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  • Cabañas que unen el confort y la cultura

    José Luis Rosales

    Contenido Intercultural

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    La ibarreña Viviana Erazo ha desarrollado varias iniciativas productivas, en las dos últimas décadas. Recuerda que instaló una papelería, luego una empresa consultora y una fundación que capacita a emprendedores.

    En enero pasado abrió en Cotacachi (Imbabura), Sara Lodge. Es un establecimiento turístico que ofrece alojamiento en cabañas de bambú, comida y ceremonias ancestrales, caminatas, cabalgatas dirigidas a los visitantes nacionales y extranjeros.

    La empresaria es apasionada por los bellos paisajes, las manifestaciones culturales y la variada naturaleza del país.

    Sus emprendimientos están inspirados en los principios de la economía social y solidaria. “El ser humano como centro, la generación de trabajo como objetivo, el cuidado del medio ambiente y la protección de la sabiduría local”.

    Erazo estudió la carrera de Negocios Internacionales, en Ibarra. También cursó una maestría en Desarrollo Local Rural, en España. Ha recorrido 30 países del mundo por trabajo y turismo. Le gusta conocer nuevos destinos y culturas. Hace una década tuvo la oportunidad de visitar Japón, en donde conoció el uso del bambú.

    A su retorno a Ecuador se vinculó a una organización no gubernamental que desarrolla labores en Manabí. Ahí reforzó su gusto por las edificaciones levantadas con el bambú nativo de Ecuador.

    El año pasado empezó a construir Sara Lodge (en idioma kichwa sara significa maíz). Calcula que ha invertido USD 100 000.

    El 90% del capital aportó Erazo de recursos de la venta de una oficina, créditos de hermanos y de una entidad bancaria; el 10% proviene del aporte de una socia.

    El dinero lo destinó para adquirir el terreno, edificar la infraestructura hotelera (compuesta por dos cabañas de bambú y dos domos geodésicos de estructura metálica, aún en construcción).

    Su idea fue generar opciones de alojamiento alternativo para los visitantes. Por eso, el mayor reto fue edificar en el páramo las cabañas de bambú, que provienen del litoral. Esta obra fue ejecutada por obreros de la Fundación Hogar de Cristo, de Guayaquil.

    En los acabados se colocó canaletes metálicos, esponjas térmicas y paredes de gysump, para combatir el clima frío de la zona. La idea es mantener un ambiente cálido al interior de las cabañas.

    En las 1,5 hectáreas que mide el terreno se adecuó una zona para camping, un huerto orgánico, un jardín y un área para animales.

    El lugar tiene una vista privilegiada de los volcanes Cotacachi, Imbabura, Cayambe y Fuya Fuya. También se observa los valles en donde se asientan las urbes de Otavalo, Cotacachi y Atuntaqui.

    Los viajeros pueden participar de actividades culturales y recreativas en Sara Lodge y en lugares cercanos. Una de ellas es la Danza de los Yumbos, un baile tradicional de la zona.

    También se puede avanzar a la laguna de Cuicocha. Allí, una opción es una caminata por la Ruta Sagrada, en donde se puede observar la flora y fauna del lugar. El recorrido dura 30 minutos.

    Otra de las rutas se dirige a la comuna kichwa de San Nicolás, que ofrece una convivencia con familias nativas. También hay alternativas de paseos a caballo y recorrido en bicicletas.

    Uno de los servicios que implementará Erazo es el alojamiento en los domos geodésicos y un sitio para el cuidado de mascotas.

    Las redes sociales han sido aliadas para darse a conocer el lugar. Ahora también oferta los servicios en línea a través de Airbnb, Booking y Tripadvisor.

    Una de las estrategias de Sara Lodge es trabajar en alianzas con el turismo comunitario. La idea es que los 200 000 visitantes que llegan a la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas, cada año, ayuden a dinamizar la economía de las comunidades vecinas de Cuicocha.

    Viviana Erazo planea construir cabañas turísticas en Las Peñas, en el norte de Esmeraldas, pero con el mismo concepto de Sara Logde. El objetivo es ofrecer, a futuro, los destinos páramo y playa a los turistas.

    Datos

    El establecimiento está ubicado tres kilómetros antes del ingreso de la Laguna de Cuicocha.

    Hay paquetes desde USD 35, todo el día. Otra opción es tres días y dos noches, todo incluido, por USD 180.

    El servicio de restaurante ofrece desayuno, almuerzo y cena. Hay varias opciones.

    Para realizar los trekking y caminatas al páramo se ofrece los servicios de guías locales indígenas.

    El citi tour ofrece un recorrido por los almacenes de prendas y artículos de cuero, en el centro de Cotacachi.

    Viviana Erazo está al frente de esta nuevo establecimiento turístico en Cotacachi. Tiene toques ecológicos. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Viviana Erazo está al frente de esta nuevo establecimiento turístico en Cotacachi. Tiene toques ecológicos. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Manabí mantiene su aire emprendedor

    María Victoria Espinosa (F)

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    Las ferias y festivales manabitas han posicionado a los emprendedores de Manabí que elaboran productos típicos. Entre el 2016 y marzo del 2019 se organizaron 279 ferias en Manabí, Pichincha, Guayas, Azuay y otras provincias en las que los protagonistas fueron emprendedores manabitas.

    Linda Chong, coordinadora de la unidad técnica de Emprendimientos de la Dirección de Fomento productivo de la Prefectura de Manabí, señala que desde antes del terremoto de abril del 2016 se empezó dar asesoría a los emprendedores para mejorar marcas y recetas de los productos, pero a raíz de las condiciones devastadoras en las que quedó la provincia tras el terremoto, la asesoría y el acompañamiento se intensificaron.

    Para Lorena Castillo, de la línea de aliños ‘Picando Ando’, las ferias permitieron que los supermercados a escala nacional se fijaran en productos típicos manabitas.
    Según la Prefectura de Manabí, al menos 150 productos de la provincia se distribuyen en tiendas y supermercados nacionales.

    En el caso de los emprendimientos de café molido y tostado, hay 15 emprendimientos que ya se venden a escala nacional. Uno de ellos, es el café El Mañanerito, producido por la Asociación de Producción Industrial Cafeteros de Manabí.

    Ellos tienen una planta en la parroquia Noboa, del cantón 24 de Mayo. Ahí se producen 1 800 fundas, que se distribuyen en Manabí, Quito y Guayaquil a través de Supermercados Tía.

    Otro producto, que también está en las perchas nacionales es Chifles Del Mejor. Este emprendimiento se creó en el 2011 y durante cuatro años se dedicó a crear recetas innovadoras para saborizar a los chifles de plátano verde y maduro. En la actualidad tiene tipos de sabores a maduro con queso, encebollado y el natural. También ofrece otros productos como el dulce de banano con cacao.

    Los productos con la marca Del Mejor están en 72 locales de la Corporación Favorita; en los locales de la cadena Del Portal en Guayaquil y Galápagos, así como en tiendas y supermercados de la provincia.

    Freddy Zambrano, propietario del negocio Del Mejor, señala que las ferias que se empezaron a realizar a raíz del terremoto del 2016, fueron una ventana para mostrar los productos manabitas al país.

    Los dulces y productos lácteos también hacen parte de la gama de productos que se ha posicionado a escala nacional.

    La marca Doña Oti, elabora un manjar con leche, canela y azúcar. “Es el clásico y delicioso manjar que nuestras abuelas y madres preparaban en los hogares manabitas”, señala la emprendedora Otilia Andrade, de Chone.

    Ella señala que su negocio nació hace 20 años, en el sector Las Chonanas. Pero no había podido promocionarlo en otras ciudades manabitas por falta de recursos económicos.
    Pero en el 2016 decidió asistir a una feria en Portoviejo. Ella hizo degustaciones y entregó su número de teléfono a los clientes.

    A los pocos días, empezaron a llamarla para hacerle pedidos del manjar de leche. Eso la motivó a crear nuevas recetas de manjar con sabor a frutas como mango, naranja, coco, limón, entre otras.

    Este año, ya se han realizado seis ferias en Manta, Portoviejo, Rocafuerte, Chone y San Vicente.

    En este último cantón se realizó una feria y una rueda de negocios a la que asistieron 18 asociaciones.

    En Manabí se han realizado 279 ferias y festivales para emprendedores, edsde el 2016 hasta marzo del 2019. Foto: Cortesía Prefectura de Manabí
    En Manabí se han realizado 279 ferias y festivales para emprendedores, edsde el 2016 hasta marzo del 2019. Foto: Cortesía Prefectura de Manabí
  • ‘Jaway Life’ crece con una oferta orgánica

    Cristina Márquez (I)

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    Un nuevo espacio para los integrantes de la Asociación de Productores de Chimborazo se abrió en Riobamba. Las canchas deportivas del barrio Las Flores, situado al norte de la ciudad, acogen cada miércoles a 15 emprendedores que ofertan hortalizas, truchas, postres artesanales, lácteos y otros productos.

    La jornada se inicia temprano, y la oferta de productos es variada. Por eso los emprendedores llamaron a la feria ‘Jaway Life’, que proviene del ritual indígena de Jaway.

    “El Jaway es un canto de agradecimiento y de ánimo. Lo cantamos sólo durante las cosechas para agradecer a la tierra por lo que nos da, y para divertirnos y trabajar con alegría todo el día”, explica Aurelio Choto, un integrante de la asociación.

    Los emprendedores llegan a la feria desde las comunidades y parroquias de Riobamba, Guamote, Colta y Alausí. Ellos se capacitaron y mejoraron sus procesos para añadir valor agregado a los productos que obtienen de sus huertos o tanques piscícolas.

    Quienes ofertan verduras, por ejemplo, las ofrecen ya limpias y listas para el consumo. Además, no utilizan agroquímicos.

    “La feria de emprendimientos ha crecido más de lo que esperábamos en los últimos seis años. La acogida llegó a ser tan alta que el único espacio para la comercialización nos resultó insuficiente”, cuenta Beliza Álvarez, directora de la Unidad de Emprendimientos del Gobierno Provincial, y organizadora de las ferias.

    Esa entidad promueve los emprendimientos asociativos desde el 2013. Ese año los técnicos hicieron un diagnóstico de las comunidades de la provincia e identificaron oportunidades de negocios.

    “Antes la gente comercializaba sus productos únicamente en los mercados convencionales, pero eran estafados por los intermediarios que les ofrecían precios bajos o pesaban los productos en balanzas arregladas”, dice Álvarez.

    Cuando la asociación se integró eran 11 emprendimientos comunitarios. Hoy son 74 negocios en los 10 cantones de la provincia.

    En el 2013 la feria se realizaba en los exteriores del Gobierno Provincial, y los compradores eran las funcionarios de esa entidad.

    La acogida les motivó a solicitar el nuevo espacio del barrio Las Flores. Otro objetivo, es visibilizar ese sector y generar movimiento económico en esa zona.

    “Al principio pensamos que no íbamos a tener mucha acogida. Pero cada semana llegaba más gente a la feria del Gobierno Provincial, y ahora incluso tenemos pedidos de restaurantes. Esperamos que este nuevo espacio también se vuelva popular en poco tiempo”, dice Alfredo Sagñay.

    Las ferias se cumplen cada miércoles desde las 8:00 hasta las 14:00. Hay productos desde USD 0.50.

    Los emprendedores de 'Jaway Life' llegan desde varias comunidades de la provincia de Chimborazo. Allí ofrecen vegetales, lácteos, artesanías, entre otros. Foto: Cortesía Gobierno Provincial de Chimborazo
    Los emprendedores de ‘Jaway Life’ llegan desde varias comunidades de la provincia de Chimborazo. Allí ofrecen vegetales, lácteos, artesanías, entre otros. Foto: Cortesía Gobierno Provincial de Chimborazo
  • Las paletas hechas con coco y chontaduro

    Marcel Bonilla

    Los helados de chontaduro son uno de los más apetecidos en Andarele, la primera paletería artesanal que funciona en el balneario de Las Palmas, en Esmeraldas.

    El chontaduro es una de las frutas que caracteriza a las poblaciones afros del norte de Esmeraldas. Los habitantes de esas comunidades están dedicados al cultivo de la fruta en sus fincas. La cosecha va a la venta y alimentación.

    Cristina Alcívar, propietaria de la paletería artesanal Andarele, acumuló algunos conceptos de la cultura afroesmeraldeña para dar marca a su producto y empezó por el nombre Andarele, una de las danzas tradicionales de Esmeraldas que denota alegría, jolgorio.

    Las paletas también se elaboran con frutas de la zona, a más de chontaduro. Las hay de coco con relleno de manjar, otra de leche de coco y jengibre (llamada cocojengibre), cacao, así como una paleta que combina yogur con maracuyá y mora.

    La iniciativa lleva en el mercado tres años y empezó con la venta de helados de cono. Luego Alcívar decidió ingresar al mundo de la paletería con frutas en su interior, con una etiqueta que promocione a Esmeraldas y sus tradiciones.

    El negocio se financió con un capital inicial de USD 5 000. El dinero se obtuvo de la liquidación que Alcívar recibió al renunciar a su trabajo. Ese capital sirvió para comprar la primera máquina de helado y la mueblería del local.

    José Luis Plaza es parte del negocio familiar. Él explica que luego de trabajar 15 años en Quito regresaron a Esmeraldas para emprender su negocio.

    En la actualidad la inversión supera los USD 20 000, con un crédito de la banca privada. La familia está tramitando un nuevo crédito de USD 20 000, para ampliar su local y establecer nuevos puntos de ventas en la ciudad.

    La heladería produce 2 000 unidades al mes. La venta de las paletas le genera una facturación que oscila entre USD 4 500 y 5 000 al mes, con lo que financian su continuidad. El costo por unidad va desde USD 1, 50 hasta USD 180.

    Este emprendimiento se apoya en entidades públicas para crecer. A través del programa creciendo con mi negocio de la Prefectura de Esmeraldas se ha empezado a trabajar en nuevas metodologías, que va desde aperturas de nuevos mercados y la obtención del registro sanitario.

    Por ahora se trabaja en los parámetros que exigen las normativas del nuevo mercado, para incursionar en otros mercados. Por eso se impulsa una propuesta para llegar a clientes locales, tiendas de barrio, escuelas, colegios y centro comercial de la ciudad.

    La preparación de los emprendedores se lo hace con el apoyo de la Prefectura de Esmeraldas que mantiene un convenio con PNUD, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, destinado a potenciar las iniciativas con 16 técnicos que enseñan en esa modalidad.

    La Prefectura financia las capacitaciones a los emprendedores para fortalecer las iniciativas de negocios, con asesoramiento técnico y aperturas de nuevos mercados.

    También se apoya en la compra de equipos técnicos luego de hacer un diagnóstico. Por eso Andarele busca que se financie la compra de una nueva máquina que supera los USD 8 000, explica Cristian Hernández, técnico de la Prefectura de Esmeraldas.

    La economista Roxana Benítez de la Escuela de Pymes de la Universidad Católica de Esmeraldas, cree los nuevos emprendedores buscan relacionar sus actividades con la cultura, eso implica imágenes y nombres, para posicionar el nombre de la provincia.

    Uno esos fue Plaza Marimba, en Las Palmas, un local donde se crearon 12 pequeños espacios para la venta de comidas rápidas, convirtiéndose en uno de los más visitados en Esmeraldas.

    “Ahora no solo se elaboran helados con chontaduro, también se hacen con jalea de pepepán y zapote negro, frutas que se cultivan en poblaciones afros del cantón San Lorenzo”, explica la investigadora de la Universidad Católica de Esmeraldas.

    Cristina Alcívar, propietaria de la paletería artesanal Andarele, enseña los productos que oferta en Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
    Cristina Alcívar, propietaria de la paletería artesanal Andarele, enseña los productos que oferta en Las Palmas. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
  • Artesanías con un toque contemporáneo

    José Luis Rosales

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    Tras residir 25 años en el exterior, el otavaleño Jaime Morales Jimbo retornó a su ciudad para impulsar su propio negocio: Walkas Bisutería.

    Hace un año y medio está al frente de esta firma que elabora productos con un toque étnico y personalizado. Siempre fue su sueño tener una tienda completa, con artesanías y joyería.

    El gusto por los textiles lo heredó de sus padres: Enrique Morales y Zoila Jimbo. Ellos se dedican a la confección de ponchos de lana para los diferentes pueblos y nacionalidades indígenas del país.

    Jaime le apostó por innovar usando su creatividad. Asegura que lo que más le agrada es hacer cosas originales.

    En su permanencia en Italia, Suiza y España tomó algunos cursos sobre sublimación, bisutería y confección en cuero. Le gusta aprender, ver programas en Internet relacionados a lo que hace.

    Una de las líneas que más destaca en Walkas Bisutería son los trabajos personalizados. Con la técnica del sublimado puede plasmar la imagen que un cliente desee en prendas de vestir, llaveros, platos, tazas, cojines, estuches de celulares y edredones.

    En la joyería de acero, en cambio, graba imágenes de fotografías, nombres, dibujos y símbolos que adornan anillos, pulseras, colgantes, entre otros.

    Desde hace varios años empezó a coleccionar fotografías antiguas de Otavalo, que han sido publicadas en redes sociales. Hay imágenes en blanco y negro de la Plaza de los Ponchos, la cascada de Peguche, el lago San Pablo, un músico kichwa tocando una bocina, un rondador, entre otros.

    Esas gráficas las ha replicado en camisetas, buzos, carteras, bolsos. Gustan muchos a los clientes, especialmente extranjeros.

    Una de las cosas que Morales destaca es el servicio de sublimación en gran formato, que permite optimizar tiempo y material.

    El emprendedor señala que la inversión que ha hecho para adquirir la maquinaria para su taller alcanza los USD 60 000.

    Cuenta que uno de los países en el que pasó más tiempo fue en España. Incluso, asegura, tiene maquinaria y herramienta guardada con la que realizaba el mismo oficio en ese territorio.
    Una de las nuevas líneas de trabajo en las que incursionó este creativo es la de fabricación de calzado con telas artesanales, adornadas con íconos kichwas. Hay para damas y caballeros; trabaja en tallas de la 35 a la 43.

    Los zapatos también son confeccionados a la medida y al gusto de cliente. Jaime Morales asegura que puede confeccionar zapatos para una persona y entregarlos en una hora, por que dispone de una amplia variedad de piezas para ensamblarlas.

    Por ahora, los pares llevan la marca Walkas. Sin embargo, analiza la posibilidad de desarrollar un nombre con identidad.

    A clientes como Jaime Cedeño, que llegó desde Quito, le gustaron las zapatillas. Comenta que son ideales para vestir a los integrantes de un grupo de danza del colectivo 60 y Piquito.

    Otra de las especialidades de este establecimiento artesanal es la bisutería. Si bien los anillos, aretes, cadenas, colgantes y otros son importados, Morales asegura que el cliente le pone el toque final. Es decir, letras, figuras, fotos.

    En las vitrinas resaltan colgantes traídos de destinos lejanos como India y Tailandia y de naciones regionales como Colombia y Brasil. De este último país provienen materiales de bisutería en macramé, que es un tejido trenzado manualmente con hilos.

    También se encuentran en el sitio las tradicionales walcas ecuatorianas, que son los collares que lucen las mujeres indígenas de la región interandina.

    Estos artículos son confeccionados con un toque contemporáneo. Las doradas y gruesas esferas, por ejemplo, han sido reemplazadas por delgados y finos mullos de vidrio. “No es tan fácil haber vivido en otros países y retornar a Otavalo a abrirse mercado”, explica Morales. Sin embargo, la creatividad le permite mantenerse a flote en esta población de Imbabura.

    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
  • Un negocio que revaloriza la semilla de sambo nacional

    Redacción Quito

    redaccion@revistalideres.ec

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    Hace 15 meses, el ingeniero en diseño industrial Miguel Gutiérrez arrancó con el emprendimiento Kawsay Snack, que tiene el objetivo de revalorizar la semilla de sambo a través de una presentación y un enfoque comercial.

    El sambo es un fruto que se ha usado de forma extensa desde la época preincaica, debido a su facilidad de cultivo y propiedades alimenticias. En las familias ecuatorianas, su consumo es tradicional. De este producto se desprenden recetas de dulce y de sal.

    Una vez aprovechada la pulpa, quedan las pepas, que al tostarse se pueden consumir solo con sal. En los mercados, es común encontrar semillas de sambo en pequeñas bolsas plásticas, pero hasta ahora no habían llegado a los supermercados del país.

    Gutiérrez empezó su trabajo haciendo conexiones con los productores. Cuenta que sus principales proveedores son personas de la tercera edad, pues el cuidado de la planta es sencillo, aunque extraer las pepas y secarlas es un trabajo minucioso.

    Desde el sur del país le llegan costales de semillas secas cada semana, pero también está empezando a trabajar con agricultores de otras zonas. Para ello se alió con germinadores que le entregan plantas pequeñitas de sambo para que él, a su vez, las distribuya a los agricultores.

    Ocho meses deben transcurrir para obtener un sambo maduro, momento en el que se abre la fruta y se extraen y pelan manualmente las semillas.

    El siguiente paso del emprendedor fue desarrollar una fórmula atractiva al paladar. Tardó cinco meses hasta lograr la cantidad de humedad y sal exactas, para poder replicarlo en adelante.

    Sacó la primera presentación: bolsitas de 16 gramos que empezó a vender en las tiendas, minimercados y locales de bizcochos de Cayambe y sus alrededores.

    El reto que se planteó Gutiérrez fue llegar a las cadenas de supermercados nacionales y lo logró. Desde diciembre de 2018 comercializa la presentación de 70 gramos en funda sellable.

    Su producto tiene en estos momentos dos sabores disponibles: pepas de sambo saladas y condimentadas con romero y ají. Gutiérrez seguirá trabajando en nuevas fórmulas, asegura.

    Según información del ministerio de Cultura y Patrimonio, la semilla de sambo es muy apreciada en la cultura ecuatoriana. “Para prepararlas, se dejan primero secar, se pelan y luego se tuestan. Se usan como cucayo, acompañando, por ejemplo, al maíz tostado. También se preparan en salsa, moliéndolas en piedra o licuándolas; esta acompaña platos como el cuy asado o la gallina criolla”.

    El fruto tierno del sambo, “en el que aún se puede hundir la uña”, se usa en preparados de sal: sopa, locro o en fanesca.

    Con el sambo maduro se hace el dulce, que se come de distintas maneras. Por ejemplo, se usa como relleno de empanaditas o de las guaguas de pan, en finados.

    Se prepara colada de sambo, con choclo, panela y canela. Algunas personas le añaden leche.

    Si al dulce se le espesa hasta encofitar constituye una especie de mermelada llamada cabellos de ángel, indica el Ministerio.

    Miguel Gutiérrez es un emprendedor que comercializa semillas de sambo como snacks. Trabaja con agricultores de la tercera edad. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Miguel Gutiérrez es un emprendedor que comercializa semillas de sambo como snacks. Trabaja con agricultores de la tercera edad. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Ellos rescataron los tejidos tradicionales

    Contenido intercultural

    Los ponchos hechos con fibras naturales de borrego son el producto estrella del taller de Nicolás Sinaluisa; también son las prendas que más se demandan. No sólo las piden los indígenas de Chimborazo, Cañar y Azuay, sino que también son muy solicitadas para los rodeos y desfiles por los chagras (hombres del campo).

    Los ponchos se manufacturan en telares manuales. Sinaluisa y las cuatro mujeres que trabajan con él se encargan de darle forma a los hilos de colores y los tejen hasta obtener un textil grueso, resistente al frío del páramo y a las tareas complicadas del campo.

    “Antes en Yaruquíes y Cacha había muchos talleres de tejidos, la mayoría de familias subsistían de ese oficio, pero luego por la migración y la incursión de las grandes empresas textiles que ofrecen telas más baratas el oficio empezó a desaparecer”, cuenta Sinaluisa.
    Su padre, Segundo Sinaluisa, era uno de los artesanos más reconocidos de su comunidad natal, Santa Clara. Él tejía bayetas, ponchos y fajas en un telar de cintura.

    Sin embargo, falleció cuando Nicolás tenía sólo ocho años, por lo que no pudo aprender de él su arte. Pero le heredó todos los accesorios, telares y materias primas de su taller.
    A los 20 años, Nicolás se dedicaba a la construcción y, simultáneamente, aprendía sobre tejidos en un taller comunitario y en todas las capacitaciones que gestionó la fundación de los amigos de Wolfang Shaft, un párroco que impulsó la educación y la interculturalidad en Yaruquíes.

    Él también impulsó la apertura de un instituto que combina la educación académica con las actividades prácticas y el rescate de los saberes ancestrales en esa parroquia. Se trata de la Unidad Educativa Adolfo Kolping.

    Sinaluisa labora ahí como docente. Su función es enseñar a los niños y jóvenes el arte del tejido.

    El propósito es conservar el conocimiento del oficio antiguo que estaba cerca de desaparecer. También busca darles a los chicos opciones para que inicien sus emprendimientos en las comunidades y así detener la migración.

    Los niños aprenden desde las puntadas más básicas, ideales para elaborar pulseras y wangos, hasta el manejo de los telares de madera. Cuando se gradúan tienen la opción de laborar por temporadas en el taller de tejeduría.

    “Me encanta trabajar con los niños. Ellos quizás no están del todo conscientes, pero están rescatando una parte de la memoria histórica de las comunidades”.

    El taller funciona desde el 2002 y se mantiene a flote por medio de la autogestión. Los ingresos de la comercialización de las prendas originarias sirven para pagar los sueldos de los artesanos y para reinvertirse en el taller que lleva el nombre de Rosa Frey.

    Nicolás y su familia han invertido cerca de USD 15 000 en la adquisición de maquinarias para la manufactura de ropa deportiva y camisetas. El contrato más grande que obtuvieron fue en el 2009, cuando fabricaron 25 000 uniformes para los niños de las escuelas bilingües de toda la Sierra Centro.

    Eso les permitió renovar las maquinarias y pagar algunas deudas del taller. La inversión también abrió una nueva línea de negocio.

    Ellos ahora pueden fabricar cualquier tipo de ropa casual y deportiva, con un toque cultural.
    En el taller de tejidos se manufacturan ponchos, bufandas, ponchos femeninos, bayetas y todo tipo de prendas hechas con lana de borrego o con hilos sintéticos.

    Cada año ellos diseñan y fabrican los trajes de los personajes del Pawkar Raymi: la Mama Shalva y el Yaya Carnaval. La bayeta que este año usará la Mama Shalva es especial debido a que está tejida con una técnica característica de Cacha y por primera vez llevará el diseño de la chakana, que antes sólo usaban los varones.

    En el taller también se elaboran shygras de varios colores que tienen los mismos diseños que las fajas kawiñas puruhaes. Esos bolsos son apetecidos por los turistas.

    La mercadería se comercializa en el puesto 15 de la plaza artesanal del Tren, en Riobamba. También en ferias de tres provincias.

    Nicolás Sinaluisa y Carmen Sinaluisa trabajan en el taller de tejidos andinos. Ambos enseñan a los niños. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Nicolás Sinaluisa y Carmen Sinaluisa trabajan en el taller de tejidos andinos. Ambos enseñan a los niños. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Las artesanas de El Morlán y el sombrero de Imantag

    Red. SIERRA NORTE (F)
    Contenido intercultural

    La vida de María Laura Araque ha transcurrido entre su huerta y un taller de elaboración de sombreros de paño.

    Tiene 67 años y forma parte de la Asociación Ñawpachik Ayllu, que se especializa en la elaboración de sombreros artesanales.

    Todas sus integrantes habitan en la comunidad El Morlán, en Cotacachi (Imbabura). La mayor parte de la población se autoidentifica como indígena.

    En el paisaje hay casas diseminadas y rodeadas de pequeñas parcelas. En una de ellas, Araque produce maíz, fréjol y papas. La mayoría de los cultivos está destinada al consumo de la familia.

    Al igual que las otras artesanas, esta mujer de estatura pequeña y su rostro marcado por el tiempo comenta que cuando empezaron no tenían conocimientos sobre las técnicas de la sombrerería.

    Esta actividad es prácticamente nueva en la parcialidad. María Diaguillo, líder de la organización, explica que todo empezó hace 15 años cuando les propusieron que aprendieran a confeccionar estas prendas infaltables en la cabeza de los kichwas. La idea es generar ingresos para el hogar.

    La campesina, de 47 años, cuenta que se capacitaron en el denominando sombrero imanteño. Es un modelo de copa y ala pequeña.

    En esta localidad, como en el resto de la parroquia de Imantag, el sombrero lo utilizan tanto hombres como mujeres indígenas. En el caso de las damas, es parte de la vestimenta que incluye un anaco o falda, blusas bordadas y collares de pequeñas esferas doradas.

    En la casa de María Celia Orbes, otra de las socias, el grupo de artesanas instaló el pequeño obraje. Esta mujer, de 63 años, es una de las más diestras. El proceso empieza con los capachos -como se denominan a los gorros-, los cuales son sometidos al vapor para que se vuelvan dúctiles y maleables, con el fin de trabajarlos.

    Luego con una mezcla de almidón y gelatina sin sabor forman una especie de goma que untan en la prenda, como barniz, para que tomen forma.

    Para el hormado, en cambio, se emplean planchas antiguas de hierro, que son previamente calentadas en el fuego de una cocina.

    Hay dos tipos de planchas. La más delgada se usa para quitar arrugas del ala del sombrero, explica María Sánchez, otra de las colaboradoras de la asociación.

    Por último, se colocan el forro, el tafileti y el cintillo. Sánchez también explica que en el caso de los hombres la talla del sombrero oscila entre 13 y 14 centímetros. Mientras que para mujeres, la talla es de 9 a 10.

    Hay una amplia variedad de colores. Los más comunes son los de tono negro, gris, verde, café. Los aficionados prefieren para combinarlos con la ropa.

    Las formas responden al pedido de clientes. Los diseños, similares al sombrero español, son preferidos en su mayoría por mestizos. Pero también hay pedidos de los kichwas Otavalo.

    Desde el año pasado, la Asociación Ñawpachik Ayllu tiene el apoyo del proyecto de Fortalecimiento a Emprendimientos e Iniciativas productivas locales de Imantag. La idea es mejorar la situación de las familias, comenta Lucía Linquinchano, presidente de la Junta Parroquial.

    Las artesanas muestran los sombreros hechos con sus manos. Las comercialización se realiza en ferias populares. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    Las artesanas muestran los sombreros hechos con sus manos. Las comercialización se realiza en ferias populares. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • La tuna, alternativa de 20 campesinos

    Red. Sierra Norte  
    (F) Contenido intercultural

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    Las hojas verdes de la tuna, que se asemejan a una raqueta de tenis, resaltan en las montañas semidesérticas de la comuna El Juncal, en el norte de Ibarra (Imbabura).

    Unos 20 integrantes de la Asociación de Productores Agrícolas Mirador El Juncal (Asopromir) se dedican, desde hace 15 años, a poblar las lomas vecinas con estas plantas que florecen en la zona.

    Actualmente tienen sembradas un total de 80 hectáreas. De esas, unas 38 están en producción.

    Desde este sector hay una vista privilegiada del valle cálido, que lo baña el río Chota.

    Los primeros miembros de Asopromir trasladaron a hombros las primeras semillas, pues no había una vía carrozable. Hoy cuentan con un camino de tierra.

    José Maldonado, líder de la organización, también recuerda que fue el ingeniero Manuel Zuquilanda quien les incentivó para que incursionen en este cultivo.

    Incluso, llevó algunas semillas que luego se propagaron por los terrenos . En el país florecen cuatro variedades de tuna: amarilla sin espina, amarilla con espina, blanca y silvestre. Ésta última se desarrolla mejor en El Juncal.

    La mayoría de agricultores no tenía conocimiento sobre esta planta, por eso las primeras matas se sembraron solamente en los filos de las huertas.

    Sin embargo, con el apoyo del Centro de Investigaciones Familia Negra (Cifane) se masificó el cultivo en esta zona. Los campesinos también recibieron capacitación y asistencia técnica para la cosecha y postcosecha.

    Además, recibieron semillas, abonos y apoyo en la construcción de reservorios de agua para hidratar las plantas, pues no cuentan con un canal de riego.

    A Marco Borja, otro de los socios de Asopromir, le sedujo la idea se sembrar las pencas por las propiedades alimenticias que posee. Se refiere al fruto rico en calcio, hierro y vitamina C.

    Lleva 10 de sus 55 años dedicado a este cultivo. Tiene dos hectáreas en producción. Explica que cosecha dos veces al año. La primera se extiende de diciembre a marzo. La otra, de junio a agosto.

    Cada hectárea produce 400 cajas semanales de tunas. Una empaque, de 18 kilos, se comercializó la última semana en USD 6 en los mercados locales.

    Una de los inconvenientes es la falta de canales de comercialización de la tuna, pues el mercado se ha tornado inestable.

    Por eso, socias como Leticia Maldonado, que ingresó a la agrupación hace tres años, es una de las personas que promueve entre los campesinos que se le de un valor agregado a la fruta.

    La agremiada creó la microempresa Tunapal, que se especializa en la elaboración de mermeladas. Esta contadora de profesión promociona y comercializa sus artículos en ferias.

    Ahora espera concretar ayuda de entidades públicas y privadas para poder aumentar la producción de los derivados del nopal.

    Otro de los objetivos de la Asociación de Productores Agrícolas El Juncal es contribuir a mejorar el ambiente. José Pérez asegura que ahora las lomas se van tiñendo de verde por lo que han regresado algunas especies de animales.

    Más datos

    La cochinilla.  Este parásito que se propaga en las planta no es aprovechado por los campesinos.

    Producto.  La sangre seca de la cochinilla puede usarse como colorante para la fabricación de cosméticos y alimentos.

    El FEPP.  Donó a la organización una máquina eléctrica que realiza la limpieza de los frutos.

    Prefectura.  Imbabura apoya a trasladar agua a los reservorios.

    Iniciativa.  Asociación de Servicio Turístico Senderos Juncal.

    Oferta.  Incluye visita a la plantación de tunas, caminatas por las orillas del río, danza y música.

    En la comunidad de El Juncal, en Ibarra, José y Leticia Maldonado son dos de los 20 integrantes de Asociación de Productores Agrícolas Mirador. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    En la comunidad de El Juncal, en Ibarra, José y Leticia Maldonado son dos de los 20 integrantes de Asociación de Productores Agrícolas Mirador. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • La talabartería se niega a desaparecer en el país

    Red. Sierra Centro (F)
    Contenido intercultural

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    En el taller de Carlos Castañeda nada es moderno. Aún moldea el cuero y la suela con sus herramientas rudimentarias.

    Con precisión, da forma a las monturas y zamarros. Las heredó de su padre Fidel, quien también fue un talabartero reconocido en el cantón Píllaro, en Tungurahua.

    Alrededor del rústico taller, localizado en el centro de la ciudad, cuelgan las grandes alfombras de piel de borrego y de vacuno que crean un ambiente tradicional.

    Castañeda, de 65 años, se lamenta porque esta actividad pierde fuerza con el tiempo y porque todo se ha industrializado. Además, ninguno de sus tres hijos continúa la tradición familiar, a pesar de que en las haciendas se sigue requiriendo de sus servicios.

    Este experto artesano domina todo el proceso en la elaboración de estos objetos hechos a mano. La calidad de sus trabajos permitió que más chagras o vaqueros de Machachi, Quito, Ambato y otras ciudades llegaran para solicitar una montura bajo pedido. También sus trabajos han ido hacia EE.UU., Chile y Bolivia.

    Castañeda cuenta que la talabartería consiste en trabajar diversos artículos de cuero para caballerías, especialmente las monturas y los zamarros que son utilizados por los vaqueros de las grandes haciendas de la localidad.

    Y su local Talabartería Castañeda parece resistir el paso del tiempo. Al ingresar, el olor a cuero se riega en el ambiente.

    Recuerda que su abuelo Miguel aprendió este arte en el tiempo de Eloy Alfaro, que trajo al país a maestros de la albañilería, sastrería, herreros y talabarteros para que enseñen a la población. “Son alrededor de 100 años que hemos trabajado en conjunto con los herreros elaborando estas prendas”.

    Para Castañeda, ese negocio es su vida. Cada mañana se despierta a las 05:00 para continuar con la confección de las monturas, cuyo 90% es hecho a mano. Para dar forma a los grabados de media luna y otros utiliza una especie de cincel de acero, en donde están grabadas las figuras y con base en los golpes de un martillo estos quedan impregnados en la baqueta (suela).

    El color café lo da con un pigmento natural. En este arte, el trabajo de los herreros es importante, puesto que elaboran las argollas, los cinchos para sujetar los estribos. “Eso da resistencia a toda la estructuras y correas que van agarradas a la montura”, manifiesta Castañeda.

    La estructura de una montura se inicia con el fuste elaborado con madera, luego se cubre con un cuero crudo templado para que la estructura sea maciza y resistente, para cuando el jinete -que atrapa un toro- lo amarre a la montura. “Mi padre me enseñó a trabajar con responsabilidad en cada una de las obras, por eso la garantía en los trabajos es de 5 años”.

    La elaboración de una montura puede tardar hasta tres semanas. Lo que requiere es de días soleados para domar la baqueta o suela que es humedecida. El cosido, el pretal y las retrancas de la silla deben ser fuertes para cabalgar y al momento de arrear al ganado o al atrapar a una res.

    Atahualpa Chato es conocido como el último talabartero de la parroquia Ambatillo. Este artesano, que heredó esta profesión de su abuelo, domina todo el proceso de elaboración de esas artesanías hechas en cuero de res.

    Chato estuvo vinculado desde pequeño a los caballos y se interesó por el oficio que aprendió solo mirando. Luego fue a las páginas de Internet para conocer las técnicas que las perfeccionó.

    Antiguamente los vaqueros o chagras usaban las patas de venado como el soporte del látigo, pero este fue reemplazado por la madera de chonta. ““No está permitido cazar a los venados en el páramo y reemplacé por madera”.

    Carlos Castañeda se dedica a un oficio que ha estado en su familia por más de 100 años.  Teme que se pierda el conocimiento de la actividad. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
    Carlos Castañeda se dedica a un oficio que ha estado en su familia por más de 100 años. Teme que se pierda el conocimiento de la actividad. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES