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  • Marisol Mosquera rompió con una tradición

    Santiago Ayala Sarmiento Redacción Quito / LÍDERES

    Desde el 2002, cuando el Alameda Hotel Mercure de Quito pasó a manos francesas, específicamente a la cadena Acor, en su trono solo se habían sentado directores extranjeros: primero un francés, luego un ejecutivo con una mezcla sui géneris de nacionalidades (franco-suizo-brasilero), después un brasilero y un argentino.

    En todos esos años, la casa matriz francesa había determinado quién dirigiría el negocio en la capital ecuatoriana. Pero la tradición se rompió en diciembre del 2013, cuando se eligió a la quiteña Marisol Mosquera para que ocupe este sitio. Fue el premio a la constancia de esta ingeniera en Finanzas por la Universidad Central, quien esperó, pacientemente, el día que finalmente su capacidad sería reconocida.

    Todo empezó cuando a sus 27 años dejó atrás la Gerencia Financiera de Manpower, para ser auditora interna del entonces llamado Hotel Alameda Real, que formaba parte de la cadena hotelera Apartec, junto con el Rumipamba de las Rosas, La Piedra y otros hoteles más pequeños. Aceptó un reto que para ese entonces era un terreno desconocido para ella. Sin embargo, se aventuró.

    Apenas llegó a alojarse en su nuevo cargo, le planteó a la dirección de la compañía la necesidad de crear un departamento de Gerencia Financiera. José Luis Álvarez Burbano (+), quien estaba al frente del Hotel, apadrinó su idea.

    Pero el primer susto se lo llevó cuando se realizó el anuncio de los nuevos propietarios. Y luego, las etapas de ansiedad en cada cambio de director. «Uno no sabe qué es lo que va a pasar. No se sabe con qué ideas llega cada titular. Y, obviamente, los cargos importantes pueden ser removibles ya que cada nuevo director puede colocar a su personal de confianza. Gracias a Dios no fue así, aprendí de cada uno de ellos, de sus estilos totalmente particulares y diferentes, pero con su escuela aprendí mucho».

    Una vez que llegaron los nuevos dueños, Mosquera empezó a involucrarse más en la operación del hotel, además de los números. También recibía permanentemente capacitación en Colombia, Brasil, Argentina… Finalmente llegó a cursar un diplomado en la Academia Acor, en Bogotá. A ese lugar lo llaman «el semillero», porque ahí se forma gente para los hoteles de la cadena que agrupa a 4 500 hoteles en el mundo. Al finalizar, se abrió la opción de ir a dirigir un hotel en Guatemala. «Lamentablemente, el mundo de los hombres es bien difícil», asegura Mosquera, mientras explica que los propietarios de ese centro preferían ejecutivos, no ejecutivas.

    Y, aunque el «no» recibido la entristeció, su férreo propósito de escalar en el mundo hotelero no se detuvo. Norman Bock, presidente de la Asociación de Hoteles de Quito, reconoce que «su arduo trabajo y la excelente relación que mantiene con los clientes ha permitido a Mosquera abrirse campo dentro del sector».

    Durante 11 años, fue Directora Administrativa Financiera y, luego, Subgerenta. Por su eficiencia, los franceses decidieron que ella dirigiera ambos departamentos. De esta manera también se especializó en el manejo logístico de un hotel, se involucró totalmente en la operación, en la atención a los clientes, las reservas, alimentos y bebidas y, por si fuera poco, también se puso al frente del Departamento de Ventas, apoyada por su experiencia en marketing hotelero.

    Y así llegó su premio. Ahora es la líder del tradicional hotel y comanda un equipo de 160 personas. Exigente, muy exigente, se da tiempo para leer publicaciones de motivación y a su escritor favorito (Pablo Coelho); también camina todos los días y disfruta de la vida familiar. Divorciada, sin hijos, trabaja por lo general más de 12 horas al día. Le gusta la perfección y que todo salga según lo planificado. Al fin y al cabo eso aprendió: a que nada quede descuidado en el hotel y esa premisa la trasladó a sus rutinas.

    Por eso, cuando llega todas las mañanas a su oficina, a las 08:00, lo primero que hace es una reunión operativa con todos los jefes departamentales. Cada uno le detalla al milímetro todo lo que está pasando en el hotel, ella es una hotelera 24 horas al día, siete días a la semana.

    ¿Cuál es la ocupación del hotel? ¿Qué tarifas? ¿Qué grupos vienen? ¿Cuál es la estrategia diaria? Estas y más preguntas se resuelven en la reunión de lluvia de ideas. Luego se da la tradicional visita, o ronda, como ella le llama, por cada uno de los departamentos, aceitando y ajustando las tuercas que requieren atención. Al final de cuentas, ella está empapada de cada cosa, no se le escapa nada.

    Eso sí, su oficina está abierta siempre para cualquier persona. «Aquí es una gerencia de puertas abiertas y toda la gente tiene la confianza de venir, preguntar. Se solucionan problemas día a día. Y termino mi jornada las 21:00», señala.

    Por esta tenacidad, Diego Utreras, presidente de la Asociación de Hoteles del Ecuador, cree que Mosquera ha llegado donde está. «Ella tiene una amplia trayectoria dentro de la actividad hotelera del país. Eso le ha permitido tener responsabilidades importantes». Añade que Mosquera es una profesional que ha demostrado a lo largo del tiempo mucha capacidad. «Su alto grado de profesionalismo le ha permitido mantener esta trayectoria dentro de la industria», .

    2012. La continua capacitación en administración hotelera Acor brinda a sus colaboradores una permanente capacitación. Eso le ha permitido obtener un mayor currículo. En la foto, un grupo de empleados del Alameda.

    2013. Un reconocimiento a la calidad en el servicio Junto con el chef del hotel Alameda Mercure, Ángel Valdiviezo, el ex gerente Carlos Mazzeo y Glendy Zuleta, jefa de Alimentos y Bebidas, en la presentación del libro ‘Grandes Chefs del Ecuador’.

    Hoja de vida

    Sus estudios. El colegio lo cursó en el Simón Bolívar. Es Ingeniera en Finanzas por la Universidad Central. Diplomado en Gerencia Hotelera por el Tecnológico de Monterrey.

    Sus trabajos. Auxiliar contable y subcontadora en Manpower. Gerenta Financiera de Apartec. Directora Administrativa Financiera del Alameda Hotel Mercure. Actual Directora General.

    ‘Soy exigente. cuando hay políticas, procedimientos, la  gente no puede hacer lo que quiere. no funciona así en la hotelería. soy muy exigente’.

  • Aeroméxico presentó su servicio oficialmente

    La compañía Aeroméxico presentó la semana pasada, oficialmente, su ruta entre Quito y Ciudad de México. El evento se cumplió en el Centro de Convenciones Eugenio Espejo, en Quito.

    La presentación se hizo ante autoridades como el Embajador de México en Ecuador, Jaime del Arenal, empresarios nacionales, así como ante representantes de agencias de viajes ecuatorianas.

    Esperanza Reyes, gerenta comercial de Aeroméxico en Ecuador, señaló que la compañía está muy contenta con esta operación. «Este sueño hoy en día es una realidad. Tenemos altas expectativas en este mercado, vamos a hacer que esta ruta sea exitosa».

    La aerolínea empezó a volar entre Quito y Ciudad de México en diciembre del año pasado, con siete vuelos directos a la semana. Los vuelos se cumplen con un avión Boeing 737, con una capacidad para 124 pasajeros.

    Mario Rosas, director de ventas internacionales de la aerolínea mexicana, señaló que el interés en llegar a Quito venía desde «hace algunos años» y se concretó a mediados de diciembre. El ejecutivo añadió que existen altas expectativas con los resultados de esta nueva ruta.

    En la actualidad, Aeroméxico cuenta con alrededor de 13 000 empleados. Vuela, según señaló Rosas, a 80 destinos en América, Asia y Europa. La flota de la aerolínea la componen cerca de 115 aviones, entre Boieng y Embraer, que cumplen unos 600 vuelos diarios.

    Aeroméxico movilizó el año pasado cerca de 15,5 millones en todas sus rutas; esto significó, según Rosas, un crecimiento del 4,6% frente a la cantidad de pasajeros transportados en el 2012. En el evento, un video mostró el proceso de ensamblaje del modelo 787 Dreamliner, de Boeing, con el que Aeroméxico llega a Tokio, París y Nueva York .

  • Su microempresa es algo sencilla y cómoda

    Redacción Quito

    A Sebastián Aguirre le gustaba dibujar zapatos en su tiempo libre. Hace cinco años, este joven quiteño, mientras cursaba los últimos semestres de diseño industrial en EID, en París (Francia), realizaba bocetos de calzado.

    Luego de terminar sus estudios comenzó a trabajar como ‘free lance’ y mesero en un restaurante parisino. Pero la pasión por el diseño de calzado se transformó en el proyecto de crear una marca.

    Para ello, Aguirre hizo estudios de mercado en Francia y Ecuador. De a poco, la idea se fortaleció y comenzó a buscar proveedores. En un viaje, notó que en Ecuador la industria del calzado tenía todo lo que necesitaba. Así comenzó a desarrollar prototipos y buscar fábricas para la manufactura de sus diseños.

    En una reunión de amigos, Aguirre conoció a Felipe Cornejo. Tras comentarle su propuesta, Cornejo, quien es ingeniero en sistemas graduado en George Mason University (EE.UU.), se interesó por el emprendimiento y se asociaron.

    Él aportó sus conocimientos empresariales, debido a que ya contaba con la experiencia en la creación de su empresa de desarrollo de software llamada Devsu.

    En el 2012 se dedicaron a fortalecer la marca y a dar forma al producto final. Su concepto era crear un modelo sencillo y simple, para lograr un zapato ligero, cómodo y resistente. Pero, a la vez, el producto debía tener estilo.

    Así surgió Cardanas, nombre que nació del apellido materno de Aguirre (Cárdenas), más un toque francés. La inversión inicial fue de USD 15 000 para la primera producción. El zapato es manufacturado con lona producida por la firma nacional Ponte Selva, mientras que la suela se fabrica en Buestán y es prensada en Ambato, en Inducaucho. El armado final se realiza en una empresa de Quito.

    En noviembre del 2013 salió a la venta el producto en su ‘showroom’ en La Floresta (centro-norte de Quito).

    Juan Diego Donoso, arquitecto y urbanista, comenta que adquirió los zapatos debido a la buena calidad. Gracias a su diseño, cuenta Donoso, los usa para toda ocasión. Mientras que otro cliente, Felipe Álvarez, dedicado a la permacultura (arquitectura sostenible), destaca la durabilidad del producto.

  • La fórmula: 90 000 panes cada día

    Joselito Cobo es el promotor de la firma La Unión en Quito, desde 1988. Allí laboran 150 trabajadores en cinco locales en la capital. Miguel Rivadeneira y Gonzalo Ruiz dialogan con este emprendedor, en el programa que se transmite este lunes desde las 19:00 en Platinum FM (90.9 FM, Pichincha; 94.5 FM Guayas y Santa Elena…). Aquí, un extracto de la entrevista.

    ¿Cuál ha sido el secreto para mantenerse en la panadería y cuál la estrategia para su crecimiento?
    Hacer un buen producto, la organización, la administración…; hacer las cosas bien, en esto de la panadería obvio no tiene que haber desperdicios, ser innovador, llegar a la necesidad del cliente, buscar alternativas y opciones.

    ¿En dónde se ha capacitado?
    He estado en Brasil, Alemania, Italia.

    ¿Cuántos trabajadores tiene?
    Aproximadamente 150 personas en tres turnos. Hemos ido innovando, buscando alternativas, llegar al cliente para que no se canse de lo mismo.

    ¿Qué es el emprendimiento?
    Siempre estamos buscando alternativas, ser mejores, ser competitivos, capacitándonos en eso. Innovar, dar productos diferentes, no cansar al cliente con los productos, llegar a variar.

    ¿Cuándo y en dónde instaló su propio negocio?
    Rentamos un local pequeño para comenzar en Chaguarquingo, al sur oriente de Quito. Al año, no nos renovaron el contrato. Nos tocó salir a las 12 de la noche. Respetamos la decisión del dueño. Esto nos dejó un mensaje: hay que ser sensibles, la oportunidad nos merecemos todos, el lado humano, el diálogo es lo más importante en la vida. Luego fui a golpear la puerta de un amigo y nos tocó dormir en el garaje.

    ¿Qué desafíos tiene?
    Vamos a crecer. Me siento a gusto con generar trabajo y satisfacer paladares.

  • Más ideas de negocios salen de las aulas universitarias

    Redacción Quito

    Entre los estudiantes hay un optimismo por el involucramiento de las autoridades de la Universidad Católica del Ecuador, para acompañar los procesos de aprendizaje y de generación de ideas de emprendimiento en cada una de las facultades.

    Gabriela Proaño, presidenta de la Asociación de Escuela de la Facultad de Economía, resalta todo el cambio que ha dado la relación estudiantes-autoridades. «Ellos se están involucrando en todas las actividades que los estudiantes realizan. A través de las asociaciones se da una comunicación, una participación y un apoyo de las autoridades muy fuerte»: Casa adentro, esta Asociación trabaja en dos aspectos, principalmente. El uno es la capacitación continua a los estudiantes, a través de conferencias, seminarios, conservatorios, etc., sobre temas de interés nacional. Últimamente, por ejemplo, se ha discutido mucho sobre los cambios en la matriz productiva, un proyecto que impulsa el Ejecutivo.

    El segundo aspecto es la vinculación de los estudiantes con la colectividad. Los alumnos, al tener que cumplir con determinadas horas de acción social durante su carrera, son nutridos con guías y líneas básicas para generar emprendimientos, junto con las comunidades a las cuales asisten a brindar su apoyo.

    «Recientemente conversamos con un economista del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, que nos dio un mapa sobre los sectores prioritarios que tienen necesidades. Ahí es donde enfocamos nuestros esfuerzos para crear emprendimientos», señala Proaño.

    Alejandro Andrade, presidente de la Asociación de Escuela de Administración, coincide en que el respaldo que ha brindado la Universidad a las propuestas de los estudiantes ha sido importante.

    En esta Facultad se realiza cada final de semestre ‘La semana del emprendimiento’, donde los alumnos de primero, tercero y quinto semestres exponen públicamente sus ideas de negocios, creación de nuevos productos e, incluso, nuevas campañas publicitarias.

    Las empresas que asisten a mirar estas propuestas analizan la viabilidad de cada uno de los proyectos. Si lo son, entonces se concreta la posibilidad de obtener financiamiento para plasmar dicha idea.

    «Es como si se tratara de una especie de concurso interno. Además de que es un trabajo para la carrera también puede servir para poner en marcha un negocio real», comenta Andrade.

    Por otro lado, la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (PUCE) maneja un presupuesto anual para apoyar los mejores emprendimientos que pueden ya salir al mercado. Con ello, se trata de garantizar que las ideas no queden en las aulas.

    «Nuestra universidad se caracteriza por ser inclusiva. Las asociaciones somos el nexo entre los estudiantes y la universidad», puntualiza el representante.

  • El liderazgo y la actitud se cultivan desde el principio

    En la formación de sus estudiantes, los catedráticos de la Universidad de las Américas (UDLA) apuntan a despertar la actitud y el liderazgo de los estudiantes. Esta tarea se cumple con mayor énfasis en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas y en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias, aunque también se cuentan casos de estudiantes emprendedores en las demás facultades de la UDLA.

    En los edificios de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias, el movimiento de estudiantes es intenso. Los jóvenes, mujeres y hombres se apresuran para llegar a sus clases; en los laboratorios las actividades se desarrollan entre microscopios, computadoras, mandiles blancos…

    Entre los estudiantes se cuentan con frecuencia casos de emprendedores. Uno de ellos es Santiago Espinosa, creador de la marca de helados Pailetto. Él ya terminó sus estudios, pero no olvida que en las aulas forjó su espíritu emprendedor. «Empecé elaborando helados de paila y luego pasé a los helados de frutas. Para emprender vendí mi auto, unas dos computadoras y así reuní capital para arrancar con mi iniciativa».

    Su proyecto empezó en las aulas con la venta a restaurantes y empresas de catering. El negocio evolucionó y ahora la venta es directa al consumidor en dos locales (en el norte y sur de Quito).

    Otro ejemplo es el de Fabián Guerrón, que ofrece panela orgánica bajo la marca La abeja Kapira. Este joven arrancó con su emprendimiento siguiendo el ejemplo de sus padres, que también trabajan con panela. Sin embargo, Guerrón modificó el producto: le puso sabores de limón, coco, maracuyá y otras frutas.

    La idea surgió cuando Guerrón recién iniciaba sus estudios en la UDLA. «En la materia de introducción a la agroindustria me animé a utilizar la panela para desarrollar un nuevo producto».

    Al hablar sobre los emprendimientos que surgen en las aulas, los catedráticos de este centro de educación superior coinciden en un factor determinante: actitud. Pablo Moncayo, coordinador Agroindustrial y Alimentos de la UDLA, sostiene que tener una idea es fundamental, pero importa más la actitud. «Queremos estudiantes con liderazgo, que fundamenten sus ideas, que trabajen en equipo. Por eso despertamos esas características desde el primer nivel».

    La capacidad de soñar, el esfuerzo y la honestidad también son valores que se requieren para emprender. Así lo sostiene Giuseppe Marzano, decano de Posgrados. Este catedrático cuenta que entre los alumnos están los que tienen vocación de crear empresas y los que quieren desarrollarse dentro de empresas.

    «Ambos caminos son legítimos. En la UDLA ponemos énfasis en el emprendimiento como valor positivo que permite que los jóvenes se adueñen de su futuro y que lo construyan con determinación y responsabilidad. Un joven emprendedor es para su organización y para su entorno un ejemplo de creatividad, autodeterminación y perseverancia».

  • La moda japonesa le da el toque a este café

    Redacción Quito

    Josué Ortiz y Fabricio Hidalgo son dos jóvenes aficionados al anime o cómic japonés. Su gusto mutuo por este estilo de animación los motivó en el 2011 a crear un café temático para que otras personas con la misma afición compartieran videos, películas, música y en donde también pudieran degustar algunos de los bocadillos de la cultura oriental.

    Así nació Nyan Coffe, con el concepto de lo que la comunidad de seguidores del anime llama ‘coffe maid’ o restaurantes cosplay. Este tipo de sitios establecimientos de comida donde el personal atiende a los clientes disfrazados de personajes de anime.

    La idea surgió durante una celebración en la que se dieron cita varios aficionados del anime. «Estas fiestas se realizan con frecuencia entre grupos de amigos y club de fans. También se organizan festivales», explica Ortiz.

    Ambos son alumnos universitarios, Hidalgo estudia Administración de Empresas en la Universidad Politécnica Salesiana y Ortiz cursa Ingeniería Electrónica en Redes de Información en la Universidad Central.

    Para iniciar con este emprendimiento lo primero fue hallar un local y aprovecharon que el papá de Ortiz tenía uno disponible en el norte de Quito, que lo utilizaba como bodega. Allí encontraron algunos muebles que luego utilizaron para su negocio.

    Mientras limpiaban el espacio, en marzo del 2011 realizaron un sondeo a través de las redes sociales para conocer los gustos de sus potenciales clientes. Tres meses después pidieron al diseñador gráfico Jonathan Echeverría que los ayudara con el logotipo.

    En este proceso invirtieron USD 250, que sirvieron para la adecuación del local. En agosto convocaron a un ‘casting’ para contratar a las camareras o ‘chicas maid’, que según la temática del sitio deben estar disfrazadas como las camareras de cómic japonés: vestidos de encaje estilo victoriano o francés, delantales y un lazo para la cabeza conocido con el nombre de katyusha. En cada traje invirtieron en promedio USD 80.

    Como lanzamiento del sitio organizaron un festival en noviembre del 2011, al que llamaron Nyan Suri. A este evento asistieron 250 personas. Desde entonces el Nyan Coffe solo atiende previa reservación, el menú está disponible en su página de Facebook.

    David Viteri fue uno de los primeros clientes del Nyan Coffe. Él asegura que este negocio llamó su atención por ser uno de los primeros cafés temáticos de este tipo. «El hecho de que solo atiendan con reservación lo convierte en un espacio diferente. Cuando voy ordeno onigiri, que es un plato japonés que consiste en una bola de arroz rellena», cuenta.

    • USD 80 costó cada traje de las camareras.
  • Ellos recrean la imagen de las empresas en caramelos

    Redacción Quito

    En un pequeño local ubicado en el norte de Quito se fabrican caramelos como se los hacía hace 200 años. El sitio pertenece a Rock Candy y Artesanal, un emprendimiento en donde literalmente el nombre de los clientes se transforma en caramelo.

    El principal nicho de este negocio son los caramelos personalizados para empresas; esto es, dulces con su nombre, logo y colores corporativos. Entre sus clientes están Halliburton, Mr. Books y concesionarias de autos. Este segmento representa el 60% de su portafolio. También elabora dulces para campañas publicitarias, matrimonios, ferias, etc.

    «Hay acogida, porque no es lo mismo regalar un jarro a los empleados, que no se sabe adónde irá a parar. Los caramelos seguro los van a disfrutar», indica Pedro Cruz, quien junto a Cristina Terán y Juan Nájera crearon esta microempresa.

    Terán explica que Rock Candy fue la oportunidad para dejar las tareas del hogar y convertirse en empresaria. Ella también prepara el caramelo y se encarga de innovar los empaques del producto.

    En este negocio el consumidor es testigo del proceso de elaboración del producto, pues está a vista de los clientes.

    Para su preparación se utiliza azúcar, glucosa y agua que se combinan en las proporciones adecuadas para generar una especie de jarabe que se cuece a altas temperaturas. Luego, se enfría hasta que se cristalice y se amasa (primero en la mesa y después en un gancho). El siguiente paso es darle forma: Cruz utiliza tiras de caramelo de diferentes colores, que une según el diseño: nombres, frutas, etc.

    Finalmente, se estira y corta en pequeñas piezas del tamaño de una moneda. En su forma final, parece que los diseños fueran impresos, pero en realidad se moldean a mano.

    La técnica no es sencilla. Para perfeccionarla, los emprendedores contactaron a un experto asiático, cuyo nombre prefieren guardarlo en secreto. «Me atrevo a decir que es uno de los mejores carameleros del mundo», comenta Nájera.

    La idea surgió hace siete años, pero se concretó en el 2012, cuando consiguieron el capital para montar el local. La inversión inicial fue de USD 80 000, que obtuvieron gracias al apoyo de dos familiares que confiaron en ellos.

    Hace seis meses instalaron una isla en el centro comercial Quicentro Norte y en enero prevén abrir un nuevo local.

    Uno de sus clientes es Patricio Álvarez, gerente de Álvarez Bravo Constructores. El empresario destaca tres fortalezas del producto: buen sabor, forma original y calidad. En Navidad sus compras aumentan. «Adquirimos entre 200 ó 300 frascos de caramelos».

    El negocio en breve La facturación.  En el 2012 fue de USD 5 000 mensuales, hoy es de 15 000.

    La producción.  Esta es de unos 500 kilogramos/mes, en promedio. El catálogo de productos está en elsitio www.rockcandyartesanal.com 9 empleados conforman la nómina con la que cuenta el negocio de Rock Candy.

  • El vino de Yaruquí cosecha paladares en el país

    Redacción Quito

    «Mi padre tenía unas parras (planta de uva) en su casa. Era su hobbie», cuenta Jorge Durán, un ingeniero agrónomo, hoy encargado del viñedo ecuatoriano Chaupi Estancia Winery.

    Durán cuenta que en 1990, su padre, Ángel Durán, vendió las viñas a Dick Handall. Así surgió Chaupi Estancia Winery, en un terreno de seis hectáreas en Yaruquí, en el nororiente de Quito.

    «Para entonces construir un viñedo era algo poco común. No había viñedos, pero el clima favorecía esta actividad y teníamos solo dos estaciones: una lluviosa y otra soleada», cuenta Durán, administrador de este negocio.

    Handall comenzó a sembrar las parras con la cepa de uvas palomino, especiales para elaborar determinadas variedades de vino blanco. Este proceso, explica Durán, puede durar unos cuatro años, por lo que no fue sino hasta 1994 que pudieron obtener sus primeras barricas de vino. «No eran muy buenas y solo las tomábamos entre amigos y conocidos. Aún conservamos algunas botellas de esta época de experimentación», dice.

    La viticultura en el país, asegura el enólogo Christopher Gamboa, es un desafío por lo impredecible del clima; «sin embargo, en este viñedo han sabido adaptarse al clima de la capital».

    Este es uno de los detalles que ha obligado a Chaupi Estancia a mantener una constante experimentación para identificar las variedades que mejor se adaptan al suelo y clima ecuatorianos.

    Handall, quien vive en los Estados Unidos, es quien consigue en sus viajes las diferentes cepas o tipos de plantas de uva con las que se experimenta en este viñedo.

    Luego de 10 años de experimentación, el viñedo logró obtener un total de 30 diferentes variedades de parras en una superficie de tres hectáreas, estudiando su comportamiento y adaptación. Las que mejores resultados ofrecieron fueron las variedades de palomino y pinot noir que se cosechan un promedio de dos veces al año.

    En el 2000 se comenzó a comercializar el producto con una línea de vinos blancos y tintos, todos vinos secos: Palomino Fino, Meritage «Alyce», «Alyce» Gran Reserva, Pinor Noir y Chardonnay Viognier.

    La bodega, a pesar de ser pequeña, contiene todos los instrumentos necesarios para realizar el proceso de vinificación que se cumple en tanques de acero inoxidable, barricas de roble americano y francés. Las instalaciones incluyen un laboratorio donde se realizan los análisis químicos necesarios en la producción de vino. La mayoría de los instrumentos que se utilizan en Chaupi Estancia fueron importados de Italia.

    Adicionalmente se ofrecen tours guiados para todas las personas que quieran conocer Chaupi Estancia y degustar sus vinos. Esta actividad sumada a la venta de vinos permiten que este emprendimiento tenga una facturación anual de USD 35 000.

    En dos ocasiones Chaupi Estancia Winery ha ganado una mención de honor en el evento del «Decanter World Wine Awards» en Londres.

    Su distribución todavía es local, pues su producción es más artesanal y en cantidades que no superan las 5 000 botellas por año. Christian Sáenz, de La Mansión del Queso, en Quito, recomienda estos vinos por su sabor y por ser un producto nacional.

  • USD 17 millones en el Gran Cóndor en Tababela

    Redacción Quito

    El Wyndham Grand Cóndor será el primer hotel que se construirá en los alrededores del aeropuerto Mariscal Sucre en Tababela. El proyecto tiene previsto levantarse en los próximos 12 meses en la zona occidental de la terminal.

    La obra tiene una inversión de USD 17 millones y será ejecutada por Pronobis, inmobiliaria del Consorcio Nobis. Una de las novedades del edificio es que tendrá un diseño basado en el ave patrimonial del país: el cóndor. La forma de la infraestructura será visible a la distancia desde Quito y desde el aire, en cada aproximación o despegue.

    El Gran Cóndor se construirá en un lote de terreno de 22 000 m². En una primera fase, el edificio dispondrá de 140 habitaciones y un sótano de 3 000 m² y 15 000 m² de construcción. Aunque se tiene prevista una ampliación de 100 cuartos adicionales. «El hotel contará con todas las instalaciones y servicios propios de un establecimiento cinco estrellas», indicó Sergio Torassa, presidente ejecutivo del Consorcio.

    El Wyndham Grand Cóndor será una opción para aquellos pasajeros que llegan en la noche y deben abordar otros vuelos en lapsos relativamente cortos. El nuevo hotel se enfocará en brindar sus servicios a viajeros, empresarios y ejecutivos que constantemente ingresan o salen de la ciudad y no disponen de tiempo para desplazarse hasta la zona urbana. También buscará atraer al personal de las tripulaciones de las líneas aéreas.

    Isabel Noboa Pontón, presidenta ejecutiva del Consorcio Nobis, añadió que con la construcción del edificio se crearán alrededor de 1 000 fuentes de trabajo, directas e indirectas.

    El acto de colocación de la primera piedra se dio el pasado 7 de enero y estuvo a cargo de Isabel Noboa y Jorge Albán, alcalde encargado de Quito.