Etiqueta: artesanías

  • La tienda que ofrece artesanías étnicas

    Redacción Sierra Norte (F) Contenido Intercultural

    Miguel Ángel Ramos plasmó uno de sus sueños: tener un negocio propio.
    Tiene casi tres décadas en la actividad artesanal. Inició en la parroquia La Esperanza, en el suroriente de Ibarra. Ahí, junto a 87 artesanos, la mayoría dedicados al bordado, fundaron la Plaza Artesanal Caranqui. Sin embargo, esa iniciativa no prosperó.

    El primer local, que instaló en la casa de sus padres, le denominó Café Tierra Libre. Sin embargo, decidió buscar nuevas oportunidades y se fue a vivir a Otavalo.

    Cerca de la Plaza de Ponchos abrió un local para ofrecer, especialmente a turistas extranjeros que llegan atraídos por el lugar, artesanías alternativas.

    Ramos recuerda que allí empezó a elaborar artículos en base a materiales que podía reciclar entre los que se destacan el papel, las semillas y la caña guadua.

    Ésta última ha sido un soporte excelente. Hoy, con esta variedad de bambú, se elabora artículos decorativos para el hogar o la oficina, que llevan plasmados elementos de la naturaleza e íconos de pueblos nativos de la Sierra norte. Este tipo de artesanías son adquiridas por comerciantes de almacenes de las Islas Galápagos.

    Además, en el sitio se comenzó a fabricar prendas con fusión de artículos como cuero, textiles, cabuya, semillas. Así surgió, en 1997, la Galería Taller La Tierra.

    Ha tenido un crecimiento paulatino. La mayoría de los artículos que se exhiben y venden en este pasaje, que ahora está situado en las calles Sucre y Morales, en el centro de Otavalo, son producidos por el emprendedor y su familia. En esas tareas colaboran su esposa, Yéssika Goycoechea, y su hermana, Laura Inés Ramos.

    El resto proviene de artesanos locales que fabrican ponchos y calzados. Los diseños de éstos últimos son realizados por el emprendedor, pero del armado en la horma se encargan colaboradores externos. Una de las reglas que se autoimpusieron es no vender artículos de otros países.

    En estanterías de madera, que están ubicadas en una casa centenaria, se pueden observar bolsos, carteras, billeteras, monederos, máscaras, cuadros, etc. También hay ponchos, chales, una variedad de bisutería, entre otros.

    Hay artículos para el alcance de todo bolsillo, desde USD 1 a 100. Sin embargo, la mayoría de las ventas se realizan por productos que fluctúan entre 5 y 20.

    El gusto por las artesanías de cuero, comenta el artesano, lo adquirió en talleres de talabartería de La Esperanza. Una de sus últimas creaciones es un brazalete hecho de piel, con alma de metal, que está adornado con un fino tejido de mullos multicolores.

    Miguel Ángel Ramos se ha inspirado en productos, paisajes y escenas que ha visto. Es un aventurero. Asegura que ha recorrido dos veces el país. La primera en bicicleta y otra caminando.

    Esas experiencias le han permitido absorber conocimientos y el gusto por las formas y colores.
    La Galería Taller La Tierra abre de lunes a domingo. Por ahora, planea recibir a grupos de turistas que quieran experimentar el trabajo de las manufacturas.

    Además, en la misma ciudad el emprendedor abrió una sucursal que la bautizaron como La Tierra, Étnicos Culturas, vecina a la Plaza.

    No ha cuantificado la inversión realizada. Pero, explica que las herramientas como troqueles, estanterías y diseño del local han sido desarrolladas por el grupo familiar que maneja el sitio.
    El almacén en donde la Galería Taller La Tierra ofrece sus productos, también tiene su atractivo. Fue decorado con productos que muestran un sincretismo entre la cultura mestiza e indígena.

    Un ejemplo de ello son las doradas mazorcas de maíz seco que adornan el tumbado, como acostumbran hacer los kichwas en la zona rural. También las ruedas de madera que se utilizan tradicionalmente para el hilado se acondicionaron como lámparas.

    Este imbabureño es un diseñador innato. Prácticamente siempre está inventando nuevos modelos. Eso le ha dado fama.

    En el centro de Otavalo, Miguel Ángel Ramos instaló  Galería Taller La Tierra,con  variedad de manufacturas. Foto:  José Luis Rosales/LÍDERES
    En el centro de Otavalo, Miguel Ángel Ramos instaló Galería Taller La Tierra,con variedad de manufacturas. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
  • Un museo que ofrece artesanías de lujo

    Redacción Quito

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    Prendas de vestir, bisutería, shigras, adornos y más objetos artesanales dan la bienvenida al local principal de Olga Fisch, ubicado en el norte de la capital.

    Olga Fisch fue una mujer húngara-judía que llegó al Ecuador en 1930. Al pisar tierra ecuatoriana se enamoró de la tradición, el folklore y el trabajo de los artesanos que a diario eran arte para sus ojos.

    Al poco tiempo de su llegada, esta mujer diseñadora empezó a coleccionar objetos ancestrales del país, haciendo de su hogar, un museo personal.

    La afición de Olga Fisch por coleccionar artesanías ecuatorianas, convirtió a su lugar de estadía en un paradero obligatorio para extranjeros que tenían la necesidad de conocer las joyas que el país ofrece.

    A partir de esto, en 1945, la emprendedora abrió sus puertas al público en su nuevo almacén. Su marca se posicionó al mercado como ‘Olga Fisch Folklore’.

    El legado del negocio, ahora empresa, se mantiene tras 70 años de su comienzo como emprendimiento. Bernarda Polanco, joven de 29 años es la cuarta generación que se encarga de mantener viva la imagen y marca de Olga Fisch.

    Polanco estudió artes plásticas en Chicago con el objetivo de conocer más acerca del desempeño de la empresa. La joven, junto con su madre Margara Anhalzer, son quienes lideran en la actualidad este negocio sustentable.

    Estas mujeres manifiestan que la misión de la marca es social, al mantener intacta las tradiciones de los ancestros ecuatorianos.

    En la elaboración de sus diseños y productos, la empresa mantiene lazos amigables con el medio ambiente, así lo asegura Anhalzer: “Nos aseguramos de que ningún producto que vendemos dañen el planeta, ya que elaboramos con materia prima orgánica, sin la utilización de plásticos”.

    Es importante recalcar que la elaboración de sus muestras son confeccionados a mano, gracias a su artesanos que colaboran con la fabricación de las mismas.

    La materia prima, con la que elaboran, son netamente nacionales. Provienen de la amazonía, la sierra y costa del Ecuador. De esta manera aportan con el comercio justo dentro del país.
    Su empresa se maneja con 1 000 empleados. Dentro de ellos se encuentran artesanos, diseñadores y confeccionistas.

    Esta marca, desde el desarrollo de la empresa, fue reconocida a escala internacional, principalmente en EE.UU. por la fabricación y el diseño peculiar de sus alfombras. Los precios de estos artículos, varían desde los USD 20 000 en adelante, según el diseño y la dificultad del producto. Sin embargo, Bernarda aclara que en la actualidad, las shigras son uno de sus mejores artículos por su diseño y acogida por parte de sus clientes.

    A pesar de que hace varios años atrás mantenían dos locales en Guayaquil, pero cerraron por el la crisis económica de 1999 y la implementación de la dolarización. Sin embargo, ahora, la marca mantiene cuatro puntos de ventas principales, dos de ellos se encuentran al norte de la capital, uno en Cumbayá y otro en Imbabura.

    La tienda principal, a más de exhibir sus productos, ofrece a los clientes una visita obligada al museo, ubicado en la parte superior del local. Dentro de este se encuentran las piezas únicas que pertenecían a la coleccionista y diseñadora Olga Fisch.  En este lugar se aprecia la historia de cada pieza y las raíces ecuatorianas.

    Bisutería elaborada a mano ofrecen los locales de Olga Fisch. Foto: Tomada de la cuenta Facebook Olga Fisch
    Bisutería elaborada a mano ofrecen los locales de Olga Fisch. Foto: Tomada de la cuenta Facebook Olga Fisch
  • Lo artesanal y lo orgánico se notan en el calzado ‘Pancos’

    Redacción Quito

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    Rescatar la tradición indígena de elaboración de calzado hecho a mano, fue lo que motivó un grupo de jóvenes empresarios a elaborar zapatos con la marca Pancos. Francisco Mena, Julio Moreno y Juan Mena, son los creadores de la microempresa encargada de elaborar una variedad de zapatos para todo gusto.

    La idea nació en el verano del 2012, cuando Mena, pionero del emprendimiento, regresó al Ecuador luego de haber cursado su primer año de universidad en Estados Unidos.
    El joven llegó al país con la idea de adquirir un par de zapatos tipo alpargata, los mismos que fueron elaborados por parte de un artesano, ubicado en Otavalo, quien confeccionó su primera muestra.

    Lo que empezó como un ‘hobbie’ terminó como un negocio sustentable para los, ahora, dueños del emprendimiento Pancos. Mena, más conocido como ‘Franco’, manifiesta que su microempresa tiene un enfoque ambientalista, ya que los materiales que utilizan para la elaboración del producto son orgánicos y la confección es a mano.

    La materia prima para el calzado proviene de varios lugares que se encuentran en Otavalo. De esta manera, según explican los emprendedores, apoyan al comercio justo del país. Los jóvenes trabajan con siete empleados dentro de su negocio, los mismos que colaboran con la fabricación de la tela, la suela y el tejido de yute del calzado.

    Desde el primer año del negocio han participado en ferias nacionales e internacionales, posicionando su marca en mercados del exterior. París y Miami son las locaciones en donde se comercializa ‘Pancos’ a través de negocios ecuatorianos.

    En el 2017, tras cuatro años de gestionar sus ventas del negocio a través de redes sociales, los jóvenes decidieron montar dos locales en Ibarra y Guayaquil. La apertura de estos espacios duplicó las ventas que mantenían en relación con los años anteriores.

    Pero la ilusión no duró por mucho tiempo, ya que por inconvenientes con los proveedores tuvieron que cerrar estos locales, lo que generó un decrecimiento del 60% de sus ingresos.
    Las ventas volvieron a gestionarse principalmente por redes sociales, luego de haber tenido grandes pérdidas monetarias. Los emprendedores encontraron estrategias para solventar su negocio mediante publicidad y promociones en sus productos.

    La marca tiene como visión expandir su emprendimiento a escala internacional, por lo novedoso de su producto y por trabajar bajo conceptos de comercio justo.
    Desde el año en el que empezó el negocio, hasta la actualidad, Julio Moreno manifiesta que cuentan, aproximadamente, con 100 000 seguidores locales y extranjeros en redes.

    La inversión inicial para el desarrollo del emprendimiento, fue de USD 6 000, cantidad que sirvió para la producción y la publicidad. Esta cantidad aportó a la marca para una mayor elaboración de productos y crear mayor sustentabilidad.

    Los jóvenes tienen previsto crear su local en un pueblo cercano a Otavalo, con el fin de generar plazas de empleo a los artesanos y fabricantes que radiquen en este lugar del Ecuador.

    Lizbeth Guerrero es una cliente satisfecha con los productos de Pancos. Ella dice sentirse atraída por este tipo de calzado por su textura y diseño único. Expresa que es fácil evidenciar la comodidad que estos productos ofrecen al consumidor.

    Datos

    El costo del calzado, para cualquier talla y modelo, es de USD 35.

    Los ingresos mensuales varían de USD 2 000 a USD 6 000, según la temporada y preferencia del cliente.

    En el 2017, tras  la apertura de sus locales, tuvieron ingresos anuales de USD 96 000.

    Los jóvenes están próximos a lanzar calzados para niños y niñas con modelos que capten la atención de los infantes.

    El público que más consume el producto es entre hombres y mujeres a partir de 20 a 34 años.

    ‘Pancos’ piensa  crear nuevos modelos de zapatos que sean más resistentes, cómodos y duraderos para el cliente.

    Juan Mena, Francisco Mena y Julio Moreno exhiben algunos de los modelos de zapatos que comercializan en el mercado. Foto: LÍDERES
    Juan Mena, Francisco Mena y Julio Moreno exhiben algunos de los modelos de zapatos que comercializan en el mercado. Foto: LÍDERES
  • Sisandina oferta artesanías de tres países

    José Luis Rosales

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    Prendas de vestir de alpaca y cobijas de lana se empacaban en cajas de cartón en una bodega de Sisandina Handycrafts, ubicada en el condado de Queens, en Nueva York, EE.UU.

    Blanca Maldonado, una de las cuatro colaboradoras de esta firma comercializadora, controlaba los detalles del cargamento que tenía como destino Pensilvania. Sisandina se especializa en la venta de artesanías de Ecuador, Perú y México en varias ciudades estadounidenses, explica Luis Lema, gerente de la empresa domiciliada en Nueva York, pero que tiene una oficina virtual en Otavalo, Imbabura, en Ecuador.

    Este emprendedor kichwa imbabureño se considera un denominado mindalae, es decir, un especialistas en el intercambio comercial desde la antigüedad. Esa vocación por los negocios la heredó de su padre, Manuel Lema Santillán, quien falleció el año anterior. Lema fue uno de los primeros comerciantes otavaleños en conquistar la ‘Gran Manzana’, en 1970. Cinco años más tarde, junto a un grupo de indígenas del pueblo Otavalo, también llegó a España, para probar suerte.

    Consideraba que al tener ese país un idioma común al de Ecuador realizaría mejor las transacciones mercantiles. Además, Europa era catalogada como un mercado por explorar por los artesanos y comerciantes kichwas.

    Luis, el mayor de cuatro hermanos, es un negociante autodidacta. Domina el kichwa, español e inglés. Captó rápidamente el potencial que tiene la venta de artesanías en los centros comerciales.

    Los negociantes otavaleños radicados en la nación norteamericana, y que venden los artículos al por menor, están entre los principales clientes de la firma estadounidense-ecuatoriana. Sin embargo, también hay importantes compradores extranjeros, explica Consuelo Montúfar, una de las empleadas de la oficina virtual. Ella es la encargada de recibir y tramitar las ventas que llegan vía telefónica, por correo electrónico o por la cuenta de Facebook Sisandina Handicrafts. Cada pedido se remite, inmediatamente, al centro de acopio en Nueva York, para que se realice el respectivo despacho.

    Las tareas de la ejecutiva también incluyen publicaciones en la red social con los artículos y ofertas de la empresa. Entre las últimas novedades estaban atrapasueños, sacos cardados y ponchos con diseños preincásicos.

    La expansión del negocio no ha sido fácil, explican los emprendedores. Como la mayoría de comerciantes otavaleños, Luis Lema empezó el emprendimiento ofreciendo pequeños artículos artesanales en ferias y festivales de ciudades norteamericanas.

    Este sistema lo aplicó por una década. Eso le permitió conocer a artesanos de Ecuador, Perú y México, con quienes ahora mantiene relaciones comerciales.

    En Otavalo, Lema adquiere productos como ponchos de lana, atrapasueños, bolsos y bisutería.
    Mientras que en Perú compra sacos, bufandas y gorras de lana de alpaca. Otra línea que adquiere son instrumentos musicales como flautas y tambores, para usarlos como artículos decorativos. Mientras que en México compran chompas de lana que son apetecidas por los universitarios del mercado anglosajón.

    En total, Lema trabaja con 35 proveedores de los tres países. Cada año, la empresa ingresa a EE.UU. entre 12 y 15 contenedores con variadas mercancías. El año pasado fueron USD 400 000.

    El centro de acopio de Nueva York cierra entre febrero y marzo, mientras dura la etapa invernal. Mientras tanto, en Otavalo se alistan los pedidos para la época de verano, entre los que sobresalen blusas y vestidos de algodón, que son bordados manualmente.

    Ahora, este emprendimiento quiere incursionar en una la línea de comida, con Sisandina Food. La idea de este negocio, que surgió luego de un viaje que hizo Lema por Italia, Bélgica, Francia y España, es proveer alimentos ecuatorianos, como el maíz tostado o mote, a los compatriotas radicados en países de Europa.

    Luis Lema  junto a las colaboradoras Consuelo Montúfar y Tamia Males, y su madre, Dolores Maldonado. Foto: Daysi Garcés / LÍDERES
    Luis Lema junto a las colaboradoras Consuelo Montúfar y Tamia Males, y su madre, Dolores Maldonado. Foto: Daysi Garcés / LÍDERES
  • Las artesanías de Pilahuín se venden a turistas en ferias

    Redacción Sierra Centro 

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    La de la parroquia Pilahuín del cantón Ambato, en Tungurahua, confeccionan shigras, blusas bordadas con figuras andinas, collares, aretes y utensilios elaborados con paja de páramo como paneras, individuales, canastas…

    Este grupo trabaja desde hace cinco años en la fabricación y comercializar sus productos en las ferias. El dinero que obtienen de la venta ayuda a la economía de la casa y a financiar el costo de la educación de sus hijos.

    Ellas invirtieron USD 1 000 en el inicio del emprendimiento. Las socias se encargan de producir en sus casas las artesanías, luego entregan a la asociación que se encarga de las ventas. Los ingresos del grupo son de unos USD 800 mensuales.

    En este proceso les apoya la Cooperativa de Ahorro y Crédito Warmi Kunapak que tiene 1 100 socias de varias comunidades de Yatzaputzan. Esta entidad mejoró sus conocimientos a través de cursos y charlas de capacitación. Además, impulsa las ventas participando en las ferias que se cumplen en la Universidad Católica de Quito o en otras ciudades. Un bordado del cuello de una blusa está valorado en USD 30.

    Susana Poaquiza, gerente de la entidad financiera, explica que con la capacitación las mujeres lograron mejorar sus productos. Además, entrega créditos para financiar la comprar de la materia primaron que elaboran las shigras, collares y utensilios de cocina para la casa. Ellas compraron ovinos o camélidos de donde obtienen la fibra para tejer su vestimenta. Los préstamos van desde los USD 100 a 14 000.

    En los diseños se plasman la flor de la papa, la flora, la fauna y la naturaleza, en sus bordados conocimiento. Foto: Gelnda Giacometti / líderes
    En los diseños se plasman la flor de la papa, la flora, la fauna y la naturaleza, en sus bordados conocimiento. Foto: Gelnda Giacometti / líderes

    María Poaquiza, Hortensia Poalo, Asunción Punina y Mercedes Punina están al frente de la asociación. Este grupo de mujeres visten anaco negro, blusa blanca con bordados elaborados con hilos de colores, tratar de reforzar los conocimientos heredados de sus taitas y mamas.

    En los diseños se plasman la flor de la papa, la flora, la fauna y la naturaleza, en sus bordados conocimiento.

    María Poaquiza cuenta que a través de capacitación reforzaron las técnicas en los tejidos y los bordados que se cosen en la comunidad localizada en la vía Ambato-Guaranda.

    A la hora de tejar las shigras Mercedes Punina es toda una experta en esta rama. La mujer, de 68 años, une cada puntada los hilos de cabuya y da forma a este bolso. Cose shigras grandes, medianas y pequeñas que las comercializa en las ferias. Las pequeñas cuestan USD 5 y las más grandes que sirven para poner guardar los granos como el maíz, la cebada, el trigo, arroz, ocas. Mashua y otros productos en USD 25.

    En cada uno de sus diseños grafica la naturaleza, animales como la llama o los rombos y hace una mezcla de colores similar al arco iris. Mensualmente puede tejer hasta dos shigras.

    También vende a los turistas que transitan por la vía a Guaranda o en la feria indígena del domingo.

    Según la Cooperativa Warmi Kunapak menos 250 mujeres participan en los talleres de producción artesanal en Yatzaputzan. El objetivo es que cada una cuente con su propio negocios o emprendimiento artesanal.

    Las mujeres de Yatzaputzan trabajan en el los bordados y la confección de las shigras en sus talleres. Los comercializan a los turistas. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Las mujeres de Yatzaputzan trabajan en el los bordados y la confección de las shigras en sus talleres. Los comercializan a los turistas. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Las artesanías tsáchilas vuelven con fuerza

    María Victoria Espinosa

    María Victoria Espinosa  (F) Contenido Intercultural

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    Los tsáchilas retomaron la confección de las coloridas faldas típicas de esa nacionalidad.
    La elaboración de esas prendas puede tardar hasta dos meses, porque se debe hilar el algodón y teñirlo. Luego, enhebrar los hilos en los telares de madera tsáchila.

    La guía nativa Miriam Calazacón señala que esa actividad, por ser tan laboriosa, dejó de practicarse en las siete comunas.

    Los grupos que se dedicaban al turismo empezaron a comprar las prendas en Otavalo (Imbabura) por USD 20 y USD 30. “La calidad no era la misma y los turistas empezaron a decir que querían productos de nuestra nacionalidad”.

    Hace unos cinco años, la actividad se retomó con la intención de recuperar esa tradición. Y los pedidos de bufandas, faldas y cintillos tsáchilas empezaron a aumentar de tres a 15 mensuales.

    Incluso, en las siete comunas se crearon las marcas Tsafiki, Mapalí, Tsáchila, Tolón Pelé y Colorados, que este año buscan patentar sus productos.

    En promedio, cada centro cultural vende entre 30 y 50 productos semanalmente.
    Este año, en la comuna Chigüilpe ya se han elaborado 40 prendas de vestir, que serán vendidas a emprendedores para elaborar zapatos y también a turistas, que las llevarán como obsequios a Europa y EE.UU.

    Las prendas, elaboradas en los telares tsáchilas, cuestan entre USD 5 y USD 100. El precio varía dependiendo del tamaño y del tiempo de elaboración.

    Abraham Calazacón, líder del centro cultural tsáchila Mushily, indica que el interés de los turistas hacia los productos tsáchilas creció cuando se empezó a mostrar y a promocionar la verdadera cultura ancestral.

    Él afirmó que el turismo que se hacía en algunas comunas hace unos 15 años era de demostración. “Solo nos vestíamos cuando recibíamos turistas. Ahora es un hábito, que es aplaudido y apreciado por los visitantes”.

    Otro factor que favoreció a que las prendas empezaran a venderse fueron las ferias de emprendedores que se realizan dos veces al año en Santo Domingo.

    Además de las prendas, se elaboran artesanías con las semillas de los árboles. Las pulseras no solo son un adorno. También sirven como un amuleto para evitar las malas energías, según la cosmovisión tsáchila.

    Por eso son unas de las más compradas por los turistas. Incluso para darle garantías al comprador, la pulsera es bendecida en un ritual presidido por un chamán.

    En los siete centros culturales de Chigüilpe se venden hasta 200 pulseras al mes, según la directiva de esa comunidad.

    Agustín Calazacón, del centro cultural Tolón Pelé, explica que otro producto que también compran los turistas son las lanzas con símbolos de colores elaboradas con chonta por los artesanos.

    Estas sirven para proteger las casas o locales comerciales de robos y para atraer la fortuna.
    Las personas deben comprar un par. Eso debido a que los árboles de chonta tienen dos colores diferentes. Según la creencia tsáchila, la chonta café representa a la mujer y la negra al hombre. Cuando las dos se unen, el poder de protección es más intenso.

    El par de lanzas cuesta entre USD 5 y USD 20, según el tamaño y los adornos.

    Juan Zambrano compró un par para decorar un restaurante de carnes. Él cuenta que cada seis meses las lleva a Chigüilpe para que los chamanes le coloquen un ungüento y las bendigan. “A veces es bueno confiar en la sabiduría indígena. Además, es una forma de incentivar a los tsáchilas a que recuperen sus raíces”.

    Otro rédito importante para los tsáchilas son los brebajes para aliviar los problemas de estrés y cansancio. También para revertir las malas energías.

    Se venden en pequeños frascos de plástico y cuestan entre USD 3 y USD 5. Son elaborados con plantas extraídas del bosque tsáchila y deben frotarse en el cuello y las manos en la mañana y en la noche.

    El chamán Manuel Calazacón vende 50 frascos mensuales.

    Los productos

    Las artesanías son elaboradas en su mayoría con materiales que se obtienen del bosque como la tagua y las semillas rojas y negras.

    En la inversión en materiales como elásticos y broches, los tsáchilas gastan mensualmente alrededor de USD 50.

    En los centros culturales también se pueden encontrar artesanías de los chachis de Esmeraldas, que están radicados en Santo Domingo.

    Los días de mayores  ventas son los fines de semana, en las vacaciones estudiantiles y en los feriados. En esas fechas las ventas diarias pueden ser de hasta USD 600.

    En el centro cultural Mushily 10 personas se dedican a la elaboración de tejidos y artesanías tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En el centro cultural Mushily 10 personas se dedican a la elaboración de tejidos y artesanías tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Artesanías lujosas, en los ‘gift shops’ de los hoteles

    Ana Cristina Alvarado

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    Las tiendas de regalos de los hoteles Mercure, JW Marriott y Swissotel cuentan con decenas de artesanías de todo el país, que se caracterizan por la calidad de los materiales y de la técnica para su elaboración. Si bien los huéspedes son el público objetivo, los clientes nacionales pueden encontrar en los ‘gift shops’ objetos exclusivos para las tiendas, de otras ciudades o regiones.

    Ethnic Collection, que fue fundada en 1966 por Lupe y Ruth Carpio, tiene un espacio en el Mercure y cuenta con colecciones de formatos pequeños del ceramista cuencano Eduardo Vega. En esta tienda, dentro del Hotel Mercure, también destacan los adornos de René Ñacato, un quiteño que fusiona la técnica del peltre con la cerámica para crear delicados colibríes, gallos, entre otros. Los cuadros y esculturas de cerámica indigenista de Pablo Cordero también están en el local.

    Los artículos más vendidos en el Gift Shop del Hotel JW Marriott son los sombreros de paja toquilla, las rosas preservadas y los textiles artesanales, según Elizabeth Torres, gerenta de Operaciones de la tienda. Sin embargo, algunos productos elaborados a mano que llaman la atención de los clientes nacionales son las joyas de la esmeraldeña Judith Tello y los utensilios en peltre, vitro fusión y semillas amazónicas de Bolek Designs. Los chocolates también son favoritos.

    El Ecuador Gift Shop es un proyecto nuevo, que abrió sus puertas en el Swissotel. Fue creado por los fundadores de la marca de perfumes y cosméticos Coco &Cov, Johuce Cedeño y Alejandro Coveña. Si bien el objetivo era abrir canales de venta para sus productos, ahora también buscan promover el diseño ecuatoriano. Los zapatos de Valeria Bazante, los accesorios para hombre de Alejandro Cov, y textiles otavaleños son algunos artículos de la tienda.

    Regalos, adornos, joyas y prendas están en estas tiendas. Fotos: Alfredo Lagla y Julio Estrella / LIDERES
    Regalos, adornos, joyas y prendas están en estas tiendas. Fotos: Alfredo Lagla y Julio Estrella / LIDERES
  • Las artesanías que impulsan la cultura afro

    Marcel Bonilla

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    Veinte artesanos afros se organizaron para vender sus artesanías en diez módulos ubicados en el malecón del balneario de Las Palmas, en el norte de la ciudad de Esmeraldas.

    El objetivo es mostrar a los turistas una parte de la cultura afroesmeraldeña, basada en la construcción de réplicas de marimbas, bombos y paisajes norteños, con palmeras, trabajados en coco.

    Los artesanos ocupan el centro del malecón desde hace dos años. Ahí se ubicaron con el objetivo de vender sus productos, pero también con la idea de mostrar la representación de la cultura afro en cada detalle de sus artículos.

    Los módulos donde funcionan los construyó la Flota Petrolera Ecuatoriana EP. (Flopec), que cada mes cobra USD 250 más IVA por el alquiler de los locales. Esa empresa es la encargada de la administración del malecón.

    Los módulos de metal están a escasos 20 metros de la playa, eso permite a los turistas acercarse, para observar las 50 variedades de artesanías que exponen en perchas y vitrinas.
    La semana pasada Juan José Arango, un turista colombiano, pagó USD 12 por una marimba pequeña, la que llevaría de recuerdo hasta Cali, su ciudad natal.

    Antes recibió una explicación de uno de los artesanos, sobre la marimba declarada como patrimonio inmaterial de la humanidad, así como los cantos y la danza tradicional del pueblo afro.

    “El trabajo artesanal es muy bueno, por los detalles en los acabados y el mensaje del pueblo esmeraldeño, que promociona su cultura de esta manera”, señaló este visitante colombiano.

    Algo similar ocurrió con Carmen Elena Tobón, de la ciudad colombina de Pasto, que tras comprar pulseras con diseños afros, aprovechó para recibir una explicación del trabajo que realizan los artesanos en los 10 talleres en Esmeraldas.

    Los materiales son otro gancho. Las artesanías que se ofertan son trabajadas en coral, concha Spondylus, tagua, caña guadúa, madera, conchas de coco, pambil, calabazas y conchas de nácar, con las que elaboran aretes.

    Todos los locales cuentan con una sección de ropa afro como las batonas y kenyas o gorros, con características de tribus africanas. Esos atuendos se utilizan en Esmeraldas para las reuniones ceremoniales del pueblo afro.

    Jéssica Simisterra, una de las artesanas de Las Palmas, explica que muchos turistas quieren llevarse un recuerdo, y en el caso de las mujeres, prefieren las batonas para identificarse con la tierra.

    Simisterra tiene una inversión de USD 5 000 en sus artesanías, y tiene un promedio de venta de 700 al mes. Ella asegura que diciembre pasado fue un mes muy bueno para los artesanos.
    Otros artesanos tienen inversiones que sobrepasan de los USD  5 000, como Medardo Caicedo, que lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Según él, las ventas mejoran en febrero con el Carnaval, entonces pueden recuperar lo que no se vende en otros meses.

    “Nuestros mayores clientes son los propios esmeraldeños, que compran para tener en sus casas los rincones afros, en los que colocan una marimba, un bombo y las réplicas de mujeres afro danzando”, dice Caicedo.

    Uno de los locales más surtido es el de Édison Delgado. Él se encarga de recoger la concha del mar para hacer los aretes cuando el mar baja por completo. Los aretes de este artesano son de los artículos que más llaman la atención a los turistas.

    Los artesanos del balneario de Las Palmas ya trabajan en una promoción de sus artesanías en las caravanas que organiza el Ministerio de Turismo, en las provincias de la Sierra para invitarles a las playas de Esmeraldas

    Medardo Caicedo lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Medardo Caicedo lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • El turista conoce la cultura afro a través de artesanías

    Redacción Esmeraldas (F)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Dos muñecas afros elaboradas con cerámica adornan la vitrina del negocio de Ligia Abonía, una afroesmeraldeña dedicada a elaborar artesanías con temática de esa etnia.

    Una réplica de marimba hecha de pambil y una canoa cargada de frutas muestran la abundancia de los productos que se cosechan en las comunidades afro del norte de Esmeraldas. También se pueden apreciar pulseras hechas con conchas y coco, aretes de semillas, réplicas de marimberos, comuneros, bomberos y mujeres cantoras.

    Abonía lleva en este negocio 15 años, pero desde hace uno empezó con un trabajo mucho más formal. Obtuvo los permisos que entregan las autoridades para la comercialización de artículos.

    En el Ministerio de Industrias ha recibido capacitación sobre cómo proyectar sus ventas, presentación de productos y elaboración de presupuestos.

    Otros emprendedores también se han beneficiado, ya que estos proceso son parte de un proyecto de desarrollo artesanal que nació con el objetivo de mostrar la cultura del pueblo afro, a través de réplicas hechas con cerámica y madera, en un centro artesanal.

    De esa manera los artesanos de la ciudad se agruparon para acopiar la producción y luego venderla en un sitio donde los turistas concurran cuando estén en a Esmeraldas o Atacames. Abonía la exhibe en Multiplaza Mall.

    Para Martha Prías los detalles en la elaboración de las artesanías afro garantizan su compra. Desde hace un año es clienta de Abonía.

    La representante del Ministerio de Industrias en Esmeraldas, Gabriela Zambrano, explica que ese negocio es parte del programa denominado ‘Esmeraldas Innova’.

    A través de esta iniciativa se impulsa el trabajo que realizan los emprendedores, a los que se les guía para que regularicen su situación y puedan poner su producción en otros mercados con una mejor presentación.

    Hermenegildo Rodríguez, parte de los emprendedores de la cultura afro, señala que ellos empezaron con un capital de 25 millones de sucres (USD 1 000 en la actualidad). Luego fueron mejorando la inversión con capital propio hasta tener una base de cerca de 8 000.

    Él es antropólogo de profesión y uno de los activistas en la defensa de los derechos del pueblo afro, por eso le es fácil explicar a los turistas sobre el origen de su etnia, mientras los recibe en su tienda.

    Uno de los proveedores de las artesanías que venden en diferentes locales es es Jorge Ayala. Abastece con la mitad de la producción que necesitan para que las tiendas permanezcan llenas.

    En su taller trabajan dos personas más, que ayudan a elaborar un promedio de 50 piezas grandes y 50 pequeñas durante la semana,. Entre ellas están muñecas para adornar la sala, marimberos, etc.

    María Fernanda Chérrez es una de las impulsadoras que apoya a la difusión de las artesanías afros en el centro artesanal. “El proyecto de desarrollo artesanal ha sido una experiencia importante porque nos ha dado la oportunidad a mucha gente para conocer más de la cultura afroesmeraldeña”.

    La proyección del negocio es vender el producto en otros mercados del país a través de ferias artesanales y caravanas culturales.

    Ligia Abonía muestra algunas de las muñecas de cerámica que representan a mujeres de la cultura afro,  en el centro comercial Multiplaza. Foto. Marcel Bonilla / LÍDERES
    Ligia Abonía muestra algunas de las muñecas de cerámica que representan a mujeres de la cultura afro, en el centro comercial Multiplaza. Foto. Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Sombreros montuvios innovadores

    Redacción Santo Domingo

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    Los sombreros de mimbre se convirtieron en lienzos para la familia Aguayo. Elaboran gorros de diferentes tamaños y luego les dibujan paisajes o animales típicos de los pueblos montuvios de Manabí, Guayas y Los Ríos.

    Tres generaciones de esa familia se han dedicado a la venta de los sombreros desde hace 100 años.

    Mario Aguayo fue el precursor de esa actividad. En uno de sus viajes para recolectar alimentos en la montaña encontró que el bejuco o mimbre era similar a la paja toquilla, pero más resistente. Así que se llevó ese material hasta su casa y luego de ponerlo a secar elaboró un sombrero.

    El material le gustó a los montuvios radicados en Ventanas, Quevedo y Buena Fe, en la provincia de Los Ríos, y le hicieron varios pedidos. “A mi abuelo le gustaba dibujar y en los sombreros pudo desarrollar su habilidad para el arte”, señaló Hugo Aguayo, quien continúa con la confección.

    Para que los sombreros tuvieran mayor acogida, Aguayo los personificaba. A los ganaderos les dibujaba vacas, terneros o cerdos. Mientras que a los agricultores, les hacía cultivos de maíz, arroz y otros productos del campo.

    Según Hugo Aguayo, la familia dejó la actividad agrícola para dedicarse a los sombreros. Aguayo viajaba a Montecristi para aprender sobre las técnicas del tejido de sombreros de paja toquilla.

    También estuvo en Colombia para instruirse en la elaboración del sombrero vueltiao, del Caribe.

    Luego, su hijo Manuel Aguayo continuó la producción. Él expandió su arte a los pueblos montuvios de Manabí y Guayas. Además, empezó a elaborar sombreros gigantes para decoración de casas y restaurantes típicos.

    Él señaló que al mes confeccionan 30 sombreros junto con sus hijos Hugo y Vicente. En cada pieza tardan unos tres días y el mimbre lo consiguen en Esmeraldas, en el territorio de la nacionalidad chachi.

    Aguayo señaló que el negocio sigue siendo rentable porque el montuvio no se quita el sombrero para bañarse, comer o dormir. “Los montuvios nos caracterizamos por conservar nuestras costumbres y eso ha permitido que aún tengamos pedidos”, asegura.

    En la actualidad, la familia Aguayo recorre las zonas rurales de Manabí y de Los Ríos. Arman sus puestos en las vías por donde cruzan los ganaderos y agricultores. También recorren las hosterías para vender adornos montuvios.

    En los últimos tres años han participado en ferias como Expogan que se realiza en Santo Domingo de los Tsáchilas y que reúne a unos 3 000 ganaderos del país.

    Hugo Aguayo Luzárraga muestra dos modelos diferentes de sombreros con dibujos de caballos y aves. Foto; María Victoria Espinosa / LÍDERES
    Hugo Aguayo Luzárraga muestra dos modelos diferentes de sombreros con dibujos de caballos y aves. Foto: María Victoria Espinosa / LÍDERES