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  • Con sus diseños reviven paredes monocromáticas

    Redacción Guayaquil

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    Mario Salinas y su esposa estaban indecisos sobre cómo decorar la casa que habían adquirido. Conversando con su amigo, Jaime Lozada, encontraron páginas en Internet que vendían adhesivos para las paredes. Los compraron y los pegaron en sus hogares.
    Cada persona que los visitaba elogiaba aquella elección y preguntaban dónde podían conseguir algo igual.

    Entonces Salinas y Lozada se dieron cuenta de que podían hacer de ello un negocio para que otras personas pudiesen decorar sus viviendas a un bajo costo.

    Así nació Kiwi Decoraciones, un emprendimiento que ofrece adhesivos de distintos motivos para pegar en salas, comedores, cuartos y baños.

    De una pared monocromática puede salir un árbol en cuyas ramas están pegadas las fotos familiares; pueden irrumpir también superhéroes o admirarse un paisaje parisino al atardecer.
    “Justamente ese es el eslogan de Kiwi: dales vida a tus paredes”, explica Salinas.
    La empresa posee página web y cuatro islas: dos en Guayaquil (Mall del Sol y Ríocentro El Dorado) y dos en Quito (El Recreo y El Condado). Cuenta con seis trabajadoras y un mensajero.

    Además, en Guayaquil tiene el apoyo de dos empleadas para los días feriados y para participar en exposiciones, como la segunda edición de la Feria de Comercio de Guayaquil.

    “En El Dorado se mueve mucho la venta los domingos. Aquí abrimos en abril de este año. Pago 800 dólares el alquiler y puedo hacer hasta USD 7 000 mensuales. Las ventas son mayores en esta zona porque estamos rodeados de ciudadelas nuevas, con casas nuevas, gente joven que tiene hijos pequeños. Esos son nuestros mayores clientes”, asegura Salinas.

    Kiwi Decoraciones comenzó sus operaciones vendiendo por Internet a mediados de 2015. Entonces invirtieron USD 3 000 para la compra de unos 20 diseños distribuidos en 200 láminas. Los trajeron desde China, donde se encuentra su proveedor, en una caja por servicio postal.

    Las primeras ventas fueron de USD 400 y 500, pero ahora ascienden y superan los USD 7 000. La inversión que hacen cada mes es de USD 10 000 y traen mensualmente 5 000 láminas.

    El catálogo actual supera los 250 diseños, de diferentes medidas (el más pequeño mide 1 metro de largo por 50 centímetros).

    Están elaborados en plástico PVC y tienen un costo que varía entre USD 10 y USD 18.
    “Las ventas se reparten: 50% adultos y un 50% niños. Lo que más buscan son árboles para poner fotos; a los pequeños les gustan los superhéroes. También tenemos adhesivos que brillan en la oscuridad y son de ciudades como París o la Torre Eiffel. Esos son los más solicitados”, dice el cofundador.

    Salinas señala que los gustos varían entre las ciudades. Mientras en Guayaquil la gente busca colores pasteles, en Quito prefieren los tonos fuertes y personajes como Winnie the Pooh.
    Salinas expresa que se dedica prácticamente tiempo completo a Kiwi Decoraciones, porque le apasiona el trato con la gente. “La atención al cliente es importantísima”, afirma y asegura que sus planes son seguir creciendo.

    Viviana Naranjo trabaja desde hace OCHO meses en la empresa cofundada por Mario Salinas. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Viviana Naranjo trabaja desde hace OCHO meses en la empresa cofundada por Mario Salinas. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • Los diseños de Quichua Marka no abandonan sus raíces

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    Puntada tras puntada, Enrique Males y su esposa Lucila Lema lograron consolidar Quichua Marka (Pueblo Quichua, en español), una de las firmas de elaboración de ropa más reconocidas de Otavalo, provincia de Imbabura.

    El almacén de estos emprendedores del pueblo kichwa está ubicado frente al tradicional Mercado de Ponchos, uno de los íconos turísticos de la Sierra Norte.

    Los modelos de las coloridas prendas de vestir se pueden admirar en las perchas, vitrinas y maniquíes del local comercial, ubicado en la esquina de las calles Salinas y Modesto Jaramillo.
    Son diseños innovadores y modernos, que se fusionan con los trajes típicos. En la mayoría de prendas resaltan los bordados a mano de flores y de figuras de las culturas ancestrales andinas. También los tinturados artesa­nales. “Nos especializamos en ropa de verano, elaborada en tela de algodón y con diseños exclusivos”. Así resume Lucila Lema la línea de producción.

    Quichua Marka lleva 23 años en el mercado. Los diseños nacen de las ideas de Enrique Males, su esposa y Luis, el último de los cuatro hijos de la pareja, que hoy apoya
    la microempresa familiar.

    No se puede desconocer la influencia del patriarca de la familia, que ahora tiene 63 años. Durante su juventud recorrió, como muchos otavaleños, Norteamérica y Europa. Luego participó en cursos de diseño de modas, en Colombia, en donde vivió varios años. Eso le ha permitido ampliar la perspectiva de producción.

    A Males siempre le gustó confeccionar blusas y camisetas. Inicialmente se especializó en el estampado. Pero tras la capacitación decidió poner su toque personal. Ahora ofrece pantalones flojos y entallados, blusas escotadas o discretas y también vestidos para toda ocasión.

    Con los años, han desarrollado actividades puntuales. Enrique Males se encarga del área de corte, costura y detalles de la confección de cada prenda. Mientras que Lucila Lema es la responsable de los trabajos de bordado y del tinturado manual. La emprendedora los elabora según el diseño y el modelo de cada blusa, falda o vestido.

    Entres sus clientes están ciudadanos nacionales y extranjeros. Muchos de ellos mantienen nexos comerciales por años, como Rosa Cotacachi, vinculada al grupo de música tradicional Charijayac, que reside en España.

    Lema comenta que periódicamente Cotacachi adquiere cientos de camisas, para atender los pedidos de clientes europeos. Otros pedidos llegan de Quito, Guayaquil, Cuenca y de Estados Unidos, Francia e Italia.

    Cada año, antes de empezar el verano, se elaboran las nuevas colecciones. Aunque permanentemente Quichua Marka está innovando, hay diseños que no pasan de moda, afirman estos emprendedores imbabureños.

    También aseguran que los compradores difícilmente pueden conseguir productos similares entre los 3 000 comerciantes de textiles artesanales de la vecina Plaza de Ponchos. Eso se debe a que en el taller de Quichua Marka se hace hincapié en el control de calidad, principalmente de la materia prima y los terminados.

    Varios diseños también provienen de ideas y sugerencia de los amantes de este estilo de ropa, que llegan a la tienda.

    La firma no ha estado libre de los intentos de copia de sus diseños. A eso se debe que innovan permanentemente. Prefieren ser discretos en la presentación de los nuevos modelos. Es por ello que ni siquiera tienen una página Web, explica Luis Males.

    El taller de producción está ubicado en la segunda planta del almacén. Sin embargo, cuentan con colaboradores externos. Hasta hace ofrecían trabajo a 20 personas encargadas de la confección de los trajes y 30 bordadoras, a los que se les enviaba el material.

    Sin embargo, tras una paulatina baja de las ventas se quedaron con cuatro costureras y cuatro bordadoras. Males y Lema confían en que los diseños exclusivo de Quichua Marka les mantendrá a flote en su negocio.

    Francisco Espinoza / para LIDERES
    Lucila Lema y su esposo, Enrique Males, levantaron esta microempresa que tiene fama dentro y fuera del país. Foto: Francisco Espinoza / para LIDERES
  • En sus diseños, prefiere usar una técnica ancestral

    Redacción Quito

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    La lana sin procesar de ovejas y de alpacas toma forma en las manos de Liliana Donoso. Con este material conocido como vellón, esta mujer hace sombreros y carteras con diseños personalizados.

    Los paisajes, volcanes y la diversidad cultural del país son la inspiración de esta artesana al momento de confeccionar estos productos, que son hechos totalmente a mano. La técnica conocida como fieltro amasado consiste en formar con porciones de pelo de estos animales varios diseños.

    Este material considerado ancestral es, en sí, el pelaje de ovejas y alpacas limpio, peinado y, en algunos casos, teñido que va tomando forma con ayuda de una mezcla líquida especial que se distribuye sobre unas plantillas y se amasa. A la final el diseño que se obtiene en único.

    Donoso comenta que aprendió esta técnica en Alemania años atrás. Y cuando en el 2012 decidió volver a Ecuador, la mata de la lana, no encontró el material.

    Ella acudió a Chimborazo, Imbabura y no obtuvo resultados en la búsqueda de materia prima para su trabajo artesanal.

    La técnica del vellón se había perdido. Esta realidad obligó, inicialmente, a Donoso a desistir de su proyecto. Pero su meta es recuperar esta tradición antigua. “Antes el pelaje de estos animales se usaba para hacer ponchos y eso permite hacer otros productos”.

    Más tarde, una de las empresas que trabaja con comunidades indígenas en la producción de fibras naturales se puso en contacto con esta artesana y le hizo una primera entrega de vellón en tonos naturales. Para su trabajo, Donoso también importa materia prima tinturada desde Alemania.

    En promedio, el kilo de vellón se comercializa en USD 30 tanto en el exterior como en el país.
    En Ecuador, Lorena Pérez, creadora de Paqocha, comenta que tras cortar el pelaje a los animales, este es clasificado, limpiado y peinado. La cantidad entregada depende del pedido.

    Donoso se lleva unos dos kilos cada dos meses. Sin embargo, para diseñar un sombrero se ocupa apenas unos gramos de vellón.

    Con estos insumos disponibles esta artesana retomó su proyecto. Actualmente, en sus sombreros, carteras y portaequipos tecnológicos se aprecian diseños que evocan los paisajes de zona costera del Ecuador, el volcán Chimborazo, flores multicolores, figuras precolombinas o andinas.

    “Me encanta la idea de llevar un cuadro en la cabeza o elementos simbólicos”, precisa Donoso.
    En el caso de los sombreros, estos cuestan desde USD 35, porque son hechos a mano. Su elaboración toma un par de días.

    En estas prendas no tienen costuras. Su textura es delicada. Además, por la característica del vellon de estos animales los sombreros son ideales para protegerse del calor o del frío. También son totalmente lavables.

    Patricio Yucta, coordinador de proyectos de Conservación y Desarrollo, donde se ofrece los productos de Donoso, cuenta que los turistas que visitan la tienda demandan mucho estos diseños, porque son personalizados, tienen identidad y representan la biodiversidad del país. “Los sombreros son innovadores, estos no se encuentran con facilidad y además son hechos a mano”.

    Liliana Donoso elabora sombreros, bolsos y tapetes con la lana sin procesar de las alpacas o de las ovejas.   Foto: Mayra Pacheco/LÍDERES
    Liliana Donoso elabora sombreros, bolsos y tapetes con la lana sin procesar de las alpacas o de las ovejas. Foto: Mayra Pacheco/LÍDERES
  • Sus diseños tienen la identidad puruhá

    Cristina Marquez

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    Los trajes de lentejuelas, canutillos, brillantes y bordados de colores que diseña Sisa Morocho tienen algo especial, capturan el ‘glamour’ de los trajes de luces de la cultura occidental y se fusionan con el estilo andino, conservando la identidad cultural de las clientas que los visten.

    La talentosa diseñadora de 30 años pertenece a la etnia Puruhá y se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones de esa cultura indígena para sus creaciones.

    Todos sus trajes incluyen figuras bordadas como flores y hojas, además se hacen en una gama de tonos negros, azules, rojos, verdes, amarillos y fucsias intensos, que representan distintas creencias puruhaes.

    Sisa sabía que tenía talento para la moda desde la infancia, cuando transformaba los vestuarios de sus muñecas en trajes con los que se sentía más identificada. Cocía para ellas anacos, blusas bordadas, bayetas y fajas de colores.

    Por eso se animó a estudiar diseño de modas en el instituto Ana Mac Aulife, en Quito. Allí aprendió lo básico sobre confección y diseño, pero no ejerció su profesión sino hasta casi nueve años después, en el 2012.

    Un año antes su padre, José Manuel Morocho, falleció junto con su hermano en un accidente de tránsito. Él era propietario de una fábrica de gorras en la que toda la familia trabajaba, pero después de la pérdida, cada hermano decidió tomar caminos separados.

    “Luego comprendí que mi papá siempre nos protegía. Él nunca nos dejó trabajar aparte y nunca le gustó que dependiéramos de otras personas para subsistir, decía que somos nosotros los que debemos dar trabajo”, recuerda la joven diseñadora.

    Así decidió emprender un negocio propio. Su empresa hoy cuenta con dos locales en Riobamba y Quito, y emplea a más de 18 personas, pero cuando se inició Sisa solo tenía su imaginación y USD 20.

    Con ese dinero adquirió hilos de colores y un pedazo de tela para diseñar una blusa puruhá. Para ese entonces, la joven logró identificar un nicho de mercado en la nacionalidad Puruhá, todas las mujeres vestían blusas de Otavalo, un diseño muy distinto al propio o anacos con camisetas occidentales.

    “Mi mamá me mostró vestidos antiguos y me explicó que no podíamos usar la ropa puruhá, que era la nuestra, la propia, porque no había en el mercado. Así que nos tocaba vestirnos de otavalos”, recuerda Morocho.

    Entonces decidió cambiar esa realidad. Su primera blusa fue hecha en tela negra con una gran cantidad de bordados, y fue su primera obra maestra, así que no tardó en venderse más de unas cuantas horas.

    Sus primas, familiares y amigas fueron las primeras clientes. Ellas regaron la voz de que una nueva diseñadora intentaba rescatar la ropa puruhá. En cinco meses Sisa pudo abrir en el Centro Histórico de Quito su primer local. De esa manera, todos los puruhaes que migraron a esa ciudad se convirtieron en clientes fijos.

    “Pero hacía falta algo más. Yo quería crecer”, admite. Así planeó una estrategia para difundir sus diseños y entrar al mercado en Chimborazo, donde estaba centrado su público objetivo.

    Ella contactó a todas las cantantes que grababan videos musicales y las invitó a mirar su trabajo. Ellas quedaron impactadas por los diseños coquetos y modernos que, a pesar de tener cortes diferentes, no perdían el estilo originario.

    En poco tiempo todas las artistas vestían sus diseños y hacían menciones especiales de la marca de ropa en sus videos. Así se iniciaron los pedidos en Chimborazo y para el 2015 logró abrir su segundo local.

    Los vestidos de gala se volvieron su producto estrella en ese mismo año, cuando Sisa vistió a Jissela Gualán, la primera candidata indígena a Reina de Riobamba. Desde ese día novias y quinceañeras también quieren lucir como ‘princesas andinas’, la contactan desde todo el Ecuador para hacer pedidos.

    Sisa Morocho se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones puruhaes. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Sisa Morocho se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones puruhaes. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • La lactancia es una oportunidad para sus diseños

    Redacción Quito

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    Con un capital de USD 100 y motivada por las necesidades que tienen las madres de niños lactantes Lisbeth Jaramillo desarrolló su emprendimiento Ser Mamá.

    Desde hace ocho meses ella comercializa prendas de vestir casuales, de trabajo y de coctel para mujeres que estén en período de lactancia. Jaramillo desarrolló esta idea de negocio tras un recorte de personal en el sector público al poco tiempo de regresar de su permiso de maternidad.

    Encontró una persona dedicada a la costura quien le ayudó a desarrollar vestidos, enterizos, blusas, etc., que sean funcionales para las mujeres que deben alimentar a sus niños, pero que a la vez les hicieran lucir lindas y elegantes.

    Apenas lanzó el producto tuvo aceptación. En 15 días se vendieron las 12 blusas que tenía.
    Los diseños, además de ser elegantes y femeninos, ofrecen facilidades a las madres. Tienen cierres en la zona lateral de cada uno de los senos y otros cuentan con aberturas que permiten tener más flexibilidad para la alimentación de los niños lactantes.

    Una de las barreras que enfrentan las madres es no poder ver a los hijos mientras les dan de lactar. Con ello es posible, sin mostrar mucho, tener un mayor contacto.

    La emprendedora, sin embargo, también ofrece otras facilidades a las madres. Ofrece su producto a través de redes sociales como Facebook, pero cuando le contactan viaja con sus prendas a la oficina o vivienda de la clienta. “La idea es que estén cómodas y puedan, al mismo tiempo, estar con sus hijos. No queremos que enfrenten las dificultades con las que se encuentran al ir a una tienda o un centro comercial”.

    El negocio ha ido creciendo y ahora la emprendedora ha llegado a invertir USD 9 000 en la producción de la ropa. Son diseños de moda y que casi no se repiten.

    Jéssica Proaño, quien tiene un bebé de año y medio, cuenta que la ropa de Ser Mamá le ha facilitado la vida. “Son cómodas y lindas. Es difícil encontrar ropa moderna de maternidad y lactancia en la ciudad. Uno, además, puede dar de lactar sin incomodarse”.

    Las prendas de Ser Mamá no solo se venden en Quito, sino que ya se conocen en otras zonas. Jaramillo ha viajado con su producto a Santo Domingo e Imbabura.

    En otras zonas del territorio las mujeres que deseen la ropa pueden comprar on line y se envía el producto. La emprendedora asesora a las madres con las tallas y los productos que les pueden lucir mejor.

    Otro de los aportes que brinda este negocio para las mujeres es el apoyo emocional y el hecho de compartir experiencias. Entre mujeres se ofrecen consejos para el cuidado de los niños, la tarea de ser madre y el trabajo.

    Ser Mamá es un negocio que están a favor de la lactancia materna. Jaramillo explicó que muchas madres que regresan a su trabajo disminuyen su cantidad de leche y, finalmente, dejan de alimentar a los hijos debido a las complicaciones de la extracción.

    Durante los primeros seis meses de venta este emprendimiento facturó alrededor de USD 6 000, según Jaramillo.

    Lisbeth Jaramillo es la propietaria de Ser Mamá. Sus prendas para madres que dan de lactar se encuentra hace ocho  meses en el mercado. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
    Lisbeth Jaramillo es la propietaria de Ser Mamá. Sus prendas para madres que dan de lactar se encuentra hace ocho meses en el mercado. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
  • Cerámicas con diseños étnicos y contemporáneos

    José Luis Rosales

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    Como un centro para motivar a nuevos emprendedores se concibió a la Casa de la Cerámica de San Antonio de Ibarra.

    Desde julio de 2013, el taller y la galería funcionan en la casa Daniel Reyes, situada en el centro de esta parroquia, cuna de hábiles escultores y talladores de la madera.

    Es una propuesta orientada a diversificar la producción artesanal local, explica Andrea Heredia, titular de la Asociación El Hormiguero, grupo a cargo de la administración del establecimiento.

    “Es importante no solo por el área productiva sino también para difundir, desarrollar y revalorizar el arte ancestral de la alfarería”.

    Por eso, esta idea de negocio que incluye un centro de formación y capacitación recibió el respaldo de la Junta Parroquial local y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea del Sur (Koica).

    Este ente apoyó para la construcción y el equipamiento de la Casa de la Cerámica. El inmueble, de una sola planta y ladrillo visto, fue levantado en la parte posterior del edificio patrimonial.

    El taller está equipado con cuatro tornos y dos hornos eléctricos, una máquina procesadora de material, moldes… Heredia indica que el aporte internacional bordeó los USD 30 000.

    Koica además envió una voluntaria para que comparta la técnica surcoreana para el modelado del barro. Este método exige el uso de arcillas puras y la cocción de las piezas sobre los 1 500 grados centígrados, comenta Karla Bossano, exalumna y dueña del taller La Estancia del Arte, que funciona en la vecina parroquia de Chaltura (Antonio Ante).

    También, resalta los diseños y matices de gran atractivo. Esos conocimientos los adquirió de Zixon Chun Lee, que laboró en esta localidad hasta enero pasado.

    El Centro de Formación y Experimentación en Cerámica ofrece cursos permanentes para niños y adultos. Las clases son prácticas y se imparten los lunes y martes. Según el instructor Diego Buitrón, los participantes pueden aprender a reconocer el tipo de materia prima que se necesita y elaborar objetos de alta complejidad. Todo depende del nivel que curse.

    Para cada fase, asegura, escogen una temática distinta. Han elaborado piezas inspiradas en las estaciones climáticas, planetas, astros, animales… De cada modalidad dependerá la técnica que se emplee como cordel, molde, plancha y torno eléctrico.

    Por su visión social, la Casa de la Cerámica también ofrece el servicio de horno para la cocción de piezas. Tiene un costo de USD 10, por un grupo de piezas horneadas.
    Los integrantes de la Asociación El Hormiguero, que son egresados del Instituto de Artes Plásticas Daniel Reyes de San Antonio, están satisfechos con lo que han obtenido hasta el momento.

    Andrea Heredia rememora que el primer emprendimiento lo instalaron en Otavalo, con el apoyo de la Unión Europea. Ese proyecto estuvo dirigido al rescate de la alfarería con diseños étnicos. Entre los primeros objetos se realizaron réplicas de la cultura Pasto y luego de la Karanki. Las piezas eran comercializadas en el Museo Mindalae, en Quito.
    Ahora este tipo de cerámica se ofrecerá en las vitrinas artesanales del Centro Cultural El Cuartel de la capital imbabureña.

    Antony Bravo, Andrea Heredia y Diego Buitrón impulsan la Casa de la Cerámica, en San Antonio de Ibarra. Foto: Francisco Espinoza para LiÍDERES
    Antony Bravo, Andrea Heredia y Diego Buitrón impulsan la Casa de la Cerámica, en San Antonio de Ibarra. Foto: Francisco Espinoza para LiÍDERES
  • Estos diseños se lucen con un toque urbano

    Redacción Quito

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    El año de su nacimiento dio inicio a la marca 1984. Este negocio diseña y oferta camisetas, buzos, bufandas multiusos o ‘buffs’, parches, gorras, bolsos y más accesorios para todas las edades y gustos con diseños innovadores.

    Este emprendimiento nació en febrero del 2015 de la mano de cuatro emprendedores: Christian Ramos (gerencia); Felipe Valencia (producción); Andrés Freile (diseño y ventas); y Javier Macanchi (socio).

    Ellos son amigos que se unieron con el objetivo de crear una marca con diseños propios, nuevos y que llamen la atención.

    Según Ramos, los diseños son elaborados de forma artesanal y única. “Hacemos la serigrafía, el estampado entre los tres socios”.

    Los diseños que realizan dependen del gusto de las personas. Pero también hay temáticas coyunturales o logos que saben que gustará al mercado. Por ejemplo hay camisetas con el logo del Capitán Escudo, un héroe tricolor de una revista infantil.

    Al principio, los diseños fueron de animales o de humor negro. “Los diseños tienen una historia y se plasman en una prenda que es cómoda”, explica Ramos.

    Poco a poco estos creativos unieron la comodidad y la originalidad en prendas de vestir. A ellos se suman tres personas más que se encargan de la contabilidad, la parte legal y otras tareas.

    Su primera colección fue de camisetas. Los emprendedores dicen que esa prenda “dice mucho de cada persona”.

    La inversión con la que comenzaron los emprendedores fue de USD 15 000. Este dinero fue utilizado para materiales para la serigrafía, maquinaria, etc.

    El negocio crece y en el último trimestre del año pasado la facturación fue por USD 20 000.
    1984 se ha diversificado, ya que no solo realizan ventas por redes sociales sino que colocan sus productos en tiendas de Quito e Ibarra. Se puede mencionar a The Gift, Fan Air, Caja Ronca y otros.

    Lo fuerte de las ventas se canaliza mediante su perfil de Facebook. Allí publican los modelos de camisetas, buzos, ‘buffs’ y otros productos. Allí se incluyen los precios y detalles para que las personas sepan más del producto.

    Las camisetas tienen un costo que oscila entre los USD 14,99 y 19.

    Gabriela Hadathy es una de las mentalizadoras de la tienda La Caja Ronca, un local de diseño independiente de Ibarra.

    Entre los productos de mayor demanda están los de 1984. Sus ilustraciones originales y únicas, más la calidad de las prendas son el gancho, señala Hadathy.

    Esta tienda, que nació desde el colectivo La Caja Ronca, apoya a las marcas nacionales. Su vocera relata que se contactaron con estos emprendedores por medio de las redes sociales. Tuvieron una entrevista con ellos y decidieron activar una especie de alianza estratégica. “La marca quiteña tiene una gran acogida en el norte del país, en especial, en Ibarra”.

    En 2017, la Caja Ronca espera abastecerse con una línea más amplia de productos como las bufandas multiusos, parches, bolsos y otros, comenta la joven.

    Los creadores de 1984 tienen varias metas para este 2017. “Queremos que se convierta en una marca nacional que tenga un reconocimiento internacional”, señala Ramos, quien detalla que ya realizaron envíos a Estados Unidos y Francia.

    Además dice que una marca de relojes norteamericana les incluyó en su cartera de diseñadores latinoamericanos.

    William Fuertes es un joven que le gusta las camisetas estampadas con diseños originales y únicos y más si son elaborados por jóvenes ecuatorianos. “Me gusta apoyar este tipo de emprendimientos porque ayuda a quienes deciden levantar su negocio”.

    Christian Ramos, Felipe Valencia y Andrés Freile  son parte del equipo de la microempresa de diseño 1984. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Christian Ramos, Felipe Valencia y Andrés Freile son parte del equipo de la microempresa de diseño 1984. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Kay Textiles innova con diseños andinos

    Jose Luís Rosales

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    Cuando el otavaleño Miguel Ramírez viajaba como músico por Estados Unidos, Europa y Asia, siempre le gustaba observar los diseños de artesanías locales.

    Luego de varias temporadas, de ir y volver junto con otros músicos andinos, eligió dejar los viajes y quedarse en Otavalo.

    Una de las razones fue que decidió casarse. Su esposa es Tamia Lema y su suegro, Pacho Lema, es uno de los artesanos más reconocidos por el aporte al desarrollo textil de esta localidad.

    Hace cuatro años, la joven pareja de emprendedores decidió instalar la factoría Kay Textiles, que en español significa (Esencia). La firma lleva el nombre del segundo de los tres hijos.
    La empresa se especializa en la confección de tejidos en yacares con iconografía de pueblos ancestrales, pero con modelos contemporáneos, explica Ramírez.

    “Mi propuesta es fusionar los íconos de otras culturas con los nuestros para ofrecer nuevos diseños”, afirma el emprendedor.

    Por eso, en febrero pasado, Kay Textiles recibió un certificado por parte de la Fundación Sinchi Sacha por destacarse en el uso y apropiación del patrimonio iconográfico del Ecuador antiguo para la innovación de productos artesanales con identidad.

    La distinción es por el exitoso proceso de innovación en el diseño de las telas con identidad cultural, comenta Juan Martínez, titular de la entidad.

    Previamente, Sinchi Sacha brindó una capacitación a estos artesanos en torno a la simbología ancestral. Esto ha contribuido a cambiar la matriz del diseño de los productos que se ofrecen en la feria de Otavalo (Mercado de Ponchos), asegura Martínez.

    “Miguel con una facilidad extraordinaria logra crear íconos de las culturas milenarias. Posee cientos de diseños. La mayoría son exclusivos”, dice el vocero de Sinchi Sacha.

    Los esbozos y la calidad de las telas son la estrategia para captar mercado. Entre los clientes de Kay Textiles están unos 20 talleres que elaboran mochilas, carteras, billeteras… La mayoría son de Otavalo, pero también hay de Quito y Ambato.

    La materia prima se produce en la planta textil, ubicada en la parroquia de San Roque, en el vecino cantón Antonio Ante.

    En esta especie de minicoliseo operan tres modernas máquinas tejedoras, que fueron traídas de Europa. En los aparatos invirtieron USD 180 000.

    Ramírez es el encargado del funcionamiento y mantenimiento de la planta industrial.
    Kay prácticamente es una empresa familiar. Tamia Lema, en cambio, administra el almacén que funciona en Otavalo.

    Ella señala que cada semana sacan nuevos colores y diseños de telas. También, fabrican cobijas con símbolos precolombinos.

    Los productos tienen una alta demanda. De febrero a junio, que es la temporada alta, producen entre 2 500 a 3 000 metros de tela, cada mes. Además, 2 400 metros mensuales, de cobijas. Aclara que la maquinaria, que hoy opera de 07:00 a 19:00, tiene una mayor capacidad de producción.

    La textilera también ha incursionado en la elaboración de alfombras, pero solo bajo pedido. Cada metro lo vende en USD 40.

    Por las limitaciones que hay en el mercado para adquirir hilos la mayoría se produce en fibras acrílicas. Aunque si el cliente solicita también se entrega en algodón o lana, aunque los costos aumentan.

    Otra de las innovaciones de este negocio es que también reproducen diseños que llevan los clientes. Lema indica que respetan los derechos de autor.

    Pese a que la mayoría de clientes visita el almacén, también realizan negocios vía correo electrónico o redes sociales.

    Los últimos modelos se promocionan principalmente por la cuenta Facebook Kay Textiles.
    Otras de las formas de darse a conocer son las ferias. Una de las últimas fue la exposición Thapachakuy (Recogiendo la paja), artesanías, arte y diseño, que se efectuó en el club Jacarandá, en Quito, el 11 de diciembre.

    El grupo Thapachakuy congrega a los 60 artesanos más destacados a escala nacional, explica Ivonne Durán, líder del proyecto. “Se tratan de productos de alta calidad, algunos han sido reconocidos internacionalmente”.

    Los esposos Tamia Lema y Miguel Ramírez impulsan esta iniciativa que siempre ofrece nuevos diseños. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Los esposos Tamia Lema y Miguel Ramírez impulsan esta iniciativa que siempre ofrece nuevos diseños. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Estos textiles llevan impresos diseños ancestrales del país

    Redacción Quito (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    Tierra y Agua (TI•UA) es el nombre del emprendimiento de cuatro jóvenes, que le imprimieron estilo a sus vidas y a los textiles que comercializan, desde mediados de este año. Su originalidad radica en que los diseños son inspirados en culturas indígenas que se asentaron en el país.

    Las mentalizadoras de este emprendimiento son Micaela Samaniego, Vanesa Muñoz, María Laura Vera y Bernarda Sáenz. Las cuatro amigas plasmaron estos diseños en telas, que pueden ser utilizadas en cualquier espacio o actividad como un picnic, adornar cojines, tapetes para las mesas, incluso se pueden utilizar como un pareo para en la playa.

    Su primera colección de textiles se denominó Huella y se inspiró en diseños de la cultura Jama Coaque. “Todos nuestros diseños son exclusivos y de nuestra propia creación. Parten de la descomposición de símbolos ancestrales cargados de poder”, explica Vera, quien es diseñadora gráfica y también se dedica a la fotografía.

    El producto estrella de este cuarteto de amigas es el ‘roundie’, que es un textil circular multiuso que se puede utilizar en toda ocasión. “Igualmente hacemos otros productos como pañuelos multiusos y cojines circulares”, dice la joven de 26 años.

    Los emprendimientos con tintes ancestrales o interculturales son importantes para Vera, porque se aprende de las culturas del pasado. “Se fortalece la huella que han dejado y se fusiona con la cultura y los procesos modernos”.

    Pero, ¿qué les unió a estas jóvenes? Sáenz indica que hace un par de años trabajaron juntas para un proyecto con el Museo Mindalae, donde buscaban rescatar la simbología de culturas ahora extintas con el objetivo de rescatar la identidad del país y, por supuesto, su belleza gráfica.

    Es así como se encargaron del redibujo y digitalización de alrededor de 2 000 símbolos de culturas ecuatorianas.

    El negocio se levantó con el esfuerzo de estas jóvenes, que destinaron una inversión de USD 1 600 como capital semilla. Y luego de varios meses de estructurar este, hoy su facturación oscila entre los USD 2 000 y 2 500 al mes.

    Las jóvenes han vivido momentos agradables en el transcurso de este tiempo juntas. Micaela Samaniego, de 26 años y diseñadora gráfica e industrial, asegura que “es hermoso mirar atrás y ver que al fin una de tantas ideas se hicieron realidad”. También, menciona que hace un par de años pasaban noches enteras imaginando todo lo que se puede hacer con este tipo de símbolos de las culturas ancestrales del país.

    El trabajo en equipo de estas emprendedoras lo demuestran con cada una de las actividades que realizan. Samaniego y Vera se encargan de la producción; Muñoz, de la parte de comunicación y Sáenz del marketing y ventas.

    En el caso del diseño todas aportan con ideas para que sus textiles sean de calidad.
    Estas estrategias les ha servido para que al momento cuenten con alrededor de 250 clientes, que se quedaron “enamorados” de sus diseños. Pero, sus sueños van más allá.

    Las jóvenes buscarán un espacio fuera de las fronteras ecuatorianas para que este tipo de diseños no solo se aprenda dentro de Ecuador sino fuera.

    Si requiere más información puede ingresar al Facebook, donde están como TIUAdesign o para realizar pedidos comuníquese al 099 833 1320.

    Las emprendedoras levantaron su negocio con una inversión de USD 1 600. Su colección se llama Huella. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Las emprendedoras levantaron su negocio con una inversión de USD 1 600. Su colección se llama Huella. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • La cultura y la moda van en sus diseños

    Redacción Quito (F)
    Contenido intercultural

    Mochilas elaboradas en telares de Otavalo y de Tungurahua y con cuero ecuatoriano destacan sobre las perchas de Shamuna, una marca que nació con el objetivo de impulsar las culturas del país, en sus diseños.

    Shamuna, en quichua, significa ‘lo que se viene’ o ‘a futuro’ explican Nicolás Sotomayor y Gabriela Rosales. Ambos fundaron este emprendimiento que nació con cinco pilares: ropa, música, arte, deportes y naturaleza: “la idea es resaltar la identidad cultural del Ecuador a través de estas áreas”, dicen estos emprendedores.

    En noviembre del 2014 unieron sus conocimientos en diseño de interiores, gráfico y música para darle vida a esta marca de ropa.

    A Sotomayor, de 27 años, le llamó la atención la habilidad de Rosales, de 29 años, para confeccionar sus propias prendas de vestir. Entonces, con esta pista, ambos se pusieron de acuerdo para armar el emprendimiento y la primera colección de Shamuna, en la que combinaron el estilo deportivo y casual con diseños interculturales. En febrero del 2015 inyectaron un capital de USD 10 000 para arrancar con la confección de prendas y accesorios.

    El primer diseño correspondió a la confección de 25 mochilas con los tejidos otavaleños y cuero ecuatoriano. Para esto, los emprendedores viajaron a Otavalo (Imbabura), para conocer a productores locales; también tienen como proveedores a los artesanos que se ubican en el mercado artesanal La Mariscal, en el norte de Quito.

    Andrés Otavalo, oriundo de Otavalo es uno de los distribuidores de los telares para Shamuna. Este productor hace 15 años confecciona artículos de cuero y tapiz, pero también vende tejidos traídos desde Salasaca, en la provincia de Tungurahua. Estos tejidos los que entrega a la marca y explica que son elaborados con lana de oveja.

    En la primera línea de ropa de Shamuna también se elaboraron chompas, sacos, camisetas, ‘hoodies’ o sudaderas para hombre; y blusas, kimonos, faldas para mujeres. Rosales menciona que importaron telas desde Colombia por la calidad, pero guardando los estilos y estampados que puedan asociarse con el tema cultural: “los sacos femeninos tienen un estampado ancestral con colores tierras que llaman la atención”.

    Estas prendas son elaboradas con el apoyo de dos costureras quiteñas. Una de ellas es Nora Chuquimarca, quien tiene su taller en el valle de Los Chillos, al oriente de Quito. Desde el año pasado trabaja con Shamuna en la confección de las chompas impermeables.

    Una vez que Shamuna ya tenía producida toda la línea de la primera colección, en octubre del año pasado la pusieron en la percha de Z Lifestyle Gallery en Cumbayá, un local que también sirve de vitrina para otros diseñadores de la capital. Con esta exposición, la marca empezó a vender los accesorios como las mochilas, gorras y otras prendas de vestir.