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  • Fusión cultural en artículos decorativos

    Redacción Quito

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    La identidad de las culturas ecuatorianas se va perdiendo poco a poco con el pasar de los años.

    Esto motivó a Fernanda Moya a crear el emprendimiento Ecua Inka, donde elaboran artículos con diferentes temáticas y diseños identitarios.

    El emprendimiento abrió sus puertas en enero del 2019; Moya cuenta que se inspiró en la cultura Inca para el nombre del negocio.

    Esta cultura utilizaba una semilla a manera de protección llamada ‘huayruro’; este es el toque principal de cada artículo que la joven comercializa.

    Cuando Moya empezó con el negocio invirtió alrededor de USD 1 000. La emprendedora expresa que al principio se le hizo difícil posicionar sus piezas en el mercado local.

    Antes de comenzar con la producción, la propietaria buscó a la comunidad que le podría ayudar a elaborar cada diseño.

    En Esmeraldas encontró a la nacionalidad Chachi, un grupo étnico que conoce el tratamiento de las fibras con las que Moya buscaba elaborar los artículos que hoy comercializa.

    En ese viaje logró establecer un vínculo con alrededor de 15 mujeres de esta comunidad. Con esto las hizo parte del proyecto y así generan un ingreso extra.

    “La comunidad está en una zona que ni siquiera tiene carretera, para ellos es una ayuda significativa y se sienten contentos de trabajar con nosotros”, cuenta Moya.

    La elaboración de estos productos necesita de fibras naturales como mimbre, rampira y paja toquilla; esa es la materia prima que se encuentra en Esmeraldas.

    Por otro lado, cada artículo se decora con semillas coloridas; estos materiales se recolectan en fincas de pequeños productores ubicados en la Amazonia.

    En el proceso de producción se crean los diseños de cada pieza para que luego las comunidades se encarguen de la elaboración artesanal de los artículos.

    Las piezas más pequeñas tardan alrededor de tres a cuatro horas para que queden listas. Existen artículos como los sillones en los que se pueden demorar varias semanas, comenta Moya.

    Menciona, además, que busca, fusionar la cultura Chachi con las demás de la región andina; es por esto que varios de los diseños se decoran este tipo de tejidos.

    La mayoría de estas piezas son utilizadas para decoración y lo que los hace llamativos a es que cada uno tiene el nombre de un lugar representativo del Ecuador.

    Estos diseños llevan nombres de diferentes lugares como Cuenca, Esmeraldas, Baltra, Mindo, Otavalo, Cañar, entre otros.

    “Quiero que la gente conozca a Ecuador a través de mis diseños, quiero que en el exterior vean que elaboramos productos lindos”, manifiesta la propietaria.

    Este negocio inició con la comercialización de productos de cestería; meses después amplió su oferta y en la actualidad, elabora lámparas, muebles y bolsos.

    Valeria Sánchez adquirió uno de los productos del emprendimiento hace poco. Ella menciona que “son llamativos, con diseños auténticos y de buena calidad”.

    El objetivo de Moya es mostrar la riqueza cultural del país en los diferentes artículos que diseña.

    Además, afirma que “las cestas y bolsos pueden convertirse en un aporte al medio ambiente dado que se reduciría el uso innecesario de fundas plásticas”.

    Por otro lado, la propietaria explica que recibe pedidos de varios países a través su tienda online. Esto permitió que la mayoría de los artículos lleguen a países como EE.UU. y Alemania.

    A pesar de no contar con una tienda física, los clientes pueden solicitar una visita a la bodega para conocer de cerca los productos de este negocio.

    La emprendedora planea a futuro adquirir un local en el Aeropuerto de Quito para que más turistas tengan un recuerdo del Ecuador.

    Ahora Moya se prepara para asistir a una feria en Nueva York en agosto del 2020. En este evento expondrá los artículos y espera que más personas se interesen en la iniciativa de su negocio.

    Otros datos

    El 95% de la materia prima con la que se elaboran estos productos es de Esmeraldas.

    La emprendedora participó en una feria organizada por ProEcuador donde ganó clientes.

    El plan para este año es expandir el negocio a mercados internacionales.

    Ecua Inka trabaja también con pedidos personalizados.

    Los precios varían, van desde USD 3 a USD 330.

    Para conocer el catálogo de esto este emprendimiento visite la tienda Online en www.ecuainka.com

    Fernanda Moya optó por crear diseños llamativos para rescatar la identidad cultural ecuatoriana. Foto:  LÍDERES
    Fernanda Moya optó por crear diseños llamativos para rescatar la identidad cultural ecuatoriana. Foto: LÍDERES
  • Velas artesanales rescatan cultura y tradición

    Redacción Quito

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    Las velas han sido una parte importante en las tradiciones y festividades del Ecuador. Su existencia data de la época colonial.

    A lo largo del tiempo, la elaboración de estos artículos ha evolucionado. Actualmente, los fabricantes buscan crear diseños diferentes que luzcan innovadores a la vista de los compradores.

    Así surgió Nina Samay “Arte hecho vela”, el emprendimiento de Jenny Gálvez, quien vio una oportunidad para generar nuevos ingresos en el negocio de las velas artesanales hace más de 10 años.

    La emprendedora cuenta que aprendió las técnicas básicas de fabricación gracias a una amiga, con la que elaboró varios tipos de velas tradicionales, con flores y frutos secos, que eran comercializadas en eventos religiosos.

    El nombre ‘Nina Samay’ significa surgir de las cenizas. La dueña le da esta definición porque inició de cero con la fabricación de las velas tradicionales.

    Después de que Gálvez tomara varios cursos para aprender más sobre la elaboración de estos productos, decidió implementar un diseño de velas artesanales con rasgos identitarios.

    Estas velas se hacen a mano y se caracterizan por tener forma antropomorfa, es decir que tienen la apariencia humana.

    Cada diseño busca darle vida a los personajes de las fiestas populares y, sobre todo, que representen la etnia, cultura e identidad de los pueblos indígenas existentes en el Ecuador.

    Gálvez cuenta que cuando inició con el negocio invirtió cerca de USD 100; con esa cantidad adquirió la materia prima y diseñó los primeros modelos de velas con las temáticas indígenas.

    Para elaborar sus productos utiliza planchas de parafina; este material permite moldear fácilmente los diseños y lo obtiene de un proveedor de confianza.

    Jenny Gálvez es la gerente general del emprendimiento Nina Samay, ubicado en Sangolquí. Foto: LÍDERES
    Jenny Gálvez es la gerente general del emprendimiento Nina Samay, ubicado en Sangolquí. Foto: LÍDERES

    El proceso no necesita de mucho tiempo. Cada vela suele estar lista en el lapso de cuatro a seis horas, todo depende del tamaño y del modelo, comenta.

    A los pocos meses de haber iniciado con el emprendimiento vio ganancias. Indica que en el primer año llegó a facturar USD 200 mensuales.

    Además, menciona que lo que diferencia a sus artículos es que se elaboran sin necesidad de moldes; solo utiliza una base en forma de triángulo para el cuerpo.

    Ella misma se encarga de darle la forma a cada elemento de la figura y detalla las características de los diferentes personajes.

    La emprendedora manifiesta que el innovar con los modelos ancestrales hizo que el negocio tenga una gran aceptación. La gente prefiere lo artesanal.

    Su emprendimiento permite que los clientes sugieran los diseños de velas personalizadas. Cada modelo se ajusta al gusto y bolsillo de los consumidores.

    La temporada en la que la propietaria tiene más ventas es el último trimestre del año. La clientela suele hacer más pedidos para obsequiar durante las fiestas.

    Debido a la alta demanda de diseños, Gálvez tuvo que contratar a una persona que le ayude con la fabricación de algunas piezas para los personajes.

    Actualmente, Nina Samay promociona el catálogo de sus productos a través de las diferentes redes sociales.

    El plan que Gálvez tiene para el futuro es abrir un local en el que pueda diseñar sus productos y, a la vez, distribuirlos.

    Detalles

    El emprendimiento forma parte de la feria permanente ‘Quito a Pie’, que se realiza cada domingo en el Centro Histórico.

    Los precios van desde USD 6 a USD 15, pero varían dependiendo del tamaño y del diseño.

    Las ganancias 
    del negocio subieron con relación a las del inicio. Hoy factura cerca USD 800 mensuales.

    Puede encontrar las velas artesanales de Nina Samay en Facebook e Instagram como @ninasamay y en Whatsapp en el 0996734671.

    Nina Samay es un emprendimiento que elabora velas con diseños inspirados en los pueblos indígenas del país. Foto: Facebook Nina Samay
    Nina Samay es un emprendimiento que elabora velas con diseños inspirados en los pueblos indígenas del país. Foto: Facebook Nina Samay
  • Una iniciativa cultural germina en el Carchi

    José Luis Rosales

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    Las muñecas Meibi y Neibi, personajes de un cuento de la comunidad afrochoteña de La Concepción, en Carchi, son los recientes artículos de un emprendimiento cultural.

    Casa Editora R&R, del escritor Ramiro Cabrera y su esposa Rosem Tamayo, publica textos didácticos que están basados en la tradición oral y la mitología de los pueblos ancestrales.

    En el 2013 desarrollaron una monografía en La Concepción, cantón Mira, una parroquia con población mayoritariamente afrodescendiente.

    Las mujeres y maestras de la localidad compartieron sus saberes, la mayoría han sido transmitidos de padres a hijos de forma oral.

    Después de esa experiencia, Cabrera escribió el cuento ‘Meibi y Neibi & El Árbol de las Palabras’.

    El relato se basa en dos hermanas gemelas, hijas de Coronita Ogonaga. “Eran idénticas, como dos gotitas de agua, sus ojos eran brillantes como dos estrellas en la noche, eran alegres y juguetonas”.

    Cuando aún eran niñas, las afrochoteñas tenían la costumbre de ir a jugar en un frondoso árbol de ceibo. En su adolescencia empezaron a soñar que ese macizo tenía en sus ramas palabras que susurraban con el viento.

    Por eso, decidieron llamarle El Árbol de las Palabras. Así fueron aprendiendo sobre música, danza, medicina y comida tradicional de sus ancestros.

    Como el centenario árbol, que inspiró una parte de este cuento, hay tres ejemplares en las localidades de La Concepción y Chamanal, en Carchi.

    El cuento tiene el apoyo del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra, una iniciativa del Ministerio de Cultura que busca fomentar el consumo de lectura en el país.

    Tamayo se capacitó en técnicas de lectoescritura. Ahí aprendió que hay formas lúdicas para atraer a los lectores de más corta edad.

    La editora también recuerda que las mujeres de La Concepción tienen un lema: “Hay que enseñar queriendo y aprender haciendo”.

    Así surgió la idea de personalizar a las hermanas Meibi y Neibi, para dar valor agregado al libro. Para eso, les recomendaron que acudiesen a la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, de Tulcán.

    Este plantel educativo forma bachilleres técnicos en la Industria de la Confección. Actualmente hay 78 estudiantes.

    Los chicos aprender a diseñar y confeccionar ropa deportiva, uniformes, trajes casuales y de gala. Sin embargo, la elaboración de estas muñecas de trapo puso a prueba a las hábiles estudiantes y a sus profesores.

    Rosem Tamayo entregó un prototipo de las muñecas y en el aula la diseñaron con parámetros técnicos. Las figuras fueron confeccionadas por seis estudiantes, bajo la guía de la profesora del área técnica, Lourdes Paguay.

    En el proceso de elaboración se cuidaron todos los detalles. La pareja va incluida en un bolso que está elaborado en tela cambrela.

    Meibi luce un traje de color lila, Neibi, en cambio, lleva puesto un vestido rosado.

    Winston Erazo, rector del establecimiento, explica que tienen planes para conformar una empresa para ofrecer el servicio de confección.

    Previamente, los rasgos de los rostros de las muñecas fueron realizados por la diseñadora gráfica, Andrea Rosero. Los bordados pertenecen a Juan Carlos Herrera.

    Otros datos

    El cuento ‘Meibi y Neibi & El Árbol de las Palabras’ se vende en librerías de Carchi e Imbabura o al 099 785 7247.

    El kit de las muñecas Meibi y Neibi y el cuento tiene un costo de USD 32.

    El próximo año tienen previsto publicar dos libros de antropología y cinco cuentos.

    Antes editaron el texto ‘Camilita Piarpuesán’, sobre la identidad indígena Pasto. También cuentan con un estudio sobre los apellidos Pasto.

    Rosem Tamayo, editora, Winston Erazo, rector de la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, y las estudiantes. Foto: cortesía
    Rosem Tamayo, editora, Winston Erazo, rector de la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, y las estudiantes. Foto: cortesía
  • Ser ‘accountable’ es no dar excusas

    Octavia Aguilar (I)
    Consultor y Socio de AFAN

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    Uno de los principales logros que se obtiene cuando se es ‘accountable’ y cuando se crea una cultura personal u organizacional de ‘accountability’ tiene que ver con el hecho de dejar de dar excusas y/o usar argumentos para no hacer lo que dijimos que haríamos.

    Las personas que somos ‘accountable’ comprendemos que está en nuestras manos el dejar atrás todas las excusas para poder alcanzar nuestros objetivos.

    En el camino para alcanzar lo que queremos nos encontraremos con obstáculos, de muchas dimensiones, y es nuestro gusto, amor y pasión por llegar a la cima, a obtener lo que queremos, lo que nos dará fuerzas para superarlos.

    Lograr una cultura de ‘accountability’ en cualquier organización, inclusive en nuestras casas, tiene sus vicisitudes y por ello hay que estar conscientes de ellas y trabajar en las mismas.

    Muchos de los autores que han escrito sobre ‘accountability’, principalmente en EE.UU., hacen referencia a que dentro de las cosas que no nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos hay hechos y argumentos. Esto quiere decir que efectivamente nos vamos a encontrar con hechos que están absolutamente fuera de nuestras manos y que afectarán cualquier planeación que hayamos hecho, pero no por ello nos impiden alcanzar nuestro objetivo.

    Imagínense ustedes que viven en Argentina en este momento. La devaluación del peso es un hecho que te cambia cualquier proceso de planeación, pero este hecho se convierte en excusa cuando lo utilizas para decir que por ello no podrás lograr nuestro objetivo. Una persona ‘accountable’ dirá “hay que ver cómo vamos a compensar este hecho para alcanzar el objetivo planteado”. Así que exportaremos más, reduciremos nuestros costos, y bueno se nos puede venir a la mente una veintena de acciones que tendríamos que llevar a cabo para compensar esta devaluación.

    Siempre habrá hechos internos y externos que nos van a afectar nuestros procesos de planeación y por ello siempre debemos estar atentos, preparados y dispuestos a innovar para siempre tratar de lograr los objetivos de los que somos ‘accountable’.

    Cuando facilito talleres sobre el tema siempre hago un ejercicio para que la gente me diga cuáles son las excusas más utilizadas en sus organizaciones y bueno no me sorprende escuchar: No hay presupuesto, siempre lo hemos hecho así, soy nuevo, no me dijeron cómo hacerlo, no me capacitaron, el sistema es obsoleto o lento, o simplemente falló el sistema, el internet está muy lento, tengo mucho trabajo y no lo pude hacer, y bueno la lista sigue.

    Como se puede ver en la relación de excusas no hay -quizás- ninguna que no escuchen con frecuencia en sus organizaciones. Pues bien, cuando se crea una cultura de ‘accountability’, estas se acaban al 100%.

    En mi experiencia hemos podido erradicar la cultura de las excusas en plazos no mayores a 90 días, porque simplemente las excusas son inaceptables para no hacer lo que nos comprometimos a hacer, a pesar de los hechos.

    “Aquí nos tocó vivir”

    Podemos usar o dar excusas por razones físicas: Soy alto, chaparro, uso lentes, soy flaco, soy gordo, soy pelón, tengo tal discapacidad o cualquiera otra que se le ocurra… Y habrá gente que es ‘accountable’ y al revés, se aprovechará de esta, para ser muy bueno en su campo. Se imaginan cómo pudo ir por la vida haciéndose de víctima Stephen William Hawking quien desde muy joven padeció de esclerosis lateral amiotrófica, y es sin lugar a duda uno de los genios más grandes de la humanidad.

    Así tenemos la historia de Jorge Font, ocho veces campeón mundial de esquí acuático en la categoría de adaptados, Jorge tuvo un accidente a los 19 esquiando y en lugar de alejarse del deporte y convertirse en una víctima, se asumió ‘accountable’ y ahí están los resultados. Por cierto, en esta familia hay cuatro campeones mundiales de esquí. Recientemente, 2 de agosto, Patricio Font se coronó bicampeón mundial sub 17 en España.

    Así pues, está en nuestras manos y solo en nuestras manos tomar la decisión de ser ‘accountables’ o no, podemos seguir viviendo de excusas y no dar resultados.

    No es un tema mexicano el no ser ‘accountable’, es casi humano, pero hay sociedades que están y han hecho mejor trabajo que nosotros a lo largo de los años.

    A nosotros culturalmente nos encanta victimizarnos, “aquí nos tocó vivir”, “así lo quiso Dios”, “somos la raza de bronce”, “es nuestra idiosincrasia”, estas y otras expresiones no nos ha ayudado a sacar lo mejor de nosotros mismos, estamos ante el reto y la posibilidad de hacerlo a partir de hoy.

    Lograr una cultura de ‘accountability’ en cualquier organización, incluso en nuestras casas, tiene sus vicisitudes y por ello hay que estar conscientes de ellas. Foto: Ingimage
    Lograr una cultura de ‘accountability’ en cualquier organización, incluso en nuestras casas, tiene sus vicisitudes y por ello hay que estar conscientes de ellas. Foto: Ingimage
  • Chicha, cerveza y cultura, en La Tola

    Redacción Quito

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    La Tola es uno de los barrios más tradicionales de Quito, ubicado en el Centro Histórico. Con el paso del tiempo fue convirtiéndose en una zona insegura, lo cual le generó una mala fama.

    Josué Moreno, de 26 años de edad, creció en este lugar. Su padre, Patricio Moreno, tuvo durante 15 años un local donde vendía fritada, funcionó en una antigua casa de dos pisos, de propiedad de la familia. Un día Patricio llamó a Josué y a Cristian, su otro hijo, para informales que cerraría el establecimiento y que ahora ellos debían decidir qué hacer.

    Los dos jóvenes pensaron en aprovechar el lugar para dar vida a un proyecto que conjugue el entretenimiento con la recuperación del espacio público y reanime la convivencia de la vecindad.

    Así surgió la idea de abrir el bar y restaurante Sereno Moreno, que funciona desde junio del 2016. También es un espacio de promoción cultural, para lo cual se formó el colectivo denominado ‘A verfff’, que promueve actividades dentro del establecimiento y festivales artísticos en las calles de La Tola.

    Para iniciar, los hermanos ahorraron por más dos años hasta acumular USD 20 000. Josué trabajaba en un bar de cerveza artesanal, de ahí adquirió conocimientos sobre esta bebida, así como destrezas para la administración de un negocio. Cristian, un ingeniero en alimentos, laboraba en una empresa privada, tenía la intención de independizarse y crear sus propios productos.

    Con el capital remodelaron el interior de la casa, imprimiendo un colorido diseño, característico del Quito antiguo. Compraron el mobiliario, las instalaciones de la cocina y las máquinas para el expendio de bebidas.

    El menú de alimentos se ha ido adaptando. La oferta actual está compuesta de comida típica: fritada, costillas de cerdo, maduros con queso, mote sucio y ensalada de chulpi y tostado. Se abastecen de todos los productos en el Mercado Central, uno de los más representativos de la ciudad y que se encuentra a pocas cuadras del Sereno Moreno.

    En cuanto a bebidas, al inicio la oferta era exclusivamente de cerveza artesanal, de productores locales. Aunque la acogida era positiva entre la clientela, Josué y Cristian buscaban innovar con un producto propio, que sea más económico.

    “Todo nuestro menú contiene algo autóctono, de nuestras raíces, entonces nos decidimos por hacer chicha”, cuenta Josué.

    Al principio fue una experimentación entre amigos y clientes más frecuentes, a quienes regalaban tragos de chicha para que los probaran. Hubo cierto recelo de algunas personas con la bebida, porque la asociaban con la chicha de yuca, tradicional de la Amazonía, que se elabora masticando y escupiendo sobre un recipiente, confiesa el propietario.

    Luego del año de pruebas el Sereno Moreno puso a la venta su bebida, a la que nombraron Mucha Chicha, logrando gran acogida. Está hecha a base de morocho, hierbaluisa, piña, naranjilla y clavo de olor, no contiene malta ni lúpulo. Posee alcohol natural de 5 grados.

    Normalmente este tipo de bebida es espesa, pero ellos adaptaron un proceso de purificación que la vuelve más ligera y clara.

    El Sereno Moreno fue uno de los primeros lugares alternativos que funcionaron en La Tola. Hoy en ese sector hay más movimiento. Al principio la facturación mensual bordeaba los USD 1 000, ahora rebasa los USD 3 000.

    “Es un lugar tranquilo, con buena atención y que se esmera en el rescate de los sabores tradicionales del Centro Histórico. Piensan en el público joven y organizan eventos variados”, dice Homero Arboleda, cliente del negocio.

    Los propietarios proponen actividades diversas que involucran a la comunidad. En estos tres años, han hecho talleres de pintura, actuación, cursos vacacionales para niños. Abrieron una escuela de fútbol llamada Esmeleón (en alusión a las calles Esmeraldas y Vicente León, donde está ubicado el bar). Tomaron ese nombre por equipo de fútbol barrial, donde juegan Josué y Cristian.

    Josué Moreno abrió el bar Sereno Moreno con su hermano Christian, en junio del 2016. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Josué Moreno abrió el bar Sereno Moreno con su hermano Christian, en junio del 2016. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Cabañas que unen el confort y la cultura

    José Luis Rosales

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    La ibarreña Viviana Erazo ha desarrollado varias iniciativas productivas, en las dos últimas décadas. Recuerda que instaló una papelería, luego una empresa consultora y una fundación que capacita a emprendedores.

    En enero pasado abrió en Cotacachi (Imbabura), Sara Lodge. Es un establecimiento turístico que ofrece alojamiento en cabañas de bambú, comida y ceremonias ancestrales, caminatas, cabalgatas dirigidas a los visitantes nacionales y extranjeros.

    La empresaria es apasionada por los bellos paisajes, las manifestaciones culturales y la variada naturaleza del país.

    Sus emprendimientos están inspirados en los principios de la economía social y solidaria. “El ser humano como centro, la generación de trabajo como objetivo, el cuidado del medio ambiente y la protección de la sabiduría local”.

    Erazo estudió la carrera de Negocios Internacionales, en Ibarra. También cursó una maestría en Desarrollo Local Rural, en España. Ha recorrido 30 países del mundo por trabajo y turismo. Le gusta conocer nuevos destinos y culturas. Hace una década tuvo la oportunidad de visitar Japón, en donde conoció el uso del bambú.

    A su retorno a Ecuador se vinculó a una organización no gubernamental que desarrolla labores en Manabí. Ahí reforzó su gusto por las edificaciones levantadas con el bambú nativo de Ecuador.

    El año pasado empezó a construir Sara Lodge (en idioma kichwa sara significa maíz). Calcula que ha invertido USD 100 000.

    El 90% del capital aportó Erazo de recursos de la venta de una oficina, créditos de hermanos y de una entidad bancaria; el 10% proviene del aporte de una socia.

    El dinero lo destinó para adquirir el terreno, edificar la infraestructura hotelera (compuesta por dos cabañas de bambú y dos domos geodésicos de estructura metálica, aún en construcción).

    Su idea fue generar opciones de alojamiento alternativo para los visitantes. Por eso, el mayor reto fue edificar en el páramo las cabañas de bambú, que provienen del litoral. Esta obra fue ejecutada por obreros de la Fundación Hogar de Cristo, de Guayaquil.

    En los acabados se colocó canaletes metálicos, esponjas térmicas y paredes de gysump, para combatir el clima frío de la zona. La idea es mantener un ambiente cálido al interior de las cabañas.

    En las 1,5 hectáreas que mide el terreno se adecuó una zona para camping, un huerto orgánico, un jardín y un área para animales.

    El lugar tiene una vista privilegiada de los volcanes Cotacachi, Imbabura, Cayambe y Fuya Fuya. También se observa los valles en donde se asientan las urbes de Otavalo, Cotacachi y Atuntaqui.

    Los viajeros pueden participar de actividades culturales y recreativas en Sara Lodge y en lugares cercanos. Una de ellas es la Danza de los Yumbos, un baile tradicional de la zona.

    También se puede avanzar a la laguna de Cuicocha. Allí, una opción es una caminata por la Ruta Sagrada, en donde se puede observar la flora y fauna del lugar. El recorrido dura 30 minutos.

    Otra de las rutas se dirige a la comuna kichwa de San Nicolás, que ofrece una convivencia con familias nativas. También hay alternativas de paseos a caballo y recorrido en bicicletas.

    Uno de los servicios que implementará Erazo es el alojamiento en los domos geodésicos y un sitio para el cuidado de mascotas.

    Las redes sociales han sido aliadas para darse a conocer el lugar. Ahora también oferta los servicios en línea a través de Airbnb, Booking y Tripadvisor.

    Una de las estrategias de Sara Lodge es trabajar en alianzas con el turismo comunitario. La idea es que los 200 000 visitantes que llegan a la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas, cada año, ayuden a dinamizar la economía de las comunidades vecinas de Cuicocha.

    Viviana Erazo planea construir cabañas turísticas en Las Peñas, en el norte de Esmeraldas, pero con el mismo concepto de Sara Logde. El objetivo es ofrecer, a futuro, los destinos páramo y playa a los turistas.

    Datos

    El establecimiento está ubicado tres kilómetros antes del ingreso de la Laguna de Cuicocha.

    Hay paquetes desde USD 35, todo el día. Otra opción es tres días y dos noches, todo incluido, por USD 180.

    El servicio de restaurante ofrece desayuno, almuerzo y cena. Hay varias opciones.

    Para realizar los trekking y caminatas al páramo se ofrece los servicios de guías locales indígenas.

    El citi tour ofrece un recorrido por los almacenes de prendas y artículos de cuero, en el centro de Cotacachi.

    Viviana Erazo está al frente de esta nuevo establecimiento turístico en Cotacachi. Tiene toques ecológicos. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Viviana Erazo está al frente de esta nuevo establecimiento turístico en Cotacachi. Tiene toques ecológicos. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Du Tenka preserva su cultura a través del turismo

    María Victoria Espinosa

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    Seis familias de la comuna tsáchila Otongo Mapalí crearon el centro cultural y turístico Du Tenka, ubicado en Santo DomingoMiguel Aguavil, líder del proyecto, recuerda que la iniciativa de abrir el centro cultural nació tras la muerte del legendario José María Aguavil, uno de los poné (sabios) más reconocidos de la nacionalidad tsáchila.

    Tras la pérdida del poné hace siete años, los indígenas empezaron a notar que la cultura se estaba perdiendo en esa comunidad. Así que se reunieron y decidieron conformar un sitio que les permitiera, a través del turismo, recuperar las tradiciones y costumbres ancestrales.

    En las primeras reuniones hicieron mingas comunitarias para aplanar un terreno, cerca del bosque llamado Du Tenka. Luego, se adentraron a ese remanente para buscar árboles que les permitieran construir cabañas para recibir a los turistas.  A la par, empezaron a escuchar las grabaciones que dejaron los adultos mayores de la comuna y así memorizar su historia.

    De a poco, los niños comenzaron a participar con danzas y a colocarse la vestimenta típica. Los adultos, en cambio, construyeron unas seis cabañas con paja toquilla y pambil para recibir a los visitantes de diversos sitios.

    Aguavil señala que al principio, no llegaban muchos turistas, unos 10 al mes. Pero hace cuatro años, con la apertura de la vía Aventura, que es la única en la provincia que tiene un carril para ciclistas, todo se transformó y mejoró.

    Cada semana, Du Tenka, que en tsa’fiki significa Corazón de la Montaña, recibe a 200 turistas, la mayoría locales. Ellos, por lo general, consumen entre USD 5 y USD 7. “Llegan al río, se bañan, conversan con nosotros y nos compran nuestro platos típicos”. Las mujeres de la nacionalidad se han encargado de recolectar las recetas de comidas tradicionales para volver a elaborarlas.

    Entre estos platillos se encuentra el ayampaco de gallina criolla o pescado, el huevo asado, la bala (masa) de plátano verde con maní, entre otros. Cada uno cuesta unos USD 3, 50. También se pueden degustar de las frutas de temporada y de la chicha tsáchila.

    Los turistas de otras provincias visitan la comunidad en feriados y fines de semana. Buscan rituales chamánicos, recorridos por el bosque y presentaciones artísticas del grupo musical Du Tenka.

    El recorrido por el bosque incluye un paseo por unas seis estaciones en las que se explica cómo vivían los ancestros en el sitio, cómo enterraban a los muertos, hacían la comida, entre otros. “Es una experiencia inolvidable porque se hacen rituales y aprendemos sobre la cultura”, señaló la turista Génesis Zambrano.

    Los extranjeros solo llegan a la comuna cada seis meses. Son grupos de extranjeros europeos que realizan voluntariado en Ecuador. Con ellos se desarrolla un intercambio cultural por 15 días.

    En ese tiempo, los tsáchilas organizan un campamento para 20 personas y proveen de alimentos a los visitantes, por paquetes desde USD 20. Estas personas les ayudan a reconstruir las cabañas o a recolectar frutos. “También realizan proyectos como la dotación de agua potable”.

    Algunos datos
    La inversión inicial fue de unos USD 200, que ocuparon para comprar materiales para construir. El resto lo hicieron a través de mingas.

    El proyecto está ubicado en unas dos hectáreas, que incluyen parte del bosque tsáchila. Ahí han descubierto alrededor de 200 plantas medicinales y aromáticas.
    El centro cultural está conformado por 32 personas, entre niños y adultos. A la semana ingresan entre USD 200 y USD 800, según la temporada (feriados, visitas extranjeras).

    El Centro Du Tenka está conformado por seis  familias que buscan rescatar la cultura a través del turismo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
    El Centro Du Tenka está conformado por seis familias que buscan rescatar la cultura a través del turismo. Foto: Juan Carlos Pérez / LÍDERES
  • En la ropa, Verónica Vásquez destaca símbolos ancestrales

    Mayra Pacheco

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    Un libro sobre culturas precolombinas que llegó, hace más de dos décadas, a las manos de Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, le abrió nuevas oportunidades. Cuando esta quiteña empezó a leer sobre culturas ancestrales surgió, en ella, un interés por seguir aprendiendo sobre la historia de sus antepasados.

    En esta búsqueda, esta emprendedora que hoy tiene 50 años se enfocó en las culturas precolombinas del país. Tenía interés por conocer su historia y elementos gráficos que muestren cómo vivían, qué ropa usaban, qué símbolos predominaban.

    De esta forma conoció detalles de las culturas Chorrera, Valdivia, Napo, Pastos, Caras, Manteños, La Tolita, Jama Coaque, que datan desde el año 10 000 antes de Cristo hasta el 1 530 después de Cristo.

    Vásquez sabe sobre sus costumbres, la zona que habitaban y qué elementos le caracterizaban a cada una. Pero para el proyecto que Vásquez tenía en mente se enfocó más en los símbolos y gráficos.

    Líneas, círculos y otros trazos atrajeron su atención, porque mediante estos patrones los ancestros relataban hechos. Además, estos representan una parte de la historia de los ecuatorianos.

    Por el peso simbólico e histórico de estos elementos, Vásquez decidió traer de vuelta el uso de estos gráficos a la época actual para que las presentes generaciones reconozcan y valoren su cultura.

    Sin ser una experta en moda, desde el 1998 hasta el 2000 Vásquez empezó a confeccionar prendas de vestir. En estas incluyó figuras étnicas estampadas, pero debido a la crisis económica de esa época suspendió este proyecto para retomarlo 16 años después.

    Actualmente, Kitu Ethnic Wear tiene blusas, vestidos, chaquetas, pantalones para mujer. Son modelos contemporáneos con estampados precolombinos. Para fines de este año tiene previsto incluir prendas para varones.

    Para replicar los símbolos de culturas ancestrales que mira en los libros, esta emprendedora dibuja los diseños en hojas a mayor escala y luego su esposo Guillermo García, pintor y diseñador gráfico, digitaliza para que la impresión en la tela sea más práctica.

    Las prendas de esta marca se confeccionan en una tela especial ecuatoriana. Esta es elaborada a base de hojas de plátano y otras fibras naturales. Parece algodón. Para darle color se tiñe artesanalmente y luego se hace el corte, según el diseño de la prenda.

    Sobre estas piezas se colocan los apliques empleando la técnica de serigrafía. Beatriz Shiguango, propietaria de este taller, menciona que las impresiones que hace para Kitu Ethnic Wear son llamativas.

    Shiguango resalta que en estos diseños se rescata la cultura nacional. “Me gusta hacer esto, porque me permite recordar a nuestros antepasados”.Las impresiones de los diseños se hacen bajo pedido. En promedio se entrega estampados para 100 prendas. El costo de los estampados fluctúa entre USD 0,30 y 1, según el tamaño y diseño. En toda la producción de estas prendas colaboran 20 personas.

    Las prendas de Kitu Ethnic Wear se comercializan desde USD 40, en Verid, en el Centro Comercial Cumbayá y en Galería Ecuador, en Quito. Cada una incluye en la etiqueta una descripción de los símbolos étnicos, el nombre de la cultura y la datación.

    Adriana Alomía, accionista de Galería Ecuador, señala que las prendas que confecciona Vásquez tienen mucha acogida. Los modelos son casuales y resaltan los tonos monocromáticos. Estas no se producen en masa y resalta la cultura ecuatoriana. Esto le abrió a Kitu Ethnic Wear, en diciembre del 2016, un espacio en el Desfile Texturas y Colores.

    Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, se encarga de todo el proceso de confección, desde el diseño de la prenda hasta el etiquetado. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, se encarga de todo el proceso de confección, desde el diseño de la prenda hasta el etiquetado. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Con sus trajes típicos transmite cultura

    María Victoria Espinosa

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    El asesoramiento sobre los pueblos y las nacionalidades indígenas del país ha sido la clave del negocio la Casa del Disfraz.

    Este local, en el que alquilan trajes típicos de Ecuador, fue creado hace 15 años por Carmen Gavidia.

    Ella es una apasionada por el arte y la cultura ecuatoriana. Todos los días busca nueva información sobre las 14 nacionalidades y pueblos indígenas para asesorar a su clientela. “Vienen de los colegios y me preguntan sobre los platos típicos o las costumbres porque deben hacer exposiciones en casas abiertas”.

    Además de los conocimientos que ha adquirido en los libros, también ha visitado varias etnias para aprender sus tradiciones, costumbres y el idioma.

    En uno de esos viajes visitó a los saraguros, una población ubicada al sur de la provincia de Loja. Ellos se caracterizan por vestir de negro. “Hay niños que por el color no quieren usar esas prendas porque no conocen su cultura”.

    Según Gavidia hay dos teorías sobre su vestimenta. La primera es que el negro es un campo magnético para conservar la energía del sol. La segunda es que aún conservan el luto por la muerte de Atahualpa, quien era su líder.

    Al relatarles esas historias, los niños y jóvenes se entusiasman con el traje y replican en el colegio esos conocimientos.

    Como parte del asesoramiento, Gavidia también les ayuda a seleccionar las canciones para armar las coreografías para las ferias escolares o los concursos en los barrios. “A veces hay clientes que alquilan un traje de montuvio, pero piensan bailar música afroecuatoriana”.

    La Casa del Disfraz tiene al menos 200 clientes fijos. La mayoría son estudiantes y profesores.

    Ellos alquilan hasta 50 trajes en un día. De cada etnia tiene más de 150 trajes. Eso debido a que hay fechas en las que varios colegios coinciden con el mismo traje.

    La fecha en la que más se alquilan vestuarios es el Día de la Raza o de la Interculturalidad.
    La docente Mariana Zambrano es clienta desde hace cinco años de la Casa del Disfraz. Ella asegura que con Gavidia aprendió sobre trajes típicos y cómo colocarlos. “Antes las mamitas no sabían colocar las fajas y en las presentaciones a las niñas se les caían. Carmen nos asesoró”.

    Los clientes de este local reservan hasta con un mes de anticipación. Un día antes del evento, el cliente debe acercarse a retirar el traje y debe regresarlo en un periodo máximo de tres días.
    Los precios de alquiler de trajes típicos y disfraces varían de entre USD 3 y USD 10, dependiendo del diseño y los accesorios como sombreros y bisutería.

    Pero no siempre fue así. Hace 15 años cuando recién se inauguró la Casa del Disfraz, los clientes eran esporádicos. Los pocos que llegaban, menos de cinco al mes, buscaban disfraces.

    Sin embargo, ella empezó a viajar a la Sierra y a comprar prendas como blusas bordadas, sombreros, fajas y cinturones de las culturas kichwa.

    Luego de dos años, las escuelas empezaron a realizar concursos de danza, casas abiertas y obras de teatro.

    Gavidia recuerda que al principio, los clientes pedían solo trajes de la costa. “Poco a poco les fui mostrando otras opciones y ahora ya tiene más acogida”.

    La emprendedora empezó su negocio con un traje de mujer otavaleña. Ella recuerda que desde niña se había interesado por esa cultura, ubicada en la provincia de Imbabura.
    En esa zona convivió con los indígenas y ellos le confeccionaron la primera blusa bordada. Ella invirtió unos USD 40.

    Desde hace siete años, los otavaleños surten su local. Anualmente despachan unas 30 blusas, con diferentes bordados. En estos productos invierte unos USD 300.

    La mujer señala que sería más fácil elaborar los trajes en Santo Domingo, pero estos no tendrían el sello indígena. “Mi labor no solo es alquilar un traje sino transmitir cultura. Que la persona sepa lo que lleva puesto para no distorsionar la cultura”.

    El negocio

    La Casa del Disfraz se inauguró en el centro de Santo Domingo en el 2003. El negocio se mantiene en el mismo lugar desde esa fecha.

    Al principio solo contaba con unos 100 trajes típicos de montuvios, afroecuatorianos y kichwas. Ahora tiene más de 1000, de todas las nacionalidades y pueblos indígenas del país.

    La inversión inicial fue de USD 40. Pero en total, se ha invertido en telas y trajes alrededor de unos USD 20 000.

    A parte de los trajes típicos también alquila ternos para hombre y vestidos de gala y para novias y quinceañeras.

    La riobambeña Carmen Gavidia instaló un negocio de alquiler de trajes típicos en Santo Domingo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    La riobambeña Carmen Gavidia instaló un negocio de alquiler de trajes típicos en Santo Domingo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Naturaleza y cultura al alcance del viajero

    Marcel Bonilla

    Contenido intercultural

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    Los paisajes que se observan en la denominada ‘Ruta etnocultural de Esmeraldas’ permiten conocer el territorio esmeraldeño, en el que se asientan pueblos y nacionalidades indígenas.
    En la zona selvática de los cantones San Lorenzo, Eloy Alfaro, Muisne y Quinindé están las etnias Chachi, Épera, Awá y las poblaciones negras. Por todas esas poblaciones cruza la ruta.

    La Unidad de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas creó -hace cinco años-un recorrido para mostrar a los turistas la ubicación de los museos culturales como el de Playa África y La Tolita Pampa de Oro.

    Un mapa muestra los lugares donde están las manifestaciones culturales de los pueblos afro e indígena, observación de fauna, pesca, artesanías, costumbres, centros culturales, senderismo y vías principales de acceso.

    Sonia Quiñónez, técnica de turismo del GAD, explica que la ruta empieza en el cantón Muisne, en el sur de la provincia, en la población Chachi de San Salvador, que cuida 800 hectárea de bosque.

    Mientras se avanza por la zona muisneña de río Sucio se observan diferentes plantaciones de plátano en las fincas indígenas. También se miran las casas de madera y caña guadúa, con fogones en las azoteas o en su parte baja, convertidas en atractivos.

    Por el lado del cantón Rioverde, en el norte de la provincia, la ruta se vuelve más intensa. Se recorre en canoa por el caudaloso río Verde hasta llegar a la comunidad Chachi de Guayacana y, posteriormente, a Medianía.

    En esas poblaciones se practica el senderismo y la observación de animales. Los chachis tienen unas 1000 hectáreas de bosque primario, que están bajo su control; ellos se encargan de cuidarlo.

    Luis Añapa, comunero de Guayacana, dice que la zona es propicia para la caminata y para disfrutar de las cascadas de la zona.

    Los chachis tienen como idioma el Cha’palaa, donde Chachi significa “gente verdadera o nuestra gente”, y están en mayor cantidad en el cantón Eloy Alfaro.

    El verdor de la zona selvática se observa desde las partes altas como Santa María de los Cayapas, atravesada por el río Cayapas, ubicado en el norte de Esmeraldas, en el cantón Eloy Alfaro.

    En Santa María, por su parte, los mayores enseñan a los niños el manejo de las canoas y su labranza en madera, como la caoba, que llegan a medir un metro de ancho y hasta 10 metros de largo.“Esto es parte de lo que mostramos a los que nos visitan en nuestras comunidades”, señala Ángel Pichota, habitante de Santa María.

    En esta zona la agricultura es la principal actividad, por eso se dedican a cultivar yuca, maíz, arroz, fréjol, camote y maní, que comparten con los visitantes.

    Los turistas pueden degustar de la tradición gastronómica del pueblo Chachi. Se puede tomar la bebida clásica, el champús, preparado con arroz y maíz, pero también se prueba el guarapo, hecho a base de caña de azúcar.

    Los indígenas conservan el uso de ‘pandado’, que consiste en envolver en hojas de bijao camarón de río o pescado. Estos se colocan sobre leñas.

    Más detalles

    Comunidad. En la ruta también están los Éperas, que habitan en Borbón, Las Palmas, Bella Aurora y Santa Rosa. Ellos conservan su dialecto el ‘sia pedee’ como lengua local. Son hábiles pescadores, cazadores y artesanos.

    Naturaleza. El paisaje de Playa de Oro resalta por las grandes piedras y los sitios estrechos en algunos tramos del río Santiago, cubierto en la ribera por la vegetación. En ese sitio se construyeron cabañas turísticas con capacidad para 30 personas.

    Los turistas recorren los ríos de la provincia verde en canoas que son fabricadas por los comuneras de la zona. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Los turistas recorren los ríos de la provincia verde en canoas que son fabricadas por los comuneras de la zona. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES