Etiqueta: producción

  • Innovación en cartón corrugado

    Redacción Quito

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    Un innovador permanente es Fernando Quirola. Esto le ha permitido impulsar el crecimiento, desde hace 20 años, de su empresa Corrucart. Se trata de una compañía que se dedica a la fabricación de productos con planchas de cartón. El negocio, a diferencia de otros, nació de una manera no planificada.

    Una mala decisión corporativa en su trabajo anterior llevó a Quirola a quedarse sin empleo y se vio obligado a buscar una forma de obtener ingresos. Junto a Fernando Córdova, su exsocio, decidió abrir un negocio dedicado a la fabricación de planchas de cartón corrugado, para armar cajas de embalaje para pequeñas y medianas empresas.

    Sin embargo, en el primer año las cosas no funcionaron como se esperaba y se registraron USD 300 000 en pérdidas. Sus cajas no tenían la calidad adecuada.

    Fue entonces que se cambió la estrategia. La empresa de Quirola se enfocó en procesar cartón corrugado; se dio valor agregado al producto y durante estas dos décadas Corrucart ha elaborado muebles, dispensadores, estands para ferias, elementos para mostrar productos en puntos de venta, juguetes para niños, cajas para el sector floricultor, etc.

    La firma arrancó con este giro de negocio con pocos recursos. Luego el camino fue ascendente. “Entré en una conversación con las grandes cartoneras. Me vendieron cajas, planchas, etc. Hicimos muy bien las cosas. En el 2002 comenzamos a atender la demanda del sector floricultor para exportación”, recuerda Quirola.

    Corrucart empezó a producir separadores para el interior de las cajas de flores. Se les dio valor haciéndolos blancos, imprimiendo el logo de cada cliente, se les puso un tratamiento para la humedad, etc; se llegaron a producir 20 millones de unidades al mes.

    Esta línea de producción estuvo activa hasta hace cuatro años. El aumento de la competencia y la oferta de productos sin valor agregado llevó a la firma a dejar ese producto.

    Fue entonces cuando se le dio más empuje al tema de fabricación de muebles, estands, entre otros. Incluso, alguna algunas ofertas viajaron a ferias en Estados Unidos.

    Actualmente, Corrucart cuenta con cinco líneas de producción: empaques en general; conversión troquelada (toda caja de empaque que tiene formas irregulares); gran formato (impresión directa, corte digital y armado); ataúdes de cartón (pedido a partir del terremoto del 2016, con proyección a ser una oferta fija); y laminados offset.

    Gran formato es su línea estrella: allí está la fabricación de muebles, exhibidores, etc.

    La empresa cuenta con 20 clientes fijos, pero también una cantidad importante de otros que hacen pedidos con menor regularidad.

    Uno de los consumidores es la firma internacional de marketing Inwk. “Trabajamos con ellos hace 10 años Es una empresa cumplida con sus tiempos de entrega. Nos han ayudado con corrugados y microcorrugados. Hacen exhibidores de cartón; estos se muestran en los supermercados”, explica Amparo Andino, gerenta de cuentas sènior de Inwk.

    La ejecutiva dice que el material es de primera calidad y cumple con los estándares.

    En estos momentos Corrucart, con su política de innovación, no se ha dejado doblegar por la pandemia y ahora está diseñando una nueva línea de trabajo. Su proyecto Retorno a la tienda tiene como fin la producción de vitrinas de cartón que generen una división entre tendero y cliente. La idea es generar seguridad en el proceso de compra, tras la pandemia.

    Los dispositivos no solo serán para el mostrador, sino para la puerta. Pueden ser plegables y cubrir un área de hasta dos metros.

    Se prevé también generar protectores de cara con visera y estaciones de limpieza en cartón (espacio para publicidad, bandeja para el alcohol gel, pañuelos y depósito para basura). Otros proyectos de la empresa incluyen dispositivos para retorno a restaurantes y colegios.

    Cordialsa es otro de los clientes de la empresa cartonera. Jacqueline Caiza, jefa de Trade Marketing, explica que Corrucart les provee de corrugados, material promocional para puntos de venta y, en este momento, esperan las pantallas con lámina para la protección de tenderos. Destaca los productos y el servicio de esta compañía ecuatoriana. 

    La planta de producción de Corrucart se encuentra en Pifo, al oriente de Quito. Los trabajos se mantienen durante la epidemia del covid-19.
    La planta de producción de Corrucart se encuentra en Pifo, al oriente de Quito. Los trabajos se mantienen durante la epidemia del covid-19. Foto: Cortesía
  • El café, el eje de un plan de turismo sustentable

    Agencia EFE

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    Los productores de café guatemaltecos, la cuarta fuerza de exportación del país, se enfrentan al reto del cambio climático, el uso de los recursos y la economía con nuevas oportunidades de negocio, como la experiencia integral de turismo sustentable semejante a la de los viñedos.

    La crisis de los precios del café instalada en 2011 -que cayó de 3 a USD 1,10 por libra- y la falta de lluvias en la mayoría de las regiones de Guatemala, país que subsiste por remesas, maquilas y productos básicos, como banano o café, ha impulsado a los productores del grano a invertir y ampliar su perspectiva de negocio.

    En 2019, por debajo de las remesas, que generaron USD 10 500 millones en ingresos al país centroamericano, los cinco productos más exportados fueron los artículos de vestuario (USD
    1 397 millones), el banano (843 millones), el azúcar (695 millones), el café (662 millones) y el cardamomo (648 millones).

    Pero según la Asociación Nacional del Café (Anacafé) de Guatemala, el riesgo de los productores de solo apostar a la producción del café es alto, pues con las tarifas actuales -de unos USD 1,10 por una libra-, sería insostenible al largo plazo pues en varias fincas no alcanza siquiera para los costos de producción.

    Con el objetivo de diversificarse y de salir del rango de productos básicos y materia prima, el café de Guatemala apuesta a los premios y calidad reconocida a nivel internacional, para atraer las miradas de conocedores y entusiastas a sus propias fincas y beneficios para hacerles parte de una vivencia de las raíces del café.

    Detrás de la taza de excelencia que un barista ofrece en una cafetería a un amante del café está su origen, sus bases, sus condicionantes, su trabajo artesanal y su pasión y dedicación.
    A unos seis kilómetros del parque central de Antigua Guatemala, uno de los principales destinos turísticos del país y a más de 50 kilómetros de la capital, un beneficio de café del municipio de Pastores trabaja cada proceso a detalle para conseguir granos de calidad para el consumo local e internacional.

    La región donde se ubica es la única que cuenta con denominación de origen. El café de Antigua se caracteriza por su “espontánea acidez” debido al suelo arenoso por los tres volcanes que resguardan la zona, la altura de unos 1 600 metros sobre el nivel del mar y la deseada lluvia de 1 200 mililitros de agua al año.

    “Al haber apenas un tercio de lluvia de lo esperado en los últimos tres años, el café adquiere una concentración mayor de sabores, ante la baja producción que tenemos”, cuenta el dueño de la finca Hans Masch, un descendiente de alemanes que llegaron al país y se dedicaron al cultivo y exportación del café.

    Masch es el anfitrión de la primera edición de La Cosecha, una experiencia similar a la del turismo en viñedos que nació hace tres años en Panamá y que ahora se impulsa en Guatemala, que cuenta con ocho regiones productoras de café diferentes entre sí.

    Esta iniciativa pretende acercar a los entusiastas, periodistas, líderes de opinión y amantes del grano aromático a vivir de cerca cada uno de los procesos relacionados a la producción de café, como el brote de la semilla, el injerto en el tallo naciente, la siembra entre sombras, la cosecha, el lavado, la limpieza, el secado. Todo.

    La Cosecha

    Cosechar, barrer los granos, comer y degustar una buena taza de café. Ese es el objetivo que visualizó el panameño Jorge Chanis Barahona, creador de La Cosecha en su país y socio de Míster Menú, el sitio en línea gourmet que trajo a Guatemala esta idea. En la Finca Pastores se observan los frutos catuaí amarillos y rojos, los imponentes geishas, los resistentes de robusta.
    Masch pide a los invitados a probarlos así, recién cortados de las ramas de los arbustos y a diferenciar las mieles de cada uno y, más tarde, propone ir a cortar cada quien en los cafetales.
    “A diferencia de muchas otras cosechas en el mundo, la del café dura mucho tiempo, por lo que es una oferta muy buena que invita al turismo sostenible a hacer circuitos y darle un valor agregado a la producción del café”.

    Chanis asegura que todos podrían sacar provecho de estas vivencias, así como las ciudades aledañas, los productores y los cosechadores, quienes podrían ofrecer y crear experiencias alrededor de la cosecha, como una visita en su casa o a una comida.

    Visitantes toman fotos sobre unos sacos con granos de café durante una excursión para turistas a una finca, en el municipio de Pastores, departamento de Sacatepéquez, en Guatemala. Foto: EFE
    Visitantes toman fotos sobre unos sacos con granos de café durante una excursión para turistas a una finca, en el municipio de Pastores, departamento de Sacatepéquez, en Guatemala. Foto: EFE
  • En La Esperanza se cultiva un café certificado

    José Luis Rosales

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Renunció a su empleo como gerente de operaciones y tesorería de una inmobiliaria de Quito para radicarse en el campo. Berónica Benalcázar, economista de profesión, se asoció con su padre, Aquiles, para incursionar en la producción de café arábigo.

    De eso ya han transcurrido cinco años. En agosto del 2013, Aquiles adquirió una propiedad en la parroquia Maldonado, situada en el noroccidente de Tulcán. A la finca y al proyecto los bautizaron con el nombre de La Esperanza, en honor a la madre de Berónica.

    El café de especialidad se abre campo en esta zona subtropical del Carchi. También hay cultivos en las vecinas parroquias de El Chical, El Goaltal, Juan Montalvo y Jacinto Jijón y Caamaño. Estos poblados están ubicados entre los 1 000 y 1 700 metros de altura.

    Cuando la emprendedora, que ahora tiene 38 años, decidió dejar su antiguo empleo no conocía nada sobre la siembra ni la comercialización del grano. Por eso investigó y participó en varios cursos.

    El café demanda de un proceso minucioso en todos sus pasos: selección de la semilla, siembra, producción, cosecha y poscosecha, detalla Eber Montenegro, esposo de Benalcázar. El ingeniero agrónomo conoció a su cónyuge en Maldonado, cuando trabajaba para una empresa que hace investigaciones en agricultura.

    Para poner en producción las primeras 10 hectáreas (ha) invirtieron USD 120 000. El 70% fueron recursos propios y el resto un crédito bancario. Lograron buenos resultados en la plantación gracias a la buena calidad de los suelos, abundante agua y dedicación. También han ampliado el área labrada. Hoy, 15 de las 20 ha de La Esperanza están en producción.

    La pareja se ha capacitado y ha conocido experiencias de varias zonas cafetaleras del país. También de Colombia, Costa Rica y Honduras. En eso ha sido clave Rikolto, una organización no gubernamental que brinda apoyo a jóvenes emprendedores.

    La emprendedora muestra los frutos de café de la variedad arábigo. Aprendió las técnicas para conocer el aroma y sabor del grano.
    La emprendedora muestra los frutos de café de la variedad arábigo. Aprendió las técnicas para conocer el aroma y sabor del grano.

    En Honduras, Benalcázar aprendió sobre la técnica de catar lo aromático, lo que ha permitido desarrollar una destreza para identificar la calidad de café.

    Ese factor es indispensable en el momento de negociar el precio con los compradores. El quintal de café pergamino, como se conoce al gramo seco, lo comercializa entre USD 200 y 250.

    La obtención del Certificado de Buenas Prácticas Agrícolas, que les otorgó la Agencia de Control y Regulación Fito y Zoosanitario, ayudó ampliar el mercado. Para ello, los dueños debieron incursionar previamente en la producción de productos agrícolas con sello verde.
    También han creado procesos y procedimientos para mejorar el manejo de la finca.

    Por ahora, los empresarios comercializan el café tostado y molido con la marca Jerónimo, que pertenece a la Red Asociativa de Productores de Café de Imbabura y Carchi. Sin embargo, el próximo reto es sacar a mercado su propia marca. Trabajan para ello.

    Uno de los recientes méritos de este negocio fue haber sido declarado el mejor café del Carchi en el Festival Binacional Café Libro, que se realizó en Tulcán.

    Apoyo técnico

    En el fomento del café de especialidad el apoyo técnico es clave. Rikolto es una organización que acompaña la siembra y cosecha del café de especialidad en el país. Ricardo Garcés, vocero de la organización, explica que esta variedad es una alternativa ante los vaivenes de los precios del café en los mercados internacionales.

    El vocero de Rikolto explica que producir un kilo cuesta en promedio USD 2,50. “Un quintal tiene 46 kilos y para ganar debería vender el quintal en USD 140 para recuperar, pero el precio más bajo, en abril del 2019, fue de USD 90 el quintal. Se pierden 40 dólares”.

    Según Garcés, el café de especialidad tiene potencial en mercados como Europa y Estados Unidos. “Allí Ecuador puede competir con calidad, antes que con volumen”. Hoy en el país se pagan entre USD 175 y 205 por el quintal de café de especialidad.

    La clave, añade, es profesionalizar al productor y que este domine temas como el clima, la siembra y otros. En el país se contaban hasta el 2018 cerca de 61 254 hectáreas de café y se produjeron 28 500 toneladas de café en grano.

    En la parroquia Maldonado, en Tulcán, Eber Montenegro, Berónica y Aquiles Benalcázar realizan el cultivo, cosecha y poscosecha con mucho esmero. Llevan en el negocio cinco años. Fotos: Álvaro Pineda para LÍDERES
    En la parroquia Maldonado, en Tulcán, Eber Montenegro, Berónica y Aquiles Benalcázar realizan el cultivo, cosecha y poscosecha con mucho esmero. Llevan en el negocio cinco años. Fotos: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Vainuz produce vainilla en Santo Domingo y ya empezó a exportar

    María Victoria Espinosa

    (I)
    redaccion@revistalideres.com.ec

    La investigación científica fue la clave para que la empresa Vainuz empezara a producir y exportar vainilla a más de 10 países en Europa, Asia y América.

    El proyecto se inició hace 17 años en Santo Domingo de los Tsáchilas, cuando Eduardo Uzcátegui sembró la primera planta de vainilla.

    Él recuerda que su amigo George Ester tuvo una plantación de vainilla en el noroccidente de Pichincha. Pero el clima de esa zona no favoreció a las plantas, traídas desde Holanda.

    Así que Ester regresó a Europa, pero antes le obsequió una planta de vainilla a Uzcátegui, quien en el 2002 era decano de la Facultad de Agrope­cuaria de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).

    Él sembró la planta en Santo Domingo, que tiene un clima más cálido que el de Mindo. Tras una larga espera (de alrededor de tres años), la planta al fin floreció e inició un proceso de multiplicación de las plantas para poder crear un invernadero y así es­tudiar el cultivo.

    Al principio no fue fácil descubrir cómo cultivar vainilla. Por eso, Uzcátegui ha realizado estudios y experimentos para mejorar el proceso de fecundación, floración, entre otros.

    Uno de los primeros experimentos consistió en hacer dos sembríos. Unos a la intemperie y otro en un invernadero. Los primeros obtuvieron resultados menos favorables en relación con el rendimiento y calidad.

    Así que Uzcátegui decidió invertir en los invernaderos. En la actualidad tiene siete, que cuentan con sistemas de riego, medidores de temperatura, entre otros. Están ubicados en un terreno de 17 000 metros cuadrados, ubicado en la vía hacia la comuna tsáchila Colorados del Búa.

    La primera producción se dio en el 2007 y fue de 20 kilos. Pero llegar a eso implicó pérdidas económicas, más de 30 investigaciones sobre la planta, el manejo del cultivo, control de plagas y la capacitación de 20 mujeres, la mayoría con estudios agropecuarios.

    La flor de la vainilla es una orquídea, de donde nacen unas vainas. Para que adquieras el olor característico, las vainas deben someterse a un proceso de secado.
    La flor de la vainilla es una orquídea, de donde nacen unas vainas. Para que adquieras el olor característico, las vainas deben someterse a un proceso de secado.

    Ellas son las encargadas de realizar la fecundación de la planta, a través de un método manual en el que se requiere delicadeza y precisión. “Las mujeres tienen más desarrollada la motricidad fina y por eso son más idóneas para este trabajo manual”.

    Tras la primera producción, Uzcátegui inició un plan de difusión para promocionar las vainas secas.

    Una de las acciones fue participar en ferias de emprendedores a escala nacional para que las personas conozcan el producto. Los chefs que asistían a esos eventos ya conocían el producto y fueron los primeros clientes.

    También se empezó a vender a la escuela de Gastronomía de la USFQ para que los estudiantes aprendieran a trabajar con este producto.

    Luego, la Asociación de Chefs del Ecuador también empezó incentivar el uso de la vainilla en los platos de alta cocina, a través de visitas educativas a la planta. “Eso nos fue abriendo un mercado nacional”.

    Tomas Contag, del restaurante Muckis en El Tingo, al este de Quito, es uno de los clientes nacionales. Él compra, la vaina a USD 2, para elaborar helados, salsas y platos a la carta. “Es una excelente opción, porque si no tendría que importarla de México”.

    Sin embargo, la producción empezó a aumentar en la plantación, pero a escala nacional solo se vendían 5 kilogramos al año. Así que el resto de la producción se almacenaba hasta encontrar compradores. “Guardada puede durar hasta 10 años”.

    En cinco años se almacenaron alrededor de 300 kilos de vainilla. Durante ese periodo, la participación en esas ferias era constante. En uno de esos espacios se consiguió -a través de intermediarios – la primera exportación. “En tres meses vendimos todo y dimos la impresión que producimos mucho y no era así”.

    Uzcátegui nuevamente recurrió a la ciencia para encontrar un método que permita que la floración se dé en menor tiempo y no a los tres años, como en las primeras plantaciones.

    Él afirma que si no se cambiaba esa metodología, el negocio quebraba porque luego de la floración se debe esperar nueve meses más para cosechar las vainas. Ese es el tiempo que tarda el plástico de los viveros en deteriorarse. Ese material equivale al 30% de la inversión de un invernadero de 1 000 metros cuadrados (USD 25 000). Así que se hicieron nuevas pruebas y se descubrió que si se hace una poda al año, la planta igual florece y a los nueve meses puede cosecharse.

    En la actualidad se exportan 300 kilos anuales a más de 10 países. Además se exportó por primera vez, 4 000 plantas patentadas a Filipinas.

    Las cifras

    300 kilos de vainas de vainilla se exportan a EE.UU., Perú, Argentina, Alemania, Filipinas, Taiwán y otros.

    20 trabajadoras se encargan del cultivo y cosecha de la vainilla.

    7 productos derivados de la vainilla se producen en una planta ubicada en Tabacundo.

    1 año tarda la planta en florecer y nueve meses para que esté lista para cosecharse.

    2 dólares es el valor en que se vende la vainilla ecuatoriana.

    El gerente

    Eduardo Uzcátegui 

    Ser pioneros no ha sido fácil porque debimos crear nuevos conocimientos para el cultivo y control de plagas sin dejar de ser plantaciones orgánicas. Además, los nuevos productores dependen de nuestros aciertos. Pero es un negocio rentable. En un vivero de 1 000 metros cuadrados se invierten USD 25 000. Pero genera USD 60 000 anuales. En el mundo hay pocas plantaciones, porque el cultivo requiere dedicación.

    En Vainuz trabajan 20 mujeres con estudios en Agronomía, que se encargan de la polinización de la vainilla y de la cosecha de vainas. Fotos: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En Vainuz trabajan 20 mujeres con estudios en Agronomía, que se encargan de la polinización de la vainilla y de la cosecha de vainas. Fotos: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Japón ya cuenta con sus fábricas de verduras

    Agencia AFP

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

    Lechugas cultivadas con luz artificial: en los alrededores de las ciudades japonesas surgen de la tierra las “fábricas de verduras” automatizadas para reemplazar a un campo despoblado y azotado por catástrofes naturales.

    Es un edificio banal en una zona industrial y centro de investigación entre Kioto y Osaka, en el oeste de Japón. Nada, desde el exterior, hace pensar que en estos locales de la firma Spread crecen 11 millones de lechugas al año (30 000 al día) con 25 empleados.

    Todo ocurre detrás de un cristal, en una sala aséptica, llena de enormes y largas estanterías. Autómatas trasladan las lechugas de un sitio a otro durante todo el día.

    A medida que crecen, pasan a los lugares con las condiciones de luminosidad, temperatura e hidrometría adaptadas para ese estado del crecimiento. Todo ello sin pesticidas ni tierra. Simplemente, con agua enriquecida con nutrientes. Es la agricultura conocida como hidropónica.

    Con Dinamarca, Japón es desde hace décadas pionero del laborioso desarrollo de “fábricas de verduras con luz artificial”. Gigantes como Panasonic, Toshiba, TDK o Fujitsu se aventuraron en este terreno, con más o menos éxito, convirtiendo líneas de producción de semiconductores en “campos verticales” para lo que han creado luz, captores y otras tecnologías adaptadas.

    La agricultura se hace de manera vertical. La luz que se usa es artificial.
    La agricultura se hace de manera vertical. La luz que se usa es artificial.

    Spread, cuya casa matriz era inicialmente una empresa de logística de productos frescos o tempranos, es una de las pocas que ha sabido rentabilizar el negocio.

    “Al principio, teníamos dificultades para vender las lechugas, pero ha sido relativamente fácil crearse una imagen de marca para atraer a la clientela, ya que podemos producir calidad al mismo precio todo el año”, explica Shinji Inada, jefe de la empresa.

    ¿El secreto? “Tenemos pocas pérdidas” y los productos, que se hallan fácilmente en los supermercados de Kioto y en los de Tokio, se conservan bastante tiempo.

    Poner a punto este sistema automatizado ha necesitado años.

    En otra fábrica de Spread más antigua, en Kioto, que produce 21 000 piezas de lechuga al día, son unos 50 trabajadores los que trasladan las plantas, “una labor dura”, reconoce una empleada.

    Inada admite que pensó en la pertinencia ecológica antes de lanzar esta actividad, pero también hubo otras razones.

    “Con la falta de mano de obra, la baja rentabilidad del sector agrícola y la caída de la producción, sentía que se necesitaba un nuevo sistema de producción”, dice. La media de edad de los agricultores japoneses es de 67 años.

    “Es cierto que utilizamos más energía en comparación con los cultivos al sol, pero a cambio tenemos una productividad mayor en superficie similar”, justifica.

    La empresa productora dice que sus vegetales son de alta calidad.
    La empresa productora dice que sus vegetales son de alta calidad.

    Las estaciones no cuentan: en los campos verticales se producen ocho veces por año la misma especie de lechuga. En lo que respecta a la cantidad de agua, el 98% se reutiliza en circuito cerrado y es mínima si se compara con los cultivos tradicionales.

    “Con todas estas astucias, pienso que contribuimos a una agricultura sostenible para nuestra sociedad”, arguye.

    Spread empieza a producir el mismo esquema en otros lugares en Japón para acercar al máximo el lugar de producción al lugar de consumo: está construyendo una planta en Narita, cerca de Tokio, en la Prefectura de Chiba, siniestrada este año por dos poderosos tifones. Otras están en proyecto.

    El extranjero también está en su punto de mira. “Se puede exportar fácilmente nuestro sistema de producción a un país cálido o de clima frío para cultivar lechugas”.

    Con la construcción de una fábrica de vegetales de la misma dimensión (32 000 pies diarios) en la prefectura de Fukushima, Mitsubishi Gas Chemical espera sumarse pronto a este sector denominado ‘smart-agri’, donde se emplean también dispositivos de vigilancia a distancia y drones.

    Por el momento, Japón cuenta con unas 200 fábricas de lechugas con luz artificial, pero la mayoría son pequeñas. Según la empresa de estudios especializada Innoplex, habrá 400 en 2025.

    Las lechugas son fáciles de producir en condiciones artificiales. Pero las fresas, tomates y otros productos podrán ser cultivados de la misma manera, con sistemas controlados por ordenador.

    En Kioto los cultivos son hidropónicos. En los locales  de la firma Spread crecen 11 millones de lechugas al año (30 000 al día), con 25 empleados. Cuentan también con autómatas. Fotos: AFP
    En Kioto los cultivos son hidropónicos. En los locales de la firma Spread crecen 11 millones de lechugas al año (30 000 al día), con 25 empleados. Cuentan también con autómatas. Fotos: AFP
  • Un ‘superalimento’ que va de la Sierra al mundo

    Carolina Enriquez

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Está catalogada como un ‘superalimento’ y tiene una creciente demanda en el mundo. Se trata de la uvilla, una fruta endémica de Ecuador que crece desde los 1 500 metros sobre el nivel del mar.

    A 3 100 metros sobre el nivel del mar se halla el centro de procesamiento de frutas tropicales y andinas Shungourko, de Golden Sweet Spirit, que siembra y recibe uvillas de seis provincias de la región interandina. Las bayas crecen en temperaturas de entre 13° y 20°C, según el Ministerio de Agricultura (MAG), por lo que la plantación de esta empresa, en plenas laderas agrícolas del cantón Mejía (Pichincha), es ideal para su cultivo.

    Dennis Brito, CEO de la empresa, dice que la uvilla es una fruta ancestral que permite alcanzar una vida saludable. Esta tiene un alto nivel de antioxidantes, lo que permite destruir los radicales libres, que generan graves problemas en el cuerpo humano.

    “La unidad que encontró la industria alimenticia en relación con la capacidad de absorción de estos radicales, por una molécula de oxígeno, es el ORAC. Hay alimentos que tienen esto y uno de ellos es la uvilla. Esta tiene 3 874 ORAC, un valor altísimo”, dice.

    Esta empresa produce uvillas en 80 hectáreas (ha). Sin embargo, también recibe producto de 350 familias de la Sierra, lo que le permite sumar 300 ha de cultivos.

    Un agricultor revisa las plantas de uvilla en la plantación de Golden, en el cantón Mejía (Pichincha).
    Un agricultor revisa las plantas de uvilla en la plantación de Golden, en el cantón Mejía (Pichincha).

    El MAG explica que hoy “no existen cifras oficiales en cuanto a la producción de uvilla en el Ecuador.” Sin embargo, el Proyecto Dinaminga, que está a su cargo, estableció dentro de sus estudios una superficie de 233 ha para el 2012. En el 2016, la superficie alcanzó 316 ha y un rendimiento de tres toneladas por hectárea (t/ha).

    Las plantaciones de uvilla con fines comerciales se encuentran principalmente en Pichincha, Carchi e Imbabura, provincias que concentran el 74% de la superficie de cultivos de esta fruta en el país. Otras productoras, en menor escala, son Cotopaxi, Tungurahua, Bolívar y Chimborazo.

    Marcelo Alemán, jefe de proyectos de la Cámara de Comercio de Quito (CCQ), explica que como entidad se apoya a un programa de producción de uvilla orgánica en San Pablo (Imbabura). “Venden a una deshidratadora que está exportando a algunos países de Europa. Son ocho agricultores, que tienen 12 hectáreas. No es tan intensivo porque las parcelas son pequeñas”, indica.

    El técnico considera que la producción de uvilla es ideal para micro y pequeños productores. Según el MAG, en el país existe un aproximado de 992 agricultores de uvilla, de los cuales el 99% tiene menos de una hectárea.

    Actualmente, la Cartera de Estado, a través de Dinaminga, busca incrementar la productividad de esta fruta, así como sus procesos pos cosecha (transporte, recepción, enfriamiento, mantenimiento de la fruta con una humedad relativa del 95%, pesado, lavado, selección, clasificación, empaquetado y almacenamiento) y la vinculación comercial.

    Un agricultor revisa las plantas de uvilla en la plantación de Golden, en el cantón Mejía (Pichincha).
    Un agricultor revisa las plantas de uvilla en la plantación de Golden, en el cantón Mejía (Pichincha).

    Esto debido a que los principales compradores de esta fruta son extranjeros. Según la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor), entre enero y octubre de este año se exportaron en total USD 812 840, monto que incluye fruta fresca y deshidratada.

    Las ventas de este producto, sin embargo, han venido cayendo desde el 2017. Ese año alcanzaron USD 1,5 millones y USD 1,3 millones un año después. La demanda en toneladas también ha bajado.

    Si bien los registros de exportación pueden parecer marginales, el potencial que tienen este tipo de frutas es grande. Hay destinos en los que hay alto interés y una proyección de incrementar las tendencias de consumo. Entre ellos están los países de Oriente Medio. La demanda global es bastante alta, explica Xavier Rosero, gerente técnico del gremio.

    El principal problema que enfrentan los exportadores de uvilla del país es el hecho de que ha perdido participación en el mercado internacional. Países como Colombia colocan más fruta.
    Actualmente, el principal comprador de la uvilla nacional es la Unión Europea (UE) y EE.UU. Recientemente, la compañía Golden Sweet Spirit logró ingresar al mercado de EE.UU. con fruta fresca; antes solo enviaba a ese destino procesada.

    La firma exporta a ambos destinos entre 5 000 y 10 000 kilos a la semana, lo que incluye producto fresco y procesado. El 40% de sus ventas corresponde al primer rubro y el resto a otras formas.

    Las uvillas deshidratadas son uno de los productos que tienen alta demanda en los  mercados internacionales. Se las puede combinar con otros alimentos, como el  chocolate o la nuez. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Las uvillas deshidratadas son uno de los productos que tienen alta demanda en los mercados internacionales. Se las puede combinar con otros alimentos, como el chocolate o la nuez. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • La ganadería sostenible es el lema de su hacienda

    Cristina Marquez

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    Las 156 hectáreas (ha) de bosques nativos que se siembran en Monte Carmelo compensan las emisiones de carbono generadas por la actividad ganadera. El compromiso ambiental de los dueños de la hacienda, ubicada en el cantón Guano, en Chimborazo, les llevó a obtener un certificado por emisión neutra de carbono.

    La certificación se entregó hace dos semanas junto a los técnicos de Toni, empresa que adquiere los más de 2 000 litros de leche que se producen diariamente en la hacienda. La industria productora de alimentos también respaldó el proceso de certificación; como empresa aspira respaldar la acreditación de dos haciendas ganaderas cada año.

    En los bosques nativos hay árboles de yagual, quishuar, acacias moradas y cepillos. Estas especies atrapan el nitrógeno y hacen que permanezca en el suelo.

    Además, hay ocho reservorios de agua y lagunas artificiales en las que se almacena el agua de las lluvias. La técnica se conoce como ‘siembra de agua’.

    “Hemos notado que a medida que cuidamos de nuestros bosques, las precipitaciones aumentan y tenemos más líquido vital en este sector”, cuenta Javier Zúñiga, administrador de la hacienda Monte Carmelo.

    Él se encuentra al frente de la propiedad desde el 2012, tras obtener su título como administrador de haciendas en el Lakeshore Technicall College, en Wisconsin
    (EE.UU. ).

    Cuenta que el compromiso ambiental se inició con su abuelo, Gerardo Zúñiga. Él adquirió la propiedad de 488 ha en 1979, y la convirtió en una hacienda de tipo agrícola.

    Simultáneamente, este productor empezó a sembrar un bosque de plantas nativas. “Él me enseñó a pensar en las generaciones futuras, por eso protegemos los páramos”, manifiesta Javier, de 42 años.

    En 1996, la familia decidió cambiar de la agricultura a la ganadería. Invirtieron unos USD 85 000 en la adquisición de animales de raza brown swiss y en la construcción de un galpón para ordeño que se ha ido modernizando con el paso del tiempo.

    Además, para garantizar la ganadería sostenible, Javier implementó técnicas de regadío y control de pastos amigables con el ambiente que no requieren electricidad ni uso de combustibles; funcionan por gravedad.

    El monitoreo de pastos, por ejemplo, se hace con un sistema satelital que informa la cantidad de materia seca en los potreros. Así deciden los mejores espacios para alimentar al ganado.

    Las vacas están separadas de acuerdo a sus edades en grupos homogéneos. Ellas se crían con normas de bienestar animal para asegurar leche de alta calidad.

    Javier Zúñiga es el administrador de Monte Carmelo. En la hacienda se producen más de 2000 litros de leche cada día. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Javier Zúñiga es el administrador de Monte Carmelo. En la hacienda se producen más de 2000 litros de leche cada día. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La industria panificadora se halla en crecimiento

    Redacción Quito

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    Las labores se inician a las 06:00. Xavier Aguilar selecciona la harina, los huevos, la levadura y otros productos para preparar el pan. Estos ingredientes se convierten en la masa que sus manos dan forma, dividen en porciones individuales y que, luego de pasar por el horno, será el alimento para miles de hogares.

    Esta es la primera hornada de pan corriente o ‘popular’ que se prepara en las mañanas y se vende para el desayuno; en la tarde se preparan otras variedades.

    Así es el día a día de la panadería Sweet Isabella, propiedad de Aguilar. En este negocio, que tiene seis meses en el mercado, se vende un promedio de 100 panes diarios al consumidor; además se entregan 400 bajo pedido a pequeñas tiendas.

    Como esta panadería, son muchos los negocios en Quito y otras ciudades de Ecuador, que cubren la demanda diaria de pan.

    Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) del año 2017, en el país funcionan 5 670 empresas y negocios dedicados a la elaboración de pan y otros productos de panadería secos.

    Las cifras del INEC indican que estos negocios tienen unas ventas anuales de USD 306 millones y dan empleo de manera directa a 13 407 personas.

    Otras empresas afines, de pastelería y alimentos similares, tienen ventas anuales de USD 35 millones.

    Cifras similares maneja la Federación Nacional de Panificadores (Fenapan). Pedro Miranda, representante de la organización, comenta que tienen registros de 6 500 panaderías y pastelerías artesanales funcionando en el territorio nacional. Además, Miranda asegura que se genera empleo, directo e indirecto, para 20 000 personas y el dinero que mueve el sector sobrepasa los USD 300 millones al año.

    Xavier Aguilar produce pan para su panadería Sweet Isabella. Al día puede vender hasta 500 unidades. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Xavier Aguilar produce pan para su panadería Sweet Isabella. Al día puede vender hasta 500 unidades. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

    Los actores de este importante sector productivo identifican una serie de fortalezas y oportunidades para que la industria crezca en el país, pero también ven debilidades y amenazas que la ponen en riesgo.

    Daniel Romero, gerente de mercadeo de Grupo Superior, comenta que la industria panadera y pastelera es fuerte en el país y se encuentra en constante crecimiento, lo que representa una gran oportunidad. “Actualmente en Ecuador existe un consumo de 27 kilos de pan al año por habitante. Uno de nuestros retos es promover su crecimiento, ya que en la región el consumo promedio es mayor”.

    Otro indicador que muestra la fortaleza del sector es que los negocios panaderos tienen un promedio de vida de 13 años, casi no fracasan, señala el directivo.

    Romero indica que las amenazas que ven para la industria pueden ser las nuevas tendencias de consumo. Además, una debilidad que identifica en el sector es que históricamente ha sido una actividad empírica. “Nosotros brindamos actividades de capacitación y asesoría para los artesanos panaderos. El objetivo es tecnificar la producción y profesionalizar a los trabajadores, para lograr un pan de mayor calidad y sabor”.

    Otra empresa que ve oportunidades en el sector es Grupo La Fabril. “La industria está creciendo y cambiando. Las necesidades actuales son producir más rápido, pero manteniendo la calidad, y profesionalizar a los productores”, señala Magaly Layton, coordinadora de marketing de Linea Maestro, la linea especializada para panaderos que ofrece la firma.
    El potencial de crecimiento es la principal oportunidad del sector.

    De acuerdo al estudio Tendencia Mundial en Panadería, de la organización U.S. Wheat Associates, Ecuador tiene uno de los consumos de pan más bajos en la región. El informe lo encabezan Chile y Argentina, en donde sus habitantes consumen entre 80 y 90 kilos al año.

    Por otra parte, un problema que aqueja al sector es el precio del pan. Esta es la opinión del vocero de la Fenapan. Hoy el precio por unidad del pan corriente se encuentra en USD 0,12, valor que se fijó en el 2011 y se ha mantenido hasta la fecha.

    El precio debería subir a USD 0,15, para que el productor cubra los costos y pueda obtener ganancias, señala Miranda.

    Los indicadores

    El sector panadero y pastelero tiene unas ventas anuales de USD 306 millones. A esta actividad se dedican 5 679 negocios.

    El consumo de pan en Ecuador es cercano a 20 kilos por habitante al año. En la región, lideran Argentina y Chile con alrededor de 80 kilos.

    Se genera empleo para 13 407 personas. Otros datos elevan esta cifra a 20 000, directa e indirectamente.

    Esta industria genera empleo de manera directa para 13 407 personas, según datos del INEC. Foto: archivo / LÍDERES
    Esta industria genera empleo de manera directa para 13 407 personas, según datos del INEC. Foto: archivo / LÍDERES
  • El palmicultor afronta la crisis con nuevos productos

    María Victoria Espinosa

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    Los agricultores de palma aceitera debieron cambiar sus prácticas agrícolas y convertir la materia prima en productos comerciales.

    Esa ha sido la forma que encontró el sector para enfrentar la crisis que se originó por la enfermedad de la pudrición del cogollo (PC). Solo en Quinindé (Esmeraldas), se perdieron 125 000 hectáreas (ha) de palma aceitera desde 2010 hasta julio de este año.

    El productor Carlos Quiñónez señala que recuperarse no ha sido fácil. Los palmicultores debieron empezar a cultivar otros productos como la pitahaya para cubrir las deudas que dejó la crisis.

    En la zona de Quinindé, La Concordia y Santo Domingo los productores retomaron la actividad, pero ahora son más cuidadosos en sus plantaciones, utilizan fertilizantes, hacen podas y han reemplazado las palmas por especies híbridas, que son más tolerantes a la enfermedad de la PC.

    La Asociación Nacional de Cultivadores de Palma Aceitera (Ancupa) impulsa cuatro variedades de híbridas en el Centro de Investigaciones de Palma Aceitera (Cipal), ubicado en La Concordia.

    Quiñónez trabaja con estas especies, pero entre sus tierras (cinco hectáreas) también ha sembrado frutas tropicales que le han permitido subsistir mientras la palma empieza a dar frutos. “Antes solo se sembraba sin cuidados y creíamos que no pasaba nada. Hasta que la PC nos arruinó. Ahora somos muy cuidadosos, colocamos trampas, etc.”.

    Por ejemplo realizan monitoreos frecuentes para evitar que lleguen nuevas plagas como el picudo negro, que es una especie de escarabajo que daña la palma.

    Otra de las alternativas en las que trabaja Ancupa para darle solvencia económica a sus socios es la creación de una marca de aceite comestible.

    El proyecto está conformado por 120 000 familias productoras de aceite de palma africana de Santo Domingo y La Concordia.

    Por el momento se crearon tres presentaciones. Una sin marca que está dirigido a la economía popular y solidaria y otra marca para la Sierra llamada Vital Palma.

    Este producto se lo mezcla con soya para que sea soluble en el clima frío como el serrano. La otra presentación se llama Nuestro Sabor y es aceite de palma africana. Esta se distribuirá en la Costa.

    Según Ancupa, la recolección de la fruta para la extracción se realiza en la zona sur del país y se procesa en una planta en Quevedo (Los Ríos).

    Carlos Chávez, directivo de Ancupa, afirmó – durante el lanzamiento del producto – que luego de un año de trabajo coordinado con el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se hace realidad el sueño de tener un aceite propio de los palmicultores.

    La productora María Loor, afirma que el nuevo producto es una esperanza para el sector. Ella tiene su plantación en el sector Monterrey, en La Concordia, y asegura que hace unos siete años ya había perdido sus cultivos. “Con mucho miedo empecé otra vez pero a través de la asociatividad y gracias a eso logramos sacar adelante un proyecto que era solo un sueño”.

    Sin embargo, Loor señala que aún hace falta mucho para que el sector se recupere y que hay poca ayuda gubernamental para obtener créditos bancarios.

    De hecho, pese a los esfuerzos de esta área económica, en el 2019 la producción nacional sufrió una caída debido a factores climáticos y la PC, que ha afectado a 11 de 13 cantones dedicados a la actividad. Se prevé que el año va a cerrar con una producción de 401 000 toneladas métricas de aceite de palma.

    Las exportaciones de ese producto también se han visto afectadas porque el mayor comprador es Colombia – con un 78% el año pasado y entre enero y julio del 2019, con un 82% – ha tenido un fuerte crecimiento en los últimos años, según el MAG.

    Esta cartera de Estado afirma que se creó el Comité Interinstitucional de Seguimiento de Palma Sostenible, que está conformado por el Gobierno, el sector privado y la sociedad civil. El organismo busca abrir nuevos mercados como la Unión Europea. Pero para eso debe certificarse y cumplir los estándares internacionales de sostenibilidad que exige el Parlamento Europeo y la Comisión Europea sobre la producción de la palma sin deforestación.

    El MAG también informó que se trabaja en un proyecto para que los productores puedan acceder a créditos en la banca pública con un plazo de hasta 15 años y períodos de gracia de hasta cinco años.

    En La Concordia, los productores han retomado la actividad debido a que la creación de la marca de aceite les abre un nuevo mercado para vender su materia prima. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En La Concordia, los productores han retomado la actividad debido a que la creación de la marca de aceite les abre un nuevo mercado para vender su materia prima. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • La innovación es clave para impulsar el reciclaje

    Agencia EFE

    (I)

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    Dado que la próxima década será crucial para lograr un sistema de producción y consumo más respetuoso con el medioambiente, la innovación de las empresas y la concienciación de la ciudadanía en prácticas como el reciclaje resulta cada vez más necesaria, según varios expertos.

    Los incentivos para que los ciudadanos participen se van desplegando y en las calles mexicanas ya se observan máquinas que a cambio de entregar las botellas de plástico otorgan puntos o premios y, en paralelo, el ciudadano ya puede pagar servicios como Netflix mediante la entrega de latas de aluminio usadas.

    El presidente de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico (Anipac), Raúl Mendoza, apunta que tiene que haber “campañas que difundan de manera adecuada la correcta disposición de envases posconsumo, así como la reducción, la reutilización, el reciclaje, para poder gestionar de manera adecuada el residuo”.

    “Se requiere de mucha información, mucha conciencia, todos nosotros como ciudadanos requerimos de esa información y conciencia para no generar más desinformación”.

    El plástico no es malo por ser plástico, lo que es cuestionable es lo que se haga como ciudadanos y sociedad cuando se termina con su función y uso.

    Mendoza considera que la economía circular, basada en la reutilización y en dar valor a lo que aparentemente ya no lo tiene, es una realidad y debe normalizarse en los próximos años si se quieren cumplir los objetivos de desarrollo sostenible.

    “Todos estamos virando hacia la economía circular, no es si vamos a subirnos o no como industria y como sociedad, sino cuándo nos subimos”, afirma.

    En México, la industria del plástico tiene cerca de 70 años y la transición hacia una “nueva economía de los plásticos dicta que para el 2025 los plásticos de un solo uso deben desaparecer”.

    “Si como industria trabajamos en que (los plásticos) sean compostables, reciclables, reusables, o tengan un plan de manejo veremos resultados en 2025-2030”.

    Entre tanto, emergen posibilidades para que los ciudadanos vean el reciclaje como algo accesible e intuitivo. En la capital mexicana ya es habitual ver máquinas que, a cambio de botellas vacías, otorgan puntos con los que se pueden pagar servicios digi­talmente.

    El mexicano Luis Felipe Molina cuenta su caso mientras inserta sus botellas en una de estas máquinas, en un parque del centro de la capital. Lleva cerca de dos meses acudiendo semanalmente a entregar los envases y acumula ya cerca de 78 botellas entregadas.

    “Entras a la tienda de Google, descargas la aplicación Innovation y cuando abres tu aplicación te dan un código QR”, explica Molina sobre el funcionamiento de este sistema. La máquina escanea el código y te permite insertar las botellas. Cada botella es un punto.

    Además de esto, cabe destacar lo que hace la Industria Mexicana de Coca-Cola (IMCC). La compañía comparte algunos consejos prácticos para incentivar y facilitar el acopio, y reciclaje de envases, para contribuir a conseguir un mundo sin residuos.

    Entre ellos, dice que “no es necesario que enjuagues tu botella y mucho menos que le introduzcas objetos porque eso podría dificultar su proceso de reciclaje”.

    Recomiendan también aplastar el envase, pues esto “ayuda a reducir hasta 4 veces el tamaño de una botella y hace que su traslado a los centros de acopio sea más fácil”.

    Además, indican que las tapas de los envases también se pueden reciclar, por lo que lo más adecuado es entregar las botellas tapadas. Por último, lo ideal es llevar las botellas a un contenedor exclusivo de tereftalato de polietileno (PET).

    Reciclaje de PET

    El caso de la IMCC es uno de los casos de éxito de reciclaje en México gracias a un modelo de acopio de reciclaje. Del 56% de PET que se acopia en México, la IMCC representa el 35%.

    Gracias a sus dos plantas de reciclaje, PetStar e IMER, tiene la capacidad de procesar más de
    85 000 toneladas al año de este material. De igual forma, el IMCC ha conseguido que el 43% de su portafolio se componga de envases retornables que son una muestra del compromiso con la economía circular, porque por cada envase retornable se dejan de producir 25 con resina virgen.

    Destaca también su innovación en el ecodiseño y producción de envases sustentables con la incorporación de resina reciclada, con lo que ha conseguido que millones de sus botellas tengan más de una vida útil posconsumo.

    El objetivo de la compañía es que para el año 2030 se recolecten y reciclen el equivalente al 100% de sus envases vendidos para alcanzar un Mundo sin Residuos.

    Así como contar con 50% de resina reciclada en todos sus envases para la misma fecha. Esta meta coincide con las políticas que está impulsando el Gobierno de México con su plan Cero Basura, con el reciclaje como uno de los pilares esenciales.

    Como un ejemplo de ello, cerca de 3 000 jóvenes participaron desde junio a agosto pasado en el movimiento ambiental Verano Sprite, durante el que se realizaron 10 limpiezas de cuerpos de agua en todo el país, para recuperar espacios verdes y urbanos de gran valor.

    En total, se recolectaron más de 24 toneladas de residuos, como residuos orgánicos, botellas, plásticos, vidrio, llantas y colillas de cigarros, entre otros.

    Sobre estas iniciativas, Martín Manjarrez, profesor de posgrado en el programa de Pedagogía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo a EFE que “las calificaría como excelentes”.

    Pero advirtió que, aunque “es una ayuda, no tenemos que pensar que eso va a ser el hito; o que va a resolver los problemas. Queda mucho por hacer aún”.

    Un hombre deposita un envase de plástico en la máquina recolectora. Foto: EFE
    Un hombre deposita un envase de plástico en la máquina recolectora. Foto: EFE