Etiqueta: artesanías

  • Artesanías de edición limitada se venden en línea

    Evelyn Tapia

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    Buena parte de la infancia de María Sara Gabela transcurrió en el taller de arte en el que trabajaba su madre, Carmen Ribadeneira, en el segundo piso de una casa en la avenida Coruña.

    Gabela es comunicadora y estudió Gestión de Proyectos de Ocio en la Universidad de Deusto, en España, pero los primeros años de su vida en el taller de su mamá fueron claves -dice- pues la acercaron al mundo del arte, que hoy es el eje de su negocio: Saramanaca.

    El apodo de su infancia ‘Saramanaca’, dio nombre a este negocio que ofrece piezas de arte y ­artesanías elaboradas exclusivamente por mujeres, con el que genera 25 empleos directos.
    La idea comenzó a gestarse en febrero de este año, con una inversión de USD 10 000; en julio ya tenía un concepto de marca, con lo que lanzó una tienda ‘online’ y abrió un ‘showroom’ ubicado en la vía a Nayón, cerca de Quito.

    Utensilios y mobiliario de madera de cedro reciclada, bordados y tejidos en croché, ponchos tejidos en telares, collages, accesorios de cuero y tazas de cerámica con diseños de autor, son algunos de los 169 productos disponibles en Saramanaca.

    Gabela cuenta que por tratarse de trabajos manuales, que tardan semanas en realizarse, cada ítem es de edición limitada. “De cada producto hay máximo cinco unidades. Ninguna pieza es exactamente igual a la otra, porque el arte es una interpretación”.

    Este es el segundo emprendimiento de Gabela. En el 2011 abrió un restaurante, pero lo cerró. “Conseguí un empleo fijo, pero luego me di cuenta que mi naturaleza es el arte y emprender”.

    Actualmente, Saramanaca tiene nueve proveedoras, pero cuando se inició, quienes proveyeron las primeras piezas fueron las mujeres de la familia: su mamá, que hace los artículos de madera; su abuela, Carmen Orellana, que teje en croché, y su prima, Marcela Ribadeneira, que hace cuadros con la técnica de collage digital.

    Claudia Otero es una de las proveedoras, que elabora tazas con diseños de autor. “Me encantó la idea porque está ligada al arte, y la intención de ella es muy desprendida, busca promover técnicas y oficios de artesanos que están casi escondidos”, destaca.

    En cuatro meses, Saramanaca ha alcanzado ventas por unos USD 3 000. Gabela cuenta que solo el 30% de sus ventas se realizan en la tienda virtual, el resto a través de visitas al ‘showroom’.

    Además de este espacio, Gabela cuenta que la estrategia para darse a conocer fue abrir tiendas itinerantes, conocidas como pop-up, y visitar ferias.

    Así muestra la calidad de los productos y promociona el canal virtual. “Abrimos dos tiendas itinerantes para comenzar. La primera fue un fin de semana de julio y la segunda del 13 al 15 octubre, en Miravalle. El cliente puede ver, tocar y sentir la calidad”, señala. El 2018 espera continuar con esta estrategia, abriendo cuatro tiendas itinerantes como mínimo.

    Aunque el cliente promedio prefiere ver y tocar el producto, Gabela trabaja con un equipo de comunicación para que el negocio en línea se consolide. “Somos número uno para comprar por Amazon, pero nos cuesta comprar lo nacional en línea, estamos trabajando en eso”, dice.

    María Sara Gabela comenzó este emprendimiento en febrero. Ofrece unas 169 piezas de arte y artesanías. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    María Sara Gabela comenzó este emprendimiento en febrero. Ofrece unas 169 piezas de arte y artesanías. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Artesanías de edición limitada se venden en línea

    Evelyn Tapia

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    Buena parte de la infancia de María Sara Gabela transcurrió en el taller de arte en el que trabajaba su madre, Carmen Ribadeneira, en el segundo piso de una casa en la avenida Coruña.

    Gabela es comunicadora y estudió Gestión de Proyectos de Ocio en la Universidad de Deusto, en España, pero los primeros años de su vida en el taller de su mamá fueron claves -dice- pues la acercaron al mundo del arte, que hoy es el eje de su negocio: Saramanaca.

    El apodo de su infancia ‘Saramanaca’, dio nombre a este negocio que ofrece piezas de arte y ­artesanías elaboradas exclusivamente por mujeres, con el que genera 25 empleos directos.
    La idea comenzó a gestarse en febrero de este año, con una inversión de USD 10 000; en julio ya tenía un concepto de marca, con lo que lanzó una tienda ‘online’ y abrió un ‘showroom’ ubicado en la vía a Nayón, cerca de Quito.

    Utensilios y mobiliario de madera de cedro reciclada, bordados y tejidos en croché, ponchos tejidos en telares, collages, accesorios de cuero y tazas de cerámica con diseños de autor, son algunos de los 169 productos disponibles en Saramanaca.

    Gabela cuenta que por tratarse de trabajos manuales, que tardan semanas en realizarse, cada ítem es de edición limitada. “De cada producto hay máximo cinco unidades. Ninguna pieza es exactamente igual a la otra, porque el arte es una interpretación”.

    Este es el segundo emprendimiento de Gabela. En el 2011 abrió un restaurante, pero lo cerró. “Conseguí un empleo fijo, pero luego me di cuenta que mi naturaleza es el arte y emprender”.

    Actualmente, Saramanaca tiene nueve proveedoras, pero cuando se inició, quienes proveyeron las primeras piezas fueron las mujeres de la familia: su mamá, que hace los artículos de madera; su abuela, Carmen Orellana, que teje en croché, y su prima, Marcela Ribadeneira, que hace cuadros con la técnica de collage digital.

    Claudia Otero es una de las proveedoras, que elabora tazas con diseños de autor. “Me encantó la idea porque está ligada al arte, y la intención de ella es muy desprendida, busca promover técnicas y oficios de artesanos que están casi escondidos”, destaca.

    En cuatro meses, Saramanaca ha alcanzado ventas por unos USD 3 000. Gabela cuenta que solo el 30% de sus ventas se realizan en la tienda virtual, el resto a través de visitas al ‘showroom’.

    Además de este espacio, Gabela cuenta que la estrategia para darse a conocer fue abrir tiendas itinerantes, conocidas como pop-up,y visitar ferias.

    Así muestra la calidad de los productos y promociona el canal virtual. “Abrimos dos tiendas itinerantes para comenzar. La primera fue un fin de semana de julio y la segunda del 13 al 15 octubre, en Miravalle. El cliente puede ver, tocar y sentir la calidad”, señala. El 2018 espera continuar con esta estrategia, abriendo cuatro tiendas itinerantes como mínimo.

    Aunque el cliente promedio prefiere ver y tocar el producto, Gabela trabaja con un equipo de comunicación para que el negocio en línea se consolide. “Somos número uno para comprar por Amazon, pero nos cuesta comprar lo nacional en línea, estamos trabajando en eso”, dice.

    María Sara Gabela comenzó este emprendimiento en febrero. Ofrece unas 169 piezas de arte y artesanías. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    María Sara Gabela comenzó este emprendimiento en febrero. Ofrece unas 169 piezas de arte y artesanías. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Caretas de la Diablada son parte del día a día de Píllaro

    Modesto Moreta

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    Pómulos salientes, dientes afilados, grandes cuernos, una nariz prominente y curvada, y una sonrisa amplia caracterizan a las caretas de la tradicional ‘Diablada’ Pillareña’.

    Esta fiesta declarada como Patrimonio Intangible de la Nación que se cumple en Píllaro, del 1 al 6 de enero de cada año, tiene 15 artesanos dedicados a la confección y diseño. Los talleres se encuentran repartidos en diversos sectores de este cantón de Tungurahua.

    Marco Caillamara, de 40 años, tiene su local de artesanías denominado Kusulunku. Pinta cuadros y confecciona estas máscaras para comercializarlas o entregarlas a quienes le solicitan bajo pedido. En su local exhibe más de una docena de caretas de todos los tamaños para esta comparsa. En su emprendimiento familiar moldea 50 caretas. Los ingresos superan los USD 5 000 anuales.

    Allí diseña y elabora a mano las máscaras estrafalarias que sus clientes le solicitan. Otras las vende en los días de la fiesta que dura seis días. A esta actividad dedica entre 5 y 6 horas diarias desde agosto pasado.

    En una mesa de madera da forma a la careta. Usa papel reciclado y abundante engrudo para el pegado. Cuenta que cuando se seca adquiere una dureza que impide desprenderse los cuernos, especialmente de las máscaras más grandes. Esta técnica la aprendió hace más de 15 años y las aplica en cada una de sus obras.

    En el patio de su casa están cuatro caretas que tienen un par de cuernos de chivo y otros dos de borrego merino. También, hay de venado. Es objetivo de Caillamara es evitar salirse de la esencia misma de la fiesta, es decir, que todas las máscaras estén hechas con papel maché y pintadas con los colores negro y rojo.

    Por esa riqueza cultural, este festejo popular en enero del 2009, fue declarado Patrimonio Cultural del Ecuador. Cada año 13 delegaciones o partidas de las comunidades y barrios de Píllaro como Rumihuaico, Robalinopamba, Marcos Espinel. Además Cochaló, Chacata El Carmen Tres Esquinas, Elevación, Escuela de Danza y Guangüibana se apoderarán de la plaza central de Píllaro.

    Caillamara cuenta que cada año confecciona 35 máscaras bajo pedido. El cliente le trae en dibujo o el modelo y le confecciona y solo 15 saca para comercializarlas en las calles durante la fiesta. Los tamaños van desde los 40 centímetros a tres metros de largo. “El tiempo para confeccionar una careta tarda una semana, la demora es en el secado. Las grandes tardan tres”, dice Caillamara.

    Los precios fluctúan de entre USD 40 a 350. “Mantenemos los rasgos de la Diablada Pillareña, es un Diablo mestizo y diferente a la de Bolivia”.

    Italo Espín promotor Cultural y artesano, cuenta que en Píllaro hay 15 talleres dedicados a la confección de caretas de la Diablada. También, sastrerías que cosen los trajes de color rojo. Se compone de una blusa, un pantalón y una capa del mismo color. Está adornada con lentejuelas, encajes y otros adornos.

    Para Italo las versiones orales de los adultos mayores y las investigaciones efectuadas cuentan que esta tradición se mantiene por más de 150 años.

    Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes
    Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes
  • Artesanías, quesos y turrones por cuidar el páramo de Natawa

    Redacción Sierra Centro
    (F-Contenido Intercultural)

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    Los indígenas de San José de Natawa, de la parroquia Salinas, en Guaranda, ofertan el turismo comunitario y la visita a los talleres artesanales y de elaboración de turrones y quesos. Estos emprendimientos surgieron por la necesidad de recuperar sus páramos y vertientes de agua.

    Según Juan Chulco, dirigente de la comunidad, las 50 familias criaban entre 40 y 90 ovejas. Las pezuñas de los borregos destruían las plantas y se requerían pastizales por el aumento de los animales. Toda esta destrucción no representaba una ganancia para el campesino que ofertaba a las ovejas en las ferias de la provincia de Bolívar.

    El dirigente explica que el proceso de cambio en los sectores turísticos, artesanal y gastronómico inició en el 2004. La primera medida de la comunidad fue reducir la cantidad de ovejas e introducir las vacas y llamas.

    “La capacitación fue el eje principal para los emprendimientos de la quesería y los turrones. Los compañeros comprendieron la importancia de cuidar la naturaleza y aprovechar los recursos de los animales para generar ingresos económicos”, asegura Chulco.

    Las mujeres tuvieron la iniciativa con la elaboración de canastos, llaveros, sombreros y aretes. Las artesanías tienen diferentes modelos y técnicas de elaboración con la paja y la fibra de la cabuya. Su costo es de USD 2,50.

    María Aucatoma es la encargada de coordinar y trabajar con 26 compañeras. La mujer de contextura delgada explica que con la lana de borrego y de llama incursionaron en la elaboración de los ponchos, suéteres, gorros y guantes con la lana. Los precios van desde los USD 8 hasta los 28.

    “Los productos se ofertan en las ferias de la comunidad y la expoferia de la parroquia Salinas que será en septiembre. Invitamos a los turistas a adquirir nuestros productos”, indica Aucatoma.

    La elaboración de quesos es otro de los ejes que mueve la economía de la comunidad. Los dirigentes con el apoyo de empresas privadas lograron construir la quesería Natawiñita. Allí se elabora el queso andino y mozarela.

    César Poaquiza es el encargado de elaborar el producto que se oferta en los mercados de Latacunga, Quito, Guayaquil, Ambato y Riobamba. El indígena explica que en el día se elaboran 50 quesos y la cantidad sube cuando llega la leche de las comunidades vecinas.
    “Hay algunas variedades de quesos que estamos de a poco incursionando. Nuestros productos participan en el festival del queso que se realiza en noviembre y donde hemos logrado varios reconocimientos”, asegura Poaquiza.

    A pocos metros se encuentra la fábrica de turrones de 30 y 45 gramos. Al día se elabora 500 dulces elaborados con miel, yema de huevo y maní. Estos son envueltos con papel especial con la marca Turrón El Danielito.

    Marco Mazabanda trabaja cinco años en la elaboración del producto. “Estamos posicionados en el mercado local pero buscamos afianzarnos en las provincias de la Sierra centro”, indica Mazabanda.

    Los dos productos artesanales son entregados al proyecto Salinerito para que puedan comercializarse en otras zonas del país o sean exportados.

    Los hermanos Marco y Édgar Mazabanda son los encargados de elaborar los turrones de la marca El Danielito en la comunidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los hermanos Marco y Édgar Mazabanda son los encargados de elaborar los turrones de la marca El Danielito en la comunidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Saraguro muestra todos sus atractivos

    Giovany Astudillo

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    El turismo ancestral beneficia a 80 familias indígenas del cantón lojano de Saraguro. Ellos muestran los paisajes, la cultura, la gastronomía, las artesanías y las costumbres de las comunidades de Ñamarín, Lagunas, Chamical, Ilincho, Gera y Oñacápac.

    Estas familias pertenecen a la Red de Turismo Comunitario de Saraguro Ricu y cuentan con el apoyo de la operadora de turismo Saraurku. Cada pueblo está especializado en una actividad para complementar la oferta turística.

    Así, por ejemplo, en Lagunas se muestra la música y danza andina de los saraguros. En cambio, Ñamarín promociona los tejidos ancestrales, mientras que Ilincho oferta los rituales ancestrales y los baños ceremoniales; Oñacápac, los atractivos naturales; y Gera, el guajango, que es una bebida procesada del penco. Los indígenas la beben en fiestas importantes como matrimonios o el Inti Raymi.

    Para preparar esta bebida se extrae el líquido dulce denominado mishqui, que brota de los pencos maduros. Son plantas que tienen un promedio de 12 años de vida y se identifican porque son grandes. A mayor tamaño más edad.

    El penco es escogido por esa condición y su tallo es perforado. Se deja el hueco durante dos o tres días para que el líquido natural brote. Posteriormente, se saca diariamente.

    Cada año cerca de 850 visitantes recorren estos atractivos, principalmente, los fines de semana. Siete de cada diez son extranjeros que llegan desde Estados Unidos, España, Francia, Alemania, entre otros países. El resto arriba desde Quito, Cuenca, Riobamba y otras ciudades ecuatorianas.

    Por lo general, son estudiantes universitarios de las escuelas de turismo, señala el gerente de la operadora de turismo Saraurku, Lauro Guayllas.

    En el caso de los extranjeros se hace los contactos a través del sitio web www.turismosaraguro.com, de las redes sociales como Facebook y “por recomendación de quienes ya visitaron y operadoras extranjeras”, agrega Guayllas.

    La agencia Saraurku fue creada hace cinco años y ofrece paquetes que van desde un día y medio de convivencia hasta 22 días. Esta se encarga de promocionar los atractivos de estas comunidades.

    En Saraguro el turismo comunitario se inició hace más de una década. El objetivo fue respetar la naturaleza, valorar el patrimonio y fortalecer costumbres y tradiciones. Según Guayllas, este proyecto empezó con el apoyo de la organización Hatún Kawfay. La organización, la capacitación, la identificación de atractivos, provisión de servicios de alojamiento y comida demoró cuatro años. También se delinearon las estrategias de sostenibilidad y financiar las inversiones.

    Según Guayllas, el costo de un paquete turístico va desde los USD 35 por persona y por día. Pero el precio depende de los días, los servicios que se requiere y de cuantas personas participen.

    La presentación de música andina vale USD 30 y las danzas ancestrales para los turistas cuestan USD 40. La noche de alojamiento tiene un costo de USD 10.

    Guayllas señala que la actividad turística representa un ingreso complementario para los habitantes de las comunidades Ñamarín, Lagunas, Chamical, Ilincho, Gera y Oñacápac, que se dedican principalmente a la agricultura, ganadería y artesanías.

    Él calcula que la llegada de turistas representa un ingreso anual de cerca de USD 20 000, que son distribuidos entre todas las familias dependiendo de los servicios que brindarán.

    Los habitantes de Ñamarín muestran a los visitantes cómo elaboran las mantas, chalinas, ponchos, bufandas de lanas. Su labor se cumple en telares artesanales y con técnicas ancestrales.

    En Gera, en cambio, el turista aprende sobre el cultivo de la tierra, las mingas y cómo compartir los alimentos. En este poblado también existe un museo que es administrado por las autoridades del plantel educativo San Francisco.

    En este espacio se recreó cómo vivían los antepasados saraguros. Además, en Gera se puede conocer el mirador natural del Cóndor.

    Guayllas señala que, en la actualidad, buscan incluir en este recorrido a los saraguros que viven en el cantón Yacuambi, en Zamora Chinchipe. Allí, se quiere promocionar el recorrido por el sendero que transitaron los antepasados indígenas hace 150 años.

    El indígena saraguro José Cartuche ofrece alojamiento en la comunidad de Ñamarín. La noche cuesta USD 10. Fotos: Lineida Castillo / LÍDERES
    El indígena saraguro José Cartuche ofrece alojamiento en la comunidad de Ñamarín. La noche cuesta USD 10. Fotos: Lineida Castillo / LÍDERES
  • El cansancio ante las marcas favorece a las artesanías

    Agencia EFE

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    Los compradores jóvenes de Estados Unidos buscan productos elaborados por artesanos porque están cansados de las grandes marcas y desean contribuir a generar un cambio positivo, afirmó la semana pasada el consultor Colvin English en la clausura de la feria Perú Moda y Gift Show 2017 en Lima.

    “Ahora en el mercado estadounidense estamos viendo la más alta demanda para productos de artesanía y hay muchas razones para esto”, declaró English.

    El fundador de la empresa estadounidense By Hand consulting mencionó entre las razones para el interés en la producción de los artesanos que “las generaciones más jóvenes han crecido en un mundo que está muy interconectado y quieren estar conectados personalmente con los productos que compran. Los productos artesanales no solo les permite estar conectados, sino que les permite sentir que su dinero esta siendo usado para cambiar el mundo positivamente”, anotó.

    Además, English considera que los compradores más jóvenes están cansados de marcas y etiquetas de las grandes compañías, “así que es una buena oportunidad para los artesanos de entrar en el mercado”, señaló.

    English pertenece a una familia de talladores en madera y después de trabajar en corporaciones de importación y distribución de artesanías en EE.UU., se convirtió hace 10 años en consultor y lleva compradores de estos artículos a ferias como la organizada por la Comisión de Promoción del Perú para Exportación y Turismo (PromPerú) en Lima.

    En la feria, English dijo haber encontrado “muchos productos bellos para niños” y cada vez más prendas elaboradas con algodón orgánico ecoamigable, un insumo que ha cobrado mayor importancia para la moda infantil.

    Los productos artesanales no son baratos, afirmó English, “son productos que tienen un alto precio porque se debe invertir mucho tiempo en producirlos y el comprador reconoce su calidad y está dispuesto a pagarlo, pero el artesano debe responder a esta demanda”.

    Entre los compradores que el consultor trajo a la feria este año figuran algunos de grandes cadenas nacionales, “que tienen muy pocos productores en la capacidad de producir en la cantidad y velocidad que necesitan”, también mayoristas y tiendas pequeñas que hacen compras reducidas para exportar.

    Asimismo, hay compradores “pioneros” que están dispuestos a conocer nuevos productores y pueden viajar, por ejemplo, a las andinas Cuzco o Puno para conocer a los tejedores con lanas de alpaca, asentados en esas regiones sureñas. “Cada año traemos compradores a Perú Moda y Gift Show y una de las metas es de que se enamoren de Perú. (…) porque si se enamoran de Perú, van a querer pasar más tiempo aquí y comprar más”.

    English fue uno de los expositores del Foro de Innovación Internacional, que se realizó en paralelo con la feria, y que tuvo entre sus conferencistas a Ayako Yoshida de Japón, Grace Lant de Italia, Roy Bendor de Israel e Isabel Berz de España, entre otros expertos. La feria atrajo a 700 compradores de 29 países para hacer negocios.

    La feria Perú Moda y Gift Show 2017 atrajo a 700 compradores de 29 países para hacer negocios, la semana pasada. Foto: Facebook Oficial
    La feria Perú Moda y Gift Show 2017 atrajo a 700 compradores de 29 países para hacer negocios, la semana pasada. Foto: Facebook Oficial
  • Una vitrina para el producto local

    Redacción Quito

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    Una pareja de esposos y una amiga se convirtieron en la combinación perfecta para levantar un negocio. El nombre de este emprendimiento es Ashanka y aglutina cerca de 23 productos elaborados con manos de personas ecuatorianas.

    Los nombres de estos emprendedores son Rocío Castro (amiga), Johana Calderón y Edwin Carpio (esposos).

    El emprendimiento nació como una tienda en línea para ayudar a las pymes a que comercialicen sus productos de forma justa. Su objetivo es que los productores de Quito entreguen sus productos a las diferentes localidades de Ecuador y, si es posible, exportar los productos al exterior.

    Ashanka, que significa canasta en quichua, tiene varias temáticas como los productos orgánicos como el café, la panela con jengibre; se suman los collares con piedras típicas de la serranía, las flores eternizadas, los peluches de animales típicos de las regiones del país y más. En total hay una variedad de 300 productos. “Nuestros productos tienen algo de diferente”, señala Calderón.

    Una de las características esenciales de este emprendimiento es su capacidad de entrega inmediata del producto. Al ser una tienda en línea, los emprendedores y amigos pueden enviar el producto el mismo día del pedido o demorarse hasta dos días. “Tenemos un tiempo cortito de entrega, por lo que es bueno para nuestros clientes”, sostiene Carpio.

    El hombre asegura que las tiendas en líneas son un espacio de compra seguro, por lo que hay varias alternativas para hacerlo como transferencias bancarias, una plataforma digital, que garantiza la seguridad del comprador. En estos días trabajan en ventas con tarjeta de crédito, que es otra forma segura de venta.

    Uno de los productos más demandados en febrero pasado fueron los peluches típicos de las regiones del país, que es de la marca Muyo. Estos fueron los más demandados, explican los amigos, que decidieron abrir un ‘showroom’ en la parroquia de Conocoto, entre las calles Gribaldo Miño e Ilaló.

    “El local se abrió por mayor seguridad para sus clientes y para que tengan la oportunidad de palpar los productos ecuatorianos”, señala Castro.

    Otros productos demandados son los juguetes de madera, que son elaborados de forma artesanal y el café.

    El negocio se levantó con el esfuerzo de estos tres emprendedores, que reunieron USD 30 000 para organizarse y lanzar la plataforma digital y, ahora, la tienda.

    Su trabajo lleva más de un año en pie y le apostaron con el objetivo de que el ‘e-commerce’ se afiance en el país.

    En esta tienda virtual y presencial se puede encontrar productos alimenticios como duraznos artesanales a USD 2,50 comida o mochilas para bebé a 100.

    Actualmente el negocio facturan unos USD 2 500 mensuales, que significa que venden cerca de 60 o 70 productos nacionales.

    Los productos de calidad son otro de sus fuertes en el emprendimiento, que apuesta por lo nacional o lo ecuatoriano.

    Andrés Salinas es un joven que vive en el valle de Los Chillos y es un amante de los productos típicos del país. “Es una forma de apoyar a los productores, que con esfuerzo levantan sus negocios”.

    Para él, además, es importante que haya espacios para comprar en línea, por lo que dice que este tipo de emprendimientos van ganando terreno en la ciudad y en el país.

    Edwin Carpio, Rocío Castro y Johana Calderón levantaron la tienda en línea Ashanka, que significa canasta en quichua. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
    Edwin Carpio, Rocío Castro y Johana Calderón levantaron la tienda en línea Ashanka, que significa canasta en quichua. Foto: Valeria Heredia / LÍDERES
  • Ellos emprenden con recuerdos del país

    Redacción Quito

    Un emprendimiento cumplió tres objetivos en la vida de Christian Díaz: traer a su madre desde Estados Unidos, ayudar a su familia y apoyar a los emprendedores ecuatorianos.

    Con estas bases, Díaz levantó el negocio denominado Souvenirs Ecuador, una tienda que aglutina a 200 productos de 44 artesanos proveedores. Los sacos y ponchos de alpaca, los sombreros de paja toquilla, los vestidos y camisas típicas de Otavalo, las artesanías tradicionales, el chocolate fino de aroma son algunos de los productos que tienen en esta tienda.

    Souvenirs Ecuador nació en 2012 como una pequeña isla ubicada en el tercer piso de la Basílica del Voto Nacional, en el Centro Histórico de Quito. Luego de unos meses se convirtió en una tienda, que da la bienvenida a los turistas que disfrutan de la vista panorámica de esta iglesia emblemática de la capital y que quieren un recuerdo de la ciudad.

    La idea nació con el objetivo de tener un ingreso adicional para Díaz, su esposa Isabel Betancourt y, sin duda, para su madre Susana de Díaz, quien vivió durante 15 años en EE.UU. Este último fue su primer impulso que le llevó a levantar este negocio, que nació de un paseo junto con su esposa.

    Ambos fueron de paseo a la Basílica y pensaron en que es uno de los lugares más representativos de la ciudad; mientras recorrían las instalaciones vieron que estaban abandonadas. No lo dudaron más y gestionaron el alquiler de una parte de las instalaciones.

    El primer producto que vendieron fueron unas tasas decoradas con fotos de la iglesia. Díaz fue el encargado de tomar las fotografías y luego imprimirlas como buen ingeniero de sistemas.

    Al principio dudaron porque él y su esposa estaban acostumbrados a tener un trabajo fijo y, en su caso, trabajar en el sector de la banca como su padre.

    Esta idea cambió tras unos inconvenientes en su extrabajo, por lo que ‘puso cabeza’ y surgió este emprendimiento, que cuenta con souvenirs propios como unas bolas, que tienen lugares turísticos. “Poco a poco fuimos aprendiendo a ser empresarios”, afirma el quiteño con franqueza.

    Estos productos, que son elaborados con resina, vidrio y otros materiales, se comercializan dentro de la tienda y también fuera.

    La familia Díaz entrega el souvenirs en tiendas de aeropuertos, hoteles, cadenas comerciales y más. La persona que está a cargo de las ventas al por mayor es su padre, que dejó la banca por el estrés que le generaba su trabajo. En total tienen 22 productos con diferentes lugares turísticos como la Basílica, el Panecillo, Galápagos, etc. “Así los turistas se llevan un detalle bonito y regresan”.

    La inversión inicial sumó los USD 5 000, destinados a la compra de los productos, que vienen desde diferentes sectores del país como Otavalo.

    Las primeras ventas fueron bajas, ya que alcanzaron los USD 240 al mes. Pero con tenacidad y esfuerzo familiar, las ventas crecieron a USD 8 000 mensuales.

    Su mamá Susana siente una gran alegría al trabajar junto con su familia, ya que gracias a su hijo logró volver a su patria. Ella salió del país en el año 1994 para buscar mayores ingresos económicos.

    No fue fácil para este emprendedor de 38 años, que se quedó sin su progenitora a los 17 años. “La migración es dura, por lo que tenía que hacer lo posible para traer a mi madre al país”.

    Susana de Díaz lo afirma. Ella trabajó en varios hoteles en Estados Unidos para educar a sus hijos. En esa época no tuvo otra opción más que viajar al exterior como migrante. Aclara que no fue a cumplir el ‘sueño americano’ porque tuvo que dejar a su familia.

    Cuando volvió a su tierra ya no tuvo necesidad de migrar porque su hijo levantó el negocio para ella, para garantizar su permanencia en el país. “Gracias a eso pude regresar y quedarme en el país”.

    Los turistas extranjeros vienen y van, al igual que nacionales. Patricia Soto, quien se enteró de la tienda por Internet, dice que irá a comprar las artesanías para ayudar a productores ecuatorianos.

    Susana de Díaz y Christian Díaz son los emprendedores que levantaron la tienda Souvenirs Ecuador. Foto: Galo Paguay /LÍDERES
    Susana de Díaz y Christian Díaz son los emprendedores que levantaron la tienda Souvenirs Ecuador. Foto: Galo Paguay /LÍDERES
  • Artesanías finas con el toque de comunidades nacionales

    Redacción Quito

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    Artesanías fines hechas con insumos de comunidades autóctonas del Ecuador más el diseño de Ivonne Durán es lo que se halla en Maquipura.

    Esta boutique nació en el 2008. Durán elaboraba manualidades y las vendía a otros almacenes, pero creció y decidió tener algo propio. Comenzó con ropa artesanal.
    En la tienda se observan diferentes productos como carteras, chales, correas, etc., hechas con macanas; telares, bisutería con tagua, coco, entre otros materiales. No faltan sombreros de paja toquilla, adornos para la decoración hechos con metales como la plata o peltre y otros productos.

    Al inicio, Durán mostraba su oferta para sus amigos y familiares. Sin embargo, fue creciendo y en los primeros años consiguió alrededor de 300 clientes, mientras que en la actualidad tiene entre 700 y 800, que son eventuales.

    La esencia del negocio, además de económico, es social y cultural. A Durán siempre le ha gustado dar trabajo a otras personas por lo que trabaja con representantes de diferentes comunidades del país como los saraguros o habitantes de Tigua (Cotopaxi), Sígsig (Azuay) y otras comunidades.

    Durán cuenta con 30 proveedores a escala nacional. Una de ellas es Carmen Vera, quien le provee a Maquipura “de macanas y paños. De lana, de hilo mercerizado. Es buena compradora”.

    Todos los materiales de los productos que se comercializan en Maquipura son 100% nacionales.

    La base de los tapices, por ejemplo, está hecha en telar de cintura por los saraguros, con lana de borrego en los colores que yo les indique. El diseño y las figuras están a cargo de Durán.

    Entre la temática de estos se encuentran pájaros de la Amazonía o Galápagos, árbol de la vida, etc. Mientras que en los adornos hechos con metal se observan figuras precolombinas como las Venus de Valdivia en sacacorchos o aretes con figuras de petroglifos.

    Incluso, en las cajas en las que se venden los productos consta un pequeño folleto con datos históricos de los diferentes productos. “Mis clientes son nacionales, no extranjeros. Compran para regalarles a los visitantes”, indica.

    Hasta el 2014 la facturación al año era de unos de USD 50 000, pero luego bajó a USD 12 000. El bajón va de la mano de la compleja situación económica del país.

    Algunos talleres, cuenta Durán, incluso han cerrado. Es por ello que a inicios del año anterior creó un grupo de Facebook con diferentes artesanos al que denominó Thapachacuy, que traducido al español es hacer nido, con el fin de impulsar sus ventas en ferias.

    Uno de los encuentros más destacados ha sido el que desarrollaron en el Club Jacarandá en diciembre . Allí tuvieron el apoyo, incluso, de empresas de comida y otras para atraer al público.

    La Cámara de Comercio de Quito (CCQ), de la cual Maquipura es socia, destacó a este negocio y a la iniciativa de Thapachachuy. “Todos han unido sus esfuerzos para poner a consideración de la comunidad excelentes oportunidades de negocios, sin intermediarios de ningún tipo”.

    Durán siente que debe seguir impulsando las acciones de este grupo y apoyar en el desarrollo de los artesanos integrantes.

    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Artesanías de madera destacan en Alangasí

    Valeria Heredia

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    Una familia de artesanos de la parroquia de Alangasí emprendió un negocio de elaboración de cajas de madera. No son cajas comunes, ya que tienen impregnados paisajes ecuatorianos, adornos y logos. Su objetivo es rescatar lo nacional.

    Entre los diseños que se pueden observar en las cajas están la cúpula de la Catedral de Cuenca o los paisajes andinos del Ecuador.

    El emprendimiento se llama Jarrín Arte y Madera y el taller está ubicado en la calle Simón Bolívar, en la parroquia rural de Quito.

    El emprendimiento arrancó hace 20 años cuando Juan Jarrín apostó a la realización de cajas de madera, aunque el negocio se levantó años antes con su padre, quien es carpintero.
    Jarrín ayudaba en la elaboración de muebles para los clientes, sin embargo, eso no le llenaba. Por ello decidió dar un giro a su negocio y hacer cajas para todas las ocasiones: regalos de cumpleaños, bodas y fechas especiales.

    Antes de tomar esta decisión, Jarrín estudiaba en la universidad, pero por falta de dinero tuvo que abandonar su carrera. Se quedó en primer año.

    Esto no fue un impedimento para continuar con su vida y emprender su negocio. Tampoco fue ron un obstáculo sus problemas de audición, que le acompañan desde el año de edad.

    Su taller está dentro de su casa. En este espacio tiene el material que trae desde Guayaquil. Cuenta con las herramientas que le ayudan a dar forma a la madera.

    En este negocio trabaja junto con su hermana Verónica Jarrín, quien es la encargada de realizar las láminas de madera. Para ella, el ‘plus’ de sus cajas es que se trabaja en familia y se realiza una labor artesanal para resaltar lo ecuatoriano o “lo nuestro”. “Queremos exaltar nuestros paisajes andinos y lo intercultural, no solo dentro de Ecuador sino fuera”, dijo ella.

    Este año, asegura la mujer, esperan encontrar nuevas empresas y más clientes para entregar las cajas de madera. “Esperamos que se concrete el negocio con otras compañías, incluso, para exportar las artesanías fuera del país”.

    Para este alangaseño trabajar junto con sus seres queridos es una ventaja porque puede conversar y disfrutar de un tiempo agradable con ellos.

    El proceso de elaboración de las artesanías depende de la forma de la caja. Hay algunas que son rectangulares y demandan menos tiempo. Otras son hexagonales y se requiere más horas, porque implica hacer moldes y cortar.

    El primer paso es sacar el diseño del paisaje. Se corta en una máquina para que el resultado final sea impecable, dice el emprendedor.

    En el taller Jarrín Arte y Madera se elaboran entre 130 y 150 cajas de madera a la semana para empresas con las que trabajan y para personas particulares. Los clientes resaltan este tipo de artesanías.

    El trabajo en este emprendimiento demanda tiempo y trabajo arduo de los siete integrantes que lo conforman.

    Levantar este negocio fue un reto para Jarrín y su familia. Implicó tiempo y dinero. El monto inicial fue de USD 8 000, que incluyó la maquinaria y las herramientas necesarias para hacer las cajas.

    El dinero salió de un negocio adicional que emprendió Juan Jarrín: la elaboración de juguetes de madera, juegos didácticos, marcos para cuadros y otros. Dejó de fabricarlos porque la competencia empezó a crecer y no había espacio para todos.

    Ahora, las ventas de las artesanías alcanzan los USD 3 500 mensuales. Los precios de las cajas son económicos, ya que alcanza un precio de USD 9 en adelante, dependiendo del modelo y la complejidad de las cajas.

    Este año está lleno de retos para Jarrín, ya que entrará con fuerza en la elaboración de cajas con más paisajes ecuatorianos. Sacará diseños con lugares típicos de cada región del Ecuador. “Esta es una de las estrategias que utilizaré para posicionar el negocio”.

    En el tema de ventas también buscará mejorar porque quiere ampliar su portafolio de clientes.
    En Alangasí, Jarrín es conocido como el maestro Juan. Sus amigos más allegados resaltan que es un ejemplo de admiración, de constancia en su trabajo, porque sus inconvenientes auditivos no han sido un impedimento para seguir imaginando, diseñando y construyendo las artesanías de madera, según comenta Henry Quimbiulco, vicepresidente de la Junta Parroquial. “Es un emprendedor que coloca alma, mente, manos, vida y corazón”. Destaca que este tipo de emprendimientos de su parroquia son valorados porque rescatan lo típico de la localidad.

    Juan Jarrín elabora cajas de madera hace 20 años. Ayudaba a su padre en la confección de muebles. Foto: Galo Paguay/LÍDERES
    Juan Jarrín elabora cajas de madera hace 20 años. Ayudaba a su padre en la confección de muebles. Foto: Galo Paguay/LÍDERES