Etiqueta: chocolate

  • El chocolate artesanal se elabora en familia

    Cristina Marquez

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    Las barras de 3H Chocoatl se pueden disolver en leche o en agua. Con solo un pequeño pedazo del chocolate y un poco de canela, la bebida adquiere un sabor y aroma intensos, además de un gusto original.

    El secreto, según los fundadores del emprendimiento, es que se trata de pasta pura de cacao. El producto no tiene saborizantes sintéticos, azúcares, grasas adicionales y tampoco ningún tipo de conservantes.

    “Nos esforzamos por rescatar el sabor original del chocolate, tal como lo bebían los ancestros. Además, al ser un producto totalmente natural, tiene varios beneficios para la salud”, afirma Jorge Ávalos, gerente de este emprendimiento.

    El proceso de producción de las barras consiste en secar las semillas de cacao, tostarlas, molerlas y retirar la grasa natural de la planta, hasta lograr la textura de una pasta. Todo ese proceso se realiza de forma artesanal en casa de la familia Ávalos.

    Jorge y sus hermanos se enamoraron del sabor del chocolate en su infancia. Ellos son oriundos del cantón Cumandá, al sur de Chimborazo, un sitio privilegiado para la producción de cacao fino de aroma debido al clima y a la altura.

    Su madre, Laura Yuqui, preparaba chocolate artesanal con los frutos que se recogían en las plantaciones de su casa. “El sabor de ese chocolate nunca se igualó a los otros que podíamos comprar en la tienda. Ahora sabemos que se debe a la preparación artesanal y a la calidad de nuestro cacao”, afirma el emprendedor.

    Antes de iniciar el negocio, la familia Ávalos se dedicaba a comercializar el cacao de sus plantaciones. Las semillas se enviaban a Guayaquil, sin embargo, se sentían perjudicados en los precios por los intermediarios.

    El valor del quintal del cacao decayó y la familia estuvo en crisis en varias ocasiones. Jorge, hoy de 35 años, decidió en el 2014 renunciar a su trabajo como técnico en mantenimiento de empresas privadas para mejorar la economía de su familia y fundar un emprendimiento propio.

    La investigación de mercado y la prueba de recetas duró casi dos años. Jorge experimentó con cacao de diferentes variedades y sembrado a distintas alturas, así descubrió diferencias de sabor en el cacao que se produce en la Amazonía, en la Costa, y en Cumandá, que es una zona tropical situada justo en los límites entre Chimborazo y Guayas.

    Cuando encontró la variedad que él consideraba perfecta elaboró barras de prueba para obtener opiniones de degustadores expertos. “Cuando logré obtener el sabor ideal, supe que había acertado en el blanco y que este chocolate impulsaría mi empresa”.

    En un inicio su familia no apoyaba la decisión de invertir en la idea de Jorge, pues desconfiaban del mercado que ya estaba copado con chocolates de más de una decena de marcas muy populares y posesionadas. Pero al final, optaron por confiar en el producto y se lanzaron al mercado.

    Ahora la empresa está integrada por cinco miembros de familia, cada uno cumple un rol importante. Édgar Ávalos y su madre Lorena se encargan la producción de cacao en Cumandá; ellos también se encargan del primer tueste de las semillas.

    Jorge y su esposa Ana María Martínez, se encargan de la manufactura de las tabletas de chocolate. Lo hacen en su casa, situada en el norte de Riobamba. Allí instalaron un taller en el que logran producir 4 000 barras al mes.

    Entre tanto, su padre Jorge y su hermano menor Edwin, se encargan de buscar mercado y pactar convenios para distribuir los productos. Actualmente, las barras se entregan en las tiendas Tía, ERPE, Santa María y Camari, además en comerciales naturistas de Riobamba, Latacunga y Guayaquil.

    Con esos canales de venta la facturación mensual del negocio bordea los USD 4 500.
    Los planes no se detienen. Para este año nuevos productos se sumarán al menú de la empresa familiar este año. Se trata de nuevas barras con endulzantes naturales y manteca de cacao.

    La idea de este emprendimiento es dar valor agregado a sus productos y diferenciarse de la competencia.

    Más datos

    Nuevos productos  se sumarán al menú de la empresa familiar este año. Se trata de nuevas barras con endulzantes naturales y manteca de cacao.

    Las barras de  chocolate que elabora 3H Chocoatl pesan 200 gramos tienen un precio muy competitivo: USD 1,60.

    La familia hizo  una inversión inicial de USD 5 000 para obtener registros sanitarios e implementos de cocina.

    Exportar es  la meta a largo plazo de este pequeña empresa ubicada en Chimborazo. El área de comercialización ya ubica posibles mercados en Italia y España.

    Jorge Ávalos es el gerente de este emprendimiento que tiene su base de operaciones en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Jorge Ávalos es el gerente de este emprendimiento que tiene su base de operaciones en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Cacao y patrimonio son el gancho en esta iniciativa familiar

    Redacción Quito

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    El Palomar es una iniciativa familiar que abrió sus puertas en una casa patrimonial, en el Centro Histórico de Quito. Sus fundadores iniciaron esta aventura hace cinco meses.

    El concepto es sencillo: combinan cacao fino con el patrimonio de la ciudad. Seis miembros de la familia Ordóñez-Bermúdez son los responsable de este emprendimiento. Ellos recuperaron la casa para recibir a comensales, golosos y amantes del buen chocolate, que ellos producen en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Sandra Bermúdez, de 54 años y Juan Carlos Ordóñez, de 56, son los padres de este clan familiar y los impulsadores de la idea; además participan sus hijos Francis Ordóñez y Juan Ordóñez con sus esposos Christian Mendes y Marta Alvear.

    El Palomar produce y procesa el cacao desde la pepa hasta la tableta y ofrecen el servicio de chocolatería (cafetería especializada en chocolate) con productos como postres y sánduches caseros, todo en una casa patrimonial rehabilitada por esta familia y que contó con el apoyo del Instituto Metropolitano de Patrimonio.

    “Este es un emprendimiento familiar, en el que estamos involucrados padres e hijos con sus parejas y sus diversos talentos”, señala Bermúdez.

    Hasta el momento la familia ha invertido alrededor de USD 10 000, sin tomar en cuenta el valor de la rehabilitación de la casa, que es de su propiedad.

    El nombre El Palomar lo eligieron en familia por dos razones: “la primera porque el centro es el hogar de muchas palomas y la segunda porque en la casa tenemos una habitación en el último piso con una vista espectacular del Centro Histórico, como un palomar”, dice Bermúdez.

    El cacao se procesa de forma artesanal, bajo la marca ‘Cacao Bim’. El cultivo está en la parroquia Las Mercedes, en de Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Los emprendedores aseguran que el cacao utilizado es libre de químicos, no contiene preservantes ni nada artificial. Es 100% cacao puro y fino de aroma. En poco tiempo aspiran tener la certificación totalmente orgánico.

    Los productos que se venden en El Palomar se dividen en dos líneas. La primera es una tienda de productos ‘Bim’ donde se expenden tabletas de cacao al 100% y al 60%, éste último solo contiene azúcar; también cuentan con jabón, bálsamo para la piel y labios, licor y los nibs (pepas de cacao tostada, pelada y triturada, ideal para acompañar los alimentos).

    La segunda línea es la del servicio de chocolatería donde preparan la taza de chocolate en varias presentaciones, desde puro, con un toque de naranja, o con un ligero toque picante, caliente y frozen, acompañado de pasteles y sánduches caseros.

    También ofrecen café, tés aromáticos cosechados en ese momento de sus macetas, jugos naturales y en ocasiones especiales vino hervido y el tradicional canelazo. Los costos de sus productos, en el servicio de cafetería van desde los USD 2,50 a 2,95 por el chocolate los postres tienen iguales precios, mientras que los sánduches van desde los USD 2 dólares hasta 3,50.

    “En este tiempo hemos sido invitados a la feria de la Presidencia de la República por el Día del Turismo, en la Feria Texturas & Colores con Cacao Bim, gracias a ConQuito”, comenta con alegría Bermúdez.

    Foto: Cortesía Conquito
    Foto: Cortesía Conquito
  • La calidad del cacao colombiano se expondrá en Salón del Chocolate de París

    Agencia EFE

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    Productores de cacao colombianos participarán en el Salón del Chocolate de París que se celebrará del 28 de octubre al 1 de noviembre próximo, informó este mièrcoles 18 de octubre del 2017, la Federación Nacional de Cacaoteros de Colombia (Fedecacao).

    En la feria, la más importante del sector a escala mundial, a la que se espera asistan más de 130 000 visitantes, participarán 500 expositores de 60 países, entre ellos tres productores del departamento de Arauca (noreste) como finalistas del concurso International Cocoa Awards, detalló la información.

    Además, Fedecacao tendrá en el salón parisino dos stands con muestras del grano nacional en los que se expondrá la experiencia de los cultivadores.

    El cacao colombiano está catalogado como fino de sabor y aroma por la Organización Internacional del Cacao (ICCO, sigla en inglés) y en 2010, 2011 y 2015 fue premiado en el Salón del Chocolate.

    El presidente de Fedecacao, Eduard Baquero López, dictará dos charlas sobre la riqueza del cacao, su cultivo y producción en el país, y explicará el trabajo que hace el gremio con el Gobierno colombiano para impulsar esta materia prima como sustituta de los cultivos ilícitos.

    La feria es la más importante del sector a escala mundial. Foto: Facebook de la Feria
    La feria es la más importante del sector a escala mundial. Foto: Facebook de la Feria
  • Su chocolate cruzó fronteras gracias a las certificaciones

    Redacción Líderes

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    Con una inversión de USD 10 000, Carol Marcial, guayaquileña de 27 años, puso en marcha una estrategia que desde junio le ha permitido exportar alrededor de una tonelada de semielaborados de cacao y chocolates orgánicos a Suiza, Francia, España, Canadá, Corea del Sur y Estados Unidos.

    Esta joven radicada en Quito emprendió su negocio en la capital el 2016 bajo la marca Perla Organic Chocolate. Sin embargo, sus ventas comenzaron en el 2017, cuenta la emprendedora, debido a que todo el 2016 lo dedicó a obtener certificaciones de calidad.

    “El nicho de mercado de mi producto es el extranjero, allá aprecian más el producto orgánico y el cacao ecuatoriano de fino aroma tiene muy buena reputación. Entonces me di cuenta de que las certificaciones de calidad le podían dar un valor agregado mayor a mi producto a nivel internacional”, cuenta Marcial. Con un préstamo que hizo de USD 10 000, implementó procesos y requerimientos para obtener tres certificaciones internacionales.

    Para EE.UU., el principal destino de las exportaciones del Ecuador, Marcial obtuvo la certificación orgánica USDA, otorgada por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Para el mercado europeo, en cambio, obtuvo la certificación orgánica de calidad NOP-EU.

    Además, decidió obtener un certificado especial para el mercado que representa las comunidades judías en el mundo. Se trata de la certificación de la Unión Ortodoxa Kosher, que garantiza que el producto se elabora conforme con el halacha (ley judía) y supervisa los ingredientes y el proceso de producción.

    Actualmente, el 15% de la producción de Perla Organic Chocolate se vende en tiendas nacionales. La marca está en los locales de Fybeca, del delicatesen El Griego y también El Español.

    El emprendimiento de Marcial también cuenta con dos certificaciones nacionales. La Certificación de Denominación Cacao Arriba, que otorga el Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual (IEPI); y la de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), que otorga la estatal Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa).

    “Cada proceso toma meses. No puedes sacar una certificación de la noche a la mañana porque tienes que cumplir bastantes estándares de calidad. Las certificaciones me dieron un plus gigante en el exterior”, cuenta.

    Marcial añade que otro factor que le ha permitido ganar mercado en el exterior es la variedad de sabores exóticos y presentaciones que ofrece a cada mercado.

    En total, la marca ofrece 10 presentaciones de productos y unos 14 sabores, creados por Marcial.

    Por ejemplo, la emprendedora destaca las barras gourmet con sabores como mango, canelazo, aceituna y sal, jengibre y quinua, entre otros. En el mercado asiático, cuenta Marcial, tiene acogida su producto en una presentación que se conoce como ‘drinking chocolate’ o chocolate a la tasa, con sabores como chocolate de café y uvilla. Otra línea con acogida es la de frutas como frutilla, mango, piña y cáscara de naranja, cubiertas de chocolate.

    Carol Marcial invirtió USD 10 000 en la obtención de las cinco certificaciones de calidad que posee su marca. Foto: Galo Paguay/LÍDERES
    Carol Marcial invirtió USD 10 000 en la obtención de las cinco certificaciones de calidad que posee su marca. Foto: Galo Paguay/LÍDERES
  • Fabricar chocolate conlleva una visión de vida

    Redacción Quito

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    El chocolate no es solo uno de los dulces favoritos de David Olgieser, sino también el producto que marcó su vida. La familia Olgieser, proveniente de Europa, ha estado por cuatro generaciones al mando de la tradicional marca de chocolates Bios.

    Desde sus bisabuelos, los familiares de Olgieser han estado rodeados de una larga tradición chocolatera. Sin embargo, cuando la empresa llegó a manos de este joven empresario, las cosas tuvieron un gran cambio.

    Después del fallecimiento de su padre en el 2012, David Olgieser no pudo evitar entrar de lleno al mundo que había heredado. Como destacan quienes lo conocen, Olgieser es una persona muy apasionada por sus trabajos y por los proyectos que inicia y emprende.

    Su primer encuentro con la producción de chocolate fue en el 2000, cuando entró a trabajar en la fábrica Bios para poder ganar dinero extra, mientras cursaba sus estudios superiores en la Universidad San Francisco de Quito.

    Olgieser comenta que desde un principio se interesó profundamente por cada momento y etapa de la producción. “Este es un negocio lindísimo; en primer lugar, porque se trabaja con chocolate, luego se imagina todo el potencial que se tiene y genera al vivir en el país con la mayor producción de cacao de fino aroma”.

    Así, no contento con el conocimiento que había heredado de su padre y su abuela, David Olgieser decidió profundizar y especializarse lo más posible. Primero, realizó una especialización en chocolate en la Escuela Técnica de la Industria Confitera Alemana (ZDS), en ese país europeo.

    No obstante, pensó que todavía le faltaba conocer sobre los procesos de cultivo y materia prima; por este motivo, decidió complementar sus conocimientos realizando el Chocolate Expert que ofrece la Universidad San Francisco.

    Al finalizar sus estudios, Olgieser decidió que era hora de que Bios se renueve. Por esta razón, se propuso investigar nuevas maneras de hacer chocolate para lanzar productos innovadores que tengan sabores y características claramente diferentes.

    De este proceso de investigación, nació la primera línea de chocolates Bios “sugarfree”.
    Según Olgieser, esta es una de las líneas de chocolate con más potencial de la empresa y en la que más esfuerzo ha invertido para poder ofrecer a los clientes un producto sano y de calidad.

    Sin embargo, la empresa de chocolates Bios no es el único ámbito donde él ha demostrado su pasión y dedicación. El empresario cuenta que desde sus primeros empleos, como el de salvavidas en un parque acuático de los Estados Unidos, donde llegó a convertirse en administrador, siempre ha sido un “workaholic” con las particular de que está dispuesto a renovarse a sí mismo. Además, aparte de su vida empresarial, Olgieser no ha olvidado sus grandes pasiones, el baile y los deportes extremos. Estas actividades lo han llevado a concretar otros proyectos y momentos de su vida.

    Él comenta que durante algunos años fue profesor de baile en diferentes instituciones. De esta actividad, conoció a sus amigos Diego Vega y Jorge Sánchez, con quienes decidió emprender un negocio de comida rápida diferente, Top-Ten.

    Apasionado por la cocina y los sabores, se dedicó a desarrollar las fórmulas y recetas para los productos que ofrece esta propuesta de hamburguesería, que hoy en día cuenta con dos locales en el norte de la ciudad de Quito.

    Olgieser comenta, también, que durante toda su vida estuvo interesado en los deportes extremos y de aventura. Esto le ha llevado a escalar la cima de casi todas las montañas del Ecuador, faltandole únicamente la del volcán El Altar.

    Además, este empresario cuenta que esta actividad ha sido muy importante en su vida, ya que gracias al montañismo conoció a su esposa Gabriela Villagómez. Su esposa y también su hija, Victoria, representan sus verdaderas ganancias y las facetas más importante de éxito.

    Para David Olgieser, encontrar el tiempo y balance para realizar todas su actividades preferidas, más el manejo de dos empresas en proceso de crecimiento no ha sido sencillo. “A las 05:30 ya estoy en la fábrica. Trato de desocuparme en la tarde y, después, si no estoy en una reunión de Top-Ten, estoy cuidando a mi hija, que es lo máximo de mi día. Eso me reconforta”, dice Olgieser.

    Para sus colaboradores, como Miriam Rojas, contadora general de Bios, trabajar con David Olgieser representa un verdadero placer, ya que conoce y participa de cada uno de los procesos de la fábrica. “David es una persona sencilla pero apasionada, que nos motiva y apoya a todos para dar más”, comenta Rojas.


    Su crecimiento incluye la exportación

    Redacción quito (I)

    La tradicional empresa de chocolates Bios se ha mantenido en el mercado ecuatoriano por más de 70 años. Sin embargo, desde que el empresario David Olgieser se convirtió en uno de sus administradores, la compañía ha seguido un proceso de innovación y crecimiento.

    Olgieser se ha dedicado a la producción de una línea de chocolates “sugarfree”; es decir, chocolates que no contengan azúcar. Esto ha sido importante para la empresa, puesto que representa un producto sano que permite a las personas con problemas de salud, como diabetes, disfrutar de estas golosinas.

    Olgieser comenta que su interés por esta línea nació debido a que varios miembros de su familia habían sufrido de diabetes. “Mi padre sufrió trabajando en una fábrica de chocolates sin poder comer uno”.

    Además, la empresa se encuentra elaborando productos y proyectos de exportación. En el 2016, Olgieser viajó a Bolivia para presentar los productos Bios ante la industria de Hoteles, Restaurantes y Cafeterías (Horeca); por esta razón, ha conseguido la exportación de semielaborados como polvos y bloques de chocolate.

    Bios, también, ha hecho importantes acuerdos comerciales con la cadena de hoteles Hard Rock Hotel, para quienes la fábrica está elaborando chocolates en forma de labios que se pueden encontrar en las habitaciones que tiene esta cadena hotelera en Centroamérica.

    En los últimos meses, Bios ha hecho convenios con artesanos sordos para construir proyectos de responsabilidad social. La empresa elabora, en conjunto con estos artesanos, cajas de madera para los chocolates.

    El empresario quiteño, a sus 34 años, está a la cabeza de la empresa chocolatera Bios; también desarrolla otros emprendimientos. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    El empresario quiteño, a sus 34 años, está a la cabeza de la empresa chocolatera Bios; también desarrolla otros emprendimientos. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • El chocolate fino de aroma, la base de este negocio familiar

    Redacción Sierra Centro

    Para deleitarse de un buen chocolate, uno de los más finos en aroma y sabor, no requiere viajar a Suiza, Estados Unidos o Francia. En Ambato, Victoriano Fernández, un apasionado por la cocina y la chocolatería tiene el gusto de prepararlo en su taller artesanal ubicado en la ciudadela Simón Bolívar, en el oriente de la ciudad.

    El producto que elabora este experto chef no se exhibe en las perchas de las grandes cadenas de supermercados o en los delicatesen, sino que los comercializa en el sistema de transporte de la ciudad. La oferta es por unidades o docenas, todo depende de la necesidad y el gusto del cliente.

    La historia de Fernández se inició cuando pasó de técnico pesquero, cocinero de barco y de un experto en la preparación de parrilladas en sus negocios de restaurante que montó en Guayaquil y en Montañita. Tras cerrar estos locales decidió probar suerte en Ambato y retomar una de las actividades que desde los 12 años aprendió: el de chocolatero.

    Hace 17 meses, con una inversión de USD 3 500 instaló su imperio del chocolate al que denominó Happy Donkey House (Casa del burro feliz) o del chocolate fino artesanal.
    El hombre, de 66 años, importó los moldes desde China, los utensilios, pailas para el procesamiento del cacao, que sus familiares producen en El Naranjal y Machala. El año pasado, el emprendimiento familiar logró ventas por USD 9 000.

    Fernández al inicio procesaba 20 libras de chocolate semanales, en la actualidad son 100 mensuales. El cacao lo tuesta y posteriormente envía a un molino donde obtiene la pasta que es puesto al fuego y mezclada con una cuchara de madera. El proceso es totalmente artesanal.

    Para dar forma coloca una capa de chocolate en el molde y posteriormente guarda en la refrigeradora, luego coloca el relleno que pude ser de maracuyá, ron pasas o menta, y posteriormente cubre con otra capa. El proceso termina con el empacado en papel aluminio y es envuelto en papel celofán de colores para identificarlos.

    Estos sabores son de creación de Fernández. “Es un sabor nuevo y diferente a los que se comercializan en el mercado. El chocolate ecuatoriano es uno de los mejores y hay que sacarle provecho”.

    Su esposa Carmen y su hija Daniela le ayudan en el emprendimiento. Fernández y su retoño se encargan de las ventas.

    Otro de sus productos estrellas es el chocolate en barras endulzado con stevia para las personas que sufren con diabetes. “Ellos pueden disfrutar del chocolate fino de aroma que no les afecta”.

    Una de las innovaciones en agenda será el chocolate con maní y otros sabores que pronto podrá en el mercado. Actualmente, procesa entre 8 000 y 9 000 chocolates quincenales. Además de barra para la preparación del chocolate de taza que lo entrega en tiendas y una panadería local.

    Carmen y Victoriano Fernández preparan y comercializan chocolates. La  producción de estas golosinas la aprendió hace 12 años. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
    Carmen y Victoriano Fernández preparan y comercializan chocolates. La producción de estas golosinas la aprendió hace 12 años. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
  • Una nueva vitrina para las marcas de chocolate orgánico

    Patricia González

    La experiencia de comenzar a exportar siempre es un gran reto para marcas pequeñas. Hace dos años y medio, Tania Molina, propietaria de la marca de chocolates Villakuyaya, tocó las primeras puertas en Nueva York, EE.UU.

    “Cuando visitaba las tiendas me preguntaban si tenía distribuidor y broker”, cuenta Molina. Esa experiencia le demostró que la mejor forma de exportar es mediante la asociatividad.

    Molina fue la impulsora de un proyecto, del que hoy forman parte ocho marcas: seis de chocolate orgánico, una de licor de cacao y el restaurante y galería de arte La Cuchara de San Marcos.

    Se trata de Chocoholic, un espacio donde convergen distintos emprendimientos con la finalidad de promocionar el cacao fino de aroma que se produce en distintas regiones del país.
    El proyecto arrancó en febrero y requirió una inversión inicial de USD 1 600 por marca, principalmente para la ambientación y decoración del espacio.

    Participan las marcas Minka Organic Dark Chocolate, Mashpi Chocolate Artesanal, Villakuyaya, Perla Organic, Angovi, Conexión y Siuss. Cada una cuenta con un exhibidor en la cafetería de La Cuchara de San Marcos, para la exposición de sus productos gastronómicos.

    Visitantes nacionales y extranjeros pueden hallar en este espacio barras de chocolate puro, semi amargo, blanco y con leche; saborizadas con café, sal, uvilla, aceitunas, entre otros ingredientes que le agregan valor sensorial a cada barra de chocolate.
    También se comercializan otros productos hechos a base de cacao: pasta, manteca, nibs, licor, bombones, pulpa, miel…

    “El propósito es educar a los ecuatorianos sobre el cacao nacional. A cada persona que llega se le brinda una degustación”, comenta Lorena Criollo, propietaria de La Cuchara de San Marcos, establecimiento que administra junto con su hermana Elizabeth Tugulinago.

    “Vive una experiencia sensorial”, es el eslogan de Chocoholic. Además de degustaciones regulares, cada marca está a cargo de un evento al mes, en los que se realizan catas y maridajes de chocolate con vino, café, cerveza, quesos e incluso con tabaco artesanal. Los comensales también tienen la oportunidad de degustar postres, elaborados con la marca de chocolate del mes.

    “El cacao fino de aroma que se produce en el Ecuador tiene una genética establecida: el cacao floral”, señala la ‘chocolatier’ Idaly Farfán, representante de la marca de licores Siuss.

    La región en la que se produce el cacao le otorga además un aroma diferenciador. Chocoholic comercializa chocolates de diferentes provincias del país (Manabí, Los Ríos, Esmeraldas, Cotopaxi) y de la Amazonía.

    Los productos son entregados por consignación a Lorena Criollo para su comercialización en el espacio gastronómico y cultural. Los precios son diversos. Desde USD 3 el valor de un bombón de chocolate hasta 20 por un licor a base de cacao.

    La Cuchara de San Marcos, es un espacio que rescata la identidad ecuatoriana, en sus distintos ambientes: un restaurante de comida local con versiones vegetarianas, una cafetería que oferta productos orgánicos y una galería en la que se hallan productos artesanales, en su mayoría elaborados con materiales reciclados.

    Para Dayhanara Cevallos, de la marca Minka, este espacio les brinda la posibilidad para que los productos se conozcan en el mercado local y extranjero. Criollo calcula que el 40% de los clientes de La Cuchara de San Marcos son extranjeros.

    El proyecto está abierto a la inclusión de nuevas marcas, al momento hay dos en evaluación. El proceso de selección está a cargo de Tania Molina, quien aclara que como requisito debe tratarse de marcas de chocolate orgánico, impulsadas por pequeños empresarios, con sentido de responsabilidad social. Por supuesto, deben aprobar una cata.

    Datos del lugar

    Seis marcas de chocolate orgánico y una de licor de cacao participan del proyecto.
    Los productos son exhibidos en La Cuchara de San Marcas, un restaurante y galería artesanal ubicados en el sector de La Mariscal, en la ciudad de Quito.

    El proyecto requirió una inversión inicial de USD 1 600 por marca, para la ambientación y decoración del espacio, en el que cada marca cuenta con un exhibidor para sus productos.

    Cada mes se realiza un evento especial, a cargo de una marca, que incluye degustaciones de chocolates y postres y maridajes de chocolate con vino, café, quesos, entre otros productos.

    Caterina Costa, presidenta de la de Cámaras de Industrias de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Caterina Costa, presidenta de la de Cámaras de Industrias de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • El chocolate y el café local dan identidad a sus tiendas

    Redacción Quito

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    Jorge Guacanés soñaba desde niño con tener una casa de chocolate. Ese anhelo de la infancia, comenta, venía a su cabeza como cuando Homero Simpson alucinaba con la tierra del chocolate: todo lo que está a su alrededor es comestible, desde las paredes hasta conejos que saltan.

    Hace siete años, pudo hacer realidad en algo ese sueño que coincidió con el inicio del ‘boom’ del chocolate fino ecuatoriano.

    En ese entonces, Guacanés se convirtió en papá y necesitaba mayores ingresos para cubrir la nueva etapa de su vida. Dejó su trabajo en una tienda de artesanías y montó su chocolatería, sin mayor noción del mundo al que se metía. Su experiencia en ventas y trato con turistas fueron su punto de partida.

    Para iniciar invirtió USD 6 000 que los financió con su tarjeta de crédito. Ese dinero le sirvió para comprar mercadería, maquinaria como neveras -para los postres- y rentar un local en el sector de La Mariscal (centro-norte de Quito). Así, en el 2010, abrió sus puertas Cacao&Cacao.

    Uno de sus primeros proveedores, cuenta Guacanés, fue Pacari. Habló con Santiago Peralta y recuerda que en su encuentro le dijo algo así como: “toma mis tabletas y anda endulza el mundo”.

    Algo más de un año después de la apertura de su primer local abrió un segundo local en la misma zona de la ciudad.

    Guacanés se metió en el mundo del chocolate y fue sumando proveedores que comenzaban a producir chocolate ecuatoriano con identidad. También, incorporó otros ítems elaborados con cacao, como cervezas y postres.

    Además, en la nueva tienda agregó el servicio de cafetería y desde ese entonces incursiona en ese segmento. Cacao&Cacao también comenzó a ofertar café de diferentes puntos geográficos del país, como Loja, Nanegalito, entre otros lugares.

    Para abrir este local invirtió cerca de USD 8 000, que los consiguió con un crédito del Ministerio de Turismo más las ganancias que le dejaba la primera tienda. Este local se convirtió en el principal de la cadena de Cacao&Cacao.

    Ahora, la pequeña cadena se especializa en café y chocolate de productores nacionales. También, ofrece otros productos locales, como licor de maracuyá, por poner un ejemplo.
    El año pasado abrió otro local que se dedica solo a la venta de los productos, al frente del Mercado Artesanal de La Mariscal.

    Asimismo, el año pasado la cadena abrió su primera franquicia ubicada en el Centro Comercial Unicornio. Este es un proyecto piloto con el que crearon su manual de franquicia para la marca y buscará expandirse en el futuro.

    Ahora, Cacao&Cacao busca difundir la cultura del café en el país. Por ello, organiza un evento para entregar la certificación Barista Skills Foundation y Barista Intermediate, que se desarrollará esta semana, entre el 2 y 4 de mayo.

    Dolores Moreno es clienta de Cacao&Cacao desde hace un año. Ella trabaja cerca de La Mariscal y acude todos los días, con compañeros de la oficina, en búsqueda de café. Moreno destaca la variedad, el sabor y los aromas de los productos que se ofertan.

    La Leyenda del Chocolate es un negocio quiteño que provee diversos ítems a la cadena. Doménica Mero, encargada de ventas, asegura que cada mes le venden a Cacao&Cacao unas cuatro cajas de chocolate en pasta para diversas preparaciones y también otro chocolate para bebidas.

    Además de estos productos, la Leyenda del Chocolate entrega pequeñas barras. Mero destaca la cadena que se ha convertido en un sitio especializado.

    Jorge Guacanés, el fundador de la cadena, en su local más grande que cuenta con cafetería, que está ubicado en la Juan León Mera y Ramón Roca, en el sector de La Mariscal. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Jorge Guacanés, el fundador de la cadena, en su local más grande que cuenta con cafetería, que está ubicado en la Juan León Mera y Ramón Roca, en el sector de La Mariscal. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Una nueva marca de chocolate llega al país

    Redacción Quito

    To’ak Ecuador es una empresa que se dedica a la fabricación de chocolates de alta calidad. Esta iniciativa surgió con Carl Schweizer (austriaco) y Jerry Toth (estadounidense) en febrero del 2013; en ese mes ambos visitaron Ecuador y quedaron encantados con la variedad de frutos que tiene el país.

    Por eso decidieron crear un chocolate con alto valor agregado, bajo la marca To’ak Chocolate.
    El nombre se deriva de la fusión de las palabras ‘to’ y ‘sirak’, que en quichua, significan tierra y árbol. La marca se presentó la semana pasada en Quito.

    Tras varios experimentos e investigaciones los creadores llegaron a la conclusión de añejar el chocolate en diferentes tipos de madera. La inversión inicial para el desarrollo del proyecto fue alrededor de USD 400 000 que sirvieron para las investigaciones, la comercialización y la producción para un período de cuatro años.

    El proceso de elaboración implicó un estudio en el que se identificaron nueve árboles de la variedad de cacao nacional. Estos árboles se encuentran en Piedra de Plata, Manabí, propiedad de los cofundadores.

    Según Toth, esta especie de árbol se encuentra en peligro de extinción. Por ese motivo los creadores de To’ak desarrollaron un plan para conservarla. “Estamos tratando de injertar este tipo de árboles y estamos sacando semilla para reproducir y generar bancos genéticos de estos árboles puros”, asegura Jerry.

    Una particularidad de este producto es su valor: una barra se vende en los mercados extranjeros por un precio que oscila entre USD 200 y 375 por la materia prima utilizada y los estudios que avalan su calidad.

    To’ak se empezó a comercializar solo en el extranjero, en el 2014, en Alemania, Inglaterra, EE.UU. entre otros 25 países. Hasta el 2016 se vendieron cerca de 1 500 barras .

    Schweizer recalca que la edición más barata fue la del 2014 con un costo de USD 260, por barra; y la más cara es de chocolate añejado por 18 meses en un barril de roble francés: su costo fue USD 345. En Ecuador las barras tienen un descuento de 20% y se promociona en Internet.

    La estrategia para promocionar su producto es invitar a especialistas y medios a degustaciones.

    La presentación de la marca de chocolate To’ak se cumplió la semana pasada en el Hotel Casa Gangotena, en el centro de Quito. Foto: Cortesía de To’ak
    La presentación de la marca de chocolate To’ak se cumplió la semana pasada en el Hotel Casa Gangotena, en el centro de Quito. Foto: Cortesía de To’ak
  • Un negocio de chocolate y frutas

    Redacción Quito

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    Era 1978 y Lucila Molestina empezó a elaborar chocolate para sus vecinos. El trabajo lo hacía en su casa, ubicada en las avenidas Orellana y 6 de Diciembre, en el norte de Quito, y contaba con la ayuda de amistades. Era básicamente un pasatiempo.

    Los chocolates empezaron a gustar a más y más personas. Primero fue a la familia y luego a sus amigos; todos fueron recomendando las golosinas de Molestina. Para esto ya había empezado la década de 1980 y los habitantes de Quito miraban con curiosidad la construcción de pequeños centros comerciales.

    Uno de los primeros fue Multicentro. Allí la familia de Molestina la motivó para instalar una isla para vender, de manera más formal, su producto bandera: cáscaras de naranja recubiertas de chocolate.

    La idea tuvo éxito y Chocolateca daba sus primeros pasos como una iniciativa familiar con planes de expansión. La familia abrió un local cerca de tribuna de la avenida Shyris, en donde también funcionaba ya una pequeña planta de producción.

    Los secretos gastronómicos de Lucila Molestina(+) pasaron a sus hijos, quienes continuaron con este negocio que hoy en día factura cerca de medio millón de dólares al año por la venta de bombones, chupetes rellenos de caramelo y frascos con frutas recubiertas de chocolate.
    La transición para la segunda generación permitió iniciar una nueva estrategia: esta consistió en ingresar a más centros comerciales con islas como puntos de venta. Así el crecimiento de Chocolateca continuaba.

    En el año 2000, fue el turno de la tercera generación de la familia. Miguel de la Torre se puso al frente del negocio y fue el responsable de innovar el producto, ampliar los niveles de producción, mejorar la presentación, abrir nuevos canales de venta en cadenas como Supermaxi, Fybeca y otras.

    “Fue un año duro -recuerda De la Torre-, pero la marca ya era reconocida en el mercado y competía bien ante chocolates importados”. La clave fue mantener la esencia de chocolates hechos en casa de manera artesanal. Además se mantienen las recetas de la abuela de este empresario.

    Otra estrategia fue estar atentos a los gustos del mercado. Por eso se actualizaron sabores y presentaciones. Hoy la empresa oferta sus chocolates en envases de cartón y aluminio, así como en pequeñas cajas de balsa.

    Uno de sus proveedores es Envatub. Pedro Cevallos, titular de esta empresa, cuenta que trabaja con la empresa de De la Torre desde el 2012 y que en este tiempo las relaciones comerciales se han desarrollado de la mejor manera.

    Cevallos recuerda que conoció a Chocolateca cuando él trabajaba en una firma cartonera. Luego, con su propio negocio, se convirtió en proveedor. En el 2015 Envatub le vendió a la empresa de chocolates unos 50 000 envases y el año pasado fueron 27 000.

    Los cambios en la empresa familiar no se detienen. Desde mediados del 2015 la producción se cumple en una planta ubicada en el sur de Quito, en la que se invirtieron cerca de USD 250 000 en infraestructura. A eso se suma la maquinaria suiza, estadounidense y ecuatoriana valorada en alrededor de USD 350 000 y que se viene utilizando, en algunos casos, desde los primeros años de la empresa.

    En la planta trabajan 15 personas que manejan con destreza el chocolate y las frutas, entre las que se cuentan naranja, piña, uvilla, coco entre otras. “Lo que no ha cambiado es la cáscara de naranja recubierta de chocolate, es el producto con el que todo empezó y es el que más se vende”, dice De la Torre.

    En el camino recorrido, la empresa ha tenido que sortear dificultades. El más reciente fue el bajón de las ventas el año pasado, por la situación económica del país. Pero el negocio se recuperó con las ventas de diciembre, según el gerente de la empresa.

    Juan Diego Guzmán es el gerente comercial de la compañía. Él detalla los planes que tiene Chocolateca para este año. “Acabamos de cerrar un contrato con una distribuidora para llegar a más puntos de venta que van desde el comercio tradicional hasta nuevos supermercados”.

    También se plantearon franquiciar las islas, para que otros emprendedores puedan ser parte del negocio. Una tercera meta es empezar a exportar puntualmente a Chile. “Estamos en los procesos finales y esperamos empezar con los envíos en este año”.

    La empresa también observa con detenimiento el mercado de la Unión Europea, ahora con la vigencia del acuerdo firmado entre Ecuador y el bloque europeo.

    La planta de producción de Chocolateca ocupa un área de 400 metros cuadrados y opera en el sur de la ciudad, en el sector de La Argelia. Allí trabajan 15 personas. Fotos: Galo Paguay / LÍDERES
    La planta de producción de Chocolateca ocupa un área de 400 metros cuadrados y opera en el sur de la ciudad, en el sector de La Argelia. Allí trabajan 15 personas. Fotos: Galo Paguay / LÍDERES