Etiqueta: cultura

  • Las artesanías que impulsan la cultura afro

    Marcel Bonilla

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    Veinte artesanos afros se organizaron para vender sus artesanías en diez módulos ubicados en el malecón del balneario de Las Palmas, en el norte de la ciudad de Esmeraldas.

    El objetivo es mostrar a los turistas una parte de la cultura afroesmeraldeña, basada en la construcción de réplicas de marimbas, bombos y paisajes norteños, con palmeras, trabajados en coco.

    Los artesanos ocupan el centro del malecón desde hace dos años. Ahí se ubicaron con el objetivo de vender sus productos, pero también con la idea de mostrar la representación de la cultura afro en cada detalle de sus artículos.

    Los módulos donde funcionan los construyó la Flota Petrolera Ecuatoriana EP. (Flopec), que cada mes cobra USD 250 más IVA por el alquiler de los locales. Esa empresa es la encargada de la administración del malecón.

    Los módulos de metal están a escasos 20 metros de la playa, eso permite a los turistas acercarse, para observar las 50 variedades de artesanías que exponen en perchas y vitrinas.
    La semana pasada Juan José Arango, un turista colombiano, pagó USD 12 por una marimba pequeña, la que llevaría de recuerdo hasta Cali, su ciudad natal.

    Antes recibió una explicación de uno de los artesanos, sobre la marimba declarada como patrimonio inmaterial de la humanidad, así como los cantos y la danza tradicional del pueblo afro.

    “El trabajo artesanal es muy bueno, por los detalles en los acabados y el mensaje del pueblo esmeraldeño, que promociona su cultura de esta manera”, señaló este visitante colombiano.

    Algo similar ocurrió con Carmen Elena Tobón, de la ciudad colombina de Pasto, que tras comprar pulseras con diseños afros, aprovechó para recibir una explicación del trabajo que realizan los artesanos en los 10 talleres en Esmeraldas.

    Los materiales son otro gancho. Las artesanías que se ofertan son trabajadas en coral, concha Spondylus, tagua, caña guadúa, madera, conchas de coco, pambil, calabazas y conchas de nácar, con las que elaboran aretes.

    Todos los locales cuentan con una sección de ropa afro como las batonas y kenyas o gorros, con características de tribus africanas. Esos atuendos se utilizan en Esmeraldas para las reuniones ceremoniales del pueblo afro.

    Jéssica Simisterra, una de las artesanas de Las Palmas, explica que muchos turistas quieren llevarse un recuerdo, y en el caso de las mujeres, prefieren las batonas para identificarse con la tierra.

    Simisterra tiene una inversión de USD 5 000 en sus artesanías, y tiene un promedio de venta de 700 al mes. Ella asegura que diciembre pasado fue un mes muy bueno para los artesanos.
    Otros artesanos tienen inversiones que sobrepasan de los USD  5 000, como Medardo Caicedo, que lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Según él, las ventas mejoran en febrero con el Carnaval, entonces pueden recuperar lo que no se vende en otros meses.

    “Nuestros mayores clientes son los propios esmeraldeños, que compran para tener en sus casas los rincones afros, en los que colocan una marimba, un bombo y las réplicas de mujeres afro danzando”, dice Caicedo.

    Uno de los locales más surtido es el de Édison Delgado. Él se encarga de recoger la concha del mar para hacer los aretes cuando el mar baja por completo. Los aretes de este artesano son de los artículos que más llaman la atención a los turistas.

    Los artesanos del balneario de Las Palmas ya trabajan en una promoción de sus artesanías en las caravanas que organiza el Ministerio de Turismo, en las provincias de la Sierra para invitarles a las playas de Esmeraldas

    Medardo Caicedo lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Medardo Caicedo lleva dos años en el malecón de Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • La cultura se pinta en fibra de palmeras

    Marcel Bonilla

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    Las fibras que salen de las palmeras cubanas que adornan la playa de Atacames, son usadas para pintar la cultura de los países de Centroamérica y del Ecuador.

    Michel Drouet, una esmeraldeña de 22 años que vivió en Mar del Plata (Argentina), regresó al país hace un año y se radicó en Atacames para trabajar en turismo.

    En el hotel donde trabaja, las palmeras que florecen traen una nueva semilla. En lugar de botarlas, decidió utilizarlas para pintar motivos culturales de los países donde también estuvo.

    El material se seca a la intemperie. Cuando está secó se torna duro y resistente. Luego diseña cada dibujo como lo hizo con la máscara del sol, del Banco Central del Ecuador.

    Sobre la fibra también retrata paisajes de la cultura Afro de Esmeraldas y las poblaciones indígenas que habitan en el norte de la ‘Provincia Verde’.

    Son imágenes que se adaptan de acuerdo al relieve de cada una de la fibra, unas más anchas y largas que otras, que finalmente se usan en pinturas de adornos.

    Michel Drouet desarrolló el arte por la pintura desde los 5 años, cuando pintaba sobre cuadernos y más tarde en camisetas para retratar a personajes de su época.

    En las paredes del bar Waikiki, en el balneario de Atacames, sitio donde trabaja, se cuentan unas 10 pinturas en las que rescata la cultura de países como Cuba, Jamaica y Puerto Rico.
    Sobre la fibra pintó los cabarés tradicionales de Cuba. Junto a la bandera de República Dominicana matizó una mulata con acordes musicales, para reflejar la música de esa zona.

    Sus pinturas sobre esa fibra natural, de las llamadas palmeras cubanas, también retrata las máscaras de algunas culturas ancestrales de la región, como la cultura Maya, de Centroamérica.

    En los últimos siete meses esta joven artista ha realizado más de 30 pinturas. Unas las exhibe en el bar de la playa donde pinta y otras han sido vendidas a extranjeros que se encantan de ver reflejada una parte de la actividad cultural de sus pueblos.

    Atacames es una de las playas que más turistas extranjeros atrae en la costa norte. Por eso, para Drouet mostrar sus trabajos ha sido mucho más fácil; aunque al inició era solo un pasatiempo, hoy sus pinturas son solicitadas.

    Uno de los clientes es Fernando Saldarriaga, quien pidió que le pinte 20 motivos distintos, en los que destaca lo cultural de Esmeraldas, sus playas y su gente.

    “Ver cómo se plasma la cultura de los pueblos en cosas sencillas, es muy agradable; porque pueden recrear espacios para el conocimiento en sitios de la casa”, comenta este cliente.
    Drouet ha tomado su arte de pintar cosas como una forma de plasmar, con el uso de colores vivos, las historias de los pueblos en pequeños espacios, que llamen la atención de los turistas.

    Para el antropólogo Xavier Valencia, también dedicado a la pintura, el aporte de Drouet, ayuda a mostrar otros lados de la cultura de otros países, en una provincia donde se habla de la cultura afroesmeraldeña.

    Una de las propuestas es que las pinturas que se hacen en fibras de palmeras de hasta un metro de altura, sean expuestas en las ferias culturales que se organizan en Esmeraldas.

    Michel Drouet, de 22 años, es la artista que pinta sobre fibra de palmeras. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Michel Drouet, de 22 años, es la artista que pinta sobre fibra de palmeras. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • El sabor y cultura de ‘Manabís’ en su cebiche con maní

    Redacción Quito

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    Cedeños es una cebichería en la cual se aprecia por todo lado la cultura popular manabita.
    Desde la entrada el cliente se encuentra con una colorida estética donde las paredes rinden tributo a los curiosos nombres de Manabí.

    Son tres murales divididos en nombres de personas, de poblaciones y frases típicas. Entre estas se encuentra Camarón Hembra, Portoviejo Rock City, Me voy ligerito y vuelvo, aguaytame el carro…

    Todo esto se entrelaza con un ambiente moderno, acompañado de ritmos de fondo como rock, reggae, funk, acid jazz, etc.

    El objetivo de este negocio es homenajear a la tierra natal de sus dueñas y creadoras: Alejandra García y Cecilia Chávez.

    Ellas son amigas desde que estudiaban en un colegio en Manabí. Vinieron a Quito para estudiar Publicidad y desde los años de universidad tuvieron la idea de emprender un negocio juntas.

    Hace dos años se decidieron por la gastronomía.

    Cedeños nació a principios de 2016. Durante los dos años de funcionamiento ofrece cebiches con la receta tradicional manabita: maní y aguacate.

    Todos los productos se traen de Manabí, incluso el maní. Las propietarias explican que necesitan un producto de sabor puro, sin ningún tipo de alteración.

    La creatividad es un factor clave en este restaurante donde, incluso, el menú está construido a base de nombres tradicionales.

    Las recetas fueron creadas por Alejandra García, ‘La Toquilla’. Este es un restaurante que vende exclusivamente cebiches.

    La oferta incluye ocho variedades con nombres como cebiche Cedeño, Loor, Zambrano, etc.
    El cebiche se lo puede degustar con una variedad de entradas o empanadas que en este local se las conoce como nalgona de Chone, Portoviejo o Calceta.

    Además, el menú incluye también una diversidad de dulces manabitas, postres tradicionales, micheladas, cocteles y la tradicional caña manabita.

    Cecilia Chávez, plasmó visualmente a la cultura popular con murales y adornos construidos a partir del cotidiano de Manabí.

    La idea de esta emprendedora fue desde un comienzo romper con el concepto tradicional de una marisquería. De esta forma Cedeños encontró su identidad estética y gastronómica.
    Después de un año de la inauguración de Cedeños la demanda creció tanto que se instalaron mesas en el exterior.

    Actualmente, este negocio tiene de seis a siete empleados dependiendo del día y el horario. El personal es en su mayoría de Manabí.

    Para el 2018, Los Cedeños, que se encuentra cerca de la avenida Río Coca, en el norte de Quito, tiene proyectado ampliarse al local que se encuentra al lado. Con esto quieren duplicar la capacidad de atención y sus ganancias.

    Su crecimiento a largo plazo también incluye la expansión a través de franquicias. Las emprendedoras comentan que todo dependerá del movimiento comercial en el siguiente año y se mantenga la calidad del negocio.

    Para Alejandra García y Cecilia Chávez, lo fundamental es la calidad del producto y la atención en un ambiente donde sus clientes puedan vivir una experiencia que sea 100% manabita.

    Alejandra García y Cecilia Chávez son las dueñas y creadoras de este nuevo concepto de cebichería en el país. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Alejandra García y Cecilia Chávez son las dueñas y creadoras de este nuevo concepto de cebichería en el país. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • El turista conoce la cultura afro a través de artesanías

    Redacción Esmeraldas (F)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Dos muñecas afros elaboradas con cerámica adornan la vitrina del negocio de Ligia Abonía, una afroesmeraldeña dedicada a elaborar artesanías con temática de esa etnia.

    Una réplica de marimba hecha de pambil y una canoa cargada de frutas muestran la abundancia de los productos que se cosechan en las comunidades afro del norte de Esmeraldas. También se pueden apreciar pulseras hechas con conchas y coco, aretes de semillas, réplicas de marimberos, comuneros, bomberos y mujeres cantoras.

    Abonía lleva en este negocio 15 años, pero desde hace uno empezó con un trabajo mucho más formal. Obtuvo los permisos que entregan las autoridades para la comercialización de artículos.

    En el Ministerio de Industrias ha recibido capacitación sobre cómo proyectar sus ventas, presentación de productos y elaboración de presupuestos.

    Otros emprendedores también se han beneficiado, ya que estos proceso son parte de un proyecto de desarrollo artesanal que nació con el objetivo de mostrar la cultura del pueblo afro, a través de réplicas hechas con cerámica y madera, en un centro artesanal.

    De esa manera los artesanos de la ciudad se agruparon para acopiar la producción y luego venderla en un sitio donde los turistas concurran cuando estén en a Esmeraldas o Atacames. Abonía la exhibe en Multiplaza Mall.

    Para Martha Prías los detalles en la elaboración de las artesanías afro garantizan su compra. Desde hace un año es clienta de Abonía.

    La representante del Ministerio de Industrias en Esmeraldas, Gabriela Zambrano, explica que ese negocio es parte del programa denominado ‘Esmeraldas Innova’.

    A través de esta iniciativa se impulsa el trabajo que realizan los emprendedores, a los que se les guía para que regularicen su situación y puedan poner su producción en otros mercados con una mejor presentación.

    Hermenegildo Rodríguez, parte de los emprendedores de la cultura afro, señala que ellos empezaron con un capital de 25 millones de sucres (USD 1 000 en la actualidad). Luego fueron mejorando la inversión con capital propio hasta tener una base de cerca de 8 000.

    Él es antropólogo de profesión y uno de los activistas en la defensa de los derechos del pueblo afro, por eso le es fácil explicar a los turistas sobre el origen de su etnia, mientras los recibe en su tienda.

    Uno de los proveedores de las artesanías que venden en diferentes locales es es Jorge Ayala. Abastece con la mitad de la producción que necesitan para que las tiendas permanezcan llenas.

    En su taller trabajan dos personas más, que ayudan a elaborar un promedio de 50 piezas grandes y 50 pequeñas durante la semana,. Entre ellas están muñecas para adornar la sala, marimberos, etc.

    María Fernanda Chérrez es una de las impulsadoras que apoya a la difusión de las artesanías afros en el centro artesanal. “El proyecto de desarrollo artesanal ha sido una experiencia importante porque nos ha dado la oportunidad a mucha gente para conocer más de la cultura afroesmeraldeña”.

    La proyección del negocio es vender el producto en otros mercados del país a través de ferias artesanales y caravanas culturales.

    Ligia Abonía muestra algunas de las muñecas de cerámica que representan a mujeres de la cultura afro,  en el centro comercial Multiplaza. Foto. Marcel Bonilla / LÍDERES
    Ligia Abonía muestra algunas de las muñecas de cerámica que representan a mujeres de la cultura afro, en el centro comercial Multiplaza. Foto. Marcel Bonilla / LÍDERES
  • La cultura Tsáchila fue la inspiración de esta artesana

    Red. Santo Domingo (F) Contenido intercultural

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    El colorido de la indumentaria y las tradiciones tsáchilas fueron la inspiración de la artesana Teresa Lema.

    Ella tiene un taller en el que elabora artesanías con figuras de mujeres y hombres tsáchilas.
    La artesana, radicada en Santo Domingo, ha patentado 60 figuras de tsáchilas elaboradas con porcelanicrón, teca, bambú, caña guadúa, entre otros.

    Una de sus últimas creaciones es una lámpara con la figura de una mujer vestida con la indumentaria tsáchila. “Trato de que mis diseños reflejen la realidad de su cultura para que no se pierda”.

    Lema realiza este tipo de artesanías desde hace 17 años. Al principio lo hizo en un pequeño taller en su casa. Pero desde hace unos meses decidió instalar un local en la Plaza Wilson, en el centro de Santo Domingo. Lo hizo porque por ese sector circulan turistas, que buscan un obsequio autóctono de la región. “La clientela ya no es la misma y debemos abrir nuevos mercados para que la actividad artesanal no se pierda en la provincia”.

    Al principio solo los turistas compraban figuras tsáchilas. Ahora su clientela ha variado y ella debió innovar con artesanías que decoren el hogar para el cliente oriundo de Santo Domingo. Por ejemplo, elabora casas, porta vasos, esferográficos, entre otros.

    La santodomingueña Martha Ramos decoró su casa con artículos tsáchilas. En el comedor colocó un reloj y en la mesa tiene un porta vasos, un servilletero y un salero. Ella cuenta que escogió esa decoración porque cada año recibe a huéspedes extranjeros en su casa y quiere que se interesen por la cultura de la zona.

    Lema afirmó que pese a que cada artesanía ha nacido de su inspiración, debió estudiar a la nacionalidad para representar correctamente sus prendas de vestir, las líneas negras en el cuerpo y el cabello de los hombres, en el cual colocan achiote como un símbolo de protección contra las enfermedades. “No se trata solo de elaborar una pieza bonita sino de mostrar la cultura. Hacerla visible en el mundo”.

    Los mayores compradores de la tienda Artesanías Tsáchilas son personas que viajan al exterior y quieren llevar regalos a sus familiares o amigos. Los llaveros, lámparas, aretes, esferográficos y demás artículos han sido llevado a Europa y EE. UU como regalos típicos del Ecuador.

    El operador turístico Sebastián Armijos comenta que las agencias también regalan a sus clientes artesanías de la tienda de Lema. “Les obsequiamos esferos con figuras tsáchilas o marimbas para colocar en las oficinas. Ellos se van felices”, señaló.

    También las instituciones públicas y privadas utilizan como decoración las artesanías de la nacionalidad tsáchila. 

    Lema afirma que hace falta apoyo para los artesanos por parte de las autoridades. “Solo pedimos que se impulse nuestro trabajo a través de ferias o de un mercado artesanal”. 

    Ella afirma que unos 50 de los 100 clientes fijos que tiene el negocio, se contactan en las ferias cantonales y provinciales. “Si se hicieran más ferias en el año, tendríamos la oportunidad de crecer”, dice Lema.

    Teresa Lema inauguró este año un nuevo local en la Plaza Wilson, en el centro de Santo Domingo. En el lugar vende artesanías tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Teresa Lema inauguró este año un nuevo local en la Plaza Wilson, en el centro de Santo Domingo. En el lugar vende artesanías tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Caretas de la Diablada son parte del día a día de Píllaro

    Modesto Moreta

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    Pómulos salientes, dientes afilados, grandes cuernos, una nariz prominente y curvada, y una sonrisa amplia caracterizan a las caretas de la tradicional ‘Diablada’ Pillareña’.

    Esta fiesta declarada como Patrimonio Intangible de la Nación que se cumple en Píllaro, del 1 al 6 de enero de cada año, tiene 15 artesanos dedicados a la confección y diseño. Los talleres se encuentran repartidos en diversos sectores de este cantón de Tungurahua.

    Marco Caillamara, de 40 años, tiene su local de artesanías denominado Kusulunku. Pinta cuadros y confecciona estas máscaras para comercializarlas o entregarlas a quienes le solicitan bajo pedido. En su local exhibe más de una docena de caretas de todos los tamaños para esta comparsa. En su emprendimiento familiar moldea 50 caretas. Los ingresos superan los USD 5 000 anuales.

    Allí diseña y elabora a mano las máscaras estrafalarias que sus clientes le solicitan. Otras las vende en los días de la fiesta que dura seis días. A esta actividad dedica entre 5 y 6 horas diarias desde agosto pasado.

    En una mesa de madera da forma a la careta. Usa papel reciclado y abundante engrudo para el pegado. Cuenta que cuando se seca adquiere una dureza que impide desprenderse los cuernos, especialmente de las máscaras más grandes. Esta técnica la aprendió hace más de 15 años y las aplica en cada una de sus obras.

    En el patio de su casa están cuatro caretas que tienen un par de cuernos de chivo y otros dos de borrego merino. También, hay de venado. Es objetivo de Caillamara es evitar salirse de la esencia misma de la fiesta, es decir, que todas las máscaras estén hechas con papel maché y pintadas con los colores negro y rojo.

    Por esa riqueza cultural, este festejo popular en enero del 2009, fue declarado Patrimonio Cultural del Ecuador. Cada año 13 delegaciones o partidas de las comunidades y barrios de Píllaro como Rumihuaico, Robalinopamba, Marcos Espinel. Además Cochaló, Chacata El Carmen Tres Esquinas, Elevación, Escuela de Danza y Guangüibana se apoderarán de la plaza central de Píllaro.

    Caillamara cuenta que cada año confecciona 35 máscaras bajo pedido. El cliente le trae en dibujo o el modelo y le confecciona y solo 15 saca para comercializarlas en las calles durante la fiesta. Los tamaños van desde los 40 centímetros a tres metros de largo. “El tiempo para confeccionar una careta tarda una semana, la demora es en el secado. Las grandes tardan tres”, dice Caillamara.

    Los precios fluctúan de entre USD 40 a 350. “Mantenemos los rasgos de la Diablada Pillareña, es un Diablo mestizo y diferente a la de Bolivia”.

    Italo Espín promotor Cultural y artesano, cuenta que en Píllaro hay 15 talleres dedicados a la confección de caretas de la Diablada. También, sastrerías que cosen los trajes de color rojo. Se compone de una blusa, un pantalón y una capa del mismo color. Está adornada con lentejuelas, encajes y otros adornos.

    Para Italo las versiones orales de los adultos mayores y las investigaciones efectuadas cuentan que esta tradición se mantiene por más de 150 años.

    Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes
    Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes
  • El mobiliario que lleva la cultura afro

    Marcel Bonilla

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    Las hosterías que están en la vía que conecta a la ciudad de Esmeraldas con los cantones del norte de la provincia cuentan con mobiliario construido con base en troncos de madera de forma rústica. Esta es una forma de aprovechar los troncos talados por efectos de nuevas plantaciones.

    Con este materia prima los maestros y arquitectos fusionan el uso de mobiliario ancestral en las hosterías con el cemento. El planteamiento de los grupos culturales de Esmeraldas es que en los diseños de hosterías, siempre se tome en cuenta un área donde se refleje la cultura esmeraldeña, con la colocación de cuadros alusivos a la población afro, así como instrumentos como la marimba y el bombo.

    Los bancos construidos artesanalmente tienen una sola base, conformada por un tronco de madera de 60 cm de alto, y unos 15 cm de diámetro. La parte superior está recubierta con una tela tipo cuerina, asegurada en los costados con tachuelas amarillas. “Los muebles hechos con troncos se ajustan a la visión de mostrar una hostería con toques de ancestralidad”, señala Lourdes Plaza, propietaria de la hostería Pailón Beach, en Colope.

    Este tipo de trabajo que se lo sigue haciendo en espacios como el balneario de Camarones, en Esmeraldas, llama el interés de turistas como Rosario Bueno, quien visita las playas del sur de la provincia dos veces por año.

    Con este tipo de muebles se trata de conservar ese toque de ancestralidad, replicando una antigua forma de elaborar mobiliarios a cargo de afroesmeraldeños que habitaron a lo largo de poblaciones como Colope, Camarones, Bandera, Playa Arena…

    Polibio Gómez, maestro de carpintería ancestral, explica que la clave en este tipo de muebles para playa es mantener el aspecto rústico, dejando la corteza del árbol, lo que le da un destaque al mueble.

    Hosterías y viviendas del norte de Esmeraldas utilizan mobiliario elaborado con base a la tradición. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Hosterías y viviendas del norte de Esmeraldas utilizan mobiliario elaborado con base a la tradición. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • En Tierra Negra difunde la cultura afro

    Marcel Bonilla

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    Cinco negocios de artesanías afroesmeraldeñas, ubicados el en centro comercial de artesanías Tierra Negra, contribuyen a la difusión de la cultura con sus trabajos elaborados en guadúa, coco y una variedad de semillas propias de la provincia.

    Entre las artesanías que se ofrecen en este espacio cultural y turístico, se encuentran réplicas de instrumentos tradicionales de la música ancestral esmeraldeña como el bombo, marimbas, cununos, guasá, maracas y cuadros pintados con detalles afros.

    El centro comercial de artesanías Tierra Negra está ubicado junto a la plaza cívica Nelson Estupiñán Bass. En estos negocios se exhiben pequeñas marimbas, tambores, bombos, cununos y maracas.

    En las paredes del lugar, los visitantes pueden apreciar los trabajos realizados en damagua, una fibra que se cosecha en el norte de Esmeraldas, sobre la que pintan figuras afros danzando o en una de sus faenas de campo.

    El centro de artesanías afro se construyó hace tres años, con la intención de exponer el arte y la cultura de los afroesmeraldeños, que dedican tiempo a la elaboración de estas artesanías.
    Con esta iniciativa además se hace énfasis en las características y rasgos africanos de los instrumentos tradicionales afroesmeraldeños, que fortalecen la música ancestral como la marimba y el andarele.

    La producción de los artesanos se comercializa en el centro Tierra Negra y también en Atacames. “Tengo un promedio de ventas de hasta USD 600 al mes, pero eso puede mejorar con la visita de los turistas que aman nuestro trabajo”, dice Adison Güisamano, propietario de uno de los negocios.

    Güisamano, que es antropólogo de profesión, explica que el trabajo que realizan en el centro, no debería ser visto solo desde el punto de vista comercial, sino que debe valorarse como un aporte a la cultura ecuatoriana.

    Quienes venden instrumentos musicales (artesanías), conocen de percusión ancestral y muestran cómo tocar una de las piezas tradicionales como la Caderona, en las pequeñas marimbas.

    En sus trabajos se precisan técnicas de construcción y interpretación de los instrumentos como el bombo, que los convierte en íconos.

    Los turistas que adquieren las artesanías reciben una explicación del uso del bombo, cununo y guasá, que son utilizados en las fiestas religiosas de la población afroesmeraldeña. “Damos a conocer nuestro proceso histórico, que aportan a la realidad multicultural del país”, explica el antropólogo Güisamano.

    Xavier Valencia, antropólogo, artesano y presidente de la agrupación Mandagua, cree que a través de la venta de artesanías también se ha promovido el diálogo intercultural y la promoción al respeto a la diversidad.

    En su caso, promueve el conocimiento de los asentamientos del pueblo afro en Esmeraldas, y por medio de sus cuadros pintados al óleo, explica el significado de la escritura de los pueblos africanos.

    Para los artesanos del centro comercial Tierra Negra, el trabajo artesanal también es una forma de fortalecer los procesos etno-educativos multiculturales de los afrodescendientes, mediante la enseñanza.

    “Los instrumentos musicales tradicionales son los voceros de una cultura, por eso, por medio de las artesanías, damos a conocer a los turistas la importancia de nuestra cultura”, señala Erick Ortiz, administrado de uno de los locales de artesanías.

    La venta de sus productos en este espacio ha sido una fuente de ingresos para los artesanos de Atacames, que se han organizados en cinco asociaciones, desde donde se promueve el conocimiento de una parte de la cultura de los esmeraldeños.

    Aunque la rentabilidad de los negocios de artesanía no es alta, con las ventas de sus trabajos, los artesanos pueden volver a comprar materia prima como damagua, semillas, clavos, piolas, barniz y laca para sus artesanías.

    El centro artesanal

    Los negocios  La venta de artesanías se ha fortalecido en los balnearios de Atacames y Esmeraldas con la presencia de turistas, que gustan de cuadros afros pintados en damagua.

    Objetivos  Los dueños de los negocios en este centro persiguen la conservación del patrimonio cultural a través de sus trabajos artesanales.

    La difusión  Con los municipios de la provincia se coordina la promoción de muestras artesanales en ferias cantonales de artesanos para difundir los trabajos.

    Karina Aguirre es una de las artesanas que vende réplicas de instrumentos musicales. Fotos: Marcel Bonilla /Líderes
    Karina Aguirre es una de las artesanas que vende réplicas de instrumentos musicales. Fotos: Marcel Bonilla /Líderes
  • Apostó por un lugar histórico y alcanzó una meta

    Redacción Quito

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    Desde muy joven, Fausto Caballero siempre tuvo una meta muy clara a seguir: ser su propio jefe. Hoy en día, cree que alcanzó esta meta de una manera muy particular, abriendo el primer restaurante que ofrece una experiencia histórica en lo profundo del casco colonial.

    La vida laboral de este empresario quiteño empezó desde que era un adolescente. Después de la muerte de su padre, cuando tenía 12 años de edad, supo que tenía que buscar la forma de salir adelante y ayudar a su madre.

    Poco a poco, se fue introduciendo en el mundo de la contabilidad, profesión que rondaba su familia. Es así que, a los 15 años, Caballero ya se encontraba trabajando en temas contables, mientras culminaba sus estudios en el Colegio Luis Napoleón Dillon, ubicado en el centro norte de Quito.

    “Sabía que la situación económica de mi familia era complicada, por eso tuve que llevar mi independencia desde muy chico”, comenta Fausto Caballero.

    Gracias a los fondos recaudados de sus primeros años de vida laboral y sus ganas imperantes de tener su propio negocio, Caballero logró abrir, a sus 20 años, su propia panadería. Sin embargo, su primer negocio no prosperó y tuvo que cerrar al poco tiempo.

    Por supuesto, este desafortunado hecho no fue motivo ni generó desilusión para el joven empresario, quien decidió invertir nuevamente su tiempo y recursos para realizar sus estudios universitarios. Es así que Caballero siguió la carrera de Ingeniería Comercial en contabilidad y auditoría en la Politécnica Salesiana.

    Mientras continuaba con sus estudios, seguía trabajando como auxiliar de contabilidad; este trabajo le permitió costear su carrera y ahorrar para viajar por el mundo. Para él, viajar fue muy importante en su vida debido a que le permitió conocer nuevos modelos de negocios que no habían llegado aún al país.

    Después de conseguir su ingeniería, Caballero consiguió manejar la gerencia financiera de un empresa turística en las Islas Galápagos. Este fue el primer encuentro que el empresario tendría con el mundo del turismo; además, gracias a este trabajo, él pudo establecer los contactos necesario para un día dedicarse por completo a esta industria.

    No obstante, aun cuando había alcanzado varios éxitos profesionales, todavía sentía que no había conseguido su meta inicial. “Trabajando en esta empresa turística logré ahorrar, me compré mi primer auto y pude viajar. Sin embargo, yo no quería ser un empleado más, así que decidí arrancar con mi propio negocio, otra vez”, comenta Caballero.

    Armado de todos los conocimientos adquiridos a lo largo de su vida académica y profesional, esta vez, Caballero se propuso establecer una forma de entender el negocio del turismo que no era conocida en Quito, la experiencia histórica y gastronómica.

    Caballero no quería que su negocio sea un restaurante ordinario, sino que se encuentra en algún lugar especial que ofrezca una verdadera sensación tradicional quiteña. Según su amigo y miembro de la Cámara de Turismo, Luis Maldonado, “ Fausto intentaba innovar en el tema del turismo con una propuesta que al principio la gente no entendía, por lo que tenía dudas. Él siempre está así, tratando de salir de la zona de confort”.

    Así, hace cuatro años, encontró el espacio de había soñado, La capilla del Señor de los Milagros, en la Loma Grande, icónico barrio del centro quiteño. Es una construcción del siglo XVII que se había encontrado abandonada durante muchos años. Así, gracias a una inversión inicial de unos USD 30 000 y al importante apoyo del Instituto Metropolitano de Patrimonio, se logró restaurar la infraestructura y adaptar un restaurante-cafetería.

    Hoy en día, el restaurante Los Milagros, ubicado en La Loma Grande, ofrece a turistas nacionales y extranjeros la oportunidad de encontrarse con las raíces quiteñas a través de una oferta de platos preparados con recetas ancestrales. Además, los visitantes pueden disfrutar , en este lugar, de una experiencia histórica al verse rodeados por arte colonial y demás expresiones artísticas, como danza, música en vivo, entre otros.

    Sin embargo, Caballero no piensa encerrar su idea únicamente a este establecimiento, ya que ha logrado replicar las experiencias históricas en otros lugares populares del centro.

    Según Caballero, una de las mayores alegrías que su emprendimiento le ha brindado ha sido la posibilidad de ser una fuente de trabajo. Asimismo, él ha visto, en su idea de negocio, una oportunidad para contribuir con la sociedad a través de programas de danza folclórica.

    Fausto Caballero es un emprendedor quiteño que entendió el valor del patrimonio cultural y explotó su potencial a través de la oferta de las experiencias históricas. Foto: Vicente Costales / Líderes
    Fausto Caballero es un emprendedor quiteño que entendió el valor del patrimonio cultural y explotó su potencial a través de la oferta de las experiencias históricas. Foto: Vicente Costales / Líderes
  • La cultura Tsáchila, un imán para los turistas

    María Victoria Espinosa 
    (F – Contenido Intercultural)

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    Los centros culturales y turísticos tsáchilas calificaron a esta temporada de vacaciones escolares de la Sierra como positiva.

    Según la Gobernación tsáchila, al menos 500 familias de la Sierra visitaron los emprendimientos nativos, ubicados en Santo Domingo de los Tsáchilas. Los hicieron entre julio y agosto.

    Al Centro Cultural Mushily llegaron cada semana unas 200 personas desde Quito, Ambato, Loja y también de la Amazonía.

    En julio, la mayoría de turistas eran grupos de colegios de la Sierra, que decidieron hacer el paseo de fin de año en la Costa. “Nos hemos beneficiado porque estamos cerca de la playa y somos una etnia lleno de color, que a los niños les llama la atención conocer”, señaló Abraham Calazacón, líder del proyecto turístico Mushily.

    En ese lugar, el turista puede hacer un recorrido por las 11 estaciones en las que se muestra la cultura ancestral tsáchila en el ámbito cultural, artesanal, medicinal, musical y familiar.

    El docente quiteño Roberto Mora, señaló que los viajes escolares hacia las comunidades indígenas son importantes porque los estudiantes pueden conocer de forma entretenida, lo aprendido en clases. “Vinimos con 20 niños. Ellos se impactaron con las viviendas y la gastronomía exótica”.

    El gobernador tsáchila, Javier Aguavil, señaló que de las siete comunas cuatro están promocionando los atractivos turísticos de la nacionalidad.

    Chigüilpe es la aldea que mayor demanda tiene de turistas por encontrarse a 10 minutos del centro de la ciudad. Ahí hay cinco emprendimientos turísticos dirigidos por tsáchilas. Unos se encargan de mostrar la medicina ancestral y otros de promocionar la cultura.

    Según Mateo Calazacón, presidente de la comuna Chigüilpe, en el año se calcula que llegan unos 6 000 turistas.

    De esos, el 70% llega para la fiesta Kasama (Nuevo Amanecer), en Año Nuevo para realizarse rituales de purificación, sanación y baños para la buena suerte y entre junio y octubre.
    Para esta última temporada también llegan turistas extranjeros de Colombia, Perú, EE.UU. y Europa. “Por el momento no buscamos lucrarnos de nuestra cultura. Por eso los precios son entre USD 1 y 3 por persona”.

    Buscamos -agregó- que nos conozcan y aportar con nuestra medicina a los mestizos.
    La comuna Otongo Mapalí también ha captado a turistas de la Sierra en estos dos últimos años.

    En esa aldea hay tres centros turísticos. Uno de esos es Du Tenka, que en tsa’fiki significa Corazón de la montaña. En el lugar se ofrecen recorridos por el bosque. Ahí se pueden apreciar árboles como el shanshui, que es utilizado en los rituales tsáchilas. También, pueden bañarse en el río Otongo Mapalí, donde se hacen juegos típicos y rituales.

    Miguel Aguavil, dirigente de Du Tenka, señaló que los emprendimientos en las comunas han servido para que se conserven costumbres como la vestimenta, alimentación e idioma nativo.
    Él afirmó que, al menos, quienes se dedican al turismo deben vestir con la chumbillina y pintarse el cabello de rojo con achiote. “Debemos estar preparados porque los turistas siempre vienen de improvisto”.

    En las comunas Colorados del Búa y El Poste la llegada de turistas es menor. Eso debido a que son sectores más alejados de la zona urbana. Sin embargo, unas 100 familias asistieron a los tres centros culturales que hay en esas comunas tsáchilas.

    Según la Gobernación, en los últimos cinco años los centros turísticos tsáchilas han ido capacitándose para brindar nuevos servicios. De los 12 centros turísticos, seis ya cuenta con cabañas para hospedar a los turistas.

    Además se ofrecen otras actividades como deportes extremos en los ríos cercanos a las comunas.

    También hacen propaganda a través de las redes sociales e invitan a personajes reconocidos de Ecuador para que conozcan las costumbres tsáchilas.

    Los turistas de la Sierra visitaron la comuna Chigüilpe para conocer sobre la cultura de los tsáchilas. Foto: Cortesía / Centro Cultural Mushily
    Los turistas de la Sierra visitaron la comuna Chigüilpe para conocer sobre la cultura de los tsáchilas. Foto: Cortesía / Centro Cultural Mushily