Etiqueta: gastronomía

  • La sazón especial del chef es su pasión y sus valores

    Redacción Quito

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    La vida del chef Esteban Tapia ha estado dirigida siempre por la innovación y la investigación. Al ser una persona que no se conforma con los ideales preestablecidos, su vida ha estado llena de sorpresas y éxito.

    Uno de los giros más grandes que dio su vida fue, de hecho, el dedicarse por entero a la gastronomía. En un principio, Tapia empezó a estudiar la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, posteriormente, en la Universidad Central del Ecuador.

    Sin embargo, desde muy pequeño, él siempre se interesó por la cocina. Él comenta, con el rostro lleno de alegría y de nostalgia, que en la casa de su abuela materna siempre comían muchas personas, por lo que la cocina tenía que estar funcionando desde las primeras horas de la mañana hasta altas horas de la noche. Esto siempre le había llamado la atención.

    Fue allí, en la casa de su abuela, donde la llama de la pasión por la cocina se encendió. “Mi abuela es una inspiración e, incluso, hasta el día de hoy, no logro preparar algunos platos tan perfectos como ella los hacía”, comenta el chef Tapia.

    Así, recordando esa curiosidad de la infancia, decidió, mientras estudiaba la carrera de economía, seguir algunos cursos de gastronomía en el Centro de Formación Hotelero Alberto. Poco a poco, la cocina fue ganando más espacio en su vida, hasta el día en que tuvo que decidir dejar la economía para dedicarse de lleno a lo que se convertiría en su herramienta más poderosa, la cocina.

    Esta, sin duda, fue una de las decisiones más acertadas de su vida, comenta el profesional. No obstante, su verdadero motor de vida, el ayudar a la gente y generar un beneficio para la sociedad, nunca cambió.

    El chef Esteban Tapia decidió aplicar todos sus conocimientos adquiridos a lo largo de su formación profesional dentro y fuera del país en el ámbito de lo social. Generar un cocina de calidad que tenga sus principios fundamentados en el trato justo para los pequeños productores y limpio para el medioambiente, se convirtió en su mayor prioridad.

    Como lo recuerda su gran amigo desde la infancia, Santiago Guayasamín, una de las principales características de Esteban ha sido siempre la solidaridad. “Mi amigo se ha dedicado a dar oportunidades a las personas de bajos recursos para que, a través de la comida, salgan adelante. Alguien que haga esto vale la pena realmente”, comenta Santiago.

    Esteban Tapia aún recuerda cómo, mientras era profesor de la Universidad Internacional del Ecuador, un estudiante se acercó a él y le presentó el concepto de ‘slowfood’; un movimiento internacional que promueve la cocina tradicional con productos locales conseguidos con los principios del trato y el comercio justo.

    “En ese momento se abrió una ventana donde entró aire, luz y vida”, dice el chef.
    Después de este descubrimiento, el chef se dedicó a investigar y empaparse lo más posible acerca de este concepto del buen comer y del proceso alimentario sostenible. Poco a poco, se fue involucrando más con la organización, hasta convertirse en el coordinador de Slowfood del Ecuador.

    En el 2013, Tapia tuvo la oportunidad de unirse al Ministerio del Patrimonio, ahora parte del Ministerio de Cultura, en el proyecto de Salvaguardia del Patrimonio Culinario del Ecuador. En este proyecto, se dedicó, junto con varios estudiantes de gastronomía, a fortificar, fortalecer y promocionar los alimentos que eran considerados tradicionales por los pobladores de diferentes sectores del país.

    El ‘slowfood’ y sus proyectos personales, le llevaron al chef Esteban a recorrer varios lugares del mundo promocionando la comida tradicional ecuatoriana elaborada siempre de manera sostenible. China, España e Italia son algunos de los países donde el chef se destacó por su trabajo y donde la exhibición de su proyecto alimentario ha sido todo un éxito.

    Reconocimientos como el haberse convertido en Embajador Gastronómico de Huelva, España, por haber realizado un proceso de salvaguardia del patrimonio alimentario de este lugar, es uno de su largo catálogo de logros alcanzados.

    Hoy en día, Esteban Tapia es profesor de gastronomía en la Universidad San Francisco de Quito, donde se le ha dado la oportunidad de impartir sus conocimientos sobre la cocina tradicional enmarcada en la filosofía del ‘slowfood’.

    Para su jefe, Rafael Villota, el chef Tapia representa uno de los verdaderos talentos de la Universidad, que ha traído varios proyectos de innovación e investigación para beneficio de la sociedad.

    El chef Esteban Tapia se dedica a salvaguardar el patrimonio alimentario del país a través del estilo de cocina ‘slowfood’. Esto le ha llevado a recorrer el mundo representando al Ecuador. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    El chef Esteban Tapia se dedica a salvaguardar el patrimonio alimentario del país a través del estilo de cocina ‘slowfood’. Esto le ha llevado a recorrer el mundo representando al Ecuador. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • La gastronomía es un gancho turístico

    Marcel Bonilla

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    La tradición y la cultura gastronómica de Rioverde, cantón de Esmeraldas, se la puede representar o resumir en 20 platos. Y sobre esta base los mariscos son los ingredientes principales de esta oferta vinculada con las comunidades negras que habitan esta parte del territorio ecuatoriano.

    Adicionalmente, se trata de una tradición y una costumbre relacionada con una actividad económica importante para las comunidades costeras esmeraldeñas: la pesca artesanal. Una parte de esta producción importante se comercializa y otra la destinan para preparar los platos más ricos, con el uso del coco. La pesca artesanal se desarrolla en Rioverde, Rocafuerte, Bocana de Lagarto y Bocana de Ostiones .

    Los turistas que viajan de Ibarra a Esmeraldas, si deciden hacer una parada en Vuelta Larga de Rioverde, a más de probar su oferta gastronómica y pasear por esta jurisdicción para conocer los mitos y verdades del pueblo afro.

    Otra opción es el recinto San Vicente. Ahí puede saborear el delicioso camarón de río, la gallina criolla y el apetitoso encoca’o de jaiba, y cangrejo azul; estos dos platos están entre los más solicitados por los turistas. Los tradicionales platos que preparan las mujeres de Rioverde van desde los cebiches, apanados de mariscos hasta la sopa de mejillones, langostinos y caracoles de mar. Esta es una especialidad de la Paufí, una población de afros.

    Quienes promocionan este circuito turístico gastronómico son mujeres afroesmeraldeñas de poblaciones como Paufí, Lagarto, Montalvo, Palestina, San Vicente y Vuelta Larga. Ellas se han organizado para ofrecer lo mejor de la cocina ancestral esmeraldeña.

    Esta es una idea que se inició hace cinco años. Desde el 2012, la creación de una ruta turística – gastronómica, fue tomando fuerza hasta promover ferias. Estas ideas contaron con la participación del Ministerio de Turismo y también con el apoyo de la Municipalidad de Rioverde. En la actualidad cuentan con una ruta para los turistas que viajan desde Ibarra o de ciudades del centro o sur de Colombia. Ellos pueden utilizar la carretera Ibarra-San Lorenzo-Rioverde-Esmeraldas.

    Una suerte de primera parada gastronómica es la población de Lagarto, luego Montalvo, Vuelta Larga y finalmente San Vicente. Son sitios fácilmente ubicables por la información de las señales colocadas en esta vía.

    Las mujeres emprendedoras son esposas de pescadores. Ellas decidieron aprovechar la producción de camarón, pescado, langostinos, langosta, pateburro (caracol de mar), cangrejos, jaibas y camarón de río, para emprender en esta actividad. Una de las pioneras en el negocio gastronómico es Jenny Bautista. Ella señala que uno de los principales objetivos es el desarrollo de la actividad turística en el sector de Vuelta Larga de Rioverde. Cuenta que la respuesta de los visitantes es buena, sobre todo los fines de semana.

    Como mujeres emprendedoras encontraron en la utilización de aliños tradicionales como la chiyangua y el orégano, una manera de darle mejor sabor a sus platos, que preparaban cotidianamente en sus comunidades.

    Alfonsina Caicedo, una de las emprendedoras que tiene 56 años, de edad, mantiene, conserva y fomenta la tradición de sembrar sus plantas con las que sazona sus platos, y el excedente de la producción (chiyangua) manda a su venta al mercado de la ciudad.

    Una forma de llamar la atención de los turistas que acuden a degustar los platos de la cocina rioverdeña, es mostrando cómo se cultiva el “montecito verde” con el que adorna los platos y dan sabor sus recetas.

    Holanda Realpe, propietaria del local El Enganche, cuenta que durante estos años han sido sometidas a capacitaciones en temas de presentación de su producto, manejo financiero, atención al cliente y el asesoramiento con un profesional de la cocina de Quito.
    En esta parte del proceso y capacitación ha participado entidades como la Prefectura de Esmeraldas y la Universidad Católica.

    En Vuelta Larga hay varias opciones gastronómicas para los turistas nacionales y también extranjeros. Foto: Marcel Bonilla / LÌDERES
    En Vuelta Larga hay varias opciones gastronómicas para los turistas nacionales y también extranjeros. Foto: Marcel Bonilla / LÌDERES
  • Ellos rescatan una tradición manabita en La Choza

    María Victoria Espinosa (F) 
    Contenido Intercultural

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    Los secretos de la comida manabita aún se conservan en el restaurante La Choza, ubicado en el cantón Flavio Alfaro, Manabí.

    Hace 10 años, los hermanos Clemente y Líder Zambrano decidieron regresar a la ciudad que los vio nacer: Flavio Alfaro.

    Ellos vendían comida manabita en los poblados de Tandapi y Alluriquín, en la vía Alóag-Santo Domingo por más de 20 años. “Sentíamos que cada vez nos alejábamos más de nuestras costumbres y nuestra familia. Por eso regresamos”, señala Clemente.

    En La Bramadora, un recinto ubicado a tres kilómetros de Flavio Alfaro, en la vía El Carmen-Chone, decidieron armar una choza, basándose en los conocimientos ancestrales sobre la construcción. Utilizaron troncos de laurel, caña guadúa y paja toquilla. Desde hace 10 años conservan la misma estructura, aunque le han hecho algunos cambios.

    En esa construcción y equipamiento del restaurante invirtieron USD 5 000. Desde que los hermanos abrieron el negocio, uno de sus objetivos fue rescatar las costumbres gastronómicas de Manabí. Por ello, las recetas conservan el toque secreto de las abuelas manabitas. “En cada plato se respeta la tradición y la sazón criolla”, afirma Líder.

    El desayuno criollo se compone de dos bolones pequeños, con estofado de carne, huevo y ensalada. Mientras que el ranchero viene acompañado con chorizo. Los precios de los platos varían entre USD 3 y 7.

    En La Choza también se puede encontrar cuajada (suero blanco de la leche) acompañado con plátano asado y sal prieta (fusión entre harina de maíz, maní tostado y especias), longaniza manabita, caldo y seco de gallina, pescado, cebiches, entre otros.

    Clemente señala que los ingredientes que ocupan en los platillos son 100% manabitas. Antes de servirle la comida a los clientes se les brinda, a manera de aperitivo, pedazos de plátano verde asado con sal prieta y maní.

    Él afirma que ese es uno de los secretos para que la comida sea especial. “Cuando teníamos el comedor en Tandapi, la comida era rica. Pero no igual a la de La Choza, porque los ingredientes no venían de nuestra tierra”.

    Los proveedores son productores y graneros de la zona, que abastecen de carne, leche, legumbre y otros insumos al restaurante.

    La variedad de más de 15 platillos autóctonos conquistan a unos 100 comensales, que visitan a diario el restaurante.

    José Intriago es uno de ellos. Él desayuna en La Choza tres veces a la semana, desde hace un año. “Desde el terremoto debemos movilizarnos de El Carmen a Portoviejo. Siempre paramos aquí por el sabor”.

    Clemente explica que luego del terremoto del 16 de abril del 2016, la clientela bajó a 20 por día. Además, la infraestructura resultó afectada. Por ello debieron invertir USD 15 000 en la reconstrucción de los baños, en mejorar el piso y reforzar la estructura de madera. “Fue desesperante, pero gracias a Dios nos recuperamos rápidamente”.

    Clemente recuerda que tardaron más de dos meses en recuperarse. Pero poco a poco la clientela regresó. “A raíz del terremoto, el sentimiento de pertenencia afloró en los manabitas y ahora se valora más nuestra cultura”.

    Carmen Zambrano, de Flavio Alfaro, visita el restaurante los fines de semana con su familia. Ella asegura que el sabor es auténtico de Manabí. “Venimos porque me recuerda a la comida de mi abuela. En cada plato se siente el sabor de hogar”, comentó.

    Desde hace unos ocho meses, los hermanos Zambrano lograron recuperar a su clientela. Al mes reciben hasta a 5 000 clientes. Por eso aumentaron el número de trabajadores de seis a 10.

    Ellos se encargan de la atención al cliente, las compras, el aseo y de preparar los alimentos. “Trabajamos mucho para que los empleados tengan un buen trato a las personas para demostrar la amabilidad, carisma y la simpatía que nos caracteriza a los manabitas”, señala Líder.

    Los hermanos Clemente y Líder Zambrano son los propietarios del restaurante La Choza, ubicado en el recinto La Bramadora de Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Los hermanos Clemente y Líder Zambrano son los propietarios del restaurante La Choza, ubicado en el recinto La Bramadora de Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Marco Subía, un empresario apasionado por la gastronomía

    Gabriel Flores

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    Marco Subía conocía del trabajo de Francis Mallmann antes de que los seguidores de ‘Chef’s Table’, una de las series más populares de Netflix, vieran cómo este cocinero transformó la gastronomía argentina.

    Todo lo que el Presidente de la Asociación de Representantes de Líneas Aéreas sabe de Mallmann lo leyó en ‘Siete Fuegos, Mi Cocina Argentina’, un libro con más de mil recetas y donde este cocinero habla de cómo el fuego se convirtió en la esencia de su cocina.

    El mundo de la gastronomía sedujo a Subía desde muy joven. Desde sus años universitarios, cocinar y comprar libros de cocina se convirtieron en dos actividades que realizaba con frecuencia.

    En su casa, ubicada en el norte de Quito, hay decenas de libros sobre Derecho, es abogado por la Universidad Católica. Pero de los que prefiere hablar es sobre su pequeña biblioteca de libros gastronómicos.

    Una de las alacenas de su cocina -un espacio donde otros seguramente ponen utensilios o especias- él la atiborró de libros de chefs y de recetas de distintas latitudes, entre ellas de Italia.

    En la biblioteca de Subía se cuentan clásicos del mundo culinario como ‘Graham Kerr’s Kitchen’, de Graham Kerr o el último libro de Susana Tee, ‘Pescado y marisco, del mar a la mesa’, que se compró hace dos semanas.

    La cocina y la lectura, en la vida de Subía, están vinculadas al recuerdo de su padre. “Mi papá era un gran lector. Todo el tiempo estaba con un libro en la mano.

    Lo que más le gustaba era los libros de biografías y los de historia, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial”, dice.

    En el mundo lector de Subía, el derecho también ha sido uno de los personajes principales. Ha leído toda la Enciclopedia de Derecho Aeronáutico. “Es mi biblia. En esta enciclopedia están todas las definiciones sobre derecho aéreo, que es mi especialidad”. A estos libros ha sumado la lectura cotidiana de los compendios de ediciones legales.

    Fuera de las leyes y la gastronomía, Subía ha leído poco. Uno de los libros que lo marcó en sus años de adolescencia es ‘El Extranjero’, de Albert Camus, que se publicó en 1942 y que cuenta la historia de Meursault, un hombre que comete un crimen y que es enjuiciado. “La verdad lo leí por obligación, cuando estaba en el colegio, pero me enganché con la lectura”.

    Ahora Subía solo lee lo que le interesa. Entre sus últimas lecturas está el libro que Pablo Cuvi escribió sobre Rodrigo Paz Delgado, el presidente honorario del club Liga de Quito. “Como todo los días paso leyendo cosas sobre contratos y leyes, en mi tiempo libre me dedico a hacer cosas que funcionan como escape a mi cotidianidad, ahí entra la cocina”.

    Cada vez que entra a una librería, algo que hace con frecuencia dentro y fuera del país, va directo a la sección de gastronomía. Los libros que ha comprado van desde los que hablan métodos de cocción y maceración hasta los que tienen recetas ecuatorianas.

    “No soy un lector de novelas o de libros de biografía, como mi padre, pero me fascinan los libros de cocina. Creo que lo importante de la lectura es que abre puertas”.

    Marco Subía tiene en su casa una biblioteca llena de enciclopedias. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Marco Subía tiene en su casa una biblioteca llena de enciclopedias. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Un bar mezcla gastronomía con detalles étnicos

    José Luis Rosales

    En junio del año pasado retornó al país, luego de estudiar una maestría en Negocios, en España, el ingeniero en alimentos Joaquín Purtscher. Vino con la idea de establecer su propio negocio.

    La iniciativa gira entorno a la línea de venta de cerveza artesanal, que produce su familia en Caranqui, una parroquia del sur de Ibarra. Ahí, en una planta se elabora la bebida bajo la marca Caran.

    La firma de la cerveza es un apócope en homenaje a Caranqui. El nombre viene de una anécdota familiar, se cuenta en la página web de la cervecería. El suizo Óscar Purtscher, fundador de la empresa de lácteos Flor de los Alpes (Floralp) y abuelo de Joaquín, adoptó el nombre de ‘Caranqui Libre’, como una versión local del famoso coctel cubano.

    Joaquín heredó del patriarca de la familia el gusto por experimentar con propuestas nuevas. La idea es atar el turismo con productos locales, como la cerveza.

    En Otavalo, asegura, encontró un buen nicho de mercado. Para ofrecer la refrescante bebida creó la Cava Caran-Beer Experiencie, un local con diseños que resaltan íconos de la cultura Kichwa local. El novedoso bar está ubicado frente Plaza de Ponchos, considerado el mercado artesanal más grande de Sudamérica, que es un imán para viajeros que vienen de todas partes del mundo.

    En el diseño del establecimiento se cuidaron detalles. “No se trata solo de un bar, sino también es una especie de museo en el que los clientes pueden conocer la historia y el proceso de elaboración de la bebida de cebada”, explica el arquitecto Sebastián Narváez.

    El dibujo de los murales estuvo a cargo del artista kichwa Álvaro Córdova. El hábil grafitero otavaleño, conocido con el seudónimo de ‘T-naz’, plasmó a una joven mujer indígena bebiendo chicha. También, hizo una imitación de la chakana o cruz andina.

    Para instalar este negocio se invirtieron USD 30 000. El sitio abrió sus puertas hace dos meses.

    Purtscher explica que la propuesta no solo seduce a turistas extranjeros, sino también a los vecinos de la urbe.

    La idea de abrir este establecimiento surgió luego de un festival de la cerveza artesanal, que se realizó en este cantón imbabureño, el año pasado.

    Purtscher asegura que la cerveza Caran tiene acogida. En el mercado se comercializan tres variedades: Chonera (Lager), Colorado (Ale) y Esmeraldas (Black Ale). Además, hay dos bebidas especiales que son elaboradas con frutos locales. Una tiene como ingrediente la tuna, que florece en el caluroso valle del Chota.

    La otra es una cerveza negra que lleva un jarabe de higo. Esta última, tiene 8,5° y es una de las más solicitadas, comenta Joaquín.

    Sin embargo, en la Cava Caran no solo se puede degustar una de esas cinco bebidas. También se ofrece un menú con platillos que tiene entre sus ingredientes un tipo de cerveza o alguno de los componentes que se utilizan para preparar la bebida artesanal.

    Pero, indiscutiblemente la golosina del lugar es la hamburguesa de higo morlaca. Está compuesta por carne, tocino, salsa de higo con cerveza artesanal, lechuga y tomate, señala Cristian Fuentes, de Zapote Gourmet. Esta firma de consultoría gastronómica se encargó del desarrollo del concepto del negocio y el manejo de la marca, explica el chef.

    En el caso de la carta de Cava Caran, agrega, hay una fusión de la gastronomía local con recetas urbanas de Argentina y Estados Unidos. “Es comida rápida, pero con un toque gourmet”.

    La siguiente meta de Cava es replicar la iniciativa en otras urbes del país con potencial turístico.

    Joaquín Purtscher es el fundador  de Cava Caran-Beer Experiencie, en Otavalo. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Joaquín Purtscher es el fundador de Cava Caran-Beer Experiencie, en Otavalo. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • La chicha de jora es parte de sus recetas de pan artesanal

    Redacción Quito

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    Los hornos de leña, las ollas de barro y la tradición familiar fueron la inspiración de Paulina Tapia para crear una nueva propuesta en la elaboración de pan artesanal.

    Ella y su esposo Paúl Aguilera pusieron en marcha la idea en el 2012. L’Artisan es un emprendimiento que se dedica a la elaboración y distribución de pan artesanal hecho con levaduras naturales como la chicha de jora.

    Los creadores de este negocio utilizan una gran variedad de harinas para producir el pan artesanal;entre estos se cuentan la harina de trigo, de quinua, de maíz, de centeno, entre otras.

    Para impulsar el proyecto la pareja inicialmente invirtió alrededor de USD 18 000. Este valor se invirtió en la compra de las mesas de trabajo y los insumos.

    Tapia cuenta que en Europa se especializó en la elaboración de pan artesanal en el 2009. Pero al llegar a Ecuador, en el 2011, quiso rescatar algunas de las tradiciones ancestrales.

    La abuela de Tapia ayudó a rescatar la receta tradicional con chicha. La emprendedora cuenta que se sentó varios días con su abuela para descubrir la receta.

    La pareja de emprendedores se demoró alrededor de un año en experimentar el proceso y las cantidades necesarias para crear la masa que tenía como ingrediente la bebida tradicional.

    Los dos emprendedores explican que la chicha es utilizada como una levadura natural para que el pan se fermente y crezca. “Los microorganismos de esta bebida se encargan de transformar y fermentar los ingredientes del pan”, afirma Aguilera.

    Ahora, la microempresa tiene una variedad de ocho panes fermentados a base de chicha, entre estos se cuentan: maíz y queso; pan mestizo; de quinua; las lloronas; boyos de cardamomo, entre otras.

    La panadería busca rescatar las formas de elaboración ancestral de pan, sin el uso de levadura comercial que hace que el proceso de elaboración se acelere.

    La panadería L’Artisan tiene un menú de diferente tipo de panes cada día. Estos son comercializados a través de la página web (lartisanpan.com) y en tiendas como Superfoods, Canello, Gaia.

    Grizella Greene, propietaria de Superfoods, compra los productos de L’Artisan para su tienda y piensa que el pan fermentado con chicha “es un producto tradicional, L’Artisan está rescatando nuestras tradiciones y con esta idea preparan un producto de calidad ”, afirma Greene.

    Cuando la compra se hace a través de la página web, el pan se envía al domicilio del consumidor final. La empresa aplica esta modalidad en Quito, Guayaquil y Cuenca.

    El peso de los panes que comercializa este emprendimiento van desde los 400 g a un kilo. Los costos oscilan entre USD 4 y 6 según el proceso y los ingredientes que se utilicen.
    En la actualidad la empresa fabrica alrededor de 4 000 kilogramos de pan al mes y la facturación, en ese período, es de USD 1 0 000.

    Paúl Aguirre y Paulina Tapia elaboran su producto en hornos de leña. En el 2016 los emprendedores realizaron la ampliación de su taller. Foto : Pavel Calahorrano / LÍDERES
    Paúl Aguirre y Paulina Tapia elaboran su producto en hornos de leña. En el 2016 los emprendedores realizaron la ampliación de su taller. Foto : Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • En tres años, el sabor de su receta ‘voló’ por Quito

    Redacción Quito

    Corría el 2014 y una receta de alitas BBQ fue el inicio de un negocio. Carlos Correa y su hermano Esteban estudiaron en EE.UU. y cuando volvieron al país su amigo David Chávez les dijo que sus alitas son tan buenas que podrían venderse con facilidad en un restaurante.

    “Tú cocinas y yo administro el negocio”, le dijo Chávez a Carlos Correa. Con una inversión de unos USD 1 500, que se destinaron para la compra de una freidora, nació en el 2015 Alitas Benditas.

    En principio, el negocio comenzó a operar con entregas a domicilio y fue adquiriendo forma en tardes de PlayStation, afinación de la receta de las alitas y búsqueda de nuevos clientes. Los emprendedores pasaron un año cocinando en la casa de los hermanos Correa en Lumbisí (nororiente de Quito).

    Uno de los factores para el crecimiento de la firma es la red de contactos de Chávez y su conocimiento de la industria de bares y restaurantes de Quito, debido a que el emprendedor laboró desde los 13 años como mesero y luego como bartender en diferentes cadenas de comida de la capital.

    Además, una campaña de marketing que se viralizó a través de redes sociales y medios de comunicación para atraer comensales. Presencia en ferias, auspicio de eventos… Todo con el objetivo de que la marca se propague.

    En diciembre del 2015 Alitas Benditas estuvo a prueba. A Chávez le surgió una propuesta laboral en Estados Unidos. Entonces habían dos posibilidades: aceptar la oferta de trabajo o consolidar el emprendimiento con la apertura de un local en Cumbayá (nororiente de Quito).

    Chávez prefirió apostar por su propio negocio y el local de Cumbayá fue el puntal para que el negocio se consolide. Ese local alcanzó ventas mensuales de unos USD 25 000. “Fue un éxito desde el primer día (…) la inversión de ese local se recuperó en menos de un año”, dice Chávez.

    Otro de los secretos para la expansión de Alitas Benditas ha sido adaptarse fácilmente a las tendencias del mercado. Luego de la apertura de su local de Cumbayá, a mediados del año pasado, se subieron a la corriente de los ‘food trucks’. El local rodante se ubicó en La Platea, la plaza que agrupa a este tipo de negocios en el norte de la ciudad.

    Al ‘food truck’ le fue tan bien que sirvió para que abran su local en Quito, en la Isabel la Católica, en el sector de La Floresta.

    El negocio que empezó procesando 20 kilos semanales de pollo pasó a 200 kilos -en promedio- en cada uno de sus locales. Esto implica una inversión semanal de unos USD 2 000. Entre los tres locales, la empresa ya suma 20 colaboradores.

    Una de las fortalezas del negocio, según los emprendedores, es la variedad de las salsas (12 en total) y la personalización de los pedidos al gusto del cliente: desde honey hasta alitas extremadamente picantes.

    Claudia Bossano, directora de Arte de una agencia de Publicidad, es clienta de Alitas Benditas desde sus inicios.

    Bossano cuenta que acude una vez al mes al restaurante y se ha convertido en su sitio favorito para festejar cumpleaños o reuniones con compañeros de trabajo.

    La profesional de la publicidad destaca el servicio y la atención del restaurante. “He probado muchas alitas en Quito pero no he encontrado otras con un sabor tan genial”, dice Bossano.

    David Chávez, uno de los socios del emprendimiento, en su local de Cumbayá (nororiente de Quito), el primero de la cadena que sirvió para que el negocio se consolide en la capital. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    David Chávez, uno de los socios del emprendimiento, en su local de Cumbayá (nororiente de Quito), el primero de la cadena que sirvió para que el negocio se consolide en la capital. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • Su misión es innovar e impulsar la comida nacional

    Sebastián Angulo

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    Cuando el peruano Virgilio Martínez -cuyo restaurante Central de Lima fue catalogado como el mejor de América Latina el año pasado- visitó Ecuador hace dos semanas, Mauricio Acuña le invitó a comer el caldo de patas que prepara su madre y luego a desayunar en el Mercado de Santa Clara, en el norte de la ciudad.

    “Yo me siento más orgulloso de eso, de pasear por un mercado que de ir a un restaurante de cinco estrellas”, afirma Acuña.

    En aquella ocasión, el chef peruano del momento llegó a Quito para preparar una Cena a Cuatro Manos: una velada en la que Acuña cocina junto a un invitado especial en el restaurante Patria, del cual es chef desde el año pasado.

    Y no solo Martínez ha pasado por la cocina del Patria. La danesa radicada en Bolivia Kamilla Seidler -que en el 2016 fue distinguida como la mejor chef del continente por los 50 Latin America’s 50 Best Restaurant- cocinó con Acuña en septiembre del año pasado.

    A través de este tipo de espacios, Acuña ha buscado apuntalar la gastronomía ecuatoriana. Él también es uno de los artífices y actual director del festival gastronómico Latitud Cero, una plataforma que pretende difundir la comida nacional y que se celebra con el apoyo de entidades públicas y de la empresa privada desde el 2012.

    Este encuentro, por ejemplo, ha traído al país a chefs de la talla de Ferran Adrià, en el 2013, considerado el mejor del mundo.

    María Cristina Jarrín, editora de la revista gastronómica Viníssimo, asegura que Acuña abrió las puertas de Ecuador para que chefs internacionales conozcan lo que sucede en la gastronomía local.

    “Mauricio acerca a los más jóvenes a la gastronomía y nos dio la oportunidad de conocer a los chefs internacionales”, dice Jarrín.

    Justamente en el 2012 Acuña regresó al país luego de permanecer 20 años en Europa. En 1992 viajó a España para estudiar en la Escuela de Gastronomía de Sevilla.

    Al cruzar el charco forjó su experiencia en restaurantes con estrellas Michelin -distinciones de excelencia culinaria para establecimientos gastronómicos de Europa- como el Cenador de Salvador de Madrid, el Bulli de Cataluña, en el que incluso fue jefe de Partida, o del Eme Fusión Hotel de Sevilla, en el que ocupó el cargo de chef ejecutivo.

    Pero la relación de Acuña con la gastronomía no fue siempre la alta cocina. Su amistad con el cuchillo, la tabla de picar y los sabores nacionales proviene de toda su familia. Su abuela, Rosa Acuña, tenía una picantería en la calle Mejía (centro) y ofrecía caldos de 31, gallina, fritada, mote, tostado… Mientras que su tío, Jaime Acuña, tenía un restaurante en el sector de El Cumandá, cerca a la antigua terminal terrestre (centro), en el que se vendía pan en las mañanas y se transformaba en un pequeño bar durante las noches.

    En la adolescencia, su primera cocina estuvo ubicada en San Juan, barrio del centro de Quito, en donde estaba su casa y funcionaba la base de operaciones de Tourblanche Ecuador, el servicio de catering que su madre, Blanca Inga, fundó a mediados de 1980. El negocio se encargaba de preparar almuerzos que se entregaban en empresas de la ciudad.

    El emprendimiento familiar le motivó a estudiar administración de empresas hoteleras en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) y a la par comenzó su vinculación con el mundo gourmet. En 1989 ingresó como aprendiz en el Hotel Colón de Quito. En esa época comprendió que su carrera tenía que ser la gastronomía y buscó salir a otro país.

    Con la ayuda de su familia, en 1993, viajó a España para estudiar en la Escuela de Gastronomía de Sevilla. No obstante, su anhelo, fue siempre volver a Ecuador y así lo hizo, motivado por la salud de su madre y con la intención de emprender proyectos propios.

    Juan Sebastián Pérez, chef ejecutivo y propietario del restaurante Quitu, conoció a Acuña hace cinco años en un almuerzo en la Universidad de las Américas (UDLA). Desde ese entonces han compartido recetas, viajes, charlas, eventos y conferencias.

    “Me sorprende el entusiasmo que Mauricio tiene, como si fuera el primer día que entrara a una cocina”, comenta Pérez.

    Acuña también ha buscado impulsar productos amazónicos para chefs del país para favorecer a comunidades de esa zona conjuntamente con CanopyBridge.com, una plataforma de comercio justo. Martha Echavarría, directora de la iniciativa, asegura que Acuña “es un cocinero pionero explorando los sabores tradicionales”.

    Ahora mantiene tres emprendimientos: su hogar de San Juan se convirtió en el hotel Casa Alta. También está al frente de El Salnés Gastro-Picantería (norte) y es socio y chef del restaurante Patria .

    Su CV

    1999. Jefe de Partida Pescados del restaurante La Regalade París Yves Camdeborde.
    1999. Diplomado Superior en Cocina por la Escuela de Hostelería de Sevilla.
    2000. European Diploma of Technician por Eurodip.
    2010. Chef Corporativo I+D Grupo de Restauración CB Coruña España.
    2012. Director Espai-Epicur.

    Acuña junto con su madre, Blanca Inga, su primera maestras (derecha). Junto a la chef Kamilla Seidler, en la Cena a Cuatro Manos (izquierda). En el festival Latitud Cero (abajo). Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Acuña junto con su madre, Blanca Inga, su primera maestras (derecha). Junto a la chef Kamilla Seidler, en la Cena a Cuatro Manos (izquierda). En el festival Latitud Cero (abajo). Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Los idiomas y la gastronomía son parte del servicio

    Sofía Ramirez

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    Clases de kichwa y de español. Esta fue la principal estrategia que implementó Minka Hostel para ganar fama entre los viajeros que llegan al país desde de Francia, Alemania y EE.UU.

    El valor agregado de este espacio es que, además de las clases de español, se desarrollan actividades con enfoque turístico como la organización de paseos a la Amazonía o al norte del país; también ofrece clases de salsa o juegos de mesa tradicionales.

    La iniciativa de crear un espacio para que los turistas compartan sus experiencias nació en agosto del 2013, cuando Sandra Apolo y Mishelle Zapata, -propietarias del hostal- viajaron a Perú.

    En ese país, además de conocer los lugares turísticos, también aprendieron cómo funcionan los hostales para mochileros.

    Estos establecimientos ofrecen hospedaje más económico para el viajero bajo el concepto de “espíritu comunitario”. Es decir, que los espacios sean compartidos entre los huéspedes. Por eso también le pusieron al establecimiento el nombre Minka, que significa minga en kichwa, explica Apolo, quiteña de 34 años.

    Ambas, luego de llegar de su viaje en agosto de ese mismo año, se pusieron de acuerdo para iniciar con el proyecto del hostal.

    El primer paso que dieron las emprendedoras fue arrendar la casa de tres pisos de los padres de Sandra Apolo, ubicada en el centro de Quito. Posteriormente empezaron a arreglar el lugar.

    Para darle identidad a Minka Hostel, en la decoración se utilizaron materiales reciclables como palets para la construcción de mesas, sofás y una cama. Unas cafeteras sirvieron como maceteros detalla Zapata, nacida en Guaranda hace 28 años.

    El hostal abrió sus puertas en Quito, en diciembre del 2013. Para posicionarse entre los viajeros sus fundadoras utilizaron estrategias a través de Internet: desarrollaron su página web y los primeros turistas que visitaron el lugar escribieron reseñas en Trip Advisor. Por su calidad en el servicio, la página especializada reconoció a Minka Hostel en los dos últimos años con el Certificado de Excelencia, cuenta Apolo.

    Jorge Ruiz, de 21 años, se hospedó en Minka Hostel hace dos semanas. Él detalla que estaba buscando referencias de lugares en Trip Advisor y encontró el establecimiento. Afirma que la decoración le llamó la atención y las actividades turísticas son una característica que lo diferencia de otros establecimientos similares.

    Los platos que preparan son tradicionales del país. Se cuentan llapingachos, mote pillo, entre otros. Estas recetas también llaman la atención por el sabor, dice Ruiz.

    Entre el 2014 y 2015, la llegada de turistas superó las expectativas de las emprendedoras, por lo que llegaron a facturar USD 70 000 cada año. Y en el 2016, pese a que la coyuntura económica golpeó al sector turístico, Minka Hostel obtuvo una facturación de USD 80 000.

    En este año, el establecimiento quiere convertirse en un ecohostel. Apolo y Zapata planean incorporar procesos orgánicos como recolección y clasificación de basura, uso de comida orgánica, optimización de energía con paneles solares para el uso de duchas eléctricas, entre otras innovaciones en el servicio.

    Sandra Apolo y Mishelle Zapata son propietarias de Minka Hostel, ubicado en el centro de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Sandra Apolo y Mishelle Zapata son propietarias de Minka Hostel, ubicado en el centro de Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • La sala de cata es una puerta al mundo

    Ana Cristina Alvarado

    Arte Sommelier es una sala sensorial que se estrenó en este diciembre en el Centro Plaza Cumbayá. Este espacio fue creado por la sommelier Tania Armas, quien busca compartir la cultura gourmet en Ecuador.

    Desde enero se lanzarán eventos semanales. Estos funcionarán como talleres guiados para personas con todos los niveles de conocimiento sobre vinos y maridaje.

    En la inauguración, Armas guió la degustación de un jamón tipo serrano hecho en Ecuador y vinos chilenos. Durante la velada, los invitados más experimentados contribuyeron con sus impresiones del maridaje, alimentando el conocimiento, principalmente para las personas que no saben sobre cultura gastronómica y vinos.

    Este es el objetivo de Armas: crear una experiencia en la que los comensales intercambien datos e información y puedan viajar alrededor del mundo al hablar sobre el origen y las características de cierto producto.

    El siguiente evento de Arte Sommelier será el 14 de enero. Se ofrecerá una cata de quesos maduros, vinos y ‘late harvest’ (un vino de cosecha tardía). El costo por persona será de USD 15.

    El precio variará de sesión en sesión, de acuerdo con los ingredientes con los que se trabaje. Sin embargo, oscilará entre los USD 15 y 25, con excepción de los platos elaborados por los que se pagará unos USD 35 por persona.

    Otro espacio para aprender y compartir es DiVino. Esta es una tienda de vinos, accesorios y libros referentes a esta bebida. Tiene sucursales en Quito y Cumbayá. Cada 15 días, la tienda invita de forma aleatoria a 15 clientes -en la lista figuran todos los que han comprado al menos una vez- para una cata guiada.

    Thierry Sebastià es el importador, administrador y sommelier de esta boutique. El experto se encarga de seleccionar los vinos y otras bebidas que se degustarán en cada sesión. La idea es sacar a la luz vinos desconocidos, ya sea por el nombre, la cepa o el origen.

    Lo usual es escoger tres cepas. La cata inicia desde los sabores más delicados hasta los más complejos. El sommelier guía a los invitados y les explica que tomar vino es una experiencia que se disfruta en tres etapas.

    Primero se observa, para identificar detalles que hablan del vino como el color. Después se involucra el olfato y se reconocen los aromas que lo enriquecen. En el tercer punto, se prueba en boca.

    En el primer trago la boca se libera de aromas o sabores que otros alimentos han dejado o que son naturales por el pH y otros factores. Después de este acercamiento, el comensal puede disfrutar de su copa y acompañarla con los alimentos.

    Thierry Sebastià (a la izquierda), sommelier de DiVino, observa  a contraluz un tinto junto a Michael Rosillo, socio y dueño de la tienda. Foto: Patricio Terán / Líderes
    Thierry Sebastià (a la izquierda), sommelier de DiVino, observa a contraluz un tinto junto a Michael Rosillo, socio y dueño de la tienda. Foto: Patricio Terán / Líderes