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  • En la Amazonía hay nuevos expertos en energía solar

    Redacción Quito

    (F)
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    Desde de septiembre, las comunidades achuar cuentan con ocho nuevos técnicos solares, personas que aprendieron sobre electricidad, sistemas fotovoltaicos, seguridad eléctrica, lectura e interpretación de datos de generación y almacenamiento de energía.

    La capacitación integral se realizó gracias a un convenio de cooperación entre el proyecto Kara Solar y Alianza Ceibo, una organización que agrupa a cuatro nacionalidades: Siekopai, Siona, Cofán y Waorani y que tiene experiencia formando a técnicos indígenas que han instalado más de 100 sistemas solares, en el norte de la Amazonía ecuatoriana.

    Oliver Utne, coordinador de Kara Solar, cuenta que esta capacitación es el inicio de un proceso de preparación de técnicos achuar. “Las personas capacitadas van a seguir acompañando a los compañeros de Alianza Ceibo, en viajes de revisión y mantenimiento de los sistemas solares. La idea es que adquieran experiencia y conocimientos sobre sistemas solares”.

    Otro de los fines de este trabajo de cooperación es que los nuevos técnicos creen las condiciones necesarias para la sostenibilidad de los proyectos que Kara Solar está desarrollando en el territorio achuar. La idea -dice Utne- es que los achuar se queden totalmente a cargo del mantenimiento, los arreglos técnicos y el diseño de las futuras instalaciones.

    Una de estas últimas es el Centro Solar Comunitario, que se está construyendo en territorio achuar: un espacio que va a permitir la recarga, desde tierra, de los dos botes solares que ya navegan por los ríos de la Amazonía.

    La primera embarcación, con capacidad para 20 personas, empezó a funcionar en junio del 2017. La segunda barca tiene capacidad para 14 personas y, al igual que la primera, recorre tres rutas que sirven a nueve comunidades a lo largo de 67 kilómetros de los ríos Pastaza y Capahuari.

    Los botes funcionan con 32 paneles solares colocados en el techo. Estos captan la luz del día y la transforman en electricidad, que es almacenada en las baterías. Estas están conectadas a dos motores eléctricos, que son controlados por el conductor en el volante. Una de las particularidades de estas barcas es que combinan la sabiduría ancestral con los avances tecnológicos, algo que se puede apreciar en el diseño, donde se utilizó el modelo de la tradicional canoa amazónica.

    Josué Enríquez, coordinador técnico de Kara Solar, explica que las capacitaciones están pensadas para, en un mediano plazo, dar autonomía a las comunidades achuar para que ellas manejen la energía solar. Estas capacitaciones tendrán cuatro fases. La última terminará en febrero del 2020.

    La segunda comenzará a mediados de octubre. En esta fase, los técnicos achuar van a acompañar a los técnicos de las comunidades de Alianza Ceibo a monitorear los 120 sistemas de paneles solares que se han implementado en casas del norte de la Amazonía.

    La fase tres estará enfocada en la movilidad fluvial eléctrica. Por primera vez los integrantes de las comunidades achuar van a instalar los equipos de una barca eléctrica, algo que para Enríquez será un hito para la región.

    El proyecto cuenta con dos barcas solares que navegan por los ríos de la Amazonía. Se evitan emisiones de combustibles fósiles en la zona. Foto: cortesía Kara Sola
    El proyecto cuenta con dos barcas solares que navegan por los ríos de la Amazonía. Se evitan emisiones de combustibles fósiles en la zona. Foto: cortesía Kara Sola
  • Manabí impulsa a sus emprendedores

    María Victoria Espinosa

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    Los productos típicos de Manabí tendrán un espacio en el Salón del Emprendimiento ‘Vive Manabí’, que se realizará en Portoviejo el próximo mes de noviembre.

    100 productores y emprendedores de la provincia y 50 del país participarán en este evento, que tendrá ruedas de negocios, exposiciones de productos y capacitaciones sobre el posicionamiento de las marca, la atención al cliente, legalización de negocios, exportación, sostenibilidad de los negocios, aplicación de tecnología en procesos de emprendimiento, estudios de casos de éxito y otros.

    Los emprendedores han preparado muestras de sus productos para degustaciones, han diseñado pancartas y material publicitario de sus marcas.

    En un principio se tenía previsto que el evento de cinco días se realizara en octubre, pero la fecha se cambió. Ahora se hará del 13 al 17 de noviembre del 2019.

    Según la Prefectura de Manabí, este es el primer evento que se realiza en la provincia y que reúne todas las exigencias que requieren los emprendedores para potenciar sus negocios.

    Por ejemplo, las ruedas de negocio contarán con la participación de cadenas de supermercados y tiendas a escala provincial y nacional, empresarios. También habrá stands de entidades bancarias.

    Durante esta actividad, también se acondicionarán espacios para que el emprendedor cierre negocios. Además tendrá la oportunidad de vender sus productos para que sus ingresos no paren.

    La Prefectura de Manabí señaló que el Primer Salón del Emprendimiento ‘Vive Manabí’ se realiza luego de un proceso de capacitaciones y mejoramiento de la marca y los productos.

    El proyecto inició antes del terremoto con talleres sobre mercadeo, atención al cliente, creación de marcas y otros. Luego empezaron a participar en ferias a escala nacional. Entre el 2015 y el 2019, los productos manabitas se han exhibido en 300 expoferias.

    Sin embargo, las capacitaciones continúan para los emprendedores nuevos. Las realizan técnicos voluntarios de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), expertos en marketing. Esa entidad firmó un convenio con la Prefectura para impulsar el desarrollo productivo de Manabí.

    Una de las últimas capacitaciones se dio en agosto. Ahí participó María Moreira, del cantón Flavio Alfaro. Ella confecciona muñecas de tela y accesorios de cocina y para cuartos de baño. Con las capacitaciones busca legalizar su emprendimiento para poder asistir a ferias. “Yo aún no estoy apta para ruedas de negocios. Pero mi objetivo es que mis productos se vendan en todo el país”.

    Uno de los 100 emprendimientos manabitas que participará en esta actividad comercial será la línea de café El Mañanerito, del cantón 24 de Mayo.

    Esta microempresa nació en el recinto Noboa, que se caracteriza porque los cultivos están del bosque húmedo tropical y de la cordillera Chongón – Colonche. Además se influencian de la corriente fría de Humboldt.

    El café es recolectado por 74 agricultores, quienes pertenecen a la Asociación de Producción Industrial de Cafeteros de Manabí. Ellos buscan ingresar la línea de café a otros países como EE.UU.

    De hecho, la semana anterior asistieron a la feria ‘Mi lindo Ecuador’, en Nueva York. Ahí realizaron demostraciones del producto, que se caracteriza porque no es ácido y se puede degustar incluso sin azúcar. Eso se debe a que el café se cultiva bajo sombra y alta radiación solar lo cual aporta un aroma floral y frutal.

    En el Salón del Emprendimiento habrá varias marcas de licores típicos manabita como el rompope, vino de frutas como la grosella, sangría y cerveza artesanal. También se podrán encontrar dulces manabitas, artesanías, pan, aliños, helados, pulpas, entre otros.

    Erick Mendoza, de tostadas Manapan, señaló que está preparado porque ya ha asistido a ruedas de negocios y ferias como Matsuri 2018. “Tengo muchas expectativas de concretar negocios”.

    Sobre el evento

    El Salón del Emprendimiento se realizará entre el 13 y el 17 de noviembre de este año en el centro de eventos Bellavista Club de Portoviejo.

    Esta actividad es organizada por la Prefectura de Manabí y participarán 150 emprendedores del país, que ya cuentan con productos con registros sanitarios semaforización y otras exigencias.

    Los emprendedores podrán asistir la noche previa a la ­inauguración a una velada artística en Portoviejo.

    Para los emprendedores y la ciudadanía que quiera asistir habrá transporte gratuito en la mañana y en la noche.

    Los emprendedores manabitas se alistan para el Salón del Emprendimiento Vive Manabí, en Portoviejo. Foto: cortesía Prefectura de Manabí
    Los emprendedores manabitas se alistan para el Salón del Emprendimiento Vive Manabí, en Portoviejo. Foto: cortesía Prefectura de Manabí
  • Ellos innovaron con los tejidos artesanales

    Cristina Marquez

    (F)
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    Los diez miembros de la familia Congacha Gualán se unieron para rescatar el oficio y la sabiduría de Pedro Congacha. Ellos manufacturan textiles tradicionales en telares artesanales.

    La marca se denomina Arteka y funciona con dos líneas de negocio. La primera oferta vestimenta originaria de la cultura Puruhá que incluye, además del emblemático poncho, bayetas, cintas, fajas y shygras; la segunda es una línea de objetos decorativos para el hogar y accesorios pensados en los amantes del estilo étnico.

    Franklin Congacha es el presidente de la asociación y el líder creativo del emprendimiento. Él tuvo la idea de asociarse con sus hermanos, cuñados y sus padres durante una reunión familiar en diciembre pasado.

    Su padre, Pedro Congacha, es un tejedor experto y se dedicó a la manufactura de ponchos y bayetas desde la infancia. Él utilizaba para sus tejidos un antiguo telar de cintura.

    “Cuando mi papá se enfermó tuvo que dejar el oficio de toda su vida. Me llamó para conversar y me preguntó qué pensaba hacer con todos los objetos de su taller”, recuerda Franklin, de 25 años.

    Esa pregunta le inspiró a diseñar un proyecto de rescate cultural que a su vez generara ingresos para su familia. Los diez integrantes lograron reunir cerca de USD 400 para iniciar el emprendimiento.

    Además la madre, Bertha Gualán, quien es beneficiaria del bono de desarrollo humano, obtuvo un crédito especial en el Ministerio de Inclusión Económica y Social de USD 1100. Con ese dinero la familia adquirió dos telares artesanales, hilos de múltiples colores, una máquina de coser, entre otros implementos para la ampliación del taller. La idea tomaba forma.

    La casa familiar situada en Cacha, una parroquia indígena de Riobamba, se convirtió en una especie de centro de operaciones. Allí funciona el taller y una pequeña oficina de diseño y ventas.

    “Cuando empezamos a decidir sobre los productos que ofertaríamos consideramos que hay un público mestizo que valora y disfruta los textiles indígenas. Así definimos nuestra línea de negocio”, cuenta Franklin.

    Sus estudios universitarios en artes de la imagen se convirtieron en una potencialidad del emprendimiento. Él es el diseñador de juegos de comedor que incluyen cobertores, caminos de mesa, individuales, manteles, entre otras piezas. Se comercializan por USD 45.

    La marca también cuenta con juegos de dormitorio que incluyen almohadas y almohadones, pie de cama y otros accesorios que cuestan desde USD 50. Todos esos adornos se hacen con el misma tela de los ponchos de Cacha, que se caracterizan por sus tonos rojos con chakanas bordadas.

    El producto estrella de la marca es el poncho tradicional. La familia lo fabrica en tres colores: rojo, plomo y azul, y cuesta USD 80.

    El poncho está hecho con una nueva técnica que acelera la producción pero mantiene la calidad.

    Los datos

    La familia manufactura cinco ponchos a la semana usando los telares y una nueva técnica. Antaño Pedro Congacha sólo lograba dos ponchos a la semana.

    La empresa se constituyó oficialmente en marzo pasado. La meta a corto plazo es emplear a más artesanos de la parroquia.

    El taller funciona en un espacio de 200 metros cuadrados. Allí trabajan los 10 miembros de la familia.

    La prendas y objetos decorativos se comercializan en todo el país a través de las redes sociales y en ferias artesanales que se organizan cada mes.

    Franklin Congacha, Bertha Congacha y Ramón Ayol son parte de la Asociación Asoproarteka, de Cacha. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Franklin Congacha, Bertha Congacha y Ramón Ayol son parte de la Asociación Asoproarteka, de Cacha. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Las barras de Cacao Chachi llegan a Hawái

    Marcel Bonilla

    (F)  
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    La compañía Cacao Chachi lleva tres meses exportado 12 500 barras de chocolate, cada 30 días, a los Estados Unidos. El logro se alcanzó luego de ocho años de trabajo de esta iniciativa.

    La cantidad exportada equivale a cinco quintales. El producto se distingue por la fermentación y el secado, que se realiza en su centro de acopio, en comunidades del río Cayapas. Desde allí se envía a Quito para su procesamiento.

    El producto que se exporta tiene concentraciones de cacao del 65%, 80% y 100%, en barras de entre 10 y 12 gramos, con los que los emprendedores lograron ingresar al Hawái, Estados Unidos.

    Desde hace una década, la producción de cacao fino de aroma ha empezado a crecer en la zona norte de la provincia de Esmeraldas, por el número de productores que siembran la pepa en sus fincas.

    Solo la citada compañía, Cacao Chachi, cuenta con 1 000 productores, que poseen unas 2 500 hectárea sembradas de cacao fino de aroma, a los que compran directamente en baba o seco.

    Una de las motivaciones para producir ha sido los precios que en su momento empezaron a pagarse de hasta USD 110 el quintal de producto seco y USD 80 en baba, los precios varían de acuerdo con el mercado y se lo hace sin intermediarios.

    Mártir Quiñónez, gerente de la compañía, conjuntamente con cuatro amigos más, hace más de un año registraron la compañía Cacao Chachi, con un capital de USD 1 000 que les sirvió de base para empezar.

    Con los tres primeros envíos entre junio y agosto de este año, cada uno de USD 38 000, han empezado a fortalecerse y montar un centro de acopio en la comunidad de Naranjito, parroquia Telembí, norte de Esmeraldas.

    La nacionalidad Chachi cultiva cacao en especial en la zona selvática, rodeada de agua dulce. Por ese creen que su calidad en mucho mejor que en otras regiones.

    De los 18 000 habitantes chachi de Esmeraldas, un 90% de la población total dedican al cultivo de cacao nacional fino de aroma y CCN51, según estadísticas de esa nacionalidad.

    El cacao chachi es un producto orgánico cultivado de forma tradicional mediante la utilización de abonos naturales, por eso la visión de los emprendedores apunta a la industrialización para fabricar todo tipo de chocolates, golosinas, galletas, vino, tortas, cremas, aceite y cremas.

    De acuerdo con la Federación de Centros Chachis, cada habitante mantiene un promedio de 1 a 10 hectáreas cultivada de forma tradicional, que produce entre 6 y 8 quintales por hectárea al año.

    Cada hectárea de cacao tiene 625 árboles. El 90% de la población Chachi representa 15 400 habitantes. Se estima que unas 30 800 hectáreas de bestán en producción.

    Ahora se quiere acopiar la mayor cantidad del producto para despachar los primeros pedidos de cacao en grano de Rusia (500 toneladas) y California (100 toneladas), hasta finales del año.

    Wilson Cimarrón, parte del proyecto, explica que esa cifras se podrán alcanza si logran acopiar las producción del norte y la que se genera en la poblaciones indígena de Naranjal, en Quinindé y San Salvador, en Muisne. “Contamos con el respaldo de Choco Leyenda, que nos ayuda en temas de marca, procesamiento y comercialización de los productos”.

    Estrategias

    Una de las formas de ganar el mercado local, ha sido produciendo 500 barras para el consumo interno, que se comercializan a un costo de USD O, 50 de dólar.

    El territorio Chachi es de 105 468 hectáreas de las cuales, el 49% están ocupadas por las comunidades. 18 000 habitantes están organizados en 28 Centros jurídicos, 50 comunidades.

    Durante décadas han vendido su producto a los intermediarios de la zona, pero no han mejorado su economía.

    La visión de los emprendedores apunta a la industrialización del producto para ganar mercado. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    La visión de los emprendedores apunta a la industrialización del producto para ganar mercado. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Los instrumentos musicales andinos cruzan fronteras

    Redacción Sierra Centro (F) 
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    Los instrumentos musicales que se confeccionan en el taller de Carlos Barona cruzaron las fronteras de Ecuador. Las guitarras, los charangos, las zampoñas, las flautas, bombos, los pingüllos y más, se exportaron en forma indirecta a través de los migrantes a Estados Unidos, Chile, Francia, Japón, Argentina. España, Italia y otros países.

    También los grupos de música folclórica los llevan durante sus viajes a Europa, Asia y Latinoamérica, y por los artistas como Noé Morales, Marco Morales, Oswaldo Pérez, Miguel Rivera…

    En las vitrinas de su local ubicado en las calles Castillo entre Olmedo y 12 de Noviembre exhibe una variedad de instrumentos confeccionados con maderas finas como el cedro, guayacán, ciprés, capulí, nogal y pino. El año pasado este emprendimiento familiar facturó USD 10 000.

    El taller se denomina Guitarras Barona. Su historia comenzó hace 45 años cuando decidió aprender la confección de guitarras en el taller de su tío Mario Sánchez. Combinaba el estudio en la mañana con el trabajo en la tarde. Ahí laboró alrededor de 10 años donde perfeccionó su técnica. Luego abrió su propia ebanistería.

    Recuerda que la inversión inicial fue de 1 millón de sucres. Con el dinero adquirió la materia prima (madera), compró algunas herramientas y una mesa de trabajo que aún conserva. La calidad de sus instrumentos musicales por la buena resonancia hizo que su negocio creciera, al punto que llegó a confeccionar hasta 40 guitarras mensuales que los entregaba en varios almacenes de Ibarra, Cuenca, Guayaquil, Salinas, La Libertad. Además, vendía los charangos, bombos, quenas, zampoñas, bandolines y violines. Eso aprendió en los cursos de capacitación que siguió en el Secap.

    En el 2005, con el ingreso de productos chinos hizo que las ventas se redujeran. “Los costos bajaron hasta el punto que una guitarra china costaba USD 40, mientras que una nacional entre USD 80 y hasta 500, no se podía competir a pesar que confeccionábamos en forma artesanal”.

    En la actualidad arma entre 8 y 10 guitarras mensuales, además realiza reparaciones de los instrumentos musicales. Las ventas se incrementan en los periodos de vacaciones, carnaval o cuando llegan al país grupos importantes como Los Kjarkas, Jayak y más. La confección de una guitarra económica tarda tres días, mientras que en las finas hasta un mes. Sus principales clientes son los integrantes de grupos folclóricos, estudiantes del conservatorio y músicos profesionales.

    Desde hace 12 años, el artista y director del Grupo Folclórico de la Universidad Indoamérica, Patricio Noriega, es su cliente. Cuenta que la calidad hizo que adquiriera en forma contante las guitarras, charangos, bandolines, zampoñas y otros instrumentos musicales para su grupo. Afirma que los instrumentos tienen buena resonancia que superan a los importados de marca.

    Tenga en cuenta

    En el taller de Carlos Barona una guitarra se arma con más de 25 piezas. Estas son ensambladas con agilidad por este artesano. El costo es de acuerdo a los materiales hay instrumentos desde los USD 80 hasta los 500.

    En el taller ubicado en las calles Castillo entre Olmedo y 12 de Noviembre sus clientes llegan atraídos por la variedad de instrumentos musicales. También vende clavijeros.

    Carlos Barona, artesano, elabora guitarras, charangos, violines, bombos en su taller en Ambato. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
    Carlos Barona, artesano, elabora guitarras, charangos, violines, bombos en su taller en Ambato. Foto: Modesto Moreta / LÍDERES
  • Las camisetas, un lienzo para sus obras

    Mayra Pacheco

    (F)
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    La iniciativa de David Chávez de cubrir una mancha en su camiseta favorita con la imagen de una iguana de Galápagos, pintada a mano con pinceles, le abrió una nueva oportunidad comercial, hace seis años.

    Este pintor que tiene experiencia en restauración de piezas patrimoniales, muralismo, óleo y otras técnicas recuerda que cuando sus amigos vieron el resultado final en la tela le pidieron hacer una prenda de características similares para ellos.

    Los trazos que logra en estas camisetas recogen cada detalle de las figuras solicitadas. Se tratan de obras únicas, porque ninguna se parece a otra, refiere Chávez.

    Usando pintura de telas y pinceles, este artista ha dibujado paisajes de Ecuador, la fauna y flora nativa, personajes de fiestas tradicionales, simbología andina y otros motivos. Se tratan de motivos personalizados.

    En el proceso de plasmar la figura, este pintor oriundo de Pifo, toma como referencia la imagen solicitada por el cliente, pero a la vez pone en la obra su toque personal. En promedio, ejecutar este trabajo puede tomar entre uno o dos días, según la complejidad y los otros trabajos pendientes.

    Sin embargo, dedicado únicamente a esta actividad puede realizar hasta tres camisetas al día. En esta labor, participa también su hermano Abel. Ambos aprendieron este oficio de su padre Víctor.

    La aplicación de esta técnica no se limita a camisetas. Al taller de Artes Chávez han llegado también clientes con blusas u otras prendas para incluir motivos que cubran manchas de salsas o vinos.

    El precio de este trabajo va desde los USD 10 hasta los 40, depende del tamaño y los detalles.
    Amanda Chávez, una de las clientes de este artista, por ejemplo solicitó en febrero tres camisetas con figuras de chagras y toros, que son propios de las fiestas populares, para obsequiarle a su esposo. Por cada una pagó USD 12.

    “Son prendas únicas, porque están hechas a mano. Nunca había visto algo así antes”, cuenta Amanda Chávez.

    Para la Hostería Bellavista, ubicada en Nanegalito, este pintor hizo en el 2014 también decenas de camisetas de una nueva especie que se descubrió en el noroccidente de Pichincha llamado olinguito. El costo de cada una fue de alrededor de USD 22.

    Para plasmar esta imagen se usó como referencia unas fotografías de esta especie.

    Richard Parsons, propietario de la Hostería Bellavista, comenta que las camisetas que pintó Chávez fueron especiales, porque eran “obras de arte” hechas a mano y tenían una buena calidad. Este producto fue bien valorado por los visitantes. “Las imágenes eran nítidas y únicas”.

    Por lo particular de su trabajo, este artista ha pintado camisetas para enviar a Estados Unidos, Francia, Australia, y otros países. Estos clientes solicitan pinturas de rostros de familiares, soles, chacanas, mascotas.

    Los pedidos los recibe en su taller en Pifo o a través de su cuenta de Facebook, Artes Chávez. Este artista considera que de esta forma está promoviendo parte de la cultura del país, porque los motivos incluyen representaciones propias de Ecuador.

    Con respecto al cuidado de estas prendas, estas no requieren de protecciones mayores. La única recomendación que hace el artista es no refregar la figura.

    Aparte de este producto, Artes Chávez también realiza muralismo, cuerpos pintados, cuadros y restauración. Por todos estos trabajos, en este emprendimiento familiar se logra facturar alrededor de USD 1 100 al mes.

    Maira Camacho, integrante del proyecto de voluntariado Quito Acción, refiere que Chávez como parte de esta iniciativa ha pintado desde hace cuatro años murales en parroquias rurales.

    Actualmente, realiza una obra en el Parque Central de la parroquia de Tababela. En este se plasma lo relacionado a la cultura de este sector, su historia, costumbres y la naturaleza. “El trabajo de David es hermoso. En las obras se refleja la pasión que tiene él por el arte”, expresa Camacho.

    El negocio

    Artes Chávez funciona en el Centro Comercial Artesanal y Gastronómico de Pifo. Este está ubicado en la calle Ignacio Jarrín s/n, entre Francisco de Orellana y Alfredo Gangotena.

    El horario de atención en este sitio es de lunes a sábado desde las 15:00 hasta las 20:00. El local de este pintor se encuentra en la planta baja.

    Estas camisetas se comercializan también en la isla de Casa Raíz, que funciona en el centro comercial del Aeropuerto Mariscal Sucre, ubicado en la parroquia de Tababela.

    En este local la atención es de lunes a domingo desde las 09:00 hasta las 20:00.

    David Chávez usa pinceles y pintura de tela para plasmar figuras personalizadas en estas prendas de vestir. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES
    David Chávez usa pinceles y pintura de tela para plasmar figuras personalizadas en estas prendas de vestir. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES
  • Este restaurante manabita piensa en los viajeros

    María Victoria Espinosa

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    Porto Café es un emprendimiento que nació en Portoviejo, la capital de Manabí, después del terremoto del 16 de abril del 2016. Se especializa en comida manabita como hayacas, bolones, tigrillos, sánduches de chancho, humitas y café pasado, cultivado en los campos de la provincia.

    Este negocio se instaló en la Terminal Terrestre de Portoviejo, en una zona donde estaban ubicadas las conexiones eléctricas. Maiko Rodríguez es el propietario de Porto Café. Él recuerda que después del terremoto, la zona comercial desapareció y los comerciantes empezaron a buscar otras zonas de la ciudad donde instalarse provisionalmente.

    Rodríguez afirma que un día empezó a caminar desde la zona cero de Portoviejo hasta la terminal. Cuando estaba al frente notó el flujo de pasajeros que había en la zona e ideó un proyecto para instalar una cafetería con productos que no vendieran otros comerciantes. “Por lo general, la comida que vendían era con arroz y la gente que viajaba no podía llevársela en el bus”.

    Pero ingresar con un negocio al terminal no era una tarea fácil y menos en el lugar que Rodríguez quería colocarla. Así que debió pedir una cita con el alcalde de Portoviejo Agustín Casanova, quien luego de escuchar el proyecto decidió darle el aval para construir la cafetería.

    Rodríguez tuvo que derrumbar algunas paredes y construir un pequeño local con una cocina y mostradores para sus productos. En la parte de afuera colocó sillas y mesas. La inversión para empezar el negocio fue de aproximadamente USD 20 000.

    Porto Café combina el estilo manabita con el de las cafeterías que hay en Nueva York (EE.UU.). Eso debido a que Rodríguez vivió en esa ciudad y al llegar a Manabí notó que no había cafeterías con ese estilo. Por eso también vende malteadas, sánduches con aderezos como salsa BBQ, pepinillos, aceitunas, jamón de pernil y otros.

    Pero también vende el típico sánduche manabita que contiene chancho, típico en zonas rurales.

    Ángel Zambrano es uno de los clientes de Porto Café. Él vive en Manta, pero al menos una vez a la semana debe hacer trámites en Portoviejo. Una de sus paradas obligatorias es este negocio. Por lo general se toma un café de Jipijapa, que tiene la particularidad de que no es ácido. Lo acompaña con una hayaca, que es un platillo de maíz con pollo, pasas y pasta de maní envuelto en una hoja de plátano. “La comida es fresca y rica. Una de las ventajas es que está dentro de la terminal y abre desde las 06:00”.

    A diario a la cafetería llegan alrededor de 200 clientes desde las 06:30 hasta las 21:00. En feriados esa cifra se duplica.

    Rodríguez señala que la pasión por la gastronomía es una herencia familiar. Sus padres tienen un restaurante en Chone llamado Maikito. Ahí se especializan en la gastronomía de la zona centro norte de Manabí, ubicada en el estuario del río Chone.

    Ahí preparan chame frito, desayunos criollos, mariscos y otros. “Mi madre es una especialista en comida tradicional. Ella conserva las recetas típicas”.

    Porto Café tiene otra sucursal en el centro de Portoviejo. Los locales conservan la misma decoración. El proyecto de Rodríguez es crear una marca que se pueda replicar en otras ciudades del país como su natal Chone.

    El negocio

    Porto Café tiene tres años de creación. Empezó en un pequeño espacio del terminal en Portoviejo con una inversión de USD 20 000.

    Cada año, se renueva el mobiliario para atraer a los 9 000 pasajeros que circulan a diario por la terminal terrestre.

    En este negocio trabajan cuatro personas, quienes se encargan de elaborar los más de 20 platillos que se ofrecen a diario.

    A diario a la cafetería llegan alrededor de 200 clientes.

    Maiko Rodríguez es el propietario del negocio Porto Café, ubicado en la terminal terrestre de Portoviejo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Maiko Rodríguez es el propietario del negocio Porto Café, ubicado en la terminal terrestre de Portoviejo. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Incentivó el emprendimiento en una comunidad de Riobamba

    Cristina Marquez

    (F)
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    Juan Carlos Caisaguano es considerado un ejemplo de superación personal y un precursor de fuentes de empleo en su comunidad natal: La Esperanza. Se trata de un pequeño poblado agrícola situado cerca a San Luis, en Riobamba.

    A sus 29 años, él es el dueño de cultivos de mora e invernaderos de pimiento y tomate de árbol, y es uno de los emprendedores beneficiados de los créditos productivos que entregó BanEcuador, la semana pasada, en Chimborazo.

    Usualmente viste su ropa de trabajo: unos pantalones gruesos, una chompa de manga larga para minimizar los cortes en las manos y una gorra para protegerse del sol del mediodía. Su rutina diaria se inicia a las 05:00 y dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado de sus moras de castilla.

    “Hay que podarlas y cuidarlas bien. Cosechamos moras tres veces a la semana y es el producto que nos da el sustento diario, porque los otros cultivos son de ciclo más largo, mientras que las moras las vendemos cada semana”, cuenta mientras camina por los surcos de la plantación de 3 500 metros cuadrados.

    Durante la cosecha, le ayudan su esposa y otras seis familias, quienes también dependen del éxito de las plantaciones para subsistir. La meta de Juan Carlos es mejorar la calidad de sus cultivos y ampliarlos para llegar con sus moras a más mercados del país.

    Actualmente todo el producto se vende en el mercado mayorista de Riobamba. Cada semana se comercializan en promedio 300 cajas de moras y el valor varía de acuerdo a la temporada, cuando hay una producción alta cuesta USD 4 la caja y, en noviembre, se comercializa hasta en USD 9.

    Según Juan Carlos, la mora siempre es rentable, pero la temporada que genera los mejores ingresos es la primera semana de noviembre, cuando todas las familias la buscan para preparar la tradicional colada morada.

    El éxito que ha logrado con sus moras le motivó a conseguir un crédito para ampliar la producción y adquirir un nuevo espacio.

    BanEcuador le entregó la semana pasada un cheque por USD 20 000. El crédito es parte de una campaña de incentivos productivos que lanzó esa institución.

    “Este tipo de emprendimientos, que generan empleo y le ayudan a las familias a crecer, son nuestra prioridad”, dijo Carlos Luis Tamayo, gerente general de BanEcuador. 18 emprendimientos de Chimborazo recibieron en conjunto USD 70 000 en créditos.

    El dinero le permitirá a Juan Carlos incrementar al menos 1 000 plantas de mora, que al momento es su producto estrella. Él también tiene un invernadero de 1000 metros con pimientos verdes y otro de 800 metros con plantas de tomate de árbol.

    “Nadie me enseñó a trabajar la mora. Tuve que conseguir empleos y miraba cómo los técnicos cuidaban los cultivos, así fui aprendiendo para tener mi propio negocio”, cuenta el emprendedor.

    Él trabaja en campos agrícolas desde su infancia. Sus padres también son agricultores. Ellos le mostraron cómo trabajar la tierra y siempre le motivaron a tener un ingreso propio.

    A los 14 años trabajaba como jornalero en invernaderos de otros productores y fue en esa época cuando empezó a memorizar cada sugerencia de los técnicos para tener cultivos prósperos y rentables. Sólo un año después había reunido dinero suficiente para hacer su primera inversión: una casa propia y terrenos.

    “Desde pequeñito vimos que era diferente. Siempre ahorraba su dinero y en lugar de gastarlo en golosinas como otros niños, él se compraba ropa y cosas para la casa”, dice orgulloso su padre.

    Con una casa construida y un emprendimiento agrícola siendo aún adolescente, Juan Carlos se convirtió en el ejemplo a seguir de los vecinos de la comunidad.

    A los 18 años, contrajo matrimonio con Mónica Tiuquinga. Juntos tienen tres niños pequeños.
    “Yo sólo pude terminar la escuela. Quiero que mis hijos lleguen a la universidad, por ellos trabajo”, dice Juan Carlos, quien tiene como meta seguir creciendo.

    Los datos

    San Luis es una parroquia rural de Riobamba donde predomina el emprendimiento agrícola. La mayoría de habitantes depende de sus salarios como jornaleros en invernaderos de tomate riñón.

    La familia Caisaguano obtuvo un crédito productivo con beneficios como interés reducido y un tiempo de gracia.

    BanEcuador entregó los incentivos crediticios a asociaciones comunitarias y emprendedores jóvenes de la provincia de Chimborazo.

    La mora es uno de los cultivos de moda en Chimborazo, debido a su buen rendimiento y rentabilidad.

    Juan Carlos y su esposa trabajan todos los días en su plantación de moras. Dan empleo a otras seis familias. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Juan Carlos y su esposa trabajan todos los días en su plantación de moras. Dan empleo a otras seis familias. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Ellos incursionan en el turismo y las artesanías

    Cristina Márquez (F) 
    Contenido intercultural

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    Un museo que recrea las viviendas tradicionales indígenas y el estilo de vida en Nizag, una comunidad de Alausí, situada al sur de Chimborazo, es uno de los puntos de interés en la estación del tren de Sibambe. Allí, una asociación de jóvenes y mujeres de todas las edades inició un emprendimiento grupal.

    Los comuneros acompañan a los turistas que llegan los miércoles y fines de semana en la ruta Nariz del Diablo. Ellos les reciben con bailes autóctonos y luego ofertan sus productos artesanales como bolsos, prendas de vestir, pan recién horneado, jugo de caña extraído en trapiche, entre otros.

    Tres emprendimientos forman parte de la oferta de la asociación integrada por 32 familias de Nizag. Esa comunidad está situada a 20 minutos de la estación del tren y desde allí se puede ver cómo los vagones descienden en zigzag por la montaña.

    “El atractivo natural de nuestra comunidad y nuestras tradiciones que compartimos con los extranjeros son nuestras fortalezas. El proyecto recién empieza pero tenemos expectativas muy altas”, cuenta Ángel Fernández, un guía nativo y líder de los jóvenes.

    La gente de la comunidad edificó en enero del año pasado el museo, utilizando técnicas ancestrales de construcción. Las paredes están hechas con bloques de barro cocido y el techo tiene un recubrimiento de esteras de caña.

    Dos guías nativos, quienes visten sus atuendos originarios explican a los visitantes sobre sus costumbres y modo de vida. El recorrido no tiene costo pero es el ‘enganche’ para que los viajeros compren sus recuerdos en los emprendimientos.

    En el primer piso del museo Juana Mendoza y otras tres mujeres extraen jugo de caña en un antiguo trapiche. Además ofertan chawarmishky, una bebida que se obtiene del penco morado que crece silvestre en esa zona.

    “Hemos aprendido mucho de nuestra propia cultura al difundirla a otras personas. Algunos conocimientos ya se estaban perdiendo”, dice Mendoza.

    Las mujeres no invirtieron dinero en el emprendimiento, pero sí trabajaron durante varias semanas para cosechar cañas de alta calidad y movilizaron el pesado trapiche de más de 80 años de antigüedad que estaba almacenado en una vivienda de la comunidad.

    En la segunda planta están instaladas las mujeres de la Asociación de Artesanas de Nizag. Ellas manufacturan bolsos de diversos estilos y decoraciones para el hogar que se venden como souvenirs.

    La materia prima de las artesanías son las fibras de cabuya, que también se obtienen de los pencos. Las mujeres tejen los hilos hasta formar textiles muy resistentes.

    “Toda la vida hemos tejido; nos enseñaron nuestras madres y abuelas. Pero esta es la primera vez que vendemos nuestras artesanías a los visitantes. Queremos mejorar nuestra situación económica”, dice Paulina Vacacela, una de las artesanas.

    En esa misma planta está el tercer emprendimiento comunitario: la venta de pan de dulce recién horneado. Tres mujeres se organizaron para iniciar el pequeño negocio, ellas invirtieron USD 35 en la compra de los ingredientes para la preparación.

    El pan de dulce en horno de leña es una de las recetas icónicas de la comunidad. Se comercializan porciones de USD 1.

    Los datos

    El proyecto de turismo comunitario lo impulsó Ferrocarriles del Ecuador Empresa Pública (EP); 32 familias de Nizag se benefician directamente de los emprendimientos.

    Entre USD 15 y 40 cuestan los bolsos tejidos con fibras de cabuya. El precio depende de los detalles del tejido y la finura de las puntadas.

    1 500 turistas llegan en promedio a la Nariz del Diablo cada semana.

    Ángel Fernández, guía nativo de la comunidad, acompaña a los turistas del tren en un recorrido por el museo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Ángel Fernández, guía nativo de la comunidad, acompaña a los turistas del tren en un recorrido por el museo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • El sabor natural del chifle es la esencia

    María Victoria Espinosa

    Hace nueve años, Cesar Álvarez atravesaba una difícil crisis económica. El racimo del plátano se vendía a USD 0,20 en los mercados de Chone (Manabí).

    Con ese precio no alcanzaba a sostener los gastos de la plantación. Un día mientras conversaba con Loli Álvarez, una de sus hermanas que vive en Europa, se le ocurrió vender el plátano verde convertido en chifles. Su hermana lo apoyó y le depositó USD 800.

    Con ese dinero compró una freidora con una paila y adecuó una ramada de cinco metros de ancho por ocho de largo. Inició todo.

    El primer día que comercializó el producto, solo vendió seis fundas pequeñas de chifles. Pero con el paso de los días, las ventas aumentaron a 20 y luego 50 diarias.

    Al principio, el empaque era transparente. Luego, el emprendedor desarrolló un diseño y decidióllamarlo El Campeón.

    Para ampliar la distribución, Álvarez decidió vender su camioneta y comprarse un pequeño camión. Con el vehículo pudo promocionar los chifles en recintos cercanos a Chone, Tosagua, Rocafuerte y también en Manta, pero a través de amigos que le ayudaban a colocar los chifles.

    A los cinco años pudo ampliar la planta a 24 metros cuadrados y comprar máquinas para empaquetar el producto, que le costaron alrededor de USD 60 000. “Fue muy difícil al principio, pero no rendirme hizo que llegaran nuevas oportunidades”.

    Una de esas fue distribuir el producto en al menos 10 provincias, incluida Galápagos. El Campeón se vende en supermercados nacionales como Megamaxi, Mi Comisariato, Almacenes Tía y otros.

    Para Álvarez, vender chifles es rendirle un homenaje a sus raíces montuvias manabitas. Eso debido a que este plátano – cortado en rodajas – es parte de la mayoría de platos típicos de Manabí. “Los montuvios tienen una sabiduría ancestral para hacer que el sabor del plátano sea diferente al cultivado en otros lugares”.

    Por eso, Álvarez afirma que ha buscado conservar el sabor típico del chifle. Por eso no utiliza químicos ni saborizantes que modifiquen el sabor.

    Sin embargo, han logrado diversificar sus productos, pero naturalmente. Es decir, también tiene chifles picantes, con la receta del ají manabita y chifles elaborados con plátano maduro.

    Rocío Zambrano es una consumidora del producto. Ella lo adquiere en un supermercado de Manta y se lo envía a sus hijos de refrigerio o también para acompañar el encebollado, el ceviche o las sopas de pollo. “Me gusta mucho este chifle porque lo siento natural, como el que hacía mi abuela en la finca por cantidades”.

    La facturación del negocio es de USD 30 000 mensuales. Aunque, Álvarez señala que antes del terremoto del 16 de abril del 2016, las ventas llegaban hasta USD 45 000.

    Bajaron USD 20 000, durante el primer año del terremoto. De hecho, luego del sismo la producción de varias semanas se envió como donaciones a las zonas más afectadas de la provincia. “No nos recuperamos del todo, pero seguimos luchando por estar en el mercado”, comenta.

    Álvarez señala que expandir su negocio en estos nueve años ha sido difícil. Una de las anécdotas del emprendedor es de hace dos años, cuando intentó exportar por primera vez su producto.

    Una agencia le propuso que vendiera a E.E.U.U. y Europa. Álvarez obtuvo los permisos y certificados para exportar. Además diseñó un nuevo empaque, de mejor calidad traducido al inglés.

    Sin embargo, se rechazó el producto porque en la etiqueta le colocaron que tenía gluten.
    Álvarez perdió USD 15 000 y aún no cancela el contrato con la agencia. “Fue una experiencia para aprender. Ahora estoy pagando ese dinero y aún quiero exportar”.

    El chonense debió hacer un nuevo estudio para determinar que el nivel de gluten es mínimo. Ahora tiene una nueva propuesta desde Chile. Ya envió las primeras muestras y fueron aprobadas.

    Aspira que el producto ecuatoriano se conozca en más lugares de la región.

    El manabita Cesar Álvarez es el propietario de una planta procesadora de chifles, llamada El Campeón. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    El manabita Cesar Álvarez es el propietario de una planta procesadora de chifles, llamada El Campeón. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES