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  • Pequeños agricultores, en un supermercado virtual

    Redacción Quito

    redaccion@revistalideres.ec (I)

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    Un psicólogo, una comunicadora y un ingeniero agrónomo dieron paso a un emprendimiento agrícola con un concepto sustentable. Era el 2017 y Paúl Riera junto con su esposa Melanie Molina acababan de regresar al Ecuador luego de estudiar en España. A ellos se sumó Luis Basurto y fundaron Tierra Orgánica, una iniciativa pensada en ser una exportadora de frutos orgánicos. Su producto bandera fue la maracuyá, en principio.

    Las familias de la pareja conocen de cerca el mundo agrícola y ganadero. Por eso, Riera y Molina sabían que en el agro existen dificultades en las cadenas de valor, en los precios que se pagan por los bienes agrícolas, la falta de diferenciación y el escaso acompañamiento que reciben los agricultores ecuatorianos.

    Esa realidad dio paso al emprendimiento que nació en Santo Domingo de los Tsáchilas. La idea desde el principio fue trabajar con pequeños agricultores. El primer paso fue certificar como orgánicos a unos 10 agricultores, con la idea de exportar. “Además se promovió la capacitación y se aseguró la comercialización de los bienes que los campesinos producían en sus tierras”.

    Uno de los retos que enfrentaron los emprendedores fue modificar la mentalidad de los agricultores. “Cambiar su chip y generar confianza fue difícil. El campesino sufre lo que llamo el ‘síndrome de traición’, porque le han hecho daño y nunca le han cumplido las promesas”, dice Riera.

    Para enfrentar esto se enfocaron en asesoría técnica y así ofrecer productos de calidad con precios asequibles. Además, Tierra Orgánica participó el año pasado en ferias de frutas y verduras en Alemania y España. Allí se hicieron contactos, se entendió el negocio de la exportación. El resultado fue que la iniciativa exportó maracuyá el año pasado a Alemania.

    El emprendimiento, como otros, está evolucionando en medio de la actual emergencia sanitaria. Riera cuenta que al estar detenido el comercio exterior empezaron a pensar cómo comercializar la fruta a escala nacional. Así surgió la idea de un supermercado en línea. Esto garantiza la compra a los agricultores, que aparte de maracuyá también siembran pitahaya, naranja, toronjas, yuca, verde, maqueño, guineo, papaya, piña, entre otros.

    Esto permitió abrir la red del negocio y sumar agricultores que trabajan con modelos orgánicos (ahora son 60). Con esta variedad surgió hace ocho semanas el minimercado en línea.

    Una de las proveedoras es Estela Garzón, quien siembra maracuyá en El Carmen, Manabí.
    Esta agricultora dice que el enfoque orgánico de Tierra Orgánica es el elemento diferenciador.
    Esta mujer siembra y cosecha maracuyá en una hectárea. “Ellos se encargan de retirar el producto y pagan un buen precio”. Garzón también les vende yuca, limón y maduro. “Lo bueno es que El Carmen es una tierra bendecida para los agricultores”.

    Riera usa una frase para explicar esta modalidad: “coseche con un clic”. El cliente ingresa a la página web Tierraorganicaec.com, escoge los frutos y los recibe 72 horas después. En este sitio participan agricultores de Napo, Santo Domingo, Manabí, Cotopaxi. También hay ganaderos y pescadores que se han sumado a este supermercado en línea.

    En esta nueva fase del negocio uno de los desafíos ha sido el logístico: la entrega de los frutos a los clientes, de manera sencilla y sin demoras. Para esto usan software y herramientas tecnológicas que facilitan el proceso. Hoy se hacen 90 entregas semanales.

    Una de las primeras clientas de este canal virtual fue Juliana García, quien destaca la calidad de los productos y la cadena de valor del emprendimiento. “Conozco a Paúl y desde que nos comentó su iniciativa no dudé en apoyarlo. He visto como el negocio se ha adaptado a la actual situación. Cada semana han mejorado la plataforma, el servicio de entrega y las relaciones con los clientes”.

    Riera reconoce que es posible que el giro inicial del negocio, es decir la exportación, cambie de manera permanente mientras dure la pandemia. Por eso dice que los canales virtuales como su cuenta en Instagram (Tierraorganica_ec) son una opción
    válida para su negocio.

    Algunos de los pequeños agricultores que son proveedores de Tierra Orgánica durante una reunión de trabajo, en días pasados
    Algunos de los pequeños agricultores que son proveedores de Tierra Orgánica durante una reunión de trabajo, en días pasados. Foto: Cortesía
  • Las bufandas son una opción de negocio

    María Victoria Espinosa

    (F)
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    Las bufandas y cintillos son un nuevo emprendimiento de las mujeres tsáchilas de la comuna Chigüilpe, en Santo Domingo.

    Las aborígenes habían dejado de confeccionar estas prendas debido a que las nuevas generaciones ya no las utilizaban.

    Pero hace cinco años, la actividad turística aumentó en la comuna y los visitantes se interesaron por la vestimenta típica de los tsáchilas. Desde entonces, se retomó la confección de tunán y manpe tsanpa, que son faldas utilizadas por los hombres y mujeres nativos. Se diferencias porque la de los hombres es blanca o azul oscuro o negro y la de las mujeres tiene varios colores.

    Regina Calazacón es una de las pocas mujeres de Chigüilpe, que podía tejer las faldas en los telares (tsita ya en el idioma tsa’fiki).

    Ella recuerda que hace 25 años, el tsáchila ya no utilizaba esas prendas hasta que se formó el Museo Etnográfico Tsáchila y se requería que los guías vistieran la ropa nativa.

    Como solo Calazacón recordaba como tejer, se decidió comprar las prendas en Otavalo (Imbabura). Pero las faldas no eran elaboradas con algodón sino con lana.

    Regina se propuso retomar esa tradición y se encargó de enseñarle a las nuevas generaciones a construir y a utilizar el telar de pambil y caña guadua.

    Aunque, el proceso ya no es el de antes. Eso debido a que la escasez de algodón en las comunas hizo que se empiece a utilizar lana. Además, la confección ya no es un trabajo únicamente de las mujeres. Los hombres de la nacionalidad también aprendieron.

    En el caso de Regina, ella le enseñó a su hijo Emilio Calazacón. Al principio, los hombres pusieron resistencia porque ese oficio eran netamente femenino. Pero cuando ingresaron a la escuela cultural, que es parte del centro cultural Mushily, entendieron que se trataba de rescatar una tradición que estaba desapareciendo.

    En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES

    A la par de las clases, los hombres también empezaron a sembrar plantas de algodón para que en unos años ya no se utilice lana sino que se retome el proceso ancestral de tejido.

    Este iniciaba con una oración para pedirle a la naturaleza que les permitiera cosechar el algodón y las plantas para tinturar.

    Luego debían hilar el algodón hasta formar grandes tiras, a las que les cambiaban el color con tinturas de plantas.

    Para Emilio Calazacón, tejer la ropa nativa es un aporte para evitar que sus raíces se extingan. “Nunca había estado tan orgulloso de ser tsáchila”.

    Eso motivó a que los tejedores empezaran a elaborar nuevas prendas, que usaban los antepasados hace más de 100 años.

    Una de ellas son las bufandas, que son de uso exclusivo de los hombres nativos.

    En el centro cultural Mushily se venden a un precio de entre USD 8 y USD 10, dependiendo del largo, de los colores y de los bordados que se hagan en la prenda.

    La elaboración dura alrededor de dos semanas, si el tejedor trabaja durante dos horas diarias.
    Regina afirma que desde noviembre, los turistas se han interesado más por las bufandas. Por eso, el centro cultural Mushily debió contratar a tres familias más para que provean de esta prenda, cintillos para el cabello y cinturones para las mujeres.

    En enero de este año tuvieron un pedido de 40 bufandas para una hacienda de Santo Domingo. “Los clientes las utilizan como regalos para sus proveedores o trabajadores”.

    Mensualmente, en el centro cultural se venden unas 40 bufandas y en la comuna unas 80 más. Además, también elaboran cintillos para colocarse en el cabello. Regina afirma que esa es una prenda que no es típica, pero si es parecida a las cintas de colores que usaban antes las mujeres.

    Este producto se vende a los estudiantes de colegio y universidad que visitan el centro cultural. La elaboración tarda una semana en el telar y se deben añadir otros materiales como el elástico.

    Al mes se fabrican unos 30 cintillos de colores.

    El negocio

    El centro cultural Mushily está conformado por unas 30 personas entre guías nativos, artesanos, cocineros, músicos, bailarines y otros.

    El proyecto cultural inició como una escuela cultural para rescatar las costumbres de la nacionalidad. Pero de a poco empezaron a interesarse por el turismo comunitario.

    Mushily empezó apostarle a la redes sociales para atraer al turismo nacional. A la par tienen convenios con agencias de viajes del país.

    En el mes reciben alrededor de 1 000 turistas de la Sierra, Costa y extranjeros de los EE.UU. y Europa.

    En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Este local se especializa en gallina criolla

    María Victoria Espinosa

    (F)
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    El sabor criollo de la gallina y la sazón manabita son la fórmula ganadora del emprendimiento Parador de Grecia.

    Este restaurante fue creado hace 10 años en la vía Santo Domingo – La Concordia. Grecia Rendón es su propietaria. Al principio el menú del restaurante era variado. Se vendían otros platos típicos de las campiñas manabitas como los asado de carne y pollo.

    Pero poco a poco los clientes mostraron preferencia por el caldo y el seco de gallina. Así que el menú se redujo a estos platillos.

    Rendón, quien es oriunda de El Carmen (Manabí), señala que se debe a que ella utilizó la receta ancestral manabita, pero le dio su toque secreto. “Siempre he cocinado yo para que el sabor no cambie. Pero el mayor secreto es cocinar con amor como si fuera para mi familia”.

    Rendón afirma que nunca falta a su trabajo para controlar que la calidad del producto y la atención al cliente se mantenga. “Máximo me ausento por dos horas porque me gusta que todo funcione bien”.

    Otro de los secretos de este negocio manabita es que la cocción del caldo y el seco de gallina criolla se hacen en un fogón a leña y en ollas de barro, que son utensilios típicos de la cocina montuvia y que le brindan un sabor especial a la comida manabita.

    Se sirven en una cocina abierta al público e incluso el comensal puede decir que tipo de presa que quieren que le sirvan. “El seco de gallina me recuerda a la comida de mi infancia y es por el sabor que la olla de barro le da a la comida”, señaló el comensal Jairo Vera.

    Este platillo se acompaña con arroz y plátano verde asado. A diario se venden alrededor de 200 platos, entre caldo y seco.

    El negocio inició hace 10 años con alrededor de USD 2 000. Ese dinero fue invertido en la elaboración del fogón, se compraron utensilios de cocina, mesas, sillas y la comida que se vendería durante la primera semana.

    El local era arrendado y tuvieron que pasar seis años aproximadamente para que Rendón pudiera adquirir una propiedad de una hectárea en la vía Santo Domingo – La Concordia.

    Rendón debió construir un nuevo local porque el terreno estaba vacío. Primero instaló una pequeña choza con columnas de madera y poco a poco ha mejorado la fachada aunque sin dejar de lado el concepto de la cocina típica manabita, que por lo general es el lugar donde las familias se reúnen mientras esperan que la comida esté lista. Por eso, el fogón se instaló cerca de las mesas.

    La inversión total de este negocio es de USD 200 000. El nuevo local tiene una capacidad para 150 personas, aunque durante el día llegan más de 200.

    Por lo general, la clientela fija llega de Santo Domingo, El Carmen y La Concordia. Aunque también hay viajeros que siempre que viajan a Esmeraldas hacen una parada en este restaurante, que atiende de lunes a domingo.

    Los fines de semana, el movimiento en el restaurante aumenta. De lunes a viernes, Rendón debe comprar entre 40 y 50 gallinas diarias para poder vender hasta las 16:00. Pero lo fines de semana, se compran hasta 70. Rendón tiene dos proveedores, que certifican que la gallina es criolla.

    Roberto Zambrano es cliente de este restaurante desde hace tres años. Él afirma que el sabor de los platos es no ha variado y que además es una comida saludable. “Es como comer en casa”.

    Para cubrir con la demanda de clientes, entre semana Rendón contrata a 10 mujeres de la zona para que ayuden en la preparación del arroz, el plátano verde, jugos y también para que atiendan a la clientela. Los fines de semana, tres personas más se unen al equipo.

    El año anterior, Rendón instaló una sucursal en el centro de Santo Domingo, en una plaza de comidas. Sin embargo, debió cerrar porque no le alcanzaba el tiempo para atender a los dos negocios.

    Ella señala que debía cuidar que el sabor no cambiara. “No podía dividirme en dos y el negocio apenas estaba arrancando como para tener más empleados”.

    El negocio

    La inversión inicial fue de USD 2 000 con los que se compraron utensilios de cocina, mesas, sillas y otros.

    A los seis años de creación, los propietarios decidieron comprar un terreno, de una hectárea que les costó USD 85 000.

    En los últimos cuatro años se han encargado de hacer adecuaciones para poder atender a la clientela, que es de 200 personas diarias.

    El precio de los platos es de USD 4 y USD 5. Los clientes son atendidos por mujeres de la zona y por su propietaria Grecia Rendón, que es oriunda de El Carmen (Manabí).

    En el Parador de Grecia se especializan en caldos y secos de gallina, con una receta manabita en ollas de barro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En el Parador de Grecia se especializan en caldos y secos de gallina, con una receta manabita en ollas de barro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Tsáchilas realizan rituales de fin de año

    María Victoria Espinosa

    (F)
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    Las ceremonias tsáchilas para la buena suerte son las más cotizadas en Santo Domingo de los Tsáchilas desde la primera semana de diciembre.

    A las comunas tsáchilas asisten alrededor de 3 000 pacientes para realizarse limpias, baños de purificación, rituales antiestrés, entre otros procedimientos.

    Los pacientes llegan desde Quito, Quevedo, Babahoyo, Ambato, Riobamba y Guayaquil.

    El chamán Abraham Calazacón señala que hace unos cinco años, los clientes se hacían los baños por curiosidad y como parte del turismo chamánico que se ofrece en cinco de las siete comunas.

    Pero a medida que han pasado los años, los clientes han regresado porque los rituales les han dado buenos resultados.

    Incluso hay pacientes que regresan a Santo Domingo para la fiesta Kasama, donde se realizan rituales parecidos. En esa ceremonia recargan de energía sus amuletos y se realizan baños para la suerte y la prosperidad.

    El jueves 12 de diciembre del 2019, el centro cultural Mushily recibió al primer grupo que se realizaría estos rituales.

    Los chamanes realizaron una ceremonia nocturna en la que se convocó a los espíritus de la naturaleza para que entregaran esperanza y protección a las 50 personas que participaron del ritual.

    Miriam Calazacón, guía del centro cultural Mushily, afirma que los rituales nocturnos son claves cuando las personas están muy estresadas. Eso debido a que antes de la ceremonia, primero se hace un recorrido por los senderos con antorchas.

    Ahí los pacientes deben caminar por la naturaleza, oler las plantas, abrazar cierto tipo de árboles.

    Luego se hace una demostración de los bailes típicos de la nacionalidad con tambores y marimbas. Además pueden conversar cerca de una fogata con piedras obtenidas de los bosques pertenecientes a los tsáchilas.

    Tras tomar una infusión, se inicia el ritual en el consultorio del chamán. Ahí se utilizan al menos 20 plantas medicinales.

    El chamán invoca a los dioses y una vez que obtiene el permiso para presidir la ceremonia, empiezan los baños de vapor, de florecimiento, las limpias y tomas de brebajes, según los síntomas e intenciones del paciente.

    En el Museo Etnográfico también se realizan estos rituales, aunque por lo general se hacen durante el día para aprovechar el sol, que es el responsable de energizar las piedras y amuletos. Incluso, ellos construyeron una cabaña con un agujero en el techo para realizar estos rituales.

    Manuel Calazacón es uno de los chamanes. Él afirma que el ritual funciona de acuerdo a la fe que el paciente le tenga al tratamiento, los cuidados que realice en casa y al tipo de plantas que utilice el chamán o poné (sabio).

    Para conseguir las mejores plantas, es fundamental que se corten según el ciclo lunar. “Según la enfermedad o el estado de ánimo del paciente se hacen cortes mirando el calendario lunar”.

    Para Calazacón, primero es fundamental que el paciente conozca el ritual. Por eso, la primera fase es una explicación de la medicina ancestral y los tratamientos. También se da una charla sobre la alimentación, el estrés y cómo lograr que la energía positiva no disminuya durante el año.

    El chamán José Aguavil, de la comuna El Poste, asegura que es importante que el paciente obtenga un amuleto después del ritual. Esta pulsera o collar va a repeler las energías negativas. “Luego del ritual, las energías se reconstituyen y si no se tiene el amuleto es más fácil que el paciente se contamine de malas energías”.

    Los rituales para fin de año se realizan desde la primera semana de diciembre y se extienden hasta principios de enero del 2020.

    En las redes sociales de los 10 centros culturales tsáchilas se encuentran publicaciones sobre los rituales, los costos y las recomendaciones que debe seguir el paciente. Una de ellas es utilizar ropa blanca o de colores claros.

    Sobre los rituales

    Los precios de los rituales están entre los USD 10 y 50. Incluyen baños, limpias, amuletos, un ritual y una infusión.

    Los pacientes deberán hacer peticiones para el nuevo año y repetirlas durante los baños para atraer la buena suerte.

    Hay dos amuletos. Uno es personal y por lo general es una pulsera o un collar con semillas obtenidas del bosque y bendecidas por el poné (sabio). Los amuletos para proteger negocios, inmuebles o vehículos son una especie de lanza, que usaban los cazadores.

    El chamán Abraham Calazacón realiza rituales matutinos y nocturnos en el centro cultural Mushily. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    El chamán Abraham Calazacón realiza rituales matutinos y nocturnos en el centro cultural Mushily. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Estudiantes capacitan y asesoran a emprendedores

    Redacción Santo Domingo (I)

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    Desde hace dos años, 80 estudiantes de tres universidades con sede en Santo Domingo de los Tsáchilas brindan asesoramiento a emprendedores.

    Ellos son parte del proyecto Incubadora de Mipymes, que ejecuta el Municipio de Santo Domingo. Con este proyecto se busca capacitar a cerca de 100 emprendedores de la provincia e impulsar sus negocios.

    Los estudiantes ayudan a través de capacitaciones sobre tributación, registro sanitario, mercadeo. También realizan un plan de negocios para los emprendedores. A través de la elaboración de este plan, los emprendedores analizan las fortalezas y debilidades que tiene su microempresa.

    Según el Municipio, el proyecto se inició en el 2017 con los estudiantes de las carrera de Administración de Empresas y Contabilidad de la Universidad Autónoma de los Andes (Uniandes).

    En la primera fase se entregaron 80 planes de negocios para los microempresarios de la provincia, vinculados a la repostería, calzado, artesanías, lácteos, cárnicos, eventos sociales y otros.

    Freddy Cañizares, director de la Uniandes, asegura que el trabajo que se realiza en la incubadora es capacitar a los micro, pequeños y medianos empresarios.

    La capacitación permite que los emprendedores asistan a ferias  con mejor preparación.
    La capacitación permite que los emprendedores asistan a ferias con mejor preparación. Foto: Cortesía

    Los temas que han aprendido los emprendedores están relacionados con la atención al cliente, regulación de productos, buenas prácticas de manufactura, plan estratégico, análisis FODA, nuevas técnicas de mercadeo, administración para no contadores, gestión financiera, plan de negocios…

    “En menos de seis meses el emprendedor aprende lo que a nuestros estudiantes les lleva hasta seis semestres de estudios”.

    Santiago Navarrete, propietario del negocio Los Brownies de Ela, señala que el proceso de la Incubadora de Mipymes le sirvió para potenciar su negocio y sacar el registro sanitario. También trabajó en el plan de negocios con dos estudiantes de la Uniandes, con quienes trabajó en un plan de distribución del producto.

    Desde el 2018, a este proyecto se unieron la Pontificia Universidad Católica del Ecuador sede Santo Domingo y la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Además, también se vincularon el Instituto Superior Tecnológico Tsáchila y el Instituto Calazacón.

    Alexandra Coronel, del Departamento de Desarrollo Económico del Municipio, señala que hasta diciembre del 2018 se capacitaron a 250 personas del cantón.

    Esos talleres son parte de la primera fase del proyecto, en el que el emprendedor debe mejorar la fórmula del producto o el logotipo y marca, hacer los trámites para el registro sanitario, aprender sobre tributación y leyes.

    “Para eso se contó con aliados estratégicos como el Servicio de Rentas Internas, el IESS, ProEcuador, Arcsa, Secap, el Ministerio de Industrias, el IEPS, Banecuador y el Ministerio de Agricultura.

    En la segunda fase, en cambio, deberán participar en ferias para aprender a vender su producto.

    Eso los deja listos para la última fase, que es la rueda de negocios, en la que participan marcas de supermercados y empresarios a escala nacional.

    Coronel afirma que en el 2018 se realizó la cuarta rueda de negocios. Para esa actividad, se empezaron a capacitar con tres meses de anticipación y al menos 40 emprendedores concretaron negocios con supermercados locales como Supersav, La Feria y nacionales como Tía.

    Otros 40 recibieron recomendaciones y se acordaron nuevas citas con los empresarios.
    Coronel señala que el éxito de las últimas dos ruedas de negocios se deben a que los emprendedores se empezaron a preparar con permisos, marcas mejor elaboradas, registros sanitarios y además se hicieron simulaciones de la rueda de negocio.

    Para María Vera, estudiante de la carrera de Contabilidad y Auditoría de la PUCE Santo Domingo, las capacitaciones que realizó fueron un aporte en su formación profesional.

    “En la actividad no solo colaboramos nosotros con el microem­prendedor, también tuvimos la oportunidad de recibir la asesoría de una persona capacitada en grandes emprendimientos. Esto me ha permitido analizar el campo empresarial en el que me gustaría emprender”.

    Uno de los emprendedores que se beneficiaron del el proyecto Mi encubadora mipymes.
    Uno de los emprendedores que se beneficiaron del el proyecto Mi encubadora mipymes. Foto: Cortesía
  • El plátano da paso a una serie de novedosas recetas

    María Victoria Espinosa

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    En las recetas del restaurante Nena’s café, de Santo Domingo de los Tsáchilas, la harina fue reemplazada por el plátano.

    Este negocio realiza pizzas con una masa de patacón y lasaña de plátano maduro en lugar de fideo. También se ofrecen platos típicos del pueblo montuvio de Manabí, como bollos, tongas y bolones.

    La nueva propuesta gastronómica es el plato chesee maqueño, una mezcla de plátano cortado en trozos largos con queso derretido. El platillo está basado en una receta, que en lugar de plátano maqueño lleva papas.

    Nena’s café fue creado hace dos años por los esposos Javier Navarrete y Delia Moreira, oriundos de Santo Domingo, pero con raíces manabitas.

    El primer plato que elaboraron fue la lasaña de plátano maduro. Esta la ofrecían a los clientes a través de las redes sociales y se vendía a domicilio bajo pedido hace unos tres años.

    Al principio, sus clientes eran amigos y familiares. Pero, poco a poco otras personas empezaron a conocer el producto y a hacer pedidos para refrigerios de fiestas o capacitaciones empresariales.

    Esa acogida de al menos 30 pedidos semanales, los motivó a abrir una cafetería en la que invirtieron USD 2 500, aproximadamente.

    Con ese dinero compraron dos mesas, sillas, implementos de cocina y adornos para el local. De acuerdo a la clientela han tenido que ir comprando más mobiliario.

    A diario se venden unos 25 desayunos. Pero los fines de semana esa cifra se duplica. Además continúan con su clientela a domicilio.

    También impulsan el emprendimiento a través de la publicidad en la radio y con videos de sus platos en las redes sociales como Facebook, en la que tienen 4 500 seguidores de la región.

    Carlos Zambrano señala que uno de los platos que más le gustan de Nena’s café es la lasaña. “No es grasosa, la porción es grande y la combinación del maduro con la carne y el queso es deliciosa”.

    Navarrete señala que la idea de hacer platos basados en el plátano nació hace tres años cuando había una sobreproducción de plátano en su finca, por la comuna tsáchila Los Naranjos. Con el excedente que no podían vender empezaron a crear platos con recetas tradiciones. “Toda la vida nos ha encantado el ‘verde’ y quisimos hacer platos ricos con este producto”.

    Una de las ventajas de que en la finca se produzca el plátano es que en verano, cuando usualmente el precio sube por la escasez, ellos pueden mantener los precios de platos sin tener perdidas. “Al ahorrarnos el intermediario podemos competir con precios cómodos”

    En la actualidad, el menú de Nena’s café tiene 12 platillos, la mayoría son gourmets adaptados a la gastronomía manabita.

    Dalia Moreira es la encargada de elaborar cada plato. Ella recuerda que al principio hicieron varias veces los platos hasta encontrar una sola receta para mantener el sabor y de a poco crear una marca gastronómica.

    La pareja aún sigue buscando nuevas recetas en las que se pueda adaptar al plátano.

    Para eso, en su casa están constantemente creando nuevos platos de sal y de dulce. “Nuestros mayores críticos son nuestros dos hijos”.

    Las recetas gourmets las aprendieron en Europa, donde vivieron 13 años. Ahí trabajaron en el sector turístico. “Eso nos permitió tener experiencia en gastronomía y atención al cliente”.

    Delia Moreira y Javier Navarrete crearon Nena´s café, un negocio en el que el  ingrediente principal es el plátano. Foto: María Victoria Espinosa/ LÍDERES
    Delia Moreira y Javier Navarrete crearon Nena´s café, un negocio en el que el ingrediente principal es el plátano. Foto: María Victoria Espinosa/ LÍDERES
  • El ceviche aguacatado es el producto estrella

    María Victoria Espinosa

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    El ceviche manabita, con maní, aguacate y mariscos, es la especialidad del restaurante Santo Manaba, ubicado en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Las hermanas Diana y Johana Alcívar iniciaron este año con el negocio para brindar una propuesta al comensal, en la que también se pueda hacer turismo.

    Dos agencias de viajes incluyeron dentro de sus paquetes a Santo Manaba. Es decir, el turista desayuna en este negocio y luego recorre las rutas turísticas que incluyen visitas a los tsáchilas, al zoológico, cascadas y otros.

    Con fotografías y frases en las paredes, las emprendedoras buscan mostrar las costumbres y tradiciones de las dos provincias.

    Incluso, en su menú se degustan platos que culturalmente se comen en esta región por la influencia de la colonia manabita. Entre estos está el bolón y el tigrillo.

    Su especialidad es el ceviche montuvio, que es originario del cantón Jipijapa. A diferencia de los ceviches tradicionales, en los que el ingrediente estrella es el marisco, en este brilla el aguacate que se sirve en grandes pedazos y la crema de maní, que le da el toque manabita.

    Es la primera vez que este producto se degusta en Santo Domingo. Por eso, las hermanas Alcívar, reconoce que no fue fácil introducirlo en el mercado.

    Luego de probarlo, los clientes han regresado. De martes a viernes se venden 100 platos, aproximadamente, a diario. Pero, el fin de semana las ventas se triplican.

    Diana Alcívar afirma que no esperaron tener esa acogida debido a que su local no está ubicado en la zona céntrica de la ciudad. Por eso empezaron a promocionarse en redes sociales y a subir fotos de los platos. Además, hicieron tarjetas con frases para que los clientes se tomaran fotos en el restaurante.

    La comensal Jessica Carrión afirma que se volvió cliente del local por la atención que le brindan y el sabor de los platos. “Nos reciben con una copita de rompope. El lugar es tranquilo y se pueden hacer reuniones familiares”.

    Otro de los factores a los que atribuyen el éxito es que el lugar fue construido para que el comensal, luego de servirse los alimentos, pueda quedarse a conversar con sus amigos y familia.

    Incluso construyeron un área exclusiva para los niños. El piso es de césped y colocaron juegos didácticos para que los más pequeños se entretengan.

    La idea de este negocio nació hace varios años, cuando las dos hermanas trabajaban en Quito.

    Los fines de semana visitaban Santo Domingo. “Un día nos decidimos y regresamos definitivamente. Pero, lo hicimos con una meta de negocio innovadora”, manifiesta Diana.

    En el 2017 las hermanas empezaron a darle forma a la idea y a construir el restaurante en un espacio familiar, que era utilizado como un parqueadero de vehículos.

    Con los ahorros de más de 10 años de trabajo y un préstamo bancario, las emprendedoras invirtieron USD 20 000 en el local. Mandaron a construir unas mesas con pallets, imprimieron fotografías, adecuaron la cocina y compraron enseres y mobiliario.

    Desde el próximo mes innovarán con un nuevo tipo de ceviche mixto con calamar, cangrejo y un toque de maní.

    Las hermanas Johana y Diana Alcívar son las propietarias de un nuevo restaurante en Santo Domingo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Las hermanas Johana y Diana Alcívar son las propietarias de un nuevo restaurante en Santo Domingo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • La sopa dio un giro al menú de cangrejo

    Redacción Líderes

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    El producto estrella del establecimiento ya se preparaba en las reuniones familiares de los fines de semana y entonces nadie soñaba que años después sería el plato más solicitado por fuera del hogar.

    Se trata de la sopa de cangrejo, que luego de la cocción se presenta un poco espesa y con una apariencia de color mostaza, en su capa superior. Una vez que se la sirve, emana un humeante olor a coco, a crema de leche y a maní.

    Estos son, entre otros, los ingredientes con el que el emprendimiento Cangrejadas del Guayas, en Santo Domingo de los Tsáchilas, convirtió a la sopa del crustáceo en el favorito de la clientela. Los comensales se la sirven en un plato separado, pero siempre acompañada del cangrejo.

    Corría el año 2013 y a la par de los inicios del emprendimiento, la sopa escalaba como una novedad gastronómica en la provincia.

    Vanesa Zavala, la propietaria del local, dice que esa presentación rompió la forma tradicional de degustar el cangrejo, pues en aquel tiempo simplemente se servía el producto sin agregados. Cuando instaló Cangrejadas del Guayas, en la avenida Tsáfiqui y Río Toachi, no dudó en la aceptación del público. Ya había pasado por el filtro más ‘difícil’, el de Cecilia Zavala, de quien Vanesa, su sobrina, aprendió la receta.

    Las imágenes de los comensales sumergiendo las tenazas y el caparazón del crustáceo, dentro de la sopa, se esparcieron rápidamente a través de comentarios.

    La quiteña Romina López cuenta que la pulpa fusionada con la sopa le dan un sabor más agradable al cangrejo. Ella es clienta desde los comienzos de Cangrejadas del Guayas. Prueba el plato estrella cada vez que viaja a vacacionar a la Costa.

    El local comenzó en un espacio de 6 por 5 m2 y con unas 8 mesas. El sábado y domingo no se daba abasto, por lo que se debían colocar hasta cinco adicionales que se acomodaban en la vereda. Ahora el establecimiento tiene más amplitud, con un área 15 x 10 m2 y con capacidad para 20 mesas. Pero la propietaria de las Cangrejadas del Guayas, que había puesto en marcha una inversión de USD 10 000 para iniciar su negocio, estaba interesada en seguir posicionando al establecimiento.

    Comprendió, con el paso de las semanas, que la clave es preparar cada plato con productos frescos y al momento. También probó con nuevos productos, por lo que el menú se amplío con camarones reventados, conchas asadas, filete de pescado y en menor medida el pescado frito.

    La oferta de platos en la actualidad se incrementó a 30 e incluyen nuevas ideas como la parrillada de marisco y el ceviche de cangrejo. Esa apuesta significó un incremento de clientes, pues de 40 que llegaban en un día, ahora son 100. Cangrejadas del Guayas registra una facturación mensual de USD 20 000.

    Sus clientes no solo son de la provincia Tsáchila, pues también llegan desde Guayas, Pichincha y otros sitios de la Sierra.

    Por este incremento de usuarios, la marca tuvo que ampliarse a otro sitio de Santo Domingo.
    Hace un año abrió otro local en la parte posterior del terminal terrestre, para acoger a los clientes de otras partes del país.

    Cangrejadas del Guayas tiene su nombre debido a que su principal producto proviene de esa provincia. Cada mes, se solicitan a los proveedores del Guayas unos 100 canastos de cangrejo con 35 unidades cada uno.

    Pamela Zavala, quien se encarga de las cobranzas, cuenta que en los tiempos de la veda del producto, entre el 1 y 31 de marzo, solo ponen en stock los platos con otras variedades de mariscos.

    Vanesa Zavala, propietaria de Cangrejadas del Guayas, diseñó una receta especial, basada en el cangrejo rojo. Foto: Juan Carlos Pérez/ para LÍDERES
    Vanesa Zavala, propietaria de Cangrejadas del Guayas, diseñó una receta especial, basada en el cangrejo rojo. Foto: Juan Carlos Pérez/ para LÍDERES
  • El caucho surge tras un proceso de calidad

    María Victoria Espinosa

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    Un diminuto corte, de 1,5 milímetros, a la corteza del árbol es suficiente para que este empiece a emanar gotas de látex, que tras un proceso de coagulación se convierten en caucho, con el que se fabrican neumáticos.

    En Santo Domingo de los Tsáchilas se producen 210 toneladas mensuales de caucho en la estación experimental de Agricultura Comercial S.A. (Agicom), que está vinculada al Grupo Continental, el mayor productor de neumáticos en el país.

    Esa empresa llegó al país, en 1962, para instalar un cultivo en el Oriente. Pero el caucho no rindió productivamente en esa zona. Así que se iniciaron investigaciones y descubrieron que la humedad y el suelo de Santo Domingo eran idóneos para el cultivo. Así que en 1966 la firma plantó las primeras 25 hectáreas, en el kilómetro 54 de la vía hacia Quevedo.

    En la actualidad, la producción ha aumentando a 500 hectáreas, que están ubicadas en cinco haciendas de Agicom, en esa carretera. En las plantaciones trabajan alrededor de 100 personas.

    La mayoría se dedica a cosechar los árboles de caucho, de los cuales cada hectárea contiene al menos 500 plantas, que tienen una vida útil de 40 años, y producen alrededor de 2 000 kilos al año.

    El caucho seco se condensa y enfunda para trasladarlo a la matriz. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    El caucho seco se condensa y enfunda para trasladarlo a la matriz. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES

    Marco Erazo, técnico agrícola de Agicom, afirma que para evitar enfermedades fitosanitarias y aumentar la productividad, se optó por plantar un clon de Malasia denominado RRIM 600. “Es un todoterreno. Entre el 60% y 70% de las plantaciones en Colombia, Guatemala y Ecuador usan este clon, por su alta productividad”.

    Es decir, la planta está conformada por tres partes: la raíz, el clon RRIM 600 plantado en el tallo de la planta y un clon originario de Brasil (FX3464), que se planta en la zona foliar. “Si se siembra y luego no se hacen esas modificaciones, el árbol no será productivo y se contagiará con enfermedades como el hongo microcyclus ulei”.

    A la corteza del árbol se le hace un corte. Luego sale un líquido blanco (látex) que se almacena en un recipiente. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    A la corteza del árbol se le hace un corte. Luego sale un líquido blanco (látex) que se almacena en un recipiente. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES

    Cada agricultor tiene a su cargo al menos 900 árboles. David Cuzme es uno de ellos. Él trabaja desde hace siete años en Agicom. Su labor empieza a las 06:00, cuando debe hacer la incisión de la corteza de cada árbol. “Se hace en las mañanas, que es cuando el árbol segrega más líquido blanco, tras cortar los vasos que producen esta especie de leche”, señala.

    La recolección del látex se realiza uno o dos días después del corte. Eso debido a que del tronco salen pequeñas gotas, que caen a un recipiente negro de plástico, que almacena al menos un litro del líquido blanco.

    Cuando el recipiente está lleno se debe colocar un coagulador (ácido fórmico) en cada recipiente y esperar hasta que el látex se vuelva sólido y tenga la apariencia blanca de un quesillo.

    Luego, los trabajadores deben recolectar en unos canastos colgados en su espalda, elaborados con los desechos de las llantas, el látex solido-húmedo para llevarlo hasta la planta procesadora de caucho, ubicada a pocos kilómetros de la plantación. En ese lugar trabajan tres personas.

    En la planta se hace una selección del látex húmedo para lavarlo y deshomogenizarlo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    En la planta se hace una selección del látex húmedo para lavarlo y deshomogenizarlo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES

    El látex, que llega en forma de una pequeña esfera, es lavado por dos trabajadores en agua, sin químicos. Luego, se coloca en una máquina que destruye la pequeña esfera para reducir el tamaño del caucho.

    Según Washington Loor, jefe de planta en Agicom, el siguiente procedimiento es ingresar el caucho a un horno por cuatro horas, a una temperatura promedio de 127 grados centígrados. Ahí se elimina por completo la humedad y cambia el color a café.
    El último proceso es el de prensado y empaquetado.

    Según Ferdinand Hoyos, presidente ejecutivo de Continental Tire Andina, se realizan pruebas de calidad diarias a una muestra de la producción para detectar inconsistencias en el caucho.
    Hace dos años se invirtieron cerca de USD 200 000 en renovar el laboratorio con maquinaria de última tecnología. Además USD 70 millones, en los últimos cinco años, para tecnificar la planta, ubicada en Cuenca (Azuay).

    Hasta ese lugar llegan 200 toneladas de caucho al mes. Ahí ese producto se utiliza para hacer 2,5 millones de llantas al año, para el consumo nacional y para exportarlas a la región, México y EE.UU.

    El caucho húmedo debe pasar por dos procesos mecánicos para secarse. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    El caucho húmedo debe pasar por dos procesos mecánicos para secarse. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
  • Du Tenka preserva su cultura a través del turismo

    María Victoria Espinosa

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    Seis familias de la comuna tsáchila Otongo Mapalí crearon el centro cultural y turístico Du Tenka, ubicado en Santo DomingoMiguel Aguavil, líder del proyecto, recuerda que la iniciativa de abrir el centro cultural nació tras la muerte del legendario José María Aguavil, uno de los poné (sabios) más reconocidos de la nacionalidad tsáchila.

    Tras la pérdida del poné hace siete años, los indígenas empezaron a notar que la cultura se estaba perdiendo en esa comunidad. Así que se reunieron y decidieron conformar un sitio que les permitiera, a través del turismo, recuperar las tradiciones y costumbres ancestrales.

    En las primeras reuniones hicieron mingas comunitarias para aplanar un terreno, cerca del bosque llamado Du Tenka. Luego, se adentraron a ese remanente para buscar árboles que les permitieran construir cabañas para recibir a los turistas.  A la par, empezaron a escuchar las grabaciones que dejaron los adultos mayores de la comuna y así memorizar su historia.

    De a poco, los niños comenzaron a participar con danzas y a colocarse la vestimenta típica. Los adultos, en cambio, construyeron unas seis cabañas con paja toquilla y pambil para recibir a los visitantes de diversos sitios.

    Aguavil señala que al principio, no llegaban muchos turistas, unos 10 al mes. Pero hace cuatro años, con la apertura de la vía Aventura, que es la única en la provincia que tiene un carril para ciclistas, todo se transformó y mejoró.

    Cada semana, Du Tenka, que en tsa’fiki significa Corazón de la Montaña, recibe a 200 turistas, la mayoría locales. Ellos, por lo general, consumen entre USD 5 y USD 7. “Llegan al río, se bañan, conversan con nosotros y nos compran nuestro platos típicos”. Las mujeres de la nacionalidad se han encargado de recolectar las recetas de comidas tradicionales para volver a elaborarlas.

    Entre estos platillos se encuentra el ayampaco de gallina criolla o pescado, el huevo asado, la bala (masa) de plátano verde con maní, entre otros. Cada uno cuesta unos USD 3, 50. También se pueden degustar de las frutas de temporada y de la chicha tsáchila.

    Los turistas de otras provincias visitan la comunidad en feriados y fines de semana. Buscan rituales chamánicos, recorridos por el bosque y presentaciones artísticas del grupo musical Du Tenka.

    El recorrido por el bosque incluye un paseo por unas seis estaciones en las que se explica cómo vivían los ancestros en el sitio, cómo enterraban a los muertos, hacían la comida, entre otros. “Es una experiencia inolvidable porque se hacen rituales y aprendemos sobre la cultura”, señaló la turista Génesis Zambrano.

    Los extranjeros solo llegan a la comuna cada seis meses. Son grupos de extranjeros europeos que realizan voluntariado en Ecuador. Con ellos se desarrolla un intercambio cultural por 15 días.

    En ese tiempo, los tsáchilas organizan un campamento para 20 personas y proveen de alimentos a los visitantes, por paquetes desde USD 20. Estas personas les ayudan a reconstruir las cabañas o a recolectar frutos. “También realizan proyectos como la dotación de agua potable”.

    Algunos datos
    La inversión inicial fue de unos USD 200, que ocuparon para comprar materiales para construir. El resto lo hicieron a través de mingas.

    El proyecto está ubicado en unas dos hectáreas, que incluyen parte del bosque tsáchila. Ahí han descubierto alrededor de 200 plantas medicinales y aromáticas.
    El centro cultural está conformado por 32 personas, entre niños y adultos. A la semana ingresan entre USD 200 y USD 800, según la temporada (feriados, visitas extranjeras).

    El Centro Du Tenka está conformado por seis  familias que buscan rescatar la cultura a través del turismo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    El Centro Du Tenka está conformado por seis familias que buscan rescatar la cultura a través del turismo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES