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  • Sus palets, aliados del exportador

    Cristina Marquez

    redaccion@revistalideres ec

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    Los acabados finos y las medidas precisas caracterizan a los palets para exportación que se manufacturan en Indupalets. Esta empresa es una de las más grandes de Riobamba y abastece a empresas exportadoras y comercializadoras de varias provincias.

    Gabriela Mariño, la gerente, dice que lograron alcanzar un alto estándar de calidad en sus productos debido a la experiencia y a la capacitación de los empleados, que han laborado ahí casi desde sus inicios, en 1993.

    Su padre, Julio Mariño fundó la empresa con la ayuda de un socio. En esa época, el trabajo era escaso por lo que decidió incursionar en un oficio, que para ese entonces era nuevo.

    Las empresas empezaban a trabajar con maquinaria para optimizar los procesos de transporte y comercialización, y había muy pocas empresas que fabricaban los palets que se requieren para transportar productos con montacargas. Julio y su socio encontraron en esa necesidad un nicho de mercado y una oportunidad.

    Ambos obtuvieron un préstamo de 15 millones de sucres para adquirir materias primas y maquinarias, pero debido al alto costo de la tecnología, muchas fueron fabricadas por ellos mismos. Hicieron cortadoras y otros equipos, pero el acabado era rústico.

    Dos años después, la sociedad se disolvió, pero Mariño decidió continuar el negocio por su cuenta. Para 1995 la empresa ya contaba con un espacio propio y los palets se entregaban principalmente a intermediarios quienes los llevaban a comercializadoras de Quito y Guayaquil. Pero en ocasiones, los intermediarios especulaban con los precios, por lo que las ganancias de la empresa eran mínimas.

    Nueve empleados forman se especializaron en la fabricación de palets. Ellos logran elaborar hasta 500 palets a la semana. Foto: William Tibán para LÍDERES
    Nueve empleados forman se especializaron en la fabricación de palets. Ellos logran elaborar hasta 500 palets a la semana. Foto: William Tibán para LÍDERES

    “Nuestro desafío más fuerte fue convertirnos en proveedores directos. Conseguir la confianza y el aval de las empresas exportadoras se volvió nuestra prioridad y, aunque nos costó mucho trabajo, lo logramos”, dice sonriente Julio Mariño.

    Para el 2013, las ventas de la empresa se incrementaron y la demanda de palets también creció. Además, Gabriela y Cristina Mariño, sus hijas, quienes acababan de graduarse en la facultad de administración de empresas, se incorporaron a la empresa familiar.

    “Ellas trajeron conocimientos técnicos y nuevas ideas. La empresa dio un giro total que nos elevó a la exportación”, cuenta Mariño.

    Ese mismo año la empresa obtuvo un crédito de USD 90 000. El dinero se utilizó en la renovación de la maquinaria y en la adquisición de un horno para sanitizar la madera.

    Los nuevos equipos no sólo optimizaron el proceso de producción, sino que también influyeron en la calidad de los productos. Ahora los palets tienen medidas precisas, por lo que encajan perfectamente entre sí, tienen el nivel de humedad ideal para la conservación de los productos, y el peso adecuado para los envíos al extranjero; esos son los requisitos para las empresas exportadoras.

    “La inversión que le hicimos a la empresa hizo toda la diferencia. Cuando empezamos a ofrecer nuestros productos renovados tuvimos una gran acogida en las exportadoras”, cuenta Gabriela Mariño.

    La empresa ofrece dos calidades distintas de palets. Los que se fabrican con pino se destinan a la exportación, y otros que se hacen con maderas de eucalipto y otros árboles son demandados por la industria local.

    Sus clientes más frecuentes son las empresas bananeras de Machala, Quevedo y Guayaquil, pero también tienen clientes en Riobamba, Cuenca, Ambato y Quito,

    “Los palets de Indupalets son de excelente calidad. Los requisitos para la exportación son muy estrictos y lo peor que le puede ocurrir a un exportador es que se regresen los contenedores por la calidad de las maderas que los transportan, por eso es muy importante cuidar de cada detalle”, dice Freddy Toapanta, un cliente. Añade que trabaja con esta empresa riobambeña porque “comprobamos que hacen un trabajo minucioso y sus precios son competitivos”.

    Para este año la empresa estima un crecimiento de al menos un 10%, aunque esta cifra puede variar en torno a la situación de los exportadores. Entre algunas de las estrategias económicas que aplicarán, está una campaña publicitaria focalizada en la difusión de sus productos a clientes potenciales.

    “Esperamos adquirir maquinaria nueva para incrementar nuestra producción. La meta para este año es llegar a nuevos clientes”, dice Mariño.

    Cifras

    500 Palets producía Indupalets cuando se inició la empresa.

    5 000 Metros cuadrados tiene en total el espacio físico donde se instaló la planta de producción. Esperan expandirse a mediano plazo.

    2 000 Palets se fabrican durante la temporada baja para los exportadores. (Entre enero y marzo)

    3 Socios son parte de la empresa familiar. Julio Mariño Jr, Gabriela, y Cristina, se distribuyeron las labores administrativas de la empresa.

    La planta de producción de Indupalets está situada en Calpi, a 20 minutos de Riobamba. Allí se manufacturan palets de dos variedades. Foto: William Tibán para LÍDERES
    La planta de producción de Indupalets está situada en Calpi, a 20 minutos de Riobamba. Allí se manufacturan palets de dos variedades. Foto: William Tibán para LÍDERES
  • Las mangueras son su especialidad

    Cristina Marquez

    Redactora (I)

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    Carlos Romero y su familia sonríen cuando recuerdan cómo transformaron su pequeño negocio, una ferretería que distribuía insumos para la agricultura, en una fábrica de plásticos que actualmente lidera el mercado nacional. Ellos manufacturan mangueras de diversos grosores, tuberías y todo insumo hecho a partir del plástico que requiera la industria agrícola y el sector de la construcción.

    Sus productos se distribuyen en 23 provincias del Ecuador, aunque tienen mayor clientela en las que la agricultura es la actividad predominante, como Cotopaxi, Chimborazo, El Oro.
    “El futuro de la economía del país está en el campo. La agricultura fue una actividad menospreciada durante años, pero es lo que nos da de comer y todas las ciudades necesitan alimentos”, dice Carlos Romero, quien es el gerente y fundador de Icoplast.

    La empresa surgió en 1994. Ese año Romero y su esposa Dora Marroquín se dedicaban a la distribución de materiales ferreteros, pero su fuerte siempre estuvo en el sector agrícola, por lo que también entraron en la venta de insumos para el agro.

    “Conocíamos bien el campo, y así nos dimos cuenta de las necesidades insatisfechas y decidimos convertirnos en fabricantes”, recuerda Dora.

    El principal desafío en esa época era la falta de tecnología. La gente desconocía sobre riego tecnificado y aunque el agua siempre fue un recurso escaso, no se optimizaba en el campo.

    La familia adquirió ese mismo año una máquina de segunda mano para fabricar mangueras de plástico.

    Posicionar su producto en el mercado no fue una dificultad debido a la escasez de materiales de ese tipo, pero sí lo fue desarrollar el producto sin conocimientos previos. En Riobamba, donde se instaló el negocio, pocos conocían sobre la industria plástica.

    Desarrollar un producto durable, que resistiera las condiciones ambientales, la presión del agua y otros factores externos, les tomó meses de ensayos y capacitaciones. Pero finalmente lograron desarrollar una manguera resistente, que era su único producto y que aún ahora, 14 años después, se mantiene como el artículo estrella de la firma.

    Daniel Chalán, de Agroproyectos El Emprendedor, en Loja, dice que las mangueras de Icoplast son las que han dado mejores resultados en el campo y son competitivas en costos. “Somos clientes frecuentes de esa empresa porque le tenemos mucha confianza al producto”.

    Cerca del 80% de materias primas para fabricar las mangueras son recicladas. Romero dice que parte del éxito consistió en desarrollar un sistema de reciclaje de alta calidad.

    Ese proceso no solo es amigable con el ambiente, sino que también influye en el resultado final del producto.

    En el 2002 la familia decidió diversificar la línea de producción de la fábrica. Incrementaron al menú tuberías PVC y así incursionaron en la industria de la construcción.

    “La experiencia que logramos al fabricar las mangueras nos ayudó en nuevas líneas que añadimos. Ese conocimiento previo nos ayudó a la hora de seleccionar equipos y definir procesos”, dice el gerente.

    De hecho, las metas empresariales a corto plazo incluyen el diseño de nuevos productos. Una línea completa para los invernaderos es una de las prioridades en la investigación de la empresa. Próximamente ellos producirán plásticos para cubiertas con cualidades especiales de resistencia.

    Además experimentan para desarrollar una especie de madera plástica que revolucionaría el uso de madera convencional en la construcción y evitaría la tala de bosques.

    Otra meta para el 2019 es abrir al menos dos puntos de venta propios para ser aún más competitivos en el mercado con precios de venta directa para los agricultores.

    En la planta de producción situada en el Parque Industrial de Riobamba se manufacturan mangueras, tuberías de diversos grosores, fundas plásticas y otros materiales.
    En la planta de producción situada en el Parque Industrial de Riobamba se manufacturan mangueras, tuberías de diversos grosores, fundas plásticas y otros materiales. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
  • El Pase del Niño dio vida a este emprendimiento

    Cristina Marquez

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    La casa de Arcángel Valdiviezo y Yolanda León está llena de colores. Hay artesanías, telas, lentejuelas, caretas, pinturas y otros objetos por todas partes. Allí también funcionan los dos talleres donde se manufacturan las manualidades inspiradas en los Pases del Niño de la empresa familiar Arte Yoly.

    Arcángel pertenece a la cuarta generación de su familia que se dedica a la metal mecánica, sólo que él le dio un giro al negocio.

    Antes de que el plástico llenara las vitrinas y copara los mercados, todas los artículos de uso doméstico eran de lata y se fabricaban en el taller de su papá, Octavio Valdiviezo. Sin embargo, debido al bajo costo de los plásticos, los ingresos del negocio empezaron a reducirse hasta que en el 2010 el taller, finalmente, cerró.

    “Fabricábamos regaderas, juguetes, faroles, candiles y una variedad de objetos de uso cotidiano, pero cuando la modernidad llegó a Riobamba nos quedamos sin mercado”, recuerda Arcángel.

    Lo que sí persistía en Riobamba era la tradición de los Pases del Niño. Una tradición dedicada al Niño Jesús en el que participan seis personajes tradicionales.

    Los diablos de lata son de los favoritos de los espectadores. Llevan un elegante traje bicolor, una careta de lata teñida de rojo y negro y en las manos un objeto que cambia cada año, hasta cumplir los siete años de baile.

    Esa tradición le inspiró a comprar todos los objetos del taller de su papá y a reabrir el negocio en el 2013. Ese año él y su esposa empezaron a manufacturar caretas de lata y otros objetos de la indumentaria de los diablos.

    “Tuvimos una gran acogida. Los años de trayectoria que tenía mi papá le hizo famoso en el barrio Santa Rosa, de donde es originaria la tradición. Eso nos ayudó a posicionarnos rápidamente”, recuerda Arcángel.

    Sólo un año después, Yolanda se preparó para sumar un producto nuevo al negocio. Ella notó que las caretas de cartón que utilizaban otros personajes del Pase, como los perros, sacharunas y payasos se dañaban con facilidad debido al sudor de los bailarines durante los largos trayectos del desfile.

    Así que diseñó su propia versión de máscaras hechas con fibra de vidrio curada, ideal para no dañar el rostro de los bailarines. Estas caretas tienen un aspecto idéntico al de las caretas de cartón, pero son mucho más resistentes.

    Las caretas se manufacturan a mano. Primero se moldean y luego se pintan con tonos brillantes y se decoran, cuestan USD 10.

    Otro producto que Yolanda añadió al menú de la empresa son pequeñas esculturas que representan a los seis personajes tradicionales. Cada una es una réplica en miniatura del original e incluye los detalles de la vestimenta.

    Esas figuras cuestan USD 12 y se han convertido en el producto más solicitado, después de las caretas, que son el artículo estrella. Las pequeñas esculturas son ideales para obsequiar a los priostes y también son apetecidas por los turistas nacionales y extranjeros.

    En el taller de metalmecánica, Arcángel también decidió innovar para ampliar la venta de las artesanías. Él manufactura aretes, llaveros, prendedores y colgantes con forma de diablos de lata.

    A diferencia de las caretas para disfraces, estos pequeños souvenirs se comercializan durante todo el año y no sólo en la temporada de Pases del Niño.

    Cada año la demanda se incrementa y para esta temporada la expectativa es aún más alta. El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural le entregó a la ciudad la una certificación que acredita a la fiesta como patrimonio inmaterial del Ecuador, por lo que se prevé que más turistas llegarán para mirar los más de 200 Pases del Niño que recorren la ciudad entre diciembre y febrero.

    “El señor Valdiviezo conoce mucho de los Pases del Niño. Comprar ahí no sólo implica adquirir el producto, que tiene muy buena calidad, sino también escuchar la historia del origen de la tradición y el significado de cada prenda”, cuenta Juan Paguay, uno de los clientes de la empresa.

    Los productos se exhiben en el pequeño almacén familiar situado en el barrio La Dolorosa y en las ferias de emprendimientos que organiza el Municipio de Riobamba. Cada semana se manufacturan unas 500 figuras.

    Arcángel Valdiviezo y Yolanda León fusionaron sus talentos para desarrollar su línea de productos, todos están inspirados en el Pase del Niño. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Arcángel Valdiviezo y Yolanda León fusionaron sus talentos para desarrollar su línea de productos, todos están inspirados en el Pase del Niño. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Él paso de estibador a dueño de una cadena comercial

    Cristina Márquez. ( I )
    redaccion@revistalideres.ec

    A pesar de que sus familiares y empleados lo describen como una persona alegre, sonreír frente a una cámara le cuesta trabajo. Pedro Caranqui, propietario de la cadena de almacenes Total Home, dice que no está acostumbrado a las fotografías, pero sí al trabajo duro y al emprendimiento.

    Él es oriundo de la comunidad Lluise, en Riobamba. En 1983 ayudaba a su familia con las tareas del campo, pero cuando contrajo matrimonio, con Casimira Pinta, decidió migrar a Quito para iniciar una nueva vida.

    Su historia en el mundo de los negocios se inició en el mercado San Roque, donde su esposa vendía verduras. Debido a su falta de preparación académica, Pedro trabajaba como estibador.

    “Cuando salimos de la comunidad con la idea de iniciar nuestro hogar, no nos imaginamos que sería tan difícil. No encontrábamos otro trabajo”, recuerda Caranqui.

    Sin embargo, él encontró la forma de añadirle un ‘plus’ a sus servicios. La amabilidad al saludar, la buena presentación y la eficacia al llevar los productos que llegaban en camiones de gran tamaño le ayudaron a ganarse la confianza de los propietarios de las cargas.

    Así obtuvo su primer empleo formal. Una importante comercializadora de frutas de Ambato le contrató para distribuir los productos en los mercados de Quito, y en poco tiempo Caranqui se convirtió en el vendedor estrella.

    Global Business, la escuela de emprendimiento que fundó Caranqui. Foto: Archivo Particular
    Global Business, la escuela de emprendimiento que fundó Caranqui. Foto: Archivo Particular

    “Lograba vender hasta dos camiones enteros, ya todos me conocían. Pero mi suerte se terminó un feriado de Navidad, cuando no había ningún comprador en las calles y una carga grande de mandarinas se pudrió, quisieron que yo me hiciera responsable y tuve que renunciar”, recuerda.

    Con la pérdida de su empleo descubrió nuevos talentos: sabía cómo liderar. Pasó por varios empleos después, pero simultáneamente emprendió junto a su esposa un negocio propio.

    Para 1985 ya se habían establecido en Santo Domingo y se dedicaban a la venta de ropa infantil y colchas. Caranqui manejaba un pequeño triciclo y se encargaba de distribuir las prendas en toda la ciudad: las daba a crédito.

    A pesar de que el negocio prosperó, tuvo que mudarse nuevamente con su familia debido a que el clima de la Costa perjudicaba la salud de su esposa. De regreso en Riobamba, la familia tuvo que empezar nuevamente desde cero.

    Tras el fracaso de una tienda de abasto, Pedro retomó el negocio de la venta de ropa a domicilio y a crédito. Nuevamente ganó la confianza de sus clientes, quienes ya no solo le pedían ropa sino que también trajera ollas y pequeños electrodomésticos.

    Pedro Caranqui solo logró culminar sus estudios primarios hasta el tercer grado. Foto: Glenda Giacometti
    Pedro Caranqui solo logró culminar sus estudios primarios hasta el tercer grado. Foto: Glenda Giacometti

    Así encontró un nicho de mercado que le obligó a capacitarse en un área desconocida para él. Humberto Ayala, su proveedor y mentor, le enseñó todas las tácticas de venta, además aprendió a operar electrodomésticos que él nunca había tenido en su hogar, como refrigeradoras, cocinas eléctricas y microondas.

    “Él me permitía ir a su almacén, porque yo no tenía uno propio. Me dijo que lo mostrara a mis clientes como si fuera mío, y me enseñó todo acerca del negocio”, cuenta.

    En el 2004 Pedro y su familia invirtieron USD 5 000 de sus ahorros y abrieron su primer local, Electrodomésticos Johannita. Medía seis metros de largo y dos de ancho, pero a pesar de la estrechez, se volvió uno de los más prósperos de la zona debido a que ofrecía facilidades de crédito y entregas a domicilio.

    En solo dos años la familia llegó a tener 10 sucursales funcionando simultáneamente. Para el 2012 los tres hijos de Pedro (Myriam, Stalin y Johanna) ya se habían profesionalizado en áreas relacionadas con las ventas y la contabilidad, y se sumaron a la empresa para aportar sus conocimientos.

    Así decidieron cerrar todas las pequeñas sucursales para construir un edificio de cuatro pisos donde se exhibiera toda la mercadería. Se incrementó también una línea de muebles y juguetería.

    Las ventas despuntaron y una nueva idea surgió. La familia incursionó en el negocio de los supermercados donde, además de los muebles, se venden productos de hogar y de consumo masivo.

    El nuevo supermercado se instaló en un nuevo edificio, inaugurado en el 2016. Actualmente 35 personas trabajan en la empresa.

    Pero la familia tiene nuevas metas. Ahora quieren compartir su historia de emprendimientos con otras personas, para impulsarles a progresar, como lo hizo Pedro.

    Fabián Benalcázar, uno de sus proveedores, lo conoce desde hace 15 años y fue testigo de su crecimiento empresarial. “Me impactó mucho ver cómo se preocupa por sus empleados, en una cena él los premió, además si alguno de ellos estudia, él les da facilidades para que también progresen”.

    Negocios 

    Educación. Pedro solo logró culminar sus estudios primarios hasta el tercer grado.
    Formación. De sus experiencias en sus primeros trabajos como estibador y luego comerciante, obtuvo el conocimiento base para fundar su imperio.
    Familia. Todas las decisiones de Total Home se toman en consenso familiar. Los hijos de Pedro son los profesionales al frente de la empresa.

    Una escuela para el emprendimiento

    Global Business es el nuevo emprendimento de Pedro Caranqui. Se trata de una escuela donde cualquier persona, profesional o no profesional puede capacitarse para iniciar un emprendimiento.

    La escuela está inspirada en la historia de Caranqui y su familia, pues ellos no tuvieron asesoramiento técnico cuando iniciaron su negocio. Por eso, en Global Business se dictan clases de contabilidad básica, educación financiera, neuroventas, marketing comercial, entre otras asignaturas prácticas para un emprendedor.

    “Queremos compartir nuestra experiencia y nuestros conocimientos. Que la gente aprenda técnicamente a ser un comerciante exitoso”, cuenta Luis León, cuñado de Caranqui y director del centro.

    La escuela funciona en el cuarto piso de uno de los edificios de la firma, en cerca al Centro Comercial La Condamine, en Riobamba. Ahí los cursos se dictan máximo a 10 personas en cada clase, debido a que la metodología de enseñanza se aplica sólo a grupos reducidos, con el objetivo de garantizar un mayor aprendizaje.

    Los cursos cuestan USD 90 y duran hasta dos meses. Los alumnos reciben materiales y la oportunidad de participar en las ruedas de negocios que se organizan frencuentemente.

    Los panelistas y participantes de las ruedas de negocios son, además de León, quien es un especialista en gerencia empresarial, los proveedores de Total Home. El objetivo es ofrecer a los alumnos la oportunidad de hacer contactos, conocer opciones e iniciar negocios propios.

    El primer edificio de Total Home se inauguró en el 2015. Global Business, la escuela de emprendimiento que fundó Caranqui, opera desde este año, en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES y archivo particular
    El primer edificio de Total Home se inauguró en el 2015. Global Business, la escuela de emprendimiento que fundó Caranqui, opera desde este año, en Riobamba. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES y archivo particular
  • El estilo bohemio y el buen café son parte de su oferta

    Cristina Marquez

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    El estilo romántico y tranquilo de París inspiró el diseño y el menú de una cafetería riobambeña con una propuesta gastronómica novedosa. El café preparado en varias formas sobresale en el menú, también hay postres y frapés.

    El emprendimiento surgió cuando Carlos Maigua y su esposa Rieko Oiso, oriunda de Tokio, Japón, buscaban un sitio tranquilo para pasar la tarde y conversar en Riobamba, una ciudad a la que acababan de mudarse por trabajo.

    “Notamos que no había cafeterías de este estilo. Mientras que en Japón esos sitios son muy populares, así que decidimos emprender”, recuerda Rieko.

    Eso ocurrió en el año 2014. Los esposos invirtieron USD 10 000 en la adecuación de un local y en la adquisición de materias primas,

    Buscar un buen café que se diferenciara de los demás fue el primer desafío, pero lo encontraron en Loja, ciudad natal de Carlos. Ganar la confianza de los clientes y posicionar la marca de la cafetería fue la siguiente prioridad.

    “No fue necesaria la publicidad. Cuando la gente veía nuestra presentación y los empaques novedosos de los frapés venían a preguntar qué era eso que lucía tan bonito”, cuenta Maigua.
    De hecho, los frapés de café, caramelo, frutas y té verde se convirtieron en el producto estrella de la pequeña cafetería. Los sabores originales y la decoración en un envase plástico los convirtió en los favoritos de los jóvenes.

    Para inicios del 2015 el negocio se volvió tan popular que el espacio resultó pequeño, por lo que fue necesaria una expansión. Nuevos platillos se sumaron al menú, incluyendo desayunos saludables hechos con frutas frescas, pan ligero y un buen café caliente. También se ofrecen pasteles.

    “Me encanta pasar el tiempo en esta cafetería. Llegué atraído por el olor del café, y se volvió mi favorita porque tienen postres fuera de lo común ideales para una tarde fría en Riobamba”, cuenta Francisco Jaramillo, un cliente.

    Una receta popular en Japón inspiró a los emprendedores a ampliar su negocio. Así nació la Crepería del Mediodía.

    Mientras la forma convencional de servirlas era en un plato, en Japón también se vendían en forma de conos. Eso facilitaba comerlas al caminar o en el interior del restaurante acompañadas de una taza de café o chocolate.

    “Notamos que las crepes que vendían en otros sitios eran demasiado caras. Nos propusimos crear nuevas crepes a precios asequibles para todos”, cuenta Rieko.

    Las crepes cuestan entre USD 1,40 y 4,60, por lo que rápidamente ganaron la atención del público joven, especialmente de los estudiantes que salen de los colegios en la tarde para pasear por la avenida Daniel León Borja.

    Solo cuatro meses después el éxito fue tan grande, que se motivaron a abrir una sucursal en el Paseo Shopping. Hoy cuentan con ocho locales en Guayaquil, Durán, Quito, Latacunga y Ambato.

    A mediano plazo esperan llegar a más ciudades. Sin embargo, el pequeño local que alberga al Café París no crecerá a pesar del éxito.

    “A esta cafetería le tenemos mucho amor. La crepería crecerá hasta llegar a todas las ciudades del país, pero el Café París siempre será ese pequeño lugar tranquilo donde puedes conversar”.

    Algunos datos

    Facturación. En promedio, el Café París factura USD 12 000 mensuales y atienen a unos 200 clientes diarios.

    Personal. 40 personas trabajan en el Café París y en los ocho locales de la crepería del Mediodía.

    Precios. Postres y frapés a precios asequibles son parte de la estrategia del negocio. Cuestan entre USD 0,50 y 5.

    Diseño. El estilo ‘chic industrial’ predomina en los locales. Rieko Oiso diseñó y decoró.

    Rieko Oiso y Carlos Maigua son los propietarios del Café París y la Crepería del Mediodía. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Rieko Oiso y Carlos Maigua son los propietarios del Café París y la Crepería del Mediodía. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Estas motocicletas se usan para toda clase de entregas

    Cristina Marquez

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    La entrega de paquetes y encomiendas es la especialidad de los 12 motorizados de Ya Voy. Ellos recorren con agilidad las calles de Riobamba y pueden entregar llaves olvidadas, documentos, hacer compras o pagos, y todo aquello que les ahorre a sus clientes la necesidad de salir de su casa.

    Moverse en motocicletas abarata el costo de la entrega y reduce el tiempo de espera de los clientes. Además, abrió una nueva oportunidad de ventas a los restaurantes que no tienen servicio de entrega a domicilio.

    La empresa se inició en el 2010, cuando las calles del centro de Riobamba se cerraron al tránsito por los trabajos en las tuberías de agua potable. Durante tres meses todos los negocios ubicados en ese sector registraban pérdidas por la falta de clientes.

    Los vehículos particulares y taxis tampoco podían circular en algunos sectores de la ciudad.
    “La gente no quería salir de su casa porque las calles estaban abiertas y había mucho polvo en el ambiente. Los restaurantes y cafeterías fueron los más afectados”, recuerda Rodrigo Torres, propietario del emprendimiento.

    En esa época, él tenía una pizzería que contaba con servicio a domicilio. Dos empleados disponían de motocicletas que, sin recargo en el pedido, hacían las entregas.

    Torres notó que durante el cierre de las calles casi no había clientes en el local, pero los pedidos a domicilio se incrementaron. Un día de poco movimiento le propuso a sus empleados ofrecer el servicio de entregas y encomiendas a otros negocios del sector.

    El primer día entregaron 15 pedidos y en unos días más se duplicaron. La entrega de paquetes en motocicletas salvó la economía del pequeño negocio.

    “Descubrimos un nicho de mercado. En esa época los taxis no ofrecían el servicio de entregas o era muy costoso. Movernos en moto nos permitía llegar más rápido, y además costaba menos”, cuenta Torres, de 45 años.

    Los restaurantes que no contaban con servicio a domicilio se convirtieron en los clientes más frecuentes de la empresa. Torres y sus empleados publicitaban el servicio con hojas volantes y en conversaciones directas con los propietarios de los restaurantes.

    Tres años después la flota de motociclistas se incrementó a cuatro. Torres decidió cerrar la pizzería y concentrarse en mejorar el negocio de encomiendas.

    Él invirtió unos USD 400 en la compra de radios, el diseño del logotipo y una central. Instaló en su casa el centro de operaciones e intensificó la publicidad.

    Un catálogo de restaurantes y otros productos que incluye un menú con las opciones de cada sitio se lanzó como estrategia para facilitar la compra por vía telefónica e incrementar las ventas.

    Además, lograron posicionar la marca en Riobamba e incrementar su cartera de clientes.
    Actualmente sus servicios son requeridos también por instituciones públicas y privadas, familias que requieren compras urgentes de alimentos o medicamentos, despachos jurídicos y consultorios.

    Los 12 motociclistas logran entregar entre 350 y 400 pedidos al día. Las carreras cuestan entre USD 1 y 3, dependiendo de la distancia, el monto y el tiempo.

    “El servicio es excelente. Antes tenía que dejar encargado el local y salir a comprar los insumos diarios. Es muy cómodo hacerlo con una sola llamada”, dice Catalina Massón, una de las clientes.

    Torres espera incrementar la flota con más motocicletas y transformar la empresa en una franquicia para llegar a otras ciudades, como Ambato y Quito.

    Rodrigo Torres es el propietario de Ya Voy. Esta empresa riobambeña ofrece el servicio de entrega de encomiendas y compras  con una particularidad, se hacen en motocicleta. Fotos: Cristina Márquez/ LÍDERES
    Rodrigo Torres es el propietario de Ya Voy. Esta empresa riobambeña ofrece el servicio de entrega de encomiendas y compras con una particularidad, se hacen en motocicleta. Fotos: Cristina Márquez/ LÍDERES
  • Tres salsas gourmet dan el sabor en este negocio

    Cristina Marquez

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    Tras casi dos años desde que se abrió en Riobamba el restaurante urbano Soho38, Gabriel y Santiago Chávez decidieron acceder a las peticiones insistentes de sus clientes más asiduos: compartir las salsas que caracterizan el sabor de sus platillos.

    Las preparaciones acompañan perfectamente todo tipo de carnes y tienen un sabor original que no puede compararse con ningún otro aderezo existente en el mercado. En el restaurante se comercializan los tres sabores en frascos de 200 miligramos.

    Las salsas fueron creadas y desarrollas por los dos hermanos, quienes se profesionalizaron en escuelas de cocina de Ecuador y Argentina. “Santiago empezó a experimentar con los sabores y a diseñar las recetas, luego las probamos y creamos los platos para nuestro restaurante. Buscábamos sabores distintos y nuevos”, cuenta Gabriel, de 35 años.

    Lo que los cocineros nunca se imaginaron fue la respuesta que tendrían sus creaciones en el público. Al degustar los 17 platillos que constan en el menú de Soho38, la gente se impresionó con el sabor de los aderezos y empezaron a solicitarlos por separado.

    La salsa de maracuyá, miel y mostaza es una de las más solicitadas. Sus toques cítricos, dulces y exóticos son ideales para acompañar pescados y cerdo. En el restaurante se sirve para acompañar costillas de cerdo asadas y alitas de pollo, dicen los hermanos.

    Otra preparación es una salsa barbacoa ahumada hecha con moras andinas que, a diferencia de las moras de otras variedades, tienen un sabor mucho más intenso y agradable. Los asados que se aderezan con esa salsa logran un gusto dulce y ahumado.

    Entre tanto, para los aficionados al picante está la salsa vietnamita. Está elaborada con ají panca, que se caracteriza por una fusión de toques dulces y delicado toque picante, ideal para acompañar con carnes y vegetales. En el restaurante esta salsa es la protagonista de platillos como rollos de pollo.

    Los emprendedores se animaron a embotellar sus salsas en octubre del 2016, cuando recibieron una invitación para unirse a la red de emprendimientos riobambeños Pronova. Para la primera feria en la que participaron prepararon únicamente 25 botellas de salsa.

    Sin embargo, la acogida del público superó sus expectativas y tras una degustación, los productos se agotaron en pocas horas. Actualmente producen 40 litros semanales, (unos 120 frascos).

    Las salsas se comercializan en la feria solidaria de Riobamba el último viernes de cada mes, también se distribuye por galones a dos restaurantes de Quito y se vende en el restaurante ubicado en la avenida Daniel León Borja, frente al parque Guayaquil.

    “Tenemos expectativas muy altas. Nuestra meta para este año es duplicar la producción y en algún momento exportar al extranjero”, dice Gabriel, quien es el encargado de administrar el restaurante.

    Al momento la preparación de las salsas es artesanal. No se utilizan conservantes artificiales, sino únicamente miel, que es un conservante natural de alimentos. Sin embargo, un ingeniero químico ya realiza un estudio completo de la receta para añadir un elemento para mejorar su durabilidad sin dañar el sabor y conservando sus características saludables.

    Otra característica que define el sabor de las preparaciones es que están hechas con ingredientes adquiridos a pequeños productores locales. Pero en realidad esa es una política que se aplica a todo el restaurante.

    “Nuestro concepto es apoyar la economía local. Todos los ingredientes de nuestros platillos los adquirimos a agricultores orgánicos de la ciudad”, cuenta Gabriel.

    Para Cristina Guevara, una de las clientes, eso es una muestra de que es un emprendimiento con vínculos sociales. “El sabor es exquisito y muy diferente. Me gusta ir al restaurante también por la decoración que tiene”.

    Gabriel Chávez es uno de los fundadores de este restaurante que funciona desde hace dos años. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Gabriel Chávez es uno de los fundadores de este restaurante que funciona desde hace dos años. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • La medicina andina es su oferta

    Cristina Marquez

    Las terapias naturales y las consultas con ancianos indígenas que practican la medicina andina son parte de la oferta del Hospital Andino Alternativo de Chimborazo.

    Este hospital agrupa en su ­planta de profesionales a médicos, especialistas y enfermeras con naturópatas, yachaks, parteras y sobadores.

    Esa casa de salud cuenta, además, con un área completa de medicina alopática (tradicional), con 25 especialidades médicas. Ofrece servicio de hospitalización y tiene uno de los quirófanos mejor equipados de Riobamba.

    La entidad pertenece a la fundación que lleva el mismo nombre del hospital y es presidida por la Diócesis de Riobamba. El Hospital Andino no tiene fines de lucro y tiene precios asequibles para los segmentos socioeconómicos medio y bajo.

    La iniciativa surgió en la década de 1960, cuando Leonidas Proaño, exobispo de Riobamba, fundó los consultorios médicos populares. “Es esa época, la salud no era ni universal ni gratuita, no todos contaban con los recursos para acceder a este servicio, así que la Diócesis decidió ayudar”, explica Edwin Lara, gerente del hospital.

    Los consultorios populares tuvieron alta acogida y más personas se sumaron al proyecto, entre ellos el párroco Wolfgang Schaft, quien donó parte de su herencia para la construcción de una infraestructura propia, el Municipio de Riobamba, y varias Organizaciones de ayuda de Alemania.

    Schaft también gestionó ayuda con varias organizaciones alemanas y consiguió la donación de equipos quirúrgicos de alta tecnología que se utilizan en la atención ciudadana.

    El hospital se inauguró oficialmente en el 2002. Las campañas de atención gratuita y amplios estudios médicos en sectores donde habitan personas en condiciones de pobreza se convirtieron en los proyectos bandera de la institución por lo que llegaron a convertirse en un referente de ayuda social en Riobamba.

    Pero lo que caracteriza a este centro hospitalario son sus tres áreas de medicina avaladas por el Ministerio de Salud y por la Organización Mundial de la Salud. Antes de la inauguración del Hospital los Yachaks, atendían a sus pacientes en las comunidades.

    “Estamos orgullosos de contar con dos áreas médicas adicionales a la medicina tradicional. Estas áreas no están relacionadas entre sí, son independientes. Pero en algunos casos se hacen derivaciones, en los casos tratados por el psicólogo, por ejemplo”, explica el gerente del establecimiento.

    En el área de medicina complementaria trabajan en la actualidad naturópatas y médicos especialistas en acupuntura, homeopatía y osteopatía. Allí se ofrecen 10 terapias como terapia neural, reflexología, reiki, entre otras, que tienen un costo que oscila entre USD 15 y 20.
    “Estas terapias son ideales para el estrés, la depresión y la ansiedad. En la última temporada hemos tenido muchos pacientes con síndrome de Bornout, afectados por estrés laboral”, cuenta Sonia Carrera, coordinadora del área complementaria.

    En el área andina trabajan ocho personas, entre parteras, sobadores y yachaks, ellos ofrecen combinaciones de hierbas medicinales y baños de vapor para tratar ‘malas energías’ y espantos, u otras patologías como golpes y dolores musculares.

    “Todo lo que hacemos aquí es gracias al conocimiento que heredamos de nuestros abuelos. Los remedios los preparamos con una combinación de plantas que conseguimos en los páramos y con nuestra habilidad para liberar la mala energía que puede enfermar a una persona”, explica María Gualla, coordinadora del área andina.

    Ella se sumó a la planta del Hospital Andino hace 13 años. “Nunca me imaginé que algún día podría trabajar en un hospital y prestar un servicio formal, porque antes en las ciudades nuestros cono­cimientos eran menospreciados”, dice Gualla.

    Este emprendimiento social continúa con su labor y se apoya en su equipo de trabajo. 50 especialistas laboran como prestadores de servicios profesionales en la actualidad en el Hospital Andino Alternativo Chimborazo.

    Eduardo Silva, Verónica Vivar, Edwin Lara, Sonia Carrera y María Ashpa son parte del equipo del hospital. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Eduardo Silva, Verónica Vivar, Edwin Lara, Sonia Carrera y María Ashpa son parte del equipo del hospital. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • El arte de esta maquillista está de moda en Riobamba

    Cristina Marquez

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    Daniela Jara es una de las maquillistas más jóvenes de Riobamba, solo tiene 21 años y ya cuenta con un amplio estudio de maquillaje y peinados, que se diseñan de forma personalizada para cada clienta y de acuerdo a cada ocasión. El servicio se inicia con una conversación. Esto es indispensable en el proceso creativo, pues ella se toma su tiempo, entre 30 y 40 minutos, para analizar cuidadosamente a las mujeres.

    No solo estudia los rasgos faciales y el tipo de piel, que es lo usual en el maquillaje, sino que también hace un estudio de colorimetría y personalidad para decidir los mejores tonos y técnicas que recomendará a su clientela. “El maquillaje no es transformismo. Aquí buscamos destacar los rasgos de cada mujer”, explica Jara.

    Su técnica se caracteriza por la combinación precisa de tonos y acabados naturales, para que su maquillaje no luzca sobrecargado o pastoso. La idea es que, al salir de la estética, la mujer siga luciendo como ella misma. La selección de colores es el paso clave.

    “Ella es una conocedora, una artista. Sabe exactamente qué tipo de producto es más conveniente para las necesidades de mi piel, por eso no la cambio por nadie”, dice Gabriela Haro, una de las clientas más asiduas.

    La mayor cantidad de clientas pide una combinación de tonos sobrios y elegantes con un acabado natural, pero de alta definición. Daniela explica que eso solo puede lograrse con la selección correcta de productos, por eso sus vitrinas están llenas de bases de maquillaje, polvos, sombras, brochas y una infinidad de cosméticos de diversas marcas.

    Al menos un 30% de su capital inicial (USD 20 000), se invirtió en la adquisición de maquillajes de Alemania y Estados Unidos, que marcan la diferencia en los acabados. Otra parte del dinero se invirtió en mobiliario y la decoración de su local ubicado en el cuarto piso de un edificio situado en el centro de Riobamba.

    El local se inauguró en abril del 2014, aunque la idea del emprendimiento surgió unos meses antes. Daniela optó en aplazar su sueño de estudiar leyes para capacitarse como maquillista cuando contrajo matrimonio. Ella buscaba un trabajo que le permitiera cuidar de su familia y a la vez desarrollarse profesionalmente. En un inicio instaló su estudio de maquillaje en su casa, y sus primeras clientas fueron sus amigas y familiares. Su talento para lograr vistosas combinaciones de color se popularizó rápidamente, por lo que decidió iniciar su negocio. Sus padres y la familia de su esposo le ayudaron a reunir el dinero y a adecuar el salón, tal como lo imaginaba en sus sueños. “Hicimos un breve estudio de mercado y vimos necesidades insatisfechas. Las redes sociales estaban poniendo de moda nuevas tendencias y las chicas buscaban esa modernidad y valor agregado”, recuerda Jara.

    El primer servicio adicional fue una escuela de maquillaje para que sus clientas no solo obtuvieran un maquillaje para una ocasión especial, sino que puedan aprender los mejores trucos para sacarle provecho a sus rasgos físicos. Otro servicio es la colocación de pestañas postizas con una técnica extranjera, que consiste en incrustar cabello por cabello.

    Pero el servicio estrella es el maquillaje social, artístico o de fotografía. Un maquillaje sencillo cuesta USD 20, pero hay paquetes especiales para quinceañeras o novias que pueden costar hasta USD 250. Los paquetes más costosos son los de las novias. Incluyen maquillaje y peinado de prueba para las dos ceremonias, civil y eclesiástica, además se incluye maquillaje para la madre de la novia y para su dama de honor.

    El negocio de Daniela Jara dispone de productos de maquillaje comprados en Estados Unidos y Europa, está ubicado en el centro de Riobamba, la capital de Chimborazo. Foto: Glenda Giacometti/LÍDERES
    El negocio de Daniela Jara dispone de productos de maquillaje comprados en Estados Unidos y Europa, está ubicado en el centro de Riobamba, la capital de Chimborazo. Foto: Glenda Giacometti/LÍDERES
  • El servicio social es su marca desde hace 65 años

    Cristina Marquez

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    Un barrio y una ciudadela llevan su nombre. Al menos unas 5 600 familias se asociaron a alguna de las 40 cooperativas de vivienda que ayudó a formar, pero él solo siente orgullo por una pequeña habitación que logró construir en la parte posterior de la casa de su hermana.

    Esa descripción corresponde a Modesto Arrieta, un párroco jubilado, de 92 años, que acostumbraba a convertir el altar central de sus capillas en mesas de trabajo al terminar la misa de las 19:00.

    “Tapábamos el Santísimo con un mantel y empezaban las reuniones. Muchos criticaban, pero yo les recordaba que lo que hacíamos no era profanar el templo de Dios, sino practicar el evangelio con obras”, recuerda entre risas.

    Él se convirtió en precursor del cooperativismo por encargo del exobispo Leonidas Proaño, cuando cumplió los 28 años. Arrieta ayudó en la organización de cooperativas de vivienda, formó grupos de obreros y gestionó donaciones extranjeras y capacitación para el desarrollo de la gente.

    Arrieta le tomó la posta en las labores de servicio social a Monseñor Proaño, quien fue su mentor durante los primeros años de su carrera y era reconocido por su ideología liberal, y la difusión de su “Teología de la liberación”, que en sus fundamentos relacionaba el evangelio católico con la equidad y la justicia social.

    Cuando Proaño llegó a Riobamba, Modesto Arrieta se desempeñaba como secretario de la Diócesis. Él quedó tan admirado por el pensamiento diferente y la doctrina con obras que practicaba el nuevo obispo, que decidió seguir sus pasos y aprender de él, por lo que se mudó a su vivienda.

    En 1950 ayudó en la fundación de las Escuelas Radiofónicas Populares para evangelizar y alfabetizar a la población indígena que en ese tiempo era víctima de racismo y explotación laboral. Además, vivía en condiciones de pobreza extrema.

    Pero la crisis económica no solo afectaba al sector rural, en las ciudades también había desigualdad y falta de empleo. Eso lo descubrió al relacionarse con los feligreses de la primera parroquia que le asignaron, San Alfonso.

    “Descubrimos que la principal dificultad de la gente era que la mayoría de familias no tenía una vivienda propia y los arriendos eran sumamente costosos. Ahí fue cuando decidí que había que hacer algo y empezamos a pensar en un plan para ayudar”, recuerda Arrieta.

    La idea de formar una cooperativa de vivienda surgió en Bellavista, un barrio situado en el sur de Riobamba. Allí había terrenos disponibles y los propietarios estaban dispuestos a aprender sobre el cooperativismo, una nueva idea sobre la economía solidaria difundida por Proaño.

    Pero la dificultad era la falta de confianza de la gente, nadie quería entregar su dinero y no creían que fuera posible obtener una casa propia con cuotas bajas. Fue entonces cuando los directivos de la ciudadela que querían formar recurrieron al párroco.

    “Me encomendaron la tarea de aprender sobre las cooperativas de vivienda y de hablar con ellos. Monseñor me dijo que yo tenía talento con la gente y que ellos confiaban en mí”, cuenta Arrieta.

    Así empezó a capacitarse sobre las cooperativas de vivienda, el consejo de administración, el consejo de vigilancia, cómo formar comisiones y otros puntos necesarios en la organización. Él incluso viajó para conocer las experiencias de otras cooperativas que se habían formado en el país.

    La experiencia de Bellavista fue tan exitosa, que decidió replicar el proyecto años después en su nueva parroquia, Santa Rosa. Allí en cambio, la gente no tenía terrenos propios y familias enteras vivían en pequeños cuartos y pensaban que obtener una casa propia sería costoso y que el plan del párroco estaba fuera de sus posibilidades.

    “Esa fue la primera batalla, la gente”, admite Arrieta. Él visitó durante meses a cada familia en sus casas para proponerles la idea de asociarse en una cooperativa.

    Según él la segunda batalla fue conseguir la donación de parte de los terrenos que le pertenecían a la hacienda La Primavera y estaban abandonados. Cuando lo logró, 800 familias se asociaron para formar parte de una nueva cooperativa. La experiencia le incentivó a centenares de personas de toda la ciudad que le buscaron para que asesorara sus proyectos de vivienda. Se convirtió en el consultor de unas 40 cooperativas.
    Milton Zavala, habitante de la ciudadela Modesto Arrieta recuerda al padre por su espíritu alegre y su diligencia. Lo describe como un hombre de acción. “Cuando se propone una idea inmediatamente empieza a trabajar y por eso muchas familias nos organizamos y hoy tenemos un techo”.

    Su trabajo sacerdotal lo inició cuando tenía 25 años. Con el tiempo se fue involucrando en el mundo del cooperativismo y el trabajo comunitario en varios puntos de la Sierra centro ecuatoriana. Foto: Ángel Barona PARA LÍDERES
    Su trabajo sacerdotal lo inició cuando tenía 25 años. Con el tiempo se fue involucrando en el mundo del cooperativismo y el trabajo comunitario en varios puntos de la Sierra centro ecuatoriana. Foto: Ángel Barona PARA LÍDERES