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  • Zamarros y monturas con pieles finas

    Redacción Sierra Centro
    (F – Contenido Intercultural)

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    En el taller de talabartería Los Andes, de Pedro Naula, se fabrican monturas y zamarros que son utilizados por los vaqueros de las grandes haciendas de la Sierra Centro y de varias partes del país.

    La calidad de sus trabajos ayudó a que más chagras o vaqueros de Quito, Ambato y otras ciudades lleguen para solicitar sus servicios. El local está ubicado en los alrededores de la Plaza Urbina, en el centro de Ambato. El año pasado logró ingresos por USD 16 000.

    Naula aprendió esta profesión a los 14 años en la parroquia Licto, en Chimborazo. Sus maestros Gabriel Allauca y Enrique Vargas le capacitaron en esa rama artesanal. Luego migró a Riobamba para laborar con Pascual Conshala.

    Con la idea de perfeccionar sus conocimientos viajó a Guayaquil a la fábrica de Gerardo Bonifaz,dedicado a la confección de carteras, correas cinturones, elaborados con piel de cocodrilo, que se exportaban a España, Alemania, Italia y otros países.

    Con sus ahorros y los conocimientos decidió instalar su propio taller en Riobamba. Sin embargo, por pedido de uno de sus clientes se mudó a Ambato. En esta ciudad instaló un nuevo local con una inversión de 20 000 sucres. Con el dinero compró la materia prima y las máquinas para coser.

    La durabilidad de sus trabajos hizo que él se convierta en uno de los más solicitados por los chagras o vaqueros de Machachi, Quero, y otras ciudades. Ellos llegan para comprarle sus diseños andinos.

    En una mesa de madera prepara la materia prima, que es el cuero, que en ocasiones curte o compra en las curtiembres de Ambato. Naula explica que el 90% del trabajo es hecho a mano. Utiliza pieles de ganado vacuno, ovino, camélidos y chivos.

    Para dar forma a los grabados de media luna utiliza una especie de cinceles pequeños donde están las figuras; en base a golpes con un martillo quedan impregnados en la baqueta (suela). Lamenta que existan pocos herreros dedicados a la elaboración de las argollas, cinchos que ayudan a sujetar los estribos. Ahora los compra en Colombia.

    La estructura de una montura inicia con el fuste elaborado con madera, luego se cubre con un cuero crudo templado para que la estructura sea maciza y resistente para cuando el jinete que atrapa un toro lo amarre a la cabalgadura.

    La elaboración de una montura puede tardar hasta tres semanas. Se requiere es de días soleados para domar la baqueta o suela, que está humedecida. El cosido, el pretal y las retrancas de la silla deben ser fuertes para cabalgar y para arrear al ganado.

    Tobías Vargas es uno de los clientes. Cuenta que su padre trabajaba con Naula en la elaboración y reparación de las monturas. El ganadero ambateño explica que son de buena calidad, por eso no se ha cambiado de maestro talabartero . Los materiales y el trabajo hecho a mano hacen que resista la actividad más fuerte.

    Pedro Naula, propietario de la Talabartería Los Andes, confecciona monturas y zamarros para los vaqueros.
    Pedro Naula, propietario de la Talabartería Los Andes, confecciona monturas y zamarros para los vaqueros. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Manabí se reactiva con festivales típicos

    María Victoria Espinosa

    Redactora (F – Contenido Intercultural)

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    Agosto y septiembre son meses claves para la economía de los sectores rurales de Manabí. En cantones como Pedernales, San Vicente, Rocafuerte, Portoviejo y otros se realizan festivales gastronómicos para atraer al turista hacia sus poblados, en los que aún conservan las tradiciones de los cholos o montuvios.

    Según la Prefectura de Manabí, estos meses son importantes porque coinciden con la temporada playera y con las vacaciones escolares en la Sierra y Amazonía.

    Los festivales, además de promover las costumbres y tradiciones gastronómicas, también se han convertido en el sustento de los agricultores, ganaderos y pescadores manabitas.

    Al menos 2 000 productores de esa provincia se involucran en estas actividades y más de 500 emprendedores también aprovechan para exhibir su oferta y para hacer contactos con empresarios o clientes de la Sierra que visitan esos lugares.

    El cantón que más festivales ha organizado es Pedernales. Ahí se celebra el Mes del Turismo en agosto. Aunque para septiembre también se prevén actividades gastronómicas y culturales.

    Según el Municipio de ese cantón, los festivales y eventos culturales se organizarán en las parroquias rurales que tienen potencial turístico. Es decir, lugares en los cuales los turistas también aprovechen el día para conocer ríos, bosques, cascadas o playas.

    También se prevén eventos que se realizarán en el malecón de Pedernales o en la playa de Cojimíes, que son los lugares más turísticos de dicha zona manabita.

    Durante este mes se organizó el Festival del Malecón. Ahí se exhibieron artesanías en la plaza. También se realizó un concurso en el que participaron 18 platos típicos con mariscos frescos, que fueron preparados por los chefs o propietarios de los restaurantes de esa área. En el evento también hubo presentaciones artísticas.

    Otro encuentro que se llevará a cabo es el Festival Internacional de la Corvina y el Robalo, en Cojimíes. Será el 24 de agosto.

    En este festival, los participantes deben pescar la corvina y el robalo más grande.

    El quiteño José Benítez asiste cada año a este encuentro. Él afirma que es la oportunidad de degustar platos frescos y de disfrutar tiempo en familia. “La calidez de los manabitas hace que cada año regresemos a Cojimíes”.

    En los festivales participan cocineros de diferentes restaurantes de la zona y se elige al plato con la mejor sazón y presentación.

    En la primera semana de agosto, durante el Festival del Cangrejo en la comunidad Eloy Alfaro (Pedernales), Sergio Canchingre preparó la marejada de cangrejo, que obtuvo el galardón al mejor plato.

    Según el Municipio de Pedernales, durante la temporada playera se espera que al menos 50 000 personas visiten el cantón.

    Según el gremio turístico, para agosto ya se ha reservado el 60% de las habitaciones en los hoteles del malecón de Pedernales y de la parroquia Cojimíes.

    En Portoviejo, las parroquias rurales también organizaron festivales para agosto, como el del caldo de gallina. Este evento se realizó en el parque central de la parroquia Chirijos.

    En el evento se prepararon más de 1 000 platos y se recaudó más de USD 15 000. Los turistas también visitaron los balnearios de esa zona, que tienen senderos, bosques y ríos.

    En Rocafuerte también se realizó el festival de la ‘tonga más grande del mundo’, que midió siete metros del largo, según el alcalde Patricio Zambrano.

    Hasta este cantón llegaron personas tanto de la provincia como de la Sierra. Además, en este festival los emprendedores pudieron vender los tradicionales dulces manabitas entre los que están los troliches, huevos moyos, alfajores, cocadas, entre otros.

    En San Vicente, en cambio, se desarrollaron dos festivales durante la primera semana de agosto. El festival del Cangrejo se realizó en la comuna Salinas y tuvo una participación de más de 500 personas de varias partes del país.

    Asimismo, más de 2 000 turistas asistieron al ‘IV Festival de la langosta’, en la playa de Briceño, cerca de Canoa.

    Ahí se degustaron platos típicos manabitas y también gourmet con langosta, camarón, pescado y cangrejos. Se tenía previsto que se vendieran 2000 de ellos.

    El Festival de la langosta,  que se realizó en Briceño ,convocó a más de 10 chefs del cantón San Vicente.
    El Festival de la langosta, que se realizó en Briceño ,convocó a más de 10 chefs del cantón San Vicente. Foto: Cortesía Municipio de San Vicente
  • La agroecología le permite emprender

    José Luis Rosales

    (F) Contenido intercultural

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    El Rey del ‘Ovo’, una tienda de productos agroecológicos y restaurante, es una de las nuevas propuestas que impulsa Zulay Hernández.

    Tiene 32 años y desde hace siete incursionó con su familia en la agricultura libre de químicos.

    Está vinculado a varios colectivos. Ella asegura que es una de las 600 mujeres de Imbabura que se dedican a esta actividad.

    Recuerda que cuando participó en un encuentro nacional agroecológico, que se hizo en Loja, sugirió que a más de las charlas había que incluir actividades en la que los campesinos puedan compartir sus saberes.

    En aquella ocasión improvisó un taller para elaborar pasta dental en base a hierbas con propiedades medicinales.

    Varios de esos conocimientos los adquirió cuando cursaba el bachillerato técnico agropecuario agroindustrial en el colegio Eloy Alfaro, de Ibarra. Inició la carrera de agroindustrias en la Universidad Técnica del Norte, pero la abandonó por falta de dinero.

    Su espíritu emprendedor le ha impulsado a asumir varios retos. Participa en cuatro ferias de productores en Ibarra y Quito. El producto estrella del negocio de Hernández es el ovo.

    La mujer recuerda que luego de un año de haber ingresado al primer mercado alternativo, que se desarrolla en los patios del Ministerio de Agricultura, le pidieron que regrese a vivir en el campo.

    Su familia posee una propiedad en la parroquia de Ambuquí, en el norte de Ibarra. Ahí surgió la Finca Rey del ‘Ovo’.

    El nombre lo puso Alfonso Hernández, abuelo paterno, en honor al Niño Jesús a quien le ha atribuía las abundantes cosechas del ovo.

    En una hectárea de terreno hay 150 matas de este fruto anaranjado que asegura tienen un sabor dulzón que le atribuyen al uso de abono orgánico. Aunque brotan durante todo el año, la producción plena se da en septiembre.

    También hay 11 variedades de guandul, un fréjol de zona cálida, plantas forrajeras, pastos y, al menos, 150 plantas medicinales. Antes producían en monocultivo la caña de azúcar.

    Cada uno de los ocho integrantes de esta familia tiene su rol. Zulay es la encargada de asistir a los cursos de agroecología y de replicar los conocimientos a los demás. Varias mujeres kichwas de la zona le han compartido saberes.

    También incursionó en la elaboración de artículos de aseo. Silvia Chávez, una especialista cuencana, le enseñó a fabricar jabón, champú, desodorante y detergente líquido para ropa.

    Zulay fue ensayando con sus fórmulas para obtener un jabón con textura dura, que conserve el color y que no se fermente.

    Los recursos de la venta de estos artículos se destinan al pago de la mano de obra de los parientes que trabajan en la finca.

    Otra fuente de ingresos es la visita de turistas a la finca en Ambuquí. La idea es que los visitantes conozcan sobre este tipo de agricultura y también saboreen platillos con el caldo de gallina.

    Participó en representación del Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador en un Encuentro de Mujeres Latinoamericana y del Caribe, en Panamá. Eso le permitió organizar un taller de desarrollo personal con las mujeres campesinas.

    Por lo pronto, tiene como objetivo tramitar el registro sanitario para el jabón. Hay de varios ingredientes, uno de ellos es el de achiote con ralladura de naranja.

    En la tienda Rey del Ovo también se comercializan productos de otro 12 emprendedores. Las jícamas, zanahorias blancas, aguacates, gallinas criollas, miel y café son de la Finca Mira, ubicada en el cantón de mismo nombre.

    Levi Tapia, cliente de la tienda, destaca la calidad de productos, como verduras y frutas.

    En la línea de restaurante ofrecen menús con productos tradicionales. El lunes anterior, por ejemplo, fue una sopa de arroz de cebada y un plato fuerte con arroz, pastel de camote y pollo estofado.

    En la decoración del local invirtieron USD 1000. Algunos de los elementos han sido reciclados.

    En Ibarra, Zulay Hernández abrió una tienda en el que expende productos de su finca y de otros compañeros
    En Ibarra, Zulay Hernández abrió una tienda en el que expende productos de su finca y de otros compañeros. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO
  • Un cuy es el logotipo del emprendimiento

    Redacción Cuenca (F)
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    Dos delantales, que se exhiben en el local del emprendimiento cuencano Garasa, llaman la atención de los transeúntes en el sector de El Ejido, en el centro-sur de la capital azuaya. Están inspirados en la vestimenta de la chola cuencana, que es el personaje intercultural más icónico de esta ciudad.

    En la parte superior del delantal se recrea la blusa blanca de esta campesina con los tradicionales bordados de flores y lentejuelas. En la cintura, por su parte, está impreso un motivo, que se asemeja a la macana o la chalina, que utiliza la Chola Cuencana y que son tejidas por los artesanos de Gualaceo, al oriente de Cuenca.

    En la parte de abajo, en cambio, está representada la pollera con los bordados en los que se destacan las flores. La pollera del primer delantal es fucsia y la otra celeste. Son colores vivos como usan las cholas.

    Garasa oferta otros productos con motivos interculturales como gorras, camisetas, baberos, muñecos, entre otros, que están inspirados en personajes del Ecuador como el Diablo Huma, danzantes y animales como las llamas o el cuy, que es la imagen de este negocio.

    Esta iniciativa de María Verónica Molina y Cristóbal Cajas surgió hace ocho años. Ella es diseñadora textil y él se dedicaba al diseño gráfico. Ambos querían montar un negocio y decidieron fusionar sus conocimientos para elaborar estampados y ropa.

    Durante un año trabajaron para una fábrica de zapatos en el cantón azuayo de Guacaleo. Los diseños de estampados se hacían, de acuerdo con los pedidos de los propietarios de esta empresa. “No teníamos marca aún, pero ya queríamos empezar con algo nuestro.

    Pensábamos en un nombre cuencano que, al menos, se pueda reconocer en esta ciudad. Decidimos que sea Garasa”, cuenta Molina.

    Cajas siempre tuvo el deseo de elaborar camisetas y empezaron con esa prenda y capuchas personalizadas. Después incursionaron en la elaboración de delantales, baberos y bodies para bebé, gorras, entre otras prendas, con la línea andina. Además, ofertan muñecos, cojines, pines…

    “Los diseños pueden ser infinitos. Todavía hay muchas ideas y muchas cosas por hacer… Ahorita estamos estudiando todo lo que es la cultura ecuatoriana como el Diablo Huma, la Diablada de Píllaro y otros temas relacionados con la cultura nacional”, dice Molina.
    Según Molina, los delantales de la Chola Cuencana fue un pedido para el Museo de la Gastronomía Cuenca que recién fue inaugurado. Los propietarios de este local querían algo típico para la presentación de sus empleados.

    A más del delantal para las mujeres hay para hombres y están inspirados en el Cholo Cuencano. En este último se destaca el tradicional poncho. “Manejamos la técnica de la sublimación y vinil térmico”, explica Cajas.

    Molina dice que los delantales de la chola y el cholo cuestan USD 26 y son guardados en una caja para. Ella dice que los turistas extranjeros o quienes viajan al exterior son quienes demandan más este tipo de producto.

    Cajas comenta que entre sus planes está lanzar una línea de llaveros, imanes y otros souvenires para que sus clientes puedan llevar cómodamente en sus viajes. “Estamos abiertos a las ideas y se puede hacer con la mejor técnica”.

    Según ellos, los días del Padre, de la Madre, las fiestas de Cuenca, Navidad y fin de año son las épocas de mayor demanda de sus creaciones. Ellos elaboran delantales con otros motivos que cuestan USD 20, gorras por USD 15, cojines en USD 12, pines por USD 2, camisetas en USD 18,90, busos en USD 35 y capuchas en USD 40.

    A más del local también, venden sus productos en ferias en la capital azuaya, Quito, Guayaquil y Loja. Garasa se promociona mediante redes sociales.

    Los diseñadores María Verónica Molina y Cristóbal Cajas muestran sus productos en su local ubicado en la zona de El Ejido, en la capital azuaya. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    Los diseñadores María Verónica Molina y Cristóbal Cajas muestran sus productos en su local ubicado en la zona de El Ejido, en la capital azuaya. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • La tradición del maní se preserva en Tosagua

    María Victoria Espinosa

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    El maní es uno de los ingredientes principales de al menos 10 platos tradicionales manabitas.
    Para que esta tradición gastronómica no se perdiera, Felipe Cedeño creó hace 17 años La Casa del Maní. En este lugar se procesan a diario 20 quintales, que se producen en 3 000 hectáreas de cultivos en Tosagua, Manabí.

    Pero hace casi 20 años, la producción era menor según recuerda Cedeño, el propietario del negocio La Casa del Maní.

    Él afirma que al inicio solo obtenía un quintal mensual de maní y vendía solamente una o dos libras de pasta de maní al día.

    Los comensales empezaban a comprar la pasta de maní que llegaba de otras provincias a Manabí y la sazón ancestral estaba perdiendo el sabor característico de sus platillos.

    Con un poco de temor, Cedeño abrió un pequeño negocio a las afueras de su vivienda, hace 17 años. Ahí seleccionaba, tostaba y molía el maní.

    Al principio hubo días en los que solo vendía una libra, pero a poco los dueños de los restaurantes y las amas de casa empezaron a probar el maní y se hicieron clientes. La fama de La Casa del Maní empezó a expandirse por Manabí y luego a escala nacional.

    En la actualidad, se venden 20 quintales diarios y se distribuyen a Guayas, Pichincha, El Oro, Tungurahua, Manabí, Santo Domingo, Galápagos, entre otros.

    Para abastecer esa demanda, Cedeño tuvo que renovar la maquinaria, en las que invirtió aproximadamente USD 20 000.

    Además debe comprar el maní de 200 agricultores de Tosagua, que tienen cerca de 3 000 hectáreas de cultivo. La única regla para comprar ese producto agrícola es que se cultive de forma ancestral. “Nuestros antepasados no utilizaban químicos y ese era el éxito de su sabor”.

    En Manabí se cultivan aproximadamente 9 000 hectáreas de maní; de esas, 3 000 son cosechadas en Tosagua y se venden en La Casa del Maní.

    Cada hectárea produce entre 50 y 60 quintales. Una de las ventajas que tiene el suelo manabita es que se pueden cultivar cuatro tipos de maní: el Iniap 380, Charapotó o criollo, Caramelo o 382 y el Rosita o 381.

    En la actualidad, el quintal de maní se vende en la fábrica a USD 65 sin procesar. El precio varía si el cliente lo lleva tostado y molido, se paga hasta USD 90. La cartera de clientes que compran al por mayor es de 50.

    Los pequeños productores también tienen un espacio para procesar el producto. Ellos pagan USD 10 y pueden utilizar las máquinas.

    E
    l productor José Zambrano señala que La Casa del Maní ha incentivado a los pequeños productores a que sigan cultivando. “Ya conocen este lugar en el Ecuador. Por eso los productores sabemos que es fijo que nuestra cosecha se venda en la fábrica”.

    Fanny Vergara, chef manabita y operadora turística, afirma que La Casa del Maní se ha convertido en un sitio turístico agrícola.

    Ella lleva grupos hasta esta la fábrica para que conozcan el proceso del maní desde la planta hasta cuando se sirve en el plato.

    Cada turista debe costear los gastos de trasporte, movilización, hospedaje, alimentación. La contribución es voluntaria.

    Además, está realizando una investigación sobre las raíces e historia de este producto. El estudio está direccionado a la diversidad gastronómica en platos de sal y de dulce, que tienen su origen en las culturas precolombinas.

    La mayor parte de esa investigación se ha hecho en La Casa del Maní y con los productores que abastecen este negocio.

    Los estudiantes universitarios también asisten constantemente a la fábrica para investigar sobre las propiedades del maní, las variedades y el proceso que se realiza en el lugar.
    Cedeño afirma que cuando inició este negocio familiar no imaginó el alcance que tendría. “Lo que más me emociona es que los chefs de los hoteles preparan platos con nuestro maní y los degustan extranjeros y es una muestra de que nuestra cultura se preserva”.

    Felipe Cedeño es el propietario del negocio La Casa del Maní, que está ubicado en Tosagua (Manabí). Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Felipe Cedeño es el propietario del negocio La Casa del Maní, que está ubicado en Tosagua (Manabí). Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • El cacao de la Amazonía gana mercado

    Gabriel Flores

    Redactor (F)
    Contenido intercultural

    La última edición del Salón del Chocolate, que se celebró en días pasados en Quito, confirmó que el cacao de la Amazonía se ha convertido en una materia prima cotizada y valorada.

    Este espacio también se transformó en una vitrina para que empresas y emprendimientos locales den a conocer el trabajo que hacen con el cacao ecuatoriano y los beneficios económicos y sociales que se obtienen.

    Patricia Nenquihui es la presidente de la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (Amwae). Por unos días ella dejó su trabajo en la chacra que tiene la asociación en la comunidad de Nemonpare (Pastaza) para atender a los comensales que visitaron la undécima edición del Salón del Chocolate Ecuador, que se celebró en el Quorum del Paseo San Francisco.

    Entre las 30 marcas que formaron parte de los expositores de esta edición estuvo Wao, un chocolate que tiene 70% de cacao del Yasuní. A través de este producto, la Amwae busca generar réditos económicos para las mujeres waorani y sus familias pero también concienciar sobre la importancia del cuidado de la biodiversidad de la Amazonía ecuatoriana.

    Wao nació a partir de la decisión de las mujeres de comunidades wao de las provincias de Pastaza, Napo y Orellana de disminuir la caza ilegal y proteger los bosques del Yasuní. “Las mujeres nos dimos cuenta -dice Nenquihui- que si no hacíamos algo para parar la caza de animales nuestros hijos y nietos no los iban a conocer”.

    Este producto, que beneficia de manera directa a 400 familias a través de una cadena de comercio justo, tiene claro su mercado: El 70% está destinado a la exportación y el 30% restante va para el consumo local que se expende, sobre todo, en supermercados.
    Otra de las asociaciones que apostó por el cacao de la Amazonía para generar recursos económicos y sociales es Kallari, que agrupa a 850 productores, de ellos el 95% son indígenas del Tena (Napo).

    Bladimir Dahua, gerente de la asociación, cuenta que el cacao proviene de la zona de amortiguamiento que está entre las reservas Llanganates y Sumaco. Con este producto han logrado producir 15 recetas de chocolates con sabores que van desde el jengibre y la banana pasando por la hierbaluisa y la piña hasta la hierbabuena y la naranja.

    “Nosotros -explica- trabajamos a través de un sistema de producción en la chacra, un sistema ancestral ambientalmente sostenible. También trabajamos con derivados del cacao como el polvo, la manteca y la cobertura”.

    María Fernanda Andrade fue una de las expositoras de esta edición y ha trabajado con cacao de la Amazonía desde hace varios años. Para ella el cacao de la Amazonía se caracteriza esencialmente por su suavidad, “es un producto muy frutal que tiene notas muy terrosas y de frutos rojos, cosa que no pasa con el cacao de Esmeraldas que tiene notas a nueces o maní, o el de Los Ríos que tiene notas más cítricas”.

    Nenquihui añade que el éxito que ha tenido el chocolate que comercializa la Amwae, desde el 2005, les ha permitido emprender otros proyectos. Uno de ellos es el de artesanías hechas a mano por las mujeres de las comunidades.

    Para elaborar bolsos, hamacas, pulseras, collares y cestas utilizan la chambira; y la chonta como la materia prima para construir cerbatanas, cuchillos y lanzas que las adornan con semillas obtenidas de los árboles de pambil. Objetos que poseen elementos ancestrales propios de su cosmovisión.

    Entre los reconocimientos que ha recibido esta asociación está el primer puesto del Premio Ecuatorial 2014 impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo a escala mundial.

    En el 2015 fueron los ganadores del primer premio en la categoría de Biodiversidad en el marco del Premio Latinoamérica Verde, plataforma que reúne y visibiliza las mejores iniciativas sociales y ambientales que se generan en América Latina.

    La exhibición de chocolates ecuatorianos se cumplió en el Quorum del Paseo San Francisco.
    La exhibición de chocolates ecuatorianos se cumplió en el Quorum del Paseo San Francisco. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Esta asociación innova con diseños y puntadas

    Redacción Sierra Norte (I)

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    La confección de vestuario para damas que conjuga el estampado, sublimado y el bordado, es una de las últimas creaciones de la Asociación de Producción Textil Almawa.

    La organización está integrada por 11 mujeres que son oriundas de las parroquias La Esperanza y Angochagua, en el suroriente de Ibarra, que han ganado fama por su habilidad para bordar. También se encuentran socias de la parroquia Olmedo, en Cayambe.

    María Dolores Carlosama, de la comunidad La Magdalena, en Ibarra (Imbabura), labraba con un hilo de tono morado los pétalos de una flor en un suéter, la semana pasada. Esa es otra de las innovaciones en la que trabaja la organización.

    Cuando tenía siete años, Carlosama aprendió a dar las primeras hilvanadas con las indicaciones de su madre María Victoria Pastas. Recuerda que confeccionaban las blusas tradicionales que lucen mujeres kichwas de la zona.

    La campesina, de 43 años, es una de las integrantes fundadoras de la asociación. En esta área rural este oficio ha permitido a las mujeres generar ingresos económicos extras para sus hogares, dice.

    Carlosama alterna esta actividad con las labores de atención a sus tres hijos y su esposo y la crianza de vacas, cuyes y gallinas.

    Mary Collado es la responsable del patronaje y la confección de vestuario. Lleva 14 de sus 34 años en este oficio.

    En un cuaderno cuadriculado, Collado escribía cifras de medidas para obtener el patrón en papel. Luego, comenta que realiza el corte y la elaboración de una falda corta y una blusa estilizada.

    En ese nuevo modelo resalta el uso de la técnica del sublimado. La diseñadora Andrea Bonilla colorea en un papel un boceto de un vestido que previamente fu dibujado. Ahí se va escogiendo las texturas, contrastes, tipos de tela que se va aplicar y siluetas.

    Este arte pasa a fotografía. Luego se hace ajustes de color con un programa informático y finalmente va la impresión. Hay partes que luego serán bordadas.

    Los esbozos están inspirados en elementos de la cultura karanki y en los plantas de los páramos de la región andina.

    El objetivo es generar una cadena de producción. Por lo pronto, sobre la mesa había seis nuevos diseños entre blusa, faldas, vestidos y abrigos. Eso sí, en cada prenda le dan un toque de identidad y contenido.

    Desde este mes, la Asociación instaló en el Centro Cultural El Cuartel una sala de encuentro, exhibición creación y difusión del arte de la región. Es decir, que sea un sitio de aproximación campo ciudad, en donde estas damas indígenas puedan compartir sus conocimientos.

    “Lo que nosotros queremos es promocionar el patrimonio inmaterial de las mujeres de esta región”, comenta Bonilla.

    El local atiende de miércoles a domingo. Se busca aprovechar la afluencia de visitantes, especialmente de otras ciudades, que recorren este icono ibarreño durante los fines de semana.

    Previamente, habían equipado su taller con máquinas de costura y de corte. Estiman que la inversión bordea los USD 10 000.

    La organización está abierta a recibir a nuevas integrantes que tengan conocimientos en las técnicas artesanales.

    En la sala de esta organización  se exhiben una línea de vestuario casual  entre vestidos, faldas, pantalones, faldas  zapatos, para para damas.
    En la sala de esta organización se exhiben una línea de vestuario casual entre vestidos, faldas, pantalones, faldas zapatos, para para damas. Foto: Álvaro Pineda para Líderes
  • Educar al sector indígena es su objetivo

    Cristina Marquez

    Redactora (F – Contenido Intercultural)

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    Un cálido saludo en kichwa abre el espacio de entrevistas todas las noches, a las 20:00. Carmen Atupaña, quien viste una blusa bordada, un rebozo sujeto con un tupu y collares abultados, prendas del atuendo tradicional de la cultura Puruhá, sonríe y presenta a sus invitados.

    Cada día se abordan diferentes temas, pero todos se relacionan con noticias de interés para el sector indígena de Chimborazo. Su programa, al igual que otras producciones de Puruwa TV, están hechos totalmente en kichwa.

    El medio comunitario le pertenece a la Fundación para el Desarrollo del Indígena de Chimborazo, una agrupación integrada por 12 socios que buscan mejorar la calidad de vida de los habitantes de las comunidades. Ellos promueven especialmente proyectos educativos.

    “Necesitábamos una forma de legar a las comunidades en horarios accesibles. Hicimos un estudio y notamos que la gente que migró a las ciudades estaba olvidando su lengua nativa, mientras que la gente del campo necesitaba educación complementaria, así surgió la idea de contar con un canal propio”, explica Fernando Atupaña, gerente de Puruwa TV.

    El proyecto surgió en el 2005. En esa época no había espacios interculturales en los medios de comunicación. Tampoco había canales de televisión con contenidos diseñados para la audiencia indígena de la provincia.

    “No teníamos oportunidad de ser comunicadores. La gente no se sentía identificada con lo que miraba en los canales locales”, recuerda Carmen, quien se formó como radiodifusora.

    Obtener la frecuencia para el canal de televisión fue todo un desafío. La primera vez que concursaron invirtieron USD 1 500 en un estudio técnico, pero Arcotel les negó la concesión porque no tenían la solvencia económica requerida para sostener el canal.

    La frecuencia la obtuvieron cerca de 11 años después. “Incluimos en nuestra solicitud la intención de educar a la gente con nuestro programas y eso nos ayudó a ganar”, cuenta Atupaña.

    Los socios invirtieron cerca de USD 200 000 en la adquisición de equipos como transmisores, antenas, cámaras, monitores y otros implementos que fueron importados desde Estados Unidos.

    “Teníamos personal listo para colaborar en el canal. Muchos jóvenes indígenas estaban capacitados y tenían experiencia en medios. Eso fue una fortaleza”, cuenta César Mendoza, director de programación.

    El viernes pasado el canal cumplió su primer año al aire. En la foto Fernando y Carmen Atupaña con su equipo.
    El viernes pasado el canal cumplió su primer año al aire. En la foto Fernando y Carmen Atupaña con su equipo. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
  • Turismo vivencial para el extranjero

    María Victoria Espinosa

    Contenido Intercultural

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    Los hermanos Byron y Budy Calazacón crearon el centro cultural y turístico tsáchila Seke sonachun, en la comuna Chigüilpe.

    Hace nueve años ellos se plantearon la idea de mostrar la cultura tsáchila a través del turismo.

    En un terreno de más de una hectárea, que pertenece a su familia, decidieron construir cabañas típicas, senderos y sembrar plantas nativas y frutas orgánicas.

    Ellos recuerdan que el lugar era un pastizal y que con ayuda de familiares debieron podar el terreno y repoblarlo con árboles nativos como el ceibo.

    Con el proyecto armado, los jóvenes decidieron recorrer el país para mostrar la cultura tsáchila e invitar a los turistas a Santo Domingo. Ellos se encargaban de repartir folletos y exponerle al turista por qué visitar Santo Domingo de los Tsáchilas.

    De a poco, empezaron a llegar los primeros viajeros a Seke sonachun, que en tsa’fiki (el idioma nativo) significa Buen vivir.

    Byron decidió replicar esa fórmula en Europa y Centro América. Con poco presupuesto – menos de USD 400 – viajó a lugares como España, Francia, entre otros.

    Ahí empezó a visitar cafeterías y centros turísticos, donde dejaba afiches o folletos con información sobre las tsáchilas.

    El primer grupo de turistas europeos llegó a través de esa publicidad. En el centro cultural, los hermanos no solo le ofrecieron hospedaje típico – en cabañas de caña guadúa, pambil y paja toquilla – sino que les brindaron la experiencia de conocer de primera mano cómo viven los tsáchilas.

    Incluso, organizaban fiestas de integración, rituales típicos, dinámicas de convivencia y también tours para recorrer cascadas, bosques o la ciudad más cercana.

    Budy, en cambio, se encargó de atraer al turista que visita a otras nacionalidades indígenas de la Sierra y el Oriente. “En el exterior se conoce poco de los tsáchilas, pero al hacer alianza con otras etnias ellos nos recomiendan y, antes de ir a la playa, el turista pasa a conocernos y se queda más días de lo planificado”.

    Calazacón ofrece una comisión de entre 5% y 10% a los centros turísticos que lo recomiendan. Esa es una motivación para que lo sigan haciendo.

    Budy señaló que los viajeros que llegan a Seke sonachun buscan aprender sobre el idioma o a construir cabañas. “Es un intercambio cultural, nosotros conocemos sus costumbres y ellos las nuestras”, afirma el emprendedor.

    Este centro cultural recibe entre diciembre y abril a 40 extranjeros. Mientras que de junio a octubre alrededor de 80. Con cada grupo se trabaja en un proyecto, ya sea para reforestar el bosque, cultivar cacao o adecuar las cabañas.

    El turista nacional llega en feriados o en fechas especiales como la fiesta Kasama (Nuevo Amanecer) o para las limpias de Año Nuevo.

    Agathe Eiselé y Alejandro Vallet iniciaron un recorrido por Centro América. En Honduras se encontraron con un grupo de amigos que había viajado a Ecuador. Ellos les hablaron de los tsáchilas.

    A través de Internet vieron fotos e hicieron la reservación. “Nos gustó que pudimos hospedarnos con nuestra mascota Guaca y ella tiene espacio verde para jugar”, dice Eiselé, quien quedó impresionada con la planta de cacao.

    Ella afirma que en Suiza, de donde es oriunda, se hace uno de los mejores chocolates, pero nunca había probado el cacao recién cortado. “Hasta ahora me ha encantado la naturaleza y la cultura de los tsáchilas”, manifiesta.

    Para esta semana llegará otro grupo de 10 extranjeros desde Alemania y Holanda. Ellos se hospedarán por alrededor de 15 días en el centro cultural. Uno de los proyectos en los que trabajarán será en la construcción de una cocina comunitaria.

    Para ello deberán internarse en el bosque para obtener la caña guadúa, el bambú y la paja toquilla. Luego deberán aprender sobre el secado ancestral y las técnicas de construcción.
    Además, aprenderán sobre las costumbres y tradiciones nativas. Conocerán los ríos y cascadas, ceremonias ancestrales, entre otros.

    El tsáchila Budy Calazacón les mostró las plantas de cacao nacional orgánico a los turistas extranjeros. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    El tsáchila Budy Calazacón les mostró las plantas de cacao nacional orgánico a los turistas extranjeros. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • 10 productos derivados del cacao se promocionan

    Marcel Bonilla

    Contenido intercultural

    La marca de cacao Anbu, que significa rico en el idioma chachi, trabaja desde hace un año en la obtención de 10 productos derivados del cacao orgánico, producido en la población de Chigüe, cantón Esmeraldas.

    El nombre de la marca da mayor identidad al producto, porque está en cha’palaa, lengua materna de los primeros originarios de Esmeraldas como fue la nacionalidad chachi, dedicada a la producción de cacao fino de aroma.

    Francisco Robinson, un emprendedor dedicado a la producción de caco, decidió dar valor agregado a 10 de los 40 quintales que produce anualmente su finca de cinco hectáreas.

    Con ocho quintales de cacao elabora una línea de 10 productos como barras de chocolate amargo, semi amargo, te de cacao, mix de cacao, chocolate en polvo, jabón, velas, aceite, crema facial y corporal de cacao.

    Toda la producción se elabora en un taller artesanal en el que tiene invertido USD 5 000, destinados a la compra de molinos, fundidoras de chocolate, moldes, mezcladoras y mesas de trabajo.

    Anbu trabaja bajo pedidos y tiene una producción semanal de 600 barras de chocolate amargo y 200 fundas de té de cacao al mes, que también están en el mercado.

    Esmeraldas es una de las provincias cacaoteras del país, pues más de 18 000 familias están dedicada a la producción en cantones como San Lorenzo, Eloy Alfaro, Atacames, Muisne y Quinindé, que producen unas 30 000 toneladas al año.

    Carlos Bastida, técnico de la mesa de cacao de la Prefectura de Esmeraldas, explica que se han entregado plántulas, así como manejo de cultivo, asesoramiento genético para mejorar la producción y organización de productores.

    Además se conformó un consorcio para la venta del cacao en barra, del que son parte organizaciones como Aprocane, Cocpe y Uoprocafe, para impulsar el procesamiento y venta de cacao.

    Las ferias de emprendedores han servido para dar a conocer el producto y han ganado clientes interesados en la producción, con pedido de un promedio de 100 barras de chocolates semanales.

    Los cinco clientes con los que ahora cuenta son de la ciudad de Guayaquil, pero la aspiración de los representantes de esta marca es lograr mayores espacios que le permitan aumentar sus ventas, pero no cuentan con registro, que está en trámite.

    Con la obtención de la notificación sanitaria se espera una mayor apertura para incursionar en otros mercados e introducir la mayor cantidad del producto.

    En Esmeraldas se realizan ferias de emprendimiento donde se presentan las iniciativas de los emprendedores, quienes presentan sus trabajos y reciben apoyo técnico de entidades que dirigen el crecimiento del negocio.

    Por ahora Robinson trabaja con dos de sus hijos en esta empresa familiar en la que todos aportan desde la siembra del cacao, pasando poda, cosecha y la elaboración de los productos.

    Además, trabajan en el empacado de las barras y el té de cacao, con una especia de plástico transparente, sobre el cual se pone la etiqueta con la marca del producto Anbu.

    Anbu trabaja bajo pedidos y tiene una producción semanal de 600 barras de chocolate amargo y 200 fundas de té de cacao al mes. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Anbu trabaja bajo pedidos y tiene una producción semanal de 600 barras de chocolate amargo y 200 fundas de té de cacao al mes. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES