que me recuerdan a mi Manabí”.

    Daniel Paucar señala que la idea de hacer comida tradicional nació en Canadá, donde vivió seis años.

    Ahí aprendió técnicas gastronómicas y añoró la comida ecuatoriana y las tradiciones.
    Por eso al regresar a Santo Domingo tuvo claro el tipo de negocio que abriría en sociedad con su hermano Ronny Paucar.

    En la actualidad han ampliado la oferta de platos típicos como la carne de cerdo punzada, fritada, pescado frito y las menestras manabitas de plátano. Los precios varían entre USD 3 y USD 5.

    Los hermanos Daniel y Ronny Paucar se asociaron para abrir un restaurante de comida tradicional llamado El Señor de los Secos. Foto: Juan Carlos Pérez para LIDERES
    Los hermanos Daniel y Ronny Paucar se asociaron para abrir un restaurante de comida tradicional llamado El Señor de los Secos. Foto: Juan Carlos Pérez para LIDERES